jueves, 29 de junio de 2023

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO 2023

 



 Homilía del Papa Francisco en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo 2023

Crédito: Daniel Ibañez/ACI Prensa.

29 de junio de 2023 



El Papa Francisco presidió este jueves 29 de junio en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa por la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, patronos de Roma.

A la ceremonia asistieron los miembros de la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y se bendijeron los palios que se les impondrán a los Arzobispos Metropolitanos, nombrados en el transcurso del año.

A continuación, la homilía pronunciada por el Papa Francisco:

Pedro y Pablo, dos Apóstoles enamorados del Señor, dos columnas de la fe de la Iglesia. Y mientras contemplamos sus vidas, el Evangelio de hoy nos presenta la pregunta que Jesús hace a sus discípulos: “¿Quién dicen que soy?” (Mt 16,15). Esta es la pregunta fundamental, la más importante: ¿quién es Jesús para mí? ¿Quién es Jesús en mi vida? Veamos cómo respondieron a esta pregunta los dos Apóstoles. 

La respuesta de Pedro se podría resumir en una palabra: seguimiento. Pedro vivió en el seguimiento del Señor. Cuando Jesús interrogó a los discípulos aquel día en Cesarea de Filipo, Pedro respondió con una hermosa profesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). Una respuesta impecable, precisa, puntual, podríamos decir una perfecta respuesta de "catecismo". Pero esa respuesta es fruto de un camino. Sólo después de haber vivido la fascinante aventura de seguir al Señor, después de haber caminado con Él y en pos de Él durante tanto tiempo, Pedro llega a esa madurez espiritual que lo lleva, por gracia, por pura gracia, a una profesión de fe tan lúcida.

De hecho, el mismo evangelista Mateo nos cuenta que todo empezó un día en que, a orillas del mar de Galilea, Jesús pasó por allí y lo llamó, junto con su hermano Andrés, e “inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron” (Mt 4, 20). Pedro lo dejó todo para seguir al Señor. Y el Evangelio subraya que los hizo “inmediatamente": Pedro no le dijo a Jesús que se lo pensaría, no hizo cálculos para ver si le convenía, no puso excusas para demorar la decisión, sino que dejó las redes y lo siguió, sin pedir de antemano ninguna seguridad. Todo lo iría descubriendo día a día, al seguir a Jesús y caminar tras Él. Y no es casualidad que las últimas palabras que Jesús le dirige en los Evangelios sean: “Tú sígueme” (Jn 21,22), es decir el discipulado.

Pedro, por tanto, nos dice que a la pregunta “¿quién es Jesús para mí?” no basta responder con una fórmula doctrinal impecable, ni siquiera con una idea que nos hayamos construido de una vez por todas. No. Es siguiendo al Señor como aprendemos a conocerlo cada día; es haciéndonos sus discípulos y acogiendo su Palabra la manera en que nos convertimos en sus amigos y experimentamos su amor transformador. Ese "inmediatamente" resuena también para nosotros: si podemos posponer tantas cosas en la vida, el seguimiento de Jesús es inaplazable; ahí no podemos dudar, no podemos poner excusas. Y cuidado, porque algunas excusas se disfrazan de espiritualidad, como cuando decimos "no soy digno", "no soy capaz", "¿qué puedo hacer yo?". Esto es un truco del demonio, que nos roba la confianza en la gracia de Dios, haciéndonos creer que todo depende de nuestras capacidades.

Despojarnos de nuestras seguridades terrenales, inmediatamente, y seguir a Jesús cada día: ésta es la encomienda que Pedro nos confía hoy, invitándonos a ser Iglesia-en-seguimiento. Iglesia- en-seguimiento. Una Iglesia que desea ser discípula del Señor y humilde servidora del Evangelio. 

Sólo así podrá dialogar con todos y convertirse en lugar de acompañamiento, cercanía y esperanza para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Sólo así, incluso aquellos que están más alejados y a menudo nos miran con desconfianza o indiferencia, podrán finalmente reconocer, con el Papa Benedicto: «La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo, y así es el lugar de encuentro entre nosotros» (Homilía en el II domingo de Adviento, 10 diciembre 2006). 

Y ahora llegamos al Apóstol de los gentiles. Si la respuesta de Pedro consistió en el seguimiento, la de Pablo fue el anuncio, el anuncio del Evangelio. También para él todo comenzó por gracia, con la iniciativa del Señor. En el camino de Damasco, mientras llevaba a cabo con determinación feroz la persecución de los cristianos, atrincherado en sus convicciones religiosas, Jesús resucitado le salió al encuentro y lo dejó ciego con su luz, o, mejor dicho, gracias a esa luz Saulo se dio cuenta de lo ciego que estaba: encerrado en el orgullo de su rígida observancia, descubrió en Jesús el cumplimiento del misterio de la salvación. 

Y, comparado con la sublimidad del conocimiento de Cristo, considera en adelante como "desperdicio" todas sus certezas humanas y religiosas (cf. Flp 3,7-8). Así, Pablo dedica su vida a recorrer tierra y mar, ciudades y aldeas, sin importarle sufrir penurias y persecuciones con tal de anunciar a Jesucristo. Viendo su historia, parece que cuanto más anuncia el Evangelio, más conoce a Jesús. El anuncio de la Palabra a los demás también le permite penetrar en las profundidades del misterio de Dios; el Pablo que escribió “¡ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16) es el mismo que confiesa “para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21).

Pablo, entonces, nos dice que a la pregunta "¿quién es Jesús para mí?" no se responde con una religiosidad intimista, que nos deja indiferentes ante la inquietud de llevar el Evangelio a los demás. El Apóstol nos enseña que crecemos en la fe y en el conocimiento del misterio de Cristo cuanto más somos sus heraldos y testigos. Esto sucede siempre: cuando evangelizamos, somos evangelizados. Es una experiencia diaria, cuando evangelizamos, permanecemos evangelizados. La Palabra que llevamos a los demás vuelve a nosotros, porque en la medida en que damos, recibimos mucho más (cf. Lc 6, 38). Esto también es necesario para la Iglesia de hoy: poner el anuncio en el centro. Ser una Iglesia que no se cansa de repetir "para mí la vida es Cristo" y "ay de mí si no predico el Evangelio". Una Iglesia que necesita el anuncio como el oxígeno para respirar, que no puede vivir sin transmitir el abrazo del amor de Dios y la alegría del Evangelio. 

Hermanos y hermanas, celebremos a Pedro y a Pablo. Ellos respondieron a la pregunta fundamental de la vida “¿quién es Jesús para mí?”, viviendo el seguimiento y anunciando el Evangelio. Es hermoso si crecemos como Iglesia del seguimiento, como Iglesia humilde que nunca da por sentado la búsqueda del Señor.

Es hermoso si nos convertimos en una Iglesia extrovertida, que no encuentra su alegría en las cosas del mundo, sino en anunciar el Evangelio al mundo, para sembrar la pregunta sobre Dios en el corazón de las personas. Llevar al Señor Jesús a todas partes, con humildad y alegría: en nuestra ciudad de Roma, en nuestras familias, en las relaciones y en los barrios, en la sociedad civil, en la Iglesia, en la política, en el mundo entero, especialmente allí donde anidan la pobreza, la degradación y la marginación. 

Y, hoy, en el momento en que algunos de nuestros hermanos arzobispos reciben el palio, signo de comunión con la Iglesia de Roma, quisiera decirles: sean apóstoles como Pedro y Pablo. Sean discípulos en el seguimiento y apóstoles en el anuncio, lleven la belleza del Evangelio a todas partes, junto con todo el Pueblo de Dios. Y, por último, quisiera dirigir un afectuoso saludo a la Delegación del Patriarcado ecuménico, enviada hasta aquí de parte de mi querido Hermano Su Santidad Bartolomé. Gracias por su presencia, gracias: avancemos juntos, avancemos juntos, en el seguimiento y el anuncio de la Palabra, creciendo en fraternidad. Que Pedro y Pablo nos acompañen e intercedan por todos nosotros. 

HOY CELEBRAMOS A SAN PEDRO Y SAN PABLO, 29 DE JUNIO

 










 

domingo, 25 de junio de 2023

PENSAMIENTOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS











  

EL PAPA FRANCISCO PIDE NO RENUNCIAR EL MAYOR BIEN: LA VIDA



El Papa Francisco pide no desperdiciar el mayor bien: La vida

Por Ary Waldir Ramos Díaz

25 de junio de 2023 


Este domingo 25 de junio, el Papa Francisco instó a los fieles a cuestionarse de qué tienen miedo y destacó la necesidad de renunciar a los ídolos de la eficacia y el consumismo para no despreciar la vida. 

Durante el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio del día, en el que Jesús repite tres veces a sus discípulos: "No tengan miedo" (Mt 10,26.28.31). 

En esta línea, indicó que para Jesús:  “Lo que cuenta es no desperdiciar el mayor bien: La vida. No desperdiciar la vida. Solo esto debe asustarnos”. 

¿Por qué es bueno ir a Misa diariamente?

A continuación, el Santo Padre invitó: “Preguntémonos entonces: Yo, ¿de qué tengo miedo? ¿De no tener lo que me gusta? ¿De no alcanzar las metas que la sociedad impone? ¿Del juicio de los demás? ¿O más bien, de no agradar al Señor y de no poner en primer lugar su Evangelio?”. 


Los ídolos de la eficacia y el consumismo

El Papa afirmó que todo conlleva “cierta renuncia frente a los ídolos de la eficacia y el consumismo”. 

De este modo, recordó que hoy se desecha la vida de las personas: “Pensemos en los últimos, a menudo tratados como material de descarte y como objetos no deseados”. 

“Permanecer fiel -precisó el Pontífice- a lo que importa es costoso; cuesta ir contracorriente, liberarse de los condicionamientos del pensamiento común, ser apartado por los que “siguen la moda”. 


Las persecuciones y la violencia 

Por otro lado, en su predicación explicó que Jesús habló de las persecuciones que tendrán que soportar sus discípulos por causa del Evangelio. 

Destacó que “parece paradójico: el anuncio del Reino de Dios es un mensaje de paz y de justicia, fundado en la caridad fraterna y en el perdón y, sin embargo, encuentra oposición, violencia y persecución”. 

A pesar de esto, instó a no temer: “No porque todo irá bien en el mundo, sino porque para el Padre somos preciosos y nada de lo que es bueno se perderá. Por eso nos dice que no dejemos que el miedo nos detenga”. 

Luego indicó que el “verdadero miedo que hay que tener es el de desechar la propia vida”. En este sentido, señaló la “imagen que Jesús utiliza” en el Evangelio: “La del Valle ‘Gehenna’, que “era el gran vertedero de basura de la ciudad” de Jerusalén. 


Tener miedo a desperdiciar la vida 

Insistió para que los fieles no tengan tanto “miedo a sufrir incomprensiones y críticas, a perder prestigio y ventajas económicas por permanecer fieles al Evangelio, sino a desperdiciar la existencia buscando cosas de poco valor, que no dan sentido a la vida”. 

Recordó que “incluso hoy uno puede ser objeto de burlas o de discriminación si no sigue ciertos modelos de moda, que, sin embargo, a menudo ponen en el centro realidades de segunda categoría: cosas en lugar de personas, rendimientos en lugar de relaciones”.

El Santo Padre pensó en los padres, que “necesitan trabajar para mantener a su familia, pero no pueden vivir solo para el trabajo, sino que necesitan tiempo para estar con sus hijos”. 

“Pienso también —continuó— en un sacerdote o en una religiosa, que deben comprometerse en su servicio, pero sin olvidarse de dedicar tiempo a estar con Jesús, de lo contrario caen en la mundanidad espiritual y pierden el sentido de lo que son”, anotó. 

Asimismo, dirigió su mirada a los jóvenes que “tienen mil compromisos y pasiones: la escuela, el deporte, intereses varios, el teléfono móvil y las redes sociales, pero necesitan encontrarse con personas y realizar grandes sueños, sin perder el tiempo en cosas que pasan y no dejan huella”. 

“María, Virgen Sabia Madre, nos ayude a ser sabios y valientes en las decisiones que tomamos”, concluyó el Papa Francisco.  

FELIZ DOMINGO!!!





 

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