domingo, 3 de abril de 2022

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 3 DE ABRIL DE 2022 - V DOMINGO DE CUARESMA 2022



Domingo 5 (C) de Cuaresma

Domingo 3 de abril de 2022



1ª Lectura (Is 43,16-21): Esto dice el Señor, que abrió camino en el mar y una senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, la tropa y los héroes: caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. «No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, corrientes en el yermo. Me glorificarán las bestias salvajes, chacales y avestruces, porque pondré agua en el desierto, corrientes en la estepa, para dar de beber a mi pueblo elegido, a este pueblo que me he formado para que proclame mi alabanza».



Salmo responsorial: 125

R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.


Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.


Recoge, Señor a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.


Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.



2ª Lectura (Flp 3,8-14): Hermanos: Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos.

No es que ya haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, hacía el premio, al cual me llama Dios desde arriba en Cristo Jesús.

Versículo antes del Evangelio (Jl 2,12-13): Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepentíos de todo corazón y volved a mí, que soy compasivo y misericordioso.

Texto del Evangelio (Jn 8,1-11): En aquel tiempo, Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?». Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».




«Tampoco yo te condeno»

Pbro. D. Pablo ARCE Gargollo

(Ciudad de México, México)



Hoy vemos a Jesús «escribir con el dedo en la tierra» (Jn 8,6), como si estuviera a la vez ocupado y divertido en algo más importante que el escuchar a quienes acusan a la mujer que le presentan porque «ha sido sorprendida en flagrante adulterio» (Jn 8,3).

Llama la atención la serenidad e incluso el buen humor que vemos en Jesucristo, aún en los momentos que para otros son de gran tensión. Una enseñanza práctica para cada uno, en estos días nuestros que llevan velocidad de vértigo y ponen los nervios de punta en un buen número de ocasiones.

La sigilosa y graciosa huida de los acusadores, nos recuerda que quien juzga es sólo Dios y que todos nosotros somos pecadores. En nuestra vida diaria, con ocasión del trabajo, en las relaciones familiares o de amistad, hacemos juicios de valor. Más de alguna vez, nuestros juicios son erróneos y quitan la buena fama de los demás. Se trata de una verdadera falta de justicia que nos obliga a reparar, tarea no siempre fácil. Al contemplar a Jesús en medio de esa “jauría” de acusadores, entendemos muy bien lo que señaló santo Tomás de Aquino: «La justicia y la misericordia están tan unidas que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; y la misericordia sin justicia es ruina, destrucción».

Hemos de llenarnos de alegría al saber, con certeza, que Dios nos perdona todo, absolutamente todo, en el sacramento de la confesión. En estos días de Cuaresma tenemos la oportunidad magnífica de acudir a quien es rico en misericordia en el sacramento de la reconciliación.

Y, además, para el día de hoy, un propósito concreto: al ver a los demás, diré en el interior de mi corazón las mismas palabras de Jesús: «Tampoco yo te condeno» (Jn 8,11). 

BUENOS DÍAS!!!




 

lunes, 28 de marzo de 2022

ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DEL MES DE ABRIL, SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS



PRIMER VIERNES DEL MES DE ABRIL 
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

BREVE CONSIDERACIÓN.- Jesús a su confidente Margarita María de Alacoque: "Lo he sacrificado todo por amor a los hombres, y ahora te pido que compenses su monstruosa ingratitud con los tesoros y méritos de mi Sagrado Corazón... He aquí por qué te busco; quiero con este fin de desagravio y para mi propia gloria imprimir en tu corazón la vida que llevo en la divina Eucaristía, vida oculta, de aniquilamiento y sacrificio".



ORACIÓN
(Fórmula para consagrarse al Corazón de Jesús)

Yo, ......., entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo mi persona, vida, acciones, trabajos y padecimientos, con voluntad de no usar de ninguna parte de mi ser si no es para amarle, honrarle y glorificarle. Tal es mi voluntad irrevocable: ser todo suyo y obrar en todo por su amor, desprendiéndome de todo cuanto pueda desagradarle. Te elijo, pues, ¡Oh Corazón de Jesús!, por el único objeto de mi amor, por el protector de mi vida, áncora de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador  de todas las faltas de mi vida y asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios, tu Padre, y aleja de mí los rayos de su justo enojo. ¡Oh Corazón amoroso!, en Ti tengo puesta toda mi confianza; porque mi malicia y mi flaqueza me dan motivo de temer, pero todo lo espero de tu bondad. Acabe en mí y desaparezca todo corazón tan penetrado de tu amor, que jamás llegue a olvidarte ni a separarme de Ti. Te suplico, por tu bondad infinita escribas mi nombre en tu Corazón, porque quiero cifrar toda mi dicha y mi gloria en vivir y morir en calidad de esclavo tuyo. Amén.

De Santa Margarita María de Alacoque



 CUARTA PROMESA:
Yo mismo seré tu refugio en la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.


(Recitemos las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús en gratitud a la promesa y para que se cumpla en nosotros...)

V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Sagrado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.



UNA PALABRA DE MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE A SUS HERMANOS ASOCIADOS: "Que el ejercicio de la presencia de Dios consista, para nosotros, en considerar cómo vive y lo que hace Jesús en el Sacramento del Altar...Y, confiados en la virtud de su Corazón, ofrezcámosle sus propias disposiciones para repara nuestra falta de fe, de amor y de humildad."





ACTO DE CONSAGRACIÓN
SE SOR MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN

Amabilísimo Jesús, yo me consagro de nuevo y sin reserva a tu Divino Corazón. Te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, mi alma con todas sus potencias y mi ser todo entero. Te consagro mis pensamientos, palabras, obras, todos mis sufrimientos y trabajos, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías. Especialmente te consagro mi pobre corazón para que no ame sino a Ti y se consuma como víctima en las llamas de tu amor. Acepta, !oh Corazón divino!, el deseo que tengo de consolarte y de pertenecerte para simpre. Toma de tal manera posesión de mí, que yo no tenga otra libertad que la de amarte, ni otra vida que sufrir y morir por Ti. Pongo en Ti toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero de tu misericordia infinita perdón de todos mis pecados. Deposito en tus manos todos mis intereses, principalmente el de mi salvación eterna.

Prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y ayudado de tu divina gracia, prometo propagar con celo ardiente el culto de tu Sacratísimo Corazón. !Oh divino Corazón de Jesús!, dispón de mí como te agrade, no quiero más recompensa que tu mayor gloria y tu santo amor. Concédeme la gracia de hacer mi morada en tu Sacratísimo Corazón; allí es donde quiero pasar los días de mi vida y exhalar mi último suspiro.


Haz también de mi  corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para quedarnos así íntimamente unidos, hasta que un día pueda yo alabarte, amarte y poseerte por toda la eternidad y cantar para siempre las misericordias de tu dulcísimo Corazón. Amén

Corazón divino de Jesús, ten misericordia de nosotros (tres veces)
Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.

Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros. 

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 28 DE MARZO DE 2022

 



Lunes 4 de Cuaresma

Lunes 28 de marzo de 2022


1ª Lectura (Is 65,17-21): Esto dice el Señor: «Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén para el gozo, y a su pueblo para la alegría. Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».



Salmo responsorial: 29

R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.


Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.


Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Versículo antes del Evangelio (Am 5,14): Buscad el bien y no el mal, para que viváis; el Señor estará con vosotros.

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.



«Jesús partió de Samaría para Galilea»

Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero

(Viladecans, Barcelona, España)


Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de una persona.

Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50).

Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico.

Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro.

La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».

EL PAPA FRANCISCO ASEGURA QUE DIOS NO SABE PERDONAR SIN HACER UNA FIESTA



El Papa asegura que “Dios no sabe perdonar sin hacer una fiesta”

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media


Durante el rezo del Ángelus este domingo 27 de marzo, al que acudieron 30 mil personas, el Papa Francisco destacó que, al igual que el padre del Hijo Pródigo, Dios “perdona siempre”, y aseguró que no sabe hacerlo “sin hacer una fiesta”. 

Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de este domingo de San Lucas, el Santo Padre dijo que “Dios siempre perdona con compasión y ternura”, y que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pues el nunca de cansa de perdonarnos

Meditando acerca de la parábola del Hijo Pródigo, señaló que “el problema del hijo mayor consiste en basar su relación con el Padre en la pura observancia de los mandatos, en el sentido del deber. Vivir una religión distante, hecha de deberes y prohibiciones, es un problema que puede afectar a cualquiera de nosotros”. 

A continuación, aseguró que “la consecuencia de esta distancia es la rigidez hacia el prójimo, que ya no se ve como un hermano. En la parábola, de hecho, el hijo mayor no le dice al Padre hermano mío, sino hijo tuyo. Y al final, es él quien se arriesga a quedarse fuera de la casa”. 

El Papa Francisco defendió que “es necesario celebrar, mostrar la cercanía a los que están en crisis o alejados, ayudándoles así a superar el miedo y el desánimo derivados del recuerdo de sus errores”.

“Los que han hecho el mal se sienten a menudo reprobados por su propio corazón; la distancia, la indiferencia y las palabras urticantes no ayudan. Por eso, según el Padre, es necesario ofrecerle una cálida bienvenida, que le anime a seguir adelante. ¿Y lo hacemos? ¿Buscamos a los que están lejos, queremos celebrarlo con ellos?”, animó el Papa a preguntarse.  

“Cuánto bien puede hacer un corazón abierto, una escucha verdadera, una sonrisa transparente; hacer que la gente se sienta feliz, no incómoda. Dios no puede perdonar sin hacer fiesta”, aseguró. 

Asimismo, el Papa explicó que “quien tiene un corazón en sintonía con Dios, cuando ve el arrepentimiento de una persona, por muy graves que hayan sido sus errores, se alegra. No se queda quieto ante los errores, no señala con el dedo el mal, sino que se alegra del bien, porque el bien del otro es también el mío”.  


La alegría de la vuelta a casa 

El Papa recordó  también la historia de una “obra de arte pop” de hace unos años inspirada en la historia del Hijo Pródigo, en la que un amigo dijo al hijo que se había escapado de casa que escribiera una carta al Padre preguntándole si de verdad se alegraría en caso de volver arrepentido. 

En la carta, el hijo le pidió que, si así fuera, sacara un pañuelo blanco por uno de los balcones de la casa. Y cuando el hijo se acercó a la casa de su padre, vio que no sólo había un pañuelo, sino que de todas las ventanas colgaban pañuelos blancos. “El Padre nos recibe así, con plenitud y alegría”, dijo el Papa. 

Saludos y aniversario del Urbi et Orbi por el fin de la pandemia

Al concluir, el Santo Padre saludó a los participantes de la maratón de Roma y explicó que “este año, desde Athletica Vaticana, muchos atletas se han comprometido con iniciativas de solidaridad para ayudar a los más necesitados”. 

También recordó el aniversario de dos años de la bendición extraordinaria Urbi et Orbi para pedir el fin de la pandemia. 

“Hace dos años, en esta plaza, elevamos la súplica por el fin de la pandemia. Hoy lo hemos hecho por el fin de la guerra en Ucrania”. 

“A la salida de la plaza, les ofrecerán un libro de la comisión vaticana covid19 y el dicasterio de la Comunicación, para invitarles a rezar en los momentos de dificultad, sin miedo, teniendo siempre fe en el Señor”, concluyó. 


A continuación, el Evangelio comentado por el Santo Padre: 

Evangelio según Lucas 

Lc 15, 1-3. 11-32 

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. 

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes. 

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. 

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’. 

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. 

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete. 

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. 

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’. 

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.   

BUENOS DÍAS!!!





 

domingo, 27 de marzo de 2022

LA ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO EN LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA



 La oración del Papa Francisco en la consagración de Rusia y Ucrania | Texto completo

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco consagró este viernes 25 de marzo, a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, respondiendo así al pedido que le realizaron a inicios de marzo los obispos católicos de rito latino de Ucrania.

Para ello, recitó una oración a la Madre de Dios que fue difundida previamente por el Vaticano para que se pudieran unir a la consagración los fieles desde cualquier parte del mundo.

A continuación el texto completo de la oración pronunciada por el Papa Francisco:

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. 

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. 

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

 Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor. 

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura. 

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. 

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio. 

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna. 


Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. 

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. 

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. 

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. 

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). 

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. 

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. 

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. 

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. 

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. 

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén. 

LA TRAGEDIA DE UN PADRE BUENO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY IV DOMINGO DE ADVIENTO 27 DE MARZO DE 2022



 La tragedia de un padre bueno


Exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios.

 

La actuación del hijo menor es «imperdonable». Da por muerto a su padre y pide la parte de su herencia. De esta manera rompe la solidaridad del hogar, echa por tierra el honor de la familia y pone en peligro su futuro al forzar el reparto de las tierras. Los oyentes debieron de quedar escandalizados al ver que el padre, respetando la sinrazón de su hijo, ponía en riesgo su propio honor y autoridad. ¿Qué clase de padre es este?

 

Cuando el joven, destruido por el hambre y la humillación, regresa a casa, el padre vuelve a sorprender a todos. «Conmovido» corre a su encuentro y lo besa efusivamente delante de todos. Se olvida de su propia dignidad, le ofrece el perdón antes de que se declare culpable, lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo de los vecinos y organiza una fiesta para todos. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.

 

Desgraciadamente falta el hijo mayor, un hombre de vida correcta y ordenada, pero de corazón duro y resentido. Al llegar a casa humilla públicamente a su padre, intenta destruir a su hermano y se excluye de la fiesta. En todo caso festejaría algo «con sus amigos», no con su padre y su hermano.

 

El padre sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas.

 

Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre... Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús.

(Padre José Antonio Pagola)

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE MARZO DE 2022



Domingo 4 (C) de Cuaresma

Domingo 27 de marzo de 2022


1ª Lectura (Jos 5,9a.10-12): En aquellos días, dijo el Señor a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto». Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas. Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.




Salmo responsorial: 33

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.


Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.


Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, él lo escucha y lo salvó de sus angustias.


2ª Lectura (2Cor 5,17-21): Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Versículo antes del Evangelio (Lc 15,18): Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti».

Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.


»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.


»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».



«Padre, pequé contra el cielo y ante ti»

+ Rev. D. Joan Ant. MATEO i García

(Tremp, Lleida, España)


Hoy, domingo Laetare (“Alegraos”), cuarto de Cuaresma, escuchamos nuevamente este fragmento entrañable del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús justifica su práctica inaudita de perdonar los pecados y recuperar a los hombres para Dios.

Siempre me he preguntado si la mayoría de la gente entendía bien la expresión “el hijo pródigo” con la cual se designa esta parábola. Yo creo que deberíamos rebautizarla con el nombre de la parábola del “Padre prodigioso”.

Efectivamente, el Padre de la parábola —que se conmueve viendo que vuelve aquel hijo perdido por el pecado— es un icono del Padre del Cielo reflejado en el rostro de Cristo: «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (Lc 15,20). Jesús nos da a entender claramente que todo hombre, incluso el más pecador, es para Dios una realidad muy importante que no quiere perder de ninguna manera; y que Él siempre está dispuesto a concedernos con gozo inefable su perdón (hasta el punto de no ahorrar la vida de su Hijo).

Este domingo tiene un matiz de serena alegría y, por eso, es designado como el domingo “alegraos”, palabra presente en la antífona de entrada de la Misa de hoy: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría». Dios se ha compadecido del hombre perdido y extraviado, y le ha manifestado en Jesucristo —muerto y resucitado— su misericordia.

San Juan Pablo II decía en su encíclica Dives in misericordia que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia. Así entenderemos que la alegría más grande que damos a Dios es dejarnos perdonar presentando a su misericordia nuestra miseria, nuestro pecado. A las puertas de la Pascua acudimos de buen grado al sacramento de la penitencia, a la fuente de la divina misericordia: daremos a Dios una gran alegría, quedaremos llenos de paz y seremos más misericordiosos con los otros. ¡Nunca es tarde para levantarnos y volver al Padre que nos ama! 

FELIZ SEMANA !!!!

 




miércoles, 23 de marzo de 2022

EL PADRE PÍO NOS AYUDA A VIVIR LA CUARESMA



El Padre Pío nos ayuda a vivir la Cuaresma



Avanzamos en la Cuaresma y se encamina con decisión hacia la Semana Santa, con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Sin embargo, aún hay tiempo para vivir este importante tiempo litúrgico y prepararse para el momento más importante para los cristianos. Una forma de vivir bien lo que queda de Cuaresma es de la mano de los santos, que en su vida hicieron carne este tiempo y muestran un camino a seguir al resto de creyentes.

El Padre Pío, el gran santo capuchino, hizo de su vida un camino de Cuaresma que desemboca en la Pascua y en las puertas abiertas del cielo. De este camino se pueden sacar siete aspectos esenciales que ayuden a los cristianos a vivir una Cuaresma auténtica. Los recoge “Famille Chretienne” y son los siguientes: cruz, conversión, confesión, oración, eucaristía, humildad y combate espiritual. Veámoslos uno a uno con el Padre Pío:

 

1. La Cruz, el saludo de Cuaresma

“Jesús eligió la Cruz como su estandarte, y por eso quiere que todos sus discípulos lo sigan en el camino del Calvario. Sólo siguiendo este camino se llega a la salvación”, dijo el fraile capuchino. 

Esta significativa unión a la Cruz en el Padre Pío se vio a través de los estigmas que empezaron a manifestarse en él desde 1918 y que le acompañarían hasta su muerte. Estas dolorosas heridas que perforaban sus manos y pies, desgarrando su costado, molestaron al joven fraile, pero pronto ardió en él una viva conciencia de su indignidad para unirse así en su carne al Crucificado y la inmensa alegría de conocer algunos sufrimientos de la Cruz.

 

2. Conversión, santidad cuaresmal

Decía el Padre Pío: "¡Qué bueno es Jesús con sus criaturas, cuántas victorias puede enumerar su siervo debido a su poderosa ayuda!”. Y es que durante su vida el fraile capuchino pudo ser testigo de numerosas conversiones. Fue precisamente el confesionario un lugar propicio para ello. Si el Padre Pío nunca desesperó de la salvación de las almas fue porque tenía “fe en la infinita bondad de Dios”.

Este santo tomó a muchos bajo su dirección espiritual. Le escribían personas de todo el mundo para confiarle una intención, para buscar su consejo. Iluminó, consoló y animó sin descanso a buscar la santidad: “Si logras vencer la tentación, produce el efecto del detergente en polvo sobre la ropa sucia”.

 

3. Confesión: calma tu alma en Cuaresma

“La confesión es el baño del alma”, afirmaba el Padre Pío.

El padre Agostino, su confesor, le dijo poco después de su ordenación: “tienes muy poca salud, no puedes ser predicador. Así que deseo que seas un gran confesor”. Estas palabras acabaron resultando proféticas, pues el santo acabó haciendo de la confesión un gran apostolado.

El Padre Pío podía pasar hasta doce horas al día confesando, donde las colas eran interminables. En ellas había gente sencilla, intelectuales y hasta obispos. “No tengo un minuto libre: todo el tiempo es para liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás”, decía. Este don para ser un apóstol del confesionario le venía dado con el de la clarividencia, con la que podía escudriñar los corazones de los penitentes para conducirles a una verdadera conversión.

 

4. Oración: el sacerdocio de Cuaresma

Sobre este punto concreto reflexionaba el santo: “cuando nos dejamos atrapar por la desconfianza, la duda, la angustia, el dolor, necesitamos más que nunca volvernos al Señor en la oración y encontrar en Él apoyo y aliento”.

Por ello, el mismo Padre Pío avisaba que “la oración es la mejor arma que tenemos, es la llave que abre el corazón de Dios”. Esto lo comprendió ya desde niño, cuando cada mañana iba a la iglesia de su pueblo y podía quedarse allí horas y horas “visitando a Jesús y a la Virgen”, como explicaba su madre.

Este deseo ardiente por la oración aumento más, si cabe, cuando se hizo capuchino. Rezaba varios rosarios al día, meditaba durante horas sobre la vida de Jesús, recitaba novenas a San Miguel o al Sagrado Corazón. Era, según cuentan las personas que vivían cerca de él, una “continua conversación con Dios".

 

5. Eucaristía: la fuerza de la Cuaresma

“Sabemos bien lo que Jesús nos da al darse a sí mismo. Él nos da el paraíso”, explicaba el Padre Pío, un auténtico devoto y enamorado de la Eucaristía. Durante su vida, miles de fieles acudían cada año a San Giovanni Rotondo no sólo para confesar sino para asistir a la misa celebrada con una entrega total por el Padre Pío. Decía: “Jesús, mi aliento y mi vida, temblando te elevo en un misterio de amor, que contigo sea para el mundo camino, verdad y vida, y para ti santo sacerdote, víctima perfecta”.

El capuchino estigmatizado vivió de modo particular en su carne y en su alma los misterios que celebra en el altar, llenos a la vez de sufrimiento y de consolación. "El latido de mi corazón, cuando me encuentro con el Santísimo Sacramento, es muy violento", confesaba, a la vez que añadía: “tengo tanta hambre y tanta sed antes de comulgar que estoy muy cerca de morir por esta tortura”.

 

6. Humildad: la virtud de la Cuaresma

“En este mundo nadie merece nada. Es el Señor que es lo suficientemente amable, en su infinita bondad, el que nos colma de sus gracias, porque Él lo da todo”, recalcaba el santo capuchino

Los dones místicos –estigmas, clarividencia, don de lenguas, de curación y de profecía, bilocación, olor de santidad– que le concedió Dios fueron fuente de humildad para el Padre Pío. Lejos de alardear de ellos se los describía a sus directores espirituales sólo cuando se lo preguntaban. Una angustia de desagradar a Dios lo preservaba del orgullo y estos dones sirvieron al bien de las almas.

En muchas ocasiones, el fraile soportó menosprecios y calumnias. Hasta el punto de que el Santo Oficio le retiró por un tiempo las facultades de su ministerio sacerdotal. Humilde, el Padre Pío obedeció. El carácter ejemplar de su vida religiosa puso fin a la mentira.

 

7. Guerra Espiritual: Tentación en Cuaresma

“¡Qué guerra, Dios mío, me hace el diablo! Pero no importa, nunca me cansaré de rezar a Jesús”. Esta frase del Padre Pio muestra la batalla que libró en su vida contra Satanás y cómo siempre se refugió en Dios.

“El gran artífice de iniquidades”. Así definía el santo al demonio, que hasta el día de su muerte no dejó de tentarle e intentar atormentarle con sufrimientos físicos y morales. Pero estas vejaciones diabólicas las veía como breves, pues encontraba largos consuelos dispensados por Jesús, la Virgen María, su ángel de la guarda o San Francisco de Asís.

(J. Lozano / Religión en Libertad) 

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