domingo, 27 de marzo de 2022

LA ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO EN LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA



 La oración del Papa Francisco en la consagración de Rusia y Ucrania | Texto completo

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco consagró este viernes 25 de marzo, a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, respondiendo así al pedido que le realizaron a inicios de marzo los obispos católicos de rito latino de Ucrania.

Para ello, recitó una oración a la Madre de Dios que fue difundida previamente por el Vaticano para que se pudieran unir a la consagración los fieles desde cualquier parte del mundo.

A continuación el texto completo de la oración pronunciada por el Papa Francisco:

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. 

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. 

Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.

 Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor. 

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura. 

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. 

En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio. 

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3).

Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna. 


Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación. 

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo. 

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. 

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. 

Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). 

Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. 

El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria. 

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. 

Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. 

A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. 

Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén. 

LA TRAGEDIA DE UN PADRE BUENO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY IV DOMINGO DE ADVIENTO 27 DE MARZO DE 2022



 La tragedia de un padre bueno


Exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios.

 

La actuación del hijo menor es «imperdonable». Da por muerto a su padre y pide la parte de su herencia. De esta manera rompe la solidaridad del hogar, echa por tierra el honor de la familia y pone en peligro su futuro al forzar el reparto de las tierras. Los oyentes debieron de quedar escandalizados al ver que el padre, respetando la sinrazón de su hijo, ponía en riesgo su propio honor y autoridad. ¿Qué clase de padre es este?

 

Cuando el joven, destruido por el hambre y la humillación, regresa a casa, el padre vuelve a sorprender a todos. «Conmovido» corre a su encuentro y lo besa efusivamente delante de todos. Se olvida de su propia dignidad, le ofrece el perdón antes de que se declare culpable, lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo de los vecinos y organiza una fiesta para todos. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.

 

Desgraciadamente falta el hijo mayor, un hombre de vida correcta y ordenada, pero de corazón duro y resentido. Al llegar a casa humilla públicamente a su padre, intenta destruir a su hermano y se excluye de la fiesta. En todo caso festejaría algo «con sus amigos», no con su padre y su hermano.

 

El padre sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas.

 

Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre... Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús.

(Padre José Antonio Pagola)

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE MARZO DE 2022



Domingo 4 (C) de Cuaresma

Domingo 27 de marzo de 2022


1ª Lectura (Jos 5,9a.10-12): En aquellos días, dijo el Señor a Josué: «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto». Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas. Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.




Salmo responsorial: 33

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.


Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.


Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. El afligido invocó al Señor, él lo escucha y lo salvó de sus angustias.


2ª Lectura (2Cor 5,17-21): Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Versículo antes del Evangelio (Lc 15,18): Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti».

Texto del Evangelio (Lc 15,1-3.11-32): En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.


»Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.


»Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».



«Padre, pequé contra el cielo y ante ti»

+ Rev. D. Joan Ant. MATEO i García

(Tremp, Lleida, España)


Hoy, domingo Laetare (“Alegraos”), cuarto de Cuaresma, escuchamos nuevamente este fragmento entrañable del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús justifica su práctica inaudita de perdonar los pecados y recuperar a los hombres para Dios.

Siempre me he preguntado si la mayoría de la gente entendía bien la expresión “el hijo pródigo” con la cual se designa esta parábola. Yo creo que deberíamos rebautizarla con el nombre de la parábola del “Padre prodigioso”.

Efectivamente, el Padre de la parábola —que se conmueve viendo que vuelve aquel hijo perdido por el pecado— es un icono del Padre del Cielo reflejado en el rostro de Cristo: «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente» (Lc 15,20). Jesús nos da a entender claramente que todo hombre, incluso el más pecador, es para Dios una realidad muy importante que no quiere perder de ninguna manera; y que Él siempre está dispuesto a concedernos con gozo inefable su perdón (hasta el punto de no ahorrar la vida de su Hijo).

Este domingo tiene un matiz de serena alegría y, por eso, es designado como el domingo “alegraos”, palabra presente en la antífona de entrada de la Misa de hoy: «Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría». Dios se ha compadecido del hombre perdido y extraviado, y le ha manifestado en Jesucristo —muerto y resucitado— su misericordia.

San Juan Pablo II decía en su encíclica Dives in misericordia que el amor de Dios, en una historia herida por el pecado, se ha convertido en misericordia, compasión. La Pasión de Jesús es la medida de esta misericordia. Así entenderemos que la alegría más grande que damos a Dios es dejarnos perdonar presentando a su misericordia nuestra miseria, nuestro pecado. A las puertas de la Pascua acudimos de buen grado al sacramento de la penitencia, a la fuente de la divina misericordia: daremos a Dios una gran alegría, quedaremos llenos de paz y seremos más misericordiosos con los otros. ¡Nunca es tarde para levantarnos y volver al Padre que nos ama! 

FELIZ SEMANA !!!!

 




miércoles, 23 de marzo de 2022

EL PADRE PÍO NOS AYUDA A VIVIR LA CUARESMA



El Padre Pío nos ayuda a vivir la Cuaresma



Avanzamos en la Cuaresma y se encamina con decisión hacia la Semana Santa, con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Sin embargo, aún hay tiempo para vivir este importante tiempo litúrgico y prepararse para el momento más importante para los cristianos. Una forma de vivir bien lo que queda de Cuaresma es de la mano de los santos, que en su vida hicieron carne este tiempo y muestran un camino a seguir al resto de creyentes.

El Padre Pío, el gran santo capuchino, hizo de su vida un camino de Cuaresma que desemboca en la Pascua y en las puertas abiertas del cielo. De este camino se pueden sacar siete aspectos esenciales que ayuden a los cristianos a vivir una Cuaresma auténtica. Los recoge “Famille Chretienne” y son los siguientes: cruz, conversión, confesión, oración, eucaristía, humildad y combate espiritual. Veámoslos uno a uno con el Padre Pío:

 

1. La Cruz, el saludo de Cuaresma

“Jesús eligió la Cruz como su estandarte, y por eso quiere que todos sus discípulos lo sigan en el camino del Calvario. Sólo siguiendo este camino se llega a la salvación”, dijo el fraile capuchino. 

Esta significativa unión a la Cruz en el Padre Pío se vio a través de los estigmas que empezaron a manifestarse en él desde 1918 y que le acompañarían hasta su muerte. Estas dolorosas heridas que perforaban sus manos y pies, desgarrando su costado, molestaron al joven fraile, pero pronto ardió en él una viva conciencia de su indignidad para unirse así en su carne al Crucificado y la inmensa alegría de conocer algunos sufrimientos de la Cruz.

 

2. Conversión, santidad cuaresmal

Decía el Padre Pío: "¡Qué bueno es Jesús con sus criaturas, cuántas victorias puede enumerar su siervo debido a su poderosa ayuda!”. Y es que durante su vida el fraile capuchino pudo ser testigo de numerosas conversiones. Fue precisamente el confesionario un lugar propicio para ello. Si el Padre Pío nunca desesperó de la salvación de las almas fue porque tenía “fe en la infinita bondad de Dios”.

Este santo tomó a muchos bajo su dirección espiritual. Le escribían personas de todo el mundo para confiarle una intención, para buscar su consejo. Iluminó, consoló y animó sin descanso a buscar la santidad: “Si logras vencer la tentación, produce el efecto del detergente en polvo sobre la ropa sucia”.

 

3. Confesión: calma tu alma en Cuaresma

“La confesión es el baño del alma”, afirmaba el Padre Pío.

El padre Agostino, su confesor, le dijo poco después de su ordenación: “tienes muy poca salud, no puedes ser predicador. Así que deseo que seas un gran confesor”. Estas palabras acabaron resultando proféticas, pues el santo acabó haciendo de la confesión un gran apostolado.

El Padre Pío podía pasar hasta doce horas al día confesando, donde las colas eran interminables. En ellas había gente sencilla, intelectuales y hasta obispos. “No tengo un minuto libre: todo el tiempo es para liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás”, decía. Este don para ser un apóstol del confesionario le venía dado con el de la clarividencia, con la que podía escudriñar los corazones de los penitentes para conducirles a una verdadera conversión.

 

4. Oración: el sacerdocio de Cuaresma

Sobre este punto concreto reflexionaba el santo: “cuando nos dejamos atrapar por la desconfianza, la duda, la angustia, el dolor, necesitamos más que nunca volvernos al Señor en la oración y encontrar en Él apoyo y aliento”.

Por ello, el mismo Padre Pío avisaba que “la oración es la mejor arma que tenemos, es la llave que abre el corazón de Dios”. Esto lo comprendió ya desde niño, cuando cada mañana iba a la iglesia de su pueblo y podía quedarse allí horas y horas “visitando a Jesús y a la Virgen”, como explicaba su madre.

Este deseo ardiente por la oración aumento más, si cabe, cuando se hizo capuchino. Rezaba varios rosarios al día, meditaba durante horas sobre la vida de Jesús, recitaba novenas a San Miguel o al Sagrado Corazón. Era, según cuentan las personas que vivían cerca de él, una “continua conversación con Dios".

 

5. Eucaristía: la fuerza de la Cuaresma

“Sabemos bien lo que Jesús nos da al darse a sí mismo. Él nos da el paraíso”, explicaba el Padre Pío, un auténtico devoto y enamorado de la Eucaristía. Durante su vida, miles de fieles acudían cada año a San Giovanni Rotondo no sólo para confesar sino para asistir a la misa celebrada con una entrega total por el Padre Pío. Decía: “Jesús, mi aliento y mi vida, temblando te elevo en un misterio de amor, que contigo sea para el mundo camino, verdad y vida, y para ti santo sacerdote, víctima perfecta”.

El capuchino estigmatizado vivió de modo particular en su carne y en su alma los misterios que celebra en el altar, llenos a la vez de sufrimiento y de consolación. "El latido de mi corazón, cuando me encuentro con el Santísimo Sacramento, es muy violento", confesaba, a la vez que añadía: “tengo tanta hambre y tanta sed antes de comulgar que estoy muy cerca de morir por esta tortura”.

 

6. Humildad: la virtud de la Cuaresma

“En este mundo nadie merece nada. Es el Señor que es lo suficientemente amable, en su infinita bondad, el que nos colma de sus gracias, porque Él lo da todo”, recalcaba el santo capuchino

Los dones místicos –estigmas, clarividencia, don de lenguas, de curación y de profecía, bilocación, olor de santidad– que le concedió Dios fueron fuente de humildad para el Padre Pío. Lejos de alardear de ellos se los describía a sus directores espirituales sólo cuando se lo preguntaban. Una angustia de desagradar a Dios lo preservaba del orgullo y estos dones sirvieron al bien de las almas.

En muchas ocasiones, el fraile soportó menosprecios y calumnias. Hasta el punto de que el Santo Oficio le retiró por un tiempo las facultades de su ministerio sacerdotal. Humilde, el Padre Pío obedeció. El carácter ejemplar de su vida religiosa puso fin a la mentira.

 

7. Guerra Espiritual: Tentación en Cuaresma

“¡Qué guerra, Dios mío, me hace el diablo! Pero no importa, nunca me cansaré de rezar a Jesús”. Esta frase del Padre Pio muestra la batalla que libró en su vida contra Satanás y cómo siempre se refugió en Dios.

“El gran artífice de iniquidades”. Así definía el santo al demonio, que hasta el día de su muerte no dejó de tentarle e intentar atormentarle con sufrimientos físicos y morales. Pero estas vejaciones diabólicas las veía como breves, pues encontraba largos consuelos dispensados por Jesús, la Virgen María, su ángel de la guarda o San Francisco de Asís.

(J. Lozano / Religión en Libertad) 

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 23 DE MARZO DE 2022



Miércoles 3 de Cuaresma

Miércoles 23 de marzo de 2022



1ª Lectura (Dt 4,1.5-9): Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. Mirad: yo os enseño los mandatos y decretos, como me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella.

»Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: ‘Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación’. Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy? Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos».



Salmo responsorial: 147

R/. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.


Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza.


Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos.

Versículo antes del Evangelio (Jn 6,64.69): Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».




«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas (...), sino a dar cumplimiento»

Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez

(Sant Feliu de Llobregat, España)


Hoy día hay mucho respeto por las distintas religiones. Todas ellas expresan la búsqueda de la trascendencia por parte del hombre, la búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En cambio, en el cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno es inverso: es Dios quien busca al hombre.

Como recordó San Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él. Esto se hace realidad en el pueblo de Israel, pueblo escogido por Dios para recibir sus palabras. Ésta es la experiencia que tiene Moisés cuando dice: «¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el salmista canta que Dios «Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos» (Sal 147,19-20).

Jesús, pues, con su presencia lleva a cumplimiento el deseo de Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice que «no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.

En este sentido, menospreciar las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. Y es que, como decía san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los tienen empañados».

Aspiremos, pues, en la oración a seguir con gran fidelidad todas las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a una gran intimidad con Él y, por tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino del Cielo. 

PAPA FRANCISCO EXPLICA IMPORTANCIA DE CONSAGRACIÓN DE RUSIA Y UCRANIA EN ESTA HORA OSCURA



Papa Francisco explica importancia de consagración de Rusia y Ucrania “en esta hora oscura”

POR DAVID RAMOS | ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.



En una carta enviada a los obispos de todo el mundo, el Papa Francisco explicó la importancia de la consagración del mundo entero, y particularmente de Rusia y Ucrania, al Corazón Inmaculado de María “en esta hora oscura”.

En su misiva, que tiene como fecha el 21 de marzo, el Santo Padre señaló que “ha pasado casi un mes desde el inicio de la guerra en Ucrania, que está causando sufrimientos cada día más terribles en esa martirizada población, amenazando incluso la paz mundial”.

“La Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a interceder ante el Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en carne propia las consecuencias del conflicto”, expresó.

“En este sentido, agradezco a todos aquellos que están respondiendo con gran generosidad a mis llamamientos a la oración, al ayuno y a la caridad”, añadió.

Las tensiones entre Ucrania y Rusia escalaron desde marzo de 2021. El 24 de febrero de este año, Vladimir Putin, presidente ruso, ordenó el inicio de la invasión de Ucrania.

En un comunicado publicado este 22 de marzo, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos señaló que la incursión de Rusia en Ucrania ha dejado 953 civiles muertos, entre ellos 78 menores de edad, y 1.557 heridos.

La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados estima que “más de 3,5 millones de personas refugiadas han huido a países vecinos desde el 24 de febrero”.

A pedido de los obispos católicos de rito latino de Ucrania, el Santo Padre accedió a consagrar especialmente Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María, este 25 de marzo.

Acompañando la carta, el Papa Francisco envió también a los obispos de todo el mundo el texto completo del “Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María” que pronunciará este 25 de marzo.

En su carta, el Papa Francisco indicó que “el Acto se hará en el contexto de una Celebración de la Penitencia, que tendrá lugar en la Basílica de San Pedro a las 17:00, hora de Roma”.

“El Acto de consagración está previsto en torno a las 18:30”, señaló.

El Santo Padre subrayó que esta consagración “quiere ser un gesto de la Iglesia universal, que en este momento dramático lleva a Dios, por mediación de la Madre suya y nuestra, el grito de dolor de cuantos sufren e imploran el fin de la violencia, y confía el futuro de la humanidad a la Reina de la paz”.

El Papa pidió también que se unan a este acto de consagración “los sacerdotes, religiosos y demás fieles”, rezando “en los lugares sagrados, para que el Pueblo santo de Dios eleve la súplica a su Madre de manera unánime y apremiante”. 

IMÁGENES DE LECTURA BREVE

 












































 

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