viernes, 24 de septiembre de 2021

EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 24 DE SEPTIEMBRE DE 2021




 Viernes 25 del tiempo ordinario

Viernes 24 de septiembre de 2021



1ª Lectura (Ag 2,1-9): El año segundo del reinado de Darío, el día veintiuno del séptimo mes, vino la palabra del Señor por medio del profeta Ageo: «Di a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote, y al resto del pueblo: ‘¿Quién entre vosotros vive todavía, de los que vieron este templo en su esplendor primitivo? ¿Y qué veis vosotros ahora? ¿No es como si no existiese ante vuestros ojos? ¡Ánimo!, Zorobabel –oráculo del Señor–, ¡Ánimo!, Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote; ¡Ánimo!, pueblo entero –oráculo del Señor–, a la obra, que yo estoy con vosotros –oráculo del Señor de los ejércitos. La palabra pactada con vosotros cuando salíais de Egipto, y mi espíritu habitan con vosotros: no temáis. Así dice el Señor de los ejércitos: Todavía un poco más, y agitaré cielo y tierra, mar y continentes. Pondré en movimiento los pueblos; vendrán las riquezas de todo el mundo, y llenaré de gloria este templo –dice el Señor de los ejércitos–. Mía es la plata y mío es el oro –dice el Señor de los ejércitos–. La gloria de este segundo templo será mayor que la del primero –dice el Señor de los ejércitos–; y en este sitio daré la paz –oráculo del Señor de los ejércitos’».



Salmo responsorial: 42

R/. Espera en Dios, que volverás a alabarlo: «Salud de mi rostro, Dios mío».

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa contra gente sin piedad, sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector, ¿por qué me rechazas?, ¿por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la citara, Dios, Dios mío.


Versículo antes del Evangelio (Mc 10,45): Aleluya. Jesucristo vino a servir y a dar su vida por la salvación de todos. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 9,18-22): Sucedió que mientras Jesús estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado». Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».

«¿Quién dice la gente que soy yo? (…) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Rev. D. Pere OLIVA i March

(Sant Feliu de Torelló, Barcelona, España)


Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

VIRGEN DE LA MERCED - EL EVANGELIO DE HOY VIERNES 24 DE SEPTIEMBRE DE 2021

 



 24 de Septiembre: La Virgen de la Merced

El Evangelio de hoy 



Texto del Evangelio (Jn 2,1-11): En aquel tiempo, se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga». Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos lo llevaron.

Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en Él sus discípulos.



«Se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús»

+ Cardenal Ricard Mª CARLES i Gordó Arzobispo Emérito de Barcelona

(Barcelona, España)



Hoy celebramos Nuestra Señora de la Merced, solemnidad en Barcelona. En el Evangelio vemos presente a María en las bodas de Caná, dónde «también fue invitado Jesús con sus discípulos» (Jn 2,1-2). Jesús, María y los discípulos, ¡es decir, nosotros!


Nunca pudo una madre escoger a su hijo. Menos todavía un hijo ha podido escoger a su madre. Solamente Cristo pudo hacerlo. Por eso se la hizo con una perfección total, y después nos la ofreció también como madre nuestra: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Por eso los cristianos la amamos cordialísimamente.

La mejor prueba de que podemos conseguir nuestra meta es María. Toda la ilusión de un Dios que ha hecho buena la creación, que promete un futuro bueno al hombre en todo el Antiguo Testamento, promete un cumplimiento cierto, como signo de su amor, que aparece insuperablemente perfecto en María. En María, la perfección de un ser humano se ha hecho historia.

En el diálogo de amor entre Dios y el hombre se cruza la sombra del pecado. Pero se cruza después una gran luz: la figura de una mujer maravillosa, merced a la cual el Verbo, hecho hombre, abrazó, de nuevo y definitivamente, a la creación, para devolverla al Padre.

Pero Nuestra Señora de la Merced, por ser la patrona de Barcelona, lo es de la capital de Cataluña y, desde aquí, desde la casa de la Madre de los barceloneses, debemos ampliar la mirada y pensar y amar nuestra tierra desde una mirada de fe. Porque es un año más en la historia de nuestra ciudad y de nuestro país. Historia porque, a diferencia de los demás seres vivos, el hombre tiene historia, es decir, no repite interminablemente un determinado modo de obrar a lo largo de la existencia de su propia especie.

Lo que ennoblece al hombre es más su sentido moral que no los instrumentos materiales y la inteligencia. Se puede poseer mucha técnica e inteligencia y no lograr la felicidad, ni ser útil para los demás. Por ello, nos acogemos a la protección de Santa María, Consuelo de los afligidos.

HOY CELEBRAMOS A NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED, 24 DE SEPTIEMBRE - IMÁGENES DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED







 

jueves, 23 de septiembre de 2021

HOY CELEBRAMOS A SAN PÍO DE PIETRELCINA, EL SACERDOTE DE LOS ESTIGMAS, 23 DE SEPTIEMBRE



SAN PÍO DE PIETRELCINA

23 DE SEPTIEMBRE



« En cuanto a mí,¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo! » (Gal 6, 14).


Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir «con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.

Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.

El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.

Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.

Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.

En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la «Casa del Alivio del Sufrimiento», inaugurada el 5 de mayo de 1956. Para el Siervo de Dios la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: «En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.

Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.

El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.

Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.

Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.

Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.

Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración del mundo, repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que reza».

Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente.

La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria.

El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de la muerte del Siervo de Dios, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: «!Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento».

Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.

En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de milagros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y a toda clase de personas.

De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio «Sanctitas Clarior» concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso Peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.

El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.

Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino, de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997 y fue reconocida su validez con decreto del 26 de septiembre de 1997. El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio, siendo Ponente Mons. Andrea M. Erba, y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.

El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.


(Biografía del Vaticano)

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 23 DE SEPTIEMBRE DE 2021

 Jueves 25 del tiempo ordinario

Jueves 23 de septiembre de 2021



1ª Lectura (Ag 1,1-8): El año segundo del rey Darío, el mes sexto, el día primero, vino la palabra del Señor, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judea, y a Josué, hijo de Josadak, sumo sacerdote: «Así dice el Señor de los ejércitos: Este pueblo anda diciendo: ‘Todavía no es tiempo de reconstruir el templo’». La palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo: «¿De modo que es tiempo de vivir en casas revestidas de madera, mientras el templo está en ruinas? Pues ahora —dice el Señor de los ejércitos— meditad vuestra situación: sembrasteis mucho, y cosechasteis poco, comisteis sin saciaros, bebisteis sin apagar la sed, os vestisteis sin abrigaros, y el que trabaja a sueldo recibe la paga en bolsa rota. Así dice el Señor: Meditad en vuestra situación: subid al monte, traed maderos, construid el templo, para que pueda complacerme y mostrar mi gloria —dice el Señor».

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Salmo responsorial: 149

R/. El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca; es un honor para todos sus fieles.

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Versículo antes del Evangelio (Jn 14,6): Aleluya. Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí, dice el Señor. Aleluya.

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Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.


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«Buscaba verle»

Rev. P. Jorge R. BURGOS Rivera SBD

(Cataño, Puerto Rico)


Hoy el texto del Evangelio nos dice que Herodes quería ver a Jesús (cf. Lc 9,9). Ese deseo de ver a Jesús le nace de la curiosidad. Se hablaba mucho de Jesús por los milagros que iba realizando a su paso. Muchas personas hablaban de Él. La actuación de Jesús trajo a la memoria del pueblo diversas figuras de profetas: Elías, Juan el Bautista, etc. Pero, al ser simple curiosidad, este deseo no trasciende. Tal es el hecho que cuando Herodes le ve no le causa mayor impresión (cf. Lc 23,8-11). Su deseo se desvanece al verlo cara a cara, porque Jesús se niega a responder a sus preguntas. Este silencio de Jesús delata a Herodes como corrupto y depravado.

Nosotros, al igual que Herodes, seguramente hemos sentido, alguna vez, el deseo de ver a Jesús. Pero ya no contamos con el Jesús de carne y hueso como en tiempos de Herodes, sin embargo contamos con otras presencias de Jesús. Te quiero resaltar dos de ellas.

En primer lugar, la tradición de la Iglesia ha hecho de los jueves un día por excelencia para ver a Jesús en la Eucaristía. Son muchos los lugares donde hoy está expuesto Jesús-Eucaristía. «La adoración eucarística es una forma esencial de estar con el Señor. En la sagrada custodia está presente el verdadero tesoro, siempre esperando por nosotros: no está allí por Él, sino por nosotros» (Benedicto XVI). —Acércate para que te deslumbre con su presencia.

Para el segundo caso podemos hacer referencia a una canción popular, que dice: «Con nosotros está y no lo conocemos». Jesús está presente en tantos y tantos hermanos nuestros que han sido marginados, que sufren y no tienen a nadie que “quiera verlos”. En su encíclica Dios es Amor, dice el Papa Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial». Así pues, Jesús te está esperando, con los brazos abiertos te recibe en ambas situaciones. ¡Acércate!

EL EVANGELIO DE HOY, LECTURAS BÍBLICAS DE SAN PÍO DE PIETRELCINA, 23 DE SEPTIEMBRE



EL EVANGELIO DE HOY

 San Pío de Pietrelcina, Presbítero (Memoria)

23 de setiembre de 2021


Primera lectura - Gálatas 2:19-20

19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado:

20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.

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Salmo responsorial

Salmo 16:1-2, 5-8, 11

1 media voz. De David. Guárdame, oh Dios, en ti está mi refugio.

2 Yo digo a Yahveh: «Tú eres mi Señor. mi bien, nada hay fuera de ti»;

5 Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras;

6 la cuerda me asigna un recinto de delicias, mi heredad es preciosa para mí.

7 Bendigo a Yahveh que me aconseja; aun de noche mi conciencia me instruye;

8 pongo a Yahveh ante mí sin cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo.

11 Me enseñarás el caminó de la vida, hartura de goces, delante de tu rostro, a tu derecha, delicias para siempre.

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Evangelio

Mateo 16:24-27

24 Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.

25 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.

26 Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?

27 «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.








PENSAMIENTOS EN IMÁGENES DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA
























 

martes, 21 de septiembre de 2021

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 21 DE SEPTIEMBRE - SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA



El Evangelio de Hoy

21 de Septiembre: San Mateo, apóstol y evangelista


 Ver 1ª Lectura y Salmo

1ª Lectura (Ef 4,1-7.11-13): Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.



Salmo responsorial: 18

R/. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Versículo antes del Evangelio (---): Aleluya. Señor, Dios eterno, alegres te cantamos, a ti nuestra alabanza. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles. Aleluya.


Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, cuando Jesús se iba de allí, al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».




«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»

Rev. D. Joan PUJOL i Balcells

(La Seu d'Urgell, Lleida, España)



Hoy celebramos la fiesta del apóstol y evangelista san Mateo. Él mismo nos cuenta en su Evangelio su conversión. Estaba sentado en el lugar donde recaudaban los impuestos y Jesús le invitó a seguirlo. Mateo —dice el Evangelio— «se levantó y le siguió» (Mt 9,9). Con Mateo llega al grupo de los Doce un hombre totalmente diferente de los otros apóstoles, tanto por su formación como por su posición social y riqueza. Su padre le había hecho estudiar economía para poder fijar el precio del trigo y del vino, de los peces que le traerían Pedro y Andrés y los hijos de Zebedeo y el de las perlas preciosas de que habla el Evangelio.


Su oficio, el de recaudador de impuestos, estaba mal visto. Quienes lo ejercían eran considerados publicanos y pecadores. Estaba al servicio del rey Herodes, señor de Galilea, un rey odiado por su pueblo y que el Nuevo Testamento nos lo presenta como un adúltero, el asesino de Juan Bautista y el que escarneció a Jesús el Viernes Santo. ¿Qué pensaría Mateo cuando iba a rendir cuentas al rey Herodes? La conversión de Mateo debía suponer una verdadera liberación, como lo demuestra el banquete al que invitó a los publicanos y pecadores. Fue su manera de demostrar el agradecimiento al Maestro por haber podido salir de una situación miserable y encontrar la verdadera felicidad. San Beda el Venerable, comentando la conversión de Mateo, escribe: «La conversión de un cobrador de impuestos da ejemplo de penitencia y de indulgencia a otros cobradores de impuestos y pecadores (...). En el primer instante de su conversión, atrae hacia Él, que es tanto como decir hacia la salvación, a todo un grupo de pecadores».


En su conversión se hace presente la misericordia de Dios como lo manifiestan las palabras de Jesús ante la crítica de los fariseos: «Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13). 

HOY 21 DE SEPTIEMBRE LA IGLESIA CATÓLICA CELEBRA A SAN MATEO EVANGELISTA



 Hoy la Iglesia Católica celebra a San Mateo el Evangelista

Redacción ACI Prensa




Cada 21 de septiembre la Iglesia Católica recuerda la figura de San Mateo, Apóstol y Evangelista, quien vivió en Cafarnaún, a orillas del lago de Galilea, y quien fue elegido por el mismo Señor Jesús para ser uno de los doce.

San Mateo fue hijo de Alfeo y tuvo como nombre ‘Leví’, según lo atestiguan San Marcos y San Lucas en sus propias narraciones. Tuvo el oficio de publicano, es decir, fue un recaudador de impuestos. Los publicanos solían ser personajes acaudalados, pero al mismo tiempo repudiados: primero, porque los impuestos que recaudaban eran considerados injustos (el caudal iba a manos de los romanos) y excesivos; y, segundo, los recaudadores se enriquecían a costas de la pobreza de su propio pueblo. Aquello bastaba para que se les considerara “pecadores públicos” y hombres corruptos según la Ley de Dios. Sin embargo, nada de esto le importó a Jesús, quien un día al pasar vio sentado a Mateo (Mt 9,9ss) cobrando el impuesto, y lo llamó. Leví -como se llamaba antes de ser discípulo de Cristo- escuchó aquel llamado a ser apóstol y sin dudar se levantó y siguió al Maestro.

El mismo episodio aparece en los otros Evangelios sinópticos (Mc 2, 14ss, Lc 5, 27ss). San Mateo es siempre mencionado en el grupo de los doce: ocupa el octavo lugar en la lista que aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hch 1, 13) y en el relato de su propio evangelio (Mt 10,3). San Mateo se refiere allí a sí mismo como "Mateo, el publicano". En los evangelios de San Marcos y San Lucas aparece en el séptimo lugar (Mc. 3, 13; Lc 6, 12).

Después de la Ascensión del Señor a los cielos, Mateo permaneció predicando en Judea (su evangelio fue escrito en hebreo), aunque también predicó en tierras cercanas.

San Mateo es considerado patrono de los banqueros, y se le suele representar con un libro en las manos, haciendo cuentas. Su símbolo es la figura de un hombre alado.


San Mateo y el Papa Francisco

Un día como hoy, pero de 1953, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, experimentó, luego de confesarse, la llamada a la vida religiosa en la Compañía de Jesús. En ese entonces tenía solo 17 años. Hoy su escudo pontificio lleva inscrito el lema: "Lo miró con misericordia y lo eligió", palabras tomadas del Evangelio y que describen el momento preciso del encuentro de Jesús con el Apóstol.

LAS 15 FRASES MÁS EMBLEMÁTICAS DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA



Las 15 frases más emblemáticas del Padre Pío

Redacción ACI Prensa





El Padre Pío será recordado durante mucho tiempo por sus innumerables enseñanzas espirituales y que se plasmaron en decenas de frases emblemáticas a lo largo de su vida. Aquí se puede leer 15 ellas gracias a la selección del National Catholic Register.


1. La sociedad de hoy no reza, por eso se está desmoronando.

2. La oración es la mejor arma que poseemos, la llave que abre el corazón de Dios.

3. Ora, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Nuestro Señor misericordioso escuchará tu oración.

4. Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa.

5. Mil años de disfrutar de la gloria humana no valen ni una hora en dulce comunión con Jesús en el Santísimo Sacramento.

6. En la vida espiritual, el que no avanza retrocede. Sucede como con un barco que siempre debe seguir adelante. Si se detiene, el viento lo devolverá.

7. Debes hablar a Jesús también con el corazón, además de los labios; de hecho, en ciertos casos debes hablar con Él solo con el corazón.

8. Siempre debemos tener coraje, y si nos llega alguna languidez espiritual, corramos a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramento y ubiquémonos en medio de los perfumes celestiales, y sin duda recuperaremos nuestra fuerza.

9. ¿Hace algún tiempo que no amas al Señor? ¿No lo amas ahora? ¿No anhelas amarlo para siempre? Por lo tanto, ¡no temas! Aún admitiendo que has cometido todos los pecados de este mundo, Jesús te repite: “¡Muchos pecados te son perdonados porque has amado mucho!”.

10. No te preocupes por las cosas que generan preocupación, desorden y ansiedad. Una sola cosa es necesaria: Elevar tu espíritu y amar a Dios.

11. Donde no hay obediencia, no hay virtud; no hay bondad ni amor. Y donde no hay amor, no hay Dios. Sin Dios, no podemos alcanzar el Cielo. Estas virtudes forman una escalera; si falta un paso, nos caemos.

12. Los mejores medios para protegerte de la tentación son los siguientes: cuida tus sentidos para salvarlos de la tentación peligrosa, evita la vanidad, no dejes que tu corazón se exalte, convéncete del mal de la complacencia, huye del odio, reza cuando sea posible. Si el alma supiera el mérito que uno adquiere en las tentaciones sufridas en la paciencia y conquistado, estaría tentado a decir: Señor, envíame tentaciones.

13. Es necesario proteger todos tus sentidos, especialmente tus ojos: son los medios por los cuales toda la fascinación y el encanto de la belleza y la voluptuosidad entran en el corazón. Cuando la moda, como en nuestro tiempo, es hacia la provocación y expone lo que antes era incorrecto pensar, se debe tener precaución y autocontrol. Siempre que sea necesario, debes mirar sin ver y ver sin pensarlo.

14. Debes recordar que tienes en el Cielo no solo un Padre sino también una Madre. Entonces recurramos a María. Ella es toda dulzura, misericordia, bondad y amor para nosotros porque es nuestra Madre.

15. El amor y el miedo deben ir unidos, el miedo sin amor se convierte en cobardía. El amor sin miedo se convierte en presunción. Cuando hay amor sin miedo, el amor corre sin prudencia y sin restricción, sin preocuparse por dónde va.  

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