miércoles, 17 de febrero de 2021

ORACIÓN A SAN JOSÉ



 Oración a San José del Papa León XIII


A ti, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa solicitamos también confiados tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas: y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora, defiende a la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, ya cada uno de nosotros protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el cielo la eterna felicidad. Amén.

SIGUE EL CAMINO DE LA CUARESMA 2021


 

AÑO DE SAN JOSÉ, DÍA 17 DE FEBRERO

 




Año de San José

San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.

 

Febrero 17

Oh san José, líbranos de los males físicos y espirituales que nos rodean, e ilumina a aquellas personas que no buscan ni la paz, ni la justicia, ni el bien, para que podamos cumplir mejor el mandato de Jesús de amarnos los unos a los otros. Así sea.

(P. Florentín Brusa, cmf)





 

 

 


¿QUÉ ES EL MIÉRCOLES DE CENIZA?



¿Qué es el Miércoles de Ceniza?


En este comienzo de la Cuaresma, recordamos algunos datos esenciales que los católicos deben tener en cuenta sobre el Miércoles de Ceniza, con el fin de vivir intensamente este tiempo litúrgico y prepararse para la Pascua.

 

1. Miércoles de Ceniza es el primer día de Cuaresma

Con el Miércoles de Ceniza inician los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.

El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. Este explica que en la Misa se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior.

 

2. Imposición de cenizas surge en los primeros siglos del cristianismo

La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.

La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

 

3. La ceniza recuerda la necesidad de la misericordia de Dios

La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, más precisamente en el artículo 125 del "Directorio sobre la piedad popular y la liturgia":

“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.

 

4. Las cenizas tienen más de un significado

La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.

La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

 

5. Las cenizas se producen con las palmas del Domingo de Ramos

Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas (y ramos de olivo) bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.

 

6. Las cenizas se imponen en la frente al término de la homilía

Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

Luego, quien recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase o invitación que la acaban de hacer.

 

7. Las cenizas también pueden imponerse sin Misa

Cuando no hay sacerdote la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la palabra.

Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla un sacerdote o diácono.

 

8. Las cenizas pueden ser recibidas por no católicos

Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 y siguientes) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».

 

9. No es obligatorio recibir las cenizas

El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto la imposición de ceniza no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.

 

10. En Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia

El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia, como en el Viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional. Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.

La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.

 

Modificaciones impuestas por la pandemia

Tal como se lee en la nota difundida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, firmada por el cardenal Robert Sarah el 12 de enero de 2021: "pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirigirá a los presentes, diciendo una sola vez y para todos los fieles, la fórmula del Misal Romano: «Convertíos y creed en el Evangelio», o bien: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás».

Después, el sacerdote se limpiará las manos y se pondrá la mascarilla para proteger la nariz y la boca. Posteriormente, impondrá la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acercará a los fieles que estén de pie, permaneciendo en su lugar. Asimismo, el sacerdote tomará la ceniza y la dejará caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada".

  

MIÉRCOLES DE CENIZA Y LA CUARESMA



 Miércoles de Ceniza y la Cuaresma.

Una breve explicación de qué significa esta fecha y cómo se puede hacer para aprovecharla al máximo.


Por: Ignacio Romero Carranza | Fuente: Catholic.net



Hoy arranca un nuevo tiempo del calendario litúrgico. Una breve explicación de qué significa esta fecha y cómo se puede hacer para aprovecharla al máximo.

Hoy es el silbato de salida. Todos los católicos estamos llamados a vivir los próximos cuarenta días en profunda reflexión sobre los acontecimientos ocurridos en la Semana Santa. Con el Miércoles de Ceniza, los fieles comenzamos a vivir en un clima penitente para arrepentirnos de nuestros pecados y convertirnos de corazón. Esas son las dos palabras clave de este tiempo: arrepentimiento y conversión.

Ahora bien. La celebración del miércoles, que marca el inicio del tiempo cuaresmal, es una que tiene una particularidad comparada con el resto de las liturgias: la imposición de las cenizas. ¿De dónde surge esta práctica? Antes de Cristo, judíos y Ninibitas utilizaban la ceniza como un símbolo de penitencia. Años más tarde, los fieles católicos comenzaron esta práctica para prepararse para la celebración de la Semana Santa y, ya en el siglo XI, se agrega al misal el rito del Miércoles de Ceniza.

Acostumbrados a vivir en la rutina, es muy fácil tratar al inicio de la cuaresma (y al resto de este tiempo) cómo un día más del año. Sin embargo, es necesario considerar algunas cuestiones antes de hacer caso omiso de la fecha.

El hecho de recibir cenizas tiene como objetivo recordarle al fiel su origen. “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Con un sentido simbólico de muerte, caducidad, humildad y penitencia, la ceniza ayuda a que mires en tu interior y descubras esas cosas que necesitan de la misericordia de Dios. Ayuda a reconocer que somos débiles, que vamos a tener un final y que necesitamos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús para poder llegar a vivir junto a Él en el Reino de los Cielos. Esta mirada a la interioridad de uno, de reconocer las fayas y querer arreglarlas, entran en la dinámica de las dos palabras claves de la cuaresma. Al reconocer nuestros pecados, nos arrepentimos y al querer cambiarlos nos convertimos.

Para vivir este tiempo de la mejor manera posible, la Iglesia propone tres actividades clave, destinadas a fomentar un crecimiento espiritual y cierta mortificación exterior: la oración, el ayuno y la limosna. Estas tres formas de penitencia demuestran una intención de reconciliarse con Dios, uno mismo y los demás.

Contrario a lo que muchos sostienen, la oración no fortalece nuestra relación con Dios. La oración ES nuestra relación con Dios. El constante diálogo con nuestro Padre, la meditación a conciencia de su palabra, es la relación personal que todo cristiano debe aspirar. Se va haciendo más fuerte, fruto de esa relación que se entabla en el hablar con Él. Es decir: la oración no va a hacer que, como por arte de magia, tu relación con Dios mejora.

La oración ES tu relación con Dios y, por tanto, debes preocuparte por hacerla cada vez mejor. Se podría considerar para algunos una mortificación por lo que exige: tiempo. Hay que renunciar a ese tiempo que le dedicaríamos a la serie, el deporte o simplemente dormir, para poder hablar con Dios. En Mt 6, Jesús nos enseña la oración de oraciones: el Padrenuestro. En esas frases, Cristo describe cómo ha de ser nuestro trato con el Padre.

Por otra parte, está el ayuno, apunta a que el fiel adquiera dominio sobre sus instintos y libere su corazón (CIC 2043). Como dijo Jesús: “No solo de pan vive el hombre sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aprender a dejar de lado eso que queremos comer o tomar, para darle lugar a Dios en nuestra vida, es otra excelente manera de vivir la cuaresma.

Por último, la limosna. Renunciar a un bien propio para darlo a un hermano que lo necesita. Hoy en día, la gente vive muy apegada a lo que le pertenece, a lo que tiene. Algunas personas hasta se definen por eso que está bajo su posesión. Saber dejar de lado todo eso para poner al prójimo por encima de las cosas materiales, devuelve el orden natural de las cosas a nuestro interior. Ese diseño que Dios pensó de poner a todas las cosas al servicio de los hombres, los cuales son todos iguales ante Dios y peregrinan para llegar a Él.

Una vez que ese orden se restaura, se hace más fácil reconciliarse con uno mismo (ya que se aceptó la verdad de que no es más ni menos que nadie) y con Dios (objetivo de toda alma que verdaderamente persigue la santidad).


Datos sobre el Miércoles de Ceniza:

-    No es precepto. No hay obligación de participar en la Santa Misa ese día, aunque es realmente recomendable.

-    Es día de ayuno y abstinencia. El primero aplica desde los 18 hasta los 75 años como obligatorio. La abstinencia (de carne o cualquier cosa que nos parezca apetecible y que nos saque del clima de penitencia) es aplicable desde los 14 años en adelante.

-    Al imponer las cenizas, el celebrante puede decir dos frases:

o    Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás.

o    Conviértete y cree en el evangelio.

o    Las cenizas están hechas con las palmas del Domingo de Ramos del año anterior, mezclado con agua bendita e incienso. 

PAPA FRANCISCO EN MIÉRCOLES DE CENIZA 2021 - LA CUARESMA ES UN VIAJE DE REGRESO A DIOS

 



Papa Francisco en Miércoles de Ceniza: La Cuaresma es un viaje de regreso a Dios

Redacción ACI Prensa



Durante la celebración de la Misa en este Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco recordó que “la Cuaresma es un viaje de regreso a Dios” por lo que animó a dejarse reconciliar por Dios para aprender de la Cruz de Jesús que es la “cátedra silenciosa de Dios”.

Este año, el Santo Padre presidió la Eucaristía con el rito de la bendición e imposición de las cenizas en una ceremonia con pocas personas en la Basílica de San Pedro, y no en la Basílica de Santa Sabina en el Aventino con la tradicional procesión previa, debido a las restricciones sanitarias causadas por el COVID-19.

En su homilía, el Papa destacó que iniciamos el camino de la cuaresma con las palabras del profeta Joel que indican la dirección a seguir “vuelvan a mí con todo corazón” por lo que advirtió: “Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: ‘Señor, volveré a Ti después... Espera. Hoy no puedo, pero mañana quizá empezaré a rezar y a hacer algo por los demás’. Y así un día tras otro ¿no? Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y excusas para dar, pero hermanos y hermanas, ahora es tiempo de regresar a Dios”.

En esta línea, el Santo Padre señaló que “la cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos” porque “es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo”.

“La cuaresma no es una recolección de florecillas, es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Este es el centro de la cuaresma: hacia dónde está orientado mi corazón”, afirmó.

Por ello, el Papa invitó a preguntarse: “¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? ¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido, en primer lugar? ¿Tengo un corazón ‘bailarín’, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?”.

En este sentido, el Pontífice subrayó que la cuaresma es también “un éxodo de la esclavitud a la libertad” porque “son cuarenta días que recuerdan los cuarenta años en los que el pueblo de Dios viajó en el desierto para regresar a su tierra de origen”.

Sin embargo, el Papa reconoció que durante el camino “estaba la tentación de añorar las cebollas, de volver atrás, de atarse a los recuerdos del pasado, a algún ídolo” por lo que añadió que “también para nosotros es así: el viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza”.

De este modo, el Santo Padre sugirió que “para caminar es necesario desenmascarar estas ilusiones” y para eso ayudan “los viajes de regreso que nos relata la Palabra de Dios”.

En primer lugar, el Papa recordó la parábola del hijo pródigo para señalar que “también para nosotros es tiempo de volver al Padre” ya que “es el perdón del Padre que vuelve a ponernos en pie: el perdón de Dios, la confesión, es el primer paso de nuestro viaje de regreso” por lo que recomendó a los confesores ser “como el Padre, no con el látigo, sino con el abrazo”.

Luego, el Santo Padre recordó al leproso sanado para indicar que “necesitamos volver a Jesús” ya que “todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies”. “Necesitamos la curación de Jesús, es necesario presentarle nuestras heridas y decirle: ‘Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón, sana mi lepra’”.

En tercer lugar, el Papa dijo que también “estamos llamados a volver al Espíritu Santo” por lo que animó “volvamos al Espíritu, Dador de vida, volvamos al Fuego que hace resurgir nuestras cenizas”.

“Nuestro viaje, entonces, consiste en dejarnos tomar de la mano. El Padre que nos llama a volver es Aquel que sale de casa para venir a buscarnos; el Señor que nos cura es Aquel que se dejó herir en la cruz; el Espíritu que nos hace cambiar de vida es Aquel que sopla con fuerza y con dulzura sobre nuestro barro”, explicó.

Por último, el Santo Padre alentó a dejarse reconciliar con Dios porque “el camino no se basa en nuestras fuerzas” y añadió “el comienzo del regreso a Dios es reconocernos necesitados de Él, necesitados de misericordia, necesitados de su gracia. Este es el camino justo, el camino de la humildad”.

“Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Es entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños. En este camino, para no perder la dirección, pongámonos ante la cruz de Jesús: es la cátedra silenciosa de Dios”, concluyó el Santo Padre.

Después de la homilía, el Papa Francisco bendijo e impuso las cenizas a los Cardenales presentes y él las recibió por parte del arcipreste de la Basílica de San Pedro, el Cardenal Angelo Comastri.

CÓMO REALIZAR EL RITO DE IMPOSICIÓN DE CENIZA HECHA POR UN LAICO - EXPLICACIÓN








  

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO ENLA MISA DE MIÉRCOLES DE CENIZA, 17 DE FEBRERO

  


Homilía del Papa Francisco en la Misa del Miércoles de Ceniza

Redacción ACI Prensa





El Papa Francisco presidió la Misa este Miércoles de Ceniza con el rito de la bendición e imposición de cenizas que se llevó a cabo en el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro.

En su homilía, el Santo Padre destacó que la cuaresma “es un viaje de regreso a Dios” en el que Dios dice “Vuelvan a mí con todo el corazón”.

“La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo. La cuaresma no es una recolección de florecillas, es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Este es el centro de la cuaresma: hacia dónde está orientado mi corazón”, dijo el Papa.


A continuación, la homilía completa pronunciada por el Papa Francisco:

Iniciamos el camino de la cuaresma. Este se abre con las palabras del profeta Joel, que indican la dirección a seguir. Hay una invitación que nace del corazón de Dios, que con los brazos abiertos y los ojos llenos de nostalgia nos suplica: ‘Vuelvan a mí con todo corazón’ (Jl 2,12). Vuelvan a mí. La cuaresma es un viaje de regreso a Dios. Cuántas veces, ocupados o indiferentes, le hemos dicho: ‘Señor, volveré a Ti después... Espera. Hoy no puedo, pero mañana quizá empezaré a rezar y a hacer algo por los demás’. Y así un día tras otro ¿no? Ahora Dios llama a nuestro corazón. En la vida tendremos siempre cosas que hacer y excusas para dar, pero hermanos y hermanas, ahora es tiempo de regresar a Dios.

Vuelvan a mí, dice, con todo el corazón. La cuaresma es un viaje que implica toda nuestra vida, todo lo que somos. Es el tiempo para verificar las sendas que estamos recorriendo, para volver a encontrar el camino de regreso a casa, para redescubrir el vínculo fundamental con Dios, del que depende todo. La cuaresma no es una recolección de florecillas, es discernir hacia dónde está orientado el corazón. Este es el centro de la cuaresma: hacia dónde está orientado mi corazón.

Preguntémonos: ¿Hacia dónde me lleva el navegador de mi vida, hacia Dios o hacia mi yo? ¿Vivo para agradar al Señor, o para ser visto, alabado, preferido, al primer lugar? ¿Tengo un corazón ‘bailarín’, que da un paso hacia adelante y uno hacia atrás, ama un poco al Señor y un poco al mundo, o un corazón firme en Dios? ¿Me siento a gusto con mis hipocresías, o lucho por liberar el corazón de la doblez y la falsedad que lo encadenan?

El viaje de la cuaresma es un éxodo, es un éxodo de la esclavitud a la libertad. Son cuarenta días que recuerdan los cuarenta años en los que el pueblo de Dios viajó en el desierto para regresar a su tierra de origen. Pero, ¡qué difícil es dejar Egipto! Fue más difícil dejar el Egipto en el corazón del pueblo de Dios, que dejar el Egipto cuando el pueblo huyó. Aquel Egipto que llevaban siempre dentro. Es muy difícil dejar el Egipto.

Siempre, durante el camino, estaba la tentación de añorar las cebollas, de volver atrás, de atarse a los recuerdos del pasado, a algún ídolo. También para nosotros es así: el viaje de regreso a Dios se dificulta por nuestros apegos malsanos, se frena por los lazos seductores de los vicios, de las falsas seguridades del dinero y del aparentar, del lamento victimista que paraliza. Para caminar es necesario desenmascarar estas ilusiones.

¿Cómo proceder entonces en el camino hacia Dios? Nos ayudan los viajes de regreso que nos relata la Palabra de Dios.

Miramos al hijo pródigo y comprendemos que también para nosotros es tiempo de volver al Padre. Como ese hijo, también nosotros hemos olvidado el perfume de casa, hemos despilfarrado bienes preciosos por cosas insignificantes y nos hemos quedado con las manos vacías y el corazón infeliz. Hemos caído: somos hijos que caen continuamente, somos como niños pequeños que intentan caminar y caen al suelo, y siempre necesitan que su papá los vuelva a levantar. Es el perdón del Padre que vuelve a ponernos en pie: el perdón de Dios, la confesión, es el primer paso de nuestro viaje de regreso.

He dicho la confesión, recomiendo a los confesores: sean como el Padre, no con el látigo, sino con el abrazo.

Después necesitamos volver a Jesús, hacer como aquel leproso sanado que volvió a agradecerle. Diez fueron curados, pero sólo él fue también salvado, porque volvió a Jesús (cf. Lc 17,12-19). Todos, todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies. Necesitamos la curación de Jesús, es necesario presentarle nuestras heridas y decirle: “Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón, sana mi lepra”.

La Palabra de Dios nos pide volver al Padre, volver a Jesús. Además, estamos llamados a volver al Espíritu Santo. La ceniza sobre la cabeza nos recuerda que somos polvo y al polvo volveremos. Pero sobre este polvo nuestro Dios ha infundido su Espíritu de vida. Entonces, no podemos vivir persiguiendo el polvo, detrás de cosas que hoy están y mañana desaparecen. Volvamos al Espíritu, Dador de vida, volvamos al Fuego que hace resurgir nuestras cenizas. Aquel fuego que nos enseña a amar, seremos siempre polvo, pero como dice el himno litúrgico, polvo enamorado. Volvamos a rezar al Espíritu Santo, redescubramos el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del lamento y la resignación.

Hermanos y hermanas: Nuestro viaje de regreso a Dios es posible sólo porque antes se produjo su viaje de ida hacia nosotros. Al contrario no habría sido posible. Antes que nosotros fuéramos hacia Él, Él descendió hacia nosotros. Nos ha precedido, ha venido a nuestro encuentro. Por nosotros descendió más abajo de cuanto podíamos imaginar: se hizo pecado, se hizo muerte. Es cuanto nos ha recordado san Pablo: ‘A quien no cometió pecado, Dios lo asemejó al pecado por nosotros’ (2 Co 5,21). Para no dejarnos solos y acompañarnos en el camino descendió hasta nuestro pecado y nuestra muerte.

Nuestro viaje, entonces, consiste en dejarnos tomar de la mano. El Padre que nos llama a volver es Aquel que sale de casa para venir a buscarnos; el Señor que nos cura es Aquel que se dejó herir en la cruz; el Espíritu que nos hace cambiar de vida es Aquel que sopla con fuerza y con dulzura sobre nuestro barro.

He aquí, entonces, la súplica del Apóstol: ‘Déjense reconciliar con Dios’ (v. 20). Déjense reconciliar: el camino no se basa en nuestras fuerzas. Ninguno se puede reconciliar con Dios con sus propias fuerzas. La conversión del corazón, con los gestos y las obras que la expresan, sólo es posible si parte del primado de la acción de Dios. Lo que nos hace volver a Él no es presumir de nuestras capacidades y nuestros méritos, sino acoger su gracia. La salvación es solo gracia, solo gratuidad. Jesús nos lo ha dicho claramente en el Evangelio: lo que nos hace justos no es la justicia que practicamos ante los hombres, sino la relación sincera con el Padre. El comienzo del regreso a Dios es reconocernos necesitados de Él, necesitados de misericordia, necesitados de su gracia. Este es el camino justo, el camino de la humildad. ¿yo me siento necesitado o me siento suficiente?

Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Es entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños. En este camino, para no perder la dirección, pongámonos ante la cruz de Jesús: es la cátedra silenciosa de Dios. Miremos cada día sus llagas, llagas que ha llevado al cielo y las hace ver al Padre cada día en su oración de intercesión. Miremos sus llagas. En esos agujeros reconocemos nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los golpes que nos han hecho daño. Sin embargo, precisamente allí vemos que Dios no nos señala con el dedo, sino que abre los brazos de par en par. Sus llagas están abiertas por nosotros y en esas heridas hemos sido sanados (cf. 1 P 2,24; Is 53,5). Besémoslas y entenderemos que justamente ahí, en los vacíos más dolorosos de la vida, Dios nos espera con su misericordia infinita. Porque allí, donde somos más vulnerables, donde más nos avergonzamos, Él viene a nuestro encuentro. Y ahora nos invita a regresar a Él, para volver a encontrar la alegría de ser amados.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MIÉRCOLES DE CENIZA, 17 DE FEBRERO DEL 2021

 



 Lecturas de hoy Miércoles de Ceniza

Hoy, miércoles, 17 de febrero de 2021



Primera lectura

Lectura de la profecía de Joel (2,12-18):

AHORA —oráculo del Señor—,,

convertíos a mí de todo corazón,

con ayunos, llantos y lamentos;

rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos,

y convertíos al Señor vuestro Dios,

un Dios compasivo y misericordioso,

lento a la cólera y rico en amor,

que se arrepiente del castigo.

¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá

dejando tras de sí la bendición,

ofrenda y libación

para el Señor, vuestro Dios!

Tocad la trompeta en Sion,

proclamad un ayuno santo,

convocad a la asamblea,

reunid a la gente,

santificad a la comunidad,

llamad a los ancianos;

congregad a los muchachos

y a los niños de pecho;

salga el esposo de la alcoba

y la esposa del tálamo.

Entre el atrio y el altar

lloren los sacerdotes,

servidores del Señor,

y digan:

«Ten compasión de tu pueblo, Señor;

no entregues tu heredad al oprobio

ni a las burlas de los pueblos».

¿Por qué van a decir las gentes:

«Dónde está su Dios»?

Entonces se encendió

el celo de Dios por su tierra

y perdonó a su pueblo.


Palabra de Dios




Salmo

Sal 50,3-4.5-6a.12-13.14.17

R/. Misericordia, Señor: hemos pecado


V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R/.


V/. Pues yo reconozco mi culpa,

tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti sólo pequé,

cometí la maldad en tu presencia. R/.


V/. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme.

No me arrojes lejos de tu rostro,

no me quites tu santo espíritu. R/.


V/. Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso.

Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza. R/.



Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,20–6,2):

HERMANOS:

Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.

Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:

«En el tiempo favorable te escuché,

en el día de la salvación te ayudé».

Pues mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.


Palabra de Dios


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):


EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».


Palabra del Señor




«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»


Rev. D. Manel VALLS i Serra

(Barcelona, España)

Hoy iniciamos la Cuaresma: «He aquí el día de la salvación» (2Cor 6,2). La imposición de la ceniza —que debiéramos recibir— es acompañada por una de estas dos fórmulas. La antigua: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás»; y la que ha introducido la liturgia renovada del Concilio: «Conviértete y cree en el Evangelio». Ambas fórmulas son una invitación a contemplar de manera diversa —normalmente tan superficial— nuestra vida. El papa san Clemente I nos recuerda que «el Señor quiere que todos los que ama se conviertan».

En el Evangelio, Jesús pide practicar la limosna, el ayuno y la oración alejados de toda hipocresía: «No lo vayas trompeteando por delante» (Mt 6,2). Los hipócritas, enérgicamente denunciados por Jesucristo, se caracterizan por la falsedad de su corazón. Pero, Jesús advierte hoy no sólo de la hipocresía subjetiva sino también de la objetiva: cumplir, incluso de buena fe, todo lo que manda la Ley de Dios y la Escritura Santa, pero realizándolo de manera que quede en la mera práctica exterior, sin la correspondiente conversión interior.

Entonces, la limosna —reducida a “propina”— deja de ser un acto fraternal y se reduce a un gesto tranquilizador que no cambia la mirada sobre el hermano ni hace sentir la caridad de prestarle la atención que se merece. El ayuno, por otra parte, queda limitado al cumplimiento formal, que ya no recuerda en ningún momento la necesidad de moderar nuestro consumismo compulsivo ni la necesidad que tenemos de ser curados de la “bulimia espiritual”. Finalmente, la oración —reducida a estéril monólogo— no llega a ser auténtica apertura espiritual, coloquio íntimo con el Padre y escucha atenta del Evangelio del Hijo.

La religión de los hipócritas es una religión triste, legalista, moralista, de una gran estrechez de espíritu. Por el contrario, la Cuaresma cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde, para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua.

HOY ES MIÉRCOLES DE CENIZA, 17 DE FEBRERO

 




martes, 16 de febrero de 2021

DOÑA VERDAD Y DOÑA MENTIRA



DOÑA VERDAD Y DOÑA MENTIRA


 Cuenta la leyenda que un día doña Verdad y doña Mentira se cruzaron..

- Buen día - dijo doña Mentira

- Buenos días - dijo doña Verdad

- Hermoso día - dijo doña Mentira

Y entonces doña Verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.

- Hermoso día - dijo entonces doña Verdad

- Aún más hermoso está el lago - dijo doña Mentira

Y la Verdad miró hacia el lago y vio que la Mentira decía la verdad y asintió.

Corrió la mentira hacia el agua y dijo: - El agua está aún más hermosa. ¡Nademos!

La Verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y entonces confió en la Mentira.

Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.

Un rato después salió doña Mentira, se vistió con las ropas de doña Verdad y se fue.

La Verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la Mentira, comenzó a caminar sin ropa y todos se horrorizaban al verla.

Es así como aún hoy la gente prefiere aceptar a la Mentira disfrazada de Verdad y no a la Verdad desnuda...

CONSEJOS PARA RECUPERAR LA PAZ ESPIRITUAL

 


 Consejos para recuperar la paz espiritual

Tratamos el problema de la pérdida de la paz espiritual a partir de nuestros propios pecados. ¿A quién no le ha ocurrido?

Por: Mauricio Artieda | Fuente: Catholic-link.com



Hace algunos días terminé el libro “La paz interior” de Jacques Philippe. Es un libro espiritual muy breve, con un lenguaje sencillo y lleno de enseñanzas muy hermosas sobre importancia de cultivar la paz espiritual en la vida cristiana. La obra repasa todas aquellas acciones y situaciones, propias o ajenas, que nos hacen perder la paz interior; por ejemplo, cuando perdemos la paz porque no aceptamos nuestro pasado, porque no nos gusta cómo somos o cómo son los demás, etc. Ofrece además reflexiones y consejos prácticos para mantener esa paz en cada una de las situaciones tratadas.

Entre esos consejos, me parecieron particularmente sugerentes y útiles los que enfrentaban el problema de la pérdida de la paz espiritual a partir de nuestros propios pecados. ¿A quién no le ha ocurrido? Cuando pecamos nos sentimos culpables por nuestras acciones y eso es algo muy sano; sin embargo, no es infrecuente que ese sentimiento de culpa degenere y nos lleve a experimentar remordimientos y angustias que poco o nada tienen que ver con el Dios misericordioso en el que creemos. Por esta razón, quiero repasar con ustedes 11 de los varios consejos que el libro ofrece para enfrentarnos como Dios manda a nuestros propios pecados.


1. Buscar la paz interior y rechazar la angustia complace al Señor

¿Qué es lo que más agrada a Dios? ¿Cuando después de una caída nos descorazonamos y atormentamos, o cuando reaccionamos diciendo: «Señor, te pido perdón, he pecado otra vez, ¡mira lo que soy capaz de hacer por mí mismo! Pero me abandono confiadamente en tu misericordia y en tu perdón y te doy gracias por no haberme permitido pecar aún más gravemente. Me abandono en ti con confianza porque sé que, un día, me curarás por fin. Mientras tanto, te pido que la experiencia de mi miseria me haga más humilde, más dulce con los otros, más consciente de que no puedo nada por mí mismo, sino que todo lo tengo que esperar solamente de tu amor y tu misericordia.

 

2. Nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Cristo

¿Dónde encontraremos la curación de nuestras faltas sino junto a Jesús? Nuestros pecados son un mal pretexto para alejarnos de Él, pues cuanto más pecadores somos, más necesitamos acercarnos al que dice: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos... No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9, 12-13).

 

3. Si me dejo tocar por el amor de Dios, mis faltas pueden convertirse en un manantial de misericordia con los demás.

Nuestras faltas pueden convertirse en un manantial de ternura y misericordia para con el prójimo. Yo, que caigo tan fácilmente ¿puedo permitirme juzgar a mi hermano? ¿Cómo no ser misericordioso con él como el Señor lo ha sido conmigo?

  

4. La ansiedad y el desaliento que sentimos después de nuestras faltas raramente son sentimientos puros.

La angustia, la tristeza y el desaliento que sentimos después de nuestras faltas y fracasos raramente son puros y no suelen deberse al simple dolor de haber ofendido a Dios: en ello se mezcla una buena parte de orgullo. Nos sentimos tristes y desalentados, no tanto por haber ofendido a Dios, sino porque la imagen ideal que teníamos de nosotros mismos se ha visto brutalmente destruida. ¡Frecuentemente nuestro dolor es el del orgullo herido! Este dolor excesivo es justamente la prueba de que confiábamos en nosotros mismos y en nuestras fuerzas, y no en Dios.

 

5. Estar atentos a las armas del demonio: el desaliento.

Hemos de saber que una de las armas que el demonio suele emplear para impedir el camino de las almas hacia Dios consiste precisamente en hacerles perder la paz y llegar a desalentarlas a la vista de sus faltas. Si los sentimientos que experimentamos después del pecado "nos causan angustia, si hacen decaer nuestro ánimo, y si nos vuelven perezosos, tímidos o lentos en el cumplimiento de nuestros deberes, hemos de creer que son sugerencias del enemigo y debemos seguir haciendo las cosas del modo habitual, sin dignarnos a escucharlas" (Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli, cap. 25)

 

6. Dios es capaz de sacar frutos hasta de nuestras faltas.

La razón por la que la tristeza y el desaliento no son buenos radica en que no debemos tomar trágicamente nuestras propias faltas, pues Dios es capaz de sacar un bien de ellas. Santa Teresa de Lisieux gustaba mucho de esta frase de San Juan de la Cruz: «El Amor sabe sacar provecho de todo, del bien como del mal que encuentra en mí, y transformar en Él todas las cosas». Nuestra confianza en Dios debe llegar hasta ahí: hasta creer que Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar provecho de todo, incluidas nuestras faltas y nuestras infidelidades. Cuando San Agustín cita la frase de San Pablo: «Todo coopera al bien de los que aman a Dios», añade "Etiam peccata": ¡incluso el pecado! Por supuesto, hemos de luchar enérgicamente contra el pecado y batallar por corregir nuestras imperfecciones. Nada enfría tanto el amor como la resignación ante cierta mediocridad, una resignación que es, además, una falta de confianza en Dios y de su capacidad de santificarnos.

 

7. Evitar la ilusión de querer presentarnos ante el Señor sólo cuando estamos limpios y bellos.

En esta actitud hay mucho de presunción. A fin de cuentas, nos gustaría no necesitar de su misericordia. Sin embargo, ¿qué clase de naturaleza es la de esa pseudo-santidad a la que aspiramos, a veces inconscientemente, que nos haría prescindir de Dios? Por el contrario, la verdadera santidad consiste en reconocer siempre que dependemos exclusivamente de su misericordia.

 

8.Después de la confesión no sigas preguntándote si Dios te ha perdonado

Eso significa querer preocuparos en vano y perder el tiempo; y en este procedimiento hay mucho orgullo e ilusión diabólica, que, a través de estas inquietudes del alma, trata de perjudicaros y atormentaros. Así, abandonaos en su misericordia divina y continuad vuestras prácticas con la misma tranquilidad del que no ha cometido falta alguna. Incluso si habéis ofendido a Dios varias veces en un solo día, no perdáis jamás la confianza en Él.

 

9. Un alma en paz coopera mejor con el auxilio de Dios.

No conseguiremos liberarnos del pecado con nuestras propias fuerzas, eso solamente lo conseguirá la gracia de Dios. En lugar de rebelarnos contra nosotros mismos, será más eficaz que nos encontremos en paz para dejar actuar a Dios.

 

10. Los humildes no se espantan de sus pecados.

"Existe la ilusión, muy común, de atribuir a un sentimiento de virtud el temor y la turbación que se siente después del pecado. Aunque la inquietud que sigue al pecado vaya siempre acompañada de cierto dolor, procede, sin embargo, de un fondo de orgullo, de una secreta presunción causada por una excesiva confianza en las propias fuerzas. Así, cuando la persona que se cree asentada en la virtud y desprecia las tentaciones llega a reconocer —por la triste experiencia de sus caídas— que es tan frágil y pecadora como las demás, se asombra ante un hecho que no debía haber sucedido y, privada del débil apoyo con el que contaba, se deja invadir por el disgusto y la desesperanza. Esta desdicha no sucede nunca en el caso de los humildes, que no presumen de ellos mismos, y solamente se apoyan en Dios, porque cuando caen, no se sorprenden ni se turban, pues la luz de la verdad que los ilumina les hace ver que su caída es un efecto de su debilidad y su inconstancia" (Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli, cap. 4 y 5)

 

11. El color del verdadero arrepentimiento.

Necesitamos saber distinguir el auténtico arrepentimiento, el verdadero deseo de corregirnos - que siempre es tranquilo, apacible y confiado-, del falso arrepentimiento, de sus remordimientos que nos conturban, nos desaniman y nos paralizan. ¡No todos los reproches que proceden de nuestra conciencia están inspirados por el Espíritu Santo! Algunos provienen de nuestro orgullo o del demonio, y tenemos que aprender a discernirlos. Y la paz es un criterio esencial en el discernimiento del espíritu. Los sentimientos que inspira el Espíritu de Dios pueden ser poderosos y profundos, pero no por ello menos sosegados.

TENIENDO OJOS NO VEIS Y TENIENDO OÍDOS NO OÍS? MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY MARTES 16 DE FEBRERO 2021

 


«¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?»

+ Rev. D. Lluís ROQUÉ i Roqué

(Manresa, Barcelona, España)

Hoy notamos que Jesús —como ya le pasaba con los Apóstoles— no siempre es comprendido. A veces se hace difícil. Por más que veamos prodigios, y que se digan las cosas claras, y se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).

Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.

Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.

Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).

Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 16 DE FEBRERO DEL 2021



Lecturas de hoy Martes de la 6ª semana del Tiempo Ordinario

Hoy, martes, 16 de febrero de 2021



Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (6,5-8;7,1-5.10):

Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón. Y dijo: «Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado; al hombre con los cuadrúpedos, reptiles y aves, pues me pesa de haberlos hecho.»

Pero Noé alcanzó el favor del Señor.

El Señor dijo a Noé: «Entra en el arca con toda tu familia, pues tú eres el único justo que he encontrado en tu generación. De cada animal puro toma siete parejas, macho y hembra; de los no puros, una pareja, macho y hembra; y lo mismo de los pájaros, siete parejas, macho y hembra, para que conserven la especie en la tierra. Dentro de siete días haré llover sobre la tierra cuarenta días con sus noches, y borraré de la superficie de la tierra a todos los vivientes que he creado.»

Noé hizo todo lo que le mandó el Señor. Pasados siete días, vino el diluvio a la tierra.


Palabra de Dios




Salmo

Sal 28, 1a.2.3ac-4.3b.9c-10


R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz


Hijos de Dios, aclamad al Señor,

aclamad la gloria del nombre del Señor,

postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R/.


La voz del Señor sobre las aguas,

el Señor sobre las aguas torrenciales.

La voz del Señor es potente,

la voz del Señor es magnífica. R/.


El Dios de la gloria ha tronado.

En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»

El Señor se sienta por encima del aguacero,

el Señor se sienta como rey eterno. R/.


Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,14-21):

En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no tenían mas que un pan en la barca.

Jesús les recomendó: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.»

Ellos comentaban: «Lo dice porque no tenemos pan.»

Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?»

Ellos contestaron: «Doce.»

«¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?»

Le respondieron: «Siete.»

Él les dijo: «¿Y no acabáis de entender?»


Palabra del Señor 




«Guardaos de la levadura de los fariseos»

Rev. P. Juan Carlos CLAVIJO Cifuentes

(Bogotá, Colombia)


Hoy —una vez más— vemos la sagacidad del Señor Jesús. Su actuar es sorprendente, ya que se sale del común de la gente, es original. Él viene de realizar unos milagros y se está trasladando a otro sector en donde la Gracia de Dios también debe llegar. En ese contexto de milagros, ante un nuevo grupo de personas que lo espera, es cuando les advierte: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes» (Mc 8,15), pues ellos —los fariseos y los de Herodes— no quieren que la Gracia de Dios sea conocida, y más bien se la pasan cundiendo al mundo de mala levadura, sembrando cizaña.

La fe no depende de las obras, pues «una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en absoluto una fe» (Benedicto XVI). Al contrario, son las obras las que dependen de la fe. Tener una verdadera y autentica fe implica una fe activa, dinámica; no una fe condicionada y que sólo se queda en lo externo, en las apariencias, que se va por las ramas… La nuestra debe ser una fe real. Hay que ver con los ojos de Dios y no con los del hombre pecador: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).

El reino de Dios se expande en el mundo como cuando se coloca una medida de levadura en la masa; ella crece sin que se sepa cómo. Así debe ser la autentica fe, que crece en el amor de Dios. Por tanto, que nada ni nadie nos distraiga del verdadero encuentro con el Señor y su mensaje salvador. El Señor no pierde ocasión para enseñar y eso lo sigue haciendo hoy día: «Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy» (Benedicto XVI).

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