viernes, 26 de junio de 2020

IMÁGENES Y ORACIONES DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
























SANTORAL DE HOY VIERNES 26 DE JUNIO DE 2020

Vigilio de Trento, SantoVigilio de Trento, Santo
Obispo, 26 de junio
Rodolfo, SantoRodolfo, Santo
Obispo de Gubbio, 26 de junio
David de Tesalónica, SantoDavid de Tesalónica, Santo
Eremita, 26 de junio
Antelmo de Belley, SantoAntelmo de Belley, Santo
Obispo, 26 de junio
Santiago Ghazir, BeatoSantiago Ghazir, Beato
Sacerdote Capuchino y Fundador, 26 de junio
Andrés Jacinto Longhin, BeatoAndrés Jacinto Longhin, Beato
Obispo Capuchino, 26 de junio
Magdalena Fontaine y sus Compañeras, BeatasMagdalena Fontaine y sus Compañeras, Beatas
Mártires de la Revolución Francesa, Junio 26
Josemaría Escrivá de Balaguer, SantoJosemaría Escrivá de Balaguer, Santo
Sacerdote y Fundador, 26 de Junio
José María Robles Hurtado, SantoJosé María Robles Hurtado, Santo
Sacerdote y Mártir, 26 de Junio
Pelayo (Paio) de Córdoba, SantoPelayo (Paio) de Córdoba, Santo
Memoria Litúrgica, 26 de junio

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY VIERNES 26 DE JUNIO DE 2020




Lecturas bíblicas de hoy 26 de junio, 2020.



2 Reyes 25,1-12.

El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. El día primero del quinto mes, que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos.



Salmo 137(136):1-6.

"¡Oh, que mi lengua se pegue a mi boca si no te recuerdo!" (R).

Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. (R).

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: "Cantadnos un cantar de Sión." (R).

¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. (R).

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. (R).



Aclamación del Evangelio de hoy.

"¡Aleluya, aleluya! El Señor es fiel en todas sus palabras y amoroso en todos sus actos. ¡Aleluya!" (Cfr. Salmo 144,13)



Santo Evangelio de hoy - Mateo 8,1-4.
 (Jesús sana a un leproso porque así lo quiere): 

"En aquel tiempo, Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda limpio". Y al instante quedó limpio de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio". Palabra del Señor




Reflexión del Evangelio de hoy por el Papa Francisco.


Cuando Jesús bajó de la montaña, una gran multitud lo siguió. Todas esas personas, escucharon su catequesis: estaban asombrados porque les hablaba con autoridad, no como los doctores de la ley a los que estaban acostumbrados a escuchar. El Evangelio especifica que estaban asombrados.

[...] Sin embargo, había otras personas que no lo seguían: lo miraban de lejos, con curiosidad, preguntándose: "¿Quién es este hombre?". Después de todo, nunca habían escuchado catequesis tan sorprendentes. Y así había gente que miraba desde la acera y había otra gente que no podía acercarse: la ley lo prohibía porque eran "inmundos". El leproso al que se refiere el Evangelio de Mateo era de este grupo.

En la lectura del Evangelio de hoy, vemos que este leproso sintió en su corazón un anhelo de acercarse a Jesús. Tomó coraje y se acercó. Pero era una persona marginada, y por lo tanto, no podía hacerlo. Sin embargo, tuvo fe en ese hombre, tomó coraje y se acercó, volviendo simplemente a su oración: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Dijo esto "porque estaba sucio". De hecho, la lepra era una sentencia de por vida. Y curar a un leproso era tan difícil como devolver la vida a un muerto: por eso se les marginaba. Estaban todos allí. No podían mezclarse con la gente.

Sin embargo, había también los auto-marginados. Los doctores de la ley que siempre estaban mirando con ese anhelo de poner a prueba a Jesús, de hacerlo tropezar y luego condenarlo. El leproso, sin embargo, sabía que era "inmundo, enfermo, y se acercó". Entonces: "¿qué hizo Jesús?". No se quedó quieto, sin tocarlo, sino que se acercó aún más, extendió su mano y lo curó.

Cercanía, es una palabra muy importante: no se puede construir una comunidad sin cercanía; no se puede hacer la paz sin cercanía; no se puede hacer el bien sin acercarse. Jesús podría haberle dicho: "¡Queda sanado!". Pero en cambio se acercó y lo tocó. Es más: en el momento en que Jesús tocó al hombre inmundo, se volvió inmundo. Y este es el misterio de Jesús: Él toma sobre sí mismo nuestra inmundicia, nuestras impurezas.

Es una realidad que San Pablo describe bien cuando escribe que Jesús, aunque tenía la forma de Dios, no consideró la igualdad con Dios como algo a lo que había que aferrarse, sino que se vació a sí mismo. San Pablo va más allá, confirmando que Jesús se convirtió en pecado: Jesús se convirtió en pecado, Jesús se excluyó, tomó la impureza sobre sí mismo para acercarse al hombre. Así, no estimó el ser igual a Dios como cosa a la que aferrarse, sino que se vació de sí mismo, se acercó, se hizo pecado, se hizo inmundo.

A menudo pienso que puede ser, no diría que imposible, pero muy difícil hacer el bien sin ensuciarse las manos. Y Jesús se ensució con su cercanía. Pero entonces, cuenta Mateo, fue aún más lejos, diciendo al hombre que se había liberado de su enfermedad: "Ve a los sacerdotes y haz lo que hay que hacer cuando un leproso es curado".

Esencialmente, ese hombre que está excluido de la vida social, Jesús incluye: incluye en la Iglesia, incluye en la sociedad. Él aconseja: "Ve, para que todas las cosas sean como deben ser". Así, ¡Jesús nunca margina a nadie, nunca!. Además, Jesús se margina a sí mismo para incluir a los marginados, para incluirnos a nosotros, pecadores, marginados, con su vida!. Y esto es hermoso.

Cuántas personas siguieron a Jesús en ese tiempo y han seguido a Jesús en la historia porque se asombran de su manera de hablar. Y cuánta gente mira desde lejos y no entiende, no se interesa; cuánta gente mira desde lejos pero con un corazón malvado, para poner a prueba a Jesús, para criticarlo, para condenarlo. Y sin embargo, cuánta gente mira desde lejos porque no tienen el coraje de ese leproso, pero tienen tantas ganas de acercarse. Y en ese caso, Jesús extendió primero su mano, no como en este caso, sino que, en su ser, extendió la mano a todos, haciéndose uno de nosotros, como nosotros: pecador como nosotros pero sin pecado; pero pecador, manchado por nuestros pecados. Y esta es la cercanía cristiana.

Cercanía es una hermosa palabra, para cada uno de nosotros. Deberíamos preguntarnos: "¿Sé cómo acercarme? ¿Tengo la fuerza, el coraje de tocar a los marginados" (Homilía del Evangelio de hoy. Santa Marta, 26 de junio de 2015)



Oración para el Evangelio de hoy.

Señor mío y Dios mío, gracias por haberte acercado a mí y conocer cada una de mis aflicciones sin siquiera yo hablarte de ellas. Eres un Dios cercano, que acerca su mano con ternura para brindar consuelo y amor en nuestros momentos de mayor necesidad y sufrimiento.

Si me acerco a Ti confiado, estoy seguro de que siempre me proveerás de fuerzas y me darás una palabra de aliento y esperanza cargada de una completa sanación de mi cuerpo, alma, mente y espíritu. Quiero ser sanado a través del toque dulce de tus palabras, de tu amor para llegar a ser un testimonio de esa cercanía tuya que supera toda barrera de odio y de indiferencia.

Siempre te diriges a cada uno de nosotros con bondad, siempre estás dispuesto a limpiarnos de todas nuestras heridas, nuestras fallas, esos errores que han marcado nuestras vidas con el dolor y el sufrimiento. Ven Señor, toca mi dolor, toca mis heridas emocionales de este corazón afligido, ese rencor que llevo guardado por años, esa falta de perdón que encierra mi corazón en el odio.

Oh mi Señor, a veces no siento la valentía de acercarme a Ti, tantas fallas he cometido que me duele haberte herido con ellas. Pero Tú me abres el corazón, me regalas la ternura de tu voz sanadora para concederme la paz del alma, la sanación a mi cuerpo, y las fuerzas para salir al mundo a luchar de nuevo en tu Nombre, proclamando tu Gloria y alabanzas a ese Corazón Precioso y desbordante en misericordia que Tú tienes. Te amo mi Dios. Amén.



Propósito para hoy.

Quiero proponerte hoy, rezar la oración a San Benito para pedir protección contra todo mal y no permitir que ninguna influencia maliciosa pueda invadir la paz de tu hogar.



Frase de reflexión.

"Recomencemos a partir de los innumerables testimonios de amor generoso y gratuito que en estos meses nos han enseñado cuánto son necesarios la cercanía, el cuidado y el sacrificio para alimentar la fraternidad y la convivencia civil. Así saldremos de esta crisis más fuertes.". Papa Francisco


miércoles, 24 de junio de 2020

ORACIÓN POR LA FAMILIA


Oración por la familia



En la familia, aprendes a ser persona, a salir de la estrechez del yo egoísta para abrirte a los demás. La familia te habla de un mundo hecho para ser compartido, en la mayor armonía posible; de un espacio humano en que tus gustos no pueden ser la norma suprema, y en que las necesidades de los demás son reclamos a tu capacidad de amor y  servicio.

Señor, bendice a mi familia, a mis amigos y a sus familias. Revélales tu amor y tu poder. Señor, muéstrate en este momento: que donde haya dolor, nos des paz y consuelo y donde haya duda, tengamos confianza porque creemos en ti. Jesús, visita mi casa y llévate mis problemas, angustias y dolores. Señor, contágiame tu fuerza, para que yo también pueda aceptar la voluntad del Padre. Hoy vengo a ti, lleno de dolor, a llorar mis penas en tus brazos, Recurro a ti para que me libres y destrabes de todos los males que me acechan y me impiden ser feliz. Espero confiadamente en ti. Vivo confiadamente en ti.

La familia es una comunidad de personas que se aman y juntas forman el hogar. Pero, son personas con diversidad de caracteres, de intereses y de horizontes. La misión de la familia es hacer crecer la personalidad irrepetible de cada uno, orientándola hacia Dios fuente y meta de toda vida. El Señor proteja y bendiga a cada miembro de tu familia.


* Enviado por el P. Natalio

QUEDA PROHIBIDO


Queda prohibido



Queda prohibido llorar sin aprender, levantarte un día sin saber qué hacer... tener miedo a tus recuerdos.

Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor, hacer que alguien pague tus dudas y mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos, no intentar comprender lo que vivieron juntos, llamarles sólo cuando los necesitas.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo, no creer en Dios y hacer tu destino, tener miedo a la vida y a sus compromisos, no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte, olvidar sus ojos, su risa, todo porque sus caminos han dejado de abrazarte, olvidar tu pasado y pagarlo con tu presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas valen más que la tuya, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia, dejar de dar las gracias a Dios por tu vida, no tener un momento para la gente que te necesita, no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad, no vivir tu vida con una actitud positiva, no pensar en que podemos ser mejores, no sentir que sin ti, este mundo no sería igual.


* Alfredo Cuervo Barrero

NARDO Y MEDITACIÓN DÍA 24 DE JUNIO - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Nardo del 24 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón, que te hiciste mi hermano!


Meditación: Pobre, mi Jesús, que con dulzura nos quieres llevar a la Tierra Prometida. ¿Sabes, Señor, qué pienso cuando aún te miro clavado en el Madero...cuando veo Tu Corazón sangrar?. Con un suspiro lleno de dolor quisiera bajarte de la Cruz, sacarte esos clavos, borrar de Tu Frente todos los pecados que desfiguraron Tu Amado Rostro Santo. Y Tú, con esa Mirada pides amor en un mundo que se olvidó de Dios, que sólo busca el placer, la vanidad, no pensar en los demás para vivir en el yo. Señor, qué lejos de Tus enseñanzas Tú nos viniste a liberar, a mostrar que teníamos que morir a nosotros mismos para vivir en Cristo. Señor, darse por los demás hasta morir. Sí, Tú me lo viniste a decir y yo lo olvidé, el mundo me hizo sordo de corazón y dejé de oír Tu Voz. Creí que yo solo podía, que triunfaría y viviría la buena vida. ¿Qué vida, Señor, si así yo moría, y a pesar de que todo tenía me encontraba con el alma vacía?. Jesús, mi amado, Jesús, mi hermano que todo nos has dado, hazme escuchar Tu hermosa Voz como mi hermano mayor que me miras y me guías, y eres fuente de verdadera alegría. Porque sabes, mi Señor, aún cuando todo me sacaras, si aun tengo Tu Mirada. destella mi alma porque sé que Tú me amas.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Seamos sencillos y regalemos sonrisas y consuelo a todos los que están sufriendo, aún cuando nosotros estemos en el huerto.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.




24. - ACCIONES ÚTILES

¿Cuáles han sido los dos grandes deseos del Corazón de Jesús? La gloria del Padre y la salvación de las almas. Por la gloria del Padre, Jesús, con doce años, se encuentra con los doctores del templo; por su gloria recorre toda Palestina, bendiciendo y curando, y cuando llega la hora del suplicio, alza los ojos al cielo y reza: "Padre, yo te he glorificado en la Tierra donde he cumplido la obra que me has confiado. Padre, yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado. Santifícalos en la verdad. Con estas pocas palabras, Jesús explica su gran misión: Darle mayor gloria al eterno Padre y salvar las almas perdidas."

Proponte ofrecer cada día al Señor tus acciones y hacerlas con el único fin de darle gloria, de agradarle.


CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE DAVID COMO REFERENTE DE FE EN LA ORACIÓN


Catequesis del Papa Francisco sobre David como referente de fe en la oración
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media



El Papa Francisco presidió este miércoles 24 de junio la Audiencia General desde el Palacio Apostólico del Vaticano. En su catequesis reflexionó sobre la figura del rey David en la Biblia y recordó que, a pesar de las contradicciones de David, siempre se mantuvo cerca de Dios porque era un hombre de oración.

A continuación, la catequesis del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario de catequesis sobre la oración, hoy encontramos al rey David. Predilecto de Dios desde que era un muchacho, fue elegido para una misión única, que jugará un papel central en la historia del pueblo de Dios y de nuestra misma fe. En los Evangelios, a Jesús se le llama varias veces “hijo de David”; de hecho, como él, nace en Belén.

De la descendencia de David, según las promesas, viene el Mesías: un Rey totalmente según el corazón de Dios, en perfecta obediencia al Padre, cuya acción realiza fielmente su plan de salvación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2579)

La historia de David comienza en las colinas entorno a Belén, donde pastorea el rebaño su padre, Jesé. Es todavía un muchacho, el último de muchos hermanos. Así que cuando el profeta Samuel, por orden de Dios, se pone a buscar el nuevo rey, parece casi que su padre se haya olvidado de aquel hijo más joven (cf. 1 Samuel 16,1-13).


Trabajaba al aire libre: lo imaginamos amigo del viento, de los sonidos de la naturaleza, de los rayos del sol. Tiene una sola compañía para confortar su alma: la cítara; y en las largas jornadas en soledad le gusta tocar y cantar a su Dios. Jugaba también con la honda.

David, por lo tanto, es ante todo un pastor: un hombre que cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que les proporciona sustento. Cuando David, por voluntad de Dios, deberá preocuparse del pueblo, no llevará a cabo acciones muy diferentes respecto a estas. Es por eso que en la Biblia la imagen del pastor es recurrente.

También Jesús se define como “el buen pastor”, su comportamiento es diferente de aquel del mercenario; Él ofrece si vida a favor de las ovejas, las guía, conoce el nombre de cada una de ellas (cf. Juan 10,11-18).

David aprendió mucho de su primera ocupación. Así, cuando el profeta Natán le recrimina su grave pecado (cf. 2 Samuel 12,1-15), David entenderá inmediatamente que ha sido un mal pastor, que ha depredado a otro hombre de la única oveja que él amaba, que ya no era un humilde servidor sino un enfermo de poder, un furtivo que mata y saquea.

Un segundo aspecto característico presente en la vocación de David es su alma de poeta. De esta pequeña observación deducimos que David no ha sido un hombre vulgar, como a menudo puede suceder a los individuos obligados a vivir durante mucho tiempo aislados de la sociedad. Es, en cambio, una persona sensible, que ama la música y el canto.

La cítara lo acompañará siempre: a veces para elevar a Dios un himno de alegría (cf. 2 Samuel 6,16), otras veces para expresar un lamento o para confesar su propio pecado (cf. Salmos 51,3).

El mundo que se presenta ante sus ojos no es una escena muda: su mirada capta, detrás del desarrollo de las cosas, un misterio más grande.

La oración nace precisamente de allí: de la convicción de que la vida no es algo que nos resbala, sino que es un misterio asombroso, que en nosotros provoca la poesía, la música, la gratitud, la alabanza o el lamento, la súplica.

Cuando a una persona le falta esa dimensión poética, digamos que cuando le falta la poesía, su alma cojea. La tradición quiere por ello que David sea el gran artífice de la composición de los salmos. Estos llevan, a menudo, al inicio, una referencia explícita al rey de Israel, y a algunos de los sucesos más o menos nobles de su vida.

David tiene un sueño: el de ser un buen pastor. Alguna vez será capaz de estar a la altura de esta tarea, otras veces, menos; pero lo que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que sea profecía de otro Rey, del que él es solo anuncio y prefiguración.

Miremos a David, pensemos en David. Santo y pecador, perseguido y perseguidor, víctima y verdugo, que es una contradicción. David fue todo esto, junto. Y también nosotros registramos en nuestra vida trazos a menudo opuestos; en la trama de la vida, todos los hombres pecan a menudo de incoherencia.

Hay un solo hilo conductor, en la vida de David, que da unidad a todo lo que sucede: su oración. Esa es la voz que no se apaga nunca. David santo, reza; David pecador, reza; David perseguido, reza; David perseguidor, reza; David víctima, reza. Incluso David verdugo, reza.

Este es el hilo conductor de su vida. Un hombre de oración. esa es la voz que nunca se apaga: tanto si asume los tonos del júbilo, como los del lamento siempre es la misma oración, solo cambia la melodía.

Y haciendo así, David nos enseña a poner todo en el diálogo con Dios: tanto la alegría como la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad o una enfermedad. Todo puede convertirse en una palabra dirigida al “Tú” que siempre nos escucha.

David, que ha conocido la soledad, en realidad nunca ha estado solo. Y en el fondo esta es la potencia de la oración, en todos aquellos que le dan espacio en su vida. La oración te da nobleza, y David es noble porque reza. Pero es un verdugo que reza, se arrepiente y la nobleza vuelve gracias a la oración.

La oración nos da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el verdadero Compañero de camino del hombre, en medio de los miles avatares de la vida, buenos o malos: pero siempre la oración. Gracias, Señor. Tengo miedo, Señor. Ayúdame, Señor.

Perdóname, Señor. Es tanta la confianza de David, que cuando era perseguido y debió escapar, no dejó que nadie lo defendiera: “Si mi Dios me humilla así, Él sabe”, porque la nobleza de la oración nos deja en las manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos seguras que tenemos.
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