miércoles, 17 de junio de 2020

NOVENA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, DEL 18 AL 26 DE JUNIO


Novena en honor a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

 (ACI).- El 27 de junio se celebra la Fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Padres Redentoristas y cuyo icono original está en el altar mayor de la Iglesia de San Alfonso, muy cerca de la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Esta imagen recuerda el cuidado de la Virgen por Jesús, desde su concepción hasta su muerte, y como hoy sigue protegiendo a sus hijos que acuden a ella.


Hoy en día la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro se ha expandido por diversos lugares, construyéndose iglesias y santuarios en su honor. Su retrato es conocido y venerado en todas partes del mundo.

A pocos días de esta gran festividad, aquí una novena en su honor:


Primer Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!


DÍA PRIMERO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Madre de Dios. Ese Niño que descansa en Tus Brazos y que te llama con inefable cariño Madre, es Dios, el Hijo de Dios, Tu Verdadero Hijo….. Así lo declaran esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del Divino Infante.

Te lo anunció el Arcángel San Gabriel cuando te saludó llena de gracia y bendita entre las mujeres…. Lo viste por primera vez cuando en la cueva de Belén salió de Tus Purísimas Entrañas como un rayo de la Divinidad… Tuviste la dicha inefable de llevarlo en Tus Brazos y vivir toda Tu vida en Su compañía. Ni en la cruz quiso que te apartaras de Él….

¡Madre de Dios! A cada hora, a cada instante, en todos los climas y bajo todos los siglos, la Santa Iglesia cae rendida a Tus Plantas y proclama este título excelso que es la base de todas Tus grandezas y el fundamento de todos Tus privilegios: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

Ante la gran Madre de Dios, ¿puede presentarse una ruin y pecadora criatura de este mundo? Las puertas del palacio de los reyes y de los poderosos cerradas están para los mendigos…, pero abiertas están de par en par las puertas del palacio de María para todos los pecadores y desgraciados. Y cuando más pecadores y desgraciados son con más piedad y ternura son recibidos.

Por eso, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, de la tierra vengo y sin más títulos que mis miserias me he atrevido a presentarme ante Tu solio maternal…. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras. Fíjate, Señora y Madre mía, en la pena que hoy me trae hasta aquí y verás que todo está perdido, que se han desvanecido todas las esperanzas humanas. Sólo me quedas Tú.

También un día la reina Ester, que era tu figura, se presentó triste y llorosa ante el rey Asuero. "Señor -le dijo- si he hallado gracia en tu presencia, te pido gracia para mi pueblo injustamente condenado a muerte…." Y la compasiva reina fue escuchada….

Y yo te digo también a Ti, Madre de Dios, Señora y Madre mía, ten piedad de mí…. Estoy condenado al dolor, al hambre, al trabajo y a las garras de las injusticias humanas.

Madre del Perpetuo Socorro, nadie Te llamó y lo desamparaste. En Ti confío.

Rezar 3 avemarías.


ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.



Segundo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SEGUNDO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres mi Madre. El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo Tuyo, descansa en Tus Brazos…. El hijo pecador, que es el hombre, que en el dolor y en el amor fue engendrado al pie de la cruz, reza a Tus Pies. ¡Soy yo! Jesús busca Su consuelo y socorro en Tu Corazón y aprieta Tus Manos maternales, y Tú, en Ellas, lo recibes y lo llevas con amorosa complacencia…. ¡Es Tu Hijo! Pero al verme rezando a Tus Plantas, cargado de pecados y abatido bajo el peso de tantos males, me miras a mí….¡y que mirada la Tuya tan dulce y misericordiosa! Sólo las madres miran así….. No lo extraño…. ¡También yo soy tu hijo!

Madre mía, si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a Tu Corazón, que entre en Él y que allí te cuente mis penas y te ofrezca mis plegarias. Los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los matan y de las penas que los ahogan. Mira, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en la pupila de mis ojos que estoy triste, que me asfixio entre sombras, que estoy completamente solo, y que sin Ti la vida será imposible….. Nunca con más verdad que hoy te he dicho: Madre mía, sólo Tú me puedes salvar.

¿Me oyes? La fe me afirma que sí y mi corazón halla en este pensamiento un consuelo inefable. Me oyes, y Tu Corazón maternal se compadece de mis miserias. Ahí tienes en Tus Brazos a Tu Hijo y hermano mío Jesús; pídele por mí…. Las oraciones de las madres siempre hallan eco en Su Corazón…. Una madre, sólo con las lágrimas silenciosas, le pidió que le devolviera al hijo que llevaban a enterrar…. y volvió a la vida el muchacho. Otra madre se echó a Sus Pies y le pidió piedad para su pobre hija, que estaba atormentada del demonio…. En aquel momento Satanás dejaba aquella alma que fieramente atormentaba.

¿Serás Tú, Madre del Perpetuo Socorro, menos oída que aquellas madres desoladas? Sólo pensarlo me parece un crimen. Di, pues, a Tu Hijo: Hijo mío, esta alma está atormentada de muchos males. Un dolor muy grande, sobre todo en estos momentos, tortura su corazón. Óyela, cúrala, sálvala.

Madre mía, estoy en Tus Manos y en las Manos de Jesús.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.





Tercer Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA TERCERO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Corredentora del mundo. En la magna procesión conmemorativa de la Redención del linaje humano, avanzan los ángeles con los instrumentos de la Pasión, y en medio, escoltados por todos los siglos y por todos los hombres, amados, aclamados, venerados, avanzan los dos únicos héroes de esta empresa divina: Cristo Jesús y Tú, Madre mía.

No vivo entre sombras; camino a la luz de los resplandores de la fe. Por eso, creo y confieso que solo mi Dios y Padre Jesucristo me podía redimir.

Creo y confieso que, por glorificarte a Ti y por otros fines altísimos dignos de la Sabiduría Divina, te asoció a esta gran obra de la Redención del mundo.

Creo y confieso que, habiendo escogido Jesús, la cruz como instrumento de salvación, no hay para nadie redención sin cruz.

Creo y confieso que mis dolores y penas, las angustias del alma y los tormentos del cuerpo, son los instrumentos benditos que la Providencia Amorosa emplea para purificar mi alma, para expiar mis pecados, para labrar mi corona eterna y para acercarme más a Jesús.

Pero también creo y confieso que Dios en la vida sabe mezclar y santificar las tristezas y las alegrías, y que nos lleva al cielo, a veces derramando lágrimas, a veces cantando himnos de gratitud y de amor.

Adoro, Madre mía, los planes divinos sobre mí. Permite, sin embargo, que te diga como decía Mi Redentor en el Huerto de Getsemaní: "Aparta de mí este cáliz…, cura mis dolores…, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura……"

Madre mía, cúrame, sálvame, y cantaré Tus Misericordias por los siglos de los siglos.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.



Cuarto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA CUARTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres por disposición divina Dueña de todos los bienes de Dios y Dispensadora de todas Sus gracias.

Cuando la Iglesia te llama Madre de la Divina Gracia proclama que eres Madre de Jesús, que es la Gracia y Vida del mundo… Cuando te dice Auxilio de los cristianos, confiesa que eres amparo del pueblo cristiano en los momentos más angustiosos de su historia.

Cuando Te llamamos Madre del Perpetuo Socorro, reconocemos y confesamos que eres la Depositaria de todos los bienes de Dios. No lo pudieras ser si Tu Misericordia y Tu Poder no abarcaran todos los momentos de todos los hombres hasta el fin del mundo.

Por eso vengo a Tus Plantas y te suplico con todo mi corazón. Si acudo a los Santos, ellos tienen que acudir a Tu Poder Omnipotente, si acudo a Jesús, Jesús me envía a Ti, porque Él mismo Te ha constituido Dispensadora de todos Sus bienes…

Aquí estoy, aquí me tienes llamando con fe y confianza a las puertas de Tu Misericordia.

Óyeme y exclamaré con Tu gran siervo San Alfonso: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María".

Óyeme y mi corazón agradecido repetirá con el Santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es Madre de Misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los desgraciados hijos de Adán, dispuso la Divina Providencia que pasaran por las Manos de la Virgen Santísima".

Óyeme y suspenderé mi corazón al pie de Tu Santa Imagen, y mi lengua dirá a todos los hombres: "Con la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes. Bendita y glorificada sea, por los siglos de los siglos".

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.





Quinto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA QUINTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres Reina de todos los ángeles. Por eso, ahí tienes a Tu lado a los dos grandes príncipes de la corte celestial. En actitud de religiosa veneración esperan Tus órdenes, al mismo tiempo que reconocen Tu excelsa autoridad. He ido llamando de puerta en puerta. Todas se me cerraron: la puerta de la riqueza, la puerta de la amistad, la puerta de la gratitud, la puerta de la ciencia, la puerta del poder… hasta la puerta de la caridad y de la misericordia…

Solo una puerta me queda abierta, la puerta donde Tu Perpetuo Socorro aguarda con los infinitos tesoros de Tu Poder y Tu Misericordia.

Madre mía, un ángel guió a Tobías en un escabroso viaje y llevó a su familia de parte de Dios, la curación, la felicidad y el amor. Otro ángel descendió sobre la obscura cueva donde el profeta Daniel estaba encerrado, para darle la comida del cuerpo y los consuelos del alma. Ahí a Tu lado están esos dos Arcángeles de la corte del cielo: San Rafael y San Gabriel. Diles que me ayuden y me salven, y al punto se acabaran los amargos dolores que me atormentan.

¿Es Satanás el que, por permisión de Dios, me persigue y me acosa como al Santo Job? ¿Son los hombres los que, ingratos e injustos, se ensañan implacables conmigo? Hay momentos, Madre mía, en que la tristeza, el desaliento y la desesperación me ahogan.

Madre mía, si a Ti y a Tu Hijo presentaron esos Arcángeles los instrumentos de dolor, que me traigan a mi el bálsamo de Tu Misericordia.

Pero… que no se haga mi voluntad, sino la voluntad de Dios.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.





Sexto Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SEXTO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispón, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Séptimo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA SÉPTIMO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres la última Esperanza del hombre en esta vida. Que cuando todos los nombres se despiertan con el alma sombría y desesperada sin rayo de luz, sólo Tu Nombre del Perpetuo Socorro brilla en el fondo del alma como la última sonrisa de la Misericordia de Dios.

Ese Hijo Divino que llevas en Tus Brazos ha visto los tormentos que le prepara el pueblo judío. Ese pueblo implacable pedirá que Su Sangre caiga sobre él. Jesús ve con pena como se arranca de Sus Brazos y se aleja. Eso indica la sandalia que cuelga de Su Pie. No ha podido desprenderse del todo…, porque Dios nunca abandona completamente al hombre

¡Qué gran lección nos dan la Justicia y la Misericordia Divinas! ¡Hemos pecado! La Justicia Divina nos condena, nos rechaza… Nuestro pecado contra un Dios que ha muerto por nosotros es demasiado grande. ¡No merecemos perdón!.… Y huimos ante la Infinita Justicia.

Pero no hemos podido separarnos del todo de Dios… No nos resolvemos a darle el postrer adiós de despedida a Su Madre y nuestra Madre María… Su Amor y Su Nombre lo llevamos muy metido dentro del alma… Sólo una débil correa nos une a Jesús: la devoción a Su Madre…

La Santa Iglesia, ante el lecho de los moribundos, para alcanzar para ellos perdón y gracia en esa hora tremenda, reza: "Acuérdate, Señor, que a pesar de los pecados de su juventud, no negó tu fe".

Y yo te digo: "Madre mía, dos cosas guardo en mi alma como suprema esperanza: la fe en mi Jesús… y tu amor, Madre mía del alma".

Por eso vengo hoy a Tus Plantas… El mundo me rechaza…, los hombres me abandonan…, la familia se olvida de mí…, hasta la misma conciencia me persigue…. Y, entre tanto, los males me asedian y los dolores me atormentan… Mi corazón y mi cuerpo sangran por todos los poros.

Madre mía, Tú eres mi última esperanza. A Ti acudo. Necesito un milagro y te lo pido.

Te lo pido y lo espero, y mi lengua Te alabará toda la vida.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.





Octavo Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA OCTAVO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que en la noche obscura de la tormenta, Tú eres la Estrella que brilla en el cielo de la vida, como rayo de luz, como guía de los navegantes.

Por eso el artista que pintó Tu devota Imagen dibujó sobre Tu Frente una estrella. Desde entonces, la Santa Iglesia, en la Letanía, que es la poesía del amor, Te invoca y Te dice: Estrella de la mañana, ruega por nosotros.

Desde entonces San Bernardo, el heraldo de Tus Grandezas, a todos los que en la nave de Pedro van bogando hacia el Cielo, les dice: "Cuando los envuelvan las nieblas, cuando bramen los vientos, cuando los abismos abran sus fauces inmensas, cuando las olas se levanten como montañas de hirviente espuma, amenazándolos con una muerte cierta, miren esta Estrella, llamen a María…"

Desde entonces, todos los marineros que surcan los mares Te invocan en medio de los horrores de la tempestad. En medio de una loca tempestad apareciste Tú, Madre del Perpetuo Socorro. Te colgaron de un mástil roto, Te invocaron y se calmaron las olas y renació la calma.

Aquí tienes a Tus Plantas, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, a un alma que va bogando por el mar de la vida hacia el puerto del Cielo..… y la tormenta me ha sorprendido.

¡Soy un náufrago! Estoy bebiendo las aguas salobres de todas las amarguras humanas… Me ahogan ya las olas de las tentaciones del infierno.

Los vientos locos del dolor y del hambre me lanzan contra los escollos de la desesperación.

Sólo me queda una tabla, a la cual me agarro con desesperadas angustias, Tu Nombre Bendito… Sólo en el Cielo obscuro, que por todas partes me rodea, veo una estrella: es la que brilla en Tu Frente.… La vi de niño como una sonrisa de Tu Amor…. La veo ahora como una mirada de Tu Misericordia. Parece que en esta tempestad horrenda que me ahoga me dices: "Ten esperanza; los míos no se hunden jamás en los abismos. Naufragan, pero los recogen Mis Brazos amorosos"….

Lo sé, Madre mía; lo creo… Lo he experimentado mil veces en mi vida. Sálvame una vez más. Estrella bendita, que luces en la frente de mi Madre del Perpetuo Socorro, guíame…. Voy a Ti…, voy a Dios…, voy al Cielo… Madre mía ¡gracias!

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!


Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.



Noveno Día de la Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Tú conoces todos los dolores de mi vida y sobre todo la horrible pena que hoy me trae a Tus Plantas maternales.

Adoro la Divina Voluntad y beso resignado la Mano de mi Dios que me prueba; y hoy, como ayer y como siempre, confío en Su Infinito Poder y en Su Misericordia Infinita.

Pero Él puso en Tu Corazón las riquezas de Su Bondad y en Tus Manos los tesoros de Su Omnipotencia. Por eso acudo a Ti, Madre Mía del Perpetuo Socorro.

Señora y Madre mía, las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a que puerta llamar para tener algún consuelo en esta amargura que me ahoga. Los hombres, unos me son adversos, otros me persiguen, otros me olvidan, los más me miran con indiferencia. Los pocos que parecen compadecerse de mí se declaran impotentes para remediar mi mal.

Sólo me quedas Tú, Madre mía del Perpetuo Socorro. Por eso a Ti acudo lleno de confianza y amor. ¡Eres la Madre de Dios! ¡Eres mi Madre! Jesús aprieta Tus Manos para depositar en Ellas Su Misericordia y Su Amor. El primer milagro que obró en Su vida mortal lo obró movido por Tus súplicas. ¿No puedes hacer ahora otra súplica como aquélla en favor mío?

Madre mía del Perpetuo Socorro vengo a pedirte un milagro, y que este milagro sea para gloria de Dios, alabanza Tuya y santificación de mi alma. (Se hace la petición).

Aquí vendré nueve días seguidos a Tus Plantas. ¿Quedará Tu Maternal Corazón insensible a mis ardientes y humildes súplicas? Porque eres buena, porque eres fiel, porque eres según el plan Divino, Dueña de todos los tesoros de Dios, por eso confío en Ti.

Sin embargo, que ahora y siempre se haga la voluntad de Dios, así en la tierra como en el Cielo. Tú, Madre mía, hallarás en Tu Maternal Corazón recursos poderosos para que descienda el bálsamo del consuelo ahí donde siga el dolor purificando mi vida

¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro, en Ti confío!

DÍA NOVENO

¿Qué me dice Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro? Que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

Eres Perpetuo Socorro de todos los hombres. Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantan los ojos a Ti y ven en Ti la Madre querida, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que se esconda de Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan a Tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor…, cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos…, cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas…, cuando falta el pan y cuando huye la paz…, cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue…, cuando todas las criaturas parece que se conjuran contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego…, aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz. Nueve días hace que vengo a Tus Plantas a pedirte un milagro porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… Que no se diga que Tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mi miseria.

Adoro la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí me verías. Resiste, si puedes a mis lágrimas…, vuelve de lado Tu Rostro si Tu Corazón no me mira.

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de Tu Nombre, que llena el mundo, y que tantos tristes ha consolado, y a tantos enfermos ha curado, y a tantos huérfanos ha recogido, y a tantas víctimas ha glorificado, mírame y sálvame.

Rezar 3 avemarías.

ORACIONES FINALES

Invocaciones para todos los días
¡Oh Madre mía, Perpetuo Socorro de todos los que sufren y de todos los que lloran! Permíteme que recostada mi frente abatida sobre Tu Corazón de Madre, te diga mis penas y te exponga mis deseos, porque sólo Tú eres mi esperanza en esta hora tristísima en que me acosan todos los males.

Por Tus inefables alegrías cuando por un portento de Dios te viste al mismo tiempo Virgen y Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu gozo dulcísimo cuando por vez primera se miró Jesús en Tus Ojos y te dio el nombre dulcísimo de Madre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la maternal complacencia de Tu Corazón cuando viste como Tu Hijo accedía a Tus súplicas y obraba el primer milagro en las bodas de Caná. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por la santa satisfacción de Tu Espíritu cuando contemplabas los milagros de Tu Jesús en favor de Sus hermanos y Tus hijos, los hombres. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por tu gozo divino cuando viste como Jesús obraba el milagro de los milagros, la Divina Eucaristía para vida, sustento y alegría de todos Tus hijos redimidos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu Mirada de Misericordia. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por Tu nombre de Madre del Perpetuo Socorro, símbolo de poder y de bondad ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Por los continuos y estupendos milagros que haces en favor de los que invocan este nombre Tuyo dulcísimo. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que el poder de Jesús sea reconocido y celebrado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Amor y Misericordia sean de todos glorificados. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que mi corazón, agradecido, te ame y te invoque siempre. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Para que Tu Nombre sea en todo el mundo, conocido, amado y alabado. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, óyeme!

Oración final para todos los días
¡Oh María! Ya que para inspirarme confianza, te quisiste llamar Madre del Perpetuo Socorro, yo (mencionar su nombre), aunque indigno de ser inscrito en el afortunado número de Tus siervos, deseando no obstante participar de los benéficos efectos de Tu Misericordia, postrado ante Tu trono te consagro mi entendimiento, para que piense siempre en el amor que mereces; te consagro mi lengua, para que ensalce Tus grandes prerrogativas y propague Tu devoción; te consagro mi corazón, para que después de Dios, te ame sobre todas las cosas.

Recíbeme ¡oh Gran Reina!, en el venturoso número de Tus siervos; acógeme bajo Tu protección; socórreme en todas mis necesidades espirituales y temporales, especialmente en el peligroso trance de mi agonía. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo; por eso, te constituyo Señora y Árbitro de mis intereses y de todas mis cosas. Dispon, pues, libremente de mí y de cuanto me pertenece conforme Te agrade.

Bendíceme, ¡oh Madre mía!, y con Tu poderosa intercesión fortalece mi flaqueza, a fin de que, sirviéndote fielmente en esta vida, pueda alabarte, amarte y darte gracias en la otra eternamente.

Jaculatoria
¡Oh Madre, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí!

¡Seas amada, seas alabada, seas invocada, seas eternamente bendita, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA CERCANÍA DE MOISÉS A DIOS Y AL PUEBLO


Catequesis del Papa Francisco sobre la cercanía de Moisés a Dios y al pueblo
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media



El Papa Francisco presidió, como cada miércoles, la Audiencia General desde el Palacio Apostólico del Vaticano y continuó con la serie de catequesis sobre la oración. En esta ocasión, comentó el libro del Éxodo y cómo la forma de orar de Moisés era la intercesión ante Dios por su pueblo, al que nunca abandonó a pesar de sus deslealtades.

A continuación, la catequesis completa del Papa Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro itinerario sobre el tema de la oración, nos estamos dando cuenta de que Dios nunca amó tratar con orantes “fáciles”. Y ni siquiera Moisés será un interlocutor “débil”, desde el primer día de su vocación.

Cuando Dios lo llama, Moisés es humanamente “un fracasado”. El libro del Éxodo nos lo representa en la tierra de Madián como un fugitivo. De joven había sentido piedad por su gente y había tomado partido en defensa de los oprimidos.

Pero pronto descubre que, a pesar de sus buenos propósitos, de sus manos no brota justicia, si acaso, violencia. He aquí los sueños de gloria que se hacen trizas: Moisés ya no es un funcionario prometedor, destinado a una carrera rápida, sino alguien que se ha jugado las oportunidades, y ahora pastorea un rebaño que ni siquiera es suyo.


Y es precisamente en el silencio del desierto de Madián donde Dios convoca a Moisés a la revelación de la zarza ardiente: «“Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios» (Éxodo3,6).

A Dios que habla, que le invita a ocuparse de nuevo del pueblo de Israel, Moisés opone sus temores y sus objeciones: no es digno de esa misión, no conoce el nombre de Dios, no será creído por los israelitas, tiene una lengua que tartamudea... Y así tantas objeciones.

La palabra que florece más a menudo de los labios de Moisés, en cada oración que dirige a Dios, es la pregunta “¿por qué?”. ¿Por qué me has enviado? ¿Por qué quieres liberar a este pueblo? En el Pentateuco hay, de hecho, un pasaje dramático en el que Dios reprocha a Moisés su falta de confianza, falta que le impedirá la entrada en la tierra prometida. (cf. Números20,12).

Con estos temores, con este corazón que a menudo vacila, ¿cómo puede rezar Moisés? Es más, Moisés parece un hombre como nosotros. Y también esto nos sucede a nosotros: cuando tenemos dudas, ¿cómo podemos rezar? No nos apetece rezar. Y es por su debilidad, más que por su fuerza, por lo que quedamos impresionados.

Encargado por Dios de transmitir la Ley a su pueblo, fundador del culto divino, mediador de los misterios más altos, no por ello dejará de mantener vínculos estrechos con su pueblo, especialmente en la hora de la tentación y del pecado. Siempre ligado al pueblo. Moisés nunca perdió la memoria de su pueblo.

Y esta es una grandeza de los pastores: no olvidar al pueblo, no olvidar las raíces. Es lo que dice Pablo a su amado joven obispo Timoteo: “Acuérdate de tu madre y de tu abuela, de tus raíces, de tu pueblo”. Moisés es tan amigo de Dios como para poder hablar con Él cara a cara (cf. Éxodo33,11); y será tan amigo de los hombres como para sentir misericordia por sus pecados, por sus tentaciones, por la nostalgia repentina que los exiliados sienten por el pasado, pensando en cuando estaban en Egipto.

Moisés no reniega de Dios, pero ni siquiera reniega de su pueblo. Es coherente con su sangre, es coherente con la voz de Dios. Moisés no es, por lo tanto, un líder autoritario y despótico; es más, el libro de los Números lo define como “un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra” (cf. 12, 3).

A pesar de su condición de privilegiado, Moisés no deja de pertenecer a ese grupo de pobres de espíritu que viven haciendo de la confianza en Dios el consuelo de su camino. Es un hombre del pueblo.

Así, el modo más proprio de rezar de Moisés será la intercesión (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2574). Su fe en Dios se funde con el sentido de paternidad que cultiva por su pueblo. La Escritura lo suele representar con las manos tendidas hacia lo alto, hacia Dios, como para actuar como un puente con su propia persona entre el cielo y la tierra.

Incluso en los momentos más difíciles, incluso el día en que el pueblo repudia a Dios y a él mismo como guía para hacerse un becerro de oro, Moisés no es capaz de dejar de lado a su pueblo. Es mi pueblo. Es tu pueblo. Es mi pueblo. No reniega ni de Dios ni del pueblo. Y dice a Dios: «¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse un dios de oro. Con todo, si te dignas perdonar su pecado..., y si no, bórrame del libro que has escrito» (Éxodo32,31-32).


Moisés no cambia al pueblo. Es el puente, es el intercesor. Los dos, el pueblo y Dios y él está en el medio. No vende a su gente para hacer carrera. No es un arribista, es un intercesor: por su gente, por su carne, por su historia, por su pueblo y por Dios que lo ha llamado. Es el puente.

Qué hermoso ejemplo para todos los pastores que deben ser “puente”. Por eso, se les llama pontifex, puentes. Los pastores son puentes entre el pueblo al que pertenecen y Dios, al que pertenecen por vocación. así es Moisés: “Perdona Señor su pecado, de otro modo, si Tú no perdonas, bórrame de tu libro que has escrito. No quiero hacer carrera con mi pueblo”.

Y esta es la oración que los verdaderos creyentes cultivan en su vida espiritual. Incluso si experimentan los defectos de la gente y su lejanía de Dios, estos orantes no los condenan, no los rechazan. La actitud de intercesión es propia de los santos, que, a imitación de Jesús, son “puentes” entre Dios y su pueblo. Moisés, en este sentido, ha sido el profeta más grande de Jesús, nuestro abogado e intercesor. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2577).

Y también hoy, Jesús es el pontifex, es el puente entre nosotros y el Padre. Y Jesús intercede por nosotros, hace ver al Padre las llagas que son el precio de nuestra salvación e intercede. Y Moisés es la figura de Jesús que hoy reza por nosotros, intercede por nosotros.

Moisés nos anima a rezar con el mismo ardor que Jesús, a interceder por el mundo, a recordar que este, a pesar de sus fragilidades, pertenece siempre a Dios. Todos pertenecen a Dios.

Los peores pecadores, la gente más malvada, los dirigentes más corruptos son hijos de Dios y Jesús siente esto e intercede por todos. Y el mundo vive y prospera gracias a la bendición del justo, a la oración de piedad, a esta oración de piedad, el santo, el justo, el intercesor, el sacerdote, el obispo, el Papa, el laico, cualquier bautizado eleva incesantemente por los hombres, en todo lugar y en todo tiempo de la historia.

Pensemos en Moisés, el intercesor. Y cuando nos entren las ganas de condenar a alguien y nos enfademos por dentro -enfadarse hace bien, pero condenar no hace bien-intercedamos por él: esto nos ayudará mucho.

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 17 DE JUNIO DE 2020


Miércoles de la undécima semana del Tiempo Ordinario
17 de Junio de 2020



Segundo Libro de los Reyes 2,1.6-14.
Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino. Elías y Eliseo partieron de Guilgal,
Elías le dijo: "Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán". Pero Eliseo respondió: "Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré". Y se fueron los dos.
Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán.
Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco.
Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: "Pide lo que quieres que haga por antes de que sea separado de tu lado". Eliseo respondió: "¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!".
"¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así".
Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino.
Al ver esto, Eliseo gritó: "¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!". Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos.
Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.
Después, con el manto que se le había caído a Elías, golpeó las aguas, pero estas no se dividieron. Entonces dijo: "¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?". El golpeó otra vez las aguas; estas se dividieron hacia uno y otro lado, y Eliseo cruzó.



Salmo 31(30),20.21.24.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.

Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;
y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.

Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.


Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.

Jesús dijo a sus discípulos:
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha,
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.





Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Francisco de Sales (1567-1622)
obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia

Tratado del amor de Dios (“Traité de l'amour de Dieu”, II, livre XII, Éd. Gabalda, 1924), trad. sc©evangelizo.org
La pureza de intención

Nuestro Señor, reportan los ancianos, tenía la costumbre de decir a los suyos: “Sean buenos acuñadores de monedas”. Si el escudo no es de buen oro o peso, si no está marcado correctamente en una cara, se lo rechaza por no apto. Una obra de buena clase, si ella no está revestida de caridad, si la intención no es piadosa, no será recibida entre las buenas obras. Si ayuno pero para ahorrar, mi ayuno no es de buena clase. Si ayuno por temperancia pero mi alma tiene un pecado mortal, le falta peso a esta obra ya que es la caridad que da peso a todo lo que hacemos. Si es sólo por conveniencia y para acomodarme a mis compañeros, esta obra no está marcada en una cara de una buena intención. Pero si ayuno por temperancia, estoy en gracia de Dios y tengo la intención de agradar a su divina majestad con esta temperancia, la obra es como una buena moneda, apropiada para hacer crecer en mí el tesoro de la caridad.

       Realizar las pequeñas acciones con pureza de intención y gran voluntad de agradar a Dios, es realizarlas excelentemente y entonces ellas nos santifican enormemente. Hay personas que comen mucho  y están siempre delgadas, cansadas y débiles, porque no poseen una buena fuerza digestiva. Hay otras personas que comen poco y están siempre fuertes y vigorosas, porque tienen el estómago bueno. También existen almas que hacen muchas buenas obras y crecen poco en caridad, porque ellas las realizan de forma fría o desganada, par instinto e inclinación de la naturaleza más que por inspiración de Dios o fervor celeste. Al contrario, hay quienes realizan pocas obras pero con una intención tan santa que ellas progresan mucho en caridad. Tienen poco talento pero lo llevan tan fielmente que el Señor los recompensa grandemente.


SANTORAL DE HOY MIÉRCOLES 17 DE JUNIO DE 2020

Manuel, Sabel e Ismael, SantosManuel, Sabel e Ismael, Santos
Mártires, 17 de junio
Raniero de Pisa, SantoRaniero de Pisa, Santo
Peregrino, 17 de Junio
Pablo Burali, BeatoPablo Burali, Beato
Cardenal, Junio 17
Teresa de Portugal, SantaTeresa de Portugal, Santa
Cisterciense, Junio 17
Joseph-Marie Cassant, BeatoJoseph-Marie Cassant, Beato
Monje Trapense, 17 de junio
Avito, SantoAvito, Santo
Abad, Junio 17

BIENVENIDOS!!!





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