miércoles, 15 de abril de 2020

PASCUA EN CUARENTENA


Pascua en cuarentena




Esta es una Pascua diferente a cualquier otra que hayamos experimentado. Tal vez ya estás acostumbrado a la cuarentena. Tal vez sea una montaña rusa, con días buenos y días malos. O tal vez, todavía estás bastante conmocionado. De todos modos, es seguro decir, que ésta es una Pascua diferente a cualquier otra que hayamos experimentado.

Nuestro mundo está de luto colectivo: pérdida de vidas, pérdida de conectividad, incertidumbre, inestabilidad en los trabajos, etc. Parece que nos han despojado de nuestra libertad. Nuestra esperanza en un futuro luminoso parece más tenue, y nuestra capacidad de celebrar, cuando estamos tan dispersos, parece casi imposible.

Sin embargo, hemos celebrado el Domingo de Pascua, un día de inmensa alegría. ¿Pero cómo se supone que nos alegremos en medio de tanto sufrimiento? ¿Cómo encontrar la esperanza en la Resurrección de Cristo cuando nuestro mundo parece tan desesperado?

Celebrar y vivir como “gente de Pascua” no significa que ignoremos el sufrimiento o pretendamos que no nos afecta. Más bien, nos alegramos porque comprendemos que el sufrimiento es necesario para la alegría, porque es a través de la transformación de este sufrimiento, que la alegría cobra sentido. Un sentido muy diferente al que el mundo conoce. La Pascua no hubiera existido si no hubiera atravesado un gran sufrimiento.

Después de todo, los Apóstoles pasaron su Viernes Santo y su Sábado Santo de forma muy parecida a la nuestra: encerrados en sus casas, asustados y enfrentando muchas incertidumbres. A pesar de ello, Cristo transformó su miedo y su tristeza en profundo gozo, incluso cuando la alegría parecía lo más imposible.

Entonces, ¿cómo podemos alegrarnos en estas circunstancias? No necesitamos buscar más allá de Jesús. Él nos da tres claves para la alegría:

- Esperanza: Jesús tiene esperanza al decir, en la Cruz, “todo está cumplido” y ponerse en las manos de su Padre. Él ya había hecho su parte, ahora confía y espera en Dios. Sabe que su dolor no ha sido en vano.

- Dejarse amar por Dios: Él confiaba en que lo que Dios le permitía soportar, bueno o malo, era para la salvación de los hombres. Sabía que, en medio de todo el dolor, su Padre lo estaba amando y ese amor lo sostenía. Jesús demostró esta actitud de confianza continua, con una aceptación incondicional de cada acontecimiento como regalo de Dios.

Amar a los demás: todos los días que nos quedamos en casa por amor a todos, podemos encontrar alegría como la de Jesús. En cada momento podemos ofrecer nuestro sacrificio por los demás. ¿Qué razón más grande para la alegría que esta?

La muerte no es el final... Sí, Jesús se levantó de la tumba, Él ha vencido la muerte. Y si tiene poder sobre la muerte, puede elevarnos a la vida eterna con Él. En otras palabras: si celebramos el Domingo de Pascua, celebramos que nuestra muerte es solo el comienzo de la felicidad para siempre con Dios. Incluso si lo peor nos sucede a nosotros y a quienes amamos, no es el final. Podemos esperar en una vida eterna aún más feliz que todas las alegrías que hemos conocido en este mundo.

En palabras de santa Teresita de Lisieux: “El mundo es tu barco y no tu hogar”. No vivimos para este mundo, sino para el que no se ve. La Resurrección de Cristo nos recuerda que hay mucho más para nosotros que esta realidad presente y sus penas.



* Aleteia

VENGAN A MÍ


“Vengan a mí”



Sin camino no se anda, sin verdad no se conoce, sin vida no se vive. Si andamos perdidos sin encontrar el rumbo, si sentimos que en lugar de vivir “arrastramos la vida” o lo que sería peor somos “muertos en vida”, éste es el momento de buscar a Cristo, de acercarse al Señor, Camino, Verdad y Vida, en el seno de una comunidad creyente.

“Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Vengan a mí todos los que están deprimidos y agobiados, y yo les daré alivio. Vengan a mí todos los que están desorientados y sin sentido, yo soy el camino. Vengan a mí todos los que están en tinieblas y sombras de muerte, yo soy la luz. Vengan a mí, mansos y humildes, y encontrarán un remanso para su alma” (Jesús).

Jesús ve nuestra necesidad. Lo necesitamos a él y a nadie más. Sólo él puede advertir cuán grande es la necesidad que tenemos de él en esta hora del mundo. El hambriento se imagina que busca pan, y en verdad tiene hambre de él. El sediento cree desear tan sólo agua y en realidad tiene necesidad y sed de él. (GP). El nos invita: “Vengan a mí”.



* Enviado por el P. Natalio

EL PAPA FRANCISCO EXPLICA EN QUÉ CONSISTE LA VERDADERA PAZ INTERIOR


El Papa Francisco explica en qué consiste la verdadera paz interior
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Foto: Vatican Media




El Papa Francisco destacó durante la Audiencia General de este miércoles que “el verdadero equilibrio interior surge de la paz de Cristo” y advirtió que frecuentemente el significado de la palabra paz, puede “ser mal entendida o trivializada”.

“El verdadero Shalom y el verdadero equilibrio interior surgen de la paz de Cristo, que proviene de su Cruz y genera una nueva humanidad, encarnada en una infinita lista de santos y santas, inventivos, creativos, que han ideado nuevas formas de amar. Esta vida como hijos de Dios, que por la sangre de Cristo buscan y encuentran a sus hermanos, es la verdadera felicidad”, dijo el Papa durante su catequesis semanal de este 15 de abril.

Al reflexionar en la séptima bienaventuranza relatada en el Evangelio de San Mateo (Mt 5,9) que dice: “dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” el Pontífice explicó que para entender esta afirmación en la que se habla de quienes “trabajan por la paz” es necesario aclarar en qué consiste la paz verdadera.

En esta línea, el Papa confió que le alegra abordar esta cuestión “inmediatamente después de Pascua, porque la paz de Cristo es el fruto de su muerte y Resurrección” y añadió que “para comprender esta dicha, uno debe explicar el significado de la palabra paz”.


Dos diferentes ideas de paz

“Debemos orientarnos entre dos ideas de paz: la primera es la bíblica, donde aparece la bellísima palabra Shalom, que expresa abundancia, prosperidad, bienestar. Cuando en hebreo se desea Shalom, se desea una vida bella, plena y próspera, conducida bajo la verdad y la justicia, que se cumplirá en el Mesías, Príncipe de paz”.

En segundo lugar, está el otro sentido, más extendido, por el cual la palabra “paz” se entiende como “una especie de tranquilidad interior; ésta es una idea moderna, psicológica y más subjetiva. Se piensa generalmente que la paz es tranquilidad, armonía, equilibrio interior” y añadió que “este segundo significado es incompleto y no puede ser absolutizado, porque la inquietud en la vida puede ser un momento importante de crecimiento, mientras que puede ocurrir que la tranquilidad interior corresponda a una ‘conciencia domesticada’ y no a una verdadera redención espiritual”.

“Muchas veces el Señor debe ser un ‘signo de contradicción’ sacudiendo nuestras falsas certezas, para llevarnos a la salvación”, describió el Papa quien invitó también a recordar que “el Señor entiende que su paz es diferente de la humana, cuando dice: ‘Les dejo la paz, les doy mi paz. No como la da el mundo, yo se las doy’ del Evangelio de San Juan (Jn 14,27)”.

“Preguntémonos: ¿cómo da paz el mundo? Si pensamos en los conflictos bélicos, las guerras normalmente terminan de dos maneras: con la derrota de una de las dos partes o con tratados de paz. Solo podemos esperar y rezar para que siempre se tome esta segunda vía; sin embargo, debemos considerar que la historia es una serie infinita de tratados de paz negados por guerras sucesivas o por la metamorfosis de esas mismas guerras de otras maneras o en otros lugares”, expresó.

De este modo, el Papa reiteró que en la actualidad existe “una guerra en pedazos” que se lleva a cabo “en múltiples escenarios y de diferentes maneras. Al menos debemos sospechar que, en el contexto de una globalización construida sobre todo por intereses económicos, la ‘paz’ de algunos corresponda a la ‘guerra’ de otros. ¡Esta no es la paz de Cristo!”.

Por ello, Francisco cuestionó “¿cómo ‘da’ su paz el Señor Jesús?” y citó la Carta de San Pablo a los Efesios (Ef 2,14) en que el apóstol describe que “la paz de Cristo es ‘hacer de dos, uno solo’ eliminar la enemistad y reconciliarse. Y la forma de lograr este trabajo de paz es su cuerpo. De hecho, reconcilia todas las cosas y pone paz con la sangre de su cruz”.

En este sentido, el Santo Padre preguntó “¿quiénes son los que trabajan por la paz?” y concluyó que esta séptima bienaventuranza “es la más activa, explícitamente operativa; la expresión verbal es análoga a la utilizada en el primer versículo de la Biblia para la creación e indica iniciativa y laboriosidad”.

“El amor es, por naturaleza, creativo y busca la reconciliación a toda costa. Son llamados hijos de Dios los que han aprendido el arte de la paz y lo ejercitan, y saben que no hay reconciliación sin el don de la vida, y que siempre se debe buscar la paz. ¡En todo momento! Este no es un trabajo autónomo que es el fruto de las propias habilidades, es una manifestación de la gracia recibida de Cristo, quien nos hizo hijos de Dios”, dijo.

Finalmente, el Papa Francisco animó a “colaborar con Dios en la tarea de construir la paz, en cada momento y lugar, comenzando por aquellas situaciones que viven y con las personas que tienen alrededor; de manera particular, en estos momentos que estamos viviendo a causa de la pandemia, para que, con un gesto concreto de bien, puedan llevar la ternura, la alegría y la paz de Cristo Resucitado”. 

“¡Feliz Pascua de Resurrección! y que Dios los bendiga”. 

EMAÚS: IDA Y VUELTA


Emaús: ida y vuelta
Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra


Por: Pablo Cabellos Llorente | Fuente: Catholic.net




Debemos a San Lucas el conocimiento amplio de lo sucedido el mismo día de la Resurrección a Cleofás y su compañero en el camino de Emaús. Andan entristecidos por una esperanza perdida. Cuando Jesús resucitado se hace el encontradizo con ellos, no salen de su asombro ante la pregunta del Señor sobre la conversación que traen. Al tratar de explicar lo sucedido al que se ha sumado como compañero de viaje, ellos mismos confiesan su desesperanza: "nosotros esperábamos que él sería quien redimiera a Israel. Pero con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas".

Esperábamos, afirman en un pasado que suena a fiasco. Tal vez no esperaban nada, o no esperaban rectamente porque su idea de la redención de Israel era muy otra. No nos extraña porque, en demasiadas ocasiones y a demasiados cristianos, nos viene a suceder lo mismo cuando pensamos que Dios no está a nuestro lado, o no nos escucha o, si nos escucha, no atiende a nuestras necesidades. No tenemos en cuenta aquello de San Pablo a los Romanos: "el Espíritu acude en ayuda de nuestra flaqueza: porque no sabemos lo que debemos pedir como conviene; pero el mismo Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables". Nuestra oración ha de ser guiada por el mismo Dios, porque no siempre pedimos bien.

Y esto hace Jesús con aquellos dos desesperanzados, también impacientes y poco comprensivos con los tiempos de Dios porque se van a Emaús cuando ya tienen bastantes rumores acerca de la Resurrección o, mejor dicho, más que rumores tienen el testimonio de las mujeres y de alguno de los suyos, pero como a Él no lo han visto, no les basta. Una vez más nos encontramos pensando con criterios exclusivamente humanos y, seguramente por eso, de vuelo corto.

Por fortuna -como a aquellos dos caminantes desalentados- Jesús se nos acerca mucho más de lo pensamos y de variadísimas maneras. Con Cleofás y su amigo empleó la misma paciencia que con nosotros. En su caso, para explicarles desde Moisés a los Profetas a fin de que comprendieran que todo había sucedido como estaba previsto.

En nuestras situaciones hará también cuanto necesitemos para calentar nuestro corazón o dar luz a nuestra mente. La luz es enseñarnos a ver nuestra vida y lo que nos sucede con los ojos de la fe, tan distintos de nuestras miradas cortas. Estamos habituados a razonar de modo que comprendamos todo con silogismos bien construidos, pero con frecuencia nos olvidamos de la premisa mayor: Dios, que ve las cosas de otro modo, sub especie aeternitatis, con la vista puesta en la eternidad. Las cosas son como las ve Dios. Y nos caldeará el corazón, como hizo con aquellos dos hombres de modo casi imperceptible, porque acaban de darse cuenta al final: "¿no es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?".

Hemos de tener el oído atento para escuchar al Señor, que nos habla también a través de las Escrituras, en la Eucaristía, a través de un amigo, en el acompañamiento o dirección espiritual, en una homilía u otros medios de formación, en un rato de oración ante el Señor sacramentado o en otro lugar cuando no es posible acercarse a un sagrario, en las incidencias de la vida corriente o siendo nosotros ese cristiano que "debe hacer presente a Cristo entre los hombres, debe obrar de tal manera que quienes le traten perciban el bonus odor Christi (Cfr. 2 Cor II, 15), el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro". Así lo afirmaba San Josemaría Escrivá, comentando este pasaje de Lucas en la homilía Cristo presente en los cristianos.

Así, un camino de ida para quienes parecen "estar de vuelta" se convirtió, por la misericordia de Jesús, en el camino del encuentro, un sendero en el que, por obra de Dios, el desaliento se convierte en luz y calor. A pesar de nuestras debilidades, todos tenemos la posibilidad de ser el amable compañero de viaje que haga pronunciar a nuestros familiares, amigos, compañeros, vecinos... las mismas palabras de los discípulos de Emaús que, como se lee en Camino, "debían salir espontáneas, si eres apóstol, de labios de tus compañeros de profesión, después de encontrarte a ti en el camino de la vida".

Esa vía de ida, que facilita el camino de vuelta a nuestro sitio, a la casa del Padre, está en nuestra manos para cada uno de nosotros y para los demás. Antes cité algunos medios. Quiero ir finalizando recordando algo capital: la confesión sacramental, el sacramento de la misericordia y el perdón, que quita nuestras costras y durezas para que la voz del Espíritu resuene más clara en nuestra conciencia, ese sagrario de nuestra intimidad en el que escuchamos la voz de Dios siempre que nuestras auto-disculpas no la conviertan en el sonido de la propia subjetividad.

Se levantaron de la mesa que habían compartido con el Señor y regresaron a Jerusalén, volvieron a su sitio, al redil de Dios, donde encontraron reunidos a los once y a los que estaban con ellos. Volvieron para ser cada uno apóstol de apóstoles. Termino con otras palabras de San Josemaría tremendamente animantes: "Camino de Emaús. Nuestro Dios ha llenado de dulzura este nombre. Y Emaús es el mundo entero, porque el Señor ha abierto los caminos divinos de la tierra" (Amigos de Dios, 314).

HOY SE CELEBRA A SAN DAMIAN DE MOLOKAI, EL APÓSTOL DE LOS LEPROSOS,15 DE ABRIL


Hoy se celebra a San Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos
Redacción ACI Prensa






“Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”, solía decir San Damián de Molokai, quien contrajo lepra al servir como misionero a los pacientes con esta enfermedad en una de las islas Hawai (Estados Unidos). Su fiesta se celebra cada 15 de abril.

San Damián nació un 3 de enero de 1840 en Bélgica, ingresó a la vida religiosa con los Padres de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Fue enviado como misionero a Hawai (Estados Unidos) y el 24 de mayo de 1864 fue ordenado sacerdote en Honolulu, la capital.

Ayudaba incesantemente a los pobladores del lugar y trabajó con sus propias manos para que se construya una Iglesia, ganándose la estima de la gente.


Por ese entonces se desató una terrible epidemia de lepra. Los enfermos eran apartados de la comunidad y abandonados a su suerte en una colonia especial. El P. Damián pidió ir a ayudarlos y desembarcó con varios leprosos en Molokai.

En ese lugar había mucha violencia y muchos vivían sin esperanza y paz. Escuchaba la burla de los borrachos, las lamentaciones de los moribundos y los aullidos de los perros que se comían a los muertos.

Poco a poco el Santo fue transformando el lugar, construyó una iglesia en honor a Santa Filomena, hospital, enfermería, escuela, viviendas, etc. En 1885 contrajo la enfermedad de lepra con tan sólo 49 años y rechazó ser trasladado para recibir tratamiento.

"Hasta este momento me siento feliz y contento, y si me dieran a escoger la posibilidad de salir de aquí curado, respondería sin dudarlo: ‘Me quedo para toda la vida con mis leprosos’”, decía.

El Santo con sus dolores continuó con la obra evangelizadora en medio de ese pueblo sufriente. Antes de morir vio llegar al P. Wendelin y a las hermanas franciscanas que se encargaron de la enfermería. Entre ellas estaba la Beata Madre Marianna Cope que sirvió más de 30 años a los leprosos.

Partió a la Casa del Padre el 15 de abril de 1889. Una estatua de bronce del santo se encuentra en el Capitolio de Estados Unidos en representación al estado de Hawai.

PAPA FRANCISCO: RECEMOS POR LOS ANCIANOS QUE TIENEN MIEDO MORIR SOLOS


Papa Francisco: Recemos por los ancianos que tienen miedo a morir solos
Redacción ACI Prensa



Al inicio de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta de este miércoles 15 de abril, el Papa Francisco pidió rezar especialmente por los adultos mayores “aislados o en los asilos de ancianos” porque tienen miedo a morir solos durante esta pandemia del coronavirus, COVID-19.

“Recemos hoy por los ancianos, especialmente por quienes están aislados o en los asilos de ancianos. Ellos tienen miedo, miedo de morir solos. Sienten esta pandemia como algo agresivo para ellos”, dijo.


En esta línea, el Santo Padre señaló que “ellos son nuestras raíces, nuestra historia. Ellos nos han dado la fe, la tradición, el sentido de pertenencia a una patria. Recemos por ellos para que el Señor esté cerca de ellos en este momento”, indicó el Pontífice.

Luego, el Papa en su homilía explicó que “Dios es salvador porque es fiel a su promesa” y destacó que “la fidelidad de Dios es fiesta, es fiesta gratuita, es fiesta para todos nosotros”.

“La fidelidad de Dios es una fidelidad paciente. Tiene paciencia con su pueblo, lo espera, lo guía, le explica lentamente, y le calienta el corazón, como hizo con estos dos discípulos que caminan lejos de Jerusalén. Les calienta el corazón para que regresen a casa”.

Además, el Santo Padre destacó que “la fidelidad de Dios siempre nos precede, y nuestra fidelidad siempre es respuesta a aquella fidelidad que nos precede. Es Dios quien nos precede siempre, es la flor del almendro en primavera: florece el primero. Ser fiel es alabar esta fidelidad. Es una respuesta a esta fidelidad”, concluyó.

LECTURAS BÍBLICAS DE HOY MIÉRCOLES DE LA OCTAVA DE PASCUA,15 DE ABRIL DE 2020


Lecturas de hoy Miercoles de la Octava de Pascua
Hoy, miércoles, 15 de abril de 2020



Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3,1-10):

EN aquellos días, Pedro y Juan subían al tempo, a la oración de la hora nona, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se quedó mirándolo y le dijo:
«Míranos».
Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
Y agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. Todo el pueblo lo vio andando y alabando a Dios, y, al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa del templo, quedaron estupefactos y desconcertados ante lo que le había sucedido.

Palabra de Dios


Salmo
Sal 104,1-2.3-4.6-7.8-9

R/. Que se alegren los que buscan al Señor

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas todos los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.

Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/.

Secuencia
(Opcional)

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,13-35):

AQUEL mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana la sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria».
Y, comenzado por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 15 de abril de 2020
Bonifacio Fernández, cmf



Querido Dios Padre Resucitador:

Por la resurrección de tu Hijo amado has mostrado tu gran protesta contra la muerte. Y contra todo aquello que hizo históricamente inevitable la condena a muerte de tu Hijo del alma. Muestras que estás a favor de la vida y en contra de la muerte de los inocentes.  Resucitando a tu Ungido de entre los muertos le has dado la razón, te has puesto de su parte con todo amor. Has revelado palmariamente que su vida y sus palabras, y sus decisiones, expresan tu amor de Padre, que estabas con él, que no lo abandonaste ni en Getsemaní ni en la soledad de la cruz. Respondiste a su entrega de la vida, haciéndole partícipe de tu abrazo eterno, incluso en su humanidad trasfigurada.

En tu carta de hoy a través de San Lucas nos recuerdas cómo el Resucitado se nos hace encontradizo en la situación de frustración de los discípulos. Los dos de Emaús están viviendo una profunda decepción. Sus esperanzas puestas en Jesús se veían frustradas radicalmente. El profeta poderoso en obras y palabras había sido condenado por las autoridades y crucificado por el gobernador Pilato. Todo parecía gritar que el justo había sido abandonado, que la cruz era el punto final de la maravillosa aventura tras las huellas de Jesús.

El Resucitado de entre los muertos como un caminante más se pone en movimiento con ellos.  Sus ojos eran incapaces de reconocerlo. Pero, poco a poco, se va iluminando su tristeza. Conversan, caminan. Hablan de lo que acaba de suceder en Jerusalén. Mencionan que están sobresaltados por las noticias de apariciones que han dado algunas mujeres. El caminante les va haciendo reflexionar. Les va abriendo los ojos para ver con una nueva mirada; les explica las Escrituras. Se queda con ellos a cenar. Y entonces se dan cuenta que el caminante hace los mismos gestos que había hecho Jesús. Y es en ese signo donde los ojos se le abren como platos. Y reconocen qué es Jesús en persona.

Me doy cuenta, Padre resucitador, que en tu carta de hoy me estás hablando de mi propia historia como discípulo. El nuevo rostro del resucitado no es verificable. Es invisible a los ojos de la cara. Hacen falta los ojos de la fe. Se requiere esa mirada penetrante y sorprendida que lee los hechos visibles como signos de su presencia.

Gracias Padre por recordarnos hoy la belleza del camino de nuestra fe. Gracias por hacernos por encender nuestra vida de luz, cuando escuchamos tu palabra de amor, que es más fuerte que la muerte. Gracias por tu amor que nos resucitará de la muerte.

Un abrazo entrañable

Tu hijo

FELIZ MIÉRCOLES!!!





martes, 14 de abril de 2020

EL FABRICANTE DE JABÓN


El fabricante de jabón



Dios creó al hombre libre. Frente a la verdad puede abrirse o cerrarse, aceptar o negar. Este es el misterio del hombre frente a la generosa oferta de salvación que Jesús, el Hijo de Dios nos hace. Si el Evangelio, levadura santa de Dios, no penetra en los corazones, jamás podrá mejorarse la masa humana y hacer retroceder la oscuridad del mal y del egoísmo.

Un fabricante de jabón dijo a un sacerdote: “El cristianismo no ha logrado nada. Hace 2000 años que se predica y el mundo no ha mejorado. Todavía hay mucho mal y gente mala”. El sacerdote señaló a un chico sucio de la cabeza a los pies, y respondió: “El jabón no ha logrado nada. Todavía hay suciedad y gente sucia en el mundo”. “El jabón –contestó el empresario– sirve solamente si se lo aplica”. Y el cura volvió a replicar: “La fe cristiana también”.

No basta escuchar y conocer las verdades de la fe: hay que vivirlas. “Dichoso el hombre que escucha la Palabra de Dios y la practica”. Sólo así tu vida adquirirá consistencia y nada la derribará, pasarás victorioso las pruebas de este mundo perecedero y tendrás junto a Dios una morada de eterna felicidad. El Señor te asista en el combate de la fe.


* Enviado por el P. Natalio

DECÁLOGO PARA SABER ENVEJECER



Decálogo para saber envejecer
Acaso lo más interesante, y además, gran verdad, sea pensar que


Por: Antonio Gil | Fuente: http://www.religionenlibertad.com




El verano y las vacaciones son, sin duda, una época propicia para rejuvenecer, para mostrar nuestra mejor silueta, para considerarnos más en forma.

Todo el mundo quiere ser joven y parecerlo. Incluso las personas de edad más avanzada. Quizás porque, como decía alguien, "nada nos hace envejecer con mayor rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos". Por eso, lo mejor será pensar que aún somos jóvenes.

Como suele decir Manuel Alcántara, con su fino humor: "Y dentro de cien años, cuando todos seamos jóvenes...". Pues, eso. Acaso lo más interesante, y además, gran verdad, sea pensar que "toda edad tiene sus propios frutos; hace falta saberlos recoger". Para quien quiera conocer los secretos de "saber envejecer", valga este decálogo fácil y sencillo.

1. "Cuidarás tu presentación cada día". Arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida! Que al verte se alegren los ojos de los demás.

2. "No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación". Saldrás a la calle y al campo de paseo: "El agua estancada se pudre".

3. "Amarás el ejercicio físico". Un rato de gimnasia, una caminata razonable dentro o fuera de casa, por lo menos abrir la puerta, regar las rosas, contestar el teléfono.

4. "Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado". La cabeza gacha, la espalda encorvada, la mirada perdida, no favorecen nada. Que la gente diga un piropo cuando pasas: "¡Qué recto va el señor! ¡Qué guapa la señora!".

5. "¡No hablarás de tu edad, ni te quejarás de tus achaques reales o imaginarios!". Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que eres. A la gente no le gusta oír historias de hospital. Cuando te pregunten cómo estás, dirás que. ¡muy bien!

6. "Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas". Al mal tiempo, buena cara. Sé positivo y`de buen humor. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo. El corazón no envejece.

7. "Tratarás de ser útil a los demás". Ayuda con una sonrisa, un consejo, un servicio. No te coloques el cartel de "inservible".

8. "Trabajarás con tus manos y con tu mente". Haz lo que puedas. El trabajo es la terapia infalible.

9. "Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas". Desde luego, las que se anudan en el hogar, integrándote a todos los miembros de tu familia.

10. "No pensarás que todo el tiempo pasado fue mejor". Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento.

ORACIÓN A SAN ANTONIO EN TIEMPO DE EPIDEMIA


ORACIÓN A SAN ANTONIO
 EN TIEMPO DE EPIDEMIA



Querido San Antonio,
Estamos cerca de tu tumba bendecida
para invocar tu intercesión.

Tú que recibiste a Jesús en tus brazos,
Acompáñanos siempre en nuestro camino,
Especialmente en este momento de prueba
Y sobre los para nosotros fuerza,
ayuda y motivo de esperanza.

Intercede ante Dios
para que proteja a nuestras familias
Nuestras comunidades, el mundo entero;
Libéranos y nos cure de esta epidemia.

La fuerza del Espíritu
Apoya a los enfermos y a sus familias,
reconforta a los ancianos y a todos los
Que viven en la soledad;
Ayuda con el don de la fortaleza
Y del intelecto cuantos están ocupados
atención sanitaria;
fortalece el espíritu de solidaridad
entre los miembros de la sociedad
para enfrentar juntos esta catástrofe.

Danos conformarnos a la voluntad del Padre
Siguiendo el ejemplo de Jesús,
Que tomó sobre sí nuestros sufrimientos
y se cargó de nuestros dolores.

Para llevarnos, a través de la cruz,
A la alegría de la resurrección.
Amén amén amén amén amén amén amén
Gloria al Padre...

LAS MUJERES ACUDEN AL SEPULCRO


Las mujeres acuden al sepulcro
Resurrección y Ascensión. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron.


Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net




"Pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y, muy de mañana, al día siguiente del sábado, llegan al sepulcro, salido ya el sol. Y se decían unas a otras: ¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?"(Mc).

Iban llenas de amor, habían observado todo con detalle. Saben que el embalsamamiento podían hacerse mejor. Lo han hecho muchas veces. Pero sobre todo quieren ungir el cadáver de Jesús con su cariño y su amor. Quieren tener el último detalle de piedad con el Maestro. En el camino, decididas, piensan en el obstáculo que es la piedra. Ciertamente no pueden removerla. Se necesitan hombres fuertes y máquinas. No pueden removerla ellas solas; pero, sorprendentemente, van. La intuición puede más que los razonamientos. De momento ellas van movidas por el cariño y la piedad.

A pesar de todo, corren hacia el sepulcro, muy cerca del calvario. "Y al mirar vieron que la piedra estaba apartada; era ciertamente muy grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, y se quedaron asustadas. El les dice: No tengáis miedo; buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar donde lo colocaron. Pero marchad, decid a sus discípulos y a Pedro que él va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os dijo. Y saliendo, huyeron del sepulcro, pues estaban sobrecogidas de temblor y fuera de sí; y no dijeron nada a nadie, porque estaban atemorizadas"(Mc). Era mucho para sus fuerzas. Buscaban a un cadáver, y encuentran un ángel que les dice que no busquen entre los muertos al que vive. El ángel añade: "Recordad lo que os anunció cuando, estando todavía en Galilea, cuando dijo: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores que sea crucificado y resucite al tercer día. Entonces se acordaron de estas palabras" (Lc)

María Magdalena

María Magdalena acude con las demás mujeres, cuando ve el sepulcro vacío, actúa según su temperamento, sale corriendo a avisar a Pedro y a Juan; las demás se quedan allí y se les aparecen ángeles que les dicen que Jesús ha resucitado, pero María ya ha marchado. Pedro y Juan llegan al sepulcro ven las cosas como les ha dicho María, y se marchan; llega María y no hay nadie en el sepulcro, es entonces cuando se dará una nueva conversión de María Magdalena.

"María estaba fuera llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia la concavidad, y vio a dos ángeles de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les respondió: se han llevado a mi Señor y no se donde le han puesto. Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y lo recogeré. Jesús le dijo: ¡María! Ella, volviéndose, exclamó en hebreo: ¡Rabbuni!, que quiere decir Maestro. Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido a mi Padre; pero vete a mis hermanos y diles: subo a mi Padre y a vuestro padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y me ha dicho estas cosas"(Jn).

Sorprende el aplomo, casi indiferencia, de la Magdalena ante los ángeles y la pregunta que ellos le hacen: ¿por qué lloras?, como si fuese posible responder de un modo simple a un dolor producido por tantas causas. María llora por la muerte horrible que ha sufrido el Maestro- así le llama casi siempre-; llora por la ingratitud de tantos que recibieron sus favores y milagros; llora por la debilidad de sus discípulos que no supieron ser fieles y defenderle; llora por la crueldad de los judíos -conocidos suyos muchos de ellos- que han matado, o consentido, en la muerte del Inocente, llora por el dolor de la Madre de Jesús; pero manifiesta sólo que llora porque "se han llevado a mi Señor y no sé donde le han puesto", eso dice a los ángeles: el motivo más débil y el que manifiesta que su fe no ha sido del nivel de la de María Santísima, que no acudió al sepulcro porque sí creyó que Jesús resucitaría al tercer día. A la Magdalena le apena no haber podido tener un gesto de generosidad y despedida con el cadáver de su Señor, no piensa en Jesús resucitado. Su fe se asienta todavía en afectos muy humanos.

Es entonces cuando se le aparece el Señor diciendo las mismas palabras de los ángeles, pero añadiendo algo que revela que lee en su pensamiento: "¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". María revela de nuevo su interés por el cuerpo muerto del Maestro, y entonces, Jesús dice una sola palabra que le abre los ojos y le descubre lo que estaba oculto a su mirada; le dice: "María", es entonces cuando la Magdalena descubre que es Jesús el que le habla: reconoce al Maestro cuando es llamada por su nombre. Estaba tan lejos de pensar que era el mismo Jesús que no reconoce el modo de hablar, ni aquel acento tan querido y conocido hasta que escucha su propio nombre, entonces exclama ¡Rabbuni! Jesús llena de gozo a aquella mujer llena de dolor. Y, desde aquel momento, la noche de su alma se transforma en un día que no podía ni soñar. Su fe será más parecida a la de María Santísima, será la fe de quien ha visto a Cristo resucitado.

Jesús le da el encargo de ir a los suyos, y la antigua pecadora se convierte en testigo anunciando a los Apóstoles la resurrección de Jesús. Parece que el Maestro quiere que aprendan una nueva lección: tendrán que experimentar la dificultad para creer sólo por el testimonio de otra persona, que, además, antes fue pecadora.

María Magdalena se convirtió, y partiendo de muy abajo llegó muy arriba; de ella habían salido siete demonios, pero, convertida, su fidelidad no teme a la Cruz y es apóstol primera de la Resurrección. Se humilló y Dios la eleva. Jesús se vuelca en aquella alma humilde, y ella responde con una entrega incondicional al Maestro, aprovechando lo mejor de sí misma: su capacidad de amar. Esa cualidad le había conducido al pecado, ahora- con la gracia de Dios- le sirve para amar a Dios de un modo total. La pecadora será santa.

La voz de Jesús llamándola por su nombre debió resonar siempre en sus oídos. Ahora definitivamente ya es otra mujer. Si la pecadora desapareció con el arrepentimiento de la primera unción, también quedó superada la debilidad de la mujer que llora porque no acaba de entender a Jesús que no cura a Lázaro cuando era el momento oportuno, y también desparece la mujer que llora en la Cruz o en el sepulcro, la muerte de su Señor, ahora ya es María de Jesús resucitado. El alma de María Magdalena es un alma que vive una vida tan plena que ni podía soñar cuando se decidió a cortar con su vida de pecado.

IMÁGENES DE MEDITACIONES DIARIAS PARA EL MES DE MAYO, MES DE MARÍA
































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