lunes, 17 de septiembre de 2018

EL NOMBRE DE DIOS


El nombre de Dios




1) Para saber
Cuando nos referimos a una persona lo hacemos por su nombre: “Pedro es un buen futbolista”. Si lo honramos, será por su nombre: “Pedro es muy trabajador y honrado”. Decir el nombre es referirse a toda la persona. Por ello, al nombre de Dios le debemos todo el respeto.

El Segundo Mandamiento nos lo indica: «No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios» (Éxodo 20, 7). El Papa Francisco, siguiendo su catequesis sobre los Mandamientos, comenta que es una “invitación a no ofender el nombre de Dios y evitar usarlo inapropiadamente… de no usar el nombre de Dios en vano, de forma inoportuna”.

La expresión «en falso» quiere decir: «en vacío, vanamente». Es la característica de la hipocresía, del formalismo y de la mentira, de usar el nombre de Dios, pero vacío, sin verdad.

2) Para pensar
Cuando una persona vive una relación falsa con Dios, no está tomando en serio su nombre, y sus palabras se hacen poco creíbles. En cambio, quien lucha por llevar una relación sincera con Dios, gana en credibilidad y Dios puede obrar en él. Ese cristianismo toca los corazones. El Papa Francisco señala que los santos son capaces de tocar y mover los corazones porque en ellos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad, relaciones verdaderas, radicalidad.

Se cuenta que hace años había en Inglaterra vivía Peter, un señor protestante, a quien visitaba semanalmente John, su amigo católico. En un ambiente amistoso charlaban y discutían las verdades de fe. Sin embargo, John se impacientaba al ver que a Peter no le convencían sus razones.

Sucedió que anunciaron que la Madre Teresa de Calcuta visitaría la ciudad y daría una conferencia. John animó a Peter para que asistiera, y finalmente fue.

Cuando se volvieron a ver, Peter lo recibió con mucha alegría y le dijo que estaba decidido para ingresar a la Iglesia Católica, pues las palabras de la Madre Teresa lo habían convencido. John, feliz también, le pidió le dijera cuáles palabras le convencieron. Peter le contó lo que había escuchado y al terminar, John, sorprendido, le dijo: “Pero Peter, todo eso yo ya te lo había dicho...” A lo que Peter le contestó: “Sí, es cierto, ¡pero ahora lo dijo la Madre Teresa!”

Como dice el Papa Francisco, los santos mueven los corazones. Pero también hay «santos de la puerta de al lado» como, por ejemplo, los muchos padres que dan a los hijos el ejemplo de una vida coherente, sencilla, honesta y generosa. Pensemos si nuestras palabras van acompañadas con la fuerza de nuestra vida.

3) Para vivir
Este segundo mandamiento nos recuerda que estamos bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo», como afirmamos cuando hacemos la señal de la cruz, para vivir nuestras acciones cotidianas en comunión con Dios, es decir, en su amor. El Papa Francisco invitó a los padres para que enseñen a los niños a hacer la señal de la cruz en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque luego sucede que no saben o la hacen mal.

Al tomar el nombre de Dios con amor y respeto, se practica la primera petición del Padre Nuestro, «santificado sea tu nombre». Y Dios no dirá nunca «no» a un corazón que lo invoca sinceramente.



© Pbro. José Martínez Colín

EL ASNO ENGREÍDO


El asno engreído


Te invito a reflexionar hoy sobre la vanidad humana. “El vanidoso es como un gallo que se imaginara que el sol sale para oírlo cantar”. “Vasito de barro: ¿por qué te quieres poner tan alto? ¿No ves que si te caes, te quiebras? ¿No sabes que el aroma de tus flores se percibe mejor si estás abajo?” (V. Gar-Mar).

Una vez le tocó a un asno cargar la imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a su templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen. El asno, pensando que se postraban por respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más. El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo: —¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos! (Esopo).

La humildad consiste en el reconocimiento de que Dios es el autor de todo bien. De él proviene todo cuanto tenemos y somos. Y también cuanto tiene y es nuestro prójimo. Por eso no cabe el sentido competitivo de la vida, que está en el fondo de la actitud soberbia y envidiosa. Que intentes vivir en lo concreto de cada día esta sólida verdad.



* Enviado por el P. Natalio

EL PAPA FRANCISCO CELEBRARÁ LA MISA INAUGURAL DEL SÍNODO SOBRE LOS JÓVENES


El Papa Francisco celebrará la Misa inaugural del Sínodo sobre los jóvenes
Redacción ACI Prensa
 Foto: Vatican Media / ACI Prensa.




El Papa Francisco celebrará, el próximo 3 de octubre, la Misa inaugural de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada al tema “los Jóvenes, la fe y discernimiento vocacional”.

Así lo confirmó la Oficina de Prensa de la Santa Sede esta mañana, precisando que la celebración se realizará a las 10:00 a.m.


Concelebrarán con el Santo Padre solamente los miembros del Sínodo.

El 15 de septiembre, el Vaticano anunció la lista de participantes del Sínodo de los Obispos, que se extenderá hasta el 23 de octubre.

La lista está encabezada por el Papa Francisco, como Presidente del Sínodo. A continuación se encuentra el Secretario General, Cardenal Lorenzo Baldisseri; y luego figuran los presidentes delegados: el Cardenal Louis Raphael I Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, Jefe del Sínodo de la Iglesia Caldea (Irak); el Cardenal Desiré Tsarahazana, Arzobispo de Toamasina (Madagascar); el Cardenal Charles Maung Bo, Arzobispo de Yangon (Myanmar); y el Cardenal John Ribat, Arzobispo de Port Moresby (Papúa Nueva Guinea).

La lista incluye luego al Relator General, a los Secretarios Especiales, a las comisiones de Información y Controversias.

Más adelante figuran todos los Padres Sinodales, tanto aquellos de nombramiento pontificio, elegidos y ex officio; así como los colaboradores, auditores, consultores, asistentes y delegados fraternos de otras denominaciones cristianas.

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 17 SEPTIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
17 septiembre


Cristo es la verdadera luz que ilumina a todo hombre (cf Jn 1,9; 8,12); pero quiso que los hombres participaran de su luz, a fin de que ellos pudieran, a su vez, transmitir la luz a los otros.

No digas que no tienes cualidades para ser luz del Evangelio; el esplendor de la gloria dinámica de Dios se manifiesta en las obras de sus hijos e invita a todos a encontrarse con el Padre.

No basta que nosotros llevemos una vida que en sí sea signo; es preciso que la realidad, signada por esa vida, sea lo que significa, de suerte que cuantos nos vean no puedan menos de convencerse de la realidad salvadora del Evangelio.


P. Alfonso Milagro

LA FE DEL CENTURIÓN


La fe del centurión
Para creer, son de gran importancia la humildad y la sencillez del corazón


Por: F.L. Mateo Seco | Fuente: Opusdei.es 




Cuenta san Lucas que, terminado el sermón de la montaña, Nuestro Señor entró en Cafarnaún. “Había allí un centurión que tenía un siervo enfermo, a punto de morir, a quien quería mucho. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su siervo"[1]. La escena es encantadora: en el comienzo de la vida pública del Señor, durante el ministerio en Galilea, he aquí que le llega una embajada solicitándole un milagro. La envía un centurión –una persona importante en la ciudad–, que tiene un siervo gravemente enfermo para pedirle su curación.

El envío de esos mensajeros es fruto de un sentimiento de indignidad por parte del centurión: no se consideraba digno de presentarse ante Jesús, ni de que Jesús entrase en su casa, que era la casa de un «gentil». Todo hace pensar que aquel oficial se había formado un alto concepto de la dignidad de Jesús y que conocía las costumbres y leyes del pueblo judío en lo referente al trato con los «gentiles». Por esta razón, cuando sabe que Jesús viene hacia la casa, envía una segunda embajada pidiéndole que no se moleste en llegar hasta ella. Los enviados se lo comunican al Señor con unas palabras que la Iglesia evoca a diario en la liturgia de la Santa Misa: «Domine, non sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo…»[2] Señor, “no soy digno de que entres en mi casa (…). Pero dilo de palabra y mi criado quedará sano"[3]. El Señor alaba esta actitud y exclama ante la multitud que le acompaña: “Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande"[4]. Cuando los enviados vuelven a la casa, ya está curado el siervo. San Lucas recalca que Jesús se admiró de la humildad y de la fe del centurión. Esta vez ha sido un «gentil», es decir, alguien no perteneciente al pueblo escogido, el que ha dado ejemplo de «fe», llenando de alegría al Señor.

Un obsequio razonable

Jesús ha calificado como fe el comportamiento del centurión que tiene muchas facetas: la confianza absoluta en el poder del Señor, la sencilla manifestación de humildad, la confesión pública de su dignidad. Todo sucede ante la multitud que rodea al Señor, sin que el militar se recate de confesar su «indignidad» y de mostrar su fe. Jesús alaba la decisión del centurión, en la que van unidas la humildad y la confianza en su Persona junto con el reconocimiento de que Él viene de parte de Dios. Estas son las disposiciones que la Iglesia desea suscitar en nosotros al pedir que, inmediatamente antes de acercamos a recibir la Sagrada Comunión, nos dirijamos al Señor con esas palabras, aumentando así nuestras disposiciones de fe, de humildad y de confianza.

El centurión ha oído hablar de Jesús y de su poder de curar; quizás han llegado hasta sus oídos algunas palabras pronunciadas por el Señor en el Sermón del Monte, o quizás también alguien le haya contado algún milagro. En cualquier caso, no ha podido escuchar todavía noticias de muchas cosas, pues nos encontramos en el comienzo de la vida pública. Y sin embargo, lo poco que le ha llegado ha sido suficiente para hacerle creer y confiar en Jesús; algo le ha dado a su corazón motivo suficiente para creer en su poder, incluso para entrever la «dignidad» del Señor.

La fe es un «obsequio razonable» a Dios, pues se apoya en unos motivos que hacen razonable el creer, más aún, que nos dicen que debemos creer, pues, junto con la gracia de Dios, se nos han dado signos suficientes que nos indican que debemos fiarnos de Él. No creemos en el absurdo, sino en algo que está por encima de nuestra inteligencia. Y creemos, porque se nos dan razones suficientes para hacer el paso hacia la fe de manera razonable y honesta. La fe no sería un obsequio que el hombre ofrece a Dios, si no tuviese esas dos características: Dios quiere la adhesión de nuestra inteligencia a su palabra, no la anulación de la razón; quiere su apertura a la verdad, no que se ciegue ante ella adhiriéndose al absurdo. Escribe san Ireneo, «como desde el principio el ser humano fue dotado del libre albedrío, Dios, a cuya imagen fue hecho, siempre le ha dado el consejo de perseverar en el bien, que se perfecciona por la obediencia a Dios. Y no sólo en cuanto a las obras, sino también en cuanto a la fe, el Señor ha respetado la libertad y el libre albedrío del hombre... como se demuestra en las palabras de Jesús al centurión: Vete, que te suceda según tu fe»[5].

La fe es un acto humano que perfecciona al hombre en cuanto tal, y esto no sería así, si le llevase a actuar contra su razón. La fe no es involución de la inteligencia, sino apertura a la verdad por el camino de la confianza en quien nos la propone. Esa confianza es esencial para que la fe sea razonable. En el caso de la fe teologal, se trata de una adhesión que se debe a Dios y sólo a Él. «La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y a la verdad que Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que Él dice»[6]: «es razonable tener fe en Él, cimentar la propia seguridad sobre su Palabra»[7].


Un corazón sencillo

La fe es un obsequio razonable a Dios, pero la «racionabilidad» de la fe no justifica lo que podría calificarse como un «corazón desconfiado», «un corazón duro», que necesita demasiados motivos para creer. Lo vemos en la actitud del Señor ante quienes no acababan de aceptar su Resurrección a pesar de los testimonios fiables que les llegaban. Cuenta san Marcos que el Señor “se apareció a los Once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado"[8], es decir, no habían dado crédito al testimonio de quienes vieron al Señor resucitado antes que ellos. El reproche por la incredulidad y dureza de corazón de estos discípulos es buena muestra de la importancia de un corazón abierto a la fe, y es un contrapunto ejemplar que destaca la figura del centurión en su descomplicada apertura a la fe.

Para creer, son de gran importancia la humildad y la sencillez del corazón, porque es en el corazón «donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo»[9]. La fe compromete a la persona entera, pues es, antes que nada, confianza en Dios que se revela y confianza también en Aquel que ha ofrecido el testimonio de su palabra y de su vida, y lo sigue ofreciendo por medio de su Iglesia: Jesucristo. Esta confianza, esencial en la fe, implica no sólo la inteligencia, sino también el corazón, «precisamente porque la fe se abre al amor»[10]. Leemos en la Carta a los Romanos: Porque si confiesas con tu boca «Jesús es el Señor», y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, te salvarás. Porque con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa la fe para la salvación[11].


La fe es obsequio a Dios, porque es fiarse de Él. El afán desmesurado de seguridad, que brota de una predisposición interior a la desconfianza, es un grave obstáculo para la fe, que tiene un doble carácter de don. Antes que nada es don de Dios al hombre, es gracia; después, es también respuesta del hombre a Dios, donación de sí mismo en una apertura confiada: «Para dar la respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu, y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad. Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones»[12].


Todo es posible para el que cree

Es una fe llena de confianza la que hace posible los «milagros», especialmente en el apostolado. Ya lo anotó san Josemaría en Camino,: “Omnia possibilia sunt credenti –Todo es posible para el que cree. –Son palabras de Cristo. –¿Qué haces, que no le dices con los apóstoles “adauge nobis fidem!" –¡auméntame la fe!?"[13]. Por este motivo, ante las dificultades,solía repetir: “–Ecce non est abbreviata manus Domini -¡El brazo de Dios, su poder, no se ha empequeñecido!"[14]. Y en otra ocasión, escribía: “Que eres... nadie. –Que otros han levantado y levantan ahora maravillas de organización, de prensa, de propaganda. –¿Que tienen todos los medios, mientras tú no tienes ninguno?... Bien: acuérdate de Ignacio: Ignorante, entre los doctores de Alcalá. –Pobre, pobrísimo, entre los estudiantes de París. –Perseguido, calumniado... Es el camino: ama, cree y ¡sufre!: tu Amor y tu Fe y tu Cruz son los medios infalibles para poner por obra y para eternizar las ansias de apostolado que llevas en tu corazón"[15].

Son palabras escritas por san Josemaría en los comienzos del Opus Dei, en medio de unas circunstancias a veces humanamente duras, que parecían hacer imposible lo que Dios le pedía. Sus palabras y su ejemplo pueden servirnos el peso de nuestra debilidad se haga especialmente patente, y parezca que lo que Dios pide a cada uno es poco menos que imposible. En esos momentos, es necesario atender a nuestro corazón y pedir al Señor un corazón sencillo, que no exige seguridades humanas, un corazón como el del centurión de Cafarnaún. Un corazón que, por estar abierto a Dios, es capaz de entregarse generosamente a los demás con la certeza que da la fe en el amor de Dios y con la seguridad que da la esperanza.

_________________________________________ 

[1] Lc 7, 2-3.

[2] Misal Romano, rito de comunión. Cfr. Mt 8, 8.

[3] Lc 7, 6-7.

[4] Lc 7, 9.

[5] San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, XXXVII, 1.5.

[6] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 150.

[7] Francisco, Carta enc. Lumen fidei, 29-VI-2013, n. 23.

[8] Mc 16, 14.

[9] Francisco, Carta enc. Lumen fidei, 29-VI-2013, n. 26.

[10] Francisco, Litt. enc. Lumen fidei, 29-VI-2013, n. 26.

[11] Rom 10, 9-10.

[12] Conc. Vaticano II, Const. dogm. Dei Verbum, n. 5.

[13] San Josemaría, Camino, n. 588.

[14] San Josemaría, Camino, n. 586.

[15] San Josemaría, Camino, n. 474.

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 17 SEPTIEMBRE 2018

Señor, no soy digno de que entres en mi casa
Santo Evangelio según San Lucas 7, 1-10. Lunes XXIV de Tiempo Ordinario


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga. Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Vete, y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano. 

Oración Introductoria 
Dios mío, te pido me concedas la gracia de iniciar esta oración con la fe del oficial romano. Deseo profundamente mejorar mi estilo de vida porque he tomado la decisión y tengo la confianza de que, con tu ayuda, puede llegar a ser un auténtico testigo de tu amor.

Petición
Señor, no soy digno, pero humildemente te pido que aumentes mi fe para poder unirme a Ti.

Meditación del Papa Francisco

Un cristiano puede llevar adelante las tribulaciones y también las persecuciones confiándose al Señor. Solamente él es capaz de darnos la fuerza, de darnos la perseverancia en la fe, de darnos esperanza.
Confiar al Señor algo, confiar al Señor este momento difícil, confiar a mí mismo al Señor, confiar al Señor a nuestros fieles, nosotros sacerdotes, obispos, confiar al Señor nuestras familias, nuestros amigos y decirle al Señor: ‘Cuida a estos que son tuyos’.
Esta es una oración que no hacemos siempre, la oración en la que confiamos algo o alguien: ‘Señor te confío esto, llévalo Tú adelante’, es una bella oración cristiana. Es la actitud de la confianza en el poder del Señor, también en la ternura del Señor que es Padre.
Asimismo, cuando una persona hace esta oración desde el corazón siente que es confiada al Señor, es segura: Él no decepciona nunca. La tribulación nos hace sufrir pero el confiarse al Señor da la esperanza y de ahí surge la tercera palabra: paz. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2015, en Santa Marta).
Reflexión
Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas. Esta es la lección de este Evangelio. Jesús, por compasión y buena voluntad, se levanta y va a curar al siervo del centurión, pero cuando llega a casa de éste, salen los amigos con su recado: "No soy digno..." y "...con una palabra tuya..."

Fe y humildad. La combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Porque de otra manera no hubiera podido arrancar de su Divina misericordia esta gracia.

Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.

Propósito
Al acercarme a recibir la Eucaristía, rezar con atención el «Yo no soy digno…». Imitemos la actitud del centurión cada vez que acudamos a Dios. Si rezamos con fe y humildad, seguro que nos concederá lo que pidamos.

Diálogo con Cristo
Jesús, enséñame a orar. A saber pedir lo que realmente conviene a mi salvación y a la de mis hermanos. Que sea dócil a tus tiempos y disposiciones y que no me agite queriéndote imponer lo que YO considero el mejor bien. Que sepa suplicar con aquella confianza de tu madre santísima en las bodas de Caná, no dudar nunca de tu cercanía, de tu interés, de tu gran amor por mí, aunque yo no sea digno ni pueda corresponder, sin tu ayuda, a este gran amor.

 

BUENAS NOCHES





domingo, 16 de septiembre de 2018

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO: TOMAR EN SERIO A JESÚS


TOMAR EN SERIO A JESÚS




El episodio de Cesarea de Filipo ocupa un lugar central en el evangelio de Marcos. Después de un tiempo de convivir con él, Jesús hace a sus discípulos una pregunta decisiva: «¿Quién decís que soy yo?». En nombre de todos, Pedro le contesta sin dudar: «Tú eres el Mesías». Por fin parece que todo está claro. Jesús es el Mesías enviado por Dios, y los discípulos lo siguen para colaborar con él.

Pero Jesús sabe que no es así. Todavía les falta aprender algo muy importante. Es fácil confesar a Jesús con palabras, pero todavía no saben lo que significa seguirlo de cerca compartiendo su proyecto y su destino. Marcos dice que Jesús «empezó a enseñarles» que debía sufrir mucho. No es una enseñanza más, sino algo fundamental que los discípulos tendrán que ir asimilando poco a poco.

Desde el principio les habla «con toda claridad». No les quiere ocultar nada. Tienen que saber que el sufrimiento los acompañará siempre en su tarea de abrir caminos al reino de Dios. Al final será condenado por los dirigentes religiosos y morirá ejecutado violentamente. Solo al resucitar se verá que Dios está con él.

Pedro se rebela ante lo que está oyendo. Su reacción es increíble. Toma a Jesús consigo y se lo lleva aparte para «increparlo». Había sido el primero en confesarlo como Mesías. Ahora es el primero en rechazarlo. Quiere hacer ver a Jesús que lo que está diciendo es absurdo. No está dispuesto a que siga ese camino. Jesús ha de cambiar esa manera de pensar.

Jesús reacciona con una dureza desconocida. De pronto ve en Pedro los rasgos de Satanás, el tentador del desierto que busca apartarlo de la voluntad de Dios. Se vuelve de cara a los discípulos y «reprende» literalmente a Pedro con estas palabras: «Ponte detrás de mí, Satanás»: vuelve a ocupar tu puesto de discípulo. Deja de tentarme. «Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».

Luego llama a la gente y a sus discípulos para que escuchen bien sus palabras. Las repetirá en diversas ocasiones. No han de olvidarlas jamás. «Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga».

Seguir a Jesús no es obligatorio. Es una decisión libre de cada uno. Pero hemos de tomar en serio a Jesús. No bastan confesiones fáciles. Si queremos seguirlo en su tarea apasionante de hacer un mundo más humano, digno y dichoso, hemos de estar dispuestos a dos cosas. Primero, renunciar a proyectos o planes que se oponen al reino de Dios. Segundo, aceptar los sufrimientos que nos pueden llegar por seguir a Jesús e identificarnos con su causa.


Evangelio Comentado por:
José Antonio Pagola
Mc (8,27-35)

EL SABIO JAPONES


El sabio japonés




“Un hombre apegado posesivamente a situaciones, personas o cosas, vive entre delirios, minimiza o sobrevalora acontecimientos y cosas de acuerdo con sus deseos y temores. No ve las cosas como son, sino a la luz de sus ficciones. Este hombre es un enajenado de la realidad y, por eso, su vida es una existencia fragmentaria, ansiosa e infeliz”, (I. Larrañaga).

Un eminente sabio japonés recibió la visita de un profesor universitario turista que había ido a verlo para informarse sobre sus ideas. El sabio sirvió el té, llenó la taza de su huésped y después continuó echando, con expresión serena y sonriente. El profesor miró desbordarse el té, extrañado, no logrando explicarse una distracción tan contraria a la buena educación; pero, a un cierto punto exclamó: ”¡Está llena! ¡Ya no cabe más!” “Como esta taza”, dijo el sabio imperturbable, ”tú estás lleno de tu cultura, opiniones y conjeturas eruditas y complejas, ¿cómo puedo hablarte de mi doctrina, que sólo es comprensible a los ánimos sencillos y abiertos, si antes no vacías la taza?”

La clave está pues en vaciar tu taza. “Los desposeídos son sabios porque miran el mundo con ojos limpios. Los que actúan bajo los impulsos de apropiación y/o rechazo contemplan todo a través de sus deseos y temores. Hacen que las cosas sean como ellos desean”. Anímate a caminar paso a paso hacia tu libertad interior.




* Enviado por el P. Natalio

CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE ORACIÓN, MEDITACIÓN Y CONTEMPLACIÓN?


¿Cuál es la diferencia entre oración, meditación y contemplación?
A primera vista parecen lo mismo, ¿pero lo son?


Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: Catholic.net 




A primera vista pudiera parecer que son lo mismo, puesto en las tres existe una comunicación con Dios, hay un contacto con Él. Pero, efectivamente, son muy diferentes y vamos a conocerlas mejor.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, en los números 2700 – 2724, se nos explica que existen tres tipos de expresiones dentro de la oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa ¿Con cuál te identificas más?

La oración vocal son aquellas oraciones que tienen una forma ya establecida, tales como el Padrenuestro, el Avemaría, Gloria,  el Credo, etc. Y que son exteriorizadas, es decir, en voz alta. “La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana” (CEC 2704).  


El ser humano, por ser cuerpo y espíritu, tiene la necesidad de expresar lo que siente y piensa. A través de ella toma forma todo lo que habita en nuestro corazón para así compartirla con Dios, asegurándonos de que nos ha escuchado.

Por su parte, la meditación es una reflexión única y personal que no depende de palabras preestablecidas, sino que es una conversación con Dios desde el corazón. Partiendo de lo que en ese momento inquieta, preocupa o alegra a nuestro interior. “La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide” (CEC 2705).

De manera frecuente se suele hacer a través de la lectura de la Palabra de Dios, de textos litúrgicos, escritos espirituales o de la contemplación de imágenes sagradas.  Asimismo, cuando rezamos el Santo Rosario, que es una oración vocal, meditamos a la vez los misterios de la vida de Cristo.

Este tipo de oración nos ayuda a conectar el pensamiento, la imaginación y la emoción para profundizar en nuestra fe, en esa comunicación con el Creador. Nos hace confrontarnos y discernir para llegar a conocer la Voluntad de Dios en nuestra vida.


Finalmente, la oración contemplativa deja de lado las palabras y los pensamientos y se centra más en experimentar la presencia de Dios. Es una mirada de amor y desde el corazón. El Santo Cura de Ars cuenta la anécdota que tuvo con aquel campesino  que siempre que iba a la Iglesia y que pasaba largos ratos delante del Sagrario. Hasta que un día, el Santo decidió acercársele y le preguntó: ¿Qué hace usted aquí tanto tiempo? Y aquel hombre le contestó: “Yo le miro, Él me mira”. Nada más, eso es la contemplación, estar cara a cara con el Señor, en donde el corazón se convierte en el punto de encuentro.

Sólo a través de una entrega humilde y pobre es que podremos entrar en el campo de la contemplación, pues así disponemos nuestro ser a la Voluntad del Padre, en unión con su Hijo.

No se hace contemplación cuando se tiene tiempo, sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. (CEC 2710)

FRENTE AL SEMÁFORO: ANÉCDOTAS Y VIDA DE SAN JOSÉ MARELLO - SEMÁFORO 7


FRENTE AL SEMÁFORO
Semáforo 07
AMOR A LOS POBRES  


“Debemos usar la caridad con todas las personas, en todas las circunstancias, sin excepción, ni limites, recordando que el prójimo tiene el lugar de Dios. (San José Marello)   



Debe haber ocurrido después de la vuelta de Savona. Era muy conocida en San Martino la bondad de José hacia los pobres.   
Así cuenta su hermano Vittorio:  - Siempre para darle gusto, cuando llegaba algún limosnero, se le dejaba a él el encargo de ofrecerle alguna cosita. Varias veces dio a los pobres su desayuno, cuando le parecía que se les había dado demasiado poco.   

Un día José estaba yendo a la iglesia: en cierto momento le chocó algo que estaba pasando en la calle a la estrada del pueblo. Un pobre mendigo avanzaba lentamente, apoyado en su bastan y llevando al hombre su alforja. Alrededor de  él algunos muchachos se entretenían empujándolo, jalándolo y lo insultaban haciéndole un montón de preguntas. - Abuelo ¿Dónde está tu casa? - ¿Cuántas pulgas están criando? - ¿No te pesa esa joroba que tienes?   El hombre los amenazaba con el bastón para tenerlos lejos de él. De repente un muchacho le agarró el bastón y empezó a jalarlo dando vueltas y diciéndole: ¡miren como baila el oso! El mendigo perdió el equilibrio y cayó al suelo. 

En ese momento llego José corriendo. Los malcriados se escabulleron y José ayudo al pobrecito a levantarse y sacudirse el polvo. - ¡un muchacho como el, que tanto ama al Señor no pude menos que amar mucho a los pobres!  

 Fue el primer gran acto de bondad que conocemos de José y el inicio de una larga caridad para con los que sufren.  


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 16 SEPTIEMBRE


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
16 septiembre



Lo que pesa en la ofrenda que se presenta a Dios no es lo material, sino la espiritualidad del que ofrece lo material. Dicho con palabras de San Juan de la Cruz: "Dios no mira lo que le ofrecemos, sino el amor con que se lo ofrecemos".

A ejemplo del Señor, que se nos dio todo entero, nosotros debemos darnos íntegros, sin reservarnos nada para nosotros mismo. Eso es, precisamente una consagración: una entrega total, absoluta, sin excepciones ni limitaciones de ninguna clase.


P. Alfonso Milagro

PAPA FRANCISCO: UNA FE QUE SE REDUCE A FÓRMULAS PREFABRICADAS ES UNA FE MIOPE


Papa Francisco: Una fe que se reduce a fórmulas prefabricadas es una fe miope
Redacción ACI Prensa
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



El Papa Francisco afirmó que la profesión de fe en Cristo y en el Evangelio debe materializarse en gestos concretos de amor a Dios y al prójimo, y advirtió que “una fe que se reduce a fórmulas prefabricadas es una fe miope”.

Durante el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, este domingo 16 de septiembre, el Santo Padre recordó cómo el Señor interpela a sus discípulos y les pregunta qué dice la gente de Él.

Jesús “sabe que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro. Por eso plantea la pregunta: ¿quién dice la gente que soy yo? De ahí emerge que Jesús es considerado por el pueblo como un gran profeta”.

“Pero, en realidad, a Él no le interesa el sondeo de las habladurías de la gente. Tampoco acepta que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas prefabricadas, citando a personajes famosos de la Sagrada Escritura, porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope”.


Francisco explicó que “el Señor quiere que sus discípulos de ayer y de hoy establezcan con Él una relación personal, y lo acojan así al centro de sus vidas. Por este motivo los exhorta a ponerse con toda la verdad ante sí mismos y les pregunta: ‘Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?’. Jesús, hoy, nos vuelve a dirigir esta pregunta tan directa y confidencial a cada uno de nosotros: ‘¿Quién soy yo para ti?’”.

“Cada uno de nosotros está llamado a responder, en su corazón, dejándose iluminar por la luz que el Padre nos da para conocer a su Hijo Jesús. Y puede sucedernos a nosotros lo mismo que le sucedió a Pedro, y afirmar con entusiasmo: ‘Tú eres el Cristo’”.

Sin embargo, “cuando Jesús les dice claramente aquello que dice a los discípulos, es decir, que su misión se cumple no en el amplio camino del triunfo, sino en el arduo sendero del Siervo sufriente, humillado, rechazado y crucificado, entonces puede sucedernos también a nosotros como a Pedro, y protestar y rebelarnos porque ese comino contrasta con nuestras expectativas”.

En esos momentos, “también nosotros nos merecemos las palabras de Jesús: ‘¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no piensas como Dios, sino como los hombres”.

El Pontífice subrayó que “la profesión de fe en Jesucristo no puede quedarse en palabras, sino que exige una auténtica elección y gestos concretos, de una vida marcada por el amor a Dios y al prójimo. Jesús nos dice que, para seguirle, para ser sus discípulos, se necesita negarse a uno mismo, es decir, desposeerse del orgullo egoísta y cargar con la cruz”.


Entonces ofrece una regla fundamental: “‘Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa y por la causa del Evangelio, entonces la salvará’”.

“Para entender esta paradoja es necesario recordar que nuestra vocación más profunda es el amor, porque estamos hechos a imagen de Dios, que es amor”.

“Con frecuencia en la vida, por tantos motivos, nos equivocamos de camino, buscando la felicidad en las cosas, o en las personas que tratamos como si fueran cosas. Pero la felicidad la encontramos únicamente cuando el amor, el verdadero, nos encuentra, nos sorprende y nos cambia”, concluyó el Papa Francisco.

EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 SEPTIEMBRE 2018


Lecturas de hoy Domingo 24º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
 Hoy, domingo, 16 de septiembre de 2018


Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50,5-9a):

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios


Salmo
Sal 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9
R/. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, 
porque inclina su oído hacia mí 
el día que lo invoco. R/.

Me envolvían redes de muerte, 
me alcanzaron los lazos del abismo, 
caí en tristeza y angustia. 
Invoqué el nombre del Señor: 
«Señor, salva mi vida.» R/.

El Señor es benigno y justo, 
nuestro Dios es compasivo; 
el Señor guarda a los sencillos: 
estando yo sin fuerzas, me salvó. R/.

Arrancó mi alma de la muerte, 
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. 
Caminaré en presencia del Señor 
en el país de la vida. R/.


Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,14-18):

¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.»

Palabra de Dios


Lectura del santo evangelio según san Marcos (8,27-35):

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Felipe; por el camino, preguntó a sus díscípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías.»
Él les prohibió terminantemente decirselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» Se lo explicaba con toda claridad. 
Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!»
Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.»

Palabra del Señor


Comentario al Evangelio de hoy domingo, 
16 de septiembre de 2018
 Fernando Torres cmf


Es tiempo de decidirnos por Jesús

      En la vida hay tiempos y momentos que exigen decisiones serias, que luego deben ser asumidas con todas sus consecuencias. Jesús puso a los apóstoles ante una de esas decisiones en aquel diálogo que tuvo con ellos cerca de Cesarea de Filipo. Les pidió, ni más ni menos, que se definieran ante él. Hoy la pregunta resuena también para nosotros. “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” No es baladí la cuestión. Pedro da la impresión de que es capaz de responderla casi de golpe. A bote pronto. Pero no es difícil darse cuenta de que su respuesta no tiene mucho peso. En realidad no había entendido nada o casi nada. Cuando Jesús les comienza a explicar lo que significa que él es el Mesías, entonces Pedro se empeña en tratar de disuadirlo. Pero Jesús se desentiende de él y sigue planteando lo que va a ser su vida y la vida de sus seguidores. “El que quiera venirse conmigo...”



      Es que el cristiano puede ser que encuentre resistencia en los que le rodean o en la sociedad. El ambiente le puede hacer más difícil ser cristiano. Es verdad. Pero hay otra resistencia que proviene de dentro de la persona. Es la resistencia a la Palabra de Dios. A ella alude la lectura del profeta Isaías: “El Señor me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia”. El profeta no la opuso pero nosotros quizá sí. Quizá nos da miedo asumir las consecuencias de seguir a Jesús, de comportarnos como cristianos en nuestra familia o en nuestro barrio, de acercarnos a los más débiles y necesitados y compartir con ellos nuestro tiempo o nuestros bienes, de perdonar con generosidad como Dios nos perdona. Hay que ser fuertes a veces para ser cristiano y amar a todos como Dios nos ha amado en Cristo. En nuestros oídos vuelven a resonar las palabras de Jesús: “El que quiera venirse conmigo...”

      Porque ser cristiano no es cuestión de pegar un grito en un momento determinado, decir “Sí, yo quiero seguir a Jesús”, y luego olvidarse de lo dicho y seguir como si nada hubiese cambiado en nuestra vida. Ser cristiano significa comportarse como tal no sólo los domingos sino también los días de entre semana. No vaya a ser que se nos presente el apóstol Santiago y nos pregunte (segunda lectura): “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras?” Se puede decir más alto pero no más claro. Además, sabemos que es verdad. La fe se demuestra en las obras, en la forma de relacionarnos con nuestros hermanos y hermanas, en nuestra capacidad para compartir la vida y lo que tenemos, en nuestra capacidad de amar sin medida y perdonar con generosidad. Decidirnos por Jesús no sólo es confesar como Pedro en Cesarea que es el “Mesías”. Decidirnos por Jesús es vivir las consecuencias cada día de nuestra vida. 



Para la reflexión

      ¿Qué creemos que nos pide Jesús que hagamos para seguirle? ¿Nos cuesta escuchar su Palabra? ¿Nos comportamos siempre como cristianos? ¿En que podríamos mejorar para ser más coherentes entre nuestro ir a misa los domingos y lo que hacemos el resto de los días?

FELIZ DOMINGO!!!







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