miércoles, 18 de enero de 2017

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 18 DE ENERO DEL 2017


Cristo quiere una piedad auténtica
Marcos 3, 1-6. II Miércoles de Tiempo Ordinario. Ciclo A,


Por: H. Javier Castellanos LC | Fuente: www.missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por tu amor. Permíteme corresponder a tu donación total con una entrega de mí mismo. Enséñame a amarte cada día más y mejor. Haz que te ame con un amor real, concreto, hecho obras. Dame tu gracia para mostrarte un amor así este día. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poder acusarlo. Jesús le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”. Después les preguntó: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.
Entonces se salieron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Existe un riesgo muy alto cuando se toma la religión en serio. Ésta puede convertirse en una lista de deberes y prohibiciones, sin nada más allá de la regla: no hacerse ídolos, ir a misa los domingos, no matar, no mentir, guardarse de la impureza, no molestar a nadie... Acciones o límites verdaderos y que ayudan, pero que se pueden cumplir con los ojos cerrados. Es decir, «cumplo» el tercer mandamiento, da igual lo que mande, tanto si significa ir a misa el domingo como si pidiera llevar un paraguas en los días soleados… Es necesario ver más profundo, ir al porqué de esto y aquello. En el fondo, cada mandamiento nos ofrece un bien concreto, una manera específica de amar. La religión o piedad corre el riesgo de quedarse inmadura. Entonces se seca mucho antes de producir frutos.
La piedad madura nos llama a un amor cada vez más pleno. Ciertamente, el primer lugar lo tiene el amor a Dios, «amarás a Dios sobre todas las cosas». Pero todo amor es una realidad abierta: el amor es como un perfume, que se difunde en todas direcciones. Por eso brota una consecuencia del amor a Dios: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». El amor auténtico hacia una persona nos lleva a amar lo mismo que ella ama. Por eso, la piedad auténtica y el amor maduro nos impulsan a buscar el bien de los demás. Ya lo decía san Juan: «En esto hemos conocido qué es el amor: en que él dio su vida por nosotros. Así que también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si alguno que posee bienes materiales, ve que su hermano está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede residir en él el amor de Dios?» (1 Jn 3, 16-17) ¡Seamos cristianos auténticos! ¡Vivamos un amor abierto a Dios y a los demás!
«Jesús hizo algo “peor”, algo que irritó aún más a los hipócritas y soberbios que lo estaban vigilando porque buscaban alguna excusa para atraparlo. Curó la mano atrofiada de un hombre. La mano, ese signo tan fuerte del obrar, del trabajo. Jesús le devolvió a ese hombre la capacidad de trabajar y con eso le devolvió la dignidad. Cuántas manos atrofiadas, cuantas personas privadas de la dignidad del trabajo, porque los hipócritas para defender sistemas injustos, se oponen a que sean sanadas. A veces pienso que cuando ustedes, los pobres organizados, se inventan su propio trabajo, creando una cooperativa, recuperando una fábrica quebrada, reciclando el descarte de la sociedad de consumo, enfrentando las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, reclamando una parcela de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, cuando hacen esto están imitando a Jesús porque buscan sanar, aunque sea un poquito, aunque sea precariamente, esa atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo.»
(Discurso de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pondré en práctica la caridad con mis palabras, hablando bien de los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

LA SOLEDAD, COMPAÑERA DE VIDA


La soledad, compañera de vida



La soledad es un sentimiento que nos llena el alma de un silencio frío y oscuro si no la sabemos encauzar. Hay rostros surcados de arrugas, de piel marchita, de labios sin frescura, de ojos empequeñecidos, turbios y apagados que nos hablan por sí solos de la soledad. Si sus voces nos llegaran nos dirían de su cansancio, de su miedo, pero sobre todo de su soledad....

Pero no hace falta que seamos ancianos para que en la vida nos acompañe la soledad.

La soledad del sacerdote, aún los más jóvenes, con sus votos de obediencia, pobreza y castidad, pero a veces es más dura la soledad de su propio corazón, que aunque ayudado por la Gracia de Dios no deja de ser humano. Tienen que consolar a los seres que llegan hasta ellos con sus penas, con sus problemas pero su corazón no puede aferrarse a ninguna criatura de la tierra y a veces se sienten solos, muy solos, tan solo acompañados de una gran soledad

La soledad en la adolescencia, duele profundamente por nueva, por incomprensible... Los padres se están divorciando, se quiere a los dos, se necesita a los dos, pero para ellos parece que no existe ese ser que no acaba de comprender y que está muy solo. Ellos tienen sus pleitos, su mal humor. La mamá siempre llorando, el papá alzando la voz... para él nada... tal vez lamentan hasta que hayan nacido. Si se divorcian será un problema ¿Qué será de él? ¡Qué gran soledad, qué amarga soledad!

Las monjas misioneras, los misioneros, lejos de sus seres queridos y en tierras extrañas.

Y la soledad en algunos matrimonios, esa soledad que ahoga, que asfixia... que como dice el poeta: "es más grande la soledad de dos en compañía". El hombre de grandes negocios, empresario importante, magnate en la sociedad que parece que lo tiene todo pero que en el fondo vive una gran soledad.

La soledad de las grandes luminarias siempre rodeadas de personas y siempre solas... Las esposas de los pilotos, de los marinos, de los médicos, saben de una gran soledad y ellos a su vez, en medio del cumplimiento del deber, también están solos. La soledad de las personas que han perdido al compañero o compañera de su vida, ese quedarse como partido en dos porque falta la otra mitad, ese no saber cómo vivir esas horas, ahora tan vacías, tan tristes, tan solas...

Si no convertimos esa soledad en compañía para otros seres quizá, más solos aún que nosotros mismos, si no llenamos ese vacío y esas horas con el fuego de nuestro amor para los que nos rodean y nos necesitan, esa soledad acabará por aniquilarnos, ahogándonos en el pozo de las más profunda depresión.

En realidad todos los seres humanos estamos solos. La soledad está en nuestras vidas pero hay que saber amarla. Si le tenemos miedo, si no la amamos y no aprendemos a vivir con ella, ella nos destruirá. Si le sabemos dar su verdadero sentido, ella nos enriquecerá y será la compañera perfecta para nuestro espíritu. Con ella podremos entrar en nuestra alma, con ella podremos hablar con nuestros más íntimos sentimientos.

Ella nos ayudará, ella, la soledad bien amada y deseada a veces, nos llevará al encuentro de nuestra propia identidad y luego al mejor conocimiento de Dios, que llenará nuestras vidas porque Él es todo amor.


Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

LA SALVACIÓN SE DECIDE EN LA PRÁCTICA


La salvación se decide en la práctica
Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




En el libro de Isaías del Antiguo Testamento se anuncia la reunión de todas las naciones, lenguas y razas en un solo pueblo elegido. En el Nuevo Testamento, Jesús dice a sus paisanos que vendrán extranjeros del norte y del Sur, de Oriente y Occidente, para sentarse a la mesa del Reino de Dios.

Esta universalidad de la salvación de Dios nos deja todavía sin saber nada acerca del número de los que se salvarán. Nos basta con saber que Dios llama a todos, que la puerta que conduce al Reino es estrecha y puede cerrarse en cualquier momento. Lo único importante es la conversión al Evangelio. Todo lo demás es simple curiosidad que nos distrae peligrosamente.

El Evangelio es salvación para los que lo escuchan responsablemente, sean o no descendientes de Abrahán o católicos desde su nacimiento. Escuchar responsablemente el Evangelio es vivirlo, practicarlo en la vida de cada día.

Y esto no es nada fácil. Por eso dice Jesús que la puerta es estrecha y que sólo los que se esfuerzan entraran por ella en el Reino de Dios.

No basta con escuchar sermones o ir a misa todos los domingos. No son las prácticas piadosas las que nos van a salvar. Todo esto tiene su valor, pero sólo cuando nos ayuda y anima a vivir nuestra fe en la vida de cada día: en nuestra vida personal y familiar, nuestra vida social y profesional, nuestra vida política...

El último día, el Señor reconocerá sólo a aquellos que ahora y aquí lo reconocen en los hombres. Reconocer a Jesús en los hombres, es reconocer la dignidad de cada ser humano, respetar sus derechos, tener en cuenta sus necesidades y, sobre todo, solidarizarse con los pobres, los marginados, los oprimidos. Cualquier cosa que hagamos a uno de estos, al Señor mismo se lo estamos haciendo.

“Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”. Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá la sorpresa implacablemente sobre muchos que se creyeron los verdaderos cristianos.

Y estos, que se tuvieron a sí mismos por los primeros, dirán: “Señor, ábrenos”. Y el Señor les contestará: “No sé quienes sois”. Y ellos comenzarán a decir: “Hemos comido tu pan y bebido tu sangre, tu Evangelio se ha predicado en nuestras iglesias.”
Pero el recuerdo de todas estas prácticas religiosas no servirá de nada si no va acompañando de la prueba verdaderamente decisiva en el juicio: del amor a los demás, sobre todo a los necesitados.

Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá felizmente la sorpresa sobre muchos hombres de oriente y occidente, del norte y del sur. Son los que practicaron en el mundo el mensaje cristiano del amor.
Por eso, el Señor les abrirá la puerta, los sentará a su mesa y les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui peregrino, y me acogisteis...”

Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.

Hay un cristianismo oficial que es bueno cuando expresa auténticamente en palabras y obras las actitudes de la fe, la esperanza y el amor pero que es vana hipocresía cuando no es así.
En cambio, hay otro cristianismo sin nombre, anónimo, que no se expresa en ritos y palabras, pero que realiza en la vida el mensaje de Cristo.

La verdad cristiana es eminentemente práctica. Consiste en la conversión del hombre hacia un orden nuevo, en el que habita la justicia, la paz, la fraternidad y el amor. Los hombres que trabajan por estos valores, se salvarán y ascenderán a los primeros puestos.

Queridos hermanos, esforcémonos para que Dios nos encuentre también entre ellos y nos deje entrar en su Reino celestial.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo vivo mi cristianismo durante la semana?
2. ¿Qué acciones hago en pro de los necesitados?
3. ¿Se nota mi cristianismo en mi ambiente laboral, familiar…?

PAPA FRANCISCO: CUANDO LAS COSAS SE VUELVAN OSCURAS, RECEN MÁS


Papa Francisco: Cuando las cosas se vuelvan oscuras ¡recen más!
Por Álvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



VATICANO, 18 Ene. 17 / 05:01 am (ACI).- La esperanza y la oración, dijo el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles, van de la mano y ayudan a descubrir al verdadero Dios. "La oración te lleva adelante en la esperanza y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración", dijo ante miles de fieles.

En su nueva catequesis, el Pontífice explicó que “en la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, destaca una figura un poco anómala, un profeta que intenta sustraerse a la llamada del Señor rechazando ponerse al servicio del plan divino de salvación: el profeta Jonás”.


“Es un profeta ‘en salida’ que Dios envía ‘a la periferia', a Nínive, para convertir a los habitantes de esa gran ciudad”, explicó. “En Nínive, para un israelita, Jonás representaba una realidad amenazante, el enemigo que ponía en peligro a la misma Jerusalén”. Y por eso, “cuando Dios manda a Jonás a predicar en esa ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo, busca sustraerse a su misión y huye”.

Francisco entonces señaló que el comportamiento de Jonás permite reflexionar sobre la “esperanza y la oración”.

“Durante la travesía de Jonás en el mar, comienza una terrible tempestad, y Jonás baja a la bodega del barco y se abandona al sueño. Los marineros, sin embargo, viéndose perdidos, ‘invocaron a su propio Dios’”, dijo el Papa. “El capitán del barco despertó a Jonás y le pidió que orase a su Dios”, añadió.

“La reacción de estos paganos es la justa reacción delante de la muerte, porque es entonces cuando el hombre vive una experiencia completa de la propia fragilidad y de la propia necesidad de salvación”.

En definitiva, “el instintivo horror de morir despierta la necesidad de esperar en el Dios de la vida” y la “esperanza se convierte en oración”.

El Santo Padre alertó que “demasiado fácilmente desdeñamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuese solo una oración interesada, por tanto, imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos acordamos de Él para pedir ayuda y con la sonrisa indulgente de un padre responde de manera benevolente”.

“Cuando Jonás, reconociendo las propias responsabilidades, se arroja al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente ha llevado a aquellos hombres paganos a la oración, ha hecho que el profeta viviese su propia vocación al servicio de los otros aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los sobrevivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a su alabanza”.


El Papa subrayó que la esperanza “se revela entonces más potente y opera una realidad que va también más allá de cuanto se esperaban: no solo no mueren en la tempestad, sino que se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra”.

“Así, bajo la luz del misterio pascual, la muerte puede convertirse, como fue para San Francisco de Asís, en ‘nuestra hermana muerte’ y representar, para cada hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión de conocer la esperanza y de encontrar al Señor”.

Para terminar, el Papa recordó que “más tarde, el rey de Nínive tras oír la predicación de Jonás, se confía a la misericordia divina y llama a todos a la oración y a la penitencia, salvando así la ciudad”.

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 18 DE ENERO


Los cinco minutos de María
Enero 18



María amó a todos sin excepción y a todos les deseó el bien y el mayor bien que se puede desear: el amor de Dios. Porque, comparado con el amor de Dios, todo lo demás resulta insignificante, por valioso que se lo quiera suponer.
Y así, María por todos oró, por todos sufrió, por todos entregó a su Hijo, para que a todos salvara y redimiera.
Esta universalidad del amor de María es fiel modelo de lo que debe ser nuestro amor cristiano. El verdadero amor no es envidioso, no busca las cosas propias, sino que busca el bien de los demás. El verdadero amor cristiano debe ser definido como la entrega de sí mismo a los demás a imitación de María, que se entregó a sí misma y al que quería más que a sí misma: su Hijo Jesús.
María, que con amor te uniste a la entrega de tu Hijo, ayúdanos a entregarnos en el servicio a los hermanos.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ MIÉRCOLES!!!

martes, 17 de enero de 2017

LA HISTORIA DE UN JOVEN CON MAL CARÁCTER



La historia de un joven con mal carácter



Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta.

Las semanas que siguieron, a medida que él aprendió a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta.

Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta.
Llegó el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, este le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter.

Los días pasaron y el jóven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta.

Le dijo "has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma.

Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves."

Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero el modo como se lo digas lo desbastará, y la cicatriz perdurará para siempre.

Una ofensa verbal es tan dañina como una física. Los amigos son joyas preciosas.

Nos hacen reír y nos animan a seguir adelante. Nos escuchan con atención y siempre están prestos a abrirnos su corazón.

LOS AMIGOS SON JOYAS PRECIOSAS !!

EL PODER DE UN ABRAZO


EL PODER DE UN ABRAZO



El poder de un abrazo hace que uno se sienta bien.

Investigaciones científicas apoyan el hecho de que los abrazos son absolutamente necesarios y muy recomendables para el bienestar físico y emocional, veamos:

Un abrazo, es agradable y ahuyenta la soledad,
Aquieta los nervios,
Fortalece la autoestima,
Demora el envejecimiento,
Ayuda a dominar el apetito,
Alivia las tensiones,
Combate el insomnio,
Es democrático.
Para darse no necesita de un lugar especial,
Hace más felices los días difíciles.
Más soportables de los insoportables.
Llena los vacíos de la vida.
Al dar un abrazo se expresa y se hace sentir:

Amor, cariño, seguridad, protección, confianza,
Fortaleza, apoyo, aprecio, amistad, alegría, felicidad.
¿Abrazos? ¿dónde?, ¿cuándo?:

Cualquier lugar es bueno para un abrazo.
A cualquier hora, en la mañana, tarde o noche.
Acompañados siempre de una sonrisa.
Se debe recordar:

4 abrazos para sobrevivir
8 para mantenerse en pie
12 para crecer.
Pero lo más importante son los espontáneos, los que damos o nos dan a la hora inesperada.

Anónimo

ABRIR EL CORAZÓN



Abrir el corazón



La sinceridad es una virtud exigente, ya que puedes faltar a la verdad de distintas y sutiles maneras. Por ejemplo, con la simulación, que es mentir con los hechos, o con la hipocresía pasando por lo que no eres, o con jactancias atribuyéndote excelencias que no posees, o con adulaciones cuando engañas para sacar algún provecho de los otros.

Abrir el corazón es ser sincero por encima de todos los engaños que nos hacen aparentar ser fríos e invulnerables. Es un acto de generosidad con los demás y un ejercicio de honestidad con nosotros mismos. Es apuntar a lo más sublime de nuestro ser, reconociendo en los demás aquello que también está en nosotros. Es sembrar ahora mismo la semilla selecta que hemos guardado para un mejor momento. Es seguir el impulso de lo noble, justo y recto que hay en ti. Deja hablar al corazón, porque ése es el mejor maestro que te llevará a un conocimiento más profundo.

Vivir con sinceridad es decidirte a hablar con la verdad en la mano aunque a veces te cueste; a no mentir para salir de una dificultad o librarte de una responsabilidad; a no mentir para que los demás piensen algo bueno de ti; a reconocer con honestidad cuando te has equivocado sin tratar de justificarte. He aquí un camino exigente de grandeza moral.


* Enviado por el P. Natalio

ORACIÓN A SAN ANTONIO ABAD PARA PEDIR POR LAS MASCOTAS


Oración a San Antonio Abad para pedir por las mascotas




Señor Celestial, Padre Creador de todas las cosas,
hoy quiero pedir tu misericordia y compasión para mi mascota,
y por mediación de san Antonio Abad,
llamado también san Antón, el gran protector de los animales,
que tanto amor tuvo estas criaturas,
te ruego que no le abandones nunca
concédele salud, que no sufra ni padezca,
que no este triste, que no le falten las fuerzas
que no sienta dolor ni angustia,
que no se sienta solo
y que siempre tenga a su lado alguien que le cuide con amor.

Por el poder de Tu amor,
permite que... (nombre de la mascota)
viva feliz y sano,
que tenga todo lo necesario según Tu deseo.

Cuídalo y protégelo,
que no le falte alimento, cama y reposo,
que no carezca de amigos, amor y respeto,
pon tu mano sobre él si cae enfermo,
no permitas que nada ni nadie le cause daño,
ni que se pierda o lo roben,
yo le quiero como un miembro más de la familia
y siempre estaré a su lado
dándole todo mi cariño y cubriendo sus necesidades.

Te pido tu especial bendición y ayuda
en estos momentos que... (nombre de la mascota)
necesita tanto de ti,
(pedir por salud, o robo, o extravío, protección, problemas ...):

(hacer la petición).

Señor, te ruego también que,
por intercesión de San Antonio Abad,
tengas piedad de los hombres que por ignorancia
maltratan a los animales,
enséñales a que los amen como criaturas tuyas.

Señor, ten piedad de los animales domésticos,
que muy a menudo son entregados y abandonados,
sin defensa alguna,
a la indiferencia y a la crueldad humana:
no los dejes solos con sus penas.

Señor Dios, ten piedad de los animales
como el león, el tigre, el mono, el elefante
y otras especies que son capturados
para ser llevados a circos o a zoos:
dales a todos ellos un refugio seguro en su hábitat.

Señor, ten piedad de los animales de granja
que crecen dentro de inhóspitos habitáculos,
así como de aquellos animales que en los mataderos
son sacrificados sin anestesia: acógelos con su dolor.

Señor, ten piedad de los animales de experimentación
haz que cesen estas prácticas y sálvalos de su sufrimiento.

Señor, tu que infundiste en San Antonio Abad
un gran amor a la pobreza y al respeto de los animales,
ten piedad de todos los animales que sufren
y haz una sociedad más justa basada en el amor y la paz
de todos los seres que pueblan el planeta.

Amén.

SAN ANTONIO ABAD, 17 DE ENERO


San Antonio Abad, ilustre padre de los monjes cristianos
17 de enero




 (ACI).- Cada 17 de enero se celebra la Fiesta de San Antonio Abad, ilustre padre de los monjes cristianos y modelo de espiritualidad ascética.

San Antonio, cuyo nombre significa “floreciente”, nació en Egipto por el año 250 de padres campesinos y acaudalados. En una Misa resonaron en él estas palabras de Jesús: “si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”.

Cuando murieron sus padres cuando tenía unos 20 años, repartió sus bienes entre los pobres y se fue a hacer penitencia al desierto. Allí hizo vida de ermitaño y más adelante vivió junto a un cementerio, reflexionando en este tiempo sobre la vida de Jesús que venció a la muerte.


“Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: ‘El que no trabaja que no coma’; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres”, afirma San Atanasio en la biografía que escribió del Santo.

Organizó comunidades de oración y trabajo. Sin embargo, optó de nuevo por ir al desierto, donde integró la vida solitaria con la dirección y organización de un grupo de ermitaños que se encontraban en esa zona.

De esta manera San Antonio Abad se convirtió en uno de los iniciadores de las comunidades de monjes en la historia del cristianismo, que luego se fueron expandiendo por todo el mundo y que siguen existiendo en nuestros días.

Junto al Obispo San Atanasio defendió la fe contra el arrianismo, una herejía que negaba la divinidad de Jesucristo. Además, según San Jerónimo, el abad San Antonio se hizo amigo de San Pablo el ermitaño.

“Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para ser constantes en orar: En efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llegó un momento en que su memoria suplía los libros”, destaca San Atanasio.


“Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano”, añade.

San Antonio Abad partió a la Casa del Padre hacia el 356, en el monte Colzim, próximo al Mar Rojo. Es considerado también patrón de tejedores de cestos, fabricantes de pinceles, cementerios y carniceros.

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Biografía de San Antonio Abad

En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres...".

Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.

Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección? Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.

Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.

No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.

Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como "apotegmas" o breves ocurrencias que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que Atanasio le atribuye en su "Vida".

Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.

La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los primeros siglos.

No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.


La vocación de San Antonio Abad

De la Vida de san Antonio, escrita por san Atanasio, obispo.

Cuando murieron sus padres, Antonio tenía unos dieciocho o veinte años, y quedó él solo con su única hermana, pequeña aún, teniendo que encargarse de la casa y del cuidado de su hermana.

Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba pensando en su interior «los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los apóstoles, muchos vendían sus posesiones y ponían el precio de venta a los pies de los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de estos pensamientos, entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio:

Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo».

Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el recuerdo de lo que habían hecho los santos y con aquellas palabras hubiesen sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles y repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta, reservando sólo una pequeña parte para su hermana.

Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras del Señor en el Evangelio: «No os agobiéis por el mañana».

Saliendo otra vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no soportaba que quedase su poder ni la más mínima cantidad. Encomendó su hermana a unas vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y de intensa mortificación.

Trabajaba con sus propias manos, ya que conocía aquella afirmación de la Escritura: El que no trabaja que no coma; lo que ganaba con su trabajo lo destinaba parte a su propio sustento, parte a los pobres.

Oraba con mucha frecuencia, ya que había aprendido que es necesario retirarse para ser constantes en orar: en efecto, ponía tanta atención en la lectura, que retenía todo lo que había leído, hasta tal punto que llego un momento en que su memoria suplía los libros.

Todos los habitantes del lugar, y todos los hombres honrados, cuya compañía frecuentaba, al ver su conducta, lo llamaban amigo de Dios; y todos lo amaban como a un hijo o como a un hermano.

LA NIETA QUE SE NOS FUE AL CIELO


La Nieta que se nos fue al Cielo
Inés vivió diez horas fuera del seno materno, para alegría de todos, y se nos fue directa al Cielo.


Porque quizás a alguien le ayude, querría contar algunos detalles del tránsito por la tierra de nuestra nieta Inés, que, gracias a Dios, fue tan breve como maravilloso.


Por: Tomás Melendo | Fuente: www.edufamilia.com 



Inesita.
Porque quizás a alguien le ayude, querría contar algunos detalles del tránsito por la tierra de nuestra nieta Inés, que, gracias a Dios, fue tan breve como maravilloso.
María, nuestra hija mayor, y Angelma, su esposo, tienen tres hijos varones.
Como estaba previsto, el domingo, 10 de mayo de 2015, María dio a luz a su cuarto-quinto hijo, la primera niña.
Cuarto-quinto porque el primer embarazo fue extrauterino: hubo que extirpar la trompa y el bebé no fue viable. Los tres que ahora mismo viven son Jaime (siete años cuando nació Inés), Pablo (seis, en aquel momento) y Alejandro (cinco, también entonces).
Inés vivió diez horas fuera del seno materno, para alegría de todos, y se nos fue directa al Cielo.
Ya lo sabíamos. Desde la segunda ecografía se advirtió que tenía una anencefalia: en estas circunstancias, el líquido amniótico impide el desarrollo del cerebro, por lo que las funciones vitales, una vez que deja el útero materno, mantienen al niño o a la niña en vida minutos, horas y, en algunos casos excepcionalísimos, días. Pero no más.
Todos éramos bien conscientes y, de nuevo gracias a Dios, estábamos ya preparados.
Los hechos
Según suele ocurrir, la realidad superó todas nuestras expectativas. El dolor es y seguirá siendo real —lo contrario sería antinatural—, aunque va disminuyendo con el transcurrir del tiempo, al paso que aumenta el gozo, sobrenatural e incluso humano.
Fue una auténtica bendición que el ginecólogo, José Ignacio, sea un estupendo creyente, con enorme prestigio en su hospital y una humanidad y una visión sobrenatural muy fuera de lo común. Supo orientar a María y Angelma en todo momento, cuidando hasta los menores detalles, con infinito cariño. Y la siguió atendiendo durante los días que pasó en el hospital y, como es lógico, también cuando lo dejó.
Ya dentro del quirófano todo era excepcional. Por desgracia, no suelen nacer los niños aquejados por esta dolencia: bien porque los abortan, bien porque fallecen en el seno materno. De ahí que bastantes de los médicos, enfermeros y enfermeras de guardia ese domingo, quisieran asistir al parto, movidos por un interés a la vez profesional y humano.
Según lo previsto, hubo cesárea, la cuarta de María, y la pequeña Inés fue bautizada en cuanto la sacaron del útero, en los brazos de su padre, Angelma, al que, por excepción, permitieron asistir a la cesárea.
Angelma se echó a llorar, emocionado, en cuanto la tuvo en sus brazos. María me comentó que es la única vez que lo ha visto llorar. Pero también lo hicieron alguno de los médicos y el capellán de la clínica que la bautizó. Este último, no durante el bautizo, sino al salir del quirófano. Ante la pregunta de una enfermera, cuando empezaba a responder, no pudo contenerse y rompió a llorar. Ella le comentó, con cierto asombro, que ya debía estar acostumbrado a situaciones análogas, a lo que el sacerdote asintió, pero añadiendo que nunca había visto a un padre agarrar con tanta fuerza a su hijo, como queriendo darle su propia vida.
Eso fue hacia las once de la mañana. A las doce, más o menos, llevaron a María para que se repusiera de la anestesia, y la pequeña Inés se vino con su padre, sus tres hermanos, los padres de Angelma, Lourdes y yo.
Primeras reacciones
La impresión, en cuanto nos quedamos con Inés, fue grande, al menos la mía. Poco más arriba de las cejas comenzaba una especie de gorrito, que habían colocado para que no se viera la enorme herida, en el lugar donde debería estar el cráneo. Los ojos eran un poco extraños —algo saltones— y también parte de la nariz; pero desde ahí hasta la punta de los pies Inesita era perfecta. La carita, que pronto comenzó a adquirir un tono levemente azulado, por faltarle el oxígeno, producía una ternura difícil de describir.
Sus hermanos, a quienes María y Angelma venían preparando desde tiempo atrás, se hicieron varias fotos con ella y con su padre; también Lourdes y yo, y lo mismo Vicentina y Valentín, sus abuelos por línea paterna.
La pudimos disfrutar, en esta primera etapa, hasta algo más de las dos de la tarde. Jaime, Pablo y Alejandro entendieron muy bien que el niño Jesús quisiera tanto a su hermanita que deseara llevársela ya consigo. Eso no impidió que se emocionaran, sobre todo el más pequeño de los tres, que parece el más brutote, como sucede a menudo entre los niños. Pero hacia las dos acusaron el cansancio de estar encerrados tanto tiempo en un cuarto pequeño: Valentín y yo nos lo llevamos a comer, dejando a Angelma y las dos abuelas con Inesita.
Conforme pasaban las horas de esa mañana, la primera sensación de cierta extrañeza dejó paso a una paz muy fuera de lo común, con la conciencia clara y palpable de que la Trinidad habitaba en esa criatura, que pronto iría a unirse completamente con Ella. Casi podía tocar a Dios. Algo que nunca en mi vida había sentido, al menos de ese modo.
Lourdes y Vicentina, que habían renunciado a comer para aprovechar más las horas de vida de su nieta, la dejaron cuando María, repuesta de la anestesia, regresó a su habitación y llevaron a Inesita con ella y con su esposo. Estuvieron los tres solos hasta alrededor de las seis.
A esa hora se celebró una Misa, que no pudo ser la de gloria —para agradecer a Dios que ya estuviera en el Cielo—, pues Inesita seguía aún luchando por vivir. Al terminar, casi todos los asistentes pasaron un momento a la habitación, para ver a la niña y a la madre, y luego nos quedamos de nuevo solos María, Angelma, Lourdes y yo, con la niña (los padres de Angelma tuvieron la sacrificada delicadeza de dejarnos solos, por eso de que la madre es nuestra hija: se lo agradeceremos siempre).
La marcha al Cielo
Todo el personal sanitario, con el ginecólogo a la cabeza, se portó de maravilla. Ya al acompañarnos a la pequeña salita donde nos instalamos, se les veía emocionados y atentos, desviviéndose en mil detalles. Como estaban poniendo tanto mimo, hubo un momento en que, casi sin pensarlo, di un beso de gratitud a las dos mujeres-médico presentes, repitiendo con énfasis: «muchísimas gracias». Ya entonces, y varias veces más a lo largo del día, una de ellas comentó, siempre con palabras parecidas y como explicando su actitud: «¡Con tanto cariño alrededor…!»
Cada media hora, más o menos, los médicos volvían a la habitación para ver cómo seguía Inesita. José Ignacio, el ginecólogo, además, para continuar dando ánimos a María y Angelma. Nos impresionó mucho que en una de las ocasiones, tras apenas saludar a María, se quedó alrededor de un cuarto de hora, con los codos apoyados en la cunita, sin decir palabra, contemplando a la niña a la que había ayudado a nacer.
Hacia las nueve de la noche nos dijeron que el corazón latía ya mucho más débil. Lourdes y yo dejamos la habitación, para que María y Angelma pudieran estar solos con su hija en esos últimos momentos. A las 21:50 nos dejó y se fue al Cielo. Nos permitieron tenerla un rato más con nosotros, recostada en el regazo de María.
Hay fotos y videos repletos de ternura.
Una vida breve, pero inmensamente fecunda
A partir del día siguiente, lunes, comenzaron las visitas. Familia más o menos cercana, amigos de María, de Angelma, etc. Todas muy emotivas y cariñosas. La tónica general era de gratitud y admiración contenida hacia los padres por haber querido gestar y dar a luz a una niña, sabiendo que la iban a tener pocas horas consigo, para entregarla inmediatamente a Dios.
Una última anécdota de estos primeros días. El martes por la mañana, al llevarle la comunión, el capellán que había bautizado a Inesita pidió a María hablar un momento con ella. Le preguntamos si prefería estar a solas, pero nos dijo que no, que nos quedáramos. Al cabo de unos veinte minutos se veía que quería llegar al terreno personal… y al fin lo hizo.
Primero agradeció a María, también para que se lo dijera a Angelma, el que hubieran tenido la generosidad de respetar la vida de la niña. Y varias veces, con leves modificaciones, repitió dos ideas.
a) La primera, que a él todo esto le había hecho pensar y orar mucho, y que le había llevado a “recolocar” varias cuestiones personales (obviamente, cada vez que lo recuerdo vuelvo a dar gracias a Dios).
b) La segunda, que le había impresionado cómo, mientras bautizaba a la niña, María, desde la cama donde estaba siendo operada, forzando la vista por detrás de ella, tenía los ojos fijos en Angelma, en esos momentos llorando emocionado, como queriendo darle ánimos, olvidada de sí misma: algo, efectivamente, muy femenino y muy maternal.
Cuando se marchó el sacerdote y María terminó su acción de gracias, de nuevo llorando de emoción, me dijo: «¡Papá, pero si yo no he hecho nada!»
Comentamos que así es Dios: que resultaba grandioso que Dios pudiera darle las gracias a ella por hacer lo que debía y permitir de ese modo a su hija recibir el bautismo, por lo que Inesita sería inmensamente feliz en el Cielo… y Dios se alegraría con la felicidad de esa criatura.
Bastantes veces, sobre todo cuando se trata de un grupo cercano, encuadro mis conferencias en la idea de que nuestro paso por este mundo es, más que la prueba, la gran oportunidad que Dios nos da para ir aprendiendo a amar más y mejor, de modo que vayamos siendo ya más felices aquí y, al término, habiendo dilatado las fronteras de nuestro corazón, nos quepa más Dios en el alma y seamos más felices por toda la eternidad.
Siempre me rondaba por la cabeza, junto a otros mil interrogantes y consciente de la pequeñez de mis “explicaciones”, qué sucedía con los recién nacidos que mueren. En esta ocasión vi muy claro que el engrandecimiento del corazón de Inesita era al menos proporcional al que había provocado en nosotros —sus padres, abuelos, hermanos y mucha gente más— ayudándonos a querer un poco más y mejor.
¡Qué fecundidad la de esas diez horas! La querría yo para mí.
Favores
Muy pronto, al menos los más allegados, comenzamos a encomendarnos a su intercesión. A Angelma le contaron que, en una situación análoga, san Josemaría había dicho al padre de un niño —muerto también a muy temprana edad— que no olvidara que, en el Cielo, seguía siendo hijo suyo y, por lo tanto, que le debía obediencia, y que lo “aprovechara”.
Angelma lo hace constantemente e Inesita, de ordinario, le “obedece”, dando lugar a múltiples anécdotas. Resumo una de las más simpáticas. Angelma cursó la carrera de farmacia y, después de un largo período en Dublín, se ha ido haciendo cargo de la farmacia que fue de su madre. Los sábados suele estar solo en la farmacia y hay poquísimos clientes. El que siguió al fallecimiento de Inés, apelando a su autoridad como padre, le pidió que esa tarde sí que hubiera ventas y, según nos comentó después, fue uno de los días en que más productos se vendieron: hasta una especie de crecepelos para varones de mi estilo —es decir, calvos, pelones—, muy caro y de muy difícil salida.
La última que recojo es bastante impresionante. Estando toda la familia de acampada, una de las hijas, de dos años de edad, desapareció una tarde. Estuvieron buscándola lo que quedaba de día, sin éxito. A la mañana siguiente, la madre, ya resignada a no hallarla viva, pidió por intercesión de Inesita —sus hijos van al mismo colegio que nuestros nietos— que, al menos, la encontraran, aunque fuera muerta.
Como es lógico, habían avisado a la policía y esta a los vecinos de la zona. Esa misma mañana llamó el dueño de una finca, porque había oído llorar no hacía mucho, se acercó y se topó con la niña: estaba viva, con rasguños y síntomas de deshidratación; pero se repuso rápidamente.
Para María y Angelma, Inesita ha pasado a ser un miembro más —muy especial, sin duda— de la familia. Se refieren a ella con toda naturalidad, le siguen pidiendo favores y fomentan en sus hermanos el cariño hacia la que ya tienen en el Cielo.
Para concluir…
Termino con un nuevo “favor” de Inesita. En uno de mis correos a un grupo de matrimonios mexicanos a los que me había dirigido durante un curso, les conté la historia de Inesita y les animé a encomendarse a ella, si les parecía, como ahora hago con quienes me lean. Me respondieron muchos, pero este que recojo es un testimonio muy particular.
El 2015-10-26, uno de los alumnos me escribe:
«Gracias a Dios, 31 años de casados. De los retos familiares, lo más destacable es que D. y nuestra hija G., la mayor, no han podido encargar su bebé, llevan cinco años de casados, los encomendamos a Inés para que Dios les dé el milagro de la vida. Un abrazo»
El 2015-10-30 recibo este otro mensaje, del mismo matrimonio:
«Tomás y Lourdes, con gran alegría les avisamos que Inesita ya intercedió para que Dios nos hiciera ese gran milagro y nuestra hija G. y D. ya están esperando su bebé, hoy recibimos esa gran noticia y se las compartimos con una gran gusto, ¡muy agradecidos por sus oraciones!»

Tomás Melendo
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