lunes, 10 de octubre de 2016

SAN DANIEL COMBONI, 10 DE OCTUBRE


San Daniel Comboni (1831-1881)
10 de Octubre


Hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia.

La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.

Hijo único - padres santos

Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.

Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».

En el corazón de Africa - con Africa en el corazón

Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».

Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».

Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.

Un Obispo misionero original

En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.

Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.

Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).

El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.

Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.

La cruz como «amiga y esposa»

En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».

Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.

Fechas más importantes

— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831. — Consagra su vida a Africa en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a Africa. — El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento. — En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar Africa por medio de Africa », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864). — Fiel a su consigna « Africa o muerte », no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos. — Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de Africa. No teme presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de Africa (Postulatum, 1870). — Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de Africa Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas. — Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud. — En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de Africa Central. — Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881. — El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes. — El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão. — El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma. — El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión a una madre musulmana del Sudán, Lubna Abdel Aziz. — El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.


Fuente: Página oficial del Vaticano

Y POR QUÉ FALTAR A MISA EL DOMINGO ES PECADO?


¿Y por qué faltar a misa el domingo es pecado?
Participación en la santa Misa


La participación en la celebración común de la eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y fidelidad a Cristo y a su Iglesia. 


Por: P. Eduardo María Volpacchio | Fuente: www.algunasrespuestas.com 



¿Es pecado faltar a Misa el domingo?
La respuesta a esta pregunta podría ser muy corta:
Sí, faltar a Misa –sin un motivo serio que lo justifique– es pecado grave.

Quizá interese detenernos un poco a analizar porque esto es así.

¿Y por qué faltar a Misa el domingo es un pecado?

Porque dejando de asistir dejamos de cumplir voluntariamente una obligación grave que tenemos. Y el incumplimiento de un deber grave, es una falta grave. Por eso el punto de partida de esta cuestión es la consideración de la ley de la Iglesia que manda participar en la Misa los domingos y días festivos.

¿Por qué puede ser pecado, si quien falta a Misa no hace mal a nadie?

La gravedad de los pecados no se mide por cuánto mal hace a otros, sino por la ofensa que representa a Dios. Por eso, por ejemplo la blasfemia es un pecado grave, aunque ninguna otra persona la escuche. Por otro lado quien falta a Misa el domingo se hace daño a sí mismo y a la Comunidad eclesial a la que pertenece. La falta de Dios es una carencia peligrosa: hace daño al alma.

¿Cuáles son las obligaciones del católico?

Los católicos, además de los Diez Mandamientos que resumen la ley natural y que son válidos para todos los hombres –no sólo para los cristianos-, tenemos otras obligaciones específicas por serlo: son los cinco Mandamientos de la Iglesia. Se trata de algunos deberes que regulan y encauzan la forma concreta de ser católicos: cómo nosotros amamos a Dios y le rendimos culto en la Iglesia. Entre ellos se encuentra la obligación de participar en la Santa Misa los domingos y fiestas de precepto. Es una de las obligaciones más básicas de los católicos. Sorprendentemente algunos católicos desconocen sus obligaciones. Y otros no acaban de creerse que existan verdaderos deberes que los obliguen. Piensan que por ser el amor la máxima ley cristiana, todo tendría que ser amor espontáneo, sin obligaciones. Pero esto no es así, ya que el amor es muy exigente: cuánto más amor, más exigencia de manifestarlo y de evitar todo lo que lo ofenda.

¿Es un consejo o es una ley?

Es importante distinguir los consejos y las leyes. Una cosa son las recomendaciones de cosas buenas que nos dan para ayudarnos a ser mejores: “procura ayudar a los demás”, “trata de rezar el Rosario”, etc. En este caso haremos lo que nos parezca oportuno, pero sin estar obligados en conciencia a seguir dichos consejos. Obviamente no pecamos, si decidimos no seguir un consejo.

Otra muy distinta son las leyes que nos obligan en conciencia: las leyes establecen estrictos deberes.
Entonces, ¿el incumplimiento de las leyes es pecado?
Tenemos que distinguir entre la ley divina –que viene directamente de Dios- y la ley eclesiástica –dictada por la Iglesia para concretar modos de servir y honrar a Dios.

La ley divina regula cuestiones esenciales de la vida, por lo que no admite excepciones: su incumplimiento siempre es malo, no puede no ser pecado. Es el caso de los Diez Mandamientos.
En cambio, la ley eclesiástica trata de unas concreciones mínimas de la Iglesia para ayudarnos a vivir la vida cristiana y no tiene intención de obligar cuando existe una grave dificultad para cumplirla. Por esto la ley eclesiástica no me obliga cuando su cumplimiento me representa una incomodidad grave: si un domingo estoy enfermo o tengo otra dificultad que me lo hace muy difícil no tengo obligación de ir a Misa. Pero en situaciones normales obliga de tal manera que su incumplimiento es pecado. Porque el desprecio de la ley de la Iglesia no puede ser bueno. Y no darle importancia, dejar voluntariamente de cumplirla, sin motivo, supone de hecho un desprecio.
Como no es una cuestión de opiniones personales, sino de lo establecido por la Iglesia, que es quien ha establecido las leyes eclesiásticas.

Veamos ahora qué nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de estos mandamientos (he resaltado con negrita las partes específicas sobre este tema).

LOS MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA

2041 Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en esta línea de una vida moral ligada a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo. Los mandamientos más generales de la santa Madre Iglesia son cinco:

2042 El primer mandamiento (oír misa entera y los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar trabajos serviles") exige a los fieles que santifiquen el día en el cual se conmemora la Resurrección del Señor y las fiestas litúrgicas principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen María y de los santos, en primer lugar participando en la celebración eucarística, y descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa santificación de estos días (cf CIC can. 1246-1248; CCEO, can. 880, § 3; 881, §§ 1. 2. 4).

El segundo mandamiento ("confesar los pecados mortales al menos una vez al año") asegura la preparación para la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf CIC can. 989; CCEO can.719).

El tercer mandamiento ("recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua") garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en conexión con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana (cf CIC can. 920; CCEO can. 708. 881, § 3).

2043 El cuarto mandamiento (abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón (cf CIC can. 1249-51; CCEO can. 882).

El quinto mandamiento (ayudar a las necesidades de la Iglesia) enuncia que los fieles están además obligados a ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC can. 222; CCEO, can. 25. Las Conferencias Episcopales pueden además establecer otros preceptos eclesiásticos para el propio territorio. Cf CIC, can. 455).

Y en concreto, sobre la Misa dominical, señala:

2177 La celebración dominical del Día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia. "El domingo en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica, ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto" (CIC, can. 1246,1).

"Igualmente deben observarse los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos" (CIC, can. 1246,1).

2178 Esta práctica de la asamblea cristiana se remonta a los comienzos de la edad apostólica (cf Hch 2,42-46; 1 Co 11,17). La carta a los Hebreos dice: "no abandonéis vuestra asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animaos mutuamente" (Hb 10,25).

La tradición conserva el recuerdo de una exhortación siempre actual: "Venir temprano a la Iglesia, acercarse al Señor y confesar sus pecados, arrepentirse en la oración...Asistir a la sagrada y divina liturgia, acabar su oración y no marchar antes de la despedida...Lo hemos dicho con frecuencia: este día os es dado para la oración y el descanso. Es el día que ha hecho el Señor. En él exultamos y nos gozamos (Autor anónimo, serm. dom.).

La obligación del Domingo

2180 El mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor: "El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa" (CIC, can. 1247). "Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde" (CIC, can. 1248,1)


2181 La eucaristía del Domingo fundamenta y ratifica toda la práctica cristiana. Por eso los fieles están obligados a participar en la eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC, can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.

2182 La participación en la celebración común de la eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad. Testimonian a la vez la santidad de Dios y su esperanza de la salvación. Se reconfortan mutuamente, guiados por el Espíritu Santo.

2183 "Cuando falta el ministro sagrado u otra causa grave hace imposible la participación en la celebración eucarística, se recomienda vivamente que los fieles participen en la liturgia de la palabra, si ésta se celebra en la iglesia parroquial o en otro lugar sagrado conforme a lo prescrito por el Obispo diocesano, o permanezcan en oración durante un tiempo conveniente, solos o en familia, o, si es oportuno, en grupos de familias" (CIC, can. 1248,2).

Como se ve el Catecismo no deja lugar a dudas. Todo lo que se sale de esto, será una opinión personal al margen de lo establecido por la Iglesia.

Preguntas y comentarios a P. Eduardo Volpacchio
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UN NUEVO DÍA


Un nuevo día


Aquí tienes una oración para “saludar con gozo y agradecimiento el don inapreciable de este nuevo día. Trata con ternura y afecto cada hora, porque no retornará jamás. Elude todo lo que mata el tiempo. No escuches a labios ociosos. No te quedes donde hay manos inactivas” (OM). Vive con intensidad el regalo de las próximas doce horas.

Señor, en el silencio de este día que nace, vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza. Hoy quiero mirar el mundo con ojos llenos de amor; ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno. Ver detrás de las apariencias a tus hijos, como los ves tú mismo, para, así, poder apreciar la bondad de cada uno. Cierra mis oídos a toda murmuración, guarda mi lengua de toda maledicencia, que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mí. Quiero ser tan bien intencionado y justo que todos los que se acerquen a mí, sientan tu presencia. Revísteme de tu bondad, Señor, y haz que durante este día, yo te refleje. Amén.

“Vive este día con un gran amor a todos. Ama a toda clase de personas, porque cada uno tiene cualidades dignas de ser admiradas, aunque quizá estén ocultas. Cuando te encuentres con alguien, dile mentalmente mirándolo a los ojos, te amo. Estas palabras se reflejarán en tu voz y en tu sonrisa… y se abrirán los corazones” (OM).  


* Enviado por el P. Natalio

ORAR DESDE LA ADVERSIDAD


Orar desde la adversidad
Cristo Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación ¿Podremos seguir su ejemplo?


Por: P. Eusebio Gómez Navarro OCD | Fuente: eusebiogomeznavarro.org 




Un rayó cayó en un frutal y rompió la mayor parte de las ramas. Sin embargo, una de ellas quedaba sujeta al tronco por unas pocas fibras y por la corteza, gracias a lo cual daba todavía frutos. 

La adversidad, el sufrimiento, forma parte de nuestra existencia. Una infinita gama de dolor, de sufrimiento acosan al ser humano. El mal, el sufrimiento, no entraba en los planes de Dios, el pecado nos lo trajo y desde entonces se pasea entre nosotros. Para el cristiano la enfermedad, el dolor, tiene que ser una escuela de santificación, “signo de predilección divina”, oportunidad de crecimiento.

“¿Puede engendrar felicidad la adversidad?”, pregunta José Luis Martín Descalzo. Él mismo da esta respuesta: “Puede engendrar, al menos, muchas cosas: Hondura de alma, plenitud de condición humana, nuevos caminos para descubrir más luz, para acercarnos a Dios. Por eso no hay que tenerle miedo al dolor. Lo mismo que no le tenemos miedo a la noche. Sabemos que el sol sigue saliendo aunque no lo veamos. Sabemos que volverá. Dios no desaparece cuando sufrimos. Esta ahí, de otro modo, como está el sol, cuando se ha ido de nuestros ojos”.

Cristo sintió el amargor del cáliz y el abandono del Padre. Sufrió y asumió el sufrimiento como instrumento de salvación. El vino para salvar siempre. “Decidle a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y a los pobres se les anuncia el Evangelio” (Lc 7, 22). Según el Evangelio, Cristo recorría toda Galilea enseñando y curando toda enfermedad y dolencia…Y se extendía su fama. y le traían a todos los que padecían algún mal: a los atacados de diferentes enfermedades y dolores y a los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los curaba (Mt 40, 23-25).

Cristo se acerca al que sufre y con él usa gestos de amor: palabras, silencios... A él le oye, le ve, le toca, le toma de la mano y camina con él (Jn 9, 1). Como siente compasión por el que sufre, a todos sana. Cristo sigue acercándose a cada uno de los que sufren. Será bueno tener fe en él y poner los ojos en él, no estar sin su presencia y amistad.



El Dios que se nos revela en Jesús es un Dios que comparte con el ser humano su situación, la de caminante y peregrino, la de un ser débil como el barro. Sentirse débil, cansado, perdido y rezar a Dios, es disipar dudas, temores, reponer fuerzas para seguir en el camino. 

En los momentos de dificultad, hay que doblar la rodilla y levantar el corazón y la mirada al cielo. Louis Veuillot, tras la muerte de su mujer y de sus tres hijos, pasaba mucho tiempo orando. A un amigo que le miraba, le dijo: “No estoy derribado en tierra; estoy sencillamente de rodillas”.

Ramón Font cuenta cómo a una joven le ayudó la oración durante 9 horas que estuvo encaramada en un árbol en medio del río Segre. Aquella mucha rezaba continuamente. “Me impresionó comprobar que en momentos difíciles, aquél en concreto para la chica, lo único que la sostenía y daba fuerzas era ese Dios que está al lado de quienes sufren, de quienes le reclaman y de quienes le quieren”.

Leonard Cohen, escritor, compositor y cantante, nacido en Montreal, Canadá, que ha actuado en casi todos los países del mundo, afirma: “Si me siento flácido, hago ejercicio. Si me siento perezoso mentalmente, procuro meditar. Si me siento perdido, rezo”.

“A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia” (Sal 141, 2).

El itinerario de la oración pasa por noches que son pruebas de angustia y desesperación. “Cuando nos veamos cubiertos de tinieblas, sobre todo si no somos nosotros la causa, no temblemos. Considera que estas tinieblas que te cubren te las ha enviado la providencia de Dios, por razones que solo él conoce, pues nuestra alma, a veces se ahoga y es engullida por las olas. Entonces, aunque nos dediquemos a la lectura de las Escrituras o a la oración, hagamos lo que hagamos nos encerramos cada vez más en las tinieblas (…). Son unos momentos llenos de desesperación y temor, porque la esperanza en Dios y el consuelo de la fe han abandonado totalmente al alma, que está llena de dudas y angustia.

Aquellos a quienes la confusión ha puesto a prueba, en un momento determinado, sabrán que al final se producirá un cambio. Dios no nos abandona jamás en ese estado, pues eso destruiría la esperanza (…) sino que la permite salir rápidamente de esta situación.

Bienaventurado el que soporte estas tentaciones... Después de la gracia viene la prueba. Hay un tiempo para la prueba. Y hay también un tiempo para el consuelo” (Isaac El Sirio)

El sufrimiento purifica. Ante cualquier tragedia o cruz, sobran todas las explicaciones. Sólo la fe, el silencio y el misterio tienen la respuesta acertada. Cuando el dolor aprieta, cuando las calamidades públicas azotan sin compasión, en momentos de dificultad la gente eleva los ojos a Dios. Así rezan estos versos:

“En un pueblo de la costa, cuando el mar da poca pesca, a la iglesia van los hombres. Cuando mucha, a la taberna”.

El Maestro invita a ser sus discípulos, a seguirle, a cargar con la cruz, a dar la vida por los demás. En la historia ha habido testimonios elocuentes de entrega como el P. Damián, Madre Teresa, Maximiliano Kolbe... Muchos otros, sin ser tan famosos, donan órganos para que otros puedan aprovecharse de ellos.

Es bueno pedir, sin dudar. El Pastor de Hermas, decía: “Pídele sin titubear y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma”.

Es bien conocida la oración: “Dios concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar aquellas cosas que puedo, y sabiduría para reconocer la diferencia”.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 10 DE OCTUBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Octubre 10


La vida mejor no suele ser la más complicada sino la más sencilla.
A veces soñamos con realizar muchas cosas o cosas de relieve, que nos den importancia y, sin embargo, comúnmente no podremos realizar ni muchas cosas ni cosas de importancia.

En cambio, día a día podemos realizar pocas y sencillas cosas; y esas pocas y sencillas cosas son las que cambiarán nuestra vida y podrán influir en la vida de los que nos rodean.

La sencillez suele ser una característica de las obras mejores; en cambio, las grandes obras suelen perder su grandeza cuando se las complica. El chispazo que ciega no resulta tan útil como la sencilla lámpara, que incesantemente proyecta su débil resplandor.

“Para que sean irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación extraviada y tortuosa, dentro de la cual ustedes brillan como antorchas en el mundo” (Flp 2,15). Eso tienes que ser tú, en medio del mundo que te rodea, que es un mundo lleno de conflictos: semilla de renovación, fuerza de superación. “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios” (Ap 2,7). El árbol de la Vida, que produce la alegría del espíritu.


* P. Alfonso Milagro

FELIZ SEMANA!!!


domingo, 9 de octubre de 2016

ASÍ TRANSFORMÓ EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS UN BARRIO POBRE HERIDO POR SUICIDIO DE JÓVENES


Así transformó el Sagrado Corazón de Jesús un barrio pobre herido por suicidio de jóvenes
Por Bárbara Bustamante


BUENOS AIRES, 09 Oct. 16 /  (ACI).- Entre agosto de 2015 y principios de 2016, la Villa Elvira de la Ciudad de La Plata, en Argentina, sufrió el duro golpe de 5 suicidios sucesivos de un grupo de jóvenes amigos. El miedo y la desesperanza se apoderaron de la zona pero todo cambió en junio de este año, cuando decidieron consagrar la localidad al Sagrado Corazón de Jesús.

La historia se remonta al 23 de agosto de 2015 cuando un joven de 19 años de nombre Gustavo se ahorcó fuera de su casa. Para recordarlo, sus amigos le hicieron una ermita y empezaron a juntarse allí casi todas las noches. Al cabo de un mes, otro joven del grupo se mató, y así sucesivamente hasta principios de este 2016. En total cinco muertes y varios intentos de suicidio.

La madre María Harissa Achem, superiora local de la comunidad de las Hermanas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, que tiene a cargo el Oratorio Don Bosco de la Villa Elvira, explicó que este drama tiene gran parte de su raíz en “que los chicos no tienen ideales grandes a causa de la pobreza y la droga”.

La religiosa explicó que “cuando llegan a los 13 o 14 años, la mayoría no logra terminar la secundaria y empiezan a trabajar en albañilería o electricidad. Muchos de ellos en la villa se reúnen por las noches generalmente a charlar pero también corre la droga”.

“Nosotras trabajamos en esta villa miseria desde hace casi 11 años. Los chicos vienen acá a tomar desayuno, a aprender a leer y escribir, a rezar. A estos jóvenes que se mataron los conocíamos desde pequeños, eran como nuestros hijos”, señaló la religiosa.


“Muchos de nuestros niños y jóvenes han aprendido a tener una linda relación con Dios”, continuó la madre Harissa, “por eso cuando los primeros chicos se empezaron a matar, los demás se vieron asustados y acudieron a pedirnos ayuda espiritual”.

“Providencialmente se acercaron a pedir ayuda en junio de este año, en el mes del Sagrado Corazón de Jesús”, relató la provincial de las Servidoras del este de Argentina.

“Empezamos entonces a pedirle al Sagrado Corazón por los chicos y finalmente decidimos impulsar a que la villa se consagre a Él para que bendiga los hogares”, sostuvo.

La religiosa explicó que “luego los chicos empezaron a decir que querían destruir la ermita que hicieron a los jóvenes, que era una especie de casita con las fotos de los chicos que se iban matando, ya que decían que los iba llevando a querer hacer eso también”.

“Ellos mismos destruyeron esa casita”, recordó la madre Harissa, y la primera semana de julio “el Obispo Auxiliar de La Plata, Mons. Alberto Bochatey, visitó el lugar y decidió hacer un exorcismo. El miedo y el pedido de auxilio de los chicos fue el motivo que nos llevó a hacerlo”.


“Las familias del barrio están muy agradecidas”, afirmó la religiosa, “porque los chicos cuando se juntan ahora lo hacen tranquilos y frente una estampa del Sagrado Corazón que pusieron en lugar y que de alguna manera los protege”.

En cuanto a los familiares de las víctimas, explicó que “los estamos acompañando y en general se les ve más tranquilos. Antes estaban como muy desesperados e incluso algunos vienen a las misas de los domingos”.

“Creo que fue la vuelta a Dios lo que hizo que esto se frenara, el que pidieran ayuda a Dios por medio de nosotras, y consagrarse al Sagrado Corazón”, dijo la Madre Harissa.


“Sin duda, desde que la villa se consagró al Sagrado Corazón de Jesús hay más tranquilidad”, agregó.

El Pasado domingo, 2 de octubre, el Arzobispo de la Plata en Argentina, Mons. Héctor Aguer, visitó la Villa Elvira presidió una Misa  por los jóvenes que se suicidaron, donde llamó a “vivir una fe profunda, que fundamente nuestra esperanza y alimente nuestra caridad”.

“El don de la fe debemos pedirlo y agradecerlo todos los días. En el barrio debe reinar el Señor de la Paz. Acá quien tiene que reinar es Dios”, destacó el Prelado.

“Debemos tener el valor del perdón, confiar en la misericordia de Dios, y ser el pueblo de la Vida y la ‘vida en abundancia’”, subrayó.

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS, 9 DE OCTUBRE


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Octubre 9



Son muchas las ocupaciones que tenemos a lo largo del día; si no sabemos ordenar nuestras obligaciones, llegamos a vernos abrumados por ellas.

No pensemos en todo lo que debemos hacer a lo largo del día, porque no lo deberemos hacer todo en un solo momento sino poco a poco, una cosa tras otra.

En cada momento hay que concentrarse únicamente en aquello que se debe hacer en ese instante. Nos esperarán luego otras cosas: visitas que hacer, cartas por contestar....; pero todo puede esperar; en cambio, no puede ser prorrogado lo que debes hacer en este preciso instante.

Más que preocuparnos por hacer muchas cosas, será preciso responsabilizarnos por hacer mejor y vivir mejor el momento presente.

No tanto más, sino mejor.

“Ustedes se encuentran en la condición mejor, la que conduce a la salvación” (Heb 6,9). En cada momento el Señor está a tu lado, para instarte a que perfecciones tus obras con mayor rectitud de intención, con mayor pureza de conciencia, con mayor integridad, con mayor intensidad de amor. No dejes pasar ese movimiento del Espíritu.


* P. Alfonso Milagro

PAPA FRANCISCO EN EL JUBILEO MARIANO: PARA SER AGRADECIDOS HAY QUE SER HUMILDES


Papa Francisco en el Jubileo Mariano: Para ser agradecidos hay que ser humildes
Por Álvaro de Juana
 Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



VATICANO, 09 Oct. 16 / (ACI).- Miles de personas participaron en la mañana del domingo a la Santa Misa con motivo del Jubileo Mariano que durante tres días se ha celebrado en Roma, en la que el Papa Francisco invitó a dar gracias por los dones recibidos de Dios y afirmó que “para saber agradecer se necesita también la humildad”.

Francisco comentó las lecturas del día y sobre todo el Evangelio, en el que se ve como Jesús realiza algunas curaciones y las personas sanadas dan gracias por ello.

“¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado”, dijo el Papa.


En el relato está presente también la figura de un samaritano “un extranjero que vive en las fronteras del pueblo elegido, casi un pagano”. “Este hombre no se conforma con haber obtenido la salud a través de propia fe, sino que hace que su curación sea plena, regresando para manifestar su gratitud por el don recibido, reconociendo que Jesús es el verdadero Sacerdote que, después de haberlo levantado y salvado, puede ponerlo en camino y recibirlo entre sus discípulos”.

El Pontífice explicó que muchas veces “es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias”.  Por ello, “en esta jornada jubilar se nos propone un modelo, más aún, el modelo que debemos contemplar: María, nuestra Madre”.

“El corazón de María, más que ningún otro, es un corazón humilde y capaz de acoger los dones de Dios. Y Dios, para hacerse hombre, la eligió precisamente a ella, a una simple joven de Nazaret, que no vivía en los palacios del poder y de la riqueza, que no había hecho obras extraordinarias”.

“Preguntémonos –continuó– si estamos dispuestos a recibir los dones de Dios o si, por el contrario, preferimos encerrarnos en las seguridades materiales, en las seguridades intelectuales, en las seguridades de nuestros proyectos”.


Por último, el Santo Padre agregó que “el que vive a nuestro lado, tal vez despreciado y discriminado por ser extranjero, puede en cambio enseñarnos cómo avanzar por el camino que el Señor quiere”.

“También la Madre de Dios, con su esposo José, experimentó el estar lejos de su tierra. También ella fue extranjera en Egipto durante un largo tiempo, lejos de parientes y amigos. Su fe, sin embargo, fue capaz de superar las dificultades. Aferrémonos fuertemente a esta fe sencilla de la Santa Madre de Dios; pidámosle que nos enseñe a regresar siempre a Jesús y a darle gracias por los innumerables beneficios de su misericordia”, concluyó.

PUEDO LIMPIAR MI CORAZÓN?


¿Puedo limpiar mi corazón?
La confesión un verdadero encuentro con Cristo que purifica cualquier intención.


Por: Germán Sánchez Griese | Fuente: Catholic.net 






No hace mucho tiempo escuché en la predicación de unos ejercicios espirituales una frase que por su sencillez, dramatismo y realismo ejemplifica muy bien las consecuencias del pecado en nuestro corazón. “Hacer el mal produce placer. El placer pasa, el pecado queda. Hacer el bien produce dolor. El dolor pasa, el bien queda”.

Al pecar, nuestro corazón queda infectado. No solamente comete la falta, sino que queda herido en su naturaleza. Son huellas que quedan y que de alguna manera, le restan fuerza, claridad y vigor en la lucha constante por hacer siempre el bien, por conseguir la virtud que nos hemos propuesto alcanzar. Querámoslo o no, el pecado va debilitando la fuerza de voluntad. Imagínate tu corazón como esa bomba de amor que constantemente esta haciendo llegar una savia pura y fresca a todas las acciones de tu obrar cotidiano, que te impele a estar siempre obrando el bien con el fin único de alcanzar la santidad, el parecerte a Jesucristo. Los pecados son basuras que se van incrustando en la bomba y que no permiten que circule libremente la savia vivificadora. No es que el corazón se estropee. Es que al corazón se le van adhiriendo basuras, vicios, comportamientos que impiden que en todas las acciones que debe realizar brille la virtud que debes conquistar. Al paso del tiempo podemos muy bien preguntarnos: “... y bien, ¿por qué no soy lo que debo ser? ¿Por qué estoy retrocediendo en lugar de avanzar?”

Cuentan que Leonardo Da Vinci, buscaba modelos para su obra “La última cena”. Fácilmente encontró a Jesús: un joven florentino en la primavera de la vida: fuerte, alto, con la mirada fresca, envolvente y cautivadora. Limpia. Fue fácil invitarlo a posar. Pasó el tiempo y entre las distintas actividades del gran maestro el cuadro no quedaba terminado. Serían diez años desde que había comenzado el cuadro y para dar por terminada la obra faltaba otro de los personajes principales de la escena: Judas, el discípulo que traicionó a Jesús. No era cosa de otro mundo buscar una persona que pudiera servir de modelo, si bien a nadie le agradaba tal empresa, por las heridas que en la susceptibilidad personal pudieran causarse: eso de quedar inmortalizado en la historia como un traidor no era del todo halagador para nadie. Así las cosas, Leonardo buscó entre las peores tabernas a los posibles personajes que pudieran desempeñar el triste papel de Judas Iscariote. Buscando, buscando, lo encontró: un hombre, no muy grande, de unos treinta años pero con una mirada triste, perdida, el ceño fruncido y las espaldas ya algo cargadas por el paso del tiempo. Con todo respeto lo invitó a la osada empresa y el sujeto aceptó. Habría sido en las primeras sesiones cuando nuestro modelo, sin notarlo, comenzó a llorar. Leonardo, tratando de congraciarse con él y admirando su exquisita sensibilidad le dijo:
-Pero hombre. No llores, no es para tanto. Tú no eres un traidor, tan sólo me estás ayudando en esta empresa. Es cierto que te ha tocado jugar un papel muy poco halagador, pero por favor, no lo tomes así.
A lo que el hombre respondió:
-No lloro por lo que tú me estás diciendo. Lloro por mí mismo. ¿Es que no me reconoces? Cuánto habré cambiado que al cabo de diez años tú mismo me pediste que posara como Jesucristo y ahora me invitas a ser Judas Iscariote...

El corazón también ha sido comparado por un gran maestro espiritual del siglo XX como una papa. Comparación poco elegante, ciertamente, pero muy efectiva. Una papa si se la deja en cualquier parte, es capaz de echar raíces ahí en donde se le coloca. Puede ser en la bodega, en la alacena de una casa, en lo oscuro de un diván. Echa raíces. De la misma manera, nuestro corazón se habitúa a actuar de cualquier forma. Si no estamos atentos irá adquiriendo tendencias malas de aquí y allá y al final no nosotros mismos acabaremos por reconocerlo.

Es por ello que debemos hacer de vez en cuando una purificación de nuestro corazón, una limpieza profunda para quitar esas manchas, esos virus que puedan haberse incrustado en el camino diario.

¿Signos con los que podemos detectar que ya necesitamos una purificación de nuestro corazón? Hay varios.

Primero: nos dejamos de doler por nuestras faltas, especialmente aquellas faltas que cometemos por culpa de nuestro defecto dominante. Ya no le damos la importancia necesaria como la solíamos dar al inicio de nuestro programa de reforma de vida. Nos hemos ido acostumbrado poco a poco a esas fallas. Nuestro corazón “ha aprendido a convivir” con esas fallas. Como los virus que ya no son detectados por los anticuerpos. Nuestro cuerpo se ha habituado de tal manera a convivir con ellos que ya no detecta su presencia. En la vida espiritual puede pasarnos algo semejante. No es que no le demos importancia a las fallas, pero ya no nos duelen tanto, no nos movemos tanto hacia una conversión fuerte, eficaz, ya no nos causa tanto dolor el haber cometido esas faltas. El pecado ha “obnubilado” la forma de ver las cosas. Lo que antes nos causaba gran dolor, ahora simplemente nos causa fastidio o flojera y podemos tener expresiones como las de “se ve que yo soy así y me va a ser muy difícil cambiar”. “Lo he intentado todo...” “Total: no es tan malo...” Si una alarma contra incendios no funciona bien, el día menos pensado que necesitemos de sus servicios nos fallará y entonces lamentaremos las consecuencias de no haberle dado un servicio de mantenimiento con la frecuencia con la que se lo habríamos de haber dado.

Otro de los signos con los cuales podemos detectar que las cosas no marchan ya muy bien en nuestro corazón es el hacernos esclavos de las circunstancias. Tengo mi programa de reforma de vida, pero yo mismo hago mis espacios mentales para no cumplirlo, porque las circunstancias indican otras cosa o son desfavorables, según nuestro propio y peculiar juicio. “Una vez al año, no hace daño.” “Ahora estoy con mis amigos.” “En estos momentos me siento tan cansado.” “Era muy difícil no haber caído: la tentación se me presentó en forma tan inesperada...” Y justificaciones similares. Las circunstancias son las que cada día se van enseñoreando más de nuestro corazón hasta dominarlo. Nos convertimos en hombre y mujeres de circunstancias, porque nos fuimos habituando a dejar que ellas fueran dictándonos los comportamientos de nuestro obrar. Y nuestro corazón, si bien seguía bombeando, la savia ya no pasaba porque había sido taponada por las circunstancias.

Confundimos la ilusión con la realidad. Creemos que ciertas cosas pueden hacernos bien y no nos damos cuenta del mal que nos provocan. Hemos trastocado los términos de todo. Lo bueno ya no lo vemos tan bueno y lo malo, por consecuencia, ya no lo vemos tan malo.

Un último signo es la justificación para no obrar el bien con la fuerza y la constancia con la que deberíamos hacerlo. Encontramos una respuesta fácil y cómoda para explicar nuestra falta de virtud. No nos preocupamos por alcanzar las cumbres de la santidad. Nos justificamos con que no somos malas personas y así, vamos tirando en la vida.

Cuando alguno de estos signos se presentan, señal es de que nuestro corazón comienza a atrofiarse, a ensuciarse. Es tiempo de una buena purificación, de una buena limpieza interior. Y esta limpieza debe ser profunda, debe ir a las raíces de las faltas. No quedarnos en la superficialidad, sino ir al fondo. ¿Cómo logra esta purificación? La Iglesia católica nos recomienda la confesión de nuestros pecados. Pero debe ser una confesión profunda íntima, llena de fe. Una confesión que mire más las actitudes por las que hemos cometido las faltas, que las faltas en cuanto tal.

Sabemos que la gracia actúa en el alma, porque la gracia es eficaz, actúa por sí misma. Pero las buenas disposiciones del alma, ayudan a que la gracia actúe con mayor profundidad, porque el individuo se presta para ello: prepara los lugares en donde la gracia puede actuar. Puedes confesarte con mucho sentido de arrepentimiento, con mucho dolor de los pecados, pero si no hay las disposiciones, los medios para cambiar, será difícil que la gracia actúe. Borrará los pecados, de eso no nos cabe la menor duda, pero que actúe en tu corazón, que lo disponga a actuar siempre para el bien, que lo fortalezca, que lo vigorice, eso dependerá de tus buenas disposiciones.

¿Cómo disponernos a una buena purificación de nuestro corazón para que actúe la gracia? ¿Cómo disponernos para que cada confesión sea un verdadero encuentro con Cristo que fortalezca nuestro corazón y lo lance a obrar siempre y de mejor manera el bien para vencer nuestro defecto dominante y alcanzar la virtud que queremos conquistar?

Te invito a conocer y saber cómo hacerlo, en el siguiente artículo. Por mientras, te dejo de tarea el que revises un poco cómo son tus confesiones. No te pido que revises únicamente la mecánica de tus confesiones o de qué pecados te confiesas con mayor frecuencia, sino que analices las actitudes de tus confesiones. ¿Cuál es la actitud fundamental por la que recurres al sacramento de la penitencia? ¿Cómo dispones tu corazón al sacramento de la confesión? ¿Qué pasaría si no pudieras confesarte? ¿Vivirías igual? ¿Cambia tu vida después de cada confesión? ¿O sigue más o menos igual? ¿Es para ti la confesión un verdadero encuentro con Cristo?

CRISTO, EL QUEBRANTADOR DE PARADIGMAS


Cristo, el quebrantador de paradigmas
Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina


Por: Maleni Grider | Fuente: ACC – Agencia de Contenido Católico 




Una de las cosas más impresionantes acerca de Jesús es el hecho de que su sabiduría no era humana sino divina. Sus palabras no provenían de una mente carnal, sino del mismo Padre Eterno.

El Hijo de Dios siempre tuvo respuestas para todo. Sus contestaciones fueron enseñanzas y, al mismo tiempo, una ruptura de los paradigmas imperantes en la estructura mental de la raza humana, sin importar su cultura.

Jesús dijo: “Amad a sus enemigos”, “Si alguien te abofetea en una mejilla, ofrécele la otra”, “Bienaventurados los que lloran…”, “Mi Reino no es de este mundo”, “Deben perdonar hasta setenta veces siete”, “No he venido a llamar a justos sino a pecadores”, “Alejados de mí, nada pueden hacer”, etcétera.

Parecía ser que su mensaje iba siempre contra toda lógica, y que las cosas que nos pedía hacer eran imposibles. Al mismo tiempo, mientras predicaba toda esta nueva visión del mundo y de la vida humana, Cristo desplegaba su poder en la tierra haciendo toda serie de milagros y prodigios, con lo cual sellaba sus aseveraciones y demostraba que lo que Él revelaba provenía de un lugar fuera del mundo.

A pesar de ello, muchos no le creyeron, fue siempre la minoría la que lo siguió. Y sin embargo, esa minoría transformó al mundo. Desde que Él llegó a la tierra, las leyes convencionales cambiaron, la ley del amor fue revelada a los seres humanos de manera extraordinaria, y la ley del Espíritu (opuesta a la ley de la letra) hizo su aparición.


Cristo propuso estándares morales absolutos y muy altos. Si el ser humano puede odiar, nos pidió no odiar sino perdonar; si el ser humano puede pecar, nos pidió ser perfectos, como su Padre es perfecto; si el ser humano puede cometer adulterio, nos pidió no ser infieles ni siquiera con el pensamiento. La lista puede seguir y seguir, pero la idea central es que Jesús nos mostró que somos capaces de mucho más de lo que creemos.

“Si tienen fe como un gramo de mostaza, podrán remover las montañas y echarlas al mar”; “Si creen, verán la gloria de Dios”. Jesús llamó a Pedro y lo hizo caminar sobre el mar, Jesús multiplicó los peces y los panes, y luego dijo a sus discípulos que “iguales o incluso mayores cosas harían en su nombre”. Revelación y promesas fueron siempre de la mano cuando el Maestro abría su boca y ofrecía su divinidad.

Siendo nuestro Redentor, nos abrió la puerta de la sabiduría que proviene de lo Alto. Nos dio a conocer que para vencer nuestra carnalidad tenemos que vivir por el Espíritu. No hay ninguna otra forma de cumplir sus propósitos o seguir sus pisadas. Él nos puso el ejemplo. Está en nosotros romper o no los paradigmas, tal como Él lo hizo.

MEDITACIONES DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE OCTUBRE DEL 2016


«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»

Hoy podemos comprobar, ¡una vez más!, cómo nuestra actitud de fe puede remover el corazón de Jesucristo. El hecho es que unos leprosos, venciendo la reprobación social que sufrían los que tenían la lepra y con una buena dosis de audacia, se acercan a Jesús y —podríamos decir entre comillas— le obligan con su confiada petición: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lc 17,13).

La respuesta es inmediata y fulminante: «Id y presentaos a los sacerdotes» (Lc 17,14). Él, que es el Señor, muestra su poder, ya que «mientras iban, quedaron limpios» (Lc 17,14).

Esto nos muestra que la medida de los milagros de Cristo es, justamente, la medida de nuestra fe y confianza en Dios. ¿Qué hemos de hacer nosotros —pobres criaturas— ante Dios, sino confiar en Él? Pero con una fe operativa, que nos mueve a obedecer las indicaciones de Dios. Basta un mínimo de sentido común para entender que «nada es demasiado difícil de creer tocando a Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer» (Beato J. H. Newman). Si no vemos más milagros es porque “obligamos” poco al Señor con nuestra falta de confianza y de obediencia a su voluntad. Como dijo san Juan Crisóstomo, «un poco de fe puede mucho».

Y, como coronación de la confianza en Dios, llega el desbordamiento de la alegría y del agradecimiento: en efecto, «uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias» (Lc 17,15-16).

Pero..., ¡qué lástima! De diez beneficiarios de aquel gran milagro, sólo regresó uno. ¡Qué ingratos somos cuando olvidamos con tanta facilidad que todo nos viene de Dios y que a él todo lo debemos! Hagamos el propósito de obligarle mostrándonos confiados en Dios y agradecidos a Él.


«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench 
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

___________________

San Bruno de Segni (c. 1045-1123), obispo 
Comentario al evangelio de Lucas, 2, 40; PL 426-428

La fe que purifica

      ¿Qué otra cosa representan los diez leprosos sino a los pecadores?... Cuando apareció Cristo Nuestro Señor todos los hombres padecían la lepra del alma aunque no todos estuvieran afectados por ella en el cuerpo... Ahora bien, la lepra del alma es mucho peor que la del cuerpo. 

      Pero, miremos lo que sigue: “...se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.” Estos hombres se detuvieron a distancia porque no se atrevían, siendo leprosos, acercarse a Jesús. Lo mismo nos pasa a nosotros: mientras permanecemos en nuestros pecados, nos quedamos alejados de Dios. Para recobrar la salud y curar de la lepra de nuestros pecados, supliquemos con voz fuerte y digamos: “Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.” Con todo, esta súplica no debe ser una simple profesión de los labios sino que debe salir de nuestro corazón, porque el corazón tiene una voz más fuerte que la boca. La oración del corazón penetra los cielos y se eleva hasta el trono de Dios.

LECTURAS BÍBLICAS Y EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 9 DE OCTUBRE DEL 2016


Lecturas de hoy Domingo 28º del Tiempo Ordinario - Ciclo C



Lectura del segundo libro de los Reyes (5,14-17):
En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Elíseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.» 
Eliseo contestó: «¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.» Y aunque le insistía, lo rehusó. 
Naamán dijo: «Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.»

Palabra de Dios



Salmo
Sal 97,1.2-3ab.3cd-4

R/. El Señor revela a las naciones su salvación

Cantad al Señor un cántico nuevo, 
porque ha hecho maravillas: 
su diestra le ha dado la victoria, 
su santo brazo. R/. 

El Señor da a conocer su victoria, 
revela a las naciones su justicia: 
se acordó de su misericordia y su fidelidad 
en favor de la casa de Israel. R/. 

Los confines de la tierra han contemplado 
la victoria de nuestro Dios. 
Aclama al Señor, tierra entera, 
gritad, vitoread, tocad. R/.


Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 
(2,8-13):

Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada: Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna. Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

Palabra de Dios



Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,11-19):

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» 
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.» 
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» 
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

Palabra del Señor

FELIZ DOMINGO!!!

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