martes, 16 de febrero de 2016

LOS CINCO MINUTOS DE DIOS: LUNES 15 DE FEBRERO 2016


LOS CINCO MINUTOS DE DIOS
Febrero 15



Siempre son más alegres los días de sol que los de tormenta; siempre resultará más agradable la vida cuando se la enfoca en proyección de optimismo que cuando se la mira con desconfianza.
Por eso:

Yo canto a la mañana, que vio mi juventud, y al sol, que día a día nos trae nueva inquietud.

Le canto a mi madre, que dio vida a mi ser, le canto a la tierra, que me ha visto nacer.

Y canto al día en que sentí el amor.

Andando por la vida, aprendí esta canción.

Y unas voces amigas nos brindan también estas estrofas:

Canto a la flor del campo, canto al viento, canto al mar.

Canto a la luz que muere en el trigal.

Canto al amor sincero, canto al fuego del hogar.

Canto a la verdadera libertad.

Canto a los verdes prados, canto al aire, canto al sol.

Canto al azul del cielo y al amor.

Canto a la gente humilde, que me mira sin rencor, canto a la paz del mundo, canto a Dios.

“Yo soy la Vida, nadie va al Padre, sino por mí” (Jn 14,6)


* P. Alfonso Milagro

IMÁGENES DEL PAPA FRANCISCO EN MISA DE BASILÍCA DE GUADALUPE - MÉXICO
















































AVIVAR LA LLAMA INTERIOR


Avivar la llama interior


Hoy te ofrezco una parábola moderna que te descubrirá una verdad que fue expresada así por Jesús: “No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. La prueba que todos debemos afrontar en esta vida pasajera es la de elegir con sabiduría dónde poner el corazón. Debemos hacer una opción entre los bienes transitorios de esta vida y Dios, amado con toda nuestra alma.

Cuentan que un rey muy rico de la India, tenía fama de ser indiferente a las riquezas y cultivar una profunda religiosidad. Movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del soberano. ”Majestad, —le preguntó en la audiencia—, ¿cómo hace para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?” El rey le dijo: "Te lo revelaré si recorres mi palacio para apreciar mis riquezas. Pero, llevarás una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré". Concluido el paseo, el rey le preguntó: “¿Qué piensas de mis riquezas?" La persona respondió: "No vi nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara".  El rey le dijo: "Ése es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas”.

“Avivar la llama interior”, de eso se trata, de tener un amor tan firme a Dios que siempre lo tengamos en el primer lugar de nuestro afecto, preocupaciones, tiempo… Hay un motivo fundamental para eso: Dios nos ama tanto, se ha jugado tanto por nosotros, que no nos queda sino organizar toda nuestra vida como respuesta coherente a su inmensa bondad.


* Enviado por el P. Natalio

TENTACIONES DE CRISTO, TRES TENTACIONES QUE EL CRISTIANO SE ENFRENTA DIARIO


Tentaciones de Cristo, tres tentaciones que el cristiano
 se enfrenta diario


¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
Por: SS Papa Francisco | Fuente: Oficina de Prensa de la Santa Sede 




Ahora que estamos en Cuaresma, vale la pena meditar las palabras del Papa Francisco en la homilía de la Misa de Ecatepec 14 febrero 2016

El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en algún «cajón de los recuerdos». Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.

Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos». Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del «padre mío» y «padrastro vuestro».

En cada uno de nosotros anida, vive ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.

Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.


Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.

Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.

1. La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos.

2. La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído», deja paso a la tercera tentación.

3. El orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias Señor porque no me has hecho como ellos».

Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.
Vale la pena entonces preguntarnos:

¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza para vencer esas tentaciones?
Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos, lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Porque hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga. No se puede dialogar porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la Palabra de Dios lo puede derrotar.

Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que lo degrada, degradándose o degradando. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío».

Que en esta eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «el Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús... sabiendo que con Él y en Él renace siempre la alegría» (Evangelii gaudium, 1) 

FELIZ MARTES!!


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