viernes, 11 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 11 DE DICIEMBRE DEL 2015


Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado
Adviento


Mateo 11, 16-19. Adviento. Quien lucha desde la fe, triunfa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios. 


Por: Carlos Henrique Farias, L.C. | Fuente: Catholic.net 



Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 16-19
¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado cantos fúnebres, y no os habéis lamentado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Demonio tiene." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha hecho prestigiosa por sus obras.

Oración Introductoria
Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, aprietan mi vida. Por eso, actúo como un niño que no se satisface con nada. Jesús, ¡cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte! Ayúdame a madurar mi fe, mi amor y mi entrega, para lanzarme con entusiasmo en tus manos, para cantar cuando Tú me tocas flauta, y también llorar, cuando me entonas los cantos fúnebres.

Petición
Jesús, quiero asemejarme a ti, unir mi voluntad a la tuya. Quiero seguir amándote en el estado de vida que he elegido. Quiero caminar desde tus manos, mirar desde tus ojos, ser feliz desde tu corazón. Por eso, mi dulce Jesús, pido que vivas en mí para que tu fe sea la mía; tus amores, los míos; tus alegrías, las mías. En fin, que sea uno contigo.

Meditación del Papa Francisco
Pero yo no les entiendo, son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado ¿Pero qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta! Es siempre este el cierre al mundo de Dios […]
No confundamos 'libertad' con 'autonomía', elegir la salvación que consideramos sea aquella 'justa'. ¿Creo que Jesús sea el Maestro que nos enseña la salvación? ¿O por el contrario voy por todas partes para alquilar a un gurú que me enseñe otra?
¿Un camino más seguro o me refugio bajo el techo de las prescripciones y de tantos mandamientos confeccionados por los hombres? Y así me siento seguro y con esta 'seguridad' -es un poco duro decirlo- seguridad con la que compro mi salvación, y que Jesús da gratuitamente con la gratitud de Dios? Hoy nos hará bien ponernos estas preguntas. Y la última: ¿yo me resisto a la salvación de Jesús? (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión 
La vida desde la fe es sencilla. Implica confiar y aceptar, pero, sobre todo, buscar hacer la voluntad de Dios. Quien lucha desde la fe, sabe que su lucha es victoriosa, porque no lucha sólo, sino hombro a hombro con Dios. Acepta con gusto lo venido de Dios, porque sabe que Él es su Padre y quiere lo mejor para él. Sabe ver la mano amorosa de su Providencia en cada una de las diversas circunstancias de la vida, porque se siente amado y cuidado por Dios. No se queja, sino que vive el momento presente confiando siempre en quien es Todopoderoso.

Jesús no nos pide mucho. Sólo nos enseña e invita a tener los pies en la tierra y el corazón en el cielo.

Propósito
En el día de hoy, voy a buscar vivir los contratiempos con visión sobrenatural y amor, aceptando con agrado los planes de Dios sobre los míos.

Diálogo con Cristo
Señor, quiero agradecerte por todos los beneficios que tu inefable bondad me hace alcanzar cada día y en cada momento. Te pido fortaleza y constancia para seguir tus inspiraciones, pues sabes que soy muy débil. Sabes que muchas veces no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Tú conoces lo que llevo en mi corazón, Jesús. Por eso, concédeme la gracia de potenciar lo que es bueno y rectificar lo malo. Jesús, confío en ti. Ayúdame a asemejarme en criterios, acciones y deseos contigo.

"Si no le dejas, Él no te dejará"  (San Josemaría Escrivá, Camino, n. 730)

Preguntas o comentarios al autor  Carlos Henrique Farias, LC

SUÉLTATE...

Suéltate 


 

Cuentan que un alpinista, desesperado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería la gloria solo para él, por lo tanto subió sin compañeros.

Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció.

La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad, la luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo unos pocos metros de la cima, se resbaló y se desplomó por el aire, cayendo a velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida.

Pensaba en la cercanía de la muerte, sin embargo, de repente, sintió el fortísimo tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña.

En ese momento de quietud, suspendido en el aire, no le quedó más que gritar: AYÚDAME DIOS MIO¡¡¡

De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

-¿QUE QUIERES QUE HAGA?

- Sálvame Dios mío

- ¿REALMENTE CREES QUE YO TE PUEDA SALVAR?

- Por supuesto Señor

- ENTONCES CORTA LA CUERDA QUE TE SOSTIENE...

Hubo un momento de silencio; el hombre se aferró más aún a la cuerda.

Cuenta el equipo de rescate, que al otro día encontraron a un alpinista colgando muerto, congelado, agarradas sus manos fuertemente a la cuerda... A TAN SOLO DOS METROS DEL SUELO...

¿Y tú que tan aferrado estas a tu cuerda? ¿Te soltarías?

ESTAMPAS CON ORACIONES A SANTA MARAVILLAS DE JESÚS, 11 DE DICIEMBRE




SANTA MARAVILLAS DE JESÚS, RELIGIOSA, 11 DE DICIEMBRE


Hoy se celebra a Santa Maravillas de Jesús, de la Orden de las Carmelitas Descalzas






ROMA, 11 Dic. (ACI).- “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera”, solía repetir Santa Maravillas de Jesús, religiosa de la Orden de las Carmelitas Descalzas y cuya fiesta se celebra cada 11 de diciembre. Así como Santa Teresa de Jesús, fundó varios carmelos.

María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid, España, en 1891. Su padre llegó a ser Embajador de España ante la Santa Sede. Desde pequeña sintió una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. En su adolescencia y juventud realizó muchas obras de caridad a los más necesitados.

Le gustaba leer mucho las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz. Es así que ingresó a las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) en 1919 y recibió el nombre de Maravillas de Jesús.

En 1923 recibió la inspiración de fundar un carmelo en el Cerro de los Ángeles, en el centro geográfico de España, donde se había elevado un monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Con ayuda del Obispo de Madrid-Alcalá se pudo llevar adelante esta obra. Hizo su profesión solemne y en 1926 se inauguró el convento, siendo ella priora de la comunidad.



Ante la presencia de muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio la señal de Dios para fundar nuevas “Casas de la Virgen”. Es así que en 1933, fundó otro Carmelo en Kottayam (India) y envió ocho monjas.

En la persecución religiosa en España, a partir de 1931, en las noches pasaba muchas horas orando desde su Carmelo y contemplando el monumento al Sagrado Corazón. Obtuvo del Papa Pío XI el permiso de salir con su comunidad, exponiendo su vida.

En 1936 la Carmelitas fueron expulsadas de su convento y llevadas a las Ursulinas de Getafe. Después las hermanas se refugiaron en un piso (departamento) de una calle de Madrid y se vieron expuestas a privaciones y amenazas.

Al año siguiente, pasando por Lourdes, llegaron al abandonado “desierto” de Las Batuecas, en Salamanca, que se había adquirido antes de la guerra. Allí, a petición del Obispo de Coria-Cáceres fundó otro Carmelo y que años más tarde sería cedido a los padres carmelitas descalzos.

En 1939 retorna al Carmelo de El Cerro de los Ángeles, que se encontraba totalmente destruido, y la Madre Maravillas fue elegida nuevamente priora por su testimonio de fe, fortaleza y confianza en Dios que había demostrado todo este tiempo. Desde entonces realizó la fundación de muchos otros carmelos.

En 1961 fundó el de La Aldehuela, Madrid, en el que fue elegida priora y donde viviría hasta sus últimos días. La Santa Madre Maravillas continuó ayudando a los más necesitados, edificó una Iglesia, un colegio y sostuvo a muchos seminaristas para que llegaran a ser sacerdotes. Con una fundación benéfica ayudó a religiosas enfermas.

Todo esto y muchos servicios más fueron iniciados sin medios económicos, pero Santa Maravillas confiaba siempre en la providencia de Dios. Se sentía feliz de ser carmelita descalza e “hija de nuestra santa madre Teresa”. Obtuvo de la Santa Sede la aprobación de la “Asociación de Santa Teresa”, integrada por los carmelos fundados por ella y otros.

Irradiaba paz, dulzura en sus palabras y gestos. Fue una gran mística y tenía la capacidad de contagiar el amor de Dios. Partió a la Casa del Padre un 11 de diciembre de 1974. Sus últimas palabras fueron: “¡Qué felicidad morir carmelita!”

San Juan Pablo II la canonizó en el 2003 y sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela.

PAISAJE DESDE LA VENTANA


Paisaje desde la ventana 


 

Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama de tarde, durante hora, para ayudarle a drenar el liquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenia que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos durante horas. Hablaban de sus mujeres y sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, donde habían estado de vacaciones.

Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas quepodía ver desde la ventana.

El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esas horas, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades, colores del mundo exterior. La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea dela ciudad.

El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito, el del otro lado de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena. Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.

Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera de día entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se lleno de pesar y llamo a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo. Tan pronto como lo considero apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación.

Lentamente, y con dificultad, el hombre se irguió sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo el mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama... y se encontró con una pared blanca.

El hombre preguntó a la enfermera que podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana. La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indico: "Quizás solo
quería animarle a usted".

Epilogo: Es una tremenda felicidad el hacer felices a los demás, sea cual sea la propia situación. El dolor compartido es la mitad de pena, pero la felicidad, cuando se comparte, es doble.

TARJETAS PARA SALUDOS DE FELIZ NAVIDAD


















EN LA MITAD DEL ADVIENTO


En la mitad del Adviento





En la mitad del Adviento... ¿Cómo están nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad... y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad... ¡y los turrones! Ah, eso sí, no nos pueden faltar los vinos y otra cosa importante para brindar...

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos.

Todo esto está muy bien, pero... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón.

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos" sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo Él el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo y únicamente por amor.

Es tiempo de regalar y de recibir regalos..., todo está bien. Pero Él solo vino a buscar mi corazón para que lo ame... ¿se lo daré?



Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

EL ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS


El árbol de los problemas 





El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó, lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se niega a arrancar.

Mientras lo llevaba a su casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos me invitó a conocer su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando la punta de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió una puerta, ocurrió sorprendentemente una transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dió un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el carro.

Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que había visto hacer un rato antes. " Oh, ese es mi árbol de problemas ", contestó. " Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego mañana los recojo otra vez ".

" Lo divertido es ", dijo sonriendo, " que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior ".

FRASES PARA EL ADVIENTO


Frases para el Adviento   




*La esperanza del Adviento es saber a quién estamos esperando: A JESÚS.

*El Señor no nos dice cuándo será su venida definitiva pero, en cambio, nos da pistas de cómo hemos de estar a su llegada: VIGILANTES.

*Esperar al Señor implica hacerlo con aquello que Él nos dijo: salir con amor al encuentro del AMOR.

*Estar alerta es descubrir que, de mil maneras, Dios pasa a nuestro lado: DIOS INVISIBLE PERO SENSIBLE.

*El  Adviento es un compás con tres movimientos: VIGILANCIA, ORACIÓN, CONVERSIÓN Y ALEGRÍA.

*Ir al encuentro de Aquel que viene es poner luz en nuestro corazón para disipar las tinieblas que nos impiden verle.

*El problema del mundo es que desespera por todo. La grandeza del cristiano es que espera en medio de toda desesperanza.

*La oración, en Adviento, es un papel en el que el cristiano escribe su carta personal al Dios que viene en Belén.

*La Palabra de Jesús, además de fortalecernos, nos da seguridad en nuestra esperanza: HABLA.

*El mundo se empeña en cambiar las cosas pero, el Señor, va al fondo de las personas: AL CORAZÓN.

*La rutina es enemiga del vigilante. ¿Quieres y deseas un futuro con Dios? PERMANECE EN PIE.

*La sociedad ¿espera en algo? Posiblemente no. Nosotros en cambio esperamos otro nuevo mundo.

*Las mejores autopistas necesitan constantemente arreglos. La llegada del Señor ¿cómo encuentra los caminos de nuestros corazones?

*¡Qué alegría sentimos cuando alguien nos devuelve algo que es nuestro! ¿Sentimos la misma alegría con el nacimiento de Jesús que nos trae y nos devuelve a Dios?

*Amar a María es llenarnos de lo que, en María, fue constitutivo: la Palabra de Dios. ¿La escuchamos y la veneramos? ¿La reflexionamos y la llevamos a nuestra vida?

*Preparar los caminos al Señor es salir a su encuentro; no detenernos en los escaparates que seducen nuestros instintos pero adormecen nuestras ansias de ir a los brazos de Dios.

*Celebremos la primera Navidad pero, además de eso, levantemos un poco más nuestras cabezas: la segunda venida del Señor está al caer. ¿Cuándo? Eso es lo de menos. Lo importante es….la esperanza.

*Sobran palabras y faltan testimonios. En Belén, con pocas palabras y con una presencia, Dios lo dijo todo. ¿Por qué será que a nosotros nos cuesta tanto el hacer y tan poco el hablar?



P. Javier Leoz

FELIZ VIERNES!!!

jueves, 10 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 10 DE DICIEMBRE DEL 2015



Juan Bautista, el precursor
Adviento


Mateo 11,11-15. Adviento. El don que Cristo viene a traer, lo trae a través de otras personas, a través de precursores. 


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Mateo 11, 11-15
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «Les aseguro que no ha surgido entre los hombres nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él. Desde que apareció Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos sufre violencia, y los violentos pretenden apoderarse de él. Pues todos los profetas y la ley anunciaron esto hasta que vino Juan. Y es que, lo acepten o no, él es Elías, el que tenía que venir. El que tenga oídos, que oiga».

Oración introductoria
Señor, creo en Ti, confío en tu misericordia y te amo sobre todas las cosas. Quiero oírte para ser fiel en mi esfuerzo constante por alcanzar tu Reino. Que este rato de intimidad contigo me fortalezca y me anime a seguirte con entusiasmo y fidelidad, cueste lo que cueste.

Petición
Jesús, dame la gracia de vivir con un espíritu de lucha aprovechando los innumerables dones que me concedes.

Meditación del Papa Francisco
Podemos caer en la trampa de medir el valor de nuestros esfuerzos apostólicos con los criterios de la eficiencia, de la funcionalidad y del éxito externo, que rige el mundo de los negocios. Ciertamente, estas cosas son importantes. Se nos ha confiado una gran responsabilidad y justamente por ello el Pueblo de Dios espera de nosotros una correspondencia. Pero el verdadero valor de nuestro apostolado se mide por el que tiene a los ojos de Dios. Ver y valorar las cosas desde la perspectiva de Dios exige que volvamos constantemente al comienzo de nuestra vocación y –no hace falta decirlo– exige una gran humildad. La cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas. Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz. (Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2015).
Reflexión
Juan Bautista aparece en el Evangelio como la figura del hombre que precede a Cristo. Y no cabe duda que la misión de Juan Bautista, la misión de preparar el camino del Redentor, la misión de precursor se encaja en su vida como algo que él tiene que vivir, que tiene que aceptar.

La vocación de Juan Bautista no se da simplemente por el hecho de que Dios llama a su vida; también se da, se cuaja, se fecunda, se madura porque, con su libertad, Juan Bautista acepta esta misión. Ya su padre Zacarías había hablado de su misión cuando Juan es llevado a circuncidar. Zacarías dice que ese niño "será llamado Profeta del Altísimo porque irá delante del Señor a preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados".

Esta es la misión del precursor, ser el hombre que va delante del Señor, que prepara sus caminos y que anuncia el gran don que es el perdón de los pecados. Lo que hace grande a Juan es que la misión que Dios le propone, él la lleva a cabo. Y el hecho de que sea el precursor, de alguna manera, se convierte para Juan Bautista no sólo en un motivo de gloria para él, sino que también se convierte en el modo en el que él llega a nuestras vidas.

También en cada uno de nosotros se realiza una misión semejante. En cierto sentido, cada uno de nosotros es un precursor, es un hombre o una mujer que va delante en el camino de la Redención. Todos estamos llamados, al igual que Juan Bautista, a realizar, a llevar a cabo nuestra misión.

¿Hasta qué punto valoramos la misión que se nos encomienda? ¿Sabemos apreciar el don que hemos recibido? Un don que, como dirá Zacarías, no es otra cosa sino "el Sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz". Ese es el don que recibimos, el don que Cristo viene a traer.

Pero, el don que Cristo viene a traer, lo trae a través de otras personas, a través de precursores. ¿Yo valoro el don de Cristo, el don que yo puedo dar a mis hermanos? ¿Me doy cuenta de la inmensa riqueza que supone para mi vida, pero también la inmensa riqueza que supone para los demás? Cuántos hombres -como dirá también Zacarías- viven en manos de sus enemigos y en manos de todos los que los aborrecen. Cuántos hombres y mujeres son atacados, denigrados, humillados, hundidos, manipulados.

Y sin embargo, la misericordia de Dios tiene que llegar a sus vidas. Pero ¿cómo va a llegar si no hay nadie que lo proclame, si no hay nadie que vaya delante del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la salvación? ¿Cuántos corazones no podrán encontrarse con Cristo en esta Navidad?

En estos días en que nos estamos preparando de una forma más intensa para el Nacimiento de Nuestro Señor, tendríamos que preguntarnos ¿cuántos corazones, por mi omisión, por mi falta de delicadeza, por mi falta de preocupación, quedarán sin encontrarse con Dios? ¿Cuántos corazones en las familias, cuántos corazones en el ambiente, cuántos corazones en el ámbito laboral y social no van a saber que Cristo nace para ellos y por ellos? ¿No va a haber nadie que se los enseñe, no va a haber nadie que les predique el camino de la Salvación?

¿Podremos ser tan egoístas como para cerrar el conocimiento de la salvación a los demás? Nuestro corazón no puede pensar tanto en sí mismo como para olvidarse del don que tiene para dárselo a otro. Es una tarea que tenemos que hacer; pero no la podemos hacer si no valoramos primero el don que podemos tener en nuestras manos, si no somos nosotros los que acogemos, los que recibimos el don de Dios. Un don que tiene que vivirse, que tiene que manifestarse, de una manera muy especial, a través de nuestro testimonio de vida; un don que no es tanto la teoría y consejos que podemos decir a los demás, sino sobre todo, lo que nosotros estamos haciendo con nuestra vida.

¡De qué poco nos serviría decir que valoramos mucho el don de Cristo que viene en esta Navidad si no lo transmitiéramos, si no lo diéramos a los demás! ¡De qué poco serviría que dijéramos que queremos ser estos profetas del Altísimo que van delante del Señor para preparar sus caminos, si nuestra vida no se transforma, si nuestra vida no recibe esa visita de Dios, si nuestra vida no quiere ser recibida por Cristo nuestro Señor! No se puede, es imposible. Antes que redimir a otros, hay que redimir mi corazón, hay que cambiar mis actitudes, hay que cambiar mi comportamiento. Tengo que ser el primer redimido. Tengo que redimir mi corazón, tengo que cambiar mis actitudes, tengo que ser el primero que acepta a Cristo como el que me salva de mis pecados, como el que me salva de mis fragilidades.

Jesús en el Evangelio dice: "El que tenga oídos para oír, que oiga", que es una forma hebrea de decir que quien esté dispuesto, quien quiera, que escuche mi palabra. Pero hay una cosa muy clara, ninguno de nosotros entrará en el camino de la paz que Zacarías profetiza cuando ve a su hijo, si no somos capaces de oír lo que Dios nos pide, el cambio concreto que Dios pide a cada uno.

Propósito
"No niegues un beneficio al que lo necesita, siempre que en tu poder esté el hacerlo" (Pr 3, 27).

Diálogo con Cristo
Jesucristo, dame la gracia de ser decidido y audaz para saber trasmitir mi fe a los demás. Concédeme ser valiente y persistente, buscando caminos para la nueva evangelización. Haz que sea capaz de dejar mis gustos y mis pareceres, para que, en todo momento, sepa armonizar la diversidad con la caridad.

 
Preguntas o comentarios al autor P. Cipriano Sánchez LC

DESDE EL CORAZÓN... TE DOY GRACIAS


Desde el Corazón... te doy gracias



Desde el corazón, te doy gracias
por los bienes que me das
y por las cosas que comparto.

Quiero ser una persona responsable
y atenta a las necesidades de los demás.

Haz Jesús que mi corazón
esté siempre abierto para dar
y abierto para recibir todo lo que viene de ti:
amor, justicia, paz,…

Desde el corazón, quiero ser apoyo
y ayuda para los que me acompañan
amigos, compañeros de clase y familiares.

Que en el camino de la vida
nunca les falte una sonrisa,
una palabra de consuelo,
una mano amiga que les ayuda a caminar.

ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA



ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA

Oh saludable Hostia
Que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo danos fuerza,
concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino 
se atribuye eterna gloria:
y El, vida sin término 
nos otorgue en la Patria.

Amén.

LA HISTORIA DE LOS JUBILEOS

Historia de los Jubileos
El primer jubileo fue en 1300

La continua afluencia de peregrinos incentivó a Bonifacio VIII a convocar el Jubileo cada cien años y a promulgar la indulgencia plenaria


Por: Jubil2000, Sitio Oficial del Jubileo 2000 | Fuente: Jubil2000 



1300: El primer Jubileo de la historia

El primer Jubileo cristiano fue convocado por el Papa Bonifacio VIII en el 1300. Esta decisión dio nueva dimensión y significado a las peregrinaciones a Roma, hacia las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. El inicio de un nuevo siglo había visto llegar a Roma a un excepcional número de peregrinos para venerar la más famosa de las reliquias romanas conservada en San Pedro, la de la "Verónica", que representa el rostro dolorido de Jesús en la Pasión,. La continua afluencia de peregrinos incentivó a Bonifacio VIII a convocar el Jubileo cada cien años y a promulgar la indulgencia plenaria. Un cronista de la época escribió con entusiasmo: "Desde los tiempos más antiguos no existió tanta devoción y fervor de fe en el pueblo cristiano".


1350: Un Jubileo sin el Papa

En el año 1343 una delegación de romanos fue a visitar al Papa Clemente VI en Aviñón, Francia, donde estaba en exilio desde 1309, para pedirle un Jubileo extraordinario en el año 1350, reduciendo así la periodicidad de los Jubileos, a sólo cincuenta años. El pedido se fundamentaba en la antigua costumbre hebrea, referida por el Levítico: después de cuarenta y nueve años el quincuagésimo (50) debe ser jubilar. Los romanos fueron impulsados a pedir un Jubileo, por el creciente clima de malestar que se había producido en la ciudad a causa de la prolongada ausencia del Papa. Se pensaba que el evento jubilar habría sido una ocasión oportuna para el regreso del Papa a su sede episcopal. Clemente VI convocó este Jubileo anticipado, concedió la indulgencia plenaria a cuantos fueran en peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo y, la novedad con relación al año 1300, es que se añadió la peregrinación a la Basílica de San Juan de Letrán. No obstante, por motivos políticos, el Papa no pudo ir a Roma.


1390: El Jubileo tiene una nueva periodicidad

La frecuencia de los Jubileos cambió después del año 1350 a causa del Gran Cisma de Occidente del año 1378, es decir, debido a un conflicto vinculado con la legitimidad de la elección del Papa. También para este Jubileo se cambió la frecuencia establecida. De hecho Urbano VI lo promulgó para el año 1390, a pesar de que su intención era introducir un nuevo período entre un Jubileo y otro: cada treintitrés años, en recuerdo de la vida de Jesús. Diversos fueron los motivos que llevaron a postergar este plazo. El Jubileo tuvo lugar en 1390 y fue celebrado por Bonifacio IX, sucesor del desaparecido Urbano VI. En este Jubileo se agrega Sta. María Mayor a las basílicas que los peregrinos deben visitar.


1400: La peregrinación penitencial

Bonifacio IX quiso que se celebrara también el Jubileo del año 1400 para respetar la periodicidad de cincuenta años establecida en el año 1350. La Iglesia estaba aún dividida ese año, entre Roma y Aviñón, donde reinaba un antipapa. Los cristianos franceses, españoles y una parte de los italianos no tomaron parte en la peregrinación jubilar porque sus reyes, adhiriéndose a la parte cismática de la Iglesia, no permitieron a sus súbditos que participaran en el Jubileo. Bonifacio IX extendió la visita para obtener las indulgencias, a las basílicas de San Lorenzo extramuros, Sta. María en Trastévere y Sta. María Rotonda, que así se añadieron a las cuatro basílicas mayores ya escogidas en los años precedentes. En el Jubileo del año 1400 se dio inicio a un nuevo tipo de peregrinación penitencial que, partiendo de diversas regiones de Italia septentrional, se dirigían a Roma bajo el lema "paz y misericordia".


1450: "El Jubileo de los Santos"

Este Jubileo fue abierto en la basílica de San Juan de Letrán, por Nicolás V, considerado el primer Papa humanista. La respuesta de los fieles a su convocatoria fue excepcional, tanto que este Jubileo se recuerda entre los que tuvieron mayor participación en la historia y como la última gran manifestación colectiva de la edad media. Roma fue puesta a dura prueba por la presencia de esa multitud de peregrinos, que provocó problemas de orden público, de sanidad y de abastecimiento. Ese Jubileo fue definido además, como el "Jubileo de los Santos", porque entre otros, estuvieron presentes en Roma, los futuros Sta. Rita de Casia y San Antonino de Florencia. Este último definió el Jubileo como: "El Año de oro", para indicar que después del cisma se había encontrado nuevamente la unidad de la Iglesia de Occidente


1475: El Jubileo comienza a llamarse también Año Santo

Desde el año 1475 los Jubileos se realizan cada veinticinco años. Sixto IV para hacer convergir todo el mundo católico a Roma suspendió, durante el período jubilar, todas las indulgencias plenarias fuera de Roma. Fue utilizada la nueva tecnología de la imprenta, descubierta en el año 1444 por Gutemberg: las Bulas jubilares, las instrucciones para la jornada del peregrino y las oraciones que se debían recitar en los lugares sagrados fueron presentadas, por primera vez, en modernos caracteres impresos. Por otra parte, a partir de este Jubileo, entró en uso la sencilla y significativa denominación de "Año Santo" que ha llegado hasta nuestros días. Sixto IV favoreció también la creación de muchas obras urbanísticas y arquitectónicas para que la ciudad pudiera acoger mejor a los peregrinos. Entre las obras se cuenta incluso un puente, llamado Sixto, construido para facilitar el movimiento de los fieles.


1500: Se abre en San Pedro la Puerta Santa

Ocho años atrás había sido descubierto el continente Americano: el Año Santo del 1500 representa por lo tanto un momento de paso no solamente hacia un nuevo siglo, sino también hacia un mundo más vasto. Alejandro VI, el 24 de diciembre de 1499, inauguró solemnemente el Jubileo y añadió un nuevo rito: la apertura de una Puerta Santa en la Basílica de San Pedro a la que, desde entonces, fue adjudicado el papel tradicional que la puerta áurea de San Juan de Letrán, había desempeñado por siglos. El Papa quiso, además, que la apertura de las Puertas Santas se realizara en cada una de las cuatro basílicas mayores establecidas para la visita jubilar. Desde aquel momento la apertura de la Puerta Santa y el paso a través de ella, se convirtió en uno de los actos más importantes del Año Santo. Fue también inaugurado un nuevo camino denominado Alejandrino, que unía el Castillo del Santo Angel con la Basílica de San Pedro.


1525: El Jubileo de la crisis religiosa en Europa

Clemente VII abrió la Puerta Santa de este Jubileo en un tiempo de conflictos religiosos y políticos. En efecto, estaba en pleno apogeo la crisis religiosa, iniciada con Martín Lutero en Alemania el año 1517. El monje agustino había puesto en discusión entre otras cosas el mismo principio de las indulgencias. Se ponía así en tela de juicio uno de los fundamentos del Año Santo. Por otra parte, desde muchas partes se solicitaba una reforma de la Iglesia. También en el campo político las dificultades eran enormes: el conflicto entre Carlos V y Francisco I inició la primera gran fractura política de la época moderna en Europa. También la Iglesia pagó las consecuencias. Dos años después del Año Santo, Roma fue invadida y saqueada, por las tropas imperiales de Carlos V. El Jubileo fue, sin embargo, convocado regularmente, y la Puerta Santa abierta en un clima de agitación.


1550: El Jubileo en el tiempo del Concilio de Trento

Los Papas de este Jubileo son dos: Pablo III y Julio III. El primero de ellos trabajó en la preparación hasta su muerte en el año 1549, después de haber encontrado la ciudad de Roma, todavía desgarrada a causa del saqueo de 1527 y luego de haberse iniciado la reforma de la Iglesia católica con el Concilio de Trento. Julio III lo celebró a partir de febrero del año 1550, fecha de su elección. Por este retraso inicial, el Año Santo fue prolongado hasta la Epifanía sucesiva. Este Jubileo fue una ocasión propicia para realizar la renovación de la vida religiosa que habría encontrado su plena manifestación en el Concilio de Trento. El esfuerzo de los romanos, en la acogida a los peregrinos fue muy grande, especialmente con los peregrinos más pobres.


1575: San Felipe Neri organiza la acogida de los peregrinos

Es el primer Jubileo después del Concilio de Trento. Roma se preparó para el acontecimiento con particular esmero y austeridad. Ya desde 1573, a los dueños de hosterías y hoteles se les ordenó que no subieran los precios. Fueron construidas nuevas calles para facilitar el recorrido de los peregrinos; entre ellas la Avenida Merulana que une San Juan de Letrán con Sta. María la Mayor. En la vigilia del Año Santo, el Papa Gregorio XIII pidió a los Cardenales un nuevo estilo de vida para dar ejemplo a los fieles. Entre los cardenales presentes en Roma estuvo el gran arzobispo de Milán, Carlos Borromeo. El Jubileo se caracterizó por la presencia de nuevas asociaciones seglares y religiosas, entre ellas la Cofradía de la Santísima Trinidad de los Peregrinos y Convalecientes, fundada de San Felipe Neri. Esta institución organizó la hospitalidad de los peregrinos aún en los más mínimos detalles.


1600: Una gran participación de peregrinos

"Avisos de Roma", un diario urbano de la época, refirió que el Año Santo del 1600 fue uno de los que tuvo mas éxito tanto por la gran participación de fieles, como por la especial devoción de los peregrinos. Dos son las razones: el hecho de que la Iglesia católica comienza a recoger los frutos del Concilio de Trento y el clima de distensión que vivía Europa, después de tantos años de guerras y de divisiones. En Roma las instituciones de hospitalidad, creadas por las diversas Cofradías, desempeñaron un papel determinante, para resolver el problema del alojamiento y alimentación de la gran mayoría de los peregrinos, que eran pobres y no podían acceder a las estructuras normales de hospedaje.


1625 : El Jubileo es también para los enfermos y prisioneros

El Año Santo se abrió entre los "rumores" de la guerra de los Treinta Años que estalló en el año 1618. Urbano VIII promulgó un edicto para prohibir a todas las personas llevar armas y provocar actos de violencia en Roma. Una epidemia de peste se difundió en algunas regiones del Sur de Italia y el Papa, para evitar que la misma se extendiera a Roma, resolvió sustituir la visita a la Basílica de San Pablo extramuros, por la de Santa María en Trastévere. Por primera vez los efectos espirituales del Jubileo fueron extendidos a quienes, por razones de salud o de reclusión, no podían llegar a Roma. Es una importante innovación que modifica en profundidad el concepto inspirador de esta indulgencia que, originalmente, estaba asociada al viaje a Roma.


1650: Para el Año Santo se restaura la Catedral de Roma

Este Jubileo se abrió, a diferencia del precedente, en una época de paz relativa: había terminado la guerra de los Treinta Años que había devastado Europa. Inocente X inicia, en presencia de una gran muchedumbre de peregrinos, el Año Santo en la Basílica de San Pedro, que para la ocasión había sido renovada por dentro,. Uno de los hechos más relevantes de la celebración jubilar fue la restauración, deseada por el Papa, de la entonces derruida Catedral de Roma, San Juan de Letrán que, según algunos estudiosos, fue "vestida" por Borromini como una blanca esposa. El Papa aprovechó la ocasión de la restauración de su sede episcopal para manifestar el propósito de pacificación universal de la Iglesia. Inocente X había trabajado, en efecto, por la pacificación de Europa durante la larga guerra de los Treinta Años. Con la restauración de la Catedral, intentó consolidar el prestigio de la iglesia, y subrayar su posición neutral con respecto a las grandes potencias europeas.


1675: La columnata de Bernini acoge por primera vez los peregrinos

El Jubileo acogió por primera vez a los peregrinos dentro de la columnata de la Plaza San Pedro, realizada por Bernini. Los brazos extendidos la columnata son el símbolo más cabal de la nueva disposición de la ciudad hacia la muchedumbre de peregrinos que la visitan cada Año Santo. En la vigilia del Jubileo, Clemente X canoniza la primera santa de América del Sur, Rosa de Lima. Después erige la primera diócesis de América del Norte, la de Quebec. El Jueves Santo, el Papa se dirige a la sede de la Cofradía de los Peregrinos para lavar los pies a doce pobres y hace servir una cena para diez mil personas. La reina Cristina de Suecia participa, en el mismo lugar, del "lavatorio de los pies" de las peregrinas.


1700: El Jubileo en el siglo de las "luces"

Inicia un nuevo siglo, denominado "de las luces", fundamentado en la cultura de la "razón". El Jubileo fue abierto por Inocencio XII que muere antes de que termine el año. Por primera vez un Año Santo es alterado por la muerte del Papa. Le sucede Clemente XI. Muchos ilustres peregrinos llegan a Roma para el acontecimiento jubilar. Entre estos la reina polaca María Cristina, viuda de Juan III Sobieski, que entra descalza en San Pedro y vestida de penitente visita las iglesias romanas. Un viajero inglés, a propósito de la devoción de los peregrinos escribe: "La muchedumbre sigue pasando de rodillas la Puerta Santa de San Pedro con tal afluencia que no he podido todavía abrirme camino para entrar".


1725: El Año Santo del rescate de los esclavos

El Jubileo quedó fuertemente marcado por la personalidad de Benedicto XIII, que convocó un Sínodo en la provincia romana y estableció una serie de normas para la preparación espiritual del evento. Los romanos vieron al Papa recorrer las calles de la ciudad sobre humildes carrozas, salmodiar con devoción durante el trayecto y transcurrir jornadas enteras en oración en la Iglesia de Santa María sobre Minerva, a cargo de los Dominicos, orden a la que había pertenecido. El Papa quiso que se realizara una esmerada predicación en las diversas iglesias de Roma y, con este objetivo, hizo llamar los más famosos predicadores del tiempo. Un hecho significativo fue la acogida reservada por los Padres Mercedarios a 370 esclavos rescatados para el Año Santo. Para el Jubileo fue inaugurada la estupenda escalinata de la Trinidad de los Montes en la Plaza de España.


1750: El Año Santo de los predicadores y de la cruz en el Coliseo

En la Bula de convocación del Jubileo, Peregrinantes a Domino, Benito XIV destacó la necesidad de hacer penitencia para que el Año sea verdaderamente "Santo": Año de edificación y no de escándalo. El Papa recordó el valor de la peregrinación como superación de las dimensiones cotidianas de pecado. El Jubileo tuvo así, una fuerte característica espiritual. Uno de los predicadores más escuchados fue Leonardo de Puerto Mauricio, un franciscano reformado: a sus predicaciones en Plaza Navona, asistió también el Papa. El Padre Leonardo erigió en Roma durante el Año Santo, 572 cruces y la más célebre fue la que se levantó en el Coliseo, que se venera hasta nuestros días.


1775: El Jubileo más breve de la historia

Por primera vez la Bula de convocación del Jubileo se hace en idioma italiano: "L’Autore della nostra vita". Pío VI, en febrero apenas elegido, abrió la Puerta Santa en San Pedro para el Jubileo más breve de la historia. La preparación fue realizada por su predecesor, Clemente XIV, con un ciclo de predicaciones, procesiones y misiones en algunas plazas romanas. Las misiones respondían a una exigencia: la de preparar la ciudad para el Año Santo. Fueron realizadas también algunas obras públicas, entre ellas la restauración de los hospitales Espíritu Santo y San Juan. El Jubileo del año 1775 es recordado también por la presencia de un numeroso grupo de Patriarcas y Obispos católicos de rito oriental.


1800: El Jubileo no se celebra: La Puerta Santa está inmersa en el sufrimiento de la historia

El Jubileo del nuevo siglo no se celebró a causa de los profundos cambios que involucraron el continente europeo después de la Revolución Francesa. En el año 1797 las tropas francesas ocuparon Roma y la ciudad se transformó en el centro de la República Romana. El Papa Pío VI que debería haberlo convocado, murió desterrado en el año 1799. El año que debía haber sido jubilar transcurrió entre la ausencia forzada del Papa de Roma, las difíciles condiciones políticas generales y la incertidumbre que caracteriza los tiempos de guerra. Todos estos factores impidieron a Pío VII celebrar el Año Santo, incluso con retraso.


1825: El único Jubileo del siglo XIX, se celebra en medio de dificultades

El del año 1825 es el único Jubileo celebrado en el siglo XIX. Las cancillerías europeas del período de la Restauración miraban con mucha preocupación la convocación del Jubileo por el notable movimiento de personas que habría provocado. En un tiempo de revoluciones liberales y de conspiraciones, cada viajero era considerado sospechoso, las fronteras están cerradas, los caminos vigilados, las posadas desaparecieron. Sin embargo, León XII lo quiso, lo organizó y celebró. En la Bula de convocación hace referencia a las dificultades, pero al mismo tiempo pone la celebración jubilar bajo el signo de la alegría. Una de las novedades fue que se concedía la indulgencia a quienes veneraran uno de los iconos más antiguos del mundo, el de la Virgen de la Clemencia, del siglo VII, conservado en la Basílica de Sta. María en Trastévere.


1850: El Jubileo no se convoca porque el Papa está ausente de Roma

El Jubileo correspondiente a esta fecha no fue convocado, ni celebrado. Pío IX estaba desterrado desde hacía un tiempo y regresó a Roma en abril del año 1850, demasiado tarde para convocar el Año Santo. El alejamiento del Papa de Roma era consecuencia del amplio fenómeno de agitación general que acosaba la ciudad y los Estados Pontificios a partir del año 1848. Eran los presagios de la llamada cuestión romana, en la que se ponía en discusión el poder temporal del Papa. Este Jubileo fallido planteaba una pregunta a Pío IX y a sus sucesores: ¿Sería posible en el futuro otra celebración jubilar si se ponía en discusión el poder temporal del Papa?


1875: La Puerta Santa permanece cerrada

Roma se había convertido en capital de Italia desde hacía unos años. El Papa que había perdido el poder temporal sobre la ciudad y los Estados Pontificios, decidió quedarse en Roma encerrándose en el Vaticano, declarándose "prisionero del rey". La Puerta Santa de San Pedro quedó nuevamente cerrada, como en el año 1850. Pío IX, consideró que no se daban las condiciones para una celebración normal del acontecimiento, pero quiso de todos modos convocarlo de manera nueva con respecto al pasado. El Papa extendió el Jubileo a todo el mundo católico y lo celebró en Roma en forma reducida inaugurándolo en la Basílica de San Pedro con la única presencia del clero romano y sin la apertura de la Puerta Santa. Fue por lo tanto un Jubileo, a "puertas cerradas".


1900: La Puerta Santa se abre nuevamente en un clima de reconciliación

El nuevo siglo que empieza, celebra el renacimiento del Jubileo. Después de setenta y cinco años se abrió de nuevo la Puerta Santa. León XIII, el 24 de diciembre de 1899, pudo inaugurar el primer Año Santo después del fin del poder temporal del Papa. León XIII, que se había pronunciado sobre una de las cuestiones centrales del tiempo, la social, con la histórica Encíclica Rerum novarum, consideraba también necesario redimensionar la imagen de la Iglesia y del pontificado romano. El Jubileo le ofrecía la ocasión. La preparación logística y la organización fueron apoyadas también, por primera vez, por el gobierno italiano. La apertura de la Puerta Santa se realizó con solemnidad y también en un clima de reconciliación y fiesta. Roma se llenó en esa ocasión, de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo.


1925: "El Año Santo de la pacificación y de la paz"

Es la definición del Jubileo del año 1925 convocado por Pío XI en un clima de renovada distensión entre la Iglesia y el Estado Italiano. La prensa italiana concedió amplio espacio al evento, poniendo así en evidencia el nuevo clima de paz que se había instaurado en Roma. Pío XI dio al Jubileo un carácter eminentemente misionero, ya que las misiones constituyeron uno de los grandes temas de su pontificado. A él se debe la consagración de los primeros obispos chinos. El año jubilar fue también coronado por una serie de solemnes ceremonias religiosas, entre las cuales las más significativas fueron algunas canonizaciones: la de Teresa del Niño Jesús, la del Cura de Ars y de Juan Eudes. La participación de los peregrinos fue impresionante. De hecho aquel año llegaron a Roma más de medio millón de personas.


1933: El Año Santo extraordinario de la Redención

El 24 de diciembre de 1932, Pío XI anunció, sorprendiendo a todos, la convocación de un Año Santo extraordinario para 1933: el de la Redención. Después de haber instituido la fiesta de Cristo Rey y de haber consagrado la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús, en la vigilia del centenario de la muerte de Cristo el Papa anunciaba el Año Santo de la Redención. Los tiempos litúrgicos de este Jubileo fueron diversos de los anteriores. En efecto, la apertura de la Puerta Santa fue fijada para el Domingo de Pasión (y no la noche de Navidad), y la clausura para el Lunes de Pasión del año sucesivo. Pío XI creó así un gran acontecimiento religioso centrado en la figura de Cristo Redentor. Este Jubileo fue la primera ocasión, después del fin del poder temporal, en el que algunas celebraciones presididas por el Papa se realizaron fuera de la Basílica de San Pedro.


1950: El Jubileo "del gran retorno y del gran perdón"

Pío XII abrió el Año Santo en un horizonte cargado de tensiones y con las heridas de la segunda guerra mundial todavía no cicatrizadas. Un mensaje de paz subyace en el Jubileo del año 1950. Es el año del "gran retorno y del gran perdón" de todos los hombres, también de los más alejados de la fe cristiana. Europa estaba dividida en dos partes y los católicos del Este no podían ir a Roma. No obstante estas dificultades, la participación de los peregrinos fue extraordinaria y la audiencia con el Papa, a partir de este Jubileo, entró a formar parte integrante de la vida de los fieles. Videre Petrum pasó a ser el objetivo de muchos. Durante el año jubilar Pío XII proclamó el dogma de la Asunción de María, en la Plaza San Pedro en presencia de casi quinientos mil fieles y 622 obispos. Otro aspecto significativo fue el espectáculo ofrecido por la presencia de los peregrinos. Su ejemplo fue definido: "la mejor predicación de este siglo".


1975: El Jubileo de la reconciliación y de la alegría

"¿Tiene todavía sentido la celebración del Jubileo?". Esta era una pregunta frecuente entre los católicos del inmediato posconcilio. Después del Vaticano II una celebración jubilar, a muchos les parecía anacrónica, ligada a una idea de cristiandad medieval. El Papa Pablo VI sentía estos problemas, pero decidió no interrumpir la tradición de los Jubileos. El Papa vio el Año Santo como una oportunidad de renovación interior del hombre. Con ocasión de este Jubileo escribió la Exhortación Apostólica Gaudete in Domino, con la intención de poner las celebraciones jubilares bajo el signo de la alegría. Los tres puntos fundamentales de este Año Santo fueron: la alegría, la renovación interior y la reconciliación. Un observador seglar de la historia de la Iglesia escribió a propósito del Jubileo del año 1975: "Fue un gran éxito".


1983: El Jubileo de la Redención prepara el Año Santo del 2000

"¡Abran las puertas al Redentor!". Con estas palabras Juan Pablo II introdujo la Bula que, el 6 de enero de 1983, convocaba el Jubileo de la Redención. El motivo de este Año Santo extraordinario fue el 1950 aniversario de la muerte de Jesús que el Papa entendía celebrar en continuidad con el Jubileo extraordinario de 1933 y en vista del Jubileo del Jubileo del año 2000. Es decir, como una anticipación del Jubileo de este fin de milenio. El Jubileo extraordinario tuvo la función "de llevar a cabo una digna preparación para el "Año Santo del 2000".

2000: El Gran Jubileo
Fue un acontecimiento en la Iglesia católica que tuvo lugar entre la Nochebuena (24 de diciembre) de 1999 y la Epifanía (6 de enero) de 2001.  Proclamado por el Papa san Juan Pablo II, quien el 10 de noviembre de 1994 publicó su carta apostólica Tertio Millennio Adveniente. En ella se invitó a la Iglesia a comenzar un período de tres años de intensiva preparación para la celebración del tercer milenio cristiano, donde 1997 estaría marcado por la exploración de la figura de Cristo, 1998 por la meditación de la persona del Espíritu Santo, y 1999 por la meditación en la figura de Dios Padre. Al igual que otros años jubilares anteriores, fue una celebración por la misericordia de Dios y el perdón de los pecados. La principal innovación de este Jubileo fue la adición de muchos "jubileos particulares", celebrados simultáneamente en Roma, Israel y otras partes del mundo.



2016: Año Santo de la Misericordia
"Queridos hermanos y hermanas, he pensado frecuentemente en cómo la Iglesia pueda hacer más evidente su misión de ser testigo de su misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Y tenemos que andar este camino. Por eso, he decidido llamar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: “Sean misericordiosos como el Padre” (cfr Lc 6,36). Y esto especialmente para los confesores, ¿eh? ¡Tanta misericordia!
Este Año Santo iniciará en la próxima solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016, domingo de Nuestro Señor Jesucristo Rey del universo y rostro vivo de la misericordia del Padre. Confío la organización de este Jubileo al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, para que pueda animarlo como una nueva etapa del camino de la Iglesia en su misión de llevar a cada persona el Evangelio de la misericordia.
Estoy convencido que toda la Iglesia, que tiene tanta necesidad de recibir misericordia, porque somos pecadores, podrá encontrar en este Jubileo la alegría para redescubrir y hacer más fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos estamos llamados a dar consolación a cada hombre y a cada mujer de nuestro tiempo. No olvidemos que Dios perdona todo, y Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón. Confiemos este año desde ahora a la Madre de la Misericordia, para que dirija a nosotros su mirada y vele sobre nuestro camino: Nuestro camino penitencial, nuestro camino con el corazón abierto, durante un año a recibir la indulgencia de Dios, a recibir la misericordia de Dios". Papa Francisco, 13 marzo 2015
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