sábado, 5 de diciembre de 2015

NO TENGAN MIEDO DE LA TERNURA


No tengan miedo de la ternura
La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación.


Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net 




Fragmento de la entrevista con papa Francisco sobre la Navidad, martes, 10 de diciembre

Navidad...es el encuentro con Jesús.

Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el Libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo.

Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz. Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?
Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas.

La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas.

Segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia.

Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

EL JARDÍN DEL REY


El Jardín del Rey



Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.

Somos lo que somos. Vivimos marchitándonos en nuestras propias insatisfacciones, en nuestras absurdas comparaciones con los demás: "Si yo fuera" "si yo tuviera" "si yo hiciera". 

Siempre conjugando el futuro incierto en vez del presente concreto, empecinados en no querer ver, que la felicidad es un estado subjetivo, voluntario.

Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos; o vivir amargados por lo que no tenemos o no puede ser. Sólo podremos florecer el día que aceptemos que somos lo que somos, que somos únicos y que nadie puede hacer lo que nosotros vinimos a hacer.

EL INGREDIENTE SECRETO DE MARTA



El ingrediente secreto de Marta




Cada vez que Ben pasaba por la cocina, se irritaba. Era por aquel pequeño envase de metal que se encontraba en la repisa, encima de la estufa de Marta. Es probable que no lo hubiera irritado o que ni siquiera hubiera notado su presencia si Marta no le hubiese dicho en repetidas ocasiones que nunca debía tocarlo.

La razón, decía, es que contenía una "hierba secreta" de su madre, y como no había manera de reponerla, se preocupaba si Ben u otra persona lo levantaba y miraba en su interior, porque podrían dejarlo caer accidentalmente y esparcir su valioso contenido.

En realidad, el envase no tenía nada especial. Por su antigüedad, gran parte de sus colores originales, rojo y oro, se habían desvanecido. Podía saberse por dónde lo habían asido una y otra vez cuando lo levantaban y retiraban su apretada tapa. 

No sólo los dedos de Marta lo habían asido así, sino los de su madre y los de su abuela. Marta no estaba segura, pero quizás incluso su bisabuela había usado el mismo envase y su "hierba secreta".

Lo único que Ben sabía a ciencia cierta era que, poco después de la boda con Marta, su madre le había traído el envase y le había dicho que usara su contenido tan amorosamente como ella lo había utilizado.

Y lo hizo, fielmente. Ben nunca vio que Marta cocinara un plato sin tomar el envase de la repisa y espolvorear un poquitín de "hierba secreta" sobre los ingredientes.

Incluso cuando horneaba tortas y galletas, veía que les añadía una pizca de esa hierba antes de introducirlas en el horno.

Cualquiera que fuese su contenido, era seguro que surtía efecto, pues Ben creía que Marta era la mejor cocinera del mundo. Y no era el único en opinar así: todos los que alguna vez comían en su casa, alababan extraordinariamente su arte culinario.

Pero, ¿por qué no permitía que Ben tocara aquel pequeño envase? ¿Sería verdad que temía que su contenido se esparciera? ¿Y cómo era aquella "hierba secreta"?

Era tan fina que, cuando Marta la espolvoreaba sobre la comida que estaba preparando, Ben no podía determinar su textura. Era obvio que tenía que utilizar muy poca, pues no tenía cómo llenar de nuevo el envase.

De alguna manera, Marta consiguió que durara más que los treinta años que llevaba de matrimonio hasta entonces. Nunca dejó de producir el maravilloso efecto de hacer agua la boca.

Ben sentía cada vez más su tentación de mirar el contenido de aquel envase, así fuese una sola vez, pero nunca llégó a hacerlo.

Un día, Marta enfermó. Ben la llevó al hospital, donde tuvo que permanecer toda la noche. Cuando regresó a casa, se sintió muy solo. Marta nunca había pasado la noche afuera.

Cuando se aproximaba la hora de cenar, se preguntó qué haría: a Marta le agradaba tanto cocinar que él nunca se preocupó por aprender a hacerlo.

Cuando entró a la cocina para ver qué había en el refrigerador, el envase de la repisa apareció de inmediato ante sus ojos. Se sintió atraído hacia él como un imán.

Apartó de inmediato la vista, pero una mortificante curiosidad lo hizo regresar. ¿Qué había en aquel envase? ¿Por qué no debía tocarlo? ¿Como era la "hierba secreta"? ¿Cuánto quedaba?

Ben apartó la vista de nuevo y levantó la tapa de un molde para torta que estaba sobre el mostrador de la cocina. Ahhh... quedaba más de la mitad de una de aquellas tortas deliciosas de Marta.

Cortó un buen trozo, se sentó a la mesa de la cocina y no había terminado el primer bocado cuando sus ojos regresaron al envase. ¿Qué mal podría hacer mirando en su interior? ¿Por qué tanto secreto con aquel envase?

Tomó otro bocado mientras se debatía consigo mismo... ¿debía hacerlo o no? Cinco grandes mordiscos después todavía estaba pensando en ello, mientras miraba fijamente el envase. Por último, no pudo resistir.

Atravesó lentamente la cocina, y con el mayor cuidado, tomó el envase de la repisa, temiendo ¡horror de horrores! esparcir el contenido mientras le echaba un vistazo.

Colocó el envase sobre el mesón, y con mucho cuidado levantó la tapa. ¡Casi temía mirar en su interior! Cuando pudo ver bien, sus ojos se abrieron desmesuradamente... el envase estaba vacío, con excepción de un pequeño trozo de papel doblado en el fondo.

Ben trató de alcanzarlo; su mano grande y tosca luchaba por entrar. Lo tomó con cuidado por una esquina, lo retiró y lo abrió lentamente bajo la lámpara de la cocina.

Contenía una pequeña nota garabateada y Ben reconoció de inmediato la escritura de su suegra. Decía sencillamente: "Marta, a todo lo que hagas, añádele una pizca de amor".

Ben tragó saliva, colocó la nota y el envase en su lugar y regresó en silencio a terminar su torta. Ahora sí comprendía por qué era tan deliciosa.

LECTIO DIVINA - SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


Lectio Divina. Domingo 2o. de Adviento.
Adviento. Oración con el Evangelio. Ciclo C.


Por: P Martín Irure | Fuente: Catholic.net 




Lucas 3, 1-6

1. INVOCA

Nos ponemos en actitud de escuchar al Señor lo que quiera trasmitirnos por medio de su Palabra que leemos en las Sagradas Escrituras. Es momento importante éste de la oración. Porque el Padre nos presenta amorosamente su voluntad.

Orar es: entrar en la simplicidad del Amor del Padre por el Hijo en el Espíritu.
Orar es: tomar conciencia de nuestra propia pequeñez, que la aceptamos con alegría.
Orar es: aprender a experimentar que sólo los pequeños son sencillos y son los amados del Padre.
Orar es: acostumbrarse a confiar, porque sólo los pequeños confían, no en sus propias fuerzas, sino en el Padre de Jesús.
Orar es: alabar al Padre porque manifiesta los misterios del Reino a la gente sencilla y los oculta a los "sabios" de este mundo.
Invoquemos al Espíritu, que está listo para abrirnos al sentido de la Palabra y a fortalecer nuestra decisión de vivirla.
Recitamos: Salmo a la Palabra
Tú eres, Señor,
la Palabra de la vida
pronunciada en el silencio,
y que en silencio
debe ser acogida.
¡Haz que germine
en nuestros corazones
como Buena Noticia,
a todos los hombres.

Tu Palabra, Señor,
nos da la vida.
Por eso, confío en ti,
aunque camine despacio
y por lugares oscuros,
no temo,
porque tu Palabra
es luz en mi camino.

Tu Palabra, Señor,
es siempre nueva,
alimento de mi alma.
Por eso, me es dulce al paladar
y me sabe a amor
cuando la proclamo
desde mi pobre vida. Amén. (F. Cerro)


2. LEE LA PALABRA DE DIOS Lc 3, 1-6
(Qué dice la Palabra de Dios)

Contexto bíblico

Lucas describe la presentación y ministerio de Juan Bautista, ubicado en la historia del mundo pagano y en la historia del pueblo de Israel.
Lucas pretende, al darnos estos datos históricos, mostrarnos la historia de la salvación, que nos llega con Jesús. Y esta salvación está insertada en la historia humana.
Los datos que nos da Lucas permite afirmar que la predicación de Jesús se inicia hacia el año 27 ó 28 de nuestra era.
Texto

1. La palabra de Dios vino sobre Juan (v. 2)

Lucas aplica a Juan la profecía de Isaías (40, 3-5). Él es la voz que grita en el desierto, anunciando la venida del Mesías. En Juan actúa la Palabra para trasmitir el proyecto de Dios para salvar a todos los pueblos.
Juan es el profeta itinerante. Y no es uno más en la larga lista de los profetas de Israel. Es el último profeta del Antiguo Testamento que conecta con el Nuevo Testamento. Como los anteriores profetas, Juan viene a preparar los caminos al Mesías. Y Lucas subraya, sobre todo, la universalidad de su misión, cuando termina la cita de Isaías, con la frase todos verán la salvación de Dios (v. 6). Es lo que el mismo Lucas describirá en su libro de los Hechos de los apóstoles.
Juan se ve sorprendido por la Palabra. Podía haber heredado el título y ministerio de sacerdote de su padre Zacarías, al servicio del culto en el templo de Jerusalén. Pero, eligió la vocación de profeta austero y penitente, en la vida dura del desierto, para anunciar el bautismo de conversión.
A Juan le vino la Palabra. Y por la fuerza de esta Palabra, renunció a los privilegios y prefirió la sencillez del pueblo. Se fue al desierto. Pues, la Palabra siempre viene desde el desierto, lugar del silencio y de la escucha de la Palabra. Y se dirige a los que viven en seguridad e instalados en el poder.


2. Preparen el camino del Señor

La salvación viene en la historia de cada día. Y así nuestra historia se hace “historia de salvación”. Con una condición: que se dé la conversión de valores, actitudes y conducta según el Evangelio.
Ésta es la vocación del profeta cristiano: dejarse invadir por la Palabra, trasmitirla acompañada de su estilo de vida, ser su testigo con hechos y anunciar con palabras la Buena Noticia de la salvación, la presencia del Salvador entre los humanos.
Lo que caracteriza al profeta no es el “pre-decir”, sino el”decir”. El profeta se enfrenta a los poderes que explotan y esclavizan. El profeta debe abrir a los oyentes a la esperanza de un futuro mejor y promover la solidaridad y la justicia entre todos. El Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia (Baruc 5, 9; primera lectura de hoy).
El profeta cristiano tiene experiencia de “pueblo”, es decir, está encarnado en medio de los sufrimientos y alegrías de la gente. Y está penetrado de la Palabra, porque escucha a Dios que le trasmite el plan de liberación, que, a su vez, trasmite al pueblo. Así el profeta “prepara los caminos del Señor”.
3. Todos verán la salvación de Dios (v. 6)

Nuestra esperanza no queda defraudada por la espera de la venida del Señor. Él viene constantemente a nuestra vida y a nuestra conciencia. Él nos promete y nos da la plenitud de su Ser: Amor y Vida.
La liberación de nuestras esclavitudes nos viene del Señor. Y la Alianza, el pacto de amor, nos ofrece nuestro Dios en el desierto, que significa búsqueda y silencio, superación de las tentaciones y encuentro con Dios. Como aconteció con el pueblo de Israel, que, en el desierto, recibió la Alianza, el pacto de amor.


3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

El Señor me ofrece ese camino de liberación de mis pecados y de llegar a la plena salvación. Es el Padre que sale a mi encuentro y me regala su Amor incondicional.
Tengo que preparar los caminos de mi conciencia al Señor. Allanar las colinas de mi soberbia, aplanar las honduras de mis complejos, temores, debilidades y pecados. Abrir senderos de venida, buscados y pensados en el desierto del silencio interior, libre de tantas ocupaciones y preocupaciones.


4. ORA (Qué le respondo al Señor)

Señor, me percibo como un terreno accidentado, lleno de obstáculos y oscuridades, que impiden y retrasan tu venida hacia mí. Quiero ir preparando este camino, para que Tú entres plenamente en mi vida. Mejor. Quiero dejarte mi terreno abierto para que Tú vayas haciendo esta tarea, que Tú sabes, quieres y puedes.


5. CONTEMPLA

Al Padre que sigue trabajando en tu interior purificando tu conciencia de tus limitaciones y pecados que retrasan su venida liberadora.
A Jesús, colaborador principal del Padre, que sigue su tarea de salvación.
Al Espíritu, artífice de la obra de Amor en el interior de las conciencias.
A ti mismo, necesitado pero confiado; cerrado con frecuencia, pero con deseos sinceros de dejar al Señor que realice su obra dentro de ti.


6. ACTÚA

Esta semana trataré de abrirme totalmente a la acción de Dios en mi vida. Con toda la confianza, exclamaré y oraré con el salmo responsorial de este domingo: El Señor es mi Dios y mi Salvador.

Recitamos: Palabra encarnada:

Tu Palabra se hizo carne
y mi carne se hace hoy palabra tuya,
tallada con tu brisa de absoluto
en mi roca de límite y distancia.

Soy ágil libertad
en tu corazón que me anida
y en tu pensamiento que me crea.

Soy palabra como espada de dos filos
en tu mano de profeta,
y palabra de corazón cercano
en tus ojos de hogar universal.

Soy palabra ronca
de tanto sufrimiento,
parida por gargantas enlazadas,
en tu pueblo que grita su gemido.

Soy palabra tuya, nazarena y pobre,
con olor a tierra mojada de camino,
y a mar con rumores de salitres
y gentes en la playa a la deriva.

Soy palabra hecha silencio
remansada en el invierno
donde todo saber se acaba,
y nace nueva como flor de primavera
en el tronco mutilado por la poda.

Soy palabra llevada por los vientos
hasta puertas y ventanas,
que se hospeda donde abren,
o se pierde jugando en cualquier calle. (E. González Buelta)

POLONIA VE COMO HÉROES A MÁRTIRES ASESINADOS POR SENDERO LUMINOSO EN PERÚ


Polonia ve como héroes a mártires asesinados por Sendero Luminoso en Perú
Por David Ramos



CHIMBOTE, 04 Dic. 15  (ACI).- Los mártires asesinados por el grupo terrorista marxista Sendero Luminoso en 1991, y que serán beatificados el 5 de diciembre en Chimbote (Perú), “son para nosotros héroes”, aseguró un periodista polaco enviado especialmente para la ceremonia. Un sacerdote que ejerce su ministerio en la misma zona en la que murieron dos de los mártires añadió que si bien nacieron en Polonia, “Dios les mandó al Perú”.

Jacek Tacik es un periodista de Telewizja Polska (TVP), la corporación televisora más grande del país –de fondos públicos–. Desde hace unos días se encuentra en Chimbote para cubrir la beatificación de los mártires.

En 1991, Sendero Luminoso, que buscó durante más desde 1980 y por más de una década hacerse con el poder en Perú, acabó con la vida de tres sacerdotes pues, de acuerdo al fundador del grupo terrorista, su evangelización era un obstáculo para el adoctrinamiento en los poblados peruanos.

Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, Franciscanos Conventuales, tenían 31 y 33 años respectivamente cuando fueron asesinados el 9 de agosto en Pariacoto, poblado de la sierra de la región Ancash, a la que también pertenece Chimbote.

Sendero Luminoso mató al presbítero italiano Alessandro Dordi en una emboscada en la localidad de Vinzos, a poca distancia de Chimbote, el 25 de agosto.

“Vinimos aquí para cubrir la beatificación de sacerdotes polacos, de padres polacos que fueron como sabes asesinados en 1991 por terroristas”, explicó Jacek a ACI Prensa el 4 de diciembre.

MAS DE 25 MIL PERSONAS PARTICIPARÁN EN BEATIFICACIÓN DE PRIMEROS MÁRTIRES DE PERÚ, 5 DE DICIEMBRE


Más de 25 mil participarán en beatificación de primeros mártires de Perú




 (ACI/EWTN Noticias).- Más de 25 mil personas participarán en la beatificación de los padres Zbigniew Strzalkowski, Michele Tomaszek y Alessandro Dordi, los primeros mártires de la historia de Perú, que se celebrará el 5 de diciembre en el estadio “Centenario” de Chimbote, departamento de Ancash, al norte del país.

La ceremonia, que comenzará a las 10:00 a.m. (hora local), será presidida por el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, y contará con la participación de 60 obispos y 300 sacerdotes entre peruanos y extranjeros.

Los polacos Tomaszek y Strzalkowski, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y el italiano Dordi fueron asesinados por odio a la fe en 1991 en distintas zonas de Ancash, a manos del grupo terrorista marxista maoísta Sendero Luminoso, que buscaba imponer por las armas un régimen comunista.


 
El Papa Francisco aprobó el decreto que los reconoce como mártires el 3 de febrero de este año. Poco después, el Obispado de Chimbote anunció que la ceremonia de beatificación se realizaría el 5 de diciembre.

En declaraciones a ACI Prensa en mayo de este año, Mons. Luis Bambarén, Obispo Emérito de Chimbote e iniciador del proceso de beatificación de los tres presbíteros, aseguró que Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, admitió que él mismo ordenó la ejecución de los mártires.

Guzmán le dijo a Mons. Bambarén que para los terroristas “con la Misa, la Biblia, el Catecismo, la Eucaristía, los sacramentos, la evangelización”, los sacerdotes impedían “que el mensaje de la lucha armada sea aceptado por los jóvenes y el pueblo, porque la religión es ‘el opio del pueblo’”.

PADRES MIGUEL, ZBIGNIEW Y SANDRO, MÁRTIRES EN ANCASH - PERÚ - 5 DE DICIEMBRE


Padres Miguel, Zbigniew y Sandro: ¿mártires?
Fueron fieles a Dios; por eso, nadie les quitó la vida, ellos lo dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús


Por: www.beatificacionchimbote.org | Fuente: www.beatificacionchimbote.org 




Según la enciclopedia católica, la palabra griega martus significa un testigo que testimonia un hecho del que tiene conocimiento; los Apóstoles fueron “testigos” de todo lo que habían observado en la vida pública de Cristo, así como de todo lo que habían aprendido con su enseñanza, “en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” ( Hch. 1,8).

Los Padres Miguel, Zbigniew y Sandro, beatificados el 5 de diciembre de 2015, fueron y son testigos de Cristo, han dado testimonio de Jesús, razón y ser de sus vidas.

Ya Orígenes nos decía: "Todo el que da testimonio de la verdad, bien sea con palabras o bien con hechos o trabajando de alguna manera en favor de ella, puede llamarse con todo derecho: testigo". Ellos, mártires de la Diócesis de Chimbote, son testigos de la verdad, del evangelio, testigos de la vida, del amor y el amor es Dios. Por lo tanto, son testigos de Dios.

Ellos son mártires porque se han desgastado y han dado todo por Dios y por el amor a su rebaño. Los tres tuvieron la ocasión de escaparse, de irse ante la ola de violencia que vivía el Perú.

Monseñor Luis Armando Bambarén Gastelumendi y otras personas les dijeron que sus vidas estaban en peligro, que es mejor irse. Pero ellos respondieron con su vida y su testimonio, con su fidelidad y perseverancia, incluso con su muerte, hasta derramar su sangre con amor a Jesús, que los llamó para estar con él.



¿Qué significa ser mártir?

El mártir es el que dona su vida por la verdad y la verdad es Cristo. Mártir significa ser Testigo, dar testimonio de Aquel que lo ha llamado, Jesús. "Son ya mártires los que Cristo ha juzgado dignos de ser elevados por su confesión, habiendo sellado su testimonio con su partida" (Eusebio V, II). Padre Miguel, Zbigniew y Sandro son verdaderos testigos, testigos de Jesús, el buen Pastor. Testigos de la esperanza, de la fe y de la caridad.

El Concilio Vaticano II nos dice:

"Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por él y por sus hermanos. Pues bien, algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto, el martirio, en el que el discípulo se asemeja al maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor. Y aunque concedido a pocos, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia " (LG 42, 51; GS 20).

El martirio es un don, una gracia, es un regalo de Dios, es confirmar la fe, la autenticidad de su vida coherente, transparente por la Santísima Trinidad. Ellos fueron fieles a Dios; por eso, nadie les quitó la vida, ellos lo dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús. Murieron por que creyeron firmemente en Jesús, en su promesa de salvación.

Su amor a Jesús lo demostraban a través de sus gestos, de su entrega, de su vida, de su testimonio, de su ayuda para con los otros Cristos (prójimo). Fueron hombres de oración, humildes como su maestro Jesús.

“Hoy la Iglesia es la Iglesia de los mártires: ellos sufren, ellos dan la vida y nosotros recibimos la bendición de Dios por su testimonio” (Papa Francisco). Cómo no dar fe, de la entrega generosa, de la vida de nuestros mártires. Esteban fue el primer mártir, que entregó su vida por Jesús y nuestros mártires de la Diócesis de Chimbote también son mártires porque lo dejaron todo (casa, tierra, idioma, amigos) por Jesús. Como no estar agradecido a Dios por habernos dado el honor de conocerlos y amarlos. Todos estamos llamados a ser mártires como son los primeros mártires del Perú.

Mártir, por lo tanto, no es sólo el que derrama su sangre sino que lo es también aquel que día a día da su vida por sus hermanos en el servicio del Evangelio Somos testigos de su compromiso, de su entrega generosa, de donación por Jesús y por el pueblo encomendado.

Nadie les quitó la vida, ellos lo dieron libremente como su amado Maestro y Señor Jesús. Fueron hombres de fe, de oración, humildes como el Hijo del Hombre. No solo proclamaron la Palabra de Dios, sino que su vida es y será la Palabra viviente de Dios.




FELIZ SÁBADO!!!


viernes, 4 de diciembre de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: VIERNES 4 DE DICIEMBRE DEL 2014


Y se les abrieron sus ojos

Adviento



Mateo 9, 27-31. Adviento. Cristo nos regala la luz de la fe. Nos cura de la ceguera del pecado que nos impide verle a Él. 



Por: Michael Hemm, L.C. | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos gritando: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!". Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: "¿Creen que puedo hacerlo?". Ellos le contestaron: "Sí, Señor". Entonces, les tocó los ojos diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: "¡Que nadie lo sepa!". Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella región.

Oración introductoria
Señor, como los ciegos en el evangelio, también yo experimento la oscuridad y desorientación. No veo el sentido de tantas cosas en mi vida. Me doy cuenta que no puedo ayudarme yo mismo. Necesito tu ayuda. Tú me quieres ayudar en mi miseria. A veces me dejas esperar en la oscuridad para aumentar mi deseo por ti. Con un mayor deseo, te puedo recibir mejor. Quieres darme la luz de la fe. Yo confío en ti, en tu poder y en tu amor.

Petición
Señor Jesús, ayúdame a reconocer mi debilidad. Dame tu gracia para acercarme a ti. Aumenta mi fe en ti, en tu amor y en tu poder. Ábreme los ojos para verte y reconocerte en mi vida. Sé Tú la luz de mi vida.

Meditación del Papa Francisco
Cuando nosotros rezamos, pensamos a veces: «Pero, sí, yo digo esta necesidad, se lo digo al Señor una, dos, tres veces, pero no con mucha fuerza. Después me canso de pedirlo y me olvido de pedirlo». Estos gritaban y no se cansaban de gritar. Jesús nos dice: «Pedid», pero también nos dice: «Llamad a la puerta» y quien llama a la puerta, perturba, molesta.
Insistir hasta los límites de molestar pero también con una certeza inquebrantable. Los ciegos del Evangelio son ejemplo: se sienten seguros al pedir salud al Señor. Y la oración tiene estas dos actitudes: es de necesidad y es segura. Oración de necesidad siempre: la oración, cuando pedimos algo, es de necesidad: tengo esta necesidad, escúchame, Señor. Pero también, cuando es verdadera, es segura: ¡Escúchame! Creo que tú puedes hacerlo porque tú lo has prometido. (Cf. Papa Francisco, homilía en santa Marta, 6 de diciembre de 2013)
Reflexión 
Cristo nos muestra su amor regalándonos la luz de la fe. Nos cura de la ceguera del pecado que nos impide verle a Él. Tenemos que experimentar este amor de Dios. Tenemos que experimentar que nos ama a cada uno de nosotros, personalmente. Necesitamos ojos de fe para ver el amor de Dios, para descubrir las huellas de Cristo en mi vida. Así nos entusiasmaremos por Él, porque reconoceremos que no hay nadie como Él en nuestra vida.

Sólo si hacemos esta experiencia, podremos ser apóstoles de Jesucristo. La experiencia del amor y de la misericordia de Dios es la condición previa de nuestro apostolado. Él necesita que le ayudemos a abrir los ojos a la gente de hoy. ¡Cuánta gente hoy en día vive en la oscuridad por la falta de fe! ¡Cristo nos llama a ayudarle, a ser luz para ellos! Nos llama a ser un signo de la fe. Dios quiere que la gente lo vea a Él dentro de nosotros. Nos llama a la misión maravillosa de ser sus testigos.

Propósito
Hoy haré un acto de fe para ver a Dios en mi vida: Voy a tomar conciencia de su presencia (p.ej. en mi alma, en mi prójimo, en mi sufrimiento, en su voluntad para mí).

Diálogo con Cristo
Jesús, tú sabes que soy débil y que por mí mismo no tengo nada que te pueda regalar. Hoy me ofrezco a ti en mi nada. Te doy mis defectos y mi debilidad ¡Ilumina mi vida con la luz de tu presencia! ¡Dame fe en ti! Tú eres lo único que necesito. Si Tú estás conmigo, todo está bien. Dame fe en ti también en las horas en que no te veo, cuando todo parece oscuro. Ayúdame a confiar siempre en ti, en tiempos de alegría y en tiempos de oscuridad. Ayúdame a ser luz para mi prójimo.


"Quédate con nosotros, porque nos rodean en el alma las tinieblas y sólo Tú eres luz, sólo Tú puedes calmar esta ansia que nos consume. Porque entre las cosas hermosas, honestas, no ignoramos cual es la primera: poseer siempre a Dios". (San Gregorio Nacianceno, Epístola 212)

OCHO PRINCIPIOS DE LA FELICIDAD


Ochos principios de la felicidad 
Autor: Johann Wolfgang Goethe
 




SUFICIENTE FE para reconocer la realidad de la presencia de Dios. 

SUFICIENTE ESPERANZA para apartar la preocupación del porvenir. 

SUFICIENTE CARIDAD para reconocer el bien en casa del vecino. 

SUFICIENTE PACIENCIA para trabajar hasta el término de tus tareas. 

SUFICIENTE VALOR para confesar tus faltas y corregirlas. 

SUFICIENTE SALUD para que el trabajo sea un placer. 

SUFICIENTES FUERZAS para afrontar las dificultades y vencerlas.

SUFICIENTES INGRESOS para asegurar la satisfacción de tus necesidades.
 

EL BARCO


El barco



Se cuenta que una noche navegaba un barco en alta mar.  De pronto, recibe por radio la indicación de apagar las luces y seguir una luz más potente, que le señalaba otro rumbo, pero el capitán no quiso hacerle caso, y siguió su ruta.  Pero volvió a oír el llamado, una y otra vez.

Finalmente, él dijo:
- Yo soy el capitán del barco y el barco irá por donde yo decido.

Entonces, recibió ésta respuesta:
- Si usted es el capitán del barco, le digo que yo soy el guardián del faro.  Y le digo que, si continúa en ese rumbo, se estrellará contra unos arrecifes.  Ahora, siga la luz del faro, que lo conducirá a salvo.

El capitán se calló, y obedientemente siguió al que lo guió a puerto seguro.

Nuestras vidas son como barquitos en el mar de la vida.  Cada uno es el capitán de su barco, y lo va llevando como mejor le parece.  Algunos eligen bien, otros más o menos, otros hacen elecciones que hacen que su barquito se estrelle contra las drogas, el alcohol, o las enemistades.

¿Cómo podemos estar seguros de no naufragar? ¿Cómo podemos estar seguros de llegar a buen puerto?

Abandonando el mando, como este capitán que se dejó guiar por el vigía del faro.  Diciendo: “Señor, no quiero manejar mi vida a mi antojo. Quiero seguir tus indicaciones. Quiero recibir tu guía, día a día.”

Conozco personas que cuando llegaron a tener y a sobresalir, muy pronto se olvidaron que era de Dios que procedía su condición.  Comenzaron a vanagloriarse de sus logros y posesiones.  Se atribuyeron los méritos que no les correspondía.  Cerraron su mano al necesitado a pesar de tener recursos de sobra.

Ante este cambio de actitud, fue necesario que Dios les recordase su condición, y fue así que después de una dolorosa pero amorosa disciplina, llegaron a entender su error.  Llegaron a entender que las cosas, las posiciones y las riquezas son inciertas.  Hoy son, pero mañana no lo son.

He conocido personas o grandes corporaciones que han estado en la cúspide del éxito durante muchos años,  pero de repente todo cayó al suelo estrepitosamente.   Y todo por qué?   Porque todo es incierto en este mundo.   Sólo Dios permanece.

El trabajo que tú tienes...   es incierto.
Los recursos que posees...   son inciertos.
El prestigio del que gozas...   es incierto.
El éxito que vives...   es incierto.

Esto nos recuerda que todo es como neblina.  Nuestra única dependencia radica en el Dios Vivo, en el creador y sustentador del universo. 

ESTAMPAS CON JACULATORIAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




DIEZ MOTIVOS FUNDAMENTALES DEL PORQUÉ NECESITAMOS LA MISA DEL DOMINGO


¿Por qué necesitamos la Misa del domingo? 10 motivos fundamentales
No vamos a cumplir una regla, vamos por una necesidad existencial: la necesidad de unirnos con Dios y “divinizar” nuestra vida.


Por: P. Eduardo María Volpacchio | Fuente: Catholic.net 



No vamos a cumplir una regla, vamos por una necesidad existencial: la necesidad de unirnos con Dios y “divinizar” nuestra vida.


10 motivos fundamentales


    1.    El domingo es el día de la resurrección de Cristo, día de la nueva creación, de la vida nueva glorificada. La Misa nos hace participar –a través de un gran milagro– de esa resurrección. Así introduce en nuestra vida la vida eterna de Jesús resucitado. Esa vida divina “entra” en nuestra vida por la participación en la Misa. Somos redimidos y santificados. Sin la Misa nuestra vida queda reducida a la sola dimensión temporal –por tanto transitoria y caduca–, se ve privada de su enriquecimiento sobrenatural. Por tanto, lo 1º: aporta la dimensión de eternidad a nuestra vida.

    2.    Dios baja a nosotros y nos da el sacrificio de su Hijo para que se lo ofrezcamos. Es imposible pensar en algo de mayor valor para ofrecerle. Con la Misa le ofrecemos el sacrificio perfecto. Lo 2º: ofrecemos a Dios lo único digno de Dios que podemos ofrecer.

    3.    La Misa dominical centra nuestra vida en Dios. La semana es una unidad de tiempo fundamental de nuestra vida. El centro de la semana lo tenemos en el domingo (“dies Domini”: el día del Señor). Con la misa centramos nuestra semana en Dios, todo gira en torno al altar: consagramos la semana que hemos vivido y ponemos en las manos de Dios la que tenemos por delante. Así divinizamos nuestra vida semana a semana, domingo a domingo. 3º: La Misa garantiza que nuestra semana esté centrada en Dios.

    4.    Concreta el mandamiento de “amar a Dios sobre todas las cosas”. La asistencia a Misa semanal pone de manifiesto que no hay actividad que prioricemos ante el gran don de Dios de la Eucaristía (descanso, deporte, viajes, asados…). Así Dios es lo primero en mi vida, no de un modo teórico, sino existencial.

    5.    Es el alimento que necesitamos. En nuevo maná. Necesitamos alimentar nuestra alma semanalmente. ¿Cada cuánto alimentamos nuestro cuerpo? ¿Qué necesidad de alimento tiene nuestra alma?

    6.    La necesitamos para dar un nuevo valor a lo que hacemos. Es fuente de gracia y santidad. En la misa dominical ofrecemos toda la semana: así la santificamos, le damos una dimensión divina que no tiene al margen de la Misa. Así la Misa asume toda la semana y Dios pone otra dimensión a la humana: del tiempo a la eternidad.

    7.    Crea comunión eclesial. No amamos a Dios solos, no le damos culto solos, sino en comunión de caridad, unidos a nuestros hermanos. Así la Misa dominical supera un posible individualismo y nos integra en la oración común. Porque como miembro de la familia de Dios, rendimos culto a Dios de acuerdo a nuestra naturaleza social, junto a nuestros hermanos. El culto a Dios no es sólo interior (en tu corazón) sino también exterior (que los demás vean tu fe) y comunitario (dar culto unido a tu hermanos). Es decir, es necesario reunirnos con otros para adorar juntos a Dios. Más allá de tus gustos personales, asistís a Misa no por vos mismo (porque te guste) sino para mostrar tu reverencia al Omnipotente en comunión con los demás. Nuestra relación con Dios tiene una dimensión comunitaria. No basta rezar solo, tampoco en familia, hace falta hacerlo unidos a nuestros hermanos en la fe. En este sentido es un acto de comunión con nuestros hermanos en la fe: compartir lo más importante que tenemos: la Eucaristía, es decir, Cristo mismo. En este sentido faltar sería un desprecio de tus hermanos y una falta de unidad.

    8.    Tenemos que obedecer a la Iglesia. No es cuestión de un capricho del Papa, sino de una necesidad. En el siglo IV, la Iglesia se vio obligada a imponer este precepto para garantizar a sus fieles el mínimo de vida eucarística que necesitan. La Sagrada Escritura da una gran importancia (cfr. Adán y Eva, diluvio, Abraham, Saúl…). Desde esta perspectiva, faltar a Misa es un acto de desobediencia. Este precepto de la Iglesia concreta el tercer mandamiento del Decálogo: Santificar las fiestas. La gran fiesta es el domingo, y se santifica con la participación en la fuente de santidad, que es la Misa.

    9.    Si faltáramos (sin un motivo serio que nos lo impida) cometeríamos un pecado grave. El precepto que obliga a los bautizados a asistir a Misa los domingos y fiestas supone una obligación grave: su incumplimiento también lo es.

    10.    En el caso de los padres: no sólo está en juego su deber personal de asistir a Misa, cuando faltan impiden que sus hijos asistan, ya que cuando son menores, no pueden ir solos. Basta recordar las palabras de Jesús: “dejen que los niños vengan a Mí y no se lo impidan” (Mt 19,14).


Otros seis motivos no menores.


    1.    Porque Dios es nuestro Creador y debemos dedicarle un tiempo semanal. Es la manifestación de vivir centrado en Dios y en la salvación: vivir el año centrado en la Pascua; la semana, en el domingo; el domingo, en la Misa. Tu Creador ha dispuesto que un día de la semana sea para El: “Acuérdate da santificar el día sábado. Los seis días de la semana trabajarás y harás todas tus labores. Mas el séptimo es sábado, consagrado al Señor tu Dios” (Exodo 20,8-10). Y parece que tiene derecho a tu obediencia. Faltar sin un motivo serio a Misa es una desobediencia evidente (decirle a Dios “no te quiero dar mi tiempo”). Y más allá de la obediencia… Dios se lo merece.

    2.    Porque necesitamos de la Eucaristía para vivir una vida realmente cristiana. Es una necesidad vital, de manera que sin la Eucaristía semanal, no nos darían las fuerzas espirituales para vivir como un hijo de Dios.

    3.    Porque sin la Eucaristía no tendríamos acceso a la vida eterna. Jesús no dejó lugar a dudas: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre”; “en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros”; “el que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna” (cfr. Juan 6,30-58)

    4.    Porque Jesús nos invita a su mesa y sacrificio. El lo mandó explícitamente a sus discípulos al instituir la Eucaristía: “Hagan esto en memoria mía”. Asistir a Misa no es más que cumplir este mandato del Señor. Y no es sólo una memoria histórica, es una memoria que lo hace presente. Jesús te invita y se te entrega… no responder, ser indiferente su llamado, sería un desprecio bastante considerable.

    5.    Porque viviendo en una sociedad que en muchos aspectos no es cristiana, la Misa es la primera manera de defender, robustecer y manifestar nuestra fe. Es necesaria para “proteger” tu espíritu del materialismo sofocante que nos rodea: que tu espíritu pueda al menos una vez a la semana “respirar” un aire espiritual. Además es el primer testimonio cristiano: los demás necesitan tu ejemplo. ¿Te das cuenta qué testimonio de fe da a los que no creen… quien dice creer y muestra no valorar lo que cree?

    6.    Porque es mucho mejor ir que no ir. Puede parecer tonto… pero para quien aspira a lo mejor… alcanzaría solo este motivo. Yo no creo que haya un plan más santo y santificante para el domingo. Seriamente, ¿te has puesto a pensar qué es lo que Dios quiere que hagas? Si el domingo se te apareciera un ángel y le preguntaras ¿que hago, voy a Misa o me quedo viendo una película? ¿qué pensás que te contestaría? Es claro que el más interesado en que no vayas a Misa es el demonio… De esto no cabe duda.


Motivos comúnmente aducidos para perderse el tesoro de la Misa

    1.    Me aburro. La acusación más frecuente contra la Misa es que es aburrida. En primer lugar a Misa no vamos a divertirnos… Es un problema personal a resolver: no parece que Dios sea aburrido -es la perfección absoluta-. Además si tanta gente va a Misa con gusto, algunos incluso todos los días… será que algo le ven… que a vos se te escapa… La solución será descubrir qué tiene la Misa para que los cristianos la consideren tan importante.

    2.    Tengo fiaca. “Prefiero quedarme durmiendo”. No parece que sea un motivo muy racional, meritorio o valioso que merezca ser tenido en cuenta.

    3.    No tengo ganas/No lo siento. ¿Tus ganas son más importantes que la voluntad de Dios? Además a Misa no vas porque a vos te guste sino para agradar a Dios. Se va a Misa a honrar a Dios y no a honrarte a vos. Es decir que mientras que a Dios le agrade… no hay problema… la cosa va bien. Y si te cuesta… ¿acaso Dios no merece ese sacrificio que incluso hace más valioso y meritorio el acto?

    4.    Es siempre lo mismo. Si se tratara de una obra de teatro o de una película… estaría absolutamente de acuerdo con vos. Pero no es una representación teatral… Es algo vivo, que pasa ahora. No sos (al menos no deberías ser) un espectador. Sos partícipe, actor. Imagináte que alguien dejara de asistir a un asado porque en los asados siempre pasa lo mismo… (perdón a la Misa por la comparación).

    5.    Desinterés. Las cosas de Dios no me interesan. Si Dios te resbala… estás en problemas… Habrá que ver cómo solucionar la falta de apetencia de lo divino… que te hace no apto para el cielo… y desarrollar la sensibilidad espiritual.

    6.    No tengo tiempo. No parece que lo que te pide Dios -1 de las 168 horas de la semana- sea una pretensión excesiva. En concreto, quien te creó, te mantiene en el ser y te da lo que te queda de vida -y sólo El sabe de cuánto se trata…- se merece el 0,59% del tiempo que El te da. Si no tenés tiempo para Dios… ¿para quién lo vas a tener?

    7.    Otros planes mejores. No parece que a Dios le interese competir con el fútbol, hockey, cine… No te olvides que el primer mandamiento es “amar a Dios sobre todas las cosas”… Si tenés otros planes que te importan más que Dios… quizá el problema más que en el tercer mandamiento está antes en el primero…


    8.    Tengo dudas de fe. La fe es un don de Dios, con lo cual hay que pedirla. Alejarte de Dios dejando de ir a Misa, no parece el mejor método para resolver dudas la fe e incrementarla… La frecuencia de sacramentos -confesión y comunión- es la más efectiva manera de aumentar la fe.

    9.    Estoy peleado con Dios. “Hubo algo que pasó en mi vida (la muerte de un ser muy querido, un fracaso muy doloroso, una enfermedad… o cualquier otra tragedia) que me hizo enojar con Dios: si El me hace esto… ¿por qué yo voy a ir a Misa? Es la manera de mostrarle a Dios mi disconformidad con la forma de tratarme”. Hay quienes dejan de ir a Misa como una manera de vengarse de Dios. Pero, en los momentos de dolor ¿no será mejor refugiarnos en Dios y buscar su fortaleza más que reaccionar como un chiquito caprichoso de tres años? Él sabe más… Además, acusar de maltratarnos a quien más nos quiere y murió por nosotros… ¿no será demasiado? ¿No seré yo el que pierdo… alejándome de Dios?

    10.    “Hay gente que va y después se porta mal”. “Yo no quiero ser como ellos”, decís seguro de vos mismo. “Además, hay otros que no van, y son buenos”. Es evidente que ir a Misa sólo no basta. Pero, no se puede mezclar la física nuclear con el dulce de leche, ya que las dos cosas no tienen nada que ver. En quienes van y después no son honestos, lo que es malo es ser deshonestos… no el hecho de ir a Misa… que sigue siendo algo bueno aunque ellos después se porten mal fuera de la Misa… Además la causa de su supuesta deshonestidad no es el ir a Misa. Lo mismo se puede decir de los “buenos” que no van a Misa: su “bondad” no procede de su falta de Misa… y tan “buenos” no serán si les falta una dimensión tan importante de bondad como la bondad misma… es decir Dios. Por otro lado, yo creo que nadie se atrevería a afirmar que los que no van a Misa son mejores que los que van… Finalmente, esto no es un concurso de bondad, ni comparaciones… sino tratar de determinar cuán bueno es ir a Misa. Y claramente, el dejar la Misa no mejora a nadie…

    11.    No me he confesado y entonces no puedo comulgar. No es necesario comulgar, ni hay ninguna obligación de hacerlo. No comulgar no es pecado; no ir a Misa, sí. Además el problema se solucionaría bastante fácilmente con una breve confesión…

    12.    Llevarle la contraria a mis padres. Ofender a Dios para hacer sufrir a tus padres no parece una actitud muy inteligente…

    13.    El cura me cae mal. Por más tonto que te parezca el cura, no vas a Misa para darle el gusto, ni para hacerle un favor. El no gana ni pierde nada con tu asistencia o ausencia. El que gana o pierde, sos vos: tu amor a Dios. Además… estoy seguro de que la ciudad en que vivís es lo suficientemente grande como para que puedas encontrar alguno que te caiga más simpático…


Cómo conseguir disfrutar de la Misa


    1.    El sistema básico consiste, primero, en ir a Misa: nunca nadie ha conseguido valorar la Misa a base de no ir.

    2.    Para gozar la Misa hay que entenderla, para entenderla hay que saber qué es. No se puede disfrutar si no se sabe lo que pasa. Un misterio de amor infinito está escondido en signos, habrá que conocer esos signos. Hay muchísimos libros y folletos… los encontrarás en cualquier librería.

    3.    Tratar de vivir la Misa. No asistir como una estatua, estar atento, responder, rezar, cantar, evitar las distracciones, etc. Es decir que “gozar” la Misa depende más de uno que de la Misa…

    4.    Leer y meditar los textos de la Liturgia. Tiene una riqueza inagotable, de manera que nadie que medite las partes y oraciones de la Misa puede aburrirse. Es absolutamente imposible. No se encuentra un límite, de manera que siempre se les puede sacar nuevos sentidos, matices, dimensiones, etc.

    5.    Hay oraciones lindísimas para preparar el corazón para tan importante encuentro con Dios.

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