jueves, 6 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: JUEVES 6 DE AGOSTO DEL 2015 - FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS


Se transfiguró en su presencia
Solemnidades y Fiestas


Marcos 9, 2-13. Fiesta Transfiguración. Jesús no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino.


Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10
En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados. Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo». En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de "resucitar de entre los muertos".
Oración introductoria
Qué a gusto estoy contigo en oración, Señor y Padre mío. Pero qué fácil es que convierta mi oración en un necio monólogo, en palabrería centrada en mí mismo… Por eso te pido, humildemente, la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo que pueden transfigurar esta meditación en un auténtico momento de contemplación.

Petición
Señor, dame la gracia de tener una fuerte experiencia de tu presencia en este oración.

Meditación del Papa Francisco
Es el cumplimiento de la revelación; por esto a su lado aparecen transfigurados Moisés y Elías, que representan la Ley de los profetas, significando que todo termina y comienza en Jesús, en su pasión y su gloria.
La voz de orden para los discípulos y para nosotros es esta: 'Escuchadlo'. Escuchen a Jesús. Es él el Salvador: seguidlo. Escuchar a Cristo, de hecho comporta asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de separación de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar prontos a 'perder la propia vida', donándola para que todos los hombres sean salvados, y para que nos reencontremos en la felicidad eterna.
El camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad. No nos olvidemos: el camino de Jesús siempre nos lleva a la felicidad, habrá en medio una cruz o las pruebas, pero al final nos lleva siempre a la felicidad. Jesús no nos engaña. Nos prometió la felicidad y nos la dará si seguimos su camino.  (S.S. Francisco, Ángelus 1 de marzo de 2015).
Reflexión
Hoy parece ser el día de la revelación del Señor. Nos ha asegurado que algunos de los presentes no morirían sin ver la gloria de Dios. Pues bien, ya nos lo ha mostrado el evangelio: "...y se transfiguró delante de sus discípulos..."
Durante su vida terrena, no sólo hubo una sola transfiguración, sino que hubo más revelaciones o manifestaciones de su divinidad: el Nacimiento anunciado a los pastores, la voz que clama al salir Él de las aguas después de su bautismo, la entrada en Jerusalén, la Eucaristía, su muerte en la Cruz, su resurrección y ascensión a los cielos...
Pero, ¿cuáles son las transfiguraciones de Cristo en estos días? Parece ser que hay una que todos los días se lleva acabo: la Consagración del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre. Esa es la mayor manifestación que hay en nuestros días. Allí no están presentes ni Elías ni Moisés, sino solamente la Trinidad que nos da la certeza de estar presenciando un acto misterioso y milagroso a la vez.
Cristo nos invita a verle en la Eucaristía con ojos de fe, y decirle como Pedro: ¿qué bien se está aquí, Señor? Él nos está esperando para que le encontremos en el sagrario. Él está allí, y se te transfigurará sólo si estás dispuesto a seguirle con humildad y amor.

Propósito
Invocar a la Virgen María, para que me ayude a escuchar y seguir siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la cruz, para participar también en su gloria.

Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por invitarme a subir al monte alto de la oración, porque quieres transfigurarte para que pueda comprender la grandeza de tu gloria y pueda así convertirme en ese discípulo y misionero, que con tu gracia, acerca a otras personas, especialmente de mi familia, a experimentar la luz de tu Palabra, el consuelo de tu cercanía, lo maravilloso de tu amor.
Permite que salga de esta oración configurado contigo para revestir con tu amor mis pensamientos, palabras y obras.

IMÁGENES DE JESÚS EUCARISTÍA

















EL SANTO NO NACE, SE HACE


El santo no nace, se hace
La aventura de la santidad comienza con un sí a Dios. 
(San Juan Pablo II)

Por: Anne Marie Baudrit | Fuente: Catholic.net 




Hace un par de años, estábamos cenando en mi casa y surgió “la vida de los santos” como tema central de la conversación. Luego de una larga y variada lista de temas asociados a este, hablamos del riguroso proceso de estudio de la vida y virtudes de los candidatos, que realiza la Iglesia antes de llegar a la beatificación y a la canonización. Uno de mis hermanos, un tanto inquieto con la idea de que se les proclame como dignos de ser imitados, mencionó que no cualquiera podría llegar a ser santo. Insistió que era casi imposible, pues ellos nacían con un “don especial” que ninguno de nosotros tenía. Se me ocurrió entonces preguntarle: -¿Qué entiende usted por “ser santo”? Y su respuesta fue muy rápida, como aquella que se tiene bien aprendida: -Hacer votos de castidad, pobreza y obediencia, y luego aparecer en las estampitas. Recuerdo este episodio que viene a mi memoria con cariño, pues creo que esas no son las únicas características de un santo. Me animó a aprender más sobre el tema para poder argumentarle a él y a cualquier otro, que no se nace aprendido y por ello todos estamos en “potencia” de llegar a ser santos.

“La aventura de la santidad comienza con un «sí» a Dios.” (San Juan Pablo II).

Un santo es todo aquel que tras su muerte, llega a conseguir la felicidad eterna, en otras palabras, quién llega al Cielo. Muchas personas piensan que los santos son solo aquellos cuyas imágenes han sido colocadas en altares y conmemoramos sus fiestas diferentes días del año. Pero no es verdad, son todos los que en su vida han luchado por alcanzar el máximo regalo, el mejor de los destinos. Como dice San Juan Pablo II, son aquellos que le dieron un “sí” a Dios.

Cumplir la voluntad de Dios no es fácil, pero es algo a lo que todos los creyentes estamos llamados a seguir. ¿Cuál será nuestro destino final?, ¿Qué habrá después de la muerte?, ¿A dónde queremos ir?… Son preguntas que deben estar constantemente en nuestra vida, al tomar decisiones, al estar frente un problema o un desafío.

Benedicto XVI nos da algunos consejos para poder llegar a la felicidad eterna y lo primero es fortalecer el amor con que amamos a Dios. Él tiene que estar al mando del timón de nuestro barco, de nuestro corazón; y ser la primer guía o referencia en cada situación. Para que el amor pueda crecer y dar fruto en el alma, hay que escuchar la palabra de Dios y recibir la Eucaristía. Al escuchar la palabra de Dios, aprendemos más de Jesús y utilizamos como ejemplo, su vida para imitarlo y ser mejor cada día. La Eucaristía tiene un efecto como el de las barritas energéticas que utilizan los deportistas para volver al campo de juego con una buena “carga”. Así funciona la Comunión, nos da energía para seguir luchando en esa misión que tenemos, nos ayuda a no desviarnos del camino con facilidad y a luchar contra las dificultades.


Otro consejo que nos dá, es la oración constante. Esta nos ayuda a mantener una relación más cercana a Dios y aprender a tratarle como un Padre amoroso que está siempre ahí para escuchar nuestras necesidades y preocupaciones, para que contemos de nuestras flaquezas, disgustos, ilusiones y momentos de felicidad. Por último nos pide vivir las virtudes con entusiasmo y constancia, vivirlas de manera heroica. Así es como vamos a lograr ser santos… ¿Suena fácil, no?


San Agustín es uno de mis santos favoritos, su vida es un vivo ejemplo de que nunca es tarde para cumplir con la voluntad de Dios y que uno no nace siendo santo. Su madre, quien llegó a ser después Santa Mónica, procuró inculcarle desde pequeño la doctrina católica. Sin embargo, su padre era pagano y Agustín vivió como un chico normal de su época en una sociedad pagana. Le gustaba disfrutar de los placeres y espectáculos vanales de su época. De una mente brillante y gran aficionado a la Filosofía, se convierte en un gran buscador de una verdad, la cual busca por muchos años siempre sintiéndose insatisfecho. Cuando muchos años después descubre que el catolicismo –aquellas ideas escuchadas constantemente de su madre- provee la Verdad absoluta, decide realizar un giro a su vida y se arrepiente de todas sus faltas. Se bautiza a los 33 años, se ordena sacerdote y llega a ser Obispo de Hipona y será nombrado luego como Doctor de la Iglesia.

Al conocer más sobre vidas de santos, me di cuenta que muchos de ellos habían sufrido por la muerte de un familiar muy cercano. Llegué a pensar que una pérdida así hacía falta para poder ser santo y que la santidad tenía que doler… ¡Pero comprendí que no hacía falta! Lo que realmente eso significaba es que lograron llevar su dificultad con alegría, entendiendo que ese era parte del plan de Dios. Confiando plenamente en Él.


La Iglesia busca almas que viviendo en el mundo y en las cosas del mundo, lo búsquen a Él. Que quieran seguirle, imitarlo, conocerlo, que lo tengan como centro de sus vidas. Pero no saliéndose del mundo, sino dentro de él, que seamos personas comunes, para demostrar que verdaderamente “vivir la vida” es vivirla con Dios en nuestro corazón.

“La santidad consiste en estar siempre alegres” (San Juan Bosco).

Ninguna persona puede estar triste si imita a Jesús durante su vida, si sabe que existe una felicidad eterna que es el Cielo y que puede llegar a alcanzarla. Como dice San Juan Bosco, “un santo siempre esta alegre, un santo triste, es un triste santo”. En resumen: ¡Hay que estar alegres! Es importante que esta felicidad que sentimos cuando seguimos a Cristo, no nos la dejemos para nosotros mismos. Todos queremos que nuestros amigos y familiares puedan sentir lo que estamos sintiendo, no dejemos de hacer apostolado y llevarle más almas a nuestro Padre que nos espera en el Cielo.


El tiempo corre y no podemos dar vuelta atrás, cada segundo cuenta, Dios confía en nosotros para acercar a Él a cada persona que cruce por nuestras vida. No nacemos siendo santos, tenemos que luchar para alcanzarlo. Seamos soldados de Cristo. ¡Somos la Iglesia Militante! ¡Luchemos por ser santos! ¡Formemos un ejército, el ejército de Dios!

LA TRANSFIGURACIÓN CAMBIA LA VIDA


La Transfiguración cambia la vida
Los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.
Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net 




El hecho de la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor tiene en los Evangelios una importancia muy grande. Como la tiene después para la vida de la Iglesia, que le consagra hoy una fiesta especial, la cual reafirma nuestra esperanza en el Señor Resucitado, pues sabemos que, cuando se nos manifieste, transformará nuestros cuerpos mortales, eliminando de ellos todas las miserias, y configurándolos con su cuerpo glorioso e inmortal...

Lo que pasó en el Tabor lo sabemos muy de memoria.
Jesús, al atardecer de aquel día, deja a los apóstoles en la explanada galilea y, tomando a los tres más íntimos --Pedro, Santiago y Juan--, se sube a la cima de la hermosa montaña.
Pasa el Señor la noche en oración altísima, dialogando efusivamente con Dios su Padre, mientras que los tres discípulos se la pasan felices rendidos al profundo sueño...
Al amanecer y espabilar sus ojos los discípulos, quedan pasmados ante el Maestro, que aparece mucho más resplandeciente que el sol...

Se le han presentado Moisés y Elías, que le hablan de su próxima pasión y muerte...

Se oyen los disparates simpáticos de Pedro, que quiere construir tres tiendas de campaña y quedarse allí para siempre...

El Padre deja oír su voz, que resuena por la montaña y se esparce por todos los cielos: -¡Éste es mi Hijo queridísimo!...

Y la palabra tranquilizante de Jesús, cuando ha desaparecido todo: -¡Animo! ¡No tengáis miedo! Y no digáis nada de esto hasta que yo haya resucitado de entre los muertos...

Pedro recordará muchos años después en su segunda carta a las Iglesias:
- Si os hemos dado a conocer la venida poderosa de nuestro Señor Jesucristo, no ha sido siguiendo cuentos fantasiosos, sino porque fuimos testigos de vista de su majestad. Cuando recibió de Dios Padre honor y gloria, y de aquella magnifica gloria salió la poderosa voz: ¡Éste es mi Hijo amadísimo en quien tengo todas mis delicias! Y fuimos nosotros quienes oímos esta voz cuando estábamos con él en la montaña santa.

Este hecho del Tabor tuvo muchas repercusiones en la vida de Jesús y de los apóstoles.

Sí, en la de Jesús ante todo. Porque Jesús no era insensible al dolor que se le echaba encima con la pasión y la cruz. La vista de la gloria que le reservaba el Padre por su obediencia filial fue para Jesús un estímulo muy grande al tener que enfrentarse con la tragedia del Calvario.

Para los apóstoles, ya lo sabemos también. Acabamos de escuchar a Pedro. Y sabemos cómo la visión del Resucitado ante las puertas de Damasco fue para Pablo una experiencia extraordinaria, que supo transmitir después en sus cartas a las Iglesias: -¡Nuestro cuerpo, ahora sujeto a tantas miserias, será transformado conforme al cuerpo glorioso del Señor!...

Así lo es también para nosotros. Porque la vida no se nos ofrece siempre risueña, sino que muchas veces nos presenta unas uñas bien aceradas.

En esos momentos de angustia, recordamos con la visión del Tabor la palabra del apóstol San Pablo:
- Comprendo que los padecimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria que un día se nos revelará.

Cuando todo nos va bien en la vida, solemos decir con Pedro --del que dice el Evangelio que no sabía lo que se decía--: ¡Qué bien se está aquí!...

Pero es cuestión de dejar el Tabor para después. Ahora hay que subir a Jerusalén con Jesús. Es decir, hay que cargar con la cruz de cada día, porque en el Calvario nos hemos de encontrar con el Señor, para encontrarnos seguidamente con Él en el sepulcro vacío...

La Transfiguración fue un paréntesis muy breve, aunque muy intenso, en la vida de Jesús. Detrás quedaban casi tres años de apostolado muy activo, en los que había predicado y hecho muchos milagros. Ahora había que enfrentarse con Getsemaní, la prisión, los tribunales, los azotes y el Gólgota. Pero la experiencia del Tabor le anima a seguir adelante sin decaer un momento.

Para nosotros, es cuestión de mirar a nuestro Jefe y Capitán, Cristo Jesús.

Hay que tener fe en Dios, cuando nos brinda la misma gloria que a Jesucristo.

Porque si Dios nos ofrece el mismo cáliz que a su Hijo, es decir, la misma suerte en sus sufrimientos, es porque nos tiene destinados también a la misma gloria y felicidad que las de Jesucristo.

Jesús se manifiesta en el Tabor, más que en ninguna otra ocasión, como el esplendor de la gloria del Padre. Nadie ha visto la gloria interna de Dios. Pero mirando a Jesús envuelto en una luz que opaca y anula del todo la luz del sol, nosotros llegamos a barruntar lo que es ese Dios que un día veremos cara a cara y que nos envolverá con sus esplendores. Esplendores que son ya ahora una realidad que llevamos dentro, aunque no los vemos. La Gracia del Bautismo nos ha transformado en esa luz que nos hace gratos, ¡y tan gratos!, a los ojos divinos...

¡Señor Jesucristo! ¡Qué grande, qué amoroso, y qué humilde, te muestras en el Tabor! ¿Cuándo, pero cuándo nos será dado gozar de aquel espectáculo que enloqueció a los discípulos?...

Ya vemos que nos preparas cosa buena de verdad. El caso es que sepamos merecerla....

QUIERO SER CAPAZ...


Quiero ser capaz


Quiero ser capaz de dar comida a quien tiene hambre.
Quiero ser capaz de dar de beber a quien tiene sed.
Quiero poder calmar las penas de quien está intranquilo.
Quiero ofrecer reposo a quien está cansado.
Quiero abrir mis puertas y ofrecer amor a quien está solo.
Quiero ser tu hermano, Señor.
Quiero ser realmente hermano de todos.
Quiero atreverme a ir a visitar a quien está en la cárcel.
Quiero saber cuidar a quien está enfermo.
Quiero acoger a quien viene de cerca o de lejos,
sea blanco o negro, que eso nunca me importe.
Quiero estar dispuesto a tender mi mano
a todo el que la necesite.
Quiero ser tu hermano, Señor.
Quiero ser realmente hermano de todos.
Pero yo solo no puedo.
Ayúdame, Señor, dame el amor que necesito
para poder amar a los demás como tú los amas.

EL PAPA FRANCISCO NOS DICE QUE LOS DIVORCIADOS EN NUEVA UNIÓN NO ESTÁN EXCOMULGADOS


Papa Francisco: Divorciados en nueva unión no están excomulgados, no hay que tratarlos así
Por Alvaro de Juana


VATICANO, 05 Ago. 15 / 10:24 am (ACI).- Las personas divorciadas vueltas a casar “no están excomulgados", y no deben ser tratadas como tales pues "ellas forman parte siempre de la Iglesia”, afirmó el Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles.

De esta manera el Pontífice recordó la tradición de la Iglesia, su Doctrina y Magisterio e invitó a los Obispos a “acogerlos y a animarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración”.

El Papa retomó hoy las Audiencias Generales en el Aula Pablo VI luego de un periodo de descanso de algunas semanas. Una vez más, el tema de su catequesis fue la familia, en este caso sobre las personas divorciadas en nueva unión.

“Hoy quisiera detener nuestra atención sobre otra realidad: cómo cuidar a aquellos que, después del irreversible fracaso de su vínculo matrimonial, han comenzado una nueva unión”, anunció el Papa al inicio de su intervención, a lo que añadió: “la Iglesia sabe bien que una situación tal contradice el Sacramento cristiano”.

No obstante, el Obispo de Roma subrayó que la Iglesia tiene una “mirada de maestra” que “viene siempre de un corazón de madre”.

Recordando la exhortación apostólica Familiaris Consortio de San Juan Pablo II, señaló que “un corazón de madre; un corazón que, animado por el Espíritu Santo, busca siempre el bien y la salvación de las personas. He aquí porqué siente el deber, ‘por amor a la verdad’ de ‘discernir bien las situaciones’”.

Una de las preocupaciones en estos casos es siempre la de los hijos pequeños. Ante ello, “vemos aún más la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real hacia las personas que viven tales situaciones”.

“Por esto, es importante que el estilo de la comunidad, su lenguaje, sus actitudes, estén siempre atentos a las personas, a partir de los pequeños, ellos son quienes más sufren estas situaciones”, explicó ante miles de peregrinos en el Aula Pablo VI.

“¿Cómo podríamos aconsejar a estos padres hacer de todo para educar a los hijos a la vida cristiana, dando ellos el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los tenemos alejados de la vida de la comunidad como si fueran excomulgados?”, se preguntó el Pontífice.

Su respuesta fue que “no se deben agregar otros pesos a aquellos que ya los hijos, en estas situaciones, deben cargar”. “Lamentablemente, el número de estos niños y jóvenes es de verdad grande” por lo que “es importante que ellos sientan a la Iglesia como madre atenta a todos, dispuesta siempre a la escucha y al encuentro”.

Francisco dejó claro que ante esta situación la Iglesia “no ha sido ni insensible ni perezosa” y destacó que “gracias a la profundización realizada por los Pastores, guiada y confirmada por mis Predecesores, ha crecido mucho la conciencia de que es necesaria una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, a los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental”.

“En efecto, estas personas no son en efecto excomulgadas, no están excomulgados, y no van absolutamente tratadas como tales: ellas forman parte siempre de la Iglesia”, añadió.

El Papa Francisco mencionó también cómo Benedicto XVI intervino sobre esta cuestión “solicitando un discernimiento atento y un sabio acompañamiento pastoral, sabiendo que no existen ‘recetas simples’” en uno de sus discursos en el VII Encuentro Mundial de las Familias en Milán en 2012.

Francisco reiteró además la invitación a los Obispos a “manifestar abiertamente y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerlos y a animarlos, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz”.

Por último, el Santo Padre puso de modelo al Buen Pastor ya que la Iglesia “acoge a sus hijos como una madre que dona su vida por ellos” y, como dice la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, “todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad. La Iglesia […] es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.

“Del mismo modo todos los cristianos están llamados a imitar al Buen Pastor. Sobre todo las familias cristianas pueden colaborar con Él cuidando a las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad”, invitó el Papa antes de concluir la Catequesis.

¿Quiénes están excomulgados?

Pueden incurrir en excomunión los bautizados que abandonan la verdadera fe para abrazar el cisma o la herejía, así como los miembros de las comunidades de herejes y cismáticos que han nacido en ella.

Incurren además en excomunión latae sententiae (automática) quienes procuran el aborto.

El adulterio, el divorcio y la nueva unión de los divorciados no están penados con excomunión, aunque sí son un pecado mortal.

El Catecismo de la Iglesia en su artículo 1650 señala que “si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales”.

Así pues, “la reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia”.

En el artículo 1651 se señala que “respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados”.

miércoles, 5 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MIÉRCOLES 5 DE AGOSTO DEL 2015


Cuando parece que Dios desoye las plegarias
Milagros de Jesús


Mateo 15, 21-28. Tiempo ordinario. Espera un poco. Insiste. Dios permite esa angustia para purificar tu intención. 


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Te adelantamos las Reflexiones del Evangelio de la 18a. Semana del Tiempo Ordinario   del lunes 3 al domingo 9 de agosto 2015.
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Del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28 
En aquel tiempo saliendo de Genesaret, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor - repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija. 

Oración introductoria
Mi fe, frente a las dificultades, se debilita, cuando debería crecer. Humildemente recurro a ti, Señor y Padre mío, suplicando la intercesión de san José, para que esta oración me ayude a aumentar mi fe, acrecentar mi esperanza y, sobre todo, sea el medio para crecer en mi caridad, en mi amor a Ti y a los demás.

Petición
¡Señor, hazme un testigo fiel de mi fe!

Meditación del Papa Francisco
Pensemos al episodio evangélico de la mujer cananea. Es una mujer pagana, no era del pueblo de Israel, era una pagana, que suplica a Jesús que sane a su hija. Jesús, para probar su fe, en primer lugar responde con dureza: “No puedo, debo pensar antes a las ovejas de Israel”. La mujer no retrocede -una madre, cuando pide ayuda para su criatura, ¡nunca se rinde! Todos lo sabemos esto, ¿eh? Las madres luchan por los hijos, ¿eh?- y Jesús responde a esta mujer: “También a los perritos, cuando los dueños se han alimentado, se les da algo”. Como diciendo: 'pero por lo menos mírame como una perrita'. Y Jesús le dice: “Mujer, ¡grande es tu fe! Que se haga como deseas”.
Frente a la enfermedad, también surgen dificultades en la familia, a causa de la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad refuerza los lazos familiares. Y pienso en lo importante que es educar a los hijos desde pequeños en la solidaridad en el tiempo de la enfermedad. Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, endurece el corazón. Y hace que los chicos estén “anestesiados” ante el sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento y de vivir la experiencia del límite.(Catequesis de S.S. Francisco, 10 de junio de 2015).
Reflexión
Cuántas angustias y necesidades experimentamos en la vida. El dolor nos visita, los problemas abundan, las tristezas nos sofocan. ¡Ten compasión de mí, Señor! Es el grito del alma a un Dios que siente lejano.

Sin duda, buscamos una respuesta inmediata. Y nos desalentamos si no llega. ¡Cuántas veces pedimos y, quizás, sin resultado! ¿Por qué Dios no nos escucha?

Nos desconcertamos, llegamos a dudar de Dios y hasta nos desesperamos. ¿No será que Dios nos pone a prueba? ¿Hasta cuánto resiste nuestra fe?

Espera un poco. Insiste. Dios permite esa angustia para purificar tu intención, para que sigas creyendo en Él aunque no te atienda a la primera. La mujer cananea del evangelio seguía a Jesús gritando. Los discípulos perdieron la paciencia y obligaron a Jesús a detenerse para atenderla. Nos sorprende la primera reacción de Cristo.

¿Acaso no se conmovió su Corazón, lleno de misericordia? Desde luego que sí. Pero prefirió esperar y ver hasta qué punto la mujer confiaba en Él. Como su fe era grande, Jesús le dijo finalmente: "que se cumpla lo que deseas".

Propósito
En las dificultades de este día, hacer un acto de fe y pedir con confianza la ayuda de Dios.

Diálogo con Cristo 
Señor, sólo con la fe, la humildad, la confianza y la perseverancia en nuestra oración, a pesar de todas las dificultades –como la mujer cananea– es como penetramos hasta el corazón de Dios y sólo así es como escuchas nuestras plegarias.

LA FELICIDAD A 4 PASOS


La felicidad a 4 pasos


Muchas veces decimos que un sitio "está a cuatro pasos" para indicar que está muy cerca. Pues bien, amigos, la felicidad está a cuatro pasos. Todos buscamos la felicidad, pero no somos conscientes de que en realidad, puede estar mucho más cerca de lo que pensamos. Además, una vez encontrada, no será algo efímero, sino que puede ser permanente. Entonces, ¿cuáles son esos cuatro pasos para alcanzar la felicidad?

1.- Mantener la fe.
La fe es aceptar lo imposible, arreglárselas sin lo indispensable y sobrellevar lo intolerable.
La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible.
La fe es ociosa cuando las circunstancias son favorables; es únicamente ante la adversidad cuando ejercitamos nuestra fe en Dios.
La fe, igual que un músculo, se vuelve fuerte y flexible con el ejercicio.
Nunca aprenderemos a tener más fe mientras estemos rodeados de comodidades.
Las victorias más grandes son las victorias de la fe.
Lo que cuenta no es tanto lo que podemos hacer, sino lo que podemos creer que Dios hará.
La fe acaba donde comienza la preocupación y la preocupación acaba donde comienza la fe.

2.- Perseverar en la oración.
Nadie puede vivir con dudas si ha orado con fe.
Dios no concede giros cuando no hay depósitos.
Para alcanzar una elevada estatura espiritual, antes hay que aprender a arrodillarse.
Cuando recibes el pan de cada día por el cual siempre oras, no te quejes de que no sea un pastel.
Alguna gente dice que el Cielo queda muy lejos. Los que están destinados a él sólo necesitan unas pocas palabras para llegar.
Tal vez nuestros problemas serían mayores, si Dios respondiera todas nuestras oraciones.

3.- Llenarnos de paz.
La paz no se hace en las mesas de negociaciones ni con tratados, sino en los corazones de los hombres.
Cuando Cristo es Señor de la mente, la paz es señora del día.
La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento y malentendido.
Si tenemos paz en nuestras almas, nada nos afectará.
La paz no es la ausencia de conflictos, sino la presencia de Dios, sea cual sea el conflicto.

4.- Disfrutar de la felicidad.
La felicidad no se encuentra ni dentro ni fuera de nosotros, sino que es fruto de nuestra comunión con Dios.
Estar felices con lo que tenemos es la mayor de todas las riquezas.
La diferencia entre los placeres espirituales y los terrenales es tan grande como la que existe entre un banquete del que uno disfruta y uno retratado sobre un muro.
Hay dos maneras de ser rico: una es tener todo lo que uno quiere y la otra es estar satisfecho con lo que uno tiene.
Seremos más felices si damos a los demás un pedacito de nuestro corazón, en lugar de un producto de nuestra mente.
Nuestro corazón es más feliz cuando late por los demás.


En resumen:
La Palabra de Dios es la que nos muestra cómo ser felices y cómo mantener la alegría de la salvación de forma permanente. Los cuatro pasos que han leído son fundamentales para obtener y conservar la felicidad. Es por ello que, si mantenemos la fe, perseveramos en la oración y nos llenamos de paz, disfrutaremos así de la felicidad auténtica.


Javier López

LLORABA SIN CONSUELO


Lloraba sin consuelo


Un profesor de química al mismo tiempo que hacía experimentos solía dejar enseñanzas inolvidables. Una vez que tenía en la mano una botella de leche, la dejó caer en la batea del agua. Quedaron los vidrios y toda la leche se escurrió por el desagüe. “La leche está perdida, dijo. No podemos rescatarla más. Seamos más cuidadosos y no lloremos nunca por la leche derramada”.

Un borracho estaba en el cementerio tomando una botella de vino y de repente se le cayó y se rompió. El bebedor desconsolado se puso a llorar. Un hombre que pasaba por allí lo vio, sintió lástima ante tal dolor y le preguntó: —¿Era familiar? El borracho respondió: —¡No, de un litro no más.

Hay una oración muy buena para recordar cuando nos sucedan esas cosas desagradables que no tienen más solución: “Señor, concédeme fortaleza para solucionar lo que tiene solución; valor para aceptar lo que ya no tiene solución; y sabiduría para reconocer la diferencia”. Es una buena lección que se resume así: “Aceptar, olvidar, y seguir adelante”.


Enviado por el P. Natalio

10 PASOS SENCILLOS PARA LEER LA BIBLIA


¿Lees la Biblia? Aquí te damos 10 sencillos y poderosos motivos para hacerlo desde hoy 
Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió.
Por: Alejandra María Sosa Elízaga 



Aprovecha para leerla, saborearla, meditarla, permitirle que sea lámpara para tus pasos, luz en tu sendero. Considera que tienes al menos diez razones para adentrarte en el fascinante mundo de la Sagrada Escritura:

Conocer a Dios: Sería para nosotros imposible saber algo acerca de Dios si Él no nos lo hubiera revelado. Y lo hizo a través de Su Palabra. Así que para que puedas conocerlo y consiguientemente entablar con Él una relación personal de amor y confianza, es indispensable que leas Su Palabra.

Conocerse uno mismo: La Palabra de Dios "penetra hasta las fronteras del alma y del espíritu" (Heb 4,12). Leerla te permite conocerte a fondo, pero no desde la óptica humana de juicio y condena, sino desde la mirada esperanzadora y misericordiosa de Dios.

Recibir luz: Dice el salmista que la Palabra es “lámpara para sus pasos, luz en su sendero” (ver Sal 119, 105). Siempre tiene un mensaje para iluminar tu situación actual, siempre tiene algo pertinente que decirte; a veces te consuela, a veces te exhorta, a veces te tranquiliza, a veces te inquieta y te sacude, pero puedes tener la certeza de que siempre te da lo que tu alma necesita.

Dialogar con Dios: Hay quien cree que orar consiste sólo en hablar y hablar con Dios pues Él no dice nada. Pero Dios sí habla: a través de Su Palabra. Leer la Biblia te permite escuchar lo que quiere decirte, para poder después responderle, dialogar con Él y, con Su gracia, hacerlo vida.

Participar de la reflexión y oración de toda la Iglesia: Cuando lees los textos que se proclaman cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, te unes a millones de católicos en todo el mundo que en ese mismo momento están leyendo, escuchando, reflexionando, orando con esas mismas palabras. Leer así la Palabra te permite participar activamente en la unidad y universalidad de la Iglesia.

Situarte dentro de la historia de la salvación: Leer la Biblia te permite descubrir cómo fue que Dios se reveló al ser humano; estableció una alianza con el hombre, le prometió Su amor y salvación y lo cumplió. Conocer el pasado te permite comprender el presente y vivirlo desde el gozo de saber que formas parte del pueblo de Dios, que eres miembro de Su rebaño, oveja del Buen Pastor.

Conocer, comprender y amar a la Iglesia: Leer la Biblia te permite conocer la Iglesia de la que formas parte para comprenderla y amarla más, y gozarte de pertenecer a ella sabiendo que fue fundada por Cristo, y aunque está formada por seres humanos susceptibles de fallar, como tú y como yo, es conducida a través de la historia, por el Espíritu de Dios.

Anunciar la Buena Nueva: Leer la Biblia te permite cumplir el mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15). Sólo si conoces la Escritura puedes compartir Su luz con otros.

Conocer y defender la fe: Dice San Pablo que todo texto de la Escritura es útil para enseñar (ver 2Tim 3,16). Conocer la Biblia te permite enfrentar a quienes atacan tu fe católica y responderles no sólo con caridad sino con argumentos sólidos.

Vivir con libertad y alegría: Leer la Biblia te da libertad y alegría. La libertad de que gozan quienes abandonan la inmovilidad de las tinieblas y caminan hacia Aquel que es la Luz; la alegría de saber que Él está contigo todos los días hasta el fin del mundo, y la alegría de anunciarlo a los demás, como pide el Papa Francisco.
Hasta aquí las diez razones. Cabe aclararte que sólo son las diez primeras. Lee la Biblia y descubrirás que hay otras diez, y diez más, y más, y más...

TE AMO PORQUE ME HAS AMADO PRIMERO


Te amo porque me has amado Tú primero
Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana.
Por: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net 



Te amo sobre todas las cosas porque eres infinitamente amable.
Es el Amor con mayúscula. Dios es Amor. La Belleza misma la Santidad -el tres veces santo- el todopoderoso, creador de los cielos y la tierra.

Cuando uno ve a una persona buena, santa, poderosa, amorosa, muy bella se entusiasma con ella, se enamora de ella. El que conoce a Dios no puede menos de enloquecer de amor por Él.

"Tarde te amé, Oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé". San Agustín. Esta frase de San Agustín dice muchas cosas: Primera que Dios es de una belleza inmarcesible. A veces uno se enamora de un ostro de una persona que no quisiera que envejeciese, que mantuviese siempre la misma frescura, la misma juventud, idéntica sonrisa. Pero, por desgracia, las personas avanzan en edad, salen canas, arrugas, obesidad, arrugas en la frente y en el alma. Algunos podría n decir: Esta no es la persona de la que yo me enamoré. Ha cambiado demasiado.

Segundo, que uno es un pobre desgraciado cuando se enamora de todo menos de Dios. Por eso dice dos veces la palabra triste tarde, demasiado tarde. Y realmente es cierto. Los minutos, los años en que uno no ama a Dios son perdidos miserablemente. Si no he amado a Dios ¿qué he estado haciendo? Lo mínimo es perder tiempo y vida.
Cuantos de nosotros deberíamos decir como el santo: Tarde te amé, oh belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Y, tal vez, algunos tengan que decir: Nunca te amé, nunca te conocí. !Qué triste es esto!.

Y porque a ti sólo debo amarte con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Por ser mi Creador, mi Redentor, y por haberme destinado al cielo.

Te amo porque me has amado Tú primero.
Esto es fantástico -El nos amó primero a
cada uno. Desde siempre, desde toda la eternidad.
No me consultaste par darme la vida...
Porque me amaste, me creaste, me diste la existencia.
Pero no me creaste para la desdicha, para la mediocridad, sino para ser santo, feliz, para hacer algo grande en este mundo.
La aventura más grande es amar a Dios con todo el corazón...
Y al prójimo por amor a El.
No amar a Dios es la desgracia mayor.
Pero amar es darse, es cumplir la voluntad del amado, su voluntad.
"Él nos amó primero", nos recuerda San Juan. Te amé con un amor eterno.

Te amo porque me has redimido del pecado.
Librar al amado de su peor enfermedad, más aun de su muerte, de su verdadero mal, de su eterna condenación.
Gran amor representa.
Y cuál ha sido el precio. Dios envió al mundo a su Hijo no para condenar al mundo, sino para salvarlo, no para condenarte sino para salvarte. Debes saberlo.
La respuesta debiera ser como al de santa Teresa. "Tengo una vida y entera se la doy; pero si mil vidas tuviera, las mil se las daba".
El bautismo, la confesión son sacramentos de amor, porque son los sacramentos del reencuentro con el hijo pródigo.
"Daos cuenta de que no habéis sido rescatados con oro o plata, sino al precio de la sangre de Cristo".
Por eso decía San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada, si no es en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo"
Cuando uno se santigua se recuerda a sí mismo y recuerda a los demás que es seguidor de un gran jefe, de Jesucristo y pertenece a la religión del crucificado, la religión del amor. Cada vez que uno se santigua equivale a repetir las palabras de San Pablo: "Líbreme Dios de gloriarme en nada..."
Esconderse cuando se santigua significa que se avergüenza de ser cristiano. Soy cristiano y a mucha honra.
Librarnos del pecado es librarnos del infierno merecido por ese pecado. Mucho te ha de querer quien de tanta desgracia te ha librado. Y mucho más te ha de que querer quien, además de libarte del eterno dolor, te ha regalado la eterna felicidad.
¿Quién es esa persona, dónde vive, cómo se llama? Me muero por verlo, tengo que ser su amigo, quiero amarlo por siempre... y sabemos que es Jesús.

Te amo porque me has abierto las puertas de tu Reino
Lo más grande que podía regalarnos. Dios no tiene una cosa más grande que darnos que el cielo, su cielo, donde Él vive y es infinitamente feliz.
Las puertas de ese cielo estaban cerradas. Cristo nos las ha abierto. La felicidad de Dios la participaremos.
Los que nos han precedido en el camino nos dicen: "Es verdad...vengan".
San Pablo, que vio el cielo: "Todo lo que su sufre en este mundo es nada..."
No tienes razón cuando piensas y dices: Me piden demasiado. La verdad, hermano, es que nos piden demasiado poco.
"Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo." Si esta no es tu máxima alegría, no sabes qué es el cielo.
Te invito en este momento a que te sientas muy alegre de que tienes tu nombre escrito en la lista del cielo. Alégrate, sí, más que de todas las demás cosas.
¿Cuántas veces te ha regalado Jesucristo el cielo? Con cada pecado mortal lo has perdido. Con cada absolución te lo han devuelto. ¿Cuántas veces has perdido el cielo, pobre hombre, pobre mujer? ¿Cuántas veces te han vuelto a dar el cielo, hombre afortunado, mujer afortunada?

Te amo porque me has hecho hijo de Dios
Decía Jesús. "Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos". No fue un santo, ni siquiera la Virgen María quienes nos indicaron que rezáramos así, sino su propio Hijo, Jesús. Mi Padre me ha pedido que les enseñe a orar así: "Padre nuestro que estás en el cielo..." Jesús podría haberle dicho con toda razón: Padre, soy tu hijo único, ¿cómo que ahora voy a ser hermano de todos los hombres? Además, no sé si te has fijado cómo se portan muchos de ellos. ¿Vas a caso a repartirles la herencia del cielo?
No, Jesús le dijo: Bendito seas, Padre mío, porque quieres además de tu hijo divino, hacer hijos tuyos también a cada uno de los hombres. Yo soy, me declaro hermano de cada uno de ellos. Esto lo dijo Jesús, está en el Evangelio, a través de María Magdalena: "Ve a decirles a mis hermanos: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios".

De la herencia también habló: "En la casa de mi padre hay muchas moradas, Voy a prepararos un lugar". Con qué profunda emoción les dijo Jesus esta noticia a los apóstoles y a cada uno de nosotros. Voy a prepararos un lugar.

Debemos atrevernos a rezar el Padrenuestro como Jesús quería que lo rezáramos: Decidlo, sentidlo, amadlo, tened una total confianza.
Desconocer el amor de ese Padre es la desgracia mayor del mundo.
Debemos enseñar a los hombres que Dios es su Padre. Porque no lo saben, no lo creen, no se lo imaginan.

Evangelizar no es sólo explicar las hermosas realidades de la religión sino hacérselas creer, sentir, experimentar.

Te amo porque me has enriquecido con el Espíritu Santo
Paráclito: consolador, santificador, es decir que nos guía hacia la santidad y hacia la vida eterna.
Bueno, ¿y dónde está el Espíritu Santo?
Responde San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?
También Jesús lo afirmaba: Si alguno me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Las tres divinas personas.
El alma que vive en gracia es un templo de la Santísima Trinidad, de las tres divinas personas.
Se le llama, por esta razón, el divino huésped del alma.
Es el Don por excelencia; es el amor infinito de Dios que vive en nosotros y para nosotros. Para realizar el plan de amor de Dios en nosotros: hacernos, hombres y mujeres fieles, cristianos felices, santos y llevarnos al cielo para toda la eternidad.

Te amo, porque me has entregado a tu Madre al pie de la cruz.
¡Qué amor tan delicado, tan sincero, tan fino! María es su joya, su criatura predilecta, su Madre bendita...Pues no quiso quedársela para sí.
Es madre nuestra con todo derecho porque nos la han dado.
Podemos y debemos, por tanto, llamarla madre nuestra.
Corredentora: Jesús ha querido que, de manera semejante a Él, sufriera terriblemente y colaborara así a la redención, a nuestra redención, a la mía.
Aquí no me malentiendan los hermanos evangélicos. Pues, si San Pablo completaba en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo, quiere decir que todos colaboramos al menos con alguna partecita. Pero María más que nadie.
Jesús nos la dio: El regalo en sí mismo es extraordinario, único.
Pero nos la dio con un grandísimo amor.
Y María ha aceptado ser madre de cada uno de nosotros con una obediencia perfecta y con un cariño inmenso que no podemos ni medir.
Bendito el momento en que Jesús decidió darme a su Madre como Madre Mía.
Después de la alegría de ser hijo de Dios, la más entrañable felicidad es tener como madre a María.

Te amo por el don de la fe católica
Si estimáramos la fe como los santos..."Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe", está dicho.
El justo, el santo, vive de la fe, es decir, de lo que le ha dicho Dios a través de su Revelación.
La fe debe ser viva y operante, no mortecina ni somnolienta.
Por ejemplo, si al comulgar tú crees profundamente en que en ese pan consagrado está realmente Jesucristo, el día no puede de ninguna manera ser triste o malo. Has recibido a Dios.

Tener fe es ver todas las cosas con los ojos con los que ve Dios.
Si no tuviéramos fe, seriamos muy desgraciados... En realidad los que no tienen fe, ¿qué sentido encontrarán al dolor, a la muerte, al después de la muerte? Si no se tiene fe ¿qué sentido tiene la misma vida, el vivir, el amar, el cumplir con las reglas de la moral? Sin fe todo se tambalea.

La mejor forma de agradecer la fe a Dios consiste en transmitirla, en comunicarla a otros. En reanimar la fe de los que la tienen medio dormida o medio muerta. Hay muchos hermanos nuestros que pierden la fe, la están perdiendo, por falta de alguien que les ayude a vivirla con pasión.

Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe. Ojalá ayudemos a algunos a recuperarla, a volver a la casa del padre de la que nunca debieran haber salido.

Te amo porque te has quedado conmigo en el sagrario.
Jesús ha cumplido su promesa: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos. ¿Cómo? En la Eucaristía.
Yo animo a todos esos hermanos y hermanas nuestras que tienen gran devoción a la Eucaristía, que comulgan con devoción, hacen adoración al Santísimo, lo visitan en el tabernáculo, hacen procesiones con el Santísimo. Nos recordaba Nuestro querido Benedicto XVI que la primera procesión con el Santísimo fue la de María cuando fue a visitar a su Prima santa Isabel llevando en sus purísimas entrañas a Jesús. Con eso quedan las procesiones santificadas.
No cuesta nada visitarlo, ir a pedirle favores. Necesitamos ir al Sagrario más que al súper: Porque en el súper conseguimos alimentos para el cuerpo, pero en el Sagrario alimento para el alma: "Venid a Mí todos los que andáis fatigados y abrumados por la carga y Yo os aliviare". ¿Creen que Jesus dijo esto por decirlo nada más?
No tengo tiempo de visitarlo, porque tengo que hacer tanto por Él. Soy un apóstol tan celoso y tan ocupado que no tengo tiempo para rezar, para ir a la Iglesia. Pues soy un mal apóstol, porque me preocupo más de la viña del Señor que del Señor de la viña. Les pongo un ejemplo para que me entiendan. Hay maridos, sobre todo jóvenes, que están abrumados de trabajo y no tienen tiempo de estar con su esposa y sus hijos, porque están ganando dinero para ellos. Cuantas veces he escuchado a esas esposas: Ojalá mi esposo ganara menos y estuviera más tiempo con nosotros.
Pues tengan la seguridad de que Jesús nos dice a muchos de nosotros: Ojalá tuvieras más tiempo para estar conmigo.

Te amo porque me has enviado como a los apóstoles, a extender tu Reino entre los hombres.
Nadie más nos ha enviado, sólo Cristo. "Id y predicad el Evangelio a toda criatura. No me habéis elegido vosotros a Mí sino yo a vosotros"
Cada uno ha sido enviado a predicar la Buena Nueva: los padres a los hijos, los amigos a los amigos. A todos a los conocidos y desconocidos.

Te amo porque eres mi Dios y mi Señor.
Mi Dios y mi todo, decían los santos en un suspiro de amor.
En resumen: Te amo con todo mi corazón.
Porque lo mereces totalmente, lo esperas.
Porque es lo que más me importa y lo que más necesito.
San Pablo decía: Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia.
Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi Padre, mi grande y mi único amor y la gran razón de mi existencia.
"Señor mío y Dios mío" exclamó Santo Tomás en un momento de gracia. Es una frase que tenemos que decir y sentir con mucha frecuencia.
"No volveré a servir a un señor que se me pueda morir". Palabras de San Francisco de Borja ante el cadáver de su hermosa reina. Servimos a ese Dios y Señor que vive para siempre, que con el paso de los siglos no ha perdido nada de su belleza, de su amor, de su poder y misericordia. Dios ha sido, es y será siempre infinitamente amable y adorable para suerte nuestra.


Dios no se hace viejo, no se arruga, no pierde fuerza. Dios nos ama hoy como ayer y como nos amará mañana. Aprovechemos esta maravillosa gracia y amemos, amemos a la persona más digna de nuestro amor.
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