miércoles, 8 de julio de 2015

LO MÁS BELLO PARA LA FAMILIA ESTÁ POR VENIR: PRIMERA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN ECUADOR 2015


Lo más bello para la familia está por venir
Primera homilía del Papa Francisco en América Latina. 6 de julio 2015

Por: S.S. Papa Francisco | Fuente: http://www.romereports.com 






El pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar es el primer signo portentoso que se realiza en la narración del Evangelio de Juan. La preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: «No tienen vino» y la referencia a «la hora» se comprenderá después, en los relatos de la Pasión.

Está bien que sea así, porque eso nos permite ver el afán de Jesús por enseñar, acompañar, sanar y alegrar desde ese clamor de su madre: «No tienen vino».

Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos, en amores alegres. Demos un lugar a María, «la madre» como lo dice el evangelista, y hagamos con ella ahora el itinerario de Caná.

María está atenta. Está atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace ser hacia los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala preparación de la boda. Y como está atenta, con su discrección, se da cuenta de que falta el vino.

El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus biznietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, de situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre «reclamadora», tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María simplemente es madre!: Ahí está, atenta y solícita. Es lindo escuchar esto: «¡María es madre!». ¿Se animan a decirlo todos juntos conmigo? Otra vez. Otra vez.

Pero María en ese momento que se percata que falta el vino acude con confianza a Jesús. Esto significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: «¿Qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» (Jn 2,4). Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás apresura la «hora» de Jesús. María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz. Ella que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón a su hijo, ella nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones son también preocupaciones de Dios.

Rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente, que vive bajo el mismo techo, que comparte la vida y está necesitado.

María, finalmente, actúa. Las palabras «Hagan lo que Él les diga» (v. 5), dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos servidores por amor unos de los otros. En el seno de la familia, nadie es descartado: todos valen lo mismo. Me acuerdo que una vez a mi mamá le preguntaron a cuál de sus cinco hijos, nosotros somos cinco hermanos, quería más. Ella dijo: "Como los dedos, si me pinchan este me duele lo mismo que si me pinchan este". Una madre quiere a sus hijos como son. Y en una familia los hermanos se quieren como son. Nadie es descartado.

Allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir "gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos. Porque en todas las familias hay peleas, lo difícil es pedir perdón. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213). La familia es el hospital más cercano. Cuando uno está enfermo lo cuidan allí. La familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos. En efecto, estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.

La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios.

Y en la familia, y de esto todos somos testigos, los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano… y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar, el vino nuevo de las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado…, nacen de lo peorcito, porque «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). En la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar. Les invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, como el agua de las tinajas, nos escandalice o nos espanta, Dios –haciéndolo pasar por su «hora»– lo pueda transformar en milagro. La familia hoy necesita de este milagro.

Y toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir. Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. El mejor de los vinos está en esperanza, está por venir para cada persona que se arriesga al amor, y en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir, murmúrenselo cada uno en su corazón: el mejor vino está por venir, y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados. Tened paciencia, tened esperanza. Haced como María, rezad, actuad, abrid vuestro corazón, porque el mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas.

Como María nos invita, hagamos lo que el Señor nos diga, hagan «lo que él nos diga» y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de la familia, el gozo de vivir en famlia.

LIMPIAR LOS OJOS Y EL CORAZÓN PARA VER EL LADO BUENO



Limpiar los ojos y el corazón para ver el lado bueno
Dejar un modo de vida que engendra odio y muerte y convertirse a Dios: vivir en y para el amor.


Por: P. Eusebio Gómez Navarro | Fuente: Catholic.net 




Un líder indígena le espetó a San Juan Pablo II en su visita a Brasil:
“Santidad, tenemos hambre”.

San Juan Pablo II respondió con gran sensibilidad pastoral y humana: “Tu pueblo, Señor, tiene hambre de pan y de Dios”.

No estamos a gusto con la realidad de nuestro mundo. El hambre crece alarmantemente y una mayoría de la población no se alimenta adecuadamente.

Éste es uno de tantos pecados que azotan nuestra sociedad, que sufre de injusticia, esclavitud, violencia, vacío de Dios y carece de valores humanos.

Tenemos un mundo industrializado sin alma; no tiene en cuenta a los más desposeídos. A esta gran máquina del mundo le falta el aceite de la bondad.

La enfermedad que padece el mundo, decía M. Teresa, la enfermedad principal del ser humano no es la pobreza o la guerra, es la falta de amor, la esclerosis del corazón. El corazón es la zona más deprimida de las personas.

Hemos logrado llegar a la luna, hemos explorado las profundidades del mar y las entrañas de la tierra, pero no hemos logrado resolver los problemas de primera necesidad.

No basta con quitar penas y hambre; es necesario impregnar nuestro mundo de amor. Que nadie sufra rechazos, que nadie se sienta solo, que nadie se sienta rechazado. Dice H. Boll: “En el Nuevo Testamento hay una teología de la ternura que siempre es curativa: con palabras, con manos, que también pueden llamarse caricia, con besos, con una comida en común... Este elemento del Nuevo Testamento, la ternura, no ha sido descubierto aún”.

“Convertíos porque el Reino de Dios está cerca”, anuncia Juan el Bautista. Si Dios ha venido a nosotros, tenemos que cambiar radicalmente. No es
cuestión de cambiar de fachada. Es necesario cambiar de manera de pensar y de vivir. Dejar un modo de vida que engendra odio y muerte y convertirse a Dios: vivir en y para el amor, gozar de la paz y de la libertad, encontrar la verdadera vida.

Hemos de convertirnos al testimonio cristiano y, como el Bautista, ser luz y testigos de Cristo ante nuestros hermanos. Así lograremos que reinen la paz, la justicia y la fraternidad donde imperan la violencia, la desigualdad injusta y la violación de las libertades y de los derechos humanos.

Hemos de limpiar los ojos y el corazón para ver el lado bueno de las personas, de las cosas y de los acontecimientos, para ser maestros de esperanza y poner amor, alegría y paz en todas las situaciones.

Dios puede hacer el milagro de cambiarnos, claro está, con nuestro consentimiento. Dios puede “sacar hijos de Abraham de las piedras”; puede hacer que el corazón de piedra se convierta en corazón de carne; puede hacer que del tronco seco broten retoños nuevos; puede hacer que el árbol estéril se llene de frutos buenos; puede alegrar nuestra juventud de espíritu.

LA VIRGEN DEL CARMEN Y EL ESCAPULARIO



La Virgen del Carmen ...y el escapulario
El escapulario no salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. 


Por: Archidiócesis de Madrid | Fuente: Corazones.org 





El próximo 16 de Julio recordaremos a Nuestra Señora del Carmen. Reflexionemos hoy un poco sobre esta advocación y las grandes promesas de su escapulario.

Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.

En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.

La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.

Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.


La estrella del Mar y los Carmelitas.

Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.

Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.


Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.

La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.


¿Qué es el Escapulario carmelita?

Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.

Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."


El escapulario es un sacramental.

Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.


¿Cómo surgió el escapulario?

La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.


La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251.

En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.

En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:

"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"

Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.


Explicación de la Promesa:

Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.


El escapulario tiene 3 significados:

El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.

Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

Vemos en la Biblia:

-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)

-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.

-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.

Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.

Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.

-En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.

Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."


El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)

-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.

Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.

Se debe vivir lo que significa

El escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.

En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.

Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.

Imposición del Escapulario:

El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:

"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"


¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?

Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.


Conversiones.

Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.


Alerta contra abusos:

El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."

Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."

Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.

San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."

EL PAPA FRANCISCO VISITÓ LA CATEDRAL DE QUITO




EL PAPA FRANCISCO
VISITÓ LA CATEDRAL DE QUITO

Después de la visita de cortesía al Presidente de la República de Ecuador, el Santo Padre Francisco se dirigió a la Catedral Metropolitana de Quito. Allí se detuvo algunos momentos en oración ante el Santísimo Sacramento.

Posteriormente, el Papa salió al atrio de la Catedral para bendecir y saludar a los fieles congregados en la Plaza Mayor de Quito, y les dijo:

"Les voy a dar la bendición para cada uno de ustedes, para sus familias, para todos los seres queridos y para este gran pueblo y noble pueblo ecuatoriano, para que no haya diferencias, que no haya exclusión, que no haya gente que se descarte, que todos sean hermanos, que se incluya a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación ecuatoriana.

A cada uno de ustedes, a sus familias les doy la bendición, pero recemos juntos primero el Ave María...

La bendición de Dios Todopoderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Y por favor les pido que recen por mi. !Buenas noches y hasta mañana!”

martes, 7 de julio de 2015

EL EVANGELIO DE HOY: MARTES 7 DE JULIO DEL 2015


La mies es mucha, pero los trabajadores pocos
Tiempo Ordinario

Mateo 9, 32-38. Tiempo Ordinario. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí. 


Por: H. Luis Fernando Hernández | Fuente: Catholic.net 



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Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38
En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe trabajadores a su mies».

Oración introductoria 
Tú sabes, Jesús, lo que tengo en mi corazón. Te pido que me ayudes a acudir con un corazón abierto a ti. Soy también yo una de tus ovejas, ten compasión de mí. Dispón mi corazón para hacer esta meditación contigo.

Petición
Jesús, sé mi pastor y danos sacerdotes según tu corazón.

Meditación del Papa Francisco
Esta gente lo ha seguido siempre para escuchar su palabra - ¡una palabra que daba esperanza! Las palabras de Jesús dan siempre esperanza. Y también para tocar incluso sólo un borde de su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes cansadas y agobiadas como ovejas sin pastor y las buscaba para anunciarles el Reino de Dios y para curar a muchos en el cuerpo y en el espíritu. Ahora los llama a todos a su lado: “Venid a mí”, y les promete alivio y consuelo.
Esta invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por situaciones existenciales difíciles y a veces privados de válidos puntos de referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los países más ricos, se encuentran muchas personas cansadas y agobiadas bajo el peso insoportable del abandono y la indiferencia. La indiferencia: ¡cuánto mal hace a los necesitados la indiferencia humana! Y peor, ¡la indiferencia de los cristianos!  (Homilía de S.S. Francisco, 13de julio de 2014).
Reflexión
Jesús, visto sin prejuicios, se nos presenta bondadoso y amable. Cuando me ve fatigado y abatido, no piensa que soy un amargado e ingrato, sino que tiene siempre compasión de mí. Por eso, Jesús nos compara con las ovejas. Las ovejas son blancas, dóciles y mansas. Por algo decimos "manso como un cordero...". Jesús ve en nosotros ovejas, no por considerarnos inferiores, sino porque Él se considera nuestro pastor. El Señor es mi pastor, nada me falta (salmo 22).

La relación entre un pastor y sus ovejas es muy singular: no deja de vigilarlas, sabe cuántas tiene, las conoce a todas. Jesús recorría todas las ciudades en su tiempo. Ahora lo sigue haciendo: recorre todos los lugares de nuestra vida y nuestra alma. Nos enseña en nuestro interior. Proclama en nuestros corazones la Buena Nueva y cura nuestras enfermedades.

A la oveja, a mí, corresponde dejar entrar a Jesús; he de ser dócil, si quiero aprender de sus palabras. Cuando leo el Evangelio, lo escucho a Él. Cuando me confieso, Él sana mis males.
Tenemos que pedir por los trabajadores, pues son pocos. Es algo que nos pide Jesús en este evangelio: que no dejemos de rogar por las vocaciones.

Jesús es el Buen Pastor. ¿Cuántas veces tengo necesidad del Buen Pastor? Los sacerdotes son los pastores que ayudan a Cristo a cuidar su rebaño. ¿Cuántas personas tenemos necesidad de los pastores que ayudan al Buen Pastor?

Dado que Cristo nos dice que pidamos al dueño de la mies por las vocaciones, hemos de tomar muy en serio esta petición.

Propósito 
Invitaré a una persona o amigo a rezar un padrenuestro y avemaría por las vocaciones.

Dialogo con Cristo 
Jesús, mi Buen Pastor, te agradezco todos los cuidados que tienes para conmigo. No soy digno de ser tu oveja, pero, dado que lo soy, nunca te apartes de mí. Soy débil y sé que lo soy, por eso, nunca permitas que me aleje de ti, que nunca me aleje de tu rebaño.
Además, Jesús, te pido aquello que tú me pides: danos sacerdotes santos según tu corazón.


«Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras.»
De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios
(Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)

Preguntas o comentarios al autor  H. Luis Fernando Hernán

LA SINCERIDAD



LA SINCERIDAD



Hubo una vez un emperador que convocó a todos los solteros del reino pues era tiempo de buscar pareja a su hija.

Todos los jóvenes asistieron y el rey les dijo: 
"Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y la planta más bella ganará la mano de mi hija, y por ende el reino".

Así se hizo, pero había un joven que plantó su semilla y ésta no germinaba. Mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar mostrando las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas.

Pasaron los seis meses y todos los jóvenes se dispusieron a desfilar hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. 
El joven estaba muy triste pues su semilla nunca germinó y ni siquiera quería ir al palacio. Su madre insistía en que debía ir pues era un participante y debía estar allí. 
Con la cabeza baja y muy avergonzado, desfiló al final hacia el palacio con su maceta vacía. 

Todos los jóvenes hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo se rieron abiertamente burlándose de él. En ese momento el alboroto fue interrumpido por la entrada del rey, al que todos hicieron su respectiva reverencia mientras él se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas.

Finalizada la inspección hizo llamar a su hija, y llamó de entre todos al joven que llevó su maceta vacía. Atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción.

El rey dijo entonces: 
"Este es el nuevo heredero del trono y se casará con mi hija, pues a todos ustedes se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas. Este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y 
valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece".

Moraleja:
"LA SINCERIDAD, SERÁ POR SIEMPRE UNA VIRTUD". DÍ SIEMPRE LA VERDAD, independientemente de las circunstancias.

OREMOS POR LAS VOCACIONES


DOMINAR LAS PREOCUPACIONES


Dominar las preocupaciones


1.- Si nuestra preocupación es por algo presente, es útil el analizar cuidadosamente el problema, luego buscar lo que se puede hacer para solucionarlo, y finalmente decidirse por alguno de los medios que aparecen.

2.- No hacer grande lo pequeño. No agitarse por naderías. Válgase de aquel dicho popular: “Más se perdió en el diluvio”

3.- Alegrarnos de lo que tenemos y no prestar atención fija en lo que no tenemos y que quizá ni falta nos hace. Muchas de nuestras exigencias no nos hacen felices, solo crean servidumbres y preocupaciones.

4.- No hagamos caso de críticas, calumnias o burlas. Hagamos el bien y dejemos que critiquen. Es frecuentemente que se critique a personas que valen y precisamente porque algo se están destacando. También a Cristo lo criticaron y aun lo traiciono un amigo. Que las críticas nos ayuden a perfeccionarnos.

5.- El encomendarse a Dios y confiar en su poder y en su amor a nosotros, disipa muchas preocupaciones. La oración confiada es de lo mejores medio para tranquilizar en los problemas y para resolverlos mejor. Cristo sufría en el huerto de los olivos y le dio fortaleza.

Te invitamos a que en tus momentos de preocupación te dirijas a Dios orando con el salmo 33:

“Bendeciré en todo tiempo a Dios,
sin cesar en mi boca su alabanza;
Ensalzad conmigo a Dios,
exaltemos juntos su nombre.
Consulté a Dios y me respondió:
me libró de todos mis temores.
Si grita el pobre, Dios lo escucha,
y lo salva de todas sus angustias.
El ángel de Dios pone su tienda
en torno a sus adeptos y los libra.
Gustad y ved lo bueno que es Dios ,
dichoso el hombre que se acoge a él.
Respetad a Dios, santos suyos,
que a quienes le temen nada les falta.
Los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan a Dios de ningún bien carecen.
Huye del mal y obra el bien,
busca la paz y anda tras ella.
Los ojos de Dios sobre los justos,
sus oídos escuchan sus gritos.
Cuando gritan, Dios los oye
y los libra de sus angustias;
Dios está cerca de los desanimados,
él salva a los espíritus hundidos.
Muchas son las desgracias del justo,
pero de todas le libra Dios”.
(Salmo 33)".


Artículo del obispo Rogelio Sánchez, entresacado de su libro: "Relaciones humanas".

FOTOS DE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO AL SANTUARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA (GUAYAQUIL).







 EL PAPA VISITA EL SANTUARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA (GUAYAQUIL).



Queridos amigos, compartimos con ustedes unas imágenes de la visita del Papa Francisco al Santuario de la Divina Misericordia, durante su viaje apostólico a Ecuador.

Después de rezar, el Papa dirigió unas palabras a los presentes:
"¡Buenos días! Los invito, todos juntos, a rezar a la Virgen:
Dios te salve María, llena eres de gracia
el Señor es contigo…

Ahora voy a celebrar Misa y los llevo a todos ustedes en el corazón. Voy a pedir por cada uno de ustedes, le voy a decir al Señor: Vos conocés el nombre de los que estaban ahí. Le voy a pedir a Jesús para cada uno de ustedes mucha misericordia, que los cubra con su misericordia, que los cuide. Y a la Virgen, que esté siempre al lado de ustedes.

Y ahora antes de irme para la Misa, porque me dice el señor arzobispo que nos corre el tiempo, les doy la bendición, pero... no, no les voy a cobrar nada… pero les pido por favor que recen por mí. ¿Me lo prometen?

Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Gracias por el testimonio cristiano".

El Papa no quiso dejar el Santuario sin saludar y bendecir a numerosos enfermos.

lunes, 6 de julio de 2015

BUENAS NOCHES, SEÑOR


Buenas noches, Señor
Autor: Liturgia de las Horas
 
 
Tú, Señor...

Tu, a quien he buscado, Señor,
en este día,
a quien he escuchado,
dame el reposo de esta noche.

Tu, a quien he cantado, Señor,
en este día,
a quien he orado,
dame el reposo de esta noche.

Tu, a quien yo he negado, Señor,
en este día,
a quien he amado,
dame el reposo de esta noche.
Amen

NO LE TENGAS MIEDO A DIOS


No le tengas miedo a Dios
Nos asegura que nuestra vida es preciosa y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo?


Por: P. José Luis Richard | Fuente: Catholic.net 




Cristo aparece en el Evangelio como el gran exorcista del miedo. Se hace hombre para librarnos de él. Nos enseña con el ejemplo de su vida, luminosa y sin angustias. Nos asegura que nuestra vida es preciosa a los ojos del Padre y que ni un pelo de nuestra cabeza se nos caerá sin su permiso. ¿De qué tener miedo, entonces? ¿Del mundo? El lo ha vencido (Jn 16, 23). ¿A quiénes temer? ¿A los que matan, hieren, injurian o roban? Tranquilos: no tienen poder para más; al alma ningún daño le hacen (Mt 10, 28). ¿Al demonio? Cristo nos ha hecho fuertes para resistirle (1 Pe 5, 8) ¿Quizás al lujurioso o al déspota latente en cada uno de nosotros? Contamos con la fuerza de la gracia de Cristo, directamente proporcional a nuestra miseria (2 Cor 12, 10).

En el pasaje en el que camina sobre agua, Cristo avanza un paso más: tampoco debemos tenerle miedo a Dios.

Jesús se acercó caminando sobre las aguas a la barca de los discípulos. ¿Para darles un susto o con la intención de asombrarles? No. Se proponía solamente manifestarles su poder, la fuerza sobrenatural del Maestro al que estaban siguiendo.

Pero su milagro, en vez de suscitar una confianza ciega en el poderoso amigo, provoca los gritos de los aterrados apóstoles. Es un fantasma -decían temblando y corriendo seguramente al extremo de la barca-.

San Pedro es el único que domina su papel. Escucha la voz de Cristo: Soy yo, no temáis, comprende y aprovecha para proponerle un reto inaudito: caminar él también sobre las aguas. Y de lejos, traída por el fuerte viento, le llega claramente la inesperada respuesta: Ven.

Muy similar a aquella que todos los cristianos escuchamos en algunos momentos de nuestra vida. Después de haber conocido un poco a Cristo -aun entre brumas-, comenzamos a seguirle y, de repente, recibimos boquiabiertos la invitación de Cristo: Ven.

Ven: sé consecuente, sé fiel a esa fe que profesas.
Ven: el mundo está esperando tu testimonio de profesional cristiano.
Ven: tu hermano necesita tu ayuda, tu tiempo... tu dinero.
Ven: tus conocidos desean, aunque no te lo pidan, que les des razón de tu fe, de tu alegría.

Y la petición de Cristo sobrepasa, como en el caso de Pedro, nuestra capacidad. No vemos claramente la figura de Cristo. O dirigimos la mirada hacia otro sitio. El viento sopla. Las dificultades se agigantan... y estamos a punto de hundirnos o de regresar a la barca. Sentimos miedo de Cristo.

¡Miedo de Cristo! Sin atrevernos a confesarlo abiertamente, ¿cuántas veces no lo hemos sentido?
¡Miedo de Cristo! Esa sensación de quererse entregar pero sin abandonarse por temor al futuro...
¡Miedo de Cristo! Ese temor a afrontar con generosidad mi pequeña cruz de cada día.
¡Miedo de Cristo! Esa fuente de desazón y de intranquilidad porque, claro, el tiempo pasa, y ni realizo los planes de Dios ni llevo a cabo los míos.

¿Cómo se explica ese miedo de Dios? ¿Dónde puede estar nuestra vida y nuestro futuro más seguros que en sus manos? ¿Es que la Bondad anda maquinándonos el mal cuando nos pide algo? ¿Es que Él no es un Padre? ¿Por qué, entonces, le tememos? ¿De dónde proviene ese miedo?

Sólo hay una respuesta: de nosotros mismos. El miedo no es a Dios. Es a perdernos, a morir en el surco. Amamos mucho la piel como para desgarrarla toda en el seguimiento completo de Cristo.

Y Cristo no es fácil. Duro para los amigos de la vida cómoda y para quienes no entienden las duras paradojas del Evangelio: morir para vivir, perder la vida para ganarla, salir de sí mismo para encontrarse.

No todos lo entienden. Se requiere sencillez, apertura de espíritu y, como Pedro, pedir ayuda a Cristo.

Quiero confiar en Ti, Señor, para estar seguro de que en Ti encontraré la plenitud y felicidad que tanto anhelo. Deseo esperar en Ti, estar cierto de que en Ti hallaré la fuerza para llegar hasta el final del camino, a pesar de todas las dificultades. Aumenta mi confianza para que esté convencido de que Tú nunca me dejarás si yo no me aparto de Ti.
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