domingo, 12 de enero de 2014

SALUDO AL CORAZÓN DE JESÚS Y DE MARÍA



SALUDO AL CORAZÓN DE JESÚS Y DE MARÍA
San Juan Eudes

Te saludamos, Corazón santo, 
Te saludamos, Corazón manso, 
Te saludamos, Corazón humilde, 
Te saludamos, Corazón puro, 
Te saludamos, Corazón sacerdotal, 
Te saludamos, Corazón sabio, 
Te saludamos, Corazón paciente, 
Te saludamos, Corazón obediente, 
Te saludamos, Corazón atento a la voluntad del Padre, 
Te saludamos, Corazón fiel,
Te saludamos, Corazón fuente de felicidad,
Te saludamos, Corazón misericordioso,
Te saludamos, Corazón amante,

Te adoramos, 
Te alabamos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Te amamos,
Con todo nuestro corazón,
Con toda nuestra alma,
Con todas nuestras fuerzas,

Te ofrecemos nuestro corazón,
Te lo damos,
Te lo consagramos,
Te lo ofrecemos,
Recíbelo y poséelo totalmente,

Purifícalo,
Ilumínalo,
Santifícalo,
Y vive y reina en él, ahora y por siempre jamás. AMEN.


Saludo a María 
Yo te saludo, María, Hija de Dios Padre,
Yo te saludo, María, Madre de Dios Hijo,
Yo te saludo, María, Esposa del Espíritu Santo,
Yo te saludo, María, Templo de la Divinidad,
Yo te saludo, María, Virgen de las vírgenes, de quién el Rey de los
cielos ha querido nacer,
Yo te saludo, María, Reina de los mártires,
Yo te saludo, María, Reina del mundo,
Yo te saludo, María, Reina de mi Corazón,
Yo te saludo, María, llena de gracia,

Bendito sea el fruto de tus entrañas, Jesús,
Bendito sea tu esposo, san José,
Bendito sea tu padre, san Joaquín,
Bendita sea tu madre, santa Ana,
Bendito sea tu hijo, san Juan,
Bendito sea tu ángel, san Gabriel,
Benditos sean todos aquellos que te aman y te bendicen. Amén

EL BAUTISMO DE JESÚS - 12 DE ENERO DEL 2014



EL BAUTISMO DE JESÚS

Del santo Evangelio según san Mateo 3, 13-17 

En ese entonces llegó Jesús, que venía de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Jesús le respondió: "Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia." Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco."

BAUTISMO DE CRISTO..¿PARA QUÉ?



Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
Bautismo de Cristo... ¿para qué?
El bautismo nos colma de gracias para caminar como hijos de Dios.

Bautismo de Cristo... ¿para qué?


A Cristo se le llegó el momento de dejar casa y madre, tranquilidad y sosiego, para comenzar una vida de aventura, de acción y de mucha comunicación con el sufrido pueblo hebreo. Habían sido años tranquilos los pasados en Nazaret, distribuidos entre la convivencia familiar, el rudo trabajo de carpintero y sobre todo la oración al Buen Padre Dios que sería la base para el trabajo y la misión que el mismo Dios le encomendaba. 

A grandes zancadas, después de despedirse tiernamente de su madre, de sus familiares y de sus amigos, se dirigió a las márgenes del río Jordán en la aristocrática Judea para escuchar a un nuevo predicador, a un profeta, que bautizaba a los que convertían su corazón a Dios. Juan el Bautista llegó a tener a muchas gentes que iban con buen corazón a ser bautizadas por él. Y se encontraban con una palabra ruda y con fuertes amenazas y castigos para los que se negaban a convertir su corazón a Dios. Juan tenía una palabra despiadada para todos, y más que un bálsamo para la herida, parece que a él le gustaba más echarle sal, que dolía, que escocía pero que al fin y al cabo curaba y sanaba. A los que se convertían y reconocían sus pecados, Juan los metía entonces en el río Jordán, como un símbolo de penitencia y como un sello entre la divinidad y el hombre arrepentido. 

A este Juan es al que Cristo se dirigió, para ser bautizado por él. Entendemos que el bautismo es un rito que casi todas las religiones tienen, símbolo de pureza, de limpieza ritual, y entrada al contacto con la divinidad. El agua, casta y cristalina es el símbolo que mejor puede significar la conversión del corazón, el lavado espiritual para poder acercarse a la divinidad. 

Y aquí surge una pregunta que inquietó mucho a los primeros cristianos. Si Cristo no tenía pecados, si la vida de Cristo era una vida sin maldad, y todo lo contrario, al decir de San Pablo "Cristo pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por diablo, porque Dios estaba con él", entonces ¿porqué se bautizo por manos de Juan? Juan Bautizaba precisamente para preparar el camino al Señor, al Enviado, al Mesías, al esperado y las gentes salían convertidas verdaderamente por su predicación y echaban fuera sus pecados. Cristo quiere sentirse solidario hasta ese extremo con su pueblo, hasta someterse a un rito de purificación, aunque él personalmente no tuviera pecado. Debemos reconocer la humildad, la sencillez pero sobre todo la solidaridad de Cristo con todos los que intentamos alejar de nosotros el pecado y la maldad. Es la primera intención, pero había otra, y esa la descubriremos después del bautismo. 

De esta manera ya estamos preparados para la escena que nos presenta San Mateo en su Evangelio, un Cristo formado en la fila de los pecadores. No va con prepotencia, no lleva guaruras, no quiere que le den preferencia, va formado como todos, con muchas ilusiones en su corazón, oyendo atentamente los comentarios de las gentes que lo rodeaban y cuando llegó el momento de presentarse ante Juan, Cristo pudo darse cuenta de su desconcierto e inquietud de aquel. Fue demasiado fuerte para él estar situado ante Cristo y ante un Cristo que pedía su bautismo que era ciertamente inferior al que Cristo traía para todos los hombres. Y así se lo manifiesta, poniéndose de rodillas ante Jesús: "Yo soy quien deber ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que te bautice?". Pues más creció su inquietud, cuando Cristo poniéndose de rodillas ante él, le ofreció un argumento que no dejaba lugar a dudas: "Has ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere". Y así se hizo. No se dan más detalles del bautismo. Juan lo tomó por los hombros, y semidesnudo lo sumergió profundamente en las aguas del Jordán. Cuando Cristo se retiró, quizá sin haberse secado totalmente, cayó en una profunda oración, que dejó admiradas a las gentes que habían contemplado su bautismo. 

Y en medio de esa profunda oración, se descubre la segunda intención del bautismo de Cristo: apareció en ese momento una nube misteriosa y desde dentro de ella, una voz potente que decía: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias", al mismo tiempo que "se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma". Algo trascendental ocurre entonces en ese momento, no sólo es presentado Jesús como Salvador, como verdadero Hijo de Dios, sino que Dios mismo se presenta en forma trinitaria, invitando a todas las gentes a participar de la alegría de unos cielos que se abren para dar paso al Salvador. Es el momento que Isaías había pedido a Dios, que rompiera ya su prolongado silencio y dirigiera su rostro y su palabra al pueblo: "!Ah, si rasgases los cielos y descendieses...!". Y es el momento por el que también Isaías había suspirado, aunque él solo pudo clamar por un siervo, nunca por un hijo y menos el Hijo de Dios como salvador: "Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo todas mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones". El Padre llena todas las expectativas y nos envía precisamente a su Hijo, su Hijo amado, motivo de todas sus complacencias. Y podemos estar seguros que con Cristo vienen los dones y los regalos propios de la presencia del Espíritu Santo de Dios que ahora tiene dos brazos para abrazar a nuestra humanidad y llenarla de gozo y de alegría, aparejadas con el perdón de los pecados y la seguridad de que al incorporarnos al bautismo de Cristo podremos continuar, porque la puerta ya está abierta, y podremos participar de otros sacramentos, que acompañarán toda la vida del hombre, la confirmación, corroborando nuestra fe, y el banquete, el banquete de los hijos de Dios que pueden participar comiendo el Cuerpo y la Sangre redentoras de Cristo que ve así realizada su propia Pascua. 

No está por demás decir que nuestro propio bautismo, que no es el mismo que Cristo recibió del Bautista, hace que las palabras dirigidas primeramente a Cristo: "Este es mi Hijo muy amado en quien tengo todas mis complacencias", puedan ser dirigidas también a nosotros, que tenemos entonces la dicha de haber atraído la mirada del Buen Padre Dios que nos colma con sus dones, su perdón y sus gracias para que vayamos caminando precisamente como hijos de Dios. 

Tengamos pues, una gran estima por este sacramento admirable que nos ha abierto las puertas del corazón de Dios y aprestémonos a vivir como Cristo, que pasó haciendo el bien y curando a todos de sus enfermedades. También nosotros tendremos esos dones para que con la sonrisa, la mano tendida y el corazón puesto en los más necesitados, también contribuyamos a la salvación de todo nuestro universo. 

EL BAUTISMO DIGNIFICA Y COMPRETE


El Bautismo dignifica y compromete


Todos los años, después de la fiesta de los reyes magos, viene la fiesta del Bautismo de Jesús. Para algunos litúrgicamente forman una unidad por lo que indica de epifanía o manifestación del Señor. Hoy el Padre, en unidad con el Espíritu, manifiesta la misión mesiánica del Hijo para comenzar su predicación.

Para algunos se hace confuso aún el hablar del bautismo que recibió Jesús, como si fuese algo parecido a lo que recibimos nosotros. Hasta afirman que no hay que recibir el bautismo sino siendo mayores, como Jesús lo recibió a los treinta años. En este ciclo C se lee el bautismo de Jesús según el evangelio de Lucas. Comienza haciendo claramente la distinción, pues eran tiempos de gran expectación mesiánica y algunos creían que Juan Bautista era el Mesías. Él les dijo que bautizaba; pero sólo en agua, mientras que el Mesías, que ya llegaba, iba a bautizar en el Espíritu Santo.

Bautizar en agua era sólo un símbolo de lo que pasaba en el interior de la persona, si se arrepentía. Significaba la purificación que se suponía tenía el penitente. Pero nuestro bautismo, el que nos dio Jesucristo, es mucho más, porque además de la purificación que simboliza el agua, se nos da la gracia, que es una participación de la vida divina, y las tres divinas personas habitan de una manera más vital en el alma, de modo que el Espíritu Santo comienza a realizar la obra de santificación, si esa persona colabora dejando que el Espíritu desarrolle en ella sus dones, frutos y carismas.

El bautismo que Jesús recibió de Juan también era diferente del que recibían las otras personas. Los demás debían arrepentirse de sus pecados, pero Jesús no podía arrepentirse. ¿Entonces qué hizo? Nos dice el evangelista que Jesús se bautizó cuando mucha gente estaba bautizándose. Con esto expresó la solidaridad de Jesús con el pueblo pecador. Ya desde su encarnación se hizo igual que nosotros menos en el pecado; pero asumió el pecado hasta redimirlo en la cruz. Ahora en el Jordán tiene este gesto de unión porque va a comenzar su actividad mesiánica.

Lo importante de ese día es lo que nos narra el evangelista que sucedió al terminar el bautismo. Lo recibió en un ambiente de oración, en la que pediría por nosotros pecadores. Pero siguió en una oración tan profunda, que sintió que se manifestaba su Padre Dios con todo amor y el Espíritu Santo que le llenaba todo su ser. Es muy difícil describir una manifestación tan profunda y al mismo tiempo tan eficaz. Por eso el evangelista recurre a los símbolos. Lo mismo que cuando llueve decían que se abrían los cielos, igualmente ahora en que su Padre se manifiesta. La venida radiante y veloz del Espíritu Santo al alma era bonito semejarla a la bajada de una paloma. Jesús, que había ido creciendo en “gracia y sabiduría” toma ahora una definitiva conciencia de su misión mesiánica. Es como la ratificación por parte de su Padre Dios de su filiación y de la misión que debe cumplir. Es como la graduación o la investidura. De tal manera le impactó a Jesús esta manifestación, que se retiró por cuarenta días a orar y prepararse para su misión de predicar, sobre todo, que Dios es nuestro Padre.

Para nosotros en este día debe ser la renovación de nuestra dignidad como hijos de Dios, que recibimos el día de nuestro bautismo. Es una dignidad, pero es de una manera especial un compromiso que nos debe hacer pensar en lo que somos, ya que el bautismo es para siempre. Por el bautismo tenemos un compromiso de amor con Dios, que vive en lo profundo del alma para poder ser fuente de intimidad en el amor. Pero es un compromiso también con todas las demás personas, pues nos debe hacer ser solidarios. El bautismo nos dice que hemos sido llamados a dar testimonio del Reino de Dios en el mundo. No fue solamente una llamada pasada. La fuerza del bautismo continúa, porque el Espíritu Santo quiere estar muy activo en nosotros. Lo peor es que muchas veces no le dejamos actuar. En este día nos entreguemos más a su amor con nuestras obras de vida cristiana.

P. Silverio Velasco (España)

HOY QUIERO REGALARTE


HOY QUIERO REGALARTE

Amistad… para que cuando tu alma añore un amigo, sin pensar lo busques, y ese alguien corra a tu lado.
Sonrisas… para que cuando tus lágrimas se deslicen por tu mejilla en un día gris y oscuro, sean las risas las que iluminen tus tristezas.
Grandes sueños… para que cuando en tu mente exista un vacío, sean aquellos bosques cubiertos de invierno, los que atrapen la atención de tu pensamiento.
La fuerza de unas manos… para que cuando tus tobillos se cansen, los hombros de alguien te sirvan y te den las fuerzas para andar.
Un ramo de abrazos… para que cuando los tropiezos te dificulten el andar, sean los ánimos una esperanza que te ayuden a continuar.
Una estrella joven y brillante… para que cada vez que el sol descanse, sea esa fiel luz, la que te acompañe.
Un pedacito de humildad… para que cuando los éxitos engrandezcan tu persona, sea la sabiduría, el aire mágico que te hagan valorar, lo que otros desprecian al llegar a una nueva orilla.
Mi cariño sincero… para que cuando sientas que nadie te acompaña, recuerdes que en paisajes verdes o valles áridos, mi pensamiento siempre te lleva de la mano.
Un abrazo inmenso… para que cuando necesites sentir tus fuerzas sean estos, el puerto de tus emociones.
Un par de lágrimas… para que se alberguen entre tu alma y corazón, así, si algún segundo la soberbia daña tu andar, sea una muestra de sensibilidad ajena, la que te ayude a no cometer injusticias.
Hoy quiero desearte… que compartas tus alegrías con los seres que amas, para que cuando creas que caminas en la soledad, mil angelitos resguarden tu mirada.
Hoy quiero obsequiarte lo más bello que puedas recibir mientras transformas estas líneas en un espejo, donde la ternura que aquí encuentres, donde la belleza que aquí nazca, te dé la certeza de que nunca te dejaré solo/a…

ORACIÓN SOBRE EL HIJO


ORACIÓN SOBRE EL HIJO

Hoy te invoco a Ti, María, Madre,
para hablarte de mi niño.

Y tomo la palabra yo, la madre,
segura de que aún sin palabras nos entenderíamos.

Mírame al corazón y deja que mire al tuyo.
Ambos están llenos del mismo misterio de gozo:
hemos tenido un hijo;
un hijo tuyo para que el mío de saltos de alegría
cuando se lo encuentre;
un hijo mío para que se una al grupo
de todos los niños que se acercaron a Jesús.

No quiero que le pidas que lo siente a su derecha o a su izquierda,
pero sí que me lo tengas de su mano.
Y para eso, María, Madre,
vamos a llevárselo de la nuestra, de la tuya y de la mía, enseñándole con ternura a dar los primeros pasos en la fe.
Luego, que tu hijo Jesús le lleve a su paso por los caminos del Evangelio. Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: 12.01.2014

Autor: P. Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
El mejor regalo para tu hijo
Mateo 3, 13-17. Fiesta del Bautismo del Señor. Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso.
 
El mejor regalo para tu hijo
Del santo Evangelio según san Mateo 3, 13-17

En ese entonces llegó Jesús, que venía de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: "Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" Jesús le respondió: "Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia." Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco."

Oración introductoria

Señor, yo soy un pecador, no he sabido corresponder a tu amor. Sin embargo, me has llenado de tu gracia y de tus dones. Humildemente te agradezco todo y particularmente este momento de oración que me concedes para encontrarme contigo.

Petición 

¡Ven, Espíritu Santo! Que hoy que celebramos el bautismo de Jesús sepa corresponder a las gracias espirituales que he recibido.

Meditación del Papa Francisco

¿Quién puede darnos esto? En el Evangelio escuchamos la respuesta: Cristo. "Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo". Jesús nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma, se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista de Jesús, con sus mismos ojos.
Por eso hoy les digo a cada uno de ustedes: "Pon a Cristo" en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre; "pon a Cristo" y vas a ver crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; "pon a Cristo" y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda. Porque todos nosotros queremos tener una vida fecunda. Una vida que dé vida a otros.
Hoy nos hará bien a todos que nos preguntásemos sinceramente, que cada uno piense en su corazón: ¿En quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús? Todos tenemos muchas veces la tentación de ponernos en el centro, de creernos que somos el eje del universo, de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o pensar que el tener, el dinero, el poder es lo que da la felicidad. Pero todos sabemos que no es así. (S.S. Francisco, 25 de julio de 2013).

Reflexión

En más de una ocasión he escuchado estas palabras: "A nuestro hijo no lo vamos a bautizar porque no queremos imponerle nada; mejor, cuando crezca, que él escoja qué religión quiere tener". La verdad, es una grandísima pena que haya padres católicos que piensen así porque, además de reflejar su escasa formación religiosa, hacen ver con esos comentarios que no tienen ni idea de lo que es realmente el bautismo. Si dicen que no quieren imponer la fe a sus hijos, entonces, ¿por qué no les preguntaron también si querían venir a esta vida o no, si querían nacer o preferían no haber vivido nunca?

A lo mejor puede sonar esto un poco duro. Pero así es. Los padres de familia que así piensan tal vez no se dan cuenta de que, al igual que la vida es un don gratuito que se ofrece al hijo sin condiciones, sólo por amor, con el bautismo sucede algo bastante semejante. La fe es un inmenso regalo, un don de Dios de un valor incalculable, y los padres –si son de verdad cristianos— consideran que es la mejor herencia que pueden dar a sus hijos. Es como si un señor muy rico quisiera regalar a un niño un millón de dólares y sus padres se opusieran rotundamente dizque para no “obligar” a su hijo a recibir algo sin su consentimiento. ¿Verdad que sería el absurdo más grande del mundo, aunque se hiciera en nombre de una supuesta "libertad"?

Cuentan que san Luis, rey de Francia, cuando alguno de sus hijos pequeños recibía el bautismo, lo estrechaba con inmensa alegría entre sus brazos y lo besaba con gran amor, diciéndole: "¡Querido hijo, hace un momento sólo eras hijo mío, pero ahora eres también hijo de Dios!". El apóstol san Juan se expresa así, con inmensa emoción: "Mirad qué gran amor nos ha mostrado el Padre para llamarnos hijos de Dios. ¡Y lo somos realmente!" (I Jn 3,2). Y un poco más adelante dice también: "Quien ha nacido de Dios no peca, porque la semilla de Dios está en él, y no puede pecar" (I Jn, 3,9).

El Evangelio de hoy nos narra el bautismo de Cristo, y nos dice san Mateo que, apenas Jesús fue bautizado, "se abrió el cielo y vio que el Espíritu Santo bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”". Es entonces cuando el Padre da ante el mundo ese maravilloso testimonio a favor de Cristo, ratifica solemnemente la condición divina de Jesús e inaugura con su sello la misión que su Hijo estaba para iniciar sobre la tierra.

Jesús es el Hijo eterno del Padre, el Hijo por naturaleza, el predilecto por antonomasia. Pero también nosotros, por una especialísima dignación de Dios y una predilección de su amor, a través del bautismo, también quedamos constituidos "hijos en el Hijo" y llegamos a ser hijos de Dios por adopción.

El bautismo es, pues, el sacramento por el que nacemos a la vida eterna y el que nos abre las puertas del cielo. El mismo Juan nos refiere en su evangelio aquellas profundas palabras que dirigió Jesús a Nicodemo: "En verdad te digo que quien no naciere del agua y del Espíritu, no podrá entrar en el reino de los cielos. Lo que nace de la carne, es carne; pero lo que nace del Espíritu, es espíritu" (Jn 3, 5-6).

Después de las hermosas fiestas navideñas que todos hemos podido pasar estos días en familia, hoy la Iglesia quiere celebrando con todos sus hijos la fiesta del bautismo del Señor. De esta forma, así como Cristo inició su vida pública con su bautismo, nosotros ahora iniciamos nuevamente la vida "ordinaria" recordando y reviviendo el bautismo del Señor.

Pero no es sólo una celebración para iniciar el tiempo ordinario. La Iglesia, como buena Madre, quiere atraer nuestra atención hacia las verdades más esenciales y fundamentales de nuestra vida. Nos remonta hasta los orígenes de nuestra fe.

Se cuenta que san Francisco Solano, siendo ya religioso franciscano, fue un día a visitar su pueblo natal de Montilla, en España. Y, entrando a la iglesia de Santiago, en donde había sido bautizado, se fue derecho a la pila bautismal, se arrodilló en el suelo con la frente apoyada sobre la piedra y rezó en voz alta el Credo para dar gracias a Dios por el don de su fe. Algo casi idéntico repitió Juan Pablo II, cuando visitó Polonia por primera vez como Papa, en el año 1979. Acudió de peregrinación a su natal Wadowice y, entrando a la iglesia parroquial, encontró rodeada de flores la pila bautismal donde fue bautizado en 1920. Entonces se arrodilló ante ella y la besó con profunda devoción y reverencia. ¡Los santos sí saben lo que es el bautismo!

Gracias a Dios, también nosotros hemos recibido este don maravilloso. Pero, ¿cuántos de nosotros somos conscientes de este regalo tan extraordinario y nos acordamos de él con frecuencia para darle gracias al Señor, para renovar nuestra fe con el rezo del Credo y ratificar nuestro compromiso cristiano? El Vaticano II nos recuerda que, por el bautismo, todos los cristianos tenemos el deber de tender a la santidad y de ser auténticos apóstoles de Cristo en el mundo: con nuestra palabra, nuestro testimonio y nuestra acción. ¿Somos cristianos de verdad? ¿De vida y de obras, y no sólo de nombre, de cultura o tradición?

Propósito

Que cada día vivamos más de acuerdo con nuestra condición y agradezcamos a Dios, con nuestro testimonio, el maravilloso privilegio de ser sus hijos predilectos.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC

    sábado, 11 de enero de 2014

    EL ÚLTIMO MENSAJE DE JUAN PABLO II

    Autor: P. Alberto Ramírez Mozqueda | Fuente: Catholic.net
    El último mensaje de Juan Pablo II
    Palabras de amor y alegría que tenía preparadas para el domingo posterior a su muerte.
     
    El último mensaje de Juan Pablo II
    El último mensaje de Juan Pablo II
    Juan Pablo II ya no está con nosotros. Está en el seno del Padre y al mismo tiempo que nos entristece su partida, nos alegra sobremanera su triunfo con Cristo después de cumplir encantadoramente la misión que el Señor le confió de conducir a la Iglesia toda a la casa del Buen Padre Dios. Como un homenaje a su memoria, transmitimos para ustedes el mensaje que él tenía preparado para las gentes en el Domingo de la Misericordia:

    Queridos hermanos y hermanas:

    1 Resuena también hoy el gozoso Aleluya de Pascua. La página del Evangelio de hoy de Juan subraya que el Resucitado, la noche de ese día, se apareció a los apóstoles y “les mostró las manos y el costado”, es decir, los signos de la dolorosa pasión impresos de manera indeleble en su cuerpo también después de la resurrección. Aquellas llagas gloriosas, que ocho días después hizo tocar al incrédulo Tomas, revelan la misericordia de Dios que “tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo único”.

    Este misterio de amor está en el corazón de la liturgia de hoy, domingo “in Albis”, dedicado al culto de la Divina Misericordia.

    2 A la humanidad, que en ocasiones parece como perdida y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don de su amor que perdona, reconcilia y vuelve a abrir el espíritu a la esperanza. El amor convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Divina Misericordia.

    Señor, que con la muerte y resurrección revelas el amor del Padre, nosotros creemos en ti y con confianza te repetimos hoy: Jesús, confío en ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

    3 La solemnidad litúrgica de la Anunciación, que celebraremos mañana, nos lleva a contemplar con los ojos de María el inmenso misterio de este amor misericordioso que surge del Corazón de Cristo. Con tu ayuda, podemos comprender el auténtico sentido de la alegría pascual que se funda en esta certeza: Aquél a quien la Virgen llevó en su seno, que sufrió y murió por nosotros ha resucitado verdaderamente. ¡Aleluya! Juan Pablo II.

    PENSAMIENTO MARIANO 22


    PENSAMIENTO MARIANO

    En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María.

    Santo Cura de Ars
    Sermón sobre la esperanza

    SEMILLAS


    Semillas


    Un joven soñó que entraba en un supermercado recién inaugurado y, para su
    sorpresa, descubrió que Jesucristo se encontraba atrás del mostrador.

    - ¿Qué vendes aquí? - le preguntó.

    - Todo lo que tu corazón desee - respondió Jesucristo.

    Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, el joven emocionado se decidió
    a pedir lo mejor que un ser humano podría desear:

    - Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu y ausencia de
    todo temor - dijo el joven-. Deseo que en el mundo se acaben las guerras,
    el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción y las
    violaciones a los derechos humanos.

    Cuando el joven terminó de hablar, Jesucristo le dice:

    - Amigo, creo que no me has entendido. Aquí no vendemos frutos; solamente
    vendemos semillas.

    "Convierte en frutos las semillas que hay en tí".

    SEIS CLAVES DE LA SERENIDAD



    Seis claves de la serenidad
    Autor: Gonzalo Gallo González


    Oprimido por múltiples presiones te preguntas: ¿Cómo hago para dejar la tensión y hallar la calma?

    No pretendas encontrar una fórmula mágica, pero practica lo que hacen los seres serenos:

    1- Vive en paz con tu conciencia y tus valores. Una vida inmoral te hunde y te destroza.

    2- Pon tu vida en las manos de Dios. Camina en su presencia y su amor te llenará de luz y de paz.

    3- Cuida tu vida de familia con afecto, detalles y tolerancia. Haz de tu familia un oasis con el amor.

    4- Sé buen amigo de tus amigos ya que en la amistad hallas esa paz y ese apoyo que no compra el dinero.

    5- No seas esclavo del dinero ni del poder. Sólo los seres desapegados son libres y viven en paz.

    6- Asume compromisos de servicio social. Ayudando a otros que están peor sabrás valorar y agradecer lo que tienes.

    ¡Animo! Elige ser feliz hoy y aquí.

    ¿SABES LO QUE ES SER UN BUEN AMIGO?


    Sabes lo que es ser un buen amigo


    El buen amigo es aquel que te hace enfrentar la verdad.
    Es aquel que se acerca a ti, tanto en las buenas como en las malas.
    Es aquel que te ayudará en un momento de una enfermedad.
    Es aquel que te prestará dinero sin acumular intereses.
    Es aquel que te defenderá cuándo otros hablen mal de ti.
    Es aquel que creerá en tu inocencia hasta que admitas tu culpabilidad.
    Es aquel que hará todo por ti, sin esperar nada a cambio.
    Un buen amigo es aquel que llega cuando todos se han ido.
    Si tienes alguien así, entonces es un buen amigo..
    Por lo tanto tienes un tesoro...
    Por lo tanto : Cuídalo!

    EL EVANGELIO DE HOY: 11.01.2014

    Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
    Tercer testimonio de Juan
    Juan 3, 22-30. Juan vuelve a insistir a sus discípulos que es Jesús quien tiene que crecer y no él.
     
    Tercer testimonio de Juan
    Del santo Evangelio según san Juan 3, 22-30


    Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
    Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ´Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos.


    Oración introductoria

    Gracias, Señor, por este tiempo de oración. Creo en Ti, espero y confío en tu misericordia, te amo y quiero agradecerte el don de Ti mismo. Ayúdame a amarte como Tú me amas.

    Petición

    Padre Santo, dame la humildad para saber reconocer la presencia de tu Hijo.

    Meditación del Papa Francisco

    En definitiva, el Bautista podía presumir, sentirse importante, pero no lo hizo: él sólo indicaba, se sentía voz y no palabra. Este es el secreto de Juan. Él no quiso ser un ideólogo. Fue un hombre que se negó a sí mismo, para que la Palabra creciera.
    He aquí la actualidad de su enseñanza: Nosotros como Iglesia podemos pedir hoy la gracia de no llegar a ser una Iglesia ideologizada, para ser en cambio una Iglesia que escucha religiosamente la palabra de Jesús y la proclama con valentía; una Iglesia sin ideologías, sin vida propia; una Iglesia que es mysterium lunae, que tiene luz procedente de su esposo y que debe disminuir la propia luz para que resplandezca la luz de Cristo.
    El modelo que nos ofrece hoy Juan es el de una Iglesia siempre al servicio de la palabra, una Iglesia-voz que indica la palabra, hasta el martirio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).

    Reflexión

    El último testimonio de Juan sobre Jesús subraya nuevamente no sólo la superioridad de la misión de Jesús frente a la de Juan, sino el sentido mesiánico de la obra de Jesús. Jesús hace posible y realiza una nueva relación entre el ser humano y Dios, fundada en la gracia del Espíritu y la verdad de su Palabra.

    La fe de Juan Bautista es ejemplar para el discípulo cristiano; un modelo a seguir para todo aquel que quiera ser testigo fiel de Cristo en el mundo. Él aceptó sin reservas su papel de testigo que conduce a los seres humanos al Mesías, permaneciendo siempre fiel al plan salvífico de Dios, a pesar de la inclinación de sus propios discípulos a dejarse influir por sentimientos humanos egoístas.

    El austero predicador del desierto que se había presentado como testigo del Mesías, en este texto aparece como ejemplo para todos los que seguimos a Jesús y lo anunciamos entre los seres humanos. Juan no ha dudado ni un momento en disminuir, en ocultarse hasta desaparecer, con tal de que Él, Jesús el Mesías, crezca, resplandezca con toda su luz y sea aceptado y creído por los otros.

    Propósito

    Preparar hoy lo necesario para que mañana, la celebración dominical de la Eucaristía sea el evento más importante para mi familia.

    Diálogo con Cristo 

    Cuanto más humilde sea, podré ser tu discípulo y misionero, invitando, con mi testimonio de vida, a otros a seguirte. Gracias porque es en la oración y en la Eucaristía como voy formando mi corazón de apóstol. 

    viernes, 10 de enero de 2014

    EL PAÑUELO DE LA VIRGEN MARÍA


    EL PAÑUELO DE LA VIRGEN MARÍA


    Arrodillada frente a la cruz esta mujer a quien llamaban María, una y mil veces me pasaba por su rostro helado, pálido, casi blanco. Yo absorbía sus lágrimas que, primero lentamente y luego como una cascada, vertían sus ojos. No pude con mi genio. Con sutileza, aproveché el viento que comenzaba a correr suavemente y me solté de la mano de esta mujer tan angustiada. Caí al suelo para ver si lograba entender lo que ocurría y vi el rostro del que llamaba Hijo... sí el de la cruz... ¡no, no! Esto no es para mí ¿qué cosas habrá hecho este reo para merecer tanto castigo? Mucho he visto en mi vida, pero jamás un rostro que no parecía rostro. No comprendo cómo esta mujer decía que era su Hijo. ¿Cómo lo reconoció? ¿Estaría segura que era éste? Porque se podría decir que el madero que lo sostenía y Él eran uno solo. ¿Cómo puede una madre soportar tanta crueldad?

    No me importó que me estrujara entre sus manos, que me mordiera hasta sacarme un trozo de tela. Más que pena y rabia, ella sentía un profundo dolor. 

    Sus amigos sostenían su cuerpo frágil,  la consolaban, la miraban, pero no había palabras que pudieran calmarla.

    Jamás olvidaré sus ojos que, a pesar del llanto, destilaban tanto amor.

    Sólo soy un pañuelo, un retazo de tela que ella misma bordó, lavado muchas veces y secado a la sombra o a pleno sol. Quisiera ayudar a esta madre tierna que tiene en sus brazos a su Hijo, que dicen es Dios.

    Aún estoy en sus manos, pero no me estruja mientras llora en silencio. Ya no siento su dolor, estoy más tranquilo, diría que me siento en paz. Es que ahora sus manos me deslizan suavemente sobre el rostro inerte del que llaman... el Señor.

    ¿Qué pasa? Estoy suavemente perfumado, siento calma apoyado sobre este rostro y en cada caricia que doy, descubro que el que acaricia no soy yo...

    Soy un pañuelo bendito por las manos de una madre y de su Hijo el Señor... ¡No! No me laven por favor. Llevo el perfume de Cristo y el llanto de María, quiero quedarme en sus manos para poder llorar yo... 

    PRIORIDADES


    PRIORIDADES


    Si supieras que hoy es el último día de tu vida, ¿cuánto tiempo dedicarías a cosas que no significan nada en el contexto de la eternidad? 

    Los minutos se tornarían sumamente valiosos, por lo que optarías por emplearlos en lo que es más importante para ti. Las cosas del mundo te parecerían vanas, te resultarían casi ofensivas. 

    Desearías manifestar amor a quienes quieres más entrañablemente y te asegurarías de que supieran cuánto significan para ti. 

    Te dedicarías a subsanar todo lo que hiciste mal y a reconciliarte con quienes has tenido alguna diferencia. 

    Si alguna vez has visto la muerte cara a cara o has convivido con un ser querido que padecía una enfermedad letal y te diste cuenta de cómo cambió por completo su orden de prioridades, ya me entiendes. En esos momentos, todo se vuelve sumamente claro. Lo único que reviste importancia es el amor. 

    La felicidad y la alegría que Jesús puede darnos no tienen punto de comparación con lo que el mundo nos ofrece. 

    Él nos da alegría, paz, amor, satisfacción, conocimiento, verdad... El mundo no tiene forma de competir con Él en esos aspectos. Se requiere cierta disciplina mental y física para aprender a valorar esas cosas más que las imágenes, los sonidos, los sabores y los placeres del mundo. Se trata de satisfacer el corazón y la mente más que los cinco sentidos. En última instancia, eso es lo único que el mundo puede darnos: una satisfacción temporal por medio de la vista, el oído, el olfato, el paladar y el tacto. Más allá de eso, no hay nada en el mundo que pueda satisfacer las ansias del alma. Solo Jesús puede. Él es la solución. Pero mientras sigamos procurando que las cosas de este mundo nos satisfagan y nos hagan felices, no encontraremos la verdad (1 Juan 2:15-17). 

    Nuestra alma recibe de Dios su personalidad. Fue concebida para que Él la llenara. El peligro al que nos enfrentamos todos es el de llenar nuestra alma de mezquinas ambiciones y de nuestra miope concepción de lo que es sentirnos realizados, sin dejar espacio para la obra que debe realizarse en nosotros. 

    ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSO


    ORACIÓN PARA SER MISERICORDIOSO  
    Escrita por santa María Faustina 


    “Oh Señor, deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti. Que este supremo atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.
    Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.
    Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
    Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.
    Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.
    Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. (...)
    Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo (...)
    Que Tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí” (Diario, 163).

    DE LA VERGUENZA AL PERDÓN


    Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
    De la vergüenza al perdón
    Sólo el enfermo que descubre su mal acude al médico. Sólo quien reconoce sus miserias invoca a Dios para pedir misericordia.

    De la vergüenza al perdón

    Hay momentos en los que miramos, en serio, el fondo de nuestras almas. Descubrimos, entonces, luces y sombras, generosidad y egoísmo, justicia y traiciones. Las zonas claras no eliminan el peso y la pena que nos produce descubrir zonas oscuras. 

    Al ver zonas negativas, al reconocer nuestro pecado, sentimos una pena intensa. Surge un sincero sentimiento de vergüenza. Hacemos propias palabras como las escritas por un Papa, Pablo VI, desde lo más íntimo de su corazón, al reconocer que su vida estaba "cruzada por una trama de míseras acciones, que sería preferible no recordar, son tan defectuosas, imperfectas, equivocadas, tontas, ridículas (...). Pobre vida débil, enclenque, mezquina, tan necesitada de paciencia, de reparación, de infinita misericordia" (Pablo VI, "Meditación ante la muerte"). 

    Sí: hay hechos que quisiéramos no recordar. Hay cobardías que nos apartaron del hermano. Hay avaricias que impidieron a nuestras manos compartir el pan y el dinero con quien lo necesitaba verdaderamente. 

    Cuando el dolor es sincero y sano, cuando llega a ser un arrepentimiento auténtico y humilde, somos capaces de abrir el alma y presentarla a un Dios que desea simplemente una cosa: derramar en nosotros el bálsamo de su misericordia.

    Entonces caminamos desde la vergüenza hacia el perdón. Sólo el enfermo que descubre su mal acude al médico. Sólo quien reconoce sus miserias invoca a Dios para pedir, de rodillas, misericordia. 

    La respuesta del Padre, lo sabemos, es una: su Hijo en una Cruz que perdona los pecados, que destruye egoísmos, que supera injusticias, que devuelve paz a los corazones, que abre las puertas de los cielos en el sacramento de la confesión. 

    Con su Sangre derramada quedan borrados los pecados del mundo. Basta simplemente con ponerse, como mendigos de misericordia, a sus pies, para decirle: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" (Lc 18,13). 

    EL EVANGELIO DE HOY: 10.01.2014

    Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
    Curación de un leproso
    Lucas 5, 12-16. Navidad. Lo único que necesitas es acercarte humildemente a Cristo y pedírle lo que necesitas.
     
    Curación de un leproso
    Del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16


    Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

    Oración introductoria

    Señor, vengo ante Ti como el leproso del Evangelio. Estoy necesitado de tu gracia. Tócame y sáname de todas mis lepras, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mi vanidad. Conviérteme en un verdadero cristiano.

    Petición

    Señor, que pueda corresponder a tu gracia amando a los demás.

    Meditación del Papa Francisco

    Abraham, tiene 99 años cuando el Señor le promete un hijo. En cambio, entra inmediatamente en la vida del leproso: Jesús escucha su oración, lo toca y aquí está el milagro.
    El Señor decide involucrarse en nuestras vidas, en la vida de su pueblo. Abraham y el leproso. Cuando venga el Señor –dijo, no siempre lo hace de la misma manera. No existe un protocolo de la actuación de Dios en nuestra vida, no existe.
    Una vez lo hace de una manera, otra vez lo hace de otra, pero siempre lo hace, siempre se da este encuentro entre nosotros y el Señor: El Señor siempre escoge el modo de entrar en nuestra vida. Muchas veces lo hace tan lentamente, que estamos en peligro de perder un poco de paciencia: "Pero, Señor, ¿cuándo?" Y oramos, oramos... Y no llega su intervención en nuestras vidas.
    Otras veces, cuando pensamos en lo que el Señor nos ha prometido, es tan grande que somos un poco incrédulos, un poco escépticos. (S.S. Francisco, 28 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).

    Reflexión

    Nadie hubiera pensado que curarse de la lepra fuera tan fácil. Lo único que precisó este enfermo, fue acercarse humildemente a Cristo y pedírselo. Él sabía que Cristo bien podía hacerlo. Además, cree con todo su corazón en la bondad del Maestro. Quizá por esto, es que se presenta tan tímido y sencillo a la vez: "Maestro, si quieres, puedes curarme". La actitud denota no sólo humildad y respeto, revela además, confianza...

    La vida de muchas personas, y a veces la nuestra, se ve llena de enfermedades y males, sucesos indeseados y problemas de todos los tipos, que nos podrían orillar a perder la confianza en el Maestro, Buen Pastor. Quizá alguna vez, hemos pensado que Él nos ha dejado, que ya no está con nosotros; pues sentimos que nuestra pequeña barca ha comenzado a naufragar en el mar de la vida... Pero de esta forma, olvidamos que el primero en probar el sufrimiento y la soledad fue Él mismo, mientras padecía su muerte en la cruz. Y así, nos quiso enseñar que Dios siempre sabe sacar bienes de males, pues por esa muerte ignominiosa, nos vino la Redención.

    La lección de confiar en Cristo y en su infinita bondad, no es esperar que nos quitará todos los sufrimientos de nuestras vidas. Sino que nos ayudará a saber llevarlos, para la purificación de nuestra alma, en beneficio de toda la Iglesia.

    Propósito

    Confiar siempre en la oración, no desesperarme, esperar los tiempos de Dios.

    Diálogo con Cristo

    Señor, cuántas veces me creo sano y no me doy cuenta de que estoy enfermo espiritualmente. ¡Cúrame Jesús! Que a semejanza del leproso del Evangelio, la experiencia de tu amor, me dé toda la luz para hacer un buen examen de conciencia y un firme propósito de enmienda al acercarme al sacramento de la reconciliación.

    jueves, 9 de enero de 2014

    PADRE PIO DE PIETRELCINA - En Español (audio) Pelicula Completa

    EL TÍTULO DE "MONSEÑOR"

    Autor: J. Beltrán-Madrid | Fuente: larazon.es
    El título de «monseñor»
    A partir de ahora, los sacerdotes diocesanos no se podrán llamar monseñor hasta que no cumplan 65 años, la Secretaría de Estado del Vaticano hizo este anuncio a los nuncios apostólicos de todo el mundo
     
    El título de «monseñor»
    El título de «monseñor»
    El Santo Padre Francisco ha decidido frenar por el momento la concesión del título vaticano de «monseñor» a todos aquellos sacerdotes menores de 65 años.

    Esta distinción se considera un honor papal que se otorga a los sacerdotes seculares, esto es, a aquellos que no pertenecen a una congregación religiosa como los claretianos o los franciscanos de manera honorífica, en tanto que en la mayoría de los casos son concedidos por el Santo Padre a partir de la propuesta de un obispo diocesano que busca agradecer a través de esta denominación una entrega del sacerdote en cuestión. O por el propio Papa, que busca así poner en valor a sus más estrechos colaboradores. Y es que, la figura del «monseñor» o «mi señor» se comenzó a dar a partir del siglo XIV para aquellos presbíteros que servían de manera ejemplar al papado.

    Con este cambio institucional, Francisco continúa con la estela de reformas puestas en marcha por Pablo VI con dos motu proprio (Pontificalis Domus del 28 de marzo 1968 y Pontificalia Insignia del 21 de junio, 1968), que tiene como base el Concilio Vaticano II. Hasta entonces, la Iglesia católica contaba con un total de 14 grados diferentes, incluyendo prelados domésticos, cuatro tipos de protonotarios apostólicos, cuatro tipos de eunucos papales, y al menos cinco tipos de capellanes papales.

    Desde la Pontificalis Domus, el título de monseñor se limita a tres órdenes de prioridad descendente: protonotario apostólico (del que se conservan dos tipos: de número o supernumerario), prelado de Honor de Su Santidad y capellán de Su Santidad. El título de Prelado de Honor y de Capellán de Su Santidad significa que, a partir de su concesión a través de la Secretaría de Estado, los nombres de los designados aparecerán en el Anuario Pontificio y se les permitirá utilizar el título de «monseñor», así como un atuendo específico: la sotana ribeteada en morado y el fajín, también morado.

    La decisión del Santo Padre no se ha materializado a través de un nuevo motu proprio, sino que directamente ha dado orden a la Secretaría de Estado para congelar los nombramientos de protonotarios y prelados de honor en el día a día, como recoge el británico «The Telegraph». De esta manera, tan sólo se expedirá el título de «monseñor» en calidad de Capellán de Su Santidad, que se concederá con un mínimo de edad: a partir de los 65 años.

    La «Instrucción sobre la atribución de distinciones honoríficas pontificias», proclamada por la Secretaría de Estado el 13 de mayo de 2001 dispone que el título podía ser concedido a sacerdotes del clero secular que hayan cumplido al menos 35 años de edad y 5 de sacerdocio (10 para los Eclesiásticos en el servicio diplomático de la Santa Sede y para los Oficiales de la Curia Romana). Para cada diócesis, el número total de monseñores no debía superar el 10% del clero.

    El secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, comunicó la decisión del Santo Padre a los nuncios que a su vez informarán a los obispos del país donde están destinados para que éstos cesen las peticiones. La decisión tomada por el Obispo de Roma no tiene carácter retroactivo y aquellos sacerdotes que ya poseen el título de monseñor no lo perderán. Según recoge «La Stampa», el pasado 2 de enero, el Nuncio Apostólico en Gran Bretaña, Antonio Mennini, habría escrito a todos los obispos católicos británicos para informarles de esta novedad, confirmándoles que «los privilegios en este sentido» que ya han sido otorgado por el Pontífice a las «personas físicas o jurídicas» siguen en vigor.

    Una vez más, Francisco aplica a la Iglesia universal una «receta» que ya utilizaba al frente de la diócesis de Buenos Aires. Y es que, durante los quince años que estuvo Jorge Mario Bergoglio al frente de la archidiócesis argentina, nunca solicitó a la Santa Sede distinción alguna para los sacerdotes de su área.

    Con esto, el de «monseñor» no es el único título que Francisco ha retirado de la circulación. En junio se daba a conocer que el Papa no tenía la intención de nombrar a ningún «gentilhombre» más, el máximo título que podía recibir un laico católico desde la Santa Sede. Sustituían a los antiguos «camareros» papales y, aunque no forman parte del cortejo papal, ocupan un lugar importante en la asistencia en los ritos sacros.


    Otros usos, sin título, del término «monseñor»

    En el antiguo Reino de Aragón, el término"mosén" -del catalán "mossén"-, se aplica a los clérigos en general y se daba a los nobles de segunda clase. En Ibiza es Monseny.

    No todos los miembros de la Curia Romana reciben el título de monseñor y no todos aquellos que son monseñores pertenecen a la Curia pontificia. En algunos casos, a los vicarios episcopales se les llama monseñores, aunque algunos de ellos, no tengan el título papal.

    Tradicionalimente en España y la América española los Obispos y arzobispos no se les intitula así. Aunque por contaminación de influencias exteriores se está extendiendo el llamar a un obispo o arzobispo con el apelativo de "monseñor", por influencia francesa e italiana. Aunque la fórmula de tratamiento apropiada es Excelencia o Excelentísimo y Reverendísimo Señor para arzobispos e Ilustrísima o Ilustrísimo y Reverendísimo Señor para obispos.

    En Francia, Monseñor (francés monseigneur) fue un título que se daba en propiedad al delfín, y, por extensión o cortesía, a otros sujetos de alta dignidad, como príncipes, duques, pares o presidentes de consejos.

    A partir de ahora, los sacerdotes diocesanos no se podrán llamar "monseñor" hasta que no cumplan 65 años. Por indicación del Papa Francisco, la Secretaría de Estado del Vaticano hizo este anuncio a los nuncios apostólicos de todo el mundo
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