jueves, 2 de enero de 2014

¿POR QUÉ FRACASAMOS?

Autor: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
¿Por qué fracasamos?
Una victoria conseguida desde el mal es, en el fondo, un profundo fracaso
¿Por qué fracasamos?
¿Por qué fracasamos?
Nos asusta e inquieta esa palabra que asoma en ocasiones ante el horizonte de la propia vida o de la vida de seres queridos: el fracaso. Por eso vale la pena reflexionar un momento sobre la misma.

Notamos que existen diversos tipos de fracasos. Fijemos nuestra atención en tres de ellos.


Fracasos tipo 1

El primer tipo de fracasos consiste en no alcanzar algo que deseamos intensamente. Nos proponemos una meta, empezamos a trabajar, dedicamos parte de nuestro tiempo y de nuestro corazón para conseguirla. Un día constatamos que la meta vuela lejos: fracasamos.

Así, fracasa un chico que busca conquistar una chica, o viceversa. O una persona que pide ascenso de sueldo y recibe una negativa. O un estudiante que se mata para aprobar y llega puntualmente un nuevo suspenso. O un mecánico que tras horas de esfuerzo no consigue encontrar el fallo en el motor del coche. O un adulto que se propone esta tarde no naufragar en Internet para atender a los hijos y al final termina nuevamente encadenado a la pantalla de la computadora...

Este tipo de fracasos duele. Algunos de modo más intenso, otros con menor profundidad. ¿Por qué duelen? Porque nos habíamos propuesto un objetivo, sencillo o ambicioso, y al final nos encontramos con las manos vacías.


Fracasos tipo 2

El segundo tipo de fracasos es menos visible y engaña a muchos. Es el fracaso que se logra cuando uno consigue hacer "bien" lo que es "malo", cuando logra la "victoria" que le permite alcanzar deseos y proyectos bajos, mezquinos, pecaminosos.

Quien engaña al esposo o a la esposa sin ser descubierto, ¿no se siente "victorioso"? Quien comete un "robo perfecto", ¿no llena sus bolsillos de un dinero que satisface tantos deseos personales?

Intuimos fácilmente que una "victoria" conseguida desde el mal es, en el fondo, un profundo fracaso. Porque el "triunfador" ha dañado su conciencia, ha destruido su integridad moral, ha perjudicado a otros (cercanos o lejanos). Se ha alejado de Dios y ha encendido una vela al diablo.

Por desgracia, muchos de los que consiguen victorias en el mundo del pecado parecen satisfechos, incluso presumen de sus fechorías. Sobre ellos la Biblia ofrece juicios muy severos, sea en algunos salmos, sea en el Nuevo Testamento. Su situación, además, es sumamente grave, porque disfrutan de sus logros hasta el punto de no reconocer el estado miserable en el que se encuentran.

Valen para esas personas aquellas terribles palabras del Apocalipsis: "Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista" (Ap 3,17-18).


Fracasos tipo 3

El tercer tipo de fracasos es más sutil y problemático. Somos honestos. Conseguimos metas buenas. La vida nos sonríe. Los problemas se resuelven. Sentimos una halagadora satisfacción ante tantas conquistas y ante la belleza de una conducta justa.

Sin embargo... algo dentro nos dice que nuestra vida, tan llena de victorias y de satisfacciones, tal vez es un fracaso.

¿Cómo ocurre eso? Es cierto que alcanzar un objetivo bueno nos llena de alegría. Pero no todos los objetivos corresponden a los anhelos más profundos del corazón, ni nos abren a exigencias más íntimas de la vida cristiana.

Un joven que desea aprobar exámenes y lo consigue ha conquistado, ciertamente, una meta muy gratificante. Pero su vida no está hecha para aprobar exámenes. Unos esposos que llevan una vida matrimonial satisfactoria y serena gozan de un don que muchos envidian y que a ellos les produce una alegría maravillosa. Pero tampoco esa vida casi de fábula es lo único a lo que aspiramos los seres humanos.

Causa sorpresa pensar que pueda ser un fracaso la vida de quien salta de gozo ante victorias limpias, buenas, sanas. No es fracaso, hay que aclararlo, porque se están logrando objetivos buenos. Pero sí lo es cuando esa persona olvida la meta definitiva y el único amor al cual está llamado: Dios.

Porque una hermosa convivencia familiar, un trabajo exitoso y lleno de conquistas, un dinero ganado honestamente, unas vacaciones en un lugar sereno y reconfortante, no son el puerto último para la existencia humana, ni pueden ahogar otras dimensiones de la vida.

Sólo cuando abramos los ojos de la mente y del corazón a la meta definitiva. Sólo cuando comprendamos que todo puede servir para el bien si uno ama a Dios (cf. Rm 8,28). Sólo cuando los bienes materiales y la salud sean "invertidos" en la ayuda al pobre, al enfermo, al abandonado, al triste, al anciano. Sólo cuando seamos capaces de ver que muchos fracasos no son más que puertas que se cierran para que se abran horizontes de humildad y de acogida. Sólo cuando seamos capaces de ofrecer el dolor propio unido a la oración de Cristo en la Cruz por todos los hombres...

Sólo entonces nuestra vida brillará desde una luz que viene de lo alto y que permite participar en la única victoria que da sentido a la aventura humana: la del Cordero entregado por Amor al Padre y a los hermanos.

RICOS SIN SABERLO


Ricos sin saberlo


En la época de la recesión económica en los EE.UU., el señor Yates poseía una vasta extensión de tierra al oeste de Texas, donde criaba ovejas. Vivía pobremente, luchando para alimentar a su familia, cuando una compañía petrolera se dirigió a él, diciendo: – Pensamos que en su terreno puede haber petróleo. ¿Nos permite efectuar una perforación allí? Yates dio el permiso, pensando que no tenía nada que perder.

       La compañía empezó a perforar. A poca profundidad encontró el más importante yacimiento que, hasta la fecha, se había hallado en Norteamérica. Ese yacimiento podía producir más de 80.000 barriles de petróleo por día. ¡De un día para otro el señor Yates se hizo millonario! De hecho lo era desde el día que compró el terreno. El petróleo siempre había estado allí; simplemente no lo sabía.

       El señor Yates nos recuerda a tantas personas que tienen una Biblia en casa, pero nunca la han leído. ¿Será porque secretamente tienen miedo de lo que ella pueda decirles, miedo de sus exigencias pero también de las transformaciones que podría producir en ellas? ¡Ah, si pudiéramos apreciar las inmensas riquezas que contiene este libro! “Tu palabra es verdad”, dijo Jesús. En ella está la vida eterna (Juan 17:17; 5:39).

       Es un libro único en su mensaje de perdón y de salvación, que transforma y llena el corazón, y cuyas profecías se van cumpliendo.

PENSAMIENTO DE SAN PIO DE PIETRELCINA


EL EVANGELIO DE HOY: 02.01.2014

Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Primer Testimonio de Juan
Juan 1, 19-28. Navidad. "Yo soy la voz que grita en el desierto" No dejemos de escucharla, es para nosotros.
 
Primer Testimonio de Juan
Lectura del Santo Evangelio según san Juan 1, 19-28


Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?" El les respondíó: "No soy". "¿Eres el profeta?" Respondió:"No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron.¿Qué dices de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: ´Enderecen el camino del Señor´, como anunció el profeta Isaías".
Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos le preguntaron: "Entonces por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias". Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.


Oración introductoria

Señor, ciertamente no soy digno de tu Amor, por eso te pido ilumines este tiempo de oración para que sepa poner a un lado todo aquello que me separe de Ti. Necesito de tu fortaleza y de tu guía para enderezar mi camino. Háblame Señor, te escucho.

Petición

¡Mucha humildad te pido para cumplir lo que me pides! Que imite a Juan que supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida.

Meditación del Papa Francisco

Quién es por lo tanto Juan? Él mismo lo explica: "Yo soy una voz, una voz en el desierto", pero es una voz sin la Palabra, porque la Palabra no es Él, es Otro.
He aquí, pues lo que es el misterio de Juan: Nunca se apodera de la Palabra. Juan es el que significa, el que señala. El sentido de la vida de Juan es indicar a otro. [...]
Y realmente Juan era el hombre de la luz, llevaba la luz, pero no era su propia luz, era una luz reflejada. Juan es como una luna, y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan comenzó a declinar. Voz, no Palabra, luz, pero no propia.
Juan parece ser nada. Esa es la vocación de Juan: desaparecer. Y cuando contemplamos la vida de este hombre, tan grande, tan poderoso -todos creían que él era el Mesías-, cuando contemplamos esta vida, cómo desaparecía hasta llegar a la oscuridad de una prisión, contemplamos un gran misterio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta). 

Reflexión

Uno de los personajes clave que aparecen en escena antes de la predicación de Jesús es Juan el Bautista. Como buen precursor, toma siempre la delantera para preparar la llegada del Mesías y ofrecerle un pueblo bien dispuesto; para "hacer volver -como dice el profeta Malaquías- el corazón de los padres hacia los hijos, y convertir el corazón de los hijos hacia los padres". Es este mismo profeta quien, refiriéndose a la misión del nuevo Elías, anuncia a Israel esta promesa de parte de Dios: "He aquí que Yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará el camino delante de mí" (Mal 3,1). Y sabemos que Jesús, en el Evangelio, siempre que habla de Elías se refiere a Juan el Bautista.

Pero, ¿quién este Juan Bautista? El evangelista san Juan nos dice que "éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz"(Jn 1, 7-8). Su misión es, por tanto, hablar en nombre de otro y dar testimonio en favor de otro. ¡Mucha humildad se necesita para cumplir esta misión! Y Juan supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Cuando se presentaron ante él los sacerdotes y levitas, enviados por las autoridades judías desde Jerusalén, confesó con toda claridad: "Yo no soy el Mesías" –respondió sin rodeos–. Y, sin las falsas modestias típicas de las mojigatas, también declaró que él no era Elías, ni el Profeta. Él, simple y llanamente se autodefinía "la voz". Sí, "la voz que grita en el desierto", como dijo Isaías.

Pero, ¿para qué sirve una voz que grita en el desierto? ¿es que alguien puede escucharla? El desierto significa que tenemos que hacer espacios de silencio en la soledad de nuestro interior para acoger esta voz; y también que hemos de saber desprendernos de las cosas materiales que nos disipan y nos distraen para poder concentrarnos en lo esencial.

San Agustín comenta bellamente este pasaje en uno de sus sermones diciendo que "Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre". El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: "Conviene que Él crezca -dirá en otro momento– y que yo disminuya".

Pero el mensaje de esta voz es de una grandísima profundidad y trascendencia: "Preparad los caminos del Señor" –clama esta voz–. Preparar los caminos del Señor significa abandonar el pecado y acercarnos a la gracia; significa aprender a ser humildes, como Juan Bautista, dejar entrar al Señor en nuestro corazón y que Él sea quien rija el destino de nuestra existencia. Significa también estar con el corazón atento para poder descubrir a Dios que viene a nosotros, pues tal vez por su humildad, su silencio y su sencillez, podría pasarnos desapercibido, como sucedió a los judíos: "En medio de vosotros hay uno –les decía el Bautista– a quien no conocéis, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia".

Propósito

Ojalá, pues, que seamos dóciles a esta voz que grita en el desierto y sigamos "preparando los caminos del Señor". Que cuando Cristo venga, nos encuentre a todos con el alma bien dispuesta, prontos para escuchar su palabra, para acoger su mensaje y recibir su salvación.

Diálogo con Cristo

Necesito ser más humilde, Señor, para permanecer cerca de Ti, conociendo y haciendo vida tu Evangelio. Tú eres la única fuente de la santidad, nada puedo ni debo hacer al margen de tu voluntad. De nada me sirve la fama, ni los bienes, lo único que me debe importar es permanecer unido a tu gracia para poder realizar la misión que me has encomendado.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    miércoles, 1 de enero de 2014

    MARÍA, MADRE DE DIOS, 1 DE ENERO


    Autor: . | Fuente: Archidiócesis de Madrid
    María, Madre de Dios, Santa
    Primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental. 1 de enero

    María, Madre de Dios, Santa
    Enero 1


    Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es el culmen de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de "santísima" del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra... y siempre atendida su oración. 

    Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más. 

    El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José. 

    Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan. 

    Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana. 

    Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo. 

    También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos. 

    Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda. 

    Ya, en la etapa de la "vida pública" de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío. 

    En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios. 

    Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el "piso de arriba" donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés. 

    Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla. 

    Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad. 

    El sujeto nacido en Belén es peculiar. Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad. 

    María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio. 

    EL PRIMER DÍA DEL AÑO... PARA MARÍA, MADRE DE DIOS

    Autor: P Juan Pablo Esquivel | Fuente: Catholic.net
    El primer día del año...para María, Madre de Dios
    Pongamos hoy nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente.
     
    El primer día del año...para María, Madre de Dios


    Hoy celebramos una fiesta que hace referencia al título más sorprendente que puede tener una criatura humana: Madre Dios... Lo cual significa que el Salvador del mundo no sólo nació "en" ella, sino "de" ella. El Hijo formado de sus entrañas es el mismísimo Hijo Dios, nacido en la carne.

    El Evangelio nos narra los acontecimientos de la Navidad, remarcando la imposición del nombre, dado por el ángel antes de la Concepción: JESÚS (que significa YHWH [nombre sagrado e inefable de Dios en el A.T.] salva); nombre puesto por orden divina... misterioso, cargado de significado salvífico [con todo y por todo lo que significa el "nombre" para los semitas] (ver a este respecto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al explicar el II mandamiento...).

    La invocación de ese nombre trae la salvación (semejante lo que ocurre en la 1a.lectura con el nombre de YHWH, pronunciado una sola vez al año). Nosotros tenemos el nombre del Señor sobre nosotros: somos cristianos... ¡No lo digamos con tanta ligereza!

    Así, se abre el año con esa fórmula que pide la bendición y el favor de Dios. Él nunca se la ha negado la humanidad; pero con Cristo esta Bendición es irrevocable.

    Comienza el año civil; y se lo celebra de diversos modos:

  • En estas fiestas, se suele hacer mucho ruido (bailes, fuegos artificiales, pirotecnia,...) mucho ruido ¿Y "pocas nueces"...?
  • Para muchos, las fiestas están cargadas de melancolía (paso de los años; "los que ya se han ido"; nostalgias; recuerdos...). Muchos desean "que las fiestas pasen pronto"...
  • Para los pobres (que no son pocos), el dolor de no poder participar de las alegrías festivas... o de hacerlo con muchas limitaciones.

    Pensemos cómo vivimos interiormente las fiestas. Sin interioridad, todo lo otro es vacío, pura exterioridad e hipocresía: festejamos... nada.
    ¿Cuál es el motivo para alegramos por las fiestas? El Amor de Dios, experimentado en estos días como una fuerza que quiere renovarnos incesantemente. Navidad es el comienzo de una nueva creación (Dios a hecho con el hombre una Alianza Eterna: Cristo).

    Todo comienzo de algo (también el del año civil) debe remitirnos a este comienzo: al de la Alianza Nueva y Eterna... (la que no pasará jamás, y por ende radicalmente diversa de lo que no permanece, lo que es pasajero, transitorio (tiempo; apariencias; exterioridades)... Éste es el fundamento de nuestra Paz, cuya Jornada mundial cada año celebramos precisamente hoy.

    Volvamos a mirar las cosas que nos rodean, pero con esta perspectiva: pensemos en las cosas que se fueron con el año y los años que pasaron... y pongámoslas en manos Dios. Pero sepamos que todo lo que hayamos hecho con amor, y por amor tiene un valor que permanece, y está "eternizado" en la presencia del Señor.

    Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él.
    También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección.

    "Nada se pierde, todo se transforma..." también en el orden espiritual.

    Frente al año viejo, y al nuevo, tengamos una mirada de Fe: evaluemos desde el amor que hemos puesto y hemos de poner para hacer las cosas.
    El tiempo pasa, pero el amor permanece; y allí debemos encontrar el motivo de nuestra alegría: en el amor vivido y en el "por vivir".

    "En el atardecer de la vida e juzgará el Amor”, nos recuerda San Juan de la Cruz.

    Un nuevo año ha "atardecido"...
    Un año más de vida... y un año menos para llegar al cielo.
    Un año con sus alegrías... y sus amarguras.
    En vista a los acontecimientos de la vida de cada uno de ustedes, quiero hoy recordarles nuevamente que con todos sus engaños, trampas y sueños rotos, éste sigue siendo mundo hermoso, que vale la pena vivir como camino al cielo.

    En este valle de lágrimas, la alegría que da el Espíritu Santo es más fuerte que cualquier pena... Esa alegría profunda, serena, misteriosa, radiante... (quien la conoce, entiende lo que estoy diciendo... y a quien no la conoce, le repito con el salmo 33: "prueben y vean qué bueno es el Señor...").

    Pongamos hoy nuevamente nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente... ella que es Soberana de los Ángeles, pero mucho más aún es nuestra: sangre y dolor de nuestra raza humana.
    Amén. 
  • AVE MARÍA


    CAMINAR JUNTO A MARÍA

    EL EVANGELIO DE HOY: 01.01.2014

    Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.,net
    María guardaba todo en su corazón
    Lucas 2, 16-21. Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. María es también madre tuya, a lo largo de los días y los meses del año.
     
    María guardaba todo en su corazón
    Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21


    Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

    Oración introductoria

    Gracias, Señor, por permitir que inicie este año buscando tener un momento de intimidad contigo en la oración. Invoco a tu santísima Madre para que me ayude a contemplar su ejemplo y virtudes. Ruego al Espíritu Santo que infunda en mí su luz y fortaleza para crecer en la humildad de los pastores.

    Petición

    Señor, ayúdame a incrementar mi amor por María.

    Meditación del Papa

    Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas, en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios.
    ¿Qué es este alabar a Dios? Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da. Y la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres.
    ¡Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. (S.S. Francisco, 31 de mayo de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).

    Reflexión

    Empezamos el año festejando a la Virgen. Es una oportunidad de oro para ponernos en sus manos desde el primer respiro del año.

    Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, siguen necesitando de Cristo. Pero pocos le reciben y le aceptan, porque se olvidan del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos. El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel "fueron a toda prisa".. Porque los “sencillos de corazón verán a Dios”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos. Sabemos que para tener a Cristo hay que decidirse a dejar los "rebaños" del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Cristo a nuestra medida, sino el único Cristo que encontraron los pastorcillos "un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre".

    Para llegar a Él hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella "guardaba todas la cosas y las meditaba en su corazón".

    Para ser Madre de Dios, María no tuvo que renunciar o dejar al margen nada de su feminidad, al contrario, la tuvo que realizar en nobleza y plenitud, santificada como fue por la acción del Espíritu Santo.

    Al nacer de una mujer Dios ha enaltecido y llevado a perfección "el genio femenino" y la dignidad de la mujer y de la madre. La Iglesia, al celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, reconoce gozosa que María es también madre suya, que a lo largo de los días y los meses del año engendra nuevos hijos para Dios.

    Madre, bendición y memoria. En el designio de Dios, que es fuente de la maternidad, ésta es siempre una bendición: como a María, se puede decir a toda madre: "Bendito el fruto de tu vientre".

    Una bendición primeramente para la misma mujer, que mediante la generación da cumplimiento a la aspiración más fuerte y más noble de su constitución, de su psicología y de su intimidad.

    Bendición para el matrimonio, en el que el hijo favorece la unidad, la entrega, la felicidad.

    Bendición para la Iglesia, que ve acrecentar el número de sus hijos y la familia de Dios.

    Bendición para la sociedad, que se verá enriquecida con la aportación de nuevos ciudadanos al servicio del bien común.

    La maternidad es también memoria. María hacía "memoria" de todas esas cosas en su corazón. Memoria no tanto de sí misma, cuanto del hijo, sobre todo de los primeros años de su vida en que dependía totalmente de ella. Memoria que agradece a Dios el don inapreciable del hijo. Memoria que reflexiona y medita las mil y variadas peripecias de la existencia de sus hijos. Memoria que hace sufrir y llorar, que consuela, alegra y enternece. Memoria serena y luminosa, que recupera retazos significativos del pasado para bendecir a Dios y cantar, como María, un "magnificat",

    Propósito

    Si queremos salir de estas Navidades "glorificando y alabando a Dios por todo lo que hemos visto y oído" y de habernos encontrado con Cristo niño, hace falta desprendimiento de nosotros mismos, humildad y oración. Y así, todos los que nos escuchen se maravillarán de las cosas que les decimos.

    Diálogo con Cristo 

    Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo. 

    martes, 31 de diciembre de 2013

    LA MEJOR ORACIÓN PARA COMENZAR EL AÑO NUEVO 2013


    LA MEJOR ORACIÓN PARA COMENZAR 
    EL AÑO NUEVO 2014


    Escoje el lugar más tranquilo de tu casa y coloca la imagen de Cristo y de la Virgen María; también consigue un ramo de flores y una veladora por cada persona que esté presente. Una vez reunidos todos comenzaras a repetir la siguente oración para empezar el año nuevo:

    Señor,
    Primeramente te quiero dar gracias por el año que pasó.
    Gracias por cada bendición,
    Por cada lección,
    Y por cada experiencia.
    Gracias por tu cuidado durante los momentos difíciles
    Y por las tantas veces que pude reír y gozar con mi familia y amigos.

    Quiero dedicarte este nuevo año.
    Quiero poner cada día en tus manos y someterlos a tu voluntad.
    Que cada esfuerzo, cada paso,
    Cada meta y cada aspiración de mi parte sean para la gloria tuya.
    Continua guiándome en mi caminar contigo.
    Ayúdame a crecer espiritualmente y así poder conocerte mejor.
    Dame la oportunidad de pasar más tiempo con mi familia y mis amigos.

    Que juntos podamos crecer en amor y ser de apoyo el uno para el otro.
    Ayúdame a reconocer la necesidad de evangelizar a las personas en mí alrededor.
    Dame las palabras y el respaldo del Espíritu Santo para poder compartir tu amor con otros.
    Bendice a mi iglesia, a mis pastores y a mis hermanos en la fe.
    Úsanos para alcanzar a nuestra comunidad y brillar tu luz en cada rincón de nuestra ciudad.

    Te dedico mi trabajo, mis talentos y habilidades.
    Mi salud y la de mis seres queridos están en tus manos.
    Señor, dame de tu fuerza y sabiduría para vivir cada día mejor.
    Mi deseo es adorarte y exaltar tu nombre.
    Mis días son tuyos y me alegro en confiar que tú estarás conmigo en este nuevo año.
    En el nombre de Jesús, amen.

    EL CIRCULO


    EL CIRCULO

    Un importante señor gritó al director de su empresa porque estaba enojado en ese momento.
    El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa.

    Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.
    La empleada dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.
    El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.
    Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico porque le dolió la vacuna al ser aplicada.

    El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.
    Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole:

    -"Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita.
    Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz.
    Mañana te sentirás mejor".

    Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos...

    En ese momento, se interrumpió el CÍRCULO DEL ODIO, porque chocó con la TOLERANCIA, la DULZURA, el PERDÓN y el AMOR.

    Si tu eres de los que ingresaron en un CÍRCULO DE ODIO, acuérdate que puedes romperlo con TOLERANCIA, DULZURA, PERDÓN Y AMOR, ASÍ COMO JESÚS NOS LO ENSEÑÓ.

    ORACIÓN DE FIN DE AÑO


    Oración para el fin del año

    Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.

    Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

    Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.

    Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

    Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.

    También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.

    En los próximos días iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo Tú sabes si llegaré a vivirlos.

    Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

    Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.

    Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

    Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.

    Cólmame de bondad y de alegría para que, cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de Ti.

    Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.

    Amén

    EL EVANGELIO DE HOY: 31-12-2013

    Autor: P. Juan Gralla | Fuente: Catholic.net
    Y la Palabra se hizo carne
    Juan 1, 1-18. Navidad. Tenemos un tesoro que nadie puede igualar: El Niño recién nacido que duerme en un pesebre, en la ciudad de Belén.
     
    Y la Palabra se hizo carne
    Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

    En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

    Oración introductoria

    Gracias, Señor, por esta Navidad. Creo que te hiciste niño para redimirme y mostrarme el amor de Dios Padre. Hoy, como aquellos pastores de Belén, me anuncias la gran noticia: «hoy ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor», ilumina mi oración para saber contemplar este maravilloso misterio de amor.

    Petición

    Dame la gracia de ir a tu encuentro en esta oración, con las mismas disposiciones que tuvieron los pastores: humildad y apertura

    Meditación del Papa Francisco

    En muchos ámbitos de la vida confiamos en otras personas que conocen las cosas mejor que nosotros. Tenemos confianza en el arquitecto que nos construye la casa, en el farmacéutico que nos da la medicina para curarnos, en el abogado que nos defiende en el tribunal.
    Tenemos necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se presenta como aquel que nos explica a Dios. La vida de Cristo -su modo de conocer al Padre, de vivir totalmente en relación con él- abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar.
    La importancia de la relación personal con Jesús mediante la fe queda reflejada en los diversos usos que hace san Juan del verbo "creer". Junto a "creer que" es verdad lo que Jesús nos dice, san Juan usa también las locuciones "creer a" Jesús y “creer en” Jesús. "Creemos a" Jesús cuando aceptamos su Palabra, su testimonio, porque él es veraz. "Creemos en" Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él, uniéndonos a él mediante el amor y siguiéndolo a lo largo del camino.(S.S. Francisco, encíclica Lumen fidei n. 18)..

    Reflexión

    ¿Quién es el Niño que acaba de nacer? ¿Es el "hijo del artesano"? San Juan empieza su narración de la vida de Jesús diciendo su auténtico origen: ya existía desde el principio de los tiempos. La Palabra eterna habitaba junto a Dios, era Dios; por ella tuvo lugar la Creación.

    En estas líneas se desvela poco a poco el misterio de Dios que ha querido, por amor gratuito hacia cada uno de nosotros, hacerse hombre y nacer de una mujer. De esta manera tan maravillosa se ha hecho posible lo imposible: el ser humano, en su limitación, ha podido ver a Dios, hablar directamente con Él, compartir la misma comida, escucharle y seguir sus pasos.

    En este Misterio único, inexplicable y gratuito hemos podido contemplar "la gloria de Dios" y hemos conocido su auténtico rostro. Y todos los que creemos en Él hemos sido iluminados por la Luz verdadera, y se nos ha concedido ser hijos de Dios.

    Los cristianos tenemos un tesoro que nadie puede igualar. Y ese tesoro debe llenar por completo nuestra vida, porque nuestra felicidad sólo puede colmarse con el Absoluto, con Dios, con ese Niño recién nacido que duerme en un pesebre, en la ciudad de Belén.

    Propósito

    Con una alegre creatividad, celebrar la Navidad con auténtico espíritu cristiano.

    Diálogo con Cristo

    Jesús, contemplar el misterio de la Navidad me confirma el gran amor que tienes por cada uno de nosotros. Me doy cuenta de que Tú viniste al mundo para amar y para enseñarme a amar. Ayúdame a vivir como Tú en la entrega generosa y delicada a los demás, que mi actitud sea como la de los pastores, que corra presuroso a procurar el bien en todos y en cada uno de los miembros de mi familia. 

    BENDICIÓN DE AÑO NUEVO


    lunes, 30 de diciembre de 2013

    LA SAGRADA FAMILIA


    SI CUIDAS ...


    SI CUIDAS

    Si cuidas una abeja, habrá más miel en el panal.
    Si evitas una injusticia, habrá más justicia en el mundo.
    Si cultivas un rosal, habrá más rosas en el jardín.
    Si amas, Dios estará más presente en el mundo.
    Si siembras un grano de trigo, habrá más pan sobre la tierra.
    Si creces tú como persona, habrá más humanidad en el mundo.
    Si enciendes una vela, habrá más luz en la noche.
    Si vives en la verdad, habrá menos mentira en el mundo.
    Si cuidas un nido de golondrinas, habrá más golondrinas en primavera.
    Si vives en libertad, habrá más libertad en el mundo.
    Si enciendes un fuego, habrá menos frío en el invierno.
    Si irradias tu alegría, habrá menos tristezas en el mundo.
    Si esperas cambiar tú cuando haya cambiado el mundo, morirás sin haber vivido.
    Si comienzas cambiando tú, ya estás cambiando el mundo...

    René Trossero

    EL DESALIENTO


    EL DESALIENTO

     desaliento nos ata los brazos y así nos impide la acción apostólica. Es el arma preferida utilizada por Satanás, porque a quien no puede hacer caer en pecado, trata de desanimarlo y desalentarlo para que sea inofensivo. Estemos en guardia contra esto y recurramos a la oración, sabiendo que Dios vence en la debilidad, y que aunque nos salgan mal los apostolados o con poco o ningún fruto, Dios siempre premia el trabajo realizado, no los resultados.

    No nos atemos a los resultados porque la mayoría de las veces no veremos los frutos de nuestro trabajo apostólico en este mundo. De vez en cuando Dios nos mostrará algún triunfo para darnos coraje, pero esto será una excepción, así que deberemos acostumbrarnos a trabajar a ciegas, empujados solos por el gran amor a Dios y a las almas.

    Y este amor a Dios y a las almas se consigue orando incesantemente, especialmente con el Santo Rosario, ya que rezándolo nos enardecemos y nos encendemos de celo apostólico, y mientras lo rezamos descargamos en él nuestras penas y problemas, incluso nuestros desalientos; y así nos vamos recobrando del desánimo y tomamos nuevas fuerzas para seguir sin bajar los brazos.

    UNA REFLEXIÓN DE FIN DE AÑO


    Una reflexión de fin de año


    Con motivo de estas fiestas navideñas recibí un relato que nos puede servir de ayuda para reflexionar en este fin de año y formular propósitos que orienten nuestro caminar.

    Sucede que había una vez una persona llamada "Vela", que cansada de las tinieblas que rodeaban su existencia, se quiso abrir a la luz. No se conformaba con estar apagada y su ansia era recibir la luz. Hasta que un día, "la Luz verdadera que alumbra a todo hombre", llegó y la iluminó. La encendió.

    "Vela" se sintió feliz por haber recibido la luz que vence las tinieblas. Ahora todo adquiría sentido y color. Pronto se dio cuenta, de que tener esa luz, además de ser una alegría, era una fuerte exigencia, pues no todos tenían esa luz...

    Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde su interior, a través de un diario derretirse, de un permanente consumirse… Entonces se alegró más y aceptó con más fuerza su vocación. A veces pensaba que hubiera sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en lugar de derretirse, su vida hubiera sido más tranquila, estando ahí nada más. Le vino la tentación de no alimentar su llama, pero la venció, pues pensó que valía la pena tener esa vida llena de luz, y no, en cambio, una existencia de tinieblas y oscuridad.

    Pero también vio que hay muchas corrientes de aire en el mundo que trataban de apagar su luz y comprendió que además de alimentar su luz tendría que defenderla firmemente contra las corrientes del mundo. No podía permitirse descuidos o exponerse inútilmente a vientos contrarios que la dejaran sin su luz.

    Su luz le permitía ver a su alrededor, y se dio cuenta de que hay muchas velas apagadas, unas porque nunca tuvieron la oportunidad de recibir la luz, otras por miedo a derretirse, otras porque no pudieron o no quisieron defenderse de las corrientes del mundo…

    Y se preguntó: ¿Podré yo encender otras velas? Entonces descubrió su vocación a transmitir esa luz que tenía. Podía dar esa luz sin quedarse a oscuras. No solo permanecía iluminada, sino que al compartirla, se iluminaba más el espacio, y mientras más la compartía a otras velas apagadas, más luz había.

    Así que dedicó su vida a encender velas de todas las características, tamaños, edades… para que hubiera más luz en el mundo. Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba por todas partes "velas": velas desechadas de hombre y mujeres, velas apagadas, velas jóvenes, velas recién nacidas sin estrenar, y a todas las encendía.

    Cuando presintió que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente al servicio de la luz, pensó que había podido identificarse con la Luz, y dijo con voz muy fuerte y con profunda expresión de satisfacción en su rostro: "¡Cristo ha vivido en mí, Cristo vive en mí!"

    En Verdad, Cristo es la Luz, y quien la recibe, no solo ha de cuidarla, sino también ha de compartirla. Este relato recuerda una enseñanza de San Josemaría Escrivá: la de ser como esas lámparas de cera encendidas que se ponen junto al Sagrario de las Iglesias para indicar la presencia de nuestro señor Jesucristo y que se van consumiendo día a día. De esa manera, humilde, hemos de aprender a gastarnos día a día, en nuestros deberes, casi imperceptiblemente, del todo por el Señor.

    Pbro. José Martínez Colín

    EL EVANGELIO DE HOY: 30.12.2013

    Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net
    En el Templo con la profetisa Ana
    Lucas 2, 36-40. Navidad. María presenta su hijo a Dios y a nosotros. Es esa la mayor riqueza que la vida en familia encierra.
     
    En el Templo con la profetisa Ana
    Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40

    En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño, se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.
    Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.


    Oración preparatoria

    Ven, Espíritu Santo, que esta oración me fortalezca para evitar actitudes de indolencia, desidia o pereza y me ayude a comprender el valor del tiempo. Te ofrezco esmerarme por saber aprovechar cada minuto de mi vida para darte gloria, sirviendo con alegría y mucho amor a los demás; con tu gracia, sé que lo voy a lograr.

    Petición

    Cristo, dame la gracia de sentir el apremio por hacer rendir al máximo el tiempo que Dios me concede.

    Meditación del Papa Francisco

    Hermanos: ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una edad avanzada: la vejez es – me gusta decirlo así – la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús.
    Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida. Me viene a la mente aquello que decía un poeta alemán sobre la vejez: es el tiempo de la tranquilidad y de la plegaria. Y también de brindar esta sabiduría a los jóvenes. [...] A la poderosa intercesión de María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, encomiendo mi ministerio y el vuestro.
    Que cada uno de vosotros, bajo su amparo maternal, camine alegre y con docilidad a la voz de su divino Hijo, fortaleciendo la unidad, perseverando concordemente en la oración y dando testimonio de la fe genuina en la continua presencia del Señor. (S.S. Francisco, 15 de marzo de 2013).

    Reflexión

    Como que resumiendo todo el período de la infancia de Jesús, se nos dice que Él estaba "sometido" a sus padres y que "progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2,51-52). Durante la mayor parte de su vida, Jesús compartió la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida religiosa judía sometida a la ley de Dios, vida en la comunidad (cf. Catecismo de la Iglesia Cátolica, n. 531). No siempre recordamos esto, pero lo que más distinguió a Jesús fue su vida familiar. En cambio, a menudo consideramos sólo su vida pública.

    Si Jesucristo nos ha redimido tanto con su vida oculta de Nazaret como con sus escasos tres años de predicador itinerante, entonces, los 30 años que pasaba detrás del portal de la casa sencilla de Nazaret no fueron menos fecundos. Lo manifiesta también la frase del Evangelio: "El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él."

    Ciertamente, el propósito común de María y José fue el de proporcionar una esmerada educación a Jesús y Él la asimiló con la actitud más confiada, diligente y sumisa que jamás ha tenido un hijo. María y José vieron cómo su inteligencia y su voluntad humanas se iban despertando, desarrollando y fortificando. Por otro lado, no sólo habrán buscado trasmitirle un gran número de conocimientos acerca de las costumbres y tradiciones del pueblo judío, sino sobre todo el mundo de valores y de ideales que los animaba, donde Dios lo era todo. Así habrán compartido muchas veces los mismos sentimientos, afectos e intereses.

    Es esa la mayor riqueza que la vida en familia encierra. Sorprende, con qué eficacia se va trasmitiendo, casi irradiando hacia los demás. Quizá por eso la profetiza Ana se sintió atraída hacia esta familia. Es hermoso pensar que la Virgen María en persona le habrá contado a San Lucas todos estos detalles acerca de la niñez de Jesús. ¿Quién más lo podría haber hecho? 

    domingo, 29 de diciembre de 2013

    SEÑOR, NO QUIERO



    Señor, no quiero...


    Señor no quiero grandes cosas...
    No me des los océanos, sino un vaso de agua cada vez  que tenga sed.

    Señor no quiero grandes cosas...
    No me des los sembrados de la tierra, sino una rebanada de pan cada vez que tenga hambre.

    Señor no quiero grandes cosas...
    No me des la extensión de praderas, sino una parcelita  verde donde echarme
    cara al cielo a mirar las estrellas.

     Señor no quiero grandes cosas...
     Sólo quiero una parcelita  donde mirar  el vuelo de los  pájaros  y los rayos amarillos con que  el Sol me hace cerrar los párpados.

    Señor no quiero grandes cosas...
    No me des un vergel:  quiero una flor, tan sólo un jazmín infinito que perfume mis días.

    Señor no quiero grandes cosas...
    Quiero una sonrisa que no se gaste como las cuentas de un rosario.

    Señor no quiero grandes cosas...
    Dame ganas de hacer lo que hago, para que no me convierta en un autómata.

    Señor no quiero grandes cosas...
    Dame esa cuota de amor que le permita al corazón latir sin sobresaltos, latir seguro y suave con ese movimiento de vaivén con que la brisa mueve las ramas de las palmeras.

    Señor no quiero grandes cosas...
    No me des una enciclopedia, dame tan solo una palabra amable para que cada persona que se acerque a mi pueda ser un poquito más feliz.

    Señor no quiero grandes cosas...
    Sencillamente quiero esas cosas simples que nos hacen vibrar y le dan sentido a la vida.
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