viernes, 22 de noviembre de 2013

EL EVANGELIO DE HOY: 22-11-2013

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Expulsión de los vendedores
Lucas 19, 45-48. Tiempo Ordinario. A la Iglesia hemos de acudir con la confianza de un niño pero con un corazón que ore y busque el encuentro con Dios.
 
Expulsión de los vendedores
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48


Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!» Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

Oración introductoria

Señor, así como purificaste el templo de Jerusalén, te suplico vengas hoy a este encuentro en la oración para que me muestres qué tengo que expulsar de mi vida para quedar purificado, reconciliado, digno de Ti, porque anhelo que vengas hacer en mí tu morada.

Petición

Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento para conocer la voluntad divina sobre mí.

Meditación del Papa Francisco

¿A qué pensamiento nos remite la palabra templo? Nos hace pensar en un edificio, en una construcción. De manera particular, la mente de muchos se dirige a la historia del Pueblo de Israel narrada en el Antiguo Testamento. [...] Lo que estaba prefigurado en el antiguo Templo, está realizado, por el poder del Espíritu Santo, en la Iglesia: la Iglesia es la "casa de Dios", el lugar de su presencia, donde podemos hallar y encontrar al Señor; la Iglesia es el Templo en el que habita el Espíritu Santo que la anima, la guía y la sostiene. Si nos preguntamos: ¿dónde podemos encontrar a Dios? ¿Dónde podemos entrar en comunión con Él a través de Cristo? ¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu Santo que ilumine nuestra vida? La respuesta es: en el pueblo de Dios, entre nosotros, que somos Iglesia. Aquí encontraremos a Jesús, al Espíritu Santo y al Padre.(S.S. Francisco, 26 de junio de 2013).

Reflexión

El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy sorprendente. Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio contemplar un primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el tiempo.

Los sumos sacerdotes, los escribas y notables del pueblo saben muy bien de qué se trata todo esto y quieren quitarlo de en medio, que no les paralice ni boicotee sus negocios.

Parece que Jesús se enfada con mercaderes y vendedores, y en parte es así. Pero su enfado no viene por su profesión, su enfado no va dirigido a los de fuera del templo, va dirigido a los de dentro. Esto que parece una apreciación sin importancia la tiene y mucha, pues el mensaje que Jesús quiere transmitir va encaminado a cada uno de nosotros. Sí, a cada uno de los cristianos que vamos a visitar el templo, a cada uno de los sacerdotes y religiosos que sirven de manera especial al Señor y a cada uno de los que llevan la iglesia con una responsabilidad mayor y de dirección. El mensaje es único: " mi casa es casa de oración ". ¿Qué querrá decirnos Jesús con esto? Quizás esté pensando en las personas que muchas veces usamos la iglesia como medio para nuestros intereses, quizás esté pensando en cada hijo suyo que frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer de que lo importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que nadie lo note.

A la Iglesia hemos de acudir de puntillas, con la confianza de un niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios, y no con los hermanos que pueden terminar en negociaciones ajenas al dueño de la casa. La Iglesia indudablemente es un misterio, y está llena de humanidad, y cuenta con fallos humanos.

Con nuestra vida sincera y sencilla y nuestra actitud orante formamos también esa otra Iglesia, que es la que vale: la Iglesia de los Santos, la Iglesia que es camino de Salvación, la Iglesia compañera nuestra en la gran aventura de encontrarnos con Dios.

Propósito

Acudir a la Iglesia con la confianza de un niño, pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios.

Diálogo con Cristo 

¡Gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento de oración! ¡Gracias por el don de tu amistad, de tu gracia y de tu misericordia! No quiero escatimar esfuerzo alguno por crecer en mi vida de oración, con tu gracia, lo podré lograr. 

IMÁGENES DE CRISTO REY















jueves, 21 de noviembre de 2013

LA NAVAJA DE AFEITAR


LA NAVAJA DE AFEITAR

Un peluquero tenía en su taller una bonita navaja: limpia y brillante, reflejaba meses de trabajo, y la satisfacción de cientos de clientes.

Un día de primavera entró un rayo de sol. La navaja notó sus propios destellos; y se llenó de orgullo y vanidad; entonces se dijo:

- Siendo yo tan luminosa ¿por qué debo seguir aquí rasurando todos los días a feos y rudos campesinos?.

Yo merezco una vida más importante que ésta.

La navaja ya no quiso trabajar y decidió esconderse un buen tiempo del peluquero, hasta que él se olvidara de ella e iniciar una nueva vida en lugares más nobles y de acuerdo a su belleza y brillo. Al día siguiente, el peluquero, al no encontrarla, tuvo que recurrir a otra navaja más vieja que la perdida.

Pasaron seis meses y la vanidosa navaja salió de su escondite y buscó el sol. Quería ver de nuevo su propia hoja blanca y brillante para deleitarse de su belleza ¡Amarga fue su sorpresa! La hoja ya no brillaba; estaba toda oxidada. Entonces la navaja rompió a llorar y se dijo:

- ¿Por qué no he seguido trabajando humildemente como antes?

El peluquero, al ver su antigua navaja ya oxidada, trató de limpiarla y recuperarla, pero con tanto tiempo sin uso el óxido la había inutilizado totalmente. Entonces el peluquero la arrojó a la basura.



MORALEJA

Cuanto más trabajemos, más brillaremos pues más útiles seremos. No te llenes de soberbia y vanidad pensando que eres único e irremplazable. Hemos de compartir nuestros valiosas habilidades con los demás. Recuerda que cuando la navaja del cuento se escondió, la vieja y jubilada navaja entró en acción.

¡¡¡Cuidado con la vanidad, pues nos puede llevar a nuestra propia ruina!!! 

Recuerda el dicho popular que dice: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir".

UNA PREGUNTA DESCONCERTANTE



UNA PREGUNTA DESCONCERTANTE


Durante mi segundo trimestre en la escuela de enfermería, nuestro profesor nos puso un examen sorpresa. Yo era un estudiante aplicado y leí rápidamente todas las preguntas para hacerme una idea de la dificultad del examen. Cuando llegué a la última pregunta, me quedé un poco desconcertado, porque estaba redactada de la siguiente forma: “¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?”

Mi pensamiento más inmediato fue que esto se trataba de algún tipo de broma. La verdad es que yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Ella era alta, cabello castaño, con gafas, de unos cincuenta años, pero... ¿cómo iba yo a saber su nombre?

Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaba  para la nota del examen. “Por supuesto”, dijo el profesor. “En sus carreras, ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aunque sólo les sonrían y digan “Hola”.

ORACIÓN DE SAN JUAN CRISÓSTOMO A JESÚS EUCARISTÍA



ORACIÓN DE SAN JUAN CRISÓSTOMO 
A JESÚS EUCARISTÍA.

¡Oh Señor!, yo creo y profeso que Tú eres el Cristo Verdadero, el Hijo de Dios vivo que vino a este mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Acéptame como participante de tu Cena Mística, ¡oh Hijo de Dios!

No revelaré tu Misterio a tus enemigos, ni te daré un beso como lo hizo Judas, sino que como el buen ladrón te reconozco.

Recuérdame, ¡Oh Señor!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Maestro!, cuando llegues a tu Reino. Recuérdame, ¡oh Santo!, cuando llegues a tu Reino.

Que mi participación en tus Santos Misterios, ¡oh Señor! no sea para mi juicio o condenación, sino para sanar mi alma y mi cuerpo.

¡Oh Señor!, yo también creo y profeso que lo que estoy a punto de recibir es verdaderamente tu Preciosísimo Cuerpo y tu Sangre Vivificante, los cuales ruego me hagas digno de recibir, para la remisión de todos mis pecados y la vida eterna. Amén.

¡Oh Dios!, se misericordioso conmigo, pecador.
¡Oh Dios!, límpiame de mis pecados y ten misericordia de mí.
¡Oh Dios!, perdóname, porque he pecado incontables veces.

LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN EL TEMPLO - 21 DE NOVIEMBRE


La Presentación de la
Santísima Virgen María 
en el Templo

21 de noviembre

Honramos hoy la Presentación en el Templo de aquella Niña de bendición. 

Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos en una piadosa tradición que surge en el escrito apócrifo llamado el «Protoevangelio de Santiago».  Según este documento la Virgen María fue llevada a la edad de tres años por sus padres San Joaquín y Santa Ana. Allí, junto a otras doncellas y piadosas mujeres, fue instruida cuidadosamente respecto la fe de sus padres y  sobre los deberes para con Dios. 

Históricamente, el origen de esta fiesta fue la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén , en el año 543. Todo eso se viene conmemorando en Oriente desde el siglo VI, y hasta habla de ello el emperador Miguel Comeno en una Constitución de 1166.

Un gentil hombre francés, canciller en la corte del Rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el Papa Gregorio XI, le contó la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. El Papa entonces la introdujo en Aviñón, y Sixto V la impuso a toda la Iglesia. 


ORACIÓN: 

Oh Dios, que quisiste que en este día 
fuese presentada en el templo la Santísima 
Virgen María, morada del Espíritu Santo: 
suplicámoste por su intercesión nos concedas 
merecer ser presentados en el templo de 
tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. 

Amén.

ORACIONES PARA VISITAR A JESÚS SACRAMENTADO


MI VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

Actos de adoración:
Vengo, Jesús mío, a visitarte.
Te adoro en el sacramento de tu amor.
Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.
Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.
Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento y recibirás hasta el fin de los siglos.
Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San Juan, tu discípulo amado, y de las almas más enamoradas de la Eucaristía.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo.
Di a Jesús cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mí.



Actos de fe:
Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo que has venido a salvarnos.
Creo que estás presente en el augusto Sacramento del Altar.
Creo que estás, por mi amor, en el Sagrario noche y día.
Creo que has de permanecer con nosotros hasta que se acabe el mundo.
Creo que bendices a los que te visitan, y que atiendes los ruegos de tus adoradores.
Creo que eres el viático de los moribundos que te aman para llevarlos al cielo.
Creo en Ti, y creo por los que no creen. (Comunión espiritual).



Actos de esperanza:
Espero en Ti, Jesús mío, porque eres mi Dios y me has creado para el cielo.
Espero en Ti, porque eres mi Padre. Todo lo he recibido de tu bondad. Sólo lo malo es mío.
Espero en Ti, porque eres mi Redentor.
Espero en Ti, porque eres mi Hermano y me has comunicado tu filiación divina.
Espero en Ti, porque eres mi Abogado que me defiendes ante el Padre.
Espero en Ti, porque eres mi Intercesor constante en la Eucaristía.
Espero en Ti, porque has conquistado el cielo con tu Pasión y muerte.
Espero en Ti, porque reparas mis deudas.
Espero en Ti, porque eres el verdadero Tesoro de las almas.
Espero en Ti, porque eres tan bueno que me mandas que confíe en Ti bajo pena de condenación eterna.
Espero en Ti, porque siempre me atiendes, y me consuelas, y nunca has defraudado mi esperanza.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!



Actos de caridad:
Te amo, Jesús mío, y te amo con todas las veras y como a nadie.
Porque Tú me has amado infinitamente,
Porque Tú me has amado desde la eternidad.
Porque Tú has muerto para salvarme
Porque Tú no has podido amar más.
Porque Tú me has hecho participante de tu divinidad y quieres que lo sea de tu gloria.
Porque Tú te entregas del todo a mi en la Comunión.
Porque Tú me das en manjar tu Cuerpo y en bebida tu Sangre.
Porque Tú estás siempre por mi amor en la Santa Eucaristía.
Porque Tú me recibes siempre en audiencia sin hacerme esperar.
Porque Tú eres mi mayor Amigo.
Porque Tú me llenas de tus dones.
Porque Tú me tratas siempre muy bien, a pesar de mis pecados e ingratitudes.
Porque Tú me has enseñado que Dios es Padre que me ama mucho.
Porque Tú me has dado por Madre a tu misma Madre.
¡Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada día más y más!
Dulce Corazón de Jesús, sé mi amor.
Te amo por los que no te aman.
Te amo por los que nunca piensan en Ti.
Te amo por los que no te visitan.
Te amo por los que te ofenden e injurian.
¡Que pena por esto!
Te amo y te digo con aquel tu siervo:
¡Oh Jesús, yo me entrego a Ti para unirme al amor eterno, inmenso e infinito que tienes a tu Padre celestial! ¡Oh Padre adorable! Te ofrezco el amor eterno, inmenso e infinito de tu amado Hijo Jesús, como mío que es. Te amo cuando tu Hijo te ama. (S. Juan Eudes).



Actos de contrición:

¡Jesús mío, misericordia!
Jesús mío; te pido perdón por los muchos pecados que he cometido durante mi vida.
Por los de mi niñez y adolescencia.
Por los de mi juventud.
Por los de mi edad adulta.
Por los que conozco y no conozco.
Por lo mucho que te he disgustado con ellos.
Por lo mal que me he portado contigo.
Siento mucho haberte ofendido.
¡Perdóname, perdóname, perdóname!
Perdóname según tu gran misericordia.
Perdóname por lo ingrato que he sido para Ti.
Perdóname y no quieras ya acordarte de mis pecados.
Perdóname y limpia mi alma de toda basura e infidelidad.
Perdóname y ten misericordia de este pobre pecador.
Perdóname, porque estoy muy arrepentido.
Perdóname, que quiero ser bueno en adelante con tu divina gracia.
Perdóname y aparta tu rostro de mis ingratitudes.
Perdóname, que me causan mucho miedo mis pecados.
Perdóname, porque me reconozco pecador y reo.
Perdóname, porque no obstante Tú sabes que te quiero mucho.
Jesús, sé para mí Jesús.
Madre mía, intercede por mí ante tu divino Hijo Jesús.
¡Dulce Corazón de María, sé mi salvación!



Actos de gratitud:
Oh Jesús, te doy rendidas gracias por los beneficios que me has dado.
Yo no sabré nunca contarlos sino en el cielo, y allí te los agradeceré eternamente.
Padre Celestial, te los agradezco por tu Santísimo Hijo Jesús.
Espíritu Santo que me inspiráis estos sentimientos, a Ti sea dado todo honor y toda gloria.
Jesús mío, te doy gracias sobre todo por haberme redimido.
Por haberme hecho cristiano mediante el Bautismo, cuyas promesas renuevo.
Por haberme dado por Madre a tu misma Madre.
Por haberme dado un grande amor a tan tierna Madre.
Por haberme dado por Protector a San José, tu Padre adoptivo.
Por haberme dado al Ángel de mi Guarda.
Por haberme conservado hasta ahora la vida para hacer penitencia.
Por tener estos deseos de amarte y de vivir y morir en tu gracia.



Actos de súplica:

Te ruego, Jesús mío, que no me dejes, porque me perderé.
Que persevere siempre en tu amor.
Que estés siempre conmigo, sobre todo cuando esté en peligro de pecar, y en la hora de mi muerte.
Que no permitas que jamás me aparte de Ti.
Que sepa padecer con resignación por Ti.
Que no me preocupe sino de amarte.
Que ame también a mis prójimos.
Que ame mucho a los pecadores.
Que ame mucho a los pobres y a los enfermos.
Que ame mucho a las almas del Purgatorio. Que saque muchas almas del Purgatorio con mis obras, que te las ofrezco a este fin.
Que ampares a tu Iglesia.
Al romano Pontífice, tu Vicario visible en la tierra.
A los Prelados y a los Sacerdotes.
A los Religiosos y Religiosas.
A los que mandan en tu nombre.
A los que gobiernan nuestra nación
A nuestra querida patria.
A mis amados parientes y allegados.
Que pagues a mis bienhechores
Que favorezcas a los que ruegan por mí.
Que bendigas a los que me miren con indiferencia y no me quieran.
Que trabaje mucho por Ti hasta la muerte.
Que me concedas una muerte santa.
Que diga al morir: ¡Jesús, Jesús, Jesús!
Que me lleves al cielo cuando muera.
Amén.

EL EVANGELIO DE HOY: 21.11.2013

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Jesús llora sobre Jerusalén
Lucas 19, 41-44. Tiempo Ordinario. Y es que el hombre, la criatura que Dios ama con ternura, puede destruirse a sí mismo.
 
Jesús llora sobre Jerusalén
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 41-44


Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita». 

Oración introductoria

Señor, ayúdame a comprender en esta oración lo que puede conducirme a la paz y a la auténtica felicidad. Abre mi mente y mi corazón, aumenta mi fe, acrecienta mi confianza, inflámame de tu amor y ayúdame a aprovechar esta oportunidad que me das para encontrarme contigo en esta meditación.

Petición


Jesús, ayúdame a evitar todo lo que te ofende y a agradarte con amor en mi comportamiento de cada día.

Meditación del Papa Francisco

"Señor, ¿a quién iremos?" pregunta el apóstol Pedro, portavoz de los seguidores fieles, ante la incomprensión de muchas de las personas que escuchaban a Jesús, y que habrían querido aprovecharse egoístamente de Él. Al plantearnos esta pregunta también nosotros somos miembros de la Iglesia de hoy, y si bien la pregunta es quizá más titubeante en nuestra boca que en los labios de Pedro, nuestra respuesta, como la del apóstol, puede ser sólo la persona de Jesús, que vivió hace dos mil años y sin embargo, nosotros podemos encontrarlo en nuestro tiempo cuando escuchamos su Palabra y estamos cerca de Él, de modo único, en la Eucaristía. ¡Que la Santa Misa no caiga para nosotros en una rutina superficial! ¡Que tomemos cada vez más de su profundidad! Hay que afinar nuestra vista espiritual por su amor. Es necesario aprender a vivir la Misa, como lo pedía el beato Juan Pablo II, recordando que a esto nos ayuda el hecho de detenernos en adoración ante el Señor eucarístico en el tabernáculo y recibir el Sacramento de la Reconciliación. (cf S.S. Francisco, 10 de junio de 2013).

Reflexión

Jesús llora por Jerusalén. Y profetiza una realidad que seguimos contemplando hoy. Existe división, existen enfrentamientos, existe desencuentro, existen guerras. A lo largo de todo el Antiguo Testamento la tierra prometida ha sido un punto de referencia, una esperanza y hasta cierto punto la garantía de un pueblo. Sin embargo, no es suficiente para la salvación, la tierra no deja de ser un lugar y sus miembros los responsables de lo que en ella sucede.

El pasaje de hoy parece sorprendente. Por un lado Jesús profetiza una realidad negativa de este mundo y por otro llora por el presente y el futuro de un pueblo. Jesús ama su tierra, ama a su pueblo y sufre por lo que no ve en él. El enfrentamiento es consecuencia de no entender lo que conduce a la paz, de obstinarse en creer que la paz global no es el resultado de la paz con uno mismo. Quizás, cuando Jesús llora, esta teniendo presente todas las guerras que se sucederán en el tiempo, todo el dolor que el hombre se produce a sí mismo. Y es que el hombre, la criatura que Dios ama con ternura, puede destruirse a sí mismo.

Podemos pensar en la guerra como en algo lejano en el espacio y en el tiempo, algo ajeno a nuestra realidad cotidiana. Y algo por lo que no podemos hacer mucho. Sin embargo nosotros podemos ser ángeles de paz o demonios de guerra. Porque la guerra en definitiva es el odio, es el rencor, el tomarse la justicia por su mano. Cuando no perdonamos una falta de caridad que han tenido con nosotros, cuando guardamos y recordamos el mal que nos han hecho, no estamos entendiendo lo que conduce a la paz.

Porque el hombre tiene un sentido de la justicia limitado y sobretodo imposible de realizar de modo exclusivamente horizontal. Porque nosotros somos limitados y vamos a fallar muchas veces, vamos a herir, aun sin intención, y vamos a ser heridos. No podemos aplicarnos un sentido de la paz irrealizable. Jesús llora porque nos obstinamos en no aceptar las normas flexibles del amor.

Propósito

Buscar la paz, que es fruto del amor y del perdón, de la comprensión y de la lucha por mejorar y amar sin medida. Jesús llora porque nos obstinamos en no aceptar las normas flexibles del amor.

Diálogo con Cristo

Señor, no puedo cerrar mi corazón y ahogar en mi egoísmo mi celo apostólico. Fortaléceme, hazme generoso para crecer en el amor y dedicarme a mi misión con ahínco, y así, hacer cuanto pueda para que la Nueva Evangelización llegue a muchas más personas. 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

ORACIÓN DEL ENFERMO



ORACIÓN DEL ENFERMO

¡Oh Dios!, de mi debilidad y mi fortaleza,
de mi tristeza y de mi alegría,
de mi soledad y compañía,
de mi incertidumbre y esperanza.

En la noche de mi enfermedad
me pongo en tus manos de Padre:
Alumbra esta oscuridad con un rayo de tu Luz,
abre una rendija a mi esperanza,
llena con tu Presencia mi soledad.

Señor, que el sufrimiento no me aplaste,
para que también ahora
sienta el alivio de tu Amor
y sea agradecido a la generosidad
de cuantos sufren conmigo.


Amén

EL EVANGELIO DE HOY:20.11.2013

Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Parábola de los talentos
Lucas 19, 11-28. Tiempo Ordinario. Dios es a la vez infinitamente misericordioso y justo.
 
Parábola de los talentos
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 11-28

Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio diez talentos y les dijo: "Negociad hasta que vuelva." Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: "No queremos que ése reine sobre nosotros." «Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: "Señor, tu talento ha producido diez talentos." Le respondió: "¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades." Vino el segundo y dijo: "Tu talento, Señor, ha producido cinco talentos." Dijo a éste: "Ponte tú también al mando de cinco ciudades." «Vino el otro y dijo: "Señor, aquí tienes tu talento, que he tenido guardada en un lienzo; pues tenía miedo de tí, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste." Dícele: "Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Y dijo a los presentes: "Quitadle el talento y dádsela al que tiene los diez talentos." Dijéronle: "Señor, tiene ya diez talentos." - "Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará." «"Pero a aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí."» Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.

Oración introductoria

Gracias, Señor, por recordarme la importancia de multiplicar los dones que me has dado en custodia. No quiero tener nunca miedo a tu exigencia, ni quiero justificar mi pereza, apatía o pasividad, por ello recurro a Ti en esta oración, dame la sabiduría y audacia para multiplicar los talentos que he recibido.

Petición

Padre mío, ayúdame a corresponderte con generosidad, responsabilidad y eficacia creciente.

Meditación del Papa Francisco

La segunda parábola, la de los talentos, nos hace reflexionar sobre la relación entre cómo empleamos los dones recibidos de Dios y su retorno, cuando nos preguntará cómo los hemos utilizado. Conocemos bien la parábola: antes de su partida, el señor entrega a cada uno de sus siervos algunos talentos para que se empleen bien durante su ausencia. Al primero le da cinco, al segundo dos y al tercero uno. En el período de ausencia, los primeros dos siervos multiplican sus talentos —son monedas antiguas—, mientras que el tercero prefiere enterrar el suyo y devolverlo intacto al señor. A su regreso, el señor juzga su obra: alaba a los dos primeros, y el tercero es expulsado a las tinieblas, porque escondió por temor el talento, encerrándose en sí mismo. Un cristiano que se cierra en sí mismo, que oculta todo lo que el Señor le ha dado, es un cristiano... ¡no es cristiano! ¡Es un cristiano que no agradece a Dios todo lo que le ha dado! Esto nos dice que la espera del retorno del Señor es el tiempo de la acción —nosotros estamos en el tiempo de la acción. (S.S. Francisco, 24 de abril de 2013).

Reflexión

El evangelio de hoy contiene una exigencia y a la vez una gran confianza de Dios en cada uno de nosotros. Jesús una vez más habla a través de parábolas sencillas que encierran toda la grandeza de su mensaje y que son una invitación a saber descubrir la grandeza de la vida corriente. Parece duro, o al menos exigente el pasaje de hoy, y nos muestra la gran diferencia entre el temor de Dios y el temor a Dios.

Dios es infinitamente justo, Dios es infinitamente misericordioso. Parece contradictorio que Dios sea infinitamente justo y a la vez infinitamente misericordioso, pues en el primer caso parece difícil de entender su actuación que sin su infinita misericordia parecería no responder a su ser. Sin embargo, hemos de aceptar que para nosotros Dios siempre será un misterio, que sólo Él mismo nos puede desvelar. Si nos fijamos exclusivamente en su justicia es fácil que caigamos en una especie de miedo paralizador que nos haga creer en la imposibilidad de nuestra salvación y nos haga verle como un juez justo y severo.

Esto nos convertirá en personas que temen a Dios, personas que intentan rehuirle, que se arredran y no arriesgan por temor a perder: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras..." Nuestra visión se nubla hasta el punto de convertir a Dios en un ser exigente e injusto y no ponemos en juego todo lo que tenemos sino que de hecho lo escondemos.

Sin embargo, cuando contemplamos la justicia y la misericordia de Dios, en seguida entendemos que Dios ante todo es Bueno, que quiere que nos salvemos. Pero para eso tenemos que querer y tenemos que dejarle hacer. Tomarse en serio a Dios, tomar en serio sus cosas significa tener temor de Dios, y significa poner en juego todo aquello que nos ha dado, siendo conscientes de que muchas veces fallaremos y no daremos el fruto que nos gustaría. Eso no importa, porque a Él sólo le preocupan nuestras intenciones. Muchas veces sólo podremos ofrecer eso, nuestro propósito de hacer las cosas lo mejor posible, desprendiéndonos del resultado final. En cualquier caso, nuestras actitudes delatan y ponen de manifiesto nuestras intenciones.

Propósito

Pidámos a Dios, como nos enseña el Papa, que nos ayude a ser siervos buenos y fieles, para que podamos participar un día en el gozo de nuestro Señor.

Diálogo con Cristo

Jesús, no quiero ser un espectador pasivo, sino un colaborador infatigable de tu Reino. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad y hacer multiplicar todos los dones que me has confiado. Tengo mucho que dar, pero mucho más que ganar, si uso mis talentos para extender tu Reino. 

SALVAR A TODOS


Salvar a todos
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD    


Cuenta la leyenda que cuando Buda llegó al cielo, le abrieron las puertas y fue invitado inmediatamente a entrar. Pero él reflexionó, aún fuera, y dijo: “¿Cómo puedo entrar cuando tantos quedan fuera todavía? Mí deber es ayudarles a que encuentren el camino y lleguen a la puerta. Después de que todos entren, entraré yo”.
             La inquietud de evangelizar, de salvar, de dedicar la vida a los otros, nace cuando uno se encuentra con el Dios vivo.

            Pablo de Tarso testimonia: “Iba yo hacia Damasco, cuando de repente, a eso del mediodía, una gran luz que bajada del cielo me envolvió con su resplandor” (Hch 22,6).

             Dios entró en la vida de Pablo sin pedirle permiso; y a este hombre que había obtenido licencia para perseguir y matar a los cristianos, se le encomienda la tarea de anunciar el mensaje de amor evangélico a todos los pueblos. Y Pablo, misionero extraordinario y cargado de entusiasmo, extiende el nombre de Jesús en todas las direcciones.

             Cuando Pablo se convierte al Señor en el camino de Damasco, una profunda ceguera se apodera de él durante tres días, hasta que se le caen como unas escamas de sus ojos y puede ver de nuevo y de una forma distinta. Esta nueva mirada le empuja a dedicar toda la vida al Señor y a su causa.

             Formando parte de la comunidad de Antioquía, descubren un día, a la luz de la oración, que el Evangelio no puede encerrarse en una cultura, sino que ha de ser sembrado por todo el mundo. Y esta misma comunidad selecciona a Pablo para anunciar el mensaje que ellos tratan de vivir.

              Pablo empieza otro recorrido: el que marca el Evangelio. Durante trece años de vida misionera recorre más de 15,000 kms. encarando toda clase de peligros, soportando toda suerte de dolores, sufriendo persecución, gastándose y desgastándose por Cristo y por las personas. No va en actitud arrogante, sino confiando en el Señor porque sólo salva la gracia de Dios.

              Jesús fue la fuerza que animó a Pablo a predicar y a enseñar en privado y en público. Como apóstol, estaba convencido de que Jesús lo había amado hasta el extremo. Por tanto, él debía optar por Cristo, arrostrando toda clase de persecuciones por causa del Evangelio. No era él el que actuaba; era Jesús. ‘‘Estoy vivo, pero no soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mí” (Gá 2,20).

LA ORACIÓN DEL ÁNGELUS


SÉ AMANTE DEL SILENCIO



Sé amante del silencio
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD   


La palabra que no va precedida de una preparación, de una reflexión en silencio, corre el riesgo de ser vana.
El silencio no está de moda, dicen algunos. Nunca lo ha estado, afirman otros.

La verdad es que vivimos en un mundo de ruidos; estamos tan acostumbrados a ellos que no sabemos vivir sin ruidos. El silencio nos aterra, nos espanta y lo consideramos propio de monjes y ermitaños. Sin embargo, aunque vivimos inmersos en una cultura del ruido, el silencio es importante. El ser humano contemporáneo, aún inconscientemente, está gritando con Verlaine: “Dadme silencio y el amor del misterio”.

El silencio no es contrario a la palabra. Ésta tiene que reposar en aquél, porque “el resonar de la palabra auténtica puede brotar sólo desde el silencio” (Heidegger).

¿Qué es el silencio?

“Existe la ausencia de ruido, escribe Le Chevalier, y existe el silencio. El silencio es la paz; la ausencia de ruido, a veces, es la nada angustiosa”.

“El silencio, ha escrito Picard, pertenece a la estructura fundamental del hombre”. En él, afirma Guardini, se realiza el conocimiento auténtico”. Para Gandhi, “el silencio dilata el espacio de tiempo de nuestra vida”; para Psichari, es “un gran maestro de verdad”; para Lavelle, “es la forma más perfecta del pudor”; para san Pablo de la Cruz, “la llave de oro que conserva el tesoro de las virtudes”; para Bossuet, “el guardián del alma”. El silencio es algo más que callar la palabra, es el fruto de un convencimiento de concentración, meditación, reflexión y oración.

            El silencio puede asumir múltiples significados. Hay silencios positivos de aceptación, de promesa, creativos... Pero no todo en el silencio es positivo. Así como existe la palabra vana e hiriente, se da el silencio negativo y destructivo. Existe el silencio falso, como existe la palabra falsa. Existe el silencio de amenaza, de cólera, de odio, rencor... “Algunos, ha escrito Canetti, consiguen la cima de su maldad en el silencio”. Otros, con el silencio, callan la injusticia, el robo, la mentira...

            Para progresar en el silencio hay que dominar la lengua, los impulsos, los deseos... ya que el lenguaje que escucha es el del amor.

            El silencio prepara el camino para el encuentro con Dios, para escuchar a los otros y para escucharse uno mismo. Quien desee progresar en los caminos del Espíritu deberá hablar poco a las criaturas y mucho a Dios. Tendrá que guardar silencio al trabajar, al andar; silencio de los ojos, de los oídos, de la voz; silencio de la imaginación, de la memoria... Es necesario guardar el silencio de la mente, callar los pensamientos inútiles...

“Por el silencio se reconoce a los que llevan a Dios en el corazón” (G. Tersteegen).

martes, 19 de noviembre de 2013

EL EVANGELIO DE HOY: 19.11.2013

Autor: P Clemente González | Fuente: Catholic.net
Conversión de Zaqueo
Lucas 19, 1-10. Tiempo Ordinario. Cuando encontramos a Jesús en nuestra vida no podemos permanecer iguales.
 
Conversión de Zaqueo
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10


Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». 

Oración introductoria

Jesús, como Zaqueo quiero conocerte mejor, pero hay muchas cosas que me lo impiden y me distraen. Hoy vengo a esta oración dispuesto a encontrarme contigo. Mírame Señor, con ese amor con que miraste a Zaqueo, ven a mí, prometo no dejarte ir nunca más.

Petición

Señor, haz que venga hoy tu salvación a mi alma.

Meditación del Papa Francisco

Por favor, no os canséis de ser misericordiosos. A los enfermos les daréis el alivio del óleo santo, y también a los ancianos: no sintáis vergüenza de mostrar ternura con los ancianos. [...] Conscientes de haber sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios, ejerced con alegría perenne, llenos de verdadera caridad, el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando el propio interés, sino el de Jesucristo. Sois Pastores, no funcionarios. Sois mediadores, no intermediarios. Finalmente, al participar en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos a vuestro Obispo, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tened siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, sino para servir, y buscar y salvar lo que estaba perdido. (S.S. Francisco, 21 de abril de 2013).

Reflexión

Zaqueo que era un hombre pecador se encuentra con Jesús. Pero este encuentro no sucede de manera fortuita, sino que nace de la curiosidad de este hombre, que seguramente admiraba a Jesús en secreto. Al pasar Jesús por Jericó había mucha gente reunida con la esperanza de ver cómo era ese profeta del que tanto se oía. Uno de ellos era Zaqueo, hombre de mala reputación, ya que se dedicaba a cobrar impuestos y además era muy rico. Su baja estatura le impedía ver a Jesús. Entonces corrió adelantándose para subirse a un árbol y desde ahí poder contemplar a Jesús en el momento en que pasara. Y al pasar Jesús miró hacia arriba y le dijo "Zaqueo, baja enseguida, pues hoy tengo que quedarme en tu casa". Él bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Y todo el pueblo murmuraba: "Se ha ido a casa de un rico pecador". Zaqueo dijo resueltamente a Jesús: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres y a quien le haya exigido algo injustamente le devolveré cuatro veces más". Jesús le contestó: "Hoy ha entrado la salvación a esta casa, pues también este hombre es un hijo de Abraham. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido"

Cuán transformante habrá sido el encuentro de Zaqueo con Jesucristo para que este hombre decidiera corregir el rumbo de su vida. Probablemente desde el momento en que Zaqueo con tanto interés buscó a Jesús, sabía que su modo de actuar no era el correcto y sabía que conocer a ese profeta le cambiaría la vida, aunque esto tuviera muchas consecuencias. Zaqueo al subir al árbol, vence el respeto humano. Pone los medios necesarios para un encuentro cara a cara con el Señor. No imaginó que Jesucristo le pediría hospedarse en su casa. Y bajó del árbol rápidamente y lo recibió con alegría.

Qué actitud tan hermosa la de Zaqueo, que conociendo sus pecados, acepta al Señor y atiende rápidamente a su petición. Todos los cristianos podemos imitar esta actitud de prontitud ante los reclamos del Señor y una prontitud alegre, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días. Zaqueo no podía seguir siendo el mismo después de conocer personalmente a Cristo. Decide restituir a toda persona que haya engañado. Y Cristo, que conoce el corazón de cada hombre, le da la buena noticia: "Hoy la salvación ha entrado a su casa".

Propósito

Imitar esta actitud de prontitud alegre de Zaqueo a lo que Jesús nos pide, porque no hay mayor motivo de felicidad y alegría que Jesús nos llame y lo hace todos los días.

Diálogo con Cristo 

Señor Jesús, necesito este encuentro contigo en la oración. El ejemplo de Zaqueo me hace ver que quien te deja entrar en su vida, no pierde nada de lo que realmente hace la vida bella, buena y grande. Tu amistad abre las puertas de un horizonte inmenso. Ayúdame a hacer la misma experiencia y a no tener miedo de abrirte de par en par las puertas de mi corazón. 

ORACIÓN POR UN ENFERMO


Oración por un enfermo

Señor Jesús, aquel (aquella) a quien amas está enfermo (a). Tú lo puedes todo; te pido humildemente que le devuelvas la salud. Pero, sin son otros tus designios, te pido le concedas la gracia de sobrellevar cristianamente su enfermedad.

En los caminos de Palestina tratabas a los enfermos con tal delicadeza que todos venía a ti, dame esa misma dulzura, ese tacto que es tan difícil de tener cuando se esta sano.

Que yo sepa dominar mi nerviosismo para no agobiarle, que sepa sacrificar una parte de mis ocupaciones para acompañarles, si es su deseo.
Yo estoy lleno de vida, Señor, y te doy gracias por ello. Pero haz que el sufrimiento de los demás me santifique, formándome en la abnegación y en la caridad. Amén

NO TIRES LA PRIMERA PIEDRA


No tires la primera piedra


Si de tu padre siempre encontraste la mano,
si a tu madre nunca buscaste en vano;
si nunca padeciste hambre,
ni la miseria fue tu compañera..
No tires la primera piedra.

Si nunca sufriste la injusticia
de insultos, condenas y malicias;
si nunca fuiste humillado,
ni en soledad mil veces has llorado..
No tires la primera piedra.

Si nunca has conocida la locura,
ni estuviste sediento de ternura,
ni buscado en el fondo de un vaso
la forma de olvidarte de un fracaso...
No tires la primera piedra.

Si nunca has contenido un sollozo
tumbado en el rincón de un calabozo;
si nunca te tuviste que bajar
sin tan siquiera tener derecho a hablar...
No tires la primera piedra. 

lunes, 18 de noviembre de 2013

LAS PARTES DE LA SANTA MISA


ORACIÓN DE LA SANGRE DE CRISTO:


ORACIÓN DE LA SANGRE DE CRISTO:

Señor Jesús, en tu nombre y con el Poder de tu Sangre Preciosa
sellamos toda persona, hechos o acontecimientos a través de los cuales el enemigo nos quiera hacer daño.

Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos toda potestad destructora en el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego, 
debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas 
de la naturaleza, en los abismos del infierno, 
y en el mundo en el cual nos movemos hoy.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
rompemos toda interferencia y acción del maligno. 
Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares 
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen 
acompañada de San Miguel, San Gabriel, 
San Rafael y toda su corte de Santos Ángeles.

Con el Poder de la Sangre de Jesús 
sellamos nuestra casa, todos los que la habitan 

(nombrar a cada una de ellas), 

las personas que el Señor enviará a ella, 
así como los alimentos y los bienes que 
Él generosamente nos envía
para nuestro sustento.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos tierra, puertas, ventanas, 
objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos,
y en fe colocamos un círculo de Su Sangre
alrededor de toda nuestra familia.

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos los lugares en donde vamos 
a estar este día, y las personas, empresas 
o instituciones con quienes vamos a tratar 
(nombrar a cada una de ellas).

Con el Poder de la Sangre de Jesús
sellamos nuestro trabajo material y espiritual, 
los negocios de toda nuestra familia, 
y los vehículos, las carreteras, los aires, 
las vías y cualquier medio de transporte 
que habremos de utilizar.

Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos,
las mentes y los corazones de todos los habitantes 
y dirigentes de nuestra Patria a fin de que 
Tu Paz y Tu Corazón al fin reinen en ella.

Te agradecemos Señor por Tu Sangre y 
por Tu Vida, ya que gracias a Ellas 
hemos sido salvados y somos preservados 
de todo lo malo. Amén

EL EVANGELIO DE HOY: 18.11.2013

Autor: P Clemente Gonzélez | Fuente: Catholic.net
El ciego de Jericó
Lucas 18, 35-43. Tiempo Ordinario. Cristo se compadece de nuestras necesidades, solo hay que pedirlo con fe.
 
El ciego de Jericó
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43

Sucedió que, al acercarse él a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazoreo y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?» El dijo: «¡Señor, que vea!» Jesús le dijo: «Ve. Tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios.

Oración introductoria

Señor Jesús, aquí me tienes, como un mendigo ciego y pobre. ¡Ten compasión de mí! ¡Haz que vea y experimente en esta meditación el gran amor que Tú me tienes! Que tu Palabra penetre en mi mente y en mi corazón.

Petición

Señor, concédeme perseverar en la vida de oración y en mi fidelidad a Ti.

Meditación del Papa Francisco

Los apóstoles que impiden a la gente acercarse a Jesús no lo hacían por maldad, querían sólo ayudarle, como lo habían hecho aquellos que en Jericó trataron de hacer callar al ciego que, advertido de la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y hacerse salvar. Era como si hubieran dicho: el protocolo no lo permite: este es la segunda persona de la Trinidad, ¿qué haces? Esto me hace pensar en muchos cristianos... Lo que sucede cuando dos novios que quieren casarse, se presentan en la secretaría de una parroquia y, en vez de apoyo o de felicitaciones, oyen enumerar los costes de la ceremonia o les preguntan si sus documentos están bien. Así a veces estos encuentran la puerta cerrada. De este modo quien tendría la posibilidad de abrir la puerta dando gracias a Dios por este nuevo matrimonio no lo hace, al contrario la cierra. Tantas veces somos controladores de la fe en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente. Es una tentación que tenemos; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor. (cf S.S. Francisco, 25 de mayo de 2013).

Reflexión

Cada vez que Jesús llegaba a una población se armaba un gran revuelo. Mucha gente tenía un deseo de conocerle por lo que habían oído de Él y otros lo hacían por mera curiosidad. Al acercarse a Jericó se encuentra un ciego que pedía limosna. Se sorprende al escuchar tanto ruido y se interesa por lo que pasa. Alguien le dice: "Jesús, el de Nazaret, está pasando por ahí", y el ciego comienza a gritar: "Hijo de David, ten compasión de mí". Con esto consiguió que algunos se molestaran con sus gritos e intentaron que se callara. Pero insistía más. Jesús se detiene y ordena que le traigan al ciego. Le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? "Señor, que vea", respondió. La reacción de Jesús es inmediata: "Recobra la vista, tu fe te ha salvado". El ciego logra por su fe lo que Cristo ofrece por su caridad.

Cuánto nos enseña el Señor en un solo hecho. En este pasaje se muestra una persona que busca la solución a su problema físico. Solución que pasa por la fe. Este hombre probablemente nunca había visto al Señor; habría oído mucho sobre él. Esto le bastó para creer que Jesús era hijo de David y también para saber que Jesucristo tenía un corazón tan grande que siempre se compadecía de aquellos que sufrían. Cristo nunca coarta la libertad, sino que respeta profundamente a cada ser humano. "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego responde sencillamente con lo que tenía dentro del corazón: "Señor haz que vea", y Jesús se compadece de inmediato.

Lo hermoso del pasaje y lo que nos puede ayudar a reflexionar más es la actitud del ciego una vez que deja de serlo, y es que "sigue a Jesús glorificando a Dios".

Propósito

No sólo buscar a Jesús por conveniencia o por curiosidad, sino buscarlo para tener un encuentro personal con Él.

Diálogo con Cristo

Señor, dame la fe para saber que Tú siempre estás conmigo. Necesito la habilidad de ver todo desde tu punto de vista. Permíteme adorarte y glorificarte por tu constante compañía y por nunca dejarme solo en mis problemas y tristezas. Aumenta mi fe para ser capaz de experimentar tu amor en las dificultades y pruebas. 
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...