martes, 2 de julio de 2013

NO CREO EN DIOS...


No creo en Dios

Érase una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas, como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.

Una Nochebuena en que estaba nevando, la esposa se disponía a llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon y él se quedó en casa.

Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veía era una cegadora tormenta de nieve. Y decidió relajarse sentado ante la chimenea.

Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había golpeado la ventana. Luego, oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero no logró ver a más de unos pocos metros de distancia. Cuando empezó amainar la nevada, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana.

En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto iban camino al sur para pasar allí el invierno, y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve y no pudieron seguir. Perdidos, terminaron en aquella finca sin alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban bajo en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado con su ventana.

Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. No parecía que se hubieran dado cuenta siquiera de la existencia del granero y de lo que podría significar en sus circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más.

Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran en todas direcciones menos hacia el granero. Por mucho que lo intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

-¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

-Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo pensando en voz alta.

Seguidamente, se le ocurrió una idea. Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó.

Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza:

-Si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!

Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día:

-¿Por qué iba Dios a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Diriase que nosotros éramos como aquellos gansos: estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino y, por consiguiente, salvarnos. El agricultor llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Natividad.

Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca, su alma quedó en quietud y meditó en tan maravillosa idea. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Jesús a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. 

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria: 
"¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!"

RECETA SECRETA PARA LA FELICIDAD


Receta secreta de la felicidad
(Porciones para toda la familia... con el sabor de lo nuestro)

INGREDIENTES
1 kilogramo de recuerdos infantiles
2 tazas de sonrisas
2.5 kilogramos de esperanzas
100 gramos de ternura
5 latas de cariño
40 paquetes de alegría
1 pizca de locura
8 kilogramos de amor
5 kilogramos de paciencia

PREPARACIÓN

1.- Limpia los recuerdos, quitándoles las partes que estén echadas a perder o que no sirvan, Agregarle una a una las sonrisas, hasta formar una pasta suave y dulce.

2.- Ahora, añade las esperanzas y permite que repose, hasta que doble su tamaño.

3.- Lava con agua cada uno de los paquetes de alegría, pàrtalos en pequeños pedacitos y mezcla con todo el cariño que encuentres.
4.- Aparte, incorpora la paciencia, la pizca de locura y la ternura cernida. Reserva.

5.- Divide en porciones iguales todo el amor y cúbrelos con la mezcla anterior.

6.- Hornéalas durante toda tu vida en el horno de tu corazón.

7.- Disfrútalas siempre con toda tu familia... con el sabor de lo nuestro.

**Consejo: Puedes agregar a la mezcla anterior dos cucharadas de comprensión y 300 gramos de comunicación para que esta receta te dure para siempre.**

EL EVANGELIO DE HOY: 02.07.2013

Autor: Samuel Hurtado | Fuente: Catholic.net
¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Mateo 8,23-27. Tiempo Ordinario. Jesús, tu duermes en la barca de mi alma si y necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que “no te enteras de mi vida”.
 
¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Del santo Evangelio según san Mateo 8,23-27

Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Oración introductoria

Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición

Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación del Papa

Cristo presente en medio de nosotros se hace nuestro compañero de viaje en la vida de la Iglesia, que celebra su misterio.
Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, alimentada por la escucha de la Palabra de Dios, debería ayudarnos a ver el mundo de una manera diversa, a interpretar cada uno de los acontecimientos de la vida y de la historia como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos garantizan su cercanía en todas las situaciones; en particular, esta certeza debería prepararnos para acogerlo cuando "de nuevo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin" Benedicto XVI, 30 de noviembre de 2008

Reflexión apostólica

La palabra del Papa, toca uno de los puntos más comunes en la vida: la incertidumbre de lo que nos pasa o pasará. En esto, se distinguen quienes no tienen fe de los creyentes: se preocupan demasiado en qué comerán o ganarán el día de mañana, mientras que el cristiano se prepara para el futuro viviendo rectamente el presente. Dios nos va poniendo en el camino las soluciones; pero sólo las vemos a largo plazo. Es aquí donde entra nuestra fe: hoy, quizá, nos atrapa la estrechez económica o la muerte de un ser querido… sin embargo, Dios lo permite, porque de ello sacará un bien mucho mayor. Y mientras no alcanzamos a ver el "porqué", Cristo nos acompaña y su sola presencia y nuestra oración nos darán la fuerza para llegar a ser felices con Él.

Propósito

Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo

Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.


Creo, Señor, pero que crea con más firmeza (San Clemente XI, Oraciones)



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Samuel Hurtado 

    lunes, 1 de julio de 2013

    ORACIÓN POR LOS ENFERMOS


    DIOS, FORTALEZA DEL QUE SUFRE


    DIOS, FORTALEZA DEL QUE SUFRE


    Señor, ayúdame a ser un cristiano tan consciente,
    que me dé cuenta de mis propias limitaciones;
    tan valiente, que no me hunda
    ante las inevitables dificultades de la vida;
    y tan humilde que llegue a descubrir que sin Ti
    nunca sabré llevar mi cruz de cada día.

    Haz, Señor, que cuando me llegue el dolor o la prueba,
    no la mire nunca como un castigo que Tú me envías,
    sino como una oportunidad que me brindas
    de poderte demostrar que mi amor es serio
    y que soy consecuente con la fe que profeso.

    Que el dolor, Señor, me haga cada vez más maduro
    como persona y como cristiano;
    que me haga más comprensivo con los demás;
    que me haga más amable, más tierno, más humano
    que cuando el dolor llegue a mi puerta,
    lejos de hacerme el mártir
    o de tomar actitudes de víctima propiciatoria,
    sepa repartir paz y alegría en medio de los que me rodean.

    AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS

    Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
    Ama y haz lo que quieras
    No seas prisionero de la rutina o del cansancio: algo nuevo, vivo, fresco debes encontrar cada día, que transforme esa jornada en una aventura.
     
    Ama y haz lo que  quieras

    "Ama y haz lo que quieras".

    Mientras ames a Cristo y por Cristo a los hombres y por Cristo a la vocación de cristiano o de consagrado, puedes hacer lo que quieras; el amor te mantendrá en el justo orden.

    Si se dice a la inversa: "Haz lo que quieras y no ames", estarás perdido; perdido estuviste tantas veces por querer hacer tu vida sin amor, perdido estás ahora por querer hacer y hacer, y no darte tiempo para amar.

    Amar a Cristo es tarea sencilla. Se logra con los detalles de cada día. Sumados todos los pequeños sacrificios de una jornada, forman una gran cosecha. A veces hace uno las cosas, las tiene que hacer, pero el amor brilla por su ausencia; tantas otras el amor se supone, pero no existe, y las más, existe moribundo, enclenque, enflaquecido, que da pena.
    Eres lo que amas, vives o mueres del corazón.

    "Ama y haz lo que quieras": entonces, ama y despreocúpate de todo. Cada día es una oportunidad de amar, cada día debes verlo con la ambición, con la ilusión del enamorado, que no se conforma con un amorcillo cualquiera, sino que sólo descansa en el amor eterno y en el amor total.

    El amor es la respuesta, amor apasionado, amor gigante al Gigante del amor. Si dejas de amar, nadie te salva, pero, si el amor vigila, no hay porqué temer.

    Tienes un peligro ante la vista, el tomar los propósitos con estilo militar, el olvidarte del amor por anclarte en el hacer. Por amor te levantas y por amor te acuestas, por amor luchas y trabajas y por amor, descansas. La oración te lanza al amor y el apostolado lo haces por amor. Si el amor en ti es más fuerte que la muerte, también tú podrás gritar: "¿Quién me arrancará del amor a Cristo?"

    "Ama y haz lo que quieras". No quieras complicar tu trabajo por las almas ni la vida misma, debes concentrarte en este sólo amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Pregúntate al despertar cada mañana: ¿De qué nueva forma voy a amar a Cristo?
    No seas prisionero de la rutina o del cansancio: algo nuevo, vivo, fresco debes encontrar cada día, que transforme esa jornada en una aventura.

    "Ama y haz lo que quieras": Ama cuando rezas, cuando trabajas en el colegio o en la oficina, cuando te encierras en tu cuarto, cuando conduces el coche o caminas por los campos.

    ¡Ama! Ama todo lo que puedas, pon tu corazón a mil revoluciones; el amor, verás, terminará con todas tus cadenas, las cadenas antiguas que te hicieron agonizar en la mazmorra. El amor te llevará a la cumbre de la santidad, el amor te volverá intrépido en la batalla del Reino; ama y despreocúpate; pero, cuidado con los enemigos del amor. Si tu amor muere, habrás muerto tú, y asistirán a tu sepultura, la sepultura de tus grandes ideales, las pasiones guiadas por el Padre de la mentira.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC 

    EL MEJOR LENGUAJE SOBRE DIOS


    EL MEJOR LENGUAJE SOBRE DIOS
    Dije al almendro: háblame de Dios y el almendro floreció,

    Dije al pobre: háblame de Dios, y el pobre me ofreció su capa.

    Dije al sueño: háblame de Dios y el sueño se hizo realidad.

    Dije a un campesino: háblame de Dios y el campesino me enseñó a labrar.

    Dije a la naturaleza: háblame de Dios y la naturaleza se cubrió de hermosura

    Dije a un amigo: háblame de Dios y el amigo me enseñó a amar.

    Dije a un pequeño: háblame de Dios y el pequeño sonrió.

    Dije a un ruiseñor: háblame de Dios y el ruiseñor se puso a cantar.

    Dije a la fuente: háblame de Dios y el agua brotó.

    Dije a mi madre: háblame de Dios y mi madre me dio un beso en la frente.

    Dije a la gente: habladme de Dios y la gente se amaba.

    Dije a la voz: háblame de Dios y la voz no encontró palabras.

    Dije al dolor: háblame de Dios y el dolor se transformó en agradecimiento.

    Dije a la Biblia: háblame de Dios y la Biblia no paró de hablar

    Dije a Jesús: háblame de Dios y Jesús rezó el Padrenuestro.

    Dije temeroso al sol poniente: háblame de Dios y el sol se ocultó sin decirme nada. Pero al día siguiente al amanecer, cuando abría la ventana, ya me volvió a sonreir.

    LA ESPERANZA ES LO MÁS FUERTE


    LA ESPERANZA ES LO MÁS FUERTE


    La esperanza es un arma que no debemos dejar de la mano; trabaja allí donde no parece haber remedio. Un proverbio dice que hay en el mundo diez cosas más fuertes la una que la otra, y en relación ascendente. Son estas:

    Lo más fuerte serían las montañas; pero el hierro es más fuerte, porque deshace las montañas.

    El fuego es más fuerte, porque funde el hierro.

    El agua vence al fuego, porque lo apaga.

    Las nubes desafían al agua, porque se apoderan de ella.

    El viento se ríe de las nubes, porque las disipa.

    El hombre camina contra el viento y lo vence.

    El vino aturde al hombre a pesar de su inteligencia.

    El sueño es más fuerte que el vino, porque hace desaparecer sus efectos.

    Pero la tristeza ahuyenta el sueño e impide conciliarlo.

    Mas la esperanza en Dios vence la tristeza y por eso es lo más fuerte de todo.

    EL EVANGELIO DE HOY: 01.07.2013

    Autor: Xavier Caballero | Fuente: Catholic.net
    Condiciones de los seguidores de Jesús
    Mateo 8, 18-22. Tiempo Ordinario. Si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora?
     
    Condiciones de los seguidores de Jesús

    Del santo Evangelio según san Mateo 8, 18-22

    Viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos». 

    Oración introductoria

    Señor, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Teóricamente yo también quiero seguirte, ansío ser fiel a los innumerables dones de tu gracia; pero, bien conoces mi debilidad, mis apegos… Hoy me pongo de rodillas ante Ti y te suplico me des la luz y la fuerza de tu Espíritu Santo.

    Petición

    Ven, Espíritu Santo, aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad

    Meditación del Papa

    Quien lee atentamente el texto descubre que las Bienaventuranzas son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura. Él, que no tiene donde reclinar la cabeza, es el auténtico pobre; El, que puede decir de sí mismo: Venid a mí, porque soy sencillo y humilde de corazón, es el realmente humilde; Él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él. Pero precisamente por su oculto carácter cristológico las Bienaventuranzas son señales que indican el camino también a la Iglesia, que debe reconocer en ellas su modelo; orientaciones para el seguimiento que afectan a cada fiel, si bien de modo diferente, según las diversas vocaciones. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 36).

    Reflexión

    El riesgo es parte sustancial de la condición humana. No se puede en este mundo hacer nada serio sin exponerse, con frecuencia, al fracaso. Y, desde luego, la única manera de no equivocarse nunca – es decir, de equivocarse siempre – es renunciar a toda aventura por pura cobardía. Sí, estamos por el riesgo y contra la seguridad. Estamos con la audacia frente a la comodidad. Creemos más humano el atrevimiento que la renuncia sistemática al combate.

    El evangelio de hoy es uno de esos que solemos calificar como sólo para gente intrépida. El Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza....Todo un riesgo. Cuando nos acercamos a este pasaje podemos caer en el error de pensar que se refiere sólo a los llamados al sacerdocio, a la vida consagrada, etc. Y sin embargo, nos interpela a todos como cristianos. Forma parte de nuestra vocación. La vocación no es un lujo de elegidos ni un sueño de quiméricos. Todos llevan dentro encendida una estrella. A veces, la estrella es tan clara que mucha gente no la ve. Y es que una de las cosas importantes de la vida es la de descubrir cuál es metaluego, buscarla como una mezcla, a partes iguales, de ilusión y realismo. Sígueme, deja a los muertos sepultar a los muertos». Sólo con realismo nos quedaremos a ras de tierra. Sólo con ilusión nos romperemos las narices. No siempre es fácil. Pero, ¿es que puede ser un sacrificio amar a Alguien?

    Con frecuencia hay que tomar la cruz; pero si la cruz no llega a resultarnos fuente de felicidad ¿cómo podemos decir que la creemos redentora? Somos cristianos. Nuestra vocación está unida a la de Cristo.

    Repitamos hoy y hagamos vida en nuestro interior, la oración de J. H. Newman:

    «Amado Señor, enséñanos a sufrir contigo; haz que el sufrir por amor a ti, sea dulce para nosotros, y santifica con tus méritos todos nuestros sufrimientos. A ti, Jesús, fuerza y sostén del universo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén»

    Propósito

    Ante el Santísimo Sacramento, revisar mi vida: ¿qué me pide Dios que no he querido darle?

    Diálogo con Cristo 

    Señor, el ambiente y los medios de comunicación buscan imponer un estilo de vida donde lo práctico y el bienestar ocupan el primer lugar. Seguirte, comprometer la vida al ideal del Evangelio, es ir contra corriente. Así es, y así ha sido siempre. No permitas que me engañe, que busque evadir mis responsabilidades. Ayúdame a saber vivir mi misión, identificándome plenamente con el ideal que me propone tu Evangelio. 

    domingo, 30 de junio de 2013

    SABÍAS QUE....


    EL NAUFRAGO


    EL NÁUFRAGO

    El único sobreviviente de un naufragio llegó a la playa de una diminuta y deshabitada isla. El oró fervientemente a Dios pidiéndole ser rescatado, y cada día escudriñaba el horizonte buscando ayuda, pero no parecía llegar.

    Cansado, finalmente optó por construirse una cabaña de madera para protegerse de los elementos y almacenar sus pocas pertenencias. 

    Un día, tras merodear por la isla en busca de alimento, regresó a casa para encontrar su cabañita envuelta en llamas, con el humo ascendiendo hasta el cielo. Lo peor había ocurrido... lo había perdido todo. Quedó anonadado con tristeza y rabia. "Dios: cómo me pudiste hacer esto a mi!" se lamentó. Temprano al día siguiente, sin embargo, fue despertado por el sonido de un barco que se acercaba a la isla. Había venido a rescatarlo.

    ¿Cómo supieron que estaba aquí?, preguntó el cansado hombre a sus salvadores.
    "Vimos su señal de humo", contestaron ellos.
    Es fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal. Pero no debemos desanimarnos, porque Dios trabaja en nuestras vidas, aún en medio del dolor, la incertidumbre y el sufrimiento.
    ¡Ten fe! Dios está contigo y te ayudará a salir adelante.

    DIOS EXISTE


    DIOS EXISTE

    Un hombre fue a una barbería a cortarse el pelo y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos, entabló una amena conversación con la persona que le atendía.

    Hablaban de muchas cosas y tocaron varios temas. De pronto, hablaron de Dios. El barbero dijo:

    Fíjese caballero, que yo no creo que Dios exista, como usted dice...

    - Pero, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el cliente.

    - Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, acaso si Dios existiera, ¿habrían tantos enfermos?, ¿habría niños abandonados?. Si Dios existiera, no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad. Yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.

    El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Recién abandonaba la barbería, observó en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo. Al parecer, hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado.

    Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero:

    - ¿Sabe una cosa? los barberos no existen . . .

    - ¿Cómo que no existen? - preguntó el barbero - Si aquí estoy yo, y soy barbero.

    - ¡No! - dijo el cliente - No existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle.

    - Ahh, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí.

    - ¡Exacto! - dijo el cliente - ese es el punto, Dios sí existe, lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto dolor y miseria...

    ¿CÓMO SON NUESTROS AMIGOS?

    Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
    ¿Cómo son "nuestros amigos"?
    Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos enseñe a ser como Él.
     
    ¿Cómo son

    Por ahí suelen decir que "La familia nos la da Dios y los amigos los elegimos nosotros" Esa elección de personas para darles nuestro afecto y nuestra confianza son muy importantes en nuestra vida. No es fácil tener un amigo o una amiga en quién podamos confiar plenamente pero cuando gozamos de ese privilegio, bien podemos decir que poseemos unos de los más grandes y preciados tesoros. Por la clase de amigos que tenemos se nos puede clasificar sin lugar a equivocación, el refrán dice: "Dime con quién andas y te diré quién eres"

    Pero no son lo mismo "nuestros amigos", que se suelen contar en número muy reducido, que nuestras amistades. Estas pueden ser muchas y muy variadas. Son personas que apreciamos sinceramente, pero a veces no van muy acorde con nuestra personalidad. Y ciertamente esas personas nunca pueden llegar a la intimidad de nuestro "yo", pero están en nuestro entorno y convivimos con ellas con gusto y con cariño.

    Entre estas amistades se dan aquellas que siempre están dispuestas a "ganarnos" , y es curioso porque les gusta ganarnos especialmente en cuanto dolor o sucedido desagradable que les podamos platicar:

  • si es un dolor de cabeza... ¡ah no, dolor de cabeza como el de ellas no existe! ; 
  • si nos hemos roto un pie... ellas los dos y además la cadera 
  • si nos caímos y rodamos dos o tres escaleras... ellas cinco 
  • si tenemos gripa... ¡gripa la de ellas y con tos! 
  • si el dentista nos está arreglando una muela... a ellas le han tenido que sacar las cuatro del juicio 
  • si en la conversación les contamos algo que nos sucedió, siempre a ellas les pasó lo mismo ¡pero mucho peor, mucho más terrible

    En fin, jamás les "ganaremos" y al final nos callamos con la impresión de que lo nuestro era "tan poca cosa"... que ni valía la pena de haberlo contado.

    Otra variante de estas amistades es la que nos dejan el alma helada, como si toda la nieve del más crudo invierno nos cubriera sin piedad. Son aquellas que nos llegan con la información más negativa y desesperanzadora jamás sospechada: "el país va a la ruina, este año es el peor para la agricultura, el pescado, todo el pescado está contaminado, la carne, ya no se puede comer carne ¡a las vacas le dan clembuterol para que estén más gordas, el agua no se puede beber, los médicos, los ingenieros, los abogados, etcétera , son unos interesados, la Iglesia y sus ministros se hunden, el año y el fin del mundo..." Es inútil decirle a esas personas que la vida tiene cosas muy hermosas, que el país puede salir adelante, que hay seres humanos muy buenos, que hay que tener fe...Te mirarán con cara de conmiseración y luego al oído te dirán como en secreto: "no seas inocente, yo se de muy buena fuente que..." y otro jarro de agua fría y se irán con sus agoreras predicciones a otra parte y nosotros nos quedamos como si un huracán hubiese acabado con todas las flores de nuestro jardín...

    Hay una gama infinita de estas formas de ser. Las hay que fabulan, mienten y se lo creen. Otras son de las que nada ni nadie es capaz de escapar de su crítica, para estas, no hay otros tema de conversación. Padre, madre, hermanos, la suegra, la cuñada, amigas, el vecino, (si es mujer casada, no digamos el pobre marido) nadie se salva. Critican y critican a destajo. El jefe, los compañeros de trabajo, la empresa, nada es de su gusto... el que cae en sus garras sale hecho "trizas". El ingenio se les agudiza, la lengua no para y si no encuentran eco en nosotros, pronto la conversación termina.

    La mayor de mis hijas me decía un día que hay amigas que son como el te de manzanilla y que hay otras que son como la salsa picante. Y es cierto. Todos conocemos a esas personas que al hablar con ellas son como brisa fresca, como un dulce remanso, como cálido y bonito sol de una tarde de primavera que por muchas cosas amargas o impaciencias desbordadas que les contemos, siempre ponen en nuestra alma la tranquilidad, el buen juicio, la ternura de sus palabras o consejos y nos van dejando la paz y el bienestar que deseábamos encontrar : Ellas son, como el te de manzanilla.

    Y hay otras que son algo así como un gran plato de comida irritante o picosa, tomado a la hora de cenar que nos quita el sueño, nos desazona, nos indigesta y nos quita, casi, casi, la alegría de vivir y es que sus miles de tribulaciones, sus vidas conflictivas, sus traumas, sus enojos, sus problemas de ellas contra el mundo, sus dificultades y aprietos contados todos en tropel, casi sin respirar, nos dejan exhaustos e incapaces de decir una palabra que pueda llevar un paliativo a tanta desgracia o infortunio. Por otro lado sabemos que nada ni nadie podrá aligerar ese cúmulo de sucesos en alguien que no está dispuesto a dejar es actitud de agobio y desdicha.

    Quizá en mi caso pueda pertenecer a uno de esos grupos o lo más probable es que tenga de todos un poco, pero de todas maneras a las amistades hay que quererlas como son y las necesitamos, porque ponen la sal y la pimienta en nuestras vidas, porque son un tesoro que Dios ha puesto a nuestro lado para que nos ayudemos a ser mejores y estar cerca de Él. Y por nuestro lado haremos un esfuerzo para parecernos más a un te de manzanilla ... a ser benevolente (desear el bien del otro) a ser compasivo con el sufrimiento, a regalar mi tiempo, mi compañía, mis fuerzas....

    Agradezcamos a Dios el tesoro de la amistad, y pensemos en Jesús, el Mejor Amigo, que nos ayude a serlo y recordemos este día lo que nos ha dicho:

    "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15,13).



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño 

    ¿DESGRACIA O BENDICIÓN?


    ¿DESGRACIA O BENDICIÓN?

    En un pequeño pueblo vivía un anciano con su hijo de 17 años. Un día, el único caballo blanco con que trabajaba saltó la reja y se fue con varios caballos salvajes. La gente del pueblo murmuraba: ¡Qué desgracia la suya, Don Cipriano!, y él, tranquilo, contestaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

    Días después, el caballo blanco volvió junto a un hermoso caballo salvaje, y la gente saludaba al anciano diciéndole: ¡Qué bendición!, a lo que Don Cipriano replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

    A los pocos días, el hijo adolescente, mientras montaba el caballo salvaje para domarlo, fue derribado y se fracturó una pierna, a raíz de lo cual empezó a cojear, y la gente le decía al anciano; ¡Qué desgracia la suya, buen hombre!, a lo que él replicaba: "Quizás una desgracia o quizás una bendición".

    Días después se inició una guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron llevados al frente de batalla, pero a su hijo no lo llevaron por su cojera, y toda la gente del pueblo saludaba al anciano y le comentaba: ¡Qué bendición la suya, Don Cipriano!. Y él, con su fe inquebrantable, contestó una vez más diciendo: "Sólo Dios lo sabe, quizás sea una bendición o quizás una desgracia".

    Efectivamente, sólo Dios sabe, y Él nunca se equivoca.

    DOCE PROPÓSITOS QUE REGALAMOS A DIOS


    DOCE PROPÓSITOS QUE REGALAMOS A DIOS

    Mi Señor Jesucristo: Deseo regalarte estos 12 propósitos: 

    1. FE, para abandonarme plenamente en tí. "Si Dios no es tu fin, te encuentras como un hombre sin pies o como el que los tiene torcidos y no puede caminar. Si, además, ansías los bienes de este mundo, corres, sí, pero corres fuera del camino: tu marcha es más bien andar errante que caminar al fin." San Agustín. (In Ep. Io. 10, 1)

    2. ESPERANZA, para nunca desfallecer en el camino. "Dirige, pues, tus aspiraciones al fin, dirígelas a Cristo; todo cuanto hagas, refiérelo a él, y cuando en él descanses, no quieras tener más anhelos. Pon en Cristo tu mirada, para que no te detengas en el camino y llegues al fin." San Agustín. 

    3. CARIDAD, para endulzar la vida. "La caridad es la que nos da paciencia en las aflicciones, moderación en la prosperidad, valor en las adversidades, alegría en las obras buenas; ella nos ofrece un asilo seguro en las tentaciones, da generosamente hospitalidad a los desvalidos, alegra el corazón cuando encuentra verdaderos hermanos ...." San Agustín (Serm 350, 2-3) 

    4. HUMILDAD y SENCILLEZ, para servirte con el corazón. "No te dejes engañar por la soberbia, al ver que es abundante en obras; ten presente que hace algunas muy semejantes o casi iguales a las inspiradas por la caridad. La caridad da de comer al hambriento, y también lo hace la soberbia; pero la caridad lo hace para que el Señor sea glorificado y la soberbia para ser ella alabada." San Agustín.  ( In Ep, Io,8,9) 

    "Tu enemigo es tu propio deseo: eres tentado, cuando eres atraído y halagado por tu propio deseo;.." San Agustín. Serm 57, 9. 

    5. BONDAD, para ser como Tú eres. "Ten entrañas de misericordia, abraza la bondad, a fin de revestirte de Cristo; porque en la medida que practicas la bondad te revistes de Cristo y por la semejanza con Cristo te hace semejante a Dios." San Gregorio Niseno. (D. 1 en Gn 1, 26) 

    6. SERVICIO, para usar al máximo los dones que me has dado. "Entra pues, dentro de tí mismo, y en todo lo que hagas ten presente que Dios es testigo" San Agustín. 

    7. SERENIDAD, para tener el tesoro de la paz interior. "Tu barca se agita y amenaza naufragio, porque Cristo duerme dentro de tí. Cuando en el mar de este mundo descubres que los buenos son perseguidos y los malos triunfan, surge la tentación , se encrespan las olas. Tu alma dice: Despierta a Jesús en ti y dile de corazón: ¡Maestro, que perezco! Me aterran los peligros del mundo; ¡estoy perdido! Entonces él despertará, y volverá la fe a tu corazón" San Agustín. (In Ps 25, 4) 

    8. SABIDURÍA, para actuar como tú quieres. " Entra en tí mismo y deja atrás el ruido y la confusión. Mira dentro de tí. Mira a ver si hay algún delicioso lugar escondido en tu conciencia donde puedas estar libre del ruido y de la discusión. Donde no hay necesidad de continuar tu disputa y hacer proyectos para seguir adelante en tu camino. Escucha la palabra con calma para entenderla." San Agustín. (Sermones 52, 22) 

    9. AMOR, para sentirte a mi lado. " Donde está el amor, ¿qué puede faltar? Y si el amor no está ¿qué puede valer?" San Agustín. (In Io. 83,3) 

    "Quita la fe, y desaparece lo que crees; quita la caridad, y desaparece lo que haces. A la primera pertenece lo que crees; a la segunda pertenece lo que obras. Te diré, en conclusión, que la única fe purificadora es la que obra por amor" San Agustín. (Serm. 53,2) 

    10. PERSEVERANCIA, para cuidar los detalles que te agradan. "¿Quieres ser grande? Comienza por lo más pequeño. Cuanto más alto sea el edificio que se desea levantar tanto más profundos se cavan los cimientos. La construcción de un edificio continuamente va subiendo; en cambio, el que abre las zanjas va bajando. Por consiguiente, todo edificio, antes de alcanzar su altura, debe descender, y el remate se yergue después de haber descendido." San Agustín. (Ser. 69,2) 

    11.SALUD, para aprovechar la vida que me has prestado. " Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Me has llamado y tu grito rompió mi sordera. Resplandeciste y has disipado mi ceguera. Exhalaste tu perfume, lo respiré y ahora te anhelo. Te he gustado y tengo hambre y sed de ti. Me tocaste y ardo de deseo por tu paz" . San Agustín. (Confesiones 10, 27) 

    12. OBEDIENCIA, para aceptar tu voluntad.

    EL EVANGELIO DE HOY: 30.06.2013

    Autor: P . Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
    Jesús, ¿Radical o intolerante?
    Lucas 9, 51-62. Tiempo Ordinario. Cristo conoce muy bien el corazón de los hombres y sabe lo que puede pedirnos.
     
    Jesús, ¿Radical o intolerante?
    Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-62

    Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?. Pero volviéndose, les reprendió y dijo: No sabéis de qué espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. A otro dijo: Sígueme. Él respondió: Déjame ir primero a enterrar a mi padre. Le respondió: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios. También otro le dijo: Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa. Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.

    Oración introductoria

    Sagrado Corazón de Jesús, no hay camino más corto y más seguro para alcanzar la felicidad que el conocer, venerar, agradecer y alabar tu sacratísimo corazón. Dame un amor ardiente y personal a tu divino corazón, y nunca dejes que anteponga mi egoísmo o mis apegos terrenales a tu santa voluntad.

    Petición

    Jesús, conviérteme en un apóstol apasionado de tu Reino.

    Meditación del Papa

    Cristo mismo le dice: "Sígueme", pidiéndole un corte radical con los vínculos familiares. Estas exigencias pueden parecer demasiado duras, pero en realidad expresan la novedad y la prioridad absoluta del reino de Dios, que se hace presente en la Persona misma de Jesucristo. En última instancia, se trata de la radicalidad debida al Amor de Dios, al cual Jesús mismo es el primero en obedecer. Quien renuncia a todo, incluso a sí mismo, para seguir a Jesús, entra en una nueva dimensión de la libertad, que san Pablo define como "caminar según el Espíritu". "Para ser libres nos libertó Cristo" -escribe el Apóstol- y explica que esta nueva forma de libertad que Cristo nos consiguió consiste en estar "los unos al servicio de los otros". Libertad y amor coinciden. Por el contrario, obedecer al propio egoísmo conduce a rivalidades y conflictos.

    Queridos amigos, está llegando a su fin el mes de junio, caracterizado por la devoción al Sagrado Corazón de Cristo. Precisamente en la fiesta del Sagrado Corazón renovamos con los sacerdotes del mundo entero nuestro compromiso de santificación. Hoy quiero invitar a todos a contemplar el misterio del Corazón divino-humano del Señor Jesús, para beber de la fuente misma del Amor de Dios. Quien fija su mirada en ese Corazón atravesado y siempre abierto por amor a nosotros, siente la verdad de esta invocación: "Sé tú, Señor, mi único bien", y está dispuesto a dejarlo todo para seguir al Señor. ¡Oh María, que correspondiste sin reservas a la llamada divina, ruega por nosotros! (Benedicto XVI, 27 de junio de 2010).

    Reflexión

    Creo que nunca se había hablado tanto de "tolerancia" como en nuestros días. Aunque, si hemos de ser sinceros, aún hoy se cometen bastantes atropellos en muchos rincones del planeta a causa de la intolerancia religiosa, étnica, cultural, económica o social. Pero, no voy a entrar en este tema. Lo que se me ha hecho curioso es que en el Evangelio de este domingo, Jesús se nos presenta, extrañamente, casi como un "intolerante"...

    Lucas nos narra el caso de tres jóvenes que pudieron ser discípulos de Jesús, y que quedaron en vocaciones frustradas por la respuesta dada por el Señor. Quien no lo conoce, podría tildarlo de duro, tajante, e incluso de intolerante. Ciertamente, desconcertante.

    Mientras Jesús iba de camino, le salió al encuentro uno, que le dijo: "Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas". Parecía estar bien dispuesto y preparado para seguir a Jesús. Y, sin embargo, nos da la impresión de que nuestro Señor lo desanima: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos –le responde- pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza". Era como decirle que se lo pensara muy bien, que no era fácil su seguimiento, que habría muchas dificultades y renuncias, y que no cualquiera podía ir por ese camino. Pero, ¿no hubiese sido mejor que lo entusiasmara y le ofreciera una palabra de aliento? Seguramente, al oír una respuesta tal, aquel muchacho se habrá echado para atrás.

    Enseguida se encuentra con otro, y lo invita Él personalmente: "Sígueme". Es aquí Jesús quien toma la iniciativa. El joven le pide un poco de prórroga: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre". Jesús no condena los funerales. Obviamente, no es que el padre de este muchacho acabara de morir y tuviera que celebrarse un sepelio. No. Estas palabras significan otra cosa muy diversa: éste quería permanecer entre sus seres queridos hasta que sus padres murieran y entonces, después de sepultarlos, podría ser su discípulo.

    Por supuesto que Jesús no admite dilaciones: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios". La respuesta nos puede sonar bastante confusa. Los orientales son muy coloridos en su hablar y usan un lenguaje rico de imágenes. La palabra "muertos" cobra aquí un doble significado: a los primeros a los que se refiere Jesús son los muertos no en sentido físico, sino figurado –es decir, aquellos que no pertenecen al Reino, los muertos en su espíritu- y son los deben enterrar a los que ya han partido de este mundo, a los difuntos en el sentido real del término.

    Finalmente, aparece en escena un tercer joven, que le dice: "Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia". La petición que hace éste a Jesús nos parece muy razonable. ¿Qué tiene de malo que, antes de seguir a Cristo, se despida de sus seres queridos? Cualquiera de nosotros lo hubiera pedido. Más aún, quienes hemos seguido a Cristo por el camino del sacerdocio o de la vida religiosa, lo hemos hecho. El mismo Eliseo le hizo a Elías una idéntica petición cuando éste lo llamó a sucederlo en el ministerio profético. Y Elías se lo permitió (I Re, 19, 91-21).

    Sin embargo, las palabras de nuestro Señor vuelven a ser duras y radicales: "El que echa la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios". Y también éste queda descartado.

    ¿No es Jesús un Mesías bastante radical e intolerante? Sin embargo, en este último caso, el Señor no está negando a nadie que "se despida" físicamente de los suyos. De lo que habla es de la actitud interior. Éste todavía estaba demasiado apegado a su familia y los afectos naturales lo tenían como "atado", tanto que no le permiten seguir a Jesús. Son esas personas que jamás se deciden a romper con sus comodidades, sus afectos, sus seguridades, ni son capaces de renunciar a la compañía física de sus seres queridos. Y así frustran una vocación hermosa al seguimiento de Jesús.

    El Señor no es intolerante, pero sí es exigente. Él conoce muy bien el corazón de los hombres y sabe lo que puede pedirnos. Si muchos reyes y generales, a lo largo de la historia, han pedido a sus súbditos o a sus soldados incluso el sacrificio supremo de la propia vida –y tantísimos lo han dado por su rey y por la patria- Jesucristo, el Rey de reyes, también puede pedirlo. Él quiere generosidad, decisión, totalidad en el amor. Las entregas a medias no sirven para nada. Además, el Señor advierte claramente a los que llama y les hace conocer las exigencias de su seguimiento. Quienes quieran alistarse en sus filas, deben ser conscientes de la dificultad de la empresa y de la gravedad de los compromisos que asumen con su decisión.

    Pero, aunque sabe que su seguimiento es costoso, el Señor no engaña a nadie porque quiere entregas libres, conscientes y hechas por amor. No quiere mercenarios, cobardes ni traidores. Cristo exige una opción radical por Él y por su Reino, pues "si alguno quiere seguirlo y no toma su cruz, no es digno de Él" (Lc 9,23). Sus discípulos deben estar dispuestos a entrar por la vía estrecha del Evangelio (Mt 7, 13-14), a perder la vida por Él para salvarla (Lc 9,24), y a caer en tierra y morir para llevar mucho fruto (Jn 12,24). Cristo exige radicalidad, sí, pero nos promete una recompensa eterna y un premio sin comparación: “cien veces más en esta vida y la vida eterna” (Mt 19,29).

    Francisco Pizarro, de camino al Perú, se vio ante un peligro inminente, y su tripulación se rebeló y exigió la vuelta. Pero el general se puso en medio de sus hombres, trazó una línea en tierra y les pidió una opción tajante: o seguir con él hasta la victoria, o echar marcha atrás como cobardes. Los pocos valientes que le siguieron fueron los conquistadores del imperio Inca. Hernán Cortés hizo otro tanto con sus tropas: mandó quemar las naves para que nadie pudiera huir.

    Diálogo con Cristo

    Sagrado Corazón de Jesús, quiero orar y trabajar para que miles de personas se conviertan también en apóstoles convencidos tuyos, porque no hay nada más grande y hermoso que ser conquistados por tu Evangelio. Pongo a toda mi familia bajo tu protección.

    Propósito

    Si tantos hombres valientes se han convertido en héroes por un ideal noble, sí, aunque terreno, ¿Cristo no nos puede pedir eso mismo para la aventura más maravillosa y heroica, la de ganar a miles de almas para Dios y para la vida eterna? Muchos hombres y mujeres han sido mártires por el nombre de Cristo. Y nosotros, ¿qué seremos capaz de hacer por Él?



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    sábado, 29 de junio de 2013

    ENTREVISTA A SAN PEDRO Y SAN PABLO

    Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
    Entrevista a San Pedro y San Pablo
    ¿Qué nos platicarían estos grandes apostoles? ¡Cuántas cosas nos enseñarían!Sus palabras son actuales, solo tenemos que leerlas en las Sagradas Escrituras.
    Entrevista a San Pedro y San Pablo
    Entrevista a San Pedro en el cielo

    Vamos a hacer una entrevista a aquel pescador de Galilea llamado Simón Pedro:

    Pregunta: ¿Qué sentiste al negar a Cristo?

    Respuesta: Fue el día más triste de mi vida; no se lo deseo a nadie. Yo era muy duro para llorar, pero ese día lloré a mares; no lo suficiente, porque toda la vida lloré esa falta. Sin embargo, por haber negado al Señor un día, lo amé muchísimo más que si nunca lo hubiera hecho. Esas negaciones fueron un hierro candente que me traspasó el corazón.

    Pregunta: ¿Prefieres el nombre de Pedro al de Simón?

    Respuesta: Sí, porque el nombre de Simón me lo pusieron mis padres; el de Pedro, Cristo. Además, es un nombre que encierra un gran significado. Por un lado me hace feliz que Él me haya hecho piedra de su Iglesia; por otro lado, me produce gran confusión, porque yo no era roca, sino polvo vil. Cristo ya no me llama Simón, Él prefiere llamarme roca; y en el cielo todos me llaman Pedro.
    Mi antiguo nombre ya se me olvidó. Cuando pienso en mi nuevo nombre, cuando me llaman Pedro, inmediatamente pienso en la Iglesia. Me llaman así con un sentido muy particular los demás vicarios de Cristo que me han seguido, y yo siento ganas de llamarles con el mismo nombre, porque todos somos piedra de la misma cantera, todos sostenemos a la Iglesia.

    Pregunta: ¿Por qué dijiste al Señor aquellas palabras: «Señor, a quién iremos, si Tú tienes palabras de vida eterna»?

    Respuesta: Me salieron del corazón. La situación era apurada, y había que hacer algo por el Maestro; veía a mis compañeros indecisos, y sentí la obligación de salvar la situación y confiar; por eso dije en plural: «¿A quien iremos Señor? Tú tienes palabras de vida eterna». Yo mismo no comprendía en ese tiempo muchas cosas del Maestro. Ni pienses que entendía la Eucaristía, pero dejé hablar al corazón, y el corazón me habló con la verdad.
    Yo amaba apasionadamente al Maestro y aproveché aquel momento supremo para decir bien claro y bien fuerte: «Yo me quedo contigo». Y, de lo que entonces dije, nunca me arrepentí.

    Pregunta: ¿Qué sentiste cuando Cristo Resucitado se te apareció?

    Respuesta: Es difícil, muy difícil de expresar, pero lo intentaré. Por un segundo creí ver un fantasma, luego sentí tal alegría que quise abrazarlo con todas mis fuerzas. «¡Es Él!» pensé, pero luego sentí cómo se me helaba la sangre, y quedé petrificado sin atreverme a mover. Él fue quien me abrazó con tal ternura, con tal fuerza... Y oí muy claras sus palabras: «Para mí sigues siendo el mismo Pedro de siempre».

    Pregunta: ¿Qué consejo nos das a los que seguimos en este mundo?

    Respuesta: Puedo decirles que mi actual sucesor, Benedicto XVI, es de los mejores. Háganle caso y les irá mejor.

    Pedro es el típico hombre, humilde de nacimiento, que se hizo grande al contacto con Cristo. El típico hombre, pecador como todos, pero que, arrepentido de su pecado, logró una santidad excelsa.


    Entrevista en el cielo a San Pablo

    Quisiéramos hoy hacerle algunas preguntas al fariseo Pablo de Tarso.

    Pregunta: ¿Qué sentiste en el camino hacia Damasco, caído en el suelo, tirado en el polvo?

    Respuesta: Yacía por tierra, convertido en polvo, todo mi pasado. Mis antiguas certezas, la intocable ley mosaica, mi alma de fariseo rabioso, toda mi vida anterior estaba enterrada en el polvo.

    Fue cuestión de segundos. Del polvo emergía poco a poco un hombre nuevo. Los métodos fueron violentos, tajantes, «es duro dar coces contra el aguijón», pero sólo así podía aprender la dura lección.

    En el camino hacia Damasco me encontré con el Maestro un día que nunca olvidaré.

    Aquella voz y aquel Cristo de Damasco se me clavaron como espada en el corazón. Cristo entró a saco en mi castillo rompiendo puertas, ventanas; una experiencia terrible; pero considero aquel día como el más grande de mi vida.


    Pregunta: ¿Sigues diciendo que todo lo que se sufre en este mundo es juego de niños, comparado con el cielo?

    Respuesta: Lo dije y lo digo. Durante mi vida terrena contemplé el cielo por un rato; ahora estaré en él eternamente. El precio que pagué fue muy pequeño. El cielo no tiene precio. ¡Qué pena da ver a tantos hombres y mujeres aferrados a las cosas de la tierra, olvidándose de la eternidad!

    Vale la pena sufrir sin fin y sin pausa para conquistar el cielo. El Cristo de Damasco será mío para siempre; llegando aquí lo primero que le he dicho al Señor ha sido: «Gracias Señor, por tirarme del caballo»; pues Él me pidió disculpas por la manera demasiado fuerte de hacerlo.

    Pregunta: ¿Qué querías decir con aquellas palabras: “¿Quién me arrancará del amor a Cristo?”

    Respuesta: Lo que las palabras significan: que estaba seguro de que nada ni nadie jamás me separaría de Él, y así fue. Y, si en la tierra pude decir con certeza estas palabras, en el cielo las puedo decir con mayor certeza todavía.
    El cielo consiste en: “Cristo es mío, yo soy de Cristo por toda la eternidad” ¿Sabes lo que se siente, cuando Él me dice: «Pablo, amigo mío?».

    Pregunta: Un día dijiste aquellas palabras: “Sé en quién he creído y estoy tranquilo”. Explícanos el sentido.

    Respuesta: Cuando llegué a conocerlo, no pude menos de seguirlo, de quererlo, de pasarme a sus filas; porque nadie como Él de justo, de santo, de verdadero.
    Supe desde el principio que no encontraría otro como Él, que nadie me amaría tanto como aquél que se entregó a la muerte y a la cruz por mí.

    Pregunta: ¿Un consejo desde el cielo para los de la tierra?

    Respuesta: Uno sólo, y se los doy con toda la fuerza: “Déjense atrapar por el mismo Señor que a mi me derribó en Damasco”.

    Si todos los enemigos del cristianismo fueran sinceros como Pablo de Tarso, un día u otro, la caída de un caballo, una experiencia fuerte o una caricia de Dios les haría exclamar como él: «Señor, ¿qué quieres que haga?».



  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Mariano de Blas LC 

    NO SE VENDEN FRUTOS


    No se venden frutos.


    Anoche tuve un sueño raro.

    En la plaza mayor de la Ciudad habían abierto una tienda nueva. El rótulo decía REGALOS DE DIOS.

    Entré.

    Un ángel atendía a los clientes.

    ¿Qué es lo que vendes, ángel del señor? Vendo cualquier don de Dios.

    ¿Cobras muy caro? No los dones de Dios los damos gratis.

    Miré los grandes estantes, estaban llenos de ánforas de amor, frascos de
    fe, bultos de esperanza, cajas de salvación y muchas cosas más.

    Yo tenía gran necesidad de todas aquellas cosas.

    Cobré valor y le dije al ángel:

    Dame por favor bastante amor de Dios, dame perdón de Dios, un bulto de esperanza, un frasco de fe y una caja de salvación.

    Mucho me sorprendí cuando vi que el ángel de todo lo que yo le había
    pedido, me había hecho un solo paquete y el paquete estaba ahí en el
    mostrador, un paquete tan pequeño como el tamaño de mi corazón.

    ¿Será posible? _pregunté _ ?Esto es todo?.

    El ángel me explicó:

    Es todo, Dios nunca da frutos maduros El sólo da pequeñas semillas que cada quien debe cultivar.

    PISTAS PARA LA ALEGRÍA


    Pistas para la alegría
    Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB
    Libro: Momentos de paz


    Hay varias cosas que pueden inundar tu vida de un gozo permanente.
    ¿sabes cuáles son? Te las enumero para que las pienses durante este rato de relajación.

    1.Sonríe: No pares de sonreír. Cuanto más, mejor. La sonrisa alegra tu corazón. Dicen que quien mucho ríe, lleva una vida feliz y difícilmente sufre un infarto. Guarda la paz de tu alma, conserva tu buen humor, calma los nervios y embellece tu rostro. ¡Qué poema más bello es ver la alegría de tu rostro sonriente.

    2.Fíjate en lo bueno de las cosas. No te olvides que por encima de las nubes negras, la vida reverbera siempre con la claridad de Dios Creador. No te lamentes de que las rosas estén rodeadas de espinas, sino más bien alégrate y regocíjate pensando que una cosa tan prosaica como las espinas merecen gozar de la compañía de algo tan delicioso como la rosa.


    3.Derrama felicidad. La felicidad es un perfume que nadie puede derramar en los otros sin que caiga alguna gota sobre él.

    4.Piensa en cosas agradables: Nuestra vida es lo que los pensamientos hacen de ella.

    5.Escribe los beneficios recibidos. Te diría que los escribieras para conservarlos en tu memoria. Mira, amigo/a, que tienes demasiados dones y gracias recibidos de Dios para que te entretengas en tristezas y melancolías.

    Ya vez que con estos cinco puntos puedes ser una persona distinta a la que eres en la actualidad.

    ¡Vive hoy feliz!

    EL EVANGELIO DE HOY: 29.06.2013


    Autor: Buenaventura Acero | Fuente: Catholic.net
    A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos
    Mateo 16, 13-19. Solemnidad de San Pedro y San Pablo. Ellos encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.
     
    A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos
    Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19


    Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». 

    Oración introductoria

    Cristo, san Pedro y san Pablo, y muchos otros, dieron su vida porque creían en el amor, en la locura de tu amor que te llevó al extremo de morir en la cruz. Dame la gracia de comprender, en esta oración, que debo buscar vivir, transmitir y ser testigo de ese amor.

    Petición

    Dios mío, que este tiempo de oración sea una expresión de mi amor.

    Meditación del Papa

    Pedro responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: "primado de jurisdicción".Benedicto XVI, 7 de junio de 2006.

    Reflexión

    Cristo pregunta a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Pone esta pregunta sólo después de haber llevado a término su misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. Podría decirse que el caso ya está expuesto y ahora llega el momento de pronunciar el juicio. Sin embargo, la gente que ha visto y oído todas las pruebas necesarias para reconocerlo como Mesías, no termina por comprender sus signos. Es como si un velo cubriera sus ojos y les impidiese dar una respuesta segura y convincente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."

    Para Pedro, al igual que para Pablo tiempo después, Cristo fue un auténtico enigma difícil de descifrar. Por ejemplo, ¿qué pensaría Pedro al ver a su maestro caminando sobre las aguas? O ¿cuáles sentimientos fluirían es su corazón cuando escucha de Cristo "sobre ti edificaré mi Iglesia" y más tarde le dice "apártate de mí Satanás."

    Este misterio sobre Cristo lo comprenderíamos mejor con los ojos de la fe que nos da el Padre. Mientras la fe no sea le oxígeno de nuestra vida, no seremos capaces de reconocer a Cristo como el Mesías. Por esto Cristo le dice a Pedro "dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo."

    El don de la fe se lo dona el Padre a Pedro no por mérito de Pedro ni por sus cualidades personales -era pescador- sino por su propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra.

    Propósito

    Haré una oración especial por el Papa Francisco, pidiendo a Dios lo ilumine y lo fortalezca en su misión.

    Diálogo con Cristo

    Señor, siendo fiel a la Iglesia, estoy seguro que te soy fiel. Estar en comunión con el Papa es estar en comunión contigo. Por eso hoy te quiero confirmar mi amor y mi deseo de caminar siempre al paso de la Iglesia, sin poner límites a mi servicio ni a mi amor. 
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