lunes, 24 de junio de 2013

NO TENGO GANAS DE ORAR


NO TENGO GANAS DE ORAR


Frecuentemente, querido amigo, no tengo ganas de orar. Si he de ser sincero, debo confesar que estas veces son más numerosas que las otras. Me ha ocurrido también el sentirme extraño, nervioso, disipado, fastidiado hasta de encontrarme con las personas, en cumplir un favor prometido, y por si fuera poco, encontrar un amigo que me va y me cuenta las consecuencias de su úlcera... ¿Orar? No quiero ni pensarlo. ¿Quién tiene ganas de orar? 

Después de vagabundear un poco, he entrado en una iglesia sin demasiada convicción, con el propósito de salir cuanto antes de allí; no tenía ganas de orar.

He realizado un esfuerzo inmenso para permanecer arrodillado en el banco durante cinco minutos; experimentaba un malestar indecible.

Al fin, para despedirme, en un clima de sinceridad, dije con toda franqueza: "Señor, no tengo ganas de orar, es inútil insistir, excúsame, me voy... dejémoslo para una ocasión más propicia..."

Lo repetí una vez más y luego otra y otra, al final perdí la cuenta... pues bien, salí de la iglesia al cabo de una hora. Estaba distensionado, sereno, contento como en raras ocasiones. Reconciliado conmigo mismo y con todos los inoportunos de este mundo.

Por eso te digo, querido amigo: si esperas para orar hasta que tengas ganas, estás perdido. Debes tener el coraje para orar incluso cuando no tengas ganas. Sobre todo en ese momento, "todo es gracia"... introdúcete por el corredor oscuro de la desgana, sigue adelante aunque tengas la impresión de que no llegarás nunca a la luz. Sigue adelante aunque te sientas frío, árido, seco y vacío. A fuerza de insistir, el túnel oscuro desembocará en un espectáculo de luz resplandeciente.

Di al Señor, cuando te encuentres delante de Él, todo lo que sientas, todo lo que lleves dentro, lo que te preocupa y lo que te alegra. Y si estás fastidiado, díselo también, que Él comprende todo, entiende mejor que tú el estado de ánimo que llevas. Más todavía, Él te dará lo que necesitas para comunicarte mejor, Él te enviara su Espíritu sin el cual no podemos decir "¡Padre!". Déjate amar por Él. Quédate un momento en silencio. No te desconcierte ni desaliente que a veces el Señor parece también guardar silencio.

Es preciso creer que Dios está presente en las largas noches, en los días negros, para tomarte de la mano y guiar tus pasos por sus sendas. Cuando digas "no tengo ganas de orar" es precisamente el momento oportuno... es cuando Dios actúa, por lo que es preciso, es urgente, que no esperes más; es el "tiempo favorable" para iniciar un encuentro con quien siempre te espera, con el Padre que continuamente piensa en ti y se hace el encontradizo para demostrarte su amor.

¿No has visto nunca en la montaña ciertas flores que nacen en las oscuras hendiduras de las rocas? 
La oración más espontánea puede despuntar después de una larga preparación de aridez, después de momentos de desolación.

En cada uno de nosotros hay un niño que lloriquea: "no tengo ganas..." Pero hay, asímismo, un adulto que suplica: "No te preocupes. Ora como si las tuvieras". 

¡Cuando las ganas decrecen, es el momento en el que debes tener el coraje de orar! 

TODOS SOMOS IGUALES ANTE DIOS

TODOS SOMOS IGUALES ANTE DIOS


En un avión que cubría un vuelo entre Johannesburgo y Londres, a una señora blanca, de unos cincuenta años, le tocó sentarse al lado de un hombre de color. Llamó a la azafata para quejarse: 

-¿Cuál es el problema señora? -pregunta la azafata. 

-Pero, ¿no lo ve? -responde la señora. -Me ha colocado al lado de un negro. No puedo quedarme al lado de estos "inmundos". Déme otro asiento. 

-Por favor, cálmese -dice la azafata. -Casi todos los asientos de este vuelo están ocupados. Voy a ver si hay alguna plaza en clase ejecutiva o en primera. 

La azafata se marchó y volvió pasados unos minutos. 

-Señora -explica la azafata -como yo sospechaba, no hay ninguna plaza disponible en clase económica. He hablado con el capitán y me ha confirmado que tampoco hay plazas en clase ejecutiva. Pero sí tenemos un lugar en primera clase. 

Antes de que la señora pudiese responder algo, la azafata continuó: 

-Es totalmente inusitado que la compañía conceda un asiento de primera clase a alguien que está en económica, pero dadas las circunstancias, el capitán ha considerado que sería escandaloso que alguien sea obligado a sentarse al lado de una persona que nos haga sentir mal... 

La señora, con cara de satisfacción, se preparó para abandonar su asiento e ir a ocupar el asiento en la clase ejecutiva... En eso, la azafata mira a la persona de color y le dice: 

-Si el señor me hiciera el favor de tomar sus pertenencias, el asiento de primera clase ya está preparado. 

Y todos los pasajeros alrededor, que acompañaron la escena, se levantaron y aplaudieron   la actitud de la compañía. 

"Todos somos iguales a los ojos de Dios"

VITAMINAS PARA EL ALMA


VITAMINAS PARA EL ALMA

Cuando las horas de desaliento te invadan el alma, y las lágrimas afloren en tus ojos, búscame: YO SOY AQUÉL que sabe consolarte y pronto detiene tus lágrimas.

Cuando desaparezca tu ánimo para luchar en las dificultades de la vida, o sientas que estas pronto a desfallecer, llámame: YO SOY LA FUERZA capaz de remover las piedras de tu camino y sobreponerte a las adversidades del mundo.

Cuando, sin clemencia, te encontraras sin donde reclinar tu cabeza, corre junto a mi: YO SOY EL REFUGIO, en cuyo seno encontrarás guarida para tu cuerpo y tranquilidad para tu espíritu.

Cuando te falte la calma, en momentos de gran aflicción, y te consideres incapaz de conservar la serenidad de espíritu, invócame: YO SOY LA PACIENCIA que te ayudará a vencer las dificultades más dolorosas y triunfar en las situaciones más difíciles.

Cuando te debatas en los misterios de la vida y tengas el alma golpeada por los obstáculos del camino, grita por mí: YO SOY EL BÁLSAMO que cicatrizará tus heridas y aliviará tus padecimientos.

Cuando el mundo sólo te haga falsas promesas y creas que ya nadie puede inspirarte confianza, ven a mí: YO SOY LA SINCERIDAD, que sabe corresponder a la franqueza de tus actitudes y a la nobleza de tus ideas.

Cuando la tristeza o la melancolía intenten albergarse en tu corazón, clama por mí: YO SOY LA ALEGRÍA que te infunde un aliento nuevo y te hará conocer los encantos de tu mundo interior.

Cuando, uno a uno, se destruyan tus ideales más bellos y te sientas desesperado, apela a mí: YO SOY LA ESPERANZA que te robustece la Fe.

Cuando la impiedad te revele las faltas y la dureza del corazón humano, aclámame: YO SOY EL PERDÓN, que te levanta el ánimo y promueve la rehabilitación de tu alma.

Cuando dudes de todo, hasta de tus propias convicciones, y el escepticismo te aborde el alma, recurre a mí: YO SOY LA FE que te inunda de luz y de entendimiento para que alcances la FELICIDAD.

Cuando ya nadie te tienda una mano tierna y sincera y te desilusiones de los sentimientos de tus semejantes, aproxímate a mí: YO SOY LA RENUNCIA que te enseñará a entender la ingratitud de los hombres y la incomprensión del mundo.

Y cuando al fin, quieras saber quién soy, pregúntale al río que murmura, al pájaro que canta, a las estrellas que titilan. YO SOY LA DINÁMICA DE LA VIDA, Y LA ARMONÍA DE LA NATURALEZA.

ME LLAMO AMOR. SOY EL REMEDIO PARA TODOS LOS MALES QUE ATORMENTEN TU ESPÍRITU.

Ven a mí... que yo te llevaré a las serenas mansiones del infinito... bajo las luces brillantes de la eternidad...

Jesucristo

ORACIÓN A SAN JUAN BAUTISTA



ORACIÓN A SAN JUAN BAUTISTA

Sagrado precursor de Cristo, que santificado en el vientre de vuestra madre, fuiste la admiración del mundo en el ejercicio de las virtudes y en los privilegios con que te enriqueció Dios. Ángel en la castidad, apóstol en el celo y predicación, y mártir en la constancia con que por reprender al incestuoso Herodes ofrecisteis la cabeza al cuchillo, y en las luces sobrenaturales de que te dotó el cielo, profeta del que llegó a decir el mismo Cristo: "Entre los nacidos de las mujeres ninguno mayor que Juan Bautista"; suplica al Señor que:

por tu penitencia me haga mortificado, 
por tu soledad, recogido, 
por tu silencio, callado, 
casto por tu virginidad, 
espiritual por tu contemplación, 
e invencible a mis pasiones por la victoria que tu alcanzaste de tus enemigos, para que logre verte en la patria eterna. Amén.


NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA - 24 DE JUNIO


24 de Junio
Nacimiento de San Juan Bautista


 Este es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día de su nacimiento.
San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de hoy en seis meses - el 24 de diciembre - estaremos celebrando el nacimiento de nuestro Redentor, Jesús).

El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de pie a la derecha del altar.

Al verlo se asustó, mas el ángel le dijo: "No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios".

Pero Zacarías respondió al ángel: "¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi mujer ya es vieja y yo también?".

El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla".

Seis meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.

Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen.

También Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu profético, exclamó: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de parte del Señor". Y permaneció la Virgen en casa de su prima aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan.

De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de Dios porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió toda su juventud dedicado nada más a la penitencia y a la oración.

Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de Dios.

Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de penitencia.

Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera: "Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ese es".

Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles: Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo: Tenemos por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de hacer nacer de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto, será cortado y arrojado al fuego".

Y las gentes le preguntaron: "¿Qué es lo que debemos hacer?". Y contestaba: "El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga ninguna; y el que tenga alimentos que haga lo mismo"…

"Yo a la verdad os bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el que ha de venir después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni siquiera de soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros en el Espíritu Santo…"

Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo que tenía que venir y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle "¿Tu quién eres?" El confesó claramente: "Yo no soy el Cristo" Insistieron: "¿Pues cómo bautizas?" Respondió Juan, diciendo: "Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es el que ha de venir después de mí…"

Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: "¡Yo debo ser bautizado por Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo: "Déjame hacer esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos toda justicia". Entonces Juan condescendió con El.

Habiendo sido bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración, se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del cielo que decía: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias".

Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al verlo dijo a los que estaban con él: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de mí vendrá un varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo".

Entonces Juan atestiguó, diciendo: "He visto al Espíritu en forma de paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy testimonio de que El es el Hijo de Dios".

Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se divorció de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y le recriminó diciendo: "No te es lícito tener por mujer a la que es de tu hermano"; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.

Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y preocupado por lo que le decía.

Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de quitarlo de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la conciencia y la despidiera siguiendo el consejo de Juan.

Sin comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.

Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos tenían dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los fortaleciera en la fe.

Llegando donde El estaba, le preguntaron diciendo: "Juan el Bautista nos ha enviado a Ti a preguntarte si eres Tú el que tenía que venir, o esperamos a otro".

En aquel momento curó Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo: "Id y contad a Juan las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio…"

Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o ¿Qué salisteis a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro; y más que un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo te envío mi mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por tanto os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan el Bautista…"

Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los invitados y principalmente al propio Herodes.

Entonces el rey juró a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

Ella salió fuera y preguntó a su madre: "¿Qué le pediré?" La adúltera, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba, le contestó: "Pídele la cabeza de Juan el Bautista". La muchacha entró de nuevo y en seguida dijo al rey: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista".

Entonces se dio cuenta el rey de su error, y se pudo muy triste porque temía matar al Bautista; pero a causa del juramento, no quiso desairarla, y, llamando a su guardia personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y le entregaran a la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había solicitado.

Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como tú.

EL EVANGELIO DE HOY:24.06.2013

Autor: Irving Sánchez | Fuente: Catholic.net
Juan es su nombre
Lucas 1, 57-66.80. Solemnidad Natividad de Juan Bautista. Es preciso que él crezca y que yo disminuya. Estas palabras del Bautista constituyen un programa para todo cristiano.
 
Juan es su nombre
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 57-66.80

Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

Oración introductoria

Jesús, quiero que ocupes mi persona en mis relaciones personales. A semejanza de san Juan Bautista, quiero disminuir a mis caprichos para que Tú crezcas en mí. Deseo ser tu testigo entre mis familiares, amigos y compañeros de trabajo. Aumenta cada día más en mí tu presencia.

Petición

Señor, mandaste a tu primo Juan como precursor de tu mensaje y luego lo señalaste como el más grande nacido de los de mujer. Espero que en este día yo sea un testigo tuyo y de tu mensaje. Estoy a tu disposición para lo que me pidas en este día.

Meditación del Papa

Su fiesta nos recuerda que toda nuestra vida está siempre "en relación con" Cristo y se realiza acogiéndolo a él, Palabra, Luz y Esposo, de quien somos voces, lámparas y amigos (cf. Jn 1, 1. 23; 1, 7-8; 3, 29). "Es preciso que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30): estas palabras del Bautista constituyen un programa para todo cristiano.

Dejar que el "yo" de Cristo ocupe el lugar de nuestro "yo" fue de modo ejemplar el anhelo de los apóstoles san Pedro y san Pablo, a quienes la Iglesia venerará con solemnidad el próximo 29 de junio. San Pablo escribió de sí mismo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20). Antes que ellos y que cualquier otro santo vivió esta realidad María santísima, que guardó en su corazón las palabras de su Hijo Jesús. Ayer contemplamos su Corazón inmaculado, Corazón de Madre, que sigue velando con tierna solicitud sobre todos nosotros. Que su intercesión nos obtenga ser siempre fieles a la vocación cristiana. Benedicto XVI, Ángelus del 25 de junio de 2006.

Reflexión apostólica

Juan pudo haber dicho que él era el mesías y sin embargo no lo hizo. Por qué muchas veces yo siento que soy más que mis hermanos si somos hijos del mismo padre. Debo encontrar la manera de hacer que los demás se sientan queridos por Dios y por mí.

Propósito

Hoy durante el día, para ser testigo de Cristo voy a mencionar a Dios al menos cinco veces en este día: «Bendito sea Dios», «Gracias a Dios», «Dios mediante», «Si Dios nosquiere», «Hasta mañana, si Dios quiere», etc…

Diálogo con Cristo

¡Jesús, mándame como testigo tuyo! Estoy dispuesto a que tu mensaje sea transmitido por mi medio. En las redes sociales en los encuentros con los demás, en mis mensajes, en todas las cosas que haga hoy serán para tu mayor gloria. «Señor, hazme fiel a tu amistad y jamás permitas que me separe de ti».


Nada tengas por más valioso ni más amable que la humildad (San Jerónimo, Epist. 148, 20)


  • Preguntas o comentarios al autor
  • Irving Sánchez 

    domingo, 23 de junio de 2013

    PERDONAR NO ES OLVIDAR, ES RECORDAR EN PAZ



    Perdonar no es olvidar,
    es recordar en paz

     Quizás hayan observado que, con inusitada frecuencia, a la hora de escribir estos artículos, el Señor me pide hacerlo sobre el tema del perdón y la reconciliación. Y yo feliz.
    Y es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y si no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.

    ¡Haz la prueba! Decídete y perdona al que te ofendió o te causó algún daño. Si crees que el otro piensa que fuiste tú quien tuvo la culpa, pues igual, simple y llanamente pídele perdón, y asunto arreglado. Total, lo importante es lograr la paz, la convivencia, el poder saludar y sonreír y conversar con quien hasta hace poco le volteabas la cara, o le gruñías, o le deseabas el mal, o lo ignorabas, y arriba de eso afirmabas que no, que tú no habías dejado de quererlo, pero que no querías tener nada que ver con esa persona.

    El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente tu propia persona te sea indiferente.
    A los que tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para llevar este mensaje a los peleones.

    Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.

    Entonces, te pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido, irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona, y mucho peor si es un hermano?

    No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!
    Hoy, sin embargo, vivo tranquilo. A esa persona -¡y a tantas otras!- no tan sólo la perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor, me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Qué bien se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Qué pena. Siempre está presente en mis oraciones.

    El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es olvidar, es recordar en paz.
    Bendiciones y paz.


    Juan Rafael Pacheco
    Fuente: Catholic.net


     






    MIEDOS

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    MIEDOS...

    Hay dolores que aprietan y atenazan como garfios, que asfixizian, aprisionan y retuercen el corazón hasta verlo verter la ultima gota de su sangre, hasta dejarlo seco, vacío...vacío de vida...vacío de calor , vacío de amor, completa mente muerto, sin la mínima fuerza de un latido mas.

    El mal no descansa y vive en muchos seres que a diario lo alimentan, que llenos de veneno, lo esparcen y lo inyectan en quien menos debieran, en almas que a sus horas dieron color y vida, que de bellos momentos les llenaron sus días, dando si...dando siempre cariño...compañia.

    Tristemente esos seres, de humanidad no saben, ni sentir, ni de dar, en el fondo de ellos solo albergan maldad, que riegan a su paso con la conciencia muerta y el pecho hecho una piedra, duro, seco insensible, recibir solo saben y algo bueno de ellos nunca jamas saldrá pues en su triste infancia...no aprendieron a amar.
    Pero después de todo, merecen compasión, pues forrados de hierro...cual ridículo escudo las lanzas del dolor, de desamor, de golpes y de heridas no los traspazaran...pero en su loco invento de evitar el dolor se niegan la gran dicha de vivir plenamente,
    de sin miedos sentir...lo que es un gran amor!!!


    EL AVE MARÍA EN IMÁGENES


    Ave María
    Ave María
    el Señor es contigo


    bendito es el fruto de tu vientre Jesús




    Ruega por nosotros ahora
    llena eres de gracia
    bendita tú eres entre todas las mujeres


    Santa María Madre de Dios




    y en la hora de nuestra 




    muerte







    Amén

    SOLO DIOS...


    EL EVANGELIO DE HOY:22.06.2013

    Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
    Una encuesta, un compromiso, un mistero
    Lucas 9, 18-24. Domingo XII Tiempo Ordinario C. Jesús te pregunta hoy: Y tú, ¿quién dices que soy yo?.
    Una encuesta, un compromiso, un mistero
    Del santo Evangelio según san Lucas 9, 18-24

    Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos respondieron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado." Les dijo: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro le contestó: "El Cristo de Dios." Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día." Decía a todos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.

    Oración introductoria

    Señor, quiero acompañarte siempre porque sólo así mi vida tendrá sentido. Sé que eres fiel y que mi compromiso bautismal es, como dijo el Papa Francisco: «ser de Cristo, pensar, actuar, amar como Él, dejando que tome posesión de nuestra existencia para que la cambie, la trasforme, la libere de las tinieblas del mal y del pecado» (10/4/2013). ¡Gracias Señor, por todo tu amor!

    Petición

    Dame la gracia de experimentar tu amor en esta oración y en la Eucaristía de este día.

    Meditación del Papa

    Se decía -pienso en Nietzsche, pero también en muchos otros- que el cristianismo es una opción contra la vida. Se decía que con la cruz, con todos los Mandamientos, con todos los "no" que nos propone, nos cierra la puerta de la vida; pero nosotros queremos tener la vida y escogemos, optamos, en último término, por la vida liberándonos de la cruz, liberándonos de todos estos Mandamientos y de todos estos "no". Queremos tener la vida en abundancia, nada más que la vida.
    Aquí de inmediato viene a la mente la palabra del evangelio de hoy: "El que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará". Esta es la paradoja que debemos tener presente ante todo en la opción por la vida. No es arrogándonos la vida para nosotros como podemos encontrar la vida, sino dándola; no teniéndola o tomándola, sino dándola. Este es el sentido último de la cruz: no tomar para sí, sino dar la vida. (Benedicto XVI, 2 de marzo de 2006).

    Reflexión

    El Evangelio de este domingo me trae a la memoria una experiencia de mi niñez que se me quedó muy grabada. Recuerdo que, cuando yo estudiaba la primaria, nuestro profesor nos mandó un día hacer una encuesta. Era la tarea que debíamos llevar la siguiente vez a la clase de religión. Cada uno de nosotros teníamos que preguntar a treinta personas –familiares, vecinos y gente de la calle- quién era Jesús para ellos.

    Por la tarde de aquel mismo día, inicié mi recorrido "periodístico". Yo vivía en un pueblecito de unos 25.000 habitantes, muy católico. Todas las respuestas fueron, pues, doctrinalmente muy correctas.

    Pero yo creo que, si realizáramos hoy la misma encuesta en Norteamérica o en las grandes ciudades de cualquier país de la Europa "pluralista" y secularizada –por no decir de Asia-, escucharíamos respuestas bastante variopintas: desde el hombre excepcional, el maestro y modelo de buenas costumbres, el revolucionario y reformador de la sociedad; pasando por el Cristo poético y romántico al estilo "hippy" –el Jesus Christ Super Star de los años setentas- o el Jesús deformado por las diversas filosofías e ideologías; hasta llegar al Cristo visto por hombres y mujeres de fe, pero de distinto credo y religión. Un teólogo católico contemporáneo, el P. Javier García, presenta un abanico muy interesante de posibilidades en su libro: "Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de mujer".

    Jesús fue el primero, en la historia del cristianismo, en llevar a cabo una encuesta o un "sondeo de opinión" acerca de su propia persona. Y sus discípulos se manejaron en aquella ocasión con bastante desenvoltura.

    Pero los resultados de la sociología y de las encuestas no le interesan a Jesús. Lo que a Él realmente le importa es la respuesta personal: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" -les pregunta a sus apóstoles-. Sin duda, esa pregunta les provocó un silencio embazoso. Hasta que Pedro, armándose de valor, se pronunció en nombre de los Doce: "Tú eres el Mesías de Dios".

    Pues también ahora Jesús nos plantea este mismo interrogante a cada uno de nosotros, a ti, que estás leyendo ahora este artículo: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". Aquí no se valen las respuestas evasivas, ambiguas o de mero "compromiso". Ni tampoco espera Cristo respuestas teóricas, académicas y doctrinalmente "correctas". Él no quiere ver qué es lo que "sabemos" sobre Él, sino lo que realmente creemos y testimoniamos -con nuestra fe, nuestras obras y nuestra vida entera- acerca de Él.

    De verdad, ¿quién es Jesucristo para nosotros? Es un interrogante existencial, que hay que responder desde el fondo de nuestra conciencia, a solas con Cristo, mirándole directamente a los ojos. Y hay que darla con el corazón. Es una pregunta que requiere un verdadero compromiso personal y vital con el Señor. Una respuesta que debe cambiar toda nuestra existencia, nuestros criterios y comportamientos "mundanos", para comenzar a asemejarnos un poco más a Él en nuestras palabras, gestos, pensamientos y acciones concretas de cada día.

    Pero a continuación viene la siguiente escena, que es desconcertante para nuestras categorías humanas: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día". Pedro le acaba de proclamar el Mesías de Dios. La narración del evangelio de san Mateo es mucho más fuerte que la de Lucas.

    Después de la confesión de Pedro, en efecto, Jesús lo felicita, lo llama bienaventurado y le otorga los poderes del Primado sobre los demás apóstoles. Enseguida, Jesús les comunica el primer anuncio de la pasión. Y Pedro trata de disuadirlo y de apartarle de ese camino. Es entonces cuando Jesús reacciona de un modo enérgico llamándolo "Satanás" porque no entiende las cosas de Dios; es decir, el valor de la cruz.

    Seguir a Jesús no es -glosando las palabras de aquel famoso rey azteca- como "estar en un lecho de rosas". Ser discípulo de Cristo, ser auténtico cristiano, no siempre es cosa fácil. Porque muchas veces nos exige ir "contra corriente" y plantar cara a la mentalidad humana, a veces demasiado humana –o sea, "mundana", sensual y naturalista- propia del mundo y de la cultura de nuestro tiempo. Ser un cristiano de verdad es un compromiso exigente. Y en ocasiones también misterioso. Porque Dios nos desconcierta y sus modos de actuar no son como los de los hombres, ni siempre inteligibles para nuestra razón.
    Vivir el Evangelio exige mucha fe porque Dios es misterioso y casi siempre se nos presenta envuelto en el misterio. Y exige también mucha valentía, generosidad y amor porque, para hay que seguir a Jesús por la vía de la cruz: "El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo". Tenemos que pasar por el misterio de la cruz, del dolor y del sufrimiento para poder llegar hasta Él, para tener vida eterna, para ayudarle en la redención de la humanidad. Y sólo con mucha fe y con un amor muy grande y generoso, la cruz no será para nosotros un motivo de escándalo, sino un instrumento bendito de salvación y de santificación.

    Diálogo con Cristo

    Jesús, no te pido que quites las cruces de mi camino, pero dame la luz y la fuerza para avanzar hasta el final. Te pido la gracia de experimentar tu amor, especialmente en las dificultades. Sé que éste es un don que Tú estás dispuesto a dar a todos aquellos que te lo piden con humildad, fe y perseverancia.

    Propósito

    Éste es el reto que Cristo hoy nos presenta. Ojalá que nuestra respuesta sea valiente, generosa, decidida, consecuente. Entonces podremos llamarnos y ser en verdad auténticos "cristianos". O sea, seguidores de un Cristo crucificado y resucitado.




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC 

    sábado, 22 de junio de 2013

    EL PADRE NUESTRO EN IMÁGENES











    PERSONA SANTA



    Persona Santa
    Autor: Anthony de Mello, S.J.
    Libro: Caminar sobre las aguas


    En la India, los místicos y los poetas se preguntaron muchas veces que es una persona santa. Y llegaron a respuestas maravillosas.

    "La persona santa es como una rosa". ¿Ya ha escuchado decir a una rosa: "Daré mi fragancia solamente a las personas buenas que me huelan, y voy a negar mi perfume a las rosas malas?" ¡No, no! Expandir el perfume es la naturaleza de la rosa.

    "La persona santa es como una lámpara encendida en un cuarto oscuro" ¿Puede una lámpara decir que va a iluminar solamente a las personas buenas y esconder su luminosidad de las personas malas?.

    "La persona santa es como un árbol dando sombra tanto para las personas buenas como para las personas malas. El árbol da su sombra aún a la persona que lo está cortando Y si fuere aromático dejará su perfume en el hacha".

    EL AMOR MÁS GRANDE

    Autor: Coronel John W. Mansur | Fuente: Del Libro Chocolate caliente para el Alma
    El Amor más grande
    ¿Serías capaz de dar la vida por un amigo?
     
    El Amor más grande
    El Amor más grande

    Más allá de todos los blancos planeados, las bombas hicieron impacto en una pequeña aldea vietnamita, más exactamente en un orfanato a cargo de un grupo de misioneros. Todos éstos, y uno o dos niños, murieron en el acto. Hubo varios menores heridos, entre ellos, una pequeña de ocho años.

    De inmediato, los habitantes de la aldea solicitaron asistencia médica a un pueblo vecino que tenía contacto radial con las fuerzas armadas de los Estados Unidos. Finalmente, un médico norteamericano de la marina y una enfermera llegaron en un jeep, sin ningún otro implemento médico más que sus maletines. Cuando terminaron de examinar a todos los heridos, dijeron que la niña de ocho años presentaba el caso más crítico. Si no se actuaba de inmediato, moriría a causa de una conmoción cerebral y la pérdida de sangre.

    Era imperioso hacerle con urgencia una transfusión de sangre y, para ello, se requería un donante compatible. Un rápido examen demostró que ni el médico ni la enfermera tenían el tipo de sangre que se necesitaba; en cambio, algunos de los niños heridos si lo tenían. Aunque de modo muy precario, el médico hablaba la lengua de los aldeanos y la enfermera tenía los conocimientos básicos de francés, aprendidos en el colegio secundario; ambos, con la ayuda de un lenguaje de señas improvisado, trataron de explicar a los pequeños y asustados espectadores que, si alguno no donaba sangre para la pequeña, ella moriría sin remedio. Luego les preguntaron si alguno en particular deseaba ser el donante.

    Todos permanecieron callados, con los ojos completamente desorbitados. Tras un prolongado silencio, uno alzó su pequeña mano, temblorosa como una hoja, al mismo tiempo que la bajaba y la volvía a subir.

    -¡Oh, muchas gracias! -dijo la enfermera, en francés-. ¿Cual es tu nombre?

    -Heng -respondió el pequeño.

    Sin perder tiempo, lo acostaron en una camilla, le frotaron el brazo con alcohol e introdujeron la aguja en una vena diminuta. Heng se mantuvo tieso y en silencio durante el primer paso de la dura experiencia.

    Al cabo de un momento, cubriéndose la cara con el otro brazo, dejó oír un sollozo estremecedor.

    -¿Te duele, Heng? -preguntó el doctor. El niño respondió que no, sacudiendo la cabeza, pero más tarde volvió a lamentarse, siempre cubriéndose el rostro. EL doctor insistió con su pregunta. Sin embargo, Heng volvió a responder que no con la cabeza.

    Los sollozos discontinuos se transformaron en una incesante torrente de lágrimas, cerrando los ojos con fuerza y presionando el puño contra la boca. La enfermera y el médico se inquietaron ante la extraña actitud del niño. Era obvio que había un problema, y muy serio. Para entonces, se había hecho presente en el lugar una enfermera vietnamita para ofrecer ayuda, quien, al notar el sufrimiento del pequeño, se dirigió a él en su idioma. La enfermera escuchó atentamente la respuesta de Heng y le respondió con voz calma, procurando serenarlo.

    Pasados unos minutos, el pequeño paciente dejo de llorar y, con ojos inquisidores, miró a la enfermera vietnamita. Cuando ella asintió con la cabeza, Heng suspiró aliviado.

    Levantando la mirada, la enfermera se dirigió a los norteamericanos con estas palabras :

    -Heng pensó que iba a morir. No comprendió lo que ustedes dijeron. Creyó que, para que la niña pudiera sobrevivir, él debía donar toda su sangre.

    -Pero ¿por qué habría querido hacerlo? -preguntó la enfermera de la marina. La vietnamita le repitió la pregunta a Heng, y el respondió :

    -Porque es mi amiga.

    EL AGUA QUE QUERÍA SER FUEGO


    El agua que quería ser fuego.

    “Ya estoy cansada de ser fría y de correr río abajo. Dicen que soy necesaria. Pero yo preferiría ser hermosa. Y encender entusiasmos. Y hacer arder el corazón de los enamorados y ser roja y cálida. Dicen que yo purifico lo que toco, pero más fuerza purificadora tiene el fuego. Quisiera ser fuego y llama.” 

    Así pensaba en septiembre el agua de un río de montaña. 
    Y, como quería ser fuego, decidió escribir una carta a Dios y pedir que cambiara su identidad. 

    “Querido Dios: Tú me hiciste agua. Pero quiero decirte con todo respeto que me he cansado de ser transparente. 
    Prefiero el color rojo para mí. Desearía ser fuego. ¿Puede ser? 
    Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza ardiente y dijiste que habías venido a poner fuego en la tierra. No recuerdo que te compararas con el agua. 
    Por eso, creo que comprenderás mi deseo. No es un simple capricho. Yo necesito este cambio para mi realización personal...” 

    El agua salía todas las mañanas a su orilla para ver si llegaba la respuesta de Dios. 
    Una tarde pasó una lancha muy blanca y dejó caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió y lo leyó: 

    “Querida hija: me apresuro a contestar tu carta. Parece que te has cansado de ser agua, yo lo siento mucho porque no eres un agua cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en el Jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la cabeza de muchos niños. Tu preparas el camino del fuego. Mi espíritu no baja a nadie que no haya sido lavado por ti. El agua siempre es primero que el fuego.” 

    Mientras el agua estaba embebida leyendo la carta, Dios bajó a su lado y la contempló en silencio. El agua se miró a sí misma y vio el rostro de Dios reflejado en ella. 

    Y Dios seguía sonriendo, esperando una respuesta. 

    Ella comprendió que el privilegio de reflejar el rostro de Dios, solo lo tiene el agua limpia... 

    Suspiró y dijo: “Sí Señor, seguiré siendo agua, seguiré siendo tu espejo. Gracias. 

    LA BIBLIA ROTA



    La Biblia rota

    Conoció a Jesucristo y asistía con asiduidad a la congregación.

    Llevaba su ejemplar de las Escrituras en todo momento. Pero un sábado cualquiera, camino de la iglesia, amigos suyos lo llamaron desde una esquina. El fingió no escucharlos. Entonces de uno de sus antiguos compañeros de farra le ofreció a gritos: Ven, tómate una cerveza. Está fría, como te gusta. No la despreciarás. Y nuestro protagonista vaciló. Se detuvo. En su interior batallaba el viejo hombre que le decía: "Tómate una cerveza, no es pecado". Será solo una. Y también el hombre nuevo que insistía: No te dejes vencer por la tentación. Resiste. Dios está contigo. Y tomó una decisión: "Tomaré una cerveza". Luego vino otra y una tercera más. Terminó ebrio, sentado en una silla. La Biblia cayó a un lado.

    Desde ese día Armando era conocido simplemente como "biblia rota". El asegura que tomarse un trago no es pecado. Y lo hace con demasiada frecuencia. Volvió a ser borracho de antes. Jamás lo olvide: los principios bíblicos no se negocian.

    UNA ESCOBA...


    EL EVANGELIO DE HOY: 22.06.2013

    Autor: H. Roberto Villatoro | Fuente: Catholic.net
    No se preocupen por el día de mañana
    Mateo 6, 24-34. Nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto.
     
    No se preocupen por el día de mañana
    Del santo Evangelio según san Mateo 6, 24-34

    En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá l primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con que se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento ¿Y porqué se preocupen por el vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe? No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas. 

    Oración introductoria

    Señor, gracias porque estás siempre conmigo. Gracias por que no me abandonas, gracias por ser mi Padre. Ya sé que Tú me amas mucho y que harías lo que fuera para que sea feliz y alcance el cielo que nos has prometido. Pero ayúdame a ver de buen grado todos los acontecimientos de mi vida, sabiendo que ahí estás Tú.

    Petición

    Dios mío, confío en ti. ¿Cómo no confiar en ti? Padre, que me abandone en ti.

    Meditación del Papa

    Ante la situación de tantas personas, cercanas o lejanas, que viven en la miseria, estas palabras de Jesús podrían parecer poco realistas o, incluso, evasivas. En realidad, el Señor quiere dar a entender con claridad que no es posible servir a dos señores: a Dios y a la riqueza. Quien cree en Dios, Padre lleno de amor por sus hijos, pone en primer lugar la búsqueda de su reino, de su voluntad. Y eso es precisamente lo contrario del fatalismo o de un ingenuo irenismo. La fe en la Providencia, de hecho, no exime de la ardua lucha por una vida digna, sino que libera de la preocupación por las cosas y del miedo del mañana. Es evidente que esta enseñanza de Jesús, si bien sigue manteniendo su verdad y validez para todos, se practica de maneras diferentes según las distintas vocaciones: un fraile franciscano podrá seguirla de manera más radical, mientras que un padre de familia deberá tener en cuenta sus deberes hacia su esposa e hijos. En todo caso, sin embargo, el cristiano se distingue por su absoluta confianza en el Padre celestial, como Jesús. Precisamente la relación con Dios Padre da sentido a toda la vida de Cristo, a sus palabras, a sus gestos de salvación, hasta su pasión, muerte y resurrección. Jesús nos demostró lo que significa vivir con los pies bien plantados en la tierra, atentos a las situaciones concretas del prójimo y, al mismo tiempo, teniendo siempre el corazón en el cielo, sumergido en la misericordia de Dios. Benedicto XVI, Ángelus del 27de febrero de 2011.

    Reflexión 

    Lo decía San Juan de la Cruz y otros grandes santos: "De Dios recibimos tanto cuanto esperamos". Lo que nos puede pasar a nosotros, cristianos de a pie, y no místicos como San Juan de la Cruz, es que no nos la creemos. No creemos en el abandono en Dios. Pensamos poco en quién es Dios, en su omnipotencia, en que Él es Padre y quiere lo mejor para nosotros. San Francisco de Asís se lo dijo al Papa, cuando quería fundar su pobre congregación: "La congregación será una madre muy pobre, pero Dios es un Padre muy generoso.
    Es verdad que el abandono en Dios, no implica un abandono de las cosas de "aquí abajo". Tampoco nos puede llevar a desentendernos de nuestros deberes y responsabilidades. Pero nuestra actitud es diferente cuando ponemos todo nuestro esfuerzo confiando en que Dios hará el resto. "Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada, pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada".

    Propósito

    Iré a visitar al Santísimo, y le confiaré mis proyectos, preocupaciones y alegrías.

    Diálogo con Cristo

    Padre, que no tenga miedo a abandonarme en ti. Que sepa, Dios mío, que el abandonarme en ti, implica toda mi vida. Tú me has tomado en serio, y por eso me cuidas, me proteges, me das la vida y muchos dones. Ayúdame, pues, para que al abandonarme en ti, yo también te tome en serio.


    Toda mi esperanza estriba solo en tu gran misericordia 
    (San Agustín, Conf. 10)




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