viernes, 30 de marzo de 2012

FORMULA PARA IR AL CIELO...


Formula para ir al cielo

En cierta ocasión le preguntaron a Ramesh uno de los grandes sabios de la India, lo siguiente: "¿ Por qué existen personas que salen fácilmente de los problemas más complicados, mientras que otro sufren por problemas muy pequeños y se ahogan en un vaso de agua?"

El simplemente sonrió y contó una historia . . .

Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo decía que él iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría ir al Paraíso. En aquella época el cielo todavía no había pasado por un programa de calidad total. La recepción no funcionaba muy bien, y quien lo atendió dio una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vió su nombre en la lista, le orientó para que pudiera llegar al infierno. Y como en el infierno nadie pedía identificación, ni invitación cualquiera que llegara era invitado a entrar), el sujeto entró y se quedó.

Algunos días después Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a San Pedro: "¡Eso que me estás haciendo es puro terrorismo! Mandaste aquel sujeto al infierno y el me está desmoralizando. Llegó escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas, abrasándose, besándose. El infierno no es lugar para eso, por favor trae a ese sujeto para aca Cuando Ramesh terminó de contar esta historia dijo: "Vive con tanto amor en el corazón que, si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te traiga de vuelta al Paraíso"

PENSAMIENTO DE SAN JOSÉ MARELLO


LA FE TIENE QUE CONVERTIRSE EN VIDA PARA MÍ

Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
La fe tiene que convertirse en vida para mí
Viernes quinta semana de Cuaresma. ¿Hasta qué punto dejamos que nuestra alma sea abrazada plenamente por Cristo?
 
La fe tiene que convertirse en vida para mí
Jr 29, 10-13
Jn 10, 31-42

Ante el testimonio que Jesucristo le ofrece, ante el testimonio por el cual Él dice de sí mismo: “Soy Hijo de Dios”, ante el testimonio que le marca como Redentor y Salvador, el cristiano debe tener fe. La fe se convierte para nosotros en una actitud de vida ante las diversas situaciones de nuestra existencia; pero sobre todo, la fe se convierte para nosotros en una luz interior que empieza a regir y a orientar todos nuestros comportamientos.

La fundamental actitud de la fe se presenta particularmente importante cuando se acercan la Semana Santa, los días en los cuales la Iglesia, en una forma más solemne, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Tres elementos, tres eventos que no son simplemente «un ser consciente de cuánto ha hecho el Señor por mí», sino que son, por encima de todo, una llamada muy seria a nuestra actitud interior para ver si nuestra fe está puesta en Él, que ha muerto y resucitado por nosotros.

Solamente así nosotros vamos a estar, auténtica- mente, celebrando la Semana Santa; solamente así nosotros vamos a estar encontrándonos con un Cristo que nos redime, con un Cristo que nos libera. Si por el contrario, nuestra vida es una vida que no termina de aceptar a Cristo, es una vida que no termina en aceptar el modo concreto con el cual Jesucristo ha querido llegar a nosotros, la pregunta es: ¿Qué estoy viviendo como cristiano?

Jesús se me presenta con esa gran señal, que es su pasión y su resurrección, como el principal gesto de su entrega y donación a mí. Jesús se me presenta con esa señal para que yo diga: “creo en ti”. Quién sabe si nosotros tenemos esto profundamente arraigado, o si nosotros lo que hemos permitido es que en nuestra existencia se vayan poco a poco arraigando situaciones en las que no estamos dejando entrar la redención de Jesucristo. Que hayamos permitido situaciones en nuestra relación personal con Dios, situaciones en la relación personal con la familia o con la sociedad, que nos van llevando hacia una visión reducida, minusvalorada de nuestra fe cristiana, y entonces, nos puede parecer exagerado lo que Cristo nos ofrece, porque la imagen que nosotros tenemos de Cristo es muy reducida.

Solamente la fe profunda, la fe interior, la fe que se abraza y se deja abrazar por Jesucristo, la fe que por el mismo Cristo permite reorientar nuestros comportamientos, es la fe que llega a todos los rincones de nuestra vida y es la que hace que la redención, que es lo que estamos celebrando en la Pascua, se haga efectiva en nuestra existencia.

Sin embargo, a veces podemos constatar situaciones en nuestras vidas —como les pasaba a los judíos— en las cuales Jesucristo puede parecernos demasiado exigente. ¿Por qué hay que ser tan radical?, ¿por qué hay que ser tan perfeccionista?

Los judíos le dicen a Jesús: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios". Esta es una actitud que recorta a Cristo, y cuántas veces se presenta en nuestras vidas.

La fe tiene que convertirse en vida en mí. Creo que todos nosotros sí creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, Luz de Luz, pero la pregunta es: ¿lo vivimos? ¿Es mi fe capaz de tomar a Cristo en toda su dimensión? ¿O mi fe recorta a Cristo y se convierte en una especie de reductor de nuestro Señor, porque así la he acostumbrado, porque así la he vivido, porque así la he llevado? ¿O a la mejor es porque así me han educado y me da miedo abrirme a ese Cristo auténtico, pleno, al Cristo que se me ofrece como verdadero redentor de todas mis debilidades, de todas mis miserias?

Cuando tocamos nuestra alma y la vemos débil, la vemos con caídas, la vemos miserable ¿hasta qué punto dejamos que la abrace plenamente Jesucristo nuestro Señor? Cuando palpamos nuestras debilidades ¿hasta qué punto dejamos que las abrace Cristo nuestro Redentor? ¿Podemos nosotros decir con confianza la frase del profetas Jeremías: “El Señor guerrero, poderoso está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso, y su ignominia será eterna e inolvidable”?

¿Que somos débiles...?, lo somos. ¿Que tenemos enemigos exteriores...?, los tenemos. ¿Que tenemos enemigos interiores...?, es indudable.

Ese enemigo es fundamentalmente el demonio, pero también somos nosotros mismos, lo que siempre hemos llamado la carne, que no es otra cosa más que nuestra debilidad ante los problemas, ante las dificultades, y que se convierte en un grandísimo enemigo del alma.

Dios dice a través de la Escritura: “quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable”. ¿Cuando mi fe toca mi propia debilidad tiende a sentirse más hundida, más debilitada, con menos ganas? ¿O mi fe, cuando toca la propia debilidad, abraza a Jesucristo nuestro Señor? ¿Es así mi fe en Cristo? ¿Es así mi fe en Dios? Nos puede suceder a veces que, en el camino de nuestro crecimiento espiritual, Dios pone, una detrás de otra, una serie de caídas, a veces graves, a veces menos graves; una serie de debilidades, a veces superables, a veces no tanto, para que nos abracemos con más fe a Dios nuestro Señor, para que le podamos decir a Jesucristo que no le recortamos nada de su influjo en nosotros, para que le podamos decir a Jesucristo que lo aceptamos tal como es, porque solamente así vamos a ser capaces de superar, de eliminar y de llevar adelante nuestras debilidades.

Que la Pascua sea un auténtico encuentro con nuestro Señor. Que no sea simplemente unos ritos que celebramos por tradición, unas misas a las que vamos, unos actos litúrgicos que presenciamos. Que realmente la Pascua sea un encuentro con el Señor resucitado, glorioso, que a través de la Pasión, nos da la liberación, nos da la fe, nos da la entrega, nos da la totalidad y, sobre todo, nos da la salvación de nuestras debilidades.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    jueves, 29 de marzo de 2012

    CRISTO, OFRENDA PERMANENTE

    Cristo, ofrenda permanente

    "La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual" (C.E.C., 1.62 y 1.364). Cristo permanece en la Eucaristía como estaba en la Cruz, ofreciéndose al Padre, y ofreciéndose por nosotros.

    Jesús vino a este mundo, como decimos en el Credo, "por nosotros los hombres y por nuestra salvación". El momento álgido (el kairós) de su estancia en la tierra fue su muerte y resurrección, el misterio pascual. Por medio del pan y del vino, la Eucaristía hace presente a Cristo en ese misterio salvífico de su vida: Siempre que coméis este pan y bebéis este cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva (1 Cor 11,26), escribió san Pablo. Para los primeros cristianos y para los que vendrían después, Jesús resucitado era "el Señor", Dios; y aunque cuando se hace presente ahora, lo hace tal como vive actualmente, es decir, resucitado, su modo estar ahí es en estado de ofrenda, de entrega.

    Cristo nos salvó por su obediencia y su amor, manifestados en su sufrimiento y la muerte -Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2,8)- en un acto de entrega y de ofrenda al Padre en favor de sus hermanos los hombres, y esa misma disposición es la de Cristo cuando aparece en el momento de la Consagración de la Misa, y no sólo en ese momento, sino mientras duran las especies sacramentales.

    "Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por nuestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado hasta el fin, hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor" (C.E.C. 1380).

    Y de la misma manera que decimos que Jesús no vino a la tierra simplemente para estar sin más por Palestina, sino para entrar en relación con los hombres, para hablarnos, para salvarnos, darnos ejemplo y que los hombres pudiéramos entrar en relación personal con Él, también podemos decir que la presencia de Cristo en la Eucaristía no es simplemente para "estar ahí", sino que se ha quedado "para nosotros". Su presencia real tiene unos fines: "fin primario y primordial es la administración del Viático; los fines secundarios son la distribución de la comunión fuera de la misa y la adoración de Nuestro Señor Jesucristo presente en el Sacramento" (Ritual de la sagrada comunión y del culto eucarístico fuera de la misa, n. 5).

    Jesús nos invita -siempre que nos acerquemos con las debidas disposiciones- en primer lugar a la Comunión con Él. Así lo expresan sus mismas palabras: Tomad, comed: esto es mi cuerpo (Mt 26,26). La Eucaristía no fue instituida para estar simplemente milagrosamente en el sagrario, sino que es "para nosotros", para que Le recibamos como alimento espiritual de nuestras almas.

    Pero además su presencia constante en las especies sacramentales es una invitación suya a que le acompañemos pues bien sabe Dios que necesitamos de su cercanía, ya que la amistad lo requiere y desea. Ha sido un deseo de Jesús de estar cerca de nosotros, y es una necesidad para el cristiano, porque después de la misa siente la necesidad de decirle lo que Le dijeron los discípulos de Emaús: Quédate con nosotros (Lc 24,29). Y Él, que tanto desea nuestra compañía, ha accedido a nuestro querer. Su presencia real se ofrece a nosotros para que entremos en ese diálogo de persona a Persona con Él. Jesús en la Eucaristía es una ofrenda permanente al Padre y una ofrenda permanente para nosotros.

    A la vez, es siempre una interpelación a que el amigo viva como Él vive en la Eucaristía: ofreciéndose al Padre. Es una invitación a participar en el sacrificio de la nueva alianza -que es vida para nosotros-, con las actitudes de Cristo, que se anonadó y obedeció al Padre entregando su vida hasta el fin. Una invitación, en fin, que comprometa a quien adora, y también él esté dispuesto a ofrecerse al Padre en favor de sus hermanos los hombres.

    La adoración eucarística no puede quedarse, por tanto, en una asistencia pasiva ante la Hostia expuesta o ante el sagrario. Adorar ha de ser ante todo una comunión con Cristo en su misterio pascual de muerte y resurrección.

    Comunión que tiene como fin la plena configuración con Cristo hasta poder decir como San Pablo Ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí (Gal 2,20). La adoración eucarística se convierte entonces en una adoración al Padre, en Cristo, por el Espíritu Santo, en una adoración en espíritu y en verdad (Jn 4,24), como desea Dios que se le adore.

    EXPERIENCIA AJENA


    Experiencia ajena
    Autor: Justo López Melús



    El consejo de las personas sensatas podría ayudarnos a evitar muchos descalabros en la vida. Pero suele servir de poco. Muchos drogadictos, alcohólicos, afectados de SIDA..., lamentan, cuando ya no tiene remedio, no haber escuchado los buenos consejos que les dieron.

    Suele decirse que hay que escarmentar en cabeza ajena, pero la verdad es que se aprende poco con el fracaso ajeno, y muchos prefieren experimentos fuertes, aunque tengan veneno. La experiencia ajena sirve de poco, y cuando se tiene la propia, ya no se puede usar: si un joven quisiera..., si el anciano pudiera... La experiencia es una señora que nos da un peine cuando ya estamos calvos. La experiencia es un billete de lotería que adquirimos cuando ya se efectuó el sorteo.

    ASÍ TE QUIERO

    Así te quiero

    Abre tu boca... y yo la llenaré.
    Dame tu corazón... y yo lo cambiaré.
    Entrégame tu mente... y yo la limpiaré.
    Dame tus pies... y yo los encaminaré.
    Así de literal, así de cierto.

    No esperes recibir para guardar,
    yo les daba mana día por día.
    Así quiero que vivas.
    Tu dependencia en mí,
    te da la fuerza...
    no anules mi poder,
    en ti descansa.

    Yo no soy un Dios que da y que quita.
    si la tierra me es fiel,
    cuanto plantas en ella, fructifica...
    cuanto más no será en mis primicias!.
    Séme fiel hasta el fin... nada te importe.
    El mundo cambia siempre y lo que es oro hoy,
    lodo es mañana.

    Yo te respaldo,
    ve... listo esta el mundo;
    solo vé y comunica.
    Tu trabajo es hablar,
    dar mi palabra...

    Mi responsabilidad: salvar las almas.
    No sientas como pesada carga,
    el hablar a la gente de mi amor.

    SER VERDADERAMENTE HIJOS DE DIOS

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Ser verdaderamente hijos de Dios
    Jueves quinta semana de Cuaresma. Tenemos un Dios que nos persigue y busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos.
     
    Ser verdaderamente hijos de Dios
    Gn 17, 3-9
    Jn 8, 51-59

    El tiempo cuaresmal es un camino de conversión que no es simplemente arrepentirnos de nuestros pecados o dejar de hacer obras malas. El camino de conversión no es otra cosa sino el esfuerzo constante, por parte nuestra, de volver a tener la imagen, la visión que Dios nuestro Señor tenía de nosotros desde el principio. El camino de conversión es un camino de reconstrucción de la imagen de Dios en nuestra alma.

    La liturgia del día de hoy nos presenta dos actitudes muy diferentes ante lo que Dios propone al hombre. En la primera lectura, Dios le cambia el nombre a Abram. Y de llamarse Abram, le llama Abraham. Este cambio de nombre no es simplemente algo exterior o superficial. Esto requiere de Dios la disponibilidad a cambiar también el interior, a hacer de este hombre un hombre nuevo.
    Pero, al mismo tiempo, requiere de Abraham la disponibilidad para acoger el nombre nuevo que Dios le quiere dar.

    Por otro lado, en el Evangelio vemos cómo Jesús se enfrenta una vez más a los judíos, haciéndoles ver que aunque se llamen Hijos de Abraham, no saben quién es el Dios de Abraham.

    Son las dos formas en las cuales nosotros podemos enfrentarnos con Dios: la forma exterior; totalmente superficial, que respeta y vive según una serie de ritos y costumbres; una forma que incluso nos cataloga como hijos de Abraham o hijos de Dios. Y por otro lado, el camino interior; es decir, ser verdaderamente hijos de Abraham, ser verdaderamente hijos de Dios.

    Lo primero es muy fácil, porque basta con ponerse una etiqueta, realizar determinadas costumbres, seguir determinadas tradiciones. Y podríamos pensar que eso nos hace cristianos, que eso nos hace ser católicos; pero estaríamos muy equivocados. Porque todo el exterior es simplemente un nombre, y como un nombre, es algo que resuena, es una palabra que se escucha y el viento se lleva; es tan vacía como cualquier palabra puede ser. Es en el interior de nosotros donde tienen que producirse los auténticos cambios; de donde tiene que brotar hacia el exterior la verdadera transformación, la forma distinta de ser, el modo diferente de comportarse.

    No son las formas exteriores las que configuran nuestra persona. Son importantes porque manifiestan nuestra persona, pero si las formas exteriores fuesen simplemente toda nuestra estructura, toda nuestra manera de ser, estaríamos huecos, vacíos. Entonces también Jesús a nosotros podría decirnos: “Sería tan mentiroso como ustedes”. También Jesús nos podría llamar mentirosos, es decir, los que vacían la verdad, los que manifiestan al exterior una forma como si fuese verdad, pero que realmente es mentira.

    Qué difícil y exigente es este camino de conversión que Dios nos pide, porque va reclamando de nosotros no solamente una «partecita», sino que acaba reclamando todo lo que somos: toda nuestra vida, todo nuestro ser. El camino de conversión acaba exigiendo la transformación de nuestras más íntimas convicciones, de nuestras raíces más profundas para llegar a cristianizarlas.

    Para los judíos solamente Dios estaba por encima de Abraham, por eso, cuando Cristo les dice: “Antes de que Abraham existiese, Yo soy”, ellos entendieron perfecta- mente que Cristo estaba yendo derecho a la raíz de su religión; les estaba diciendo que Él era Dios, el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y es por eso que agarran piedras para intentar apedrearlo, por eso buscan matarlo.

    No es simplemente una cuestión dialéctica; ellos han entendido que Cristo no se conforma con cambiar ciertos ritos del templo. Cristo llega al fondo de todas las cosas y al fondo de todas las personas, y mientras Él no llegue ahí, va a estar insistiendo, va a estar buscando, va a estar perseverando hasta conseguir llegar al fondo de nuestro corazón, hasta conseguir recristianizar lo más profundo de nosotros mismos.

    El hecho de que Dios le cambie el nombre a Abram, además de significar el querer llegar al fondo, está también significando que solamente quien es dueño de otro le puede cambiar el nombre. (Según la mentalidad judía, solamente quien era patrón de otro podía cambiarle el nombre). Algo semejante a lo que hicieron con nosotros el día de nuestro Bautismo cuando el sacerdote, antes de derramar sobre nuestra cabeza el agua, nos impuso la marca del aceite que nos hacia propiedad de Dios.

    ¿Realmente somos conscientes de que somos propiedad de Dios? Dios es tan consciente de que somos propiedad suya, que no deja de reclamarnos, que no deja de buscarnos, que no deja de inquietarnos. Como a quien le han quitado algo que es suyo y cada vez que ve a quien se lo quitó, le dice: ¡Acuérdate de que lo que tú tienes es mío! Así es Dios con nosotros. Llega a nuestra alma y nos dice: Acuérdate de que tú eres mío, de que lo que tú tienes es mío: tu vida, tu tiempo, tu historia, tu familia, tus cualidades. Todo lo que tú tienes es mío; eres mi propiedad.

    Esto que para nosotros pudiera ser una especie como de fardo pesadísimo, se convierte, gracias a Dios, en una gran certeza y una gran esperanza de que Dios jamás va a desistir de reclamar lo que es suyo. Así estemos muy alejados de Él, sumamente hundidos en la más tremenda de las obscuridades o estemos en el más triste de los pecados, Dios no va a dejar de reclamar lo que es suyo. Sabemos que, estemos donde estemos, Dios siempre va a ir a buscarnos; que hayamos caído donde hayamos caído, Dios nos va a encontrar, porque Él no va a dejar de reclamar lo que es suyo.

    Éste es el Dios que nos busca, y lo único que requiere de nosotros es la capacidad y la apertura interior para que, cuando Él llegue, nosotros lo podamos reconocer. “El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. No habrá nada que nos pueda encadenar, porque el que es fiel a las palabras de Cristo, será buscado por Él, que es la Resurrección y la Vida.

    Ojalá que nosotros aprendamos que tenemos un Dios que nos persigue y que busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos, y que nos va hacer bajar hasta el fondo de nosotros para que nos podamos, libremente, dar a Él.

    ¿De qué otra manera más grande puede Dios hacer esto, que a través de la Eucaristía? ¿Qué otro camino sigue Dios sino el de la misma presencia Eucarística? ¿Acaso alguien en la tierra puede bajar tan a lo hondo de nosotros mismos como Cristo Eucaristía? Cristo es el único que, amándonos, puede penetrar hasta el alma de nuestra alma, hasta el espíritu de nuestro espíritu, para decirnos que nos ama.

    Permitamos que el Señor, en esta Semana Santa que se avecina, pueda llegar hasta nosotros. Permitámosle hacer la experiencia de estar con nosotros. Y nosotros, a la vez, busquemos la experiencia de estar con Él. Un Dios que no simplemente caminó por nuestra tierra, habló nuestras palabras y vio nuestros paisajes. Un Dios que no simplemente murió derramando hasta la última gota de sangre; un Dios que no solamente resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Un Dios que, además, ha querido hacerse Eucaristía para poder estar en lo más profundo de nuestras vidas y poder encontrarnos, si es necesario, en lo más profundo de nosotros mismos.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    miércoles, 28 de marzo de 2012

    ENCONTRARÁS A DIOS...

    Encontrarás a Dios

    Dondequiera que pongas tu mirada,
    dondequiera que fijes tu atención,
    dondequiera que un átomo subsista,
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En las formas diversas de las nubes,
    en los rayos dorados que da el sol,
    en el brillo que lanzan las estrellas,
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En los dulces balidos que en los prados
    el rebaño da al silbo del pastor,
    en los trinos cambiantes de las aves.
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En la sangre que corre por tus venas,
    en la misma conciencia de tu YO,
    en los propios latidos de tu pecho,
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En la santa figura de la madre
    cuyo seno la vida te done,
    en la franca sonrisa de una hermana,
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En las lindas pupilas de la joven
    que de amores prendió tu corazón,
    en la grata visión de un ser querido,
    ENCONTRARAS A DIOS.


    En las horas de sombra y amargura
    cuando a solas estás con tu dolor
    si le buscas en la sombría noche
    ENCONTRARAS A DIOS....

    ORACIÓN DE FE


    Oración de Fe

    Creo, aunque todo te oculte a mi fe.
    Creo, aunque todos me griten que no.

    Porque he basado mi fe en un Dios inmutable, en un Dios que no cambia, en Dios que es amor.

    Creo, aunque todo parezca morir. Creo, aunque yo no quisiera vivir, porque he fundado mi vida en palabras sinceras, en palabras de amigo, en palabras de Dios.

    Creo, aunque todo subleve mi ser. Creo, aunque sienta muy solo el dolor, Porque un cristiano que tiene al Señor por amigo, no vacila en la duda, se mantiene en la fe.

    Creo, aunque veo a los hombres matar. Creo, aunque veo a los niños llorar. Porque aprendo con certeza que El sale al encuentro en las horas más duras, con su amor y su luz.

    Creo, pero aumenta mi fe.

    Y a ti... ¿quién te condena?


    Y a ti... ¿quién te condena?
     Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía en que en un día determinado, en veinte años, serían torturados lentamente hasta la muerte.

    Al escuchar la sentencia, el más joven se retorció de la pena y del dolor, y a partir de ese día, cayó en una profunda depresión.

    "¿Para qué vivir?" se preguntaba, "si de todas maneras van a arrebatarme la vida, y de una manera inconcebiblemente terrible"

    Desde ese día nunca fue el mismo. Cuando alguno de sus cercanos, compadecido por su estado, le ofrecía apoyo para tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo:
    - Claro, como tú no tienes que cargar mis penas, todo te parece fácil.

    En otras ocasiones también replicaba:
    - Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me entiendas...

    Y, a veces, alegaba en voz alta:
    - ¿Para qué me esfuerzo? Si de todas formas...
    Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su amarga soledad y murió mucho antes de que se cumpliera el plazo de los veinte años.

    El otro hombre, al escuchar la sentencia, se asustó y se impresionó, sin embargo a los pocos días resolvió que, como sus días estaban contados, los disfrutaría.

    Con frecuencia afirmaba:
    - No voy a anticipar el dolor y el miedo empezando a sufrir desde ahora.

    Otras veces decía:
    - Voy a agradecer con intensidad cada día que me quede.
    Y, en vez de alejarse de los demás, decidió acercarse y disfrutar a los suyos, para sembrar en ellos lo mejor de sí.
    Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía en broma:
    - Ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo anticipadamente y, por ahora, estoy vivo.

    Fue así que, paulatinamente, se convirtió en un hombre sabio y sencillo, conocido por su alegría y su espíritu de servicio. Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada su condena.

    El 99% de tus miedos no se realizarán. Cree en tu fuerza, disfruta la libertad de ser feliz. La verdadera libertad no está en lo que haces, sino en la forma como eliges vivir lo que haces, y sólo a ti te pertenece tal facultad.

    P.D.: Sólo por hoy elige pensamientos y emociones positivas. Notarás la diferencia.

    LA VIRGEN MARÍA ...


    LA VIRGEN MARÍA...

    En su vida, la Virgen María no ha realizado cosas llamativas ni ha emprendido hazañas extraordinarias. Ella se santificó haciendo todas las cosas que hacían las mujeres de su tiempo.
    Tampoco nosotros debemos buscar la santidad en cosas extraordinarias sino en hacer las cosas ordinarias de un modo extraordinario, por el amor con que las hacemos.

    María, impúlsanos a realizar las tareas de cada día con mucho amor y bondad.

    martes, 27 de marzo de 2012

    ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD


    Oración a la Santísima Trinidad

    Creo en Ti Dios Padre, creo en Ti Dios Hijo, creo en Ti Dios Espíritu Santo, pero aumentad mi fe.

    Espero en Ti Dios Padre, espero en Ti Dios Hijo, espero en Ti Dios Espíritu Santo, pero aumentad mi esperanza.

    Te amo Dios Padre, te amo Dios Hijo, mi Señor Jesucristo Dios y hombre verdadero, te amo Dios Espíritu Santo, pero aumentad mi amor.

    Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, Gloria a la Santísima e indivisa Trinidad, como era en el principio, ahora y siempre, por todos los siglos de los siglos. Amen

    Padre omnipotente, ayuda mi fragilidad y sácame del abismo de mi miseria. Sabiduría del Hijo, endereza todos mis pensamientos, palabras y obras de este día. 

    Amor del Espíritu Santo, sé el principio de todas las obras de mi alma, para que sean siempre conformes con la Voluntad del Padre.

    A Ti Padre Ingénito, a Ti Hijo Unigénito, a Ti Espíritu de Santidad, un solo Dios en Trinidad, de todo corazón te confieso, te bendigo , te alabo.

    A Ti, Trinidad Santísima se te dé siempre, todo honor, gloria y alabanza por toda la eternidad.
     
    Amén.

    MANERAS DE ENFRENTAR LA VIDA


    Maneras de enfrentar la vida
    Autor:  Padre Juca
     

    Cada uno tiene una manera especial de enfrentar la vida, de buscar la felicidad: unos se quejan de la vida, otros agradecen a Dios; unos buscan la felicidad en el dinero, en el sexo, en los placeres y encuentran un mayor vacío dentro de sí; otros entienden que la felicidad es un estado del espíritu, es sentir la paz en el corazón, es la manera de enfrentar la vida dándole valor a aquello que realmente lo posee. Mucha gente piensa que la felicidad está en las cosas y después se queja del tedio y de las frustraciones.

            ¡Qué cosa! ¡Cómo se huye de la vida! Hay personas que pasan por algún problema o sufren alguna desilusión y se van a desahogar las tristezas en el alcoholismo, en las drogas, en aventuras. Piensan que, actuando así, van a olvidarlos. Y, además de no lograr nada, crean todavía más de una situación difícil: corren el riesgo de volverse dependientes de esos vicios, cuyas consecuencias todos conocen. Tenemos que enfrentar la vida, enfrentarla cueste lo que cueste; huir nunca fue y nunca será solución, además de seguir ahí, el problema se agrava más todavía.

            Tenemos la costumbre de buscar en los demás la causa de nuestros fracasos, ¿será que realmente son los demás los responsables por nuestros fracasos? Si usted se equivocó de profesión, de vocación, todavía es tiempo de cambiar, de arreglárselas, de intentar otro tipo de trabajo, de vida. Usted puede recomenzar todo de la nada, si tiene coraje, en poco tiempo verá su situación transformada.


            NUNCA ES TARDE PARA RECOMENZAR UNA VIDA

    INVOCACIONES A LA VIRGEN MARÍA

    Invocaciones a la Virgen María


    Ave, Tú por quien resplandecerá la dicha.
    Ave, Tú por quien se renueva la creación.
    Ave, iniciada en los misterios
    de una inefable voluntad.
    Ave, fe de acontecimientos que requieren silencio.
    Ave, oh puente que de la tierra hace pasar al cielo.
    Ave, Tú que inefablemente generaste la luz.
    Ave, terreno que germina
    abundancia de misericordia.
    Ave, porque haces reflorecer el jardín de delicias.
    Ave, incienso que haces escuchar las súplicas.
    Ave, propiciadora del mundo entero,
    Ave, benevolencia de Dios por los hombres.
    Ave, confianza de los hombres en Dios.
    Ave, de los Apóstoles vez perenne.
    Ave, de los mártires invencible valor,
    Ave, luminoso signo de la gracia.
    Ave, Tú por quien fuimos revestidos de gloria.
    Ave, rayo de místico día.
    Ave, Tú que iluminas los iniciados en los misterios de la Santísima Trinidad.
    Ave, alegría de todas las generaciones.
    Ave, flor de pureza.
    Ave, corona de fortaleza.
    Ave, que en Ti resplandece el tipo de la resurrección.
    Ave, morada del Dios infinito.
    Ave, columna de la virginidad.
    Ave, iniciadora de espiritual plenitud.
    Ave, Tú que revistes corno esposas
    a las almas santas.
    Ave, fulgor que ilumina las almas.
    Ave, de la Iglesia irremovible torre.
    Ave, arca revestida de oro por el Espíritu Santo.

    lunes, 26 de marzo de 2012

    ¿SABES... TE AMO?

    ¿Sabes... te amo?


    Un día cuando desperté no había luz, todo estaba obscuro. Las luces y las estrellas se encontraban lejos. Me vi sola y un par de lágrimas me hicieron compañía. Caminé, camine... mis rodillas y manos sangraban por las caídas, mis ojos no alcanzaban a ver nada, mi llanto era un diluvio de dolores, las cuales la luz no traspasaba. Lloré, lloré... caminé y caí, una... y otra vez; Caí y ya no pude levantarme más. El cansancio y la tristeza actuaron en mí. Y profundamente dormí...
    ¡LEVÁNTATE¡
    Al instante desperté y un viento cálido me acarició.
    ¡LEVÁNTATE!!.
    ¡¡YO YA CAI POR TI TRES VECES!!
    Alcé la cara y busqué con desesperación. Fue inútil, mis ojos estaban cegados y nada distinguían. La voz se oyó con ternura, cargada de amor muy cerca de mí.
           
    "Levántate, dame tu mano, tú no me has buscado con el
    corazón, no te asustes, yo soy el que ha velado tu sueño, el que ha secado tus lágrimas y tus heridas las he curado, ese corazón tan roto lo he pegado, anda siéntate acércate, ¡Te amo!" No sé como, pero de pie me puse. Nada me dolía, ya no había pesar en mi alma.
          
    Mis ojos... mis ojos ¡veían!. Levanté la cara y ahí, cerca de mí estaba Él. Era un hombre de mirada más dulce que la miel, y la sonrisa más hermosa que he visto, me extendía los brazos...
    " Ya no necesitas caer, ya no necesitas llorar, si estás herido, sólo, búscame, yo estoy cerca de ti siempre...".
    Comprendí que nunca estuve sola ,alguien me observaba, me cuidaba, ¡estaba junto a mí!...

    ¡LEVÁNTATE¡, ¡LEVÁNTATE¡.
    YO HE DADO LA VIDA POR TI, HE VENCIDO A LA MUERTE,
    VAMOS, EL CAMINO LO HE ABIERTO, NO TEMAS YO IRÉ JUNTO
    A TI, ¿SABES?... TE AMO.

    ALÉGRATE LLENA DE GRACIA

    Alégrate Llena de Gracia
    Padre Javier Soteras



    Lc. 1, 26-38
    Hoy vamos a detenernos particularmente en esta expresión que utiliza el Ángel para vincularse con María, de manera tan sorprendente como que ella dice de no entender nada, cómo puede ser esto, yo no convivo con ningún hombre. Es la expresión que dice LLENA DE GRACIA. ¡ Alégrate, Llena de Gracia !

    Fíjate que el Ángel no le dice "María, el Señor te trae una noticia", sino dice "alégrate, Llena de Gracia". Como si le hubiera cambiado el nombre. No la llama por el nombre suyo, sino por este otro nombre que le resulta a ella del todo familiar aunque nunca lo había escuchado.

    Del todo familiar, porque allí radica la identidad misma de María, que justamente en Lourdes se va a presentar como la Inmaculada Concepción, que es una de las formas de decir que está llena de gracia. Es una de las maneras de decir esto mismo, Llena de Gracia. La identidad de María corresponde a esta expresión del Ángel.

    Decimos que una persona tiene gracia cuando es bella, cuando tiene destreza, cuando en ella hay hermosura. Pero también decimos que una persona ha sido agraciada, cuando ha sido perdonada de una determinada culpa con la que debía pagar una pena. Recibió la gracia de ver saldada su deuda.

    Estas dos realidades tienen lugar en María. Ella es Llena de Gracia, Plena de Gracia, porque es hermosa, bella. La más bella de todas las creaturas que Dios ha hecho sobre la faz de la tierra. Pero al mismo tiempo es porque ha sido preservada del pecado. Ha sido creada por el Padre, sin pecado. Sin pecado concebida. Es lo mismo que decir inmaculada en su concepción.

    Llena de Gracia, Plena de Gracia, Inmaculada en la concepción, hermosa y bella, sin pecado concebida. Esto es lo que hoy celebramos justamente, al celebrar a María de Lourdes. Fíjate que la Iglesia, después de un largo tiempo, haciendo memoria de su tradición, en la expresión de Pío Nono, la declara como "Inmaculada" a María, como la concebida sin pecado.

    Al mismo tiempo Ella se le presenta a Bernardita Soubirou, con esa misma expresión: YO SOY LA INMACULADA CONCEPCIÓN. La inmaculada quiere decir la que no tiene mácula, no tiene mancha, la que no tiene pecado. Ha sido concebida sin pecado.

    Esta expresión, sin pecado,, que dice de estar llena de gracia por parte de Dios, en el Iglesia latina se manifiesta de esa manera. Pero en la Iglesia ortodoxa, se la llama María en vez de Inmaculada, para expresar un rasgo de su plenitud de gracia, toda santa. Lo que nosotros, en la Iglesia latina llamamos Inmaculada, la Iglesia ortodoxa la llama "Toda Santa".

    Toda Santa es "toda llena de virtud", toda llena de los dones de Dios, plena, llena de la gracia. Es como una definición puesta en positivo. Es lo mismo dicho de otra manera. En la Iglesia latina marcamos este rasgo de Inmaculada en su concepción, sin mancha, mientras que en la ortodoxa se expresa se expresa esta otra realidad: la plenitud de los dones del Espíritu en su corazón.

    ¿De dónde le viene esto a María? Dios ha mirado la pequeñez de su servidora, dice ella. La gracia es Gracia. Y esto es como "gratuidad", como otro rasgo que conviene hoy como remarcar muy bien. No corresponde a su bondad. No corresponde a su condición virtuosa primero, para que Dios mire esto ni en función de eso, la llena de su gracia: corresponde a una total gratuidad de Dios.

    La gracia de Dios es gratis. Con todo esto el Señor nos está invitando a nosotros a la apertura a su gracia. Si queremos imitar a María en algo, abrámonos a la Gracia de Dios. Es decir, pongámonos de cara al Señor y dejemos que nos penetre su mirada. Que una vez más no tome su bondad. Que una vez más nos bendiga su presencia grande.

    María, la Llena de Gracia, nos invita a nosotros a ser, entre otras cosas, agradecidos. Ser agradecidos no es como cuando jugábamos al truco ayer con unos amigos, decirle al otro: quiero retruco. Mientras Dios te da algo, vos le respondés poniéndote por arriba a Dios en ese mismo reconocimiento, pero poniéndosela redoblada a la cuestión que el mismo Dios te ofrece.

    Ser agradecido es levantar los brazos y alabarlo a Dios, alabarlo y bendecirlo en el reconocimiento de la indignidad de que aquello que nos es dado, no lo merecemos, pero al mismo tiempo lo necesitamos, nos hace falta. Eso es ser agradecido, es tener el corazón de hijos.

    La Llena de Gracia lo reconoce así: MI ALMA CANTA LA GRANDEZA DEL SEÑOR. Mi alma alaba la grandeza del Señor. Canta, alaba y bendice a Dios porque ha mirado la humildad de su servidora. Reconoce que ha sido totalmente tomada por el Señor, y por eso lo bendice y por eso lo alaba.

    Nosotros también, de cara a Dios, en el día de la Inmaculada Concepción de la Toda Santa, somos invitados a bendecir, alabar y agradecerlo al Señor.

    San Agustín, hablando de la humanidad de Jesús, dice ¿cómo mereció llegara a ser hijo unigénito de Dios? ¿Precedió algún mérito a esta unión? ¿Qué obró, qué creyó o qué exigió precisamente para llegar a tan inefable y soberana dignidad, Jesús? Y responde Agustín: busca méritos busca justicia, busca motivos, y a ver si encuentras algo que no sea gracia. Ésta es la respuesta.

    También en María. En su plena comunión de alianza nueva con Jesús. ¿Qué le mereció a llegar a ser la Madre de Dios? ¿Qué mérito previo tuvo esta mujer para ser visitada por el Ángel y recibir semejante mensaje y semejante misión? ¿Qué obró o qué creyó o qué exigió para llegar a tan inefable y soberana dignidad?

    Busquemos méritos, dice Agustín, de Jesús, nosotros decimos de María, busquemos justicia, busquemos motivos y sólo vamos a encontrar gracia. La Llena de Gracia. Éste es el nombre que le cabe y allí está su identidad.

    ¡ ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA !

    Cuando nosotros vamos emparentándonos con Ella, cuando nos vamos familiarizando en el trato con Ella, descubrimos que no solamente esto es así para Ella, sin también para los hijos que nacemos y renacemos cada día en el trato con Ella. Aprendemos a descubrir en Ella y desde Ella, con Jesús, que todo es Gracia de Dios, que todo es don gratuito de Dios.

    Pablo lo decía de una manera maravillosa en al primera Carta a los Corintios, en el cap. 15, en el v. 10 hay una expresión que dice justamente esto, respecto del Apóstol: Por gracia de Dios soy lo que soy. Llegamos a ser lo mejor de nosotros mismos, es decir, alcanzar nuestra vocación, alcanzar el proyecto que Dios tiene para con nosotros, cuando dócilmente nos entregamos con sencillez y con fidelidad a la Gracia de Dios, aceptando de Él lo que así venga, con absoluta indiferencia. Dice Ignacio de Loyola, no importándonos más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, tener que no tener: santa indiferencia, con el corazón solo dispuesto a aceptar la voluntad y e querer, el Amor de Dios en nosotros.

    Cuando el corazón se dispone y entra en esta clave de sintonía con el Señor, nosotros vamos también descubriendo que lo que podemos llegar a ser, sólo es don gratuito de Dios, que obra en nosotros de manera meritoria, haciéndonos vencer el pecado, la muerte, los vicios, los defectos y todo aquello que en nuestra naturaleza se muestra como herido.

    Nosotros sí, tenemos una herida.

    Y es tanto el amor de la Madre y de Jesús por nosotros y tanto el deseo de identificarse con nosotros, para ponernos donde ellos están llenos y plenos de gracia, que también ellos han querido dejarse herir. La Cruz es el lugar donde la Alianza de Amor entre María y Jesús nos alcanza también a nosotros, los que así nacimos, con pecado. Es decir, nacimos con una herida.

    De hecho, en el momento en que la espada atraviesa el corazón del Maestro, también atraviesa el corazón de la Madre. La espada que atraviesa el corazón del Maestro es justamente la del pecado de la humanidad toda, y alcanza a la Madre por la plena comunión con Jesús. Ahora la sin pecado también aparece al pie de la cruz, herida por Amor. Y el que viene de lo alto, del Padre, el que fue concebido sin pecado, también es alcanzado por los efectos del pecado y aparece herido en la cruz.

    Este misterio de alianza de amor que existe entre Jesús y la Madre, nos alcanza también a nosotros. Nosotros, en nuestro pecado, los herimos y ellos, en el derramamiento de su sangre, nos liberan del pecado, Jesús nos libera del pecado en comunión plena con la Madre, la concebida sin pecado, y nos permite entrar en plena comunión con ese misterio de amor.

    Podemos llegar nosotros también a la plenitud del proyecto que Dios tiene para con nosotros, si nos dejamos alcanzar por la gracia de Jesús. Si nos dejamos tomar por la gracia. Llegamos a ser plenos, totalmente felices, sólo cuando nos dejamos tomar por la Gracia. Somos lo que estamos llamados a ser cuando la gracia de Dios nos gana el Corazón.

    Yo soy lo que soy, dice el Apóstol, sólo por la gracia de Dios. ¿Te pusiste a pensar a qué estás llamado o llamada a ser? Toda persona tiene una vocación, nace con un designio. Dios Padre creador nos puso un código con el cual identificarnos en el tiempo. Hay que descubrirlo.

    María lo descubre en el anuncio del Ángel. Hasta aquí nadie la llamó Llena de Gracia. Se llamaba María de Nazaret, la hija de Joaquín, de Ana, pero María, hasta aquí. Sólo María, pero Llena de Gracia....

    Este secreto estaba reservado hasta ese tiempo. Hay un tiempo en tu vida donde Dios también quiere revelarte el secreto, que es tu vocación, que es tu llamado. Esto tiene que ver con tu proyecto. Es más que tener un trabajo. Es más que encontrar una solución a tus problemas económicos, matrimoniales; es más que encontrar una respuesta a tus problemas familiares, es mucho más que eso.

    Una vocación es un don. Es un llamado. Es un llamado a la felicidad y a la plenitud. Solamente uno puede descubrirlo cuando, con santa indiferencia, dirá Ignacio de Loyola, se abre al querer y a la voluntad de Dios. A "sea lo que sea", lo que Dios quiera. Supone una actitud de abandono y de entrega, que se percibe claramente en el corazón de María ante el anuncio del Ángel.

    Cuando el Ángel la invita a ser la Madre de Dios, después de Ella decir "yo no sé cómo será esto", el Ángel le explica y ella dice "Aquí está la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho". Es decir, se entrega. Se abandona.

    Para que nosotros alcancemos el proyecto que Dios pensó desde siempre para nosotros, para que alcancemos la plenitud y la felicidad que Dios soñó para siempre para nosotros, hace falta tener esta actitud en el corazón: la actitud del abandono y de la entrega. De ponernos en las manos de Dios y decirle, como María, que se haga tu voluntad.

    ¿Qué tenemos que hacer ante la gracia que Dios nos derrama en nuestros corazones donde está contenido el proyecto, el plan, el designio de Dios para nuestra vida? Lo primero que debemos hacer es, nos enseña Pablo, dar gracias. A la gracia se responde con gracias, no queriendo retrucarla, sino ubicándonos en el lugar de creaturas. Pablo dice de una manera maravillosa en la primera Carta a los Corintios: Doy gracias a Dios sin cesar por ustedes, y, dice, a causa de la gracia de Dios. Doy gracias a Dios a causa de la misma gracia de Dios.

    A la gracia de Dios debe seguir el gracias de nosotros, los hombres. Dar gracias no significa restituirle a Dios un favor que nos hizo, eso que decíamos recién, Dios nos dice truco, nosotros decimos quiero retruco. No se trata de eso.

    ¿Quién podría darle a Dios la contrapartida de lo que Dios le da? ¿Quién de nosotros?

    Dar gracias significa mas bien, reconocer la gracia, aceptar la gratuidad. No querer por nosotros mismos salvarnos y encontrar el camino, sino humildemente ponernos a la mirada de Dios, como María y desde allí dejarnos rescatar por Dios.

    Ésta es como una actitud religiosa fundamental, el ser agradecidos, el reconocernos deudores, dependientes, significa dejarle a Dios el lugar de Dios. Ser agradecidos es eso. María lo dice en el Magnificat: "Mi alma glorifica al Señor porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.”

    La lengua hebrea no conoce una palabra que significa "gracias", o exprese la idea de agradecimiento. Esa palabra no está en el lenguaje hebreo. Cuando se quiere dar gracias a Dios, el hombre bíblico, el hebreo, se dispone a alabarlo, a exaltarlo, a proclamar sus maravillas con entusiasmo. No solamente de boca, sino con todo su ser.

    David aparece así en el templo, bailando, cantando, con los brazos en alto, con júbilo, con alegría por la grandeza de Dios. El Magnificat es el agradecimiento de María por tanta gracia recibida, inmerecida. "Ha mirado la humildad de su esclava". La nada. Quiere decir esto. No tuvo un acto de humildad y por eso Dios le dio determinada gracia, sino María reconoce que no es nada, sino en Dios.

    Quizás también sea que por eso que en el Magnificat no aparece la palabra agradecer, sino glorificar, exultar, y cuando nosotros la contemplamos en esa oración, no podemos contemplarla sino con los brazos en alto, sonriente, alegre, feliz, cantando y bailando.

    En la cultura semita las palabras siempre van en profunda consonancia con el cuerpo. Exultar y alabar es decirle a Dios: GRACIAS, DIOS, gracias por tu bondad, expresándolo también con el cuerpo. Así la contemplamos. Así la miramos.

    María le devuelve a Dios el hecho de ser Dios en su acción de gracias y reconoce que todo lo que hay en ella es por Él. Ella le atribuye a Dios la mirada al decirle gracias. Lo extraordinario que está ocurriendo en ella, no se atribuye a sí misma ningún mérito. Ella está llena de gracia y esto es obra de Dios.

    El icono que mejor expresa, dice Cantalamesa, en un texto que te lo recomiendo, "María, Espejo de la Iglesia". Dice Raniero Cantalamesa, predicador de Juan Pablo II, y de la Curia Romana, antes de que lo hiciera Mons. François Van Thuan, el icono que mejor expresa todo esto es el de la Panajia, o Toda Santa.

    Hay una imagen que la muestra así y que se venera en Rusia muy especialmente. ¿Cómo aparece María? La Madre de Dios está en pie, con los brazos elevados y en una actitud de total apertura y de total acogida. El Señor está con ella. Esta imagen lo dice, relata Cantalamesa. Es la expresión del rostro de un niño que se hace visiblemente transparente. En el centro de la imagen aparece el rostro de María, como una niña, resplandeciente de transparencia. Es un rostro todo asombro, es un rostro todo silencio, es un rostro todo acogida, como si dijera, dice Cantalamesa, miren, miren lo que el Señor ha hecho en mí en el día en que quiso poner sobre esta pequeñez de creatura su mirada.

    Esta invitación de "miren", miren esta transparencia, miren esta sencillez, miren lo que Dios ha hecho en mí, en esa expresión hay una invitación a hacerse discípulo de María.

    Brota de la misma expresión. María es un camino que Dios nos abre, para entender cómo debemos disponer el corazón para recibir la gracia de Dios.

    Ayer lo compartíamos en la Eucaristía, en la reflexión de la mañana por la radio. Unos catequistas invitaron a unos chicos a ir a la iglesia Catedral de su ciudad, y cuando se acercaron a los vitreaux donde estaban las imágenes de algunos santos, el catequista les explicaba a los chicos: Miren, esos que están allí son los santos. Los amigos de Dios.

    Uno de los chicos, al regreso a su casa, se encuentra con la madre haciéndole algunas preguntas de cómo le fue, de qué hicieron, por donde anduvieron. Cuando le contó que fueron a la catedral y vieron algunos santos, la madre le preguntó: ¿y quiénes son los santos? Los santos, contestó el chico, son los que dejan pasar la luz. Haciendo referencia al vitreau.

    María es eso. La Llena de Gracia deja pasar la luz y nosotros estamos llamados a eso también. Lo podemos hacer si nos dejamos tomar por Ella, y nos hacemos uno en alianza de amor con Ella, al punto tal, que nosotros podamos decir también, como lo dice el Apóstol, y como de algún modo también lo expresa Ella, "Yo ya no vivo, es Cristo quien vive en mí". Este es el camino de la santidad.

    Ya no ser uno, sino la gracia de Dios en uno. "Soy lo que soy, por la gracia de Dios", dice el Apóstol también. Esta posibilidad está dada en el reconocimiento de la pequeñez. Esta posibilidad de dejarnos tomar todo por la gracia de Dios para que nuestra vida alcance su plenitud, y el proyecto de Dios sea plenitud en nuestra vida, está dada por el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra condición humilde.

    Cuando Pablo siente que en su carne tiene clavada una espina, cuando se encuentra con su límite, cuando se encuentra con su pobreza, con su pequeñez, escucha una voz que le dice: te basta mi gracia. En tu debilidad Yo me hago fuerte.

    Esto es lo que Dios quiere de nosotros, que reconozcamos nuestra pequeñez, que dejemos de lado la omnipotencia, que dejemos de lado la prepotencia, que nos apartemos de aquel lugar donde nos paramos para defendernos de nosotros mismos, que ponernos la coraza, y empezar a descubrir aquello que mejor tenemos a los ojos de Dios, que es nuestra pobreza.

    Cuando soy débil entonces soy fuerte, dice el Apóstol. Él hace esta experiencia. Es la misma que hace María, y es la que Jesús pide que hagamos nosotros, que reconozcamos que somos pequeños, que sin Dios no podemos, que sin Él nada podríamos hacer. Que todo lo bueno en nosotros depende de la gracia de Dios.

    "Yo soy el que soy, -le decía el Señor a Santa Catalina,- tú eres la que no eres", y entonces Catalina comienza a descubrir que ella puede comenzar a ser ella misma, en Aquél que le decía YO SOY EL QUE SOY. Lo mismo le decía el Señor a Moisés en el desierto: Yo soy.

    Yo soy, dice el Señor, pero también utilizaba otra expresión para hablara de ese "Yo soy el que soy". El Señor pasó ante él proclamando. El Dios compasivo, el clemente, el paciente, el misericordioso y fiel. Tarado en la cólera y rico en gracia. Cuando Dios dice "ser el que es", está diciendo que en Él está la riqueza de todo don y de toda gracia.

    Nosotros, como Catalina de Siena, tenemos que reconocer que "no somos", que sin Él, no podemos.

    GRACIA...

    Gracia
    SS. Juan Pablo II



    La Iglesia sabe y enseña que todo "el influjo salvífico de la Santísima Virgen" sobre los hombres dimana del divino beneplácito y de la "superabundacia de los méritos de Cristo"; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta. Este saludable influjo está mantenido por el Espíritu Santo, quien, igual que cubrió con su sombra a la Virgen María comenzando en ella la maternidad divina, mantiene así continuamente su solicitud hacia los hermanos de su Hijo.
    María con razón es honrada con especial culto por la Iglesia; ya desde los tiempos más antiguos es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas. Este culto es del todo particular: contiene en sí y expresa aquel profundo vínculo existente entre la Madre de Cristo y la Iglesia. Como virgen y madre, María es para la Iglesia un modelo perenne. El Misterio de la Iglesia consiste también en el hecho de engendrar a los hombres a una vida nueva e inmortal: es su maternidad en el Espíritu Santo. Y aquí María no sólo es modelo y figura de la Iglesia, sino mucho más: con materno amor coopera a la generación y educación de los hijos e hijas de la madre Iglesia.

    Esta maternidad suya ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano en el sagrado Banquete, en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente. Con razón la piedad del pueblo cristiano ha visto siempre un profundo vínculo entre la devoción a la Santísima Virgen y el culto a la Eucaristía. María guía a los fieles a la Eucaristía.

    De la encíclica Redemptoris Mater

    EL SÍ DE MARÍA, UN GRAN DÍA PARA LA HUMANIDAD

    Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
    El sí de María, un gran día para la humanidad
    El Misterio de amor y de misericordia, prometido al hombre miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.
     
    El sí de María, un gran día para la humanidad


    La noche se alejó y la suave luz del amanecer empezó a iluminar un nuevo día. Un nuevo día que parecía como uno más pero que sería el DÍA de todos los días. El gran día para la Humanidad.

    Fresca la mañana, limpia la brisa en ese día de días. Día de primavera, 25 de marzo. No hubo trompetas, no hubo cañonazos, no hubo concentración de millares de personas como en los grandes eventos. Fue discretamente, sencilla y naturalmente como suelen ser todas las cosas grandes de Dios.

    Una virgen en oración. Un lugar: Nazaret, ciudad de Palestina y el arcángel Gabriel como embajador de Dios. Un saludo: - ¡Dios te salve María, llena eres de gracia! Y con este saludo, una petición de colaboración.

    El Misterio de amor y de misericordia, prometido al género humano miles de años atrás y anunciado por tantos profetas, se iba a hacer realidad.

    Creo yo que todo quedó en suspenso. La naturaleza, el aire, el universo en pleno tuvieron que contener su aliento vital en la espera de oír la respuesta de María. Los labios de la virgen se movieron, primero para aclarar una duda, pero una vez que esta fue disipada, volvió a hablar para dar su consentimiento a esa misión celestial.

    María, la llena de gracia, aceptaba humildemente el Gran Designio para el que se le pedía su cooperación, sin envanecimiento porque sabía que la realeza y la gloria de su gracia pertenecían a Dios, venía de Dios.

    Y María dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según Tu Palabra".

    Necesariamente tuvo que haber habido un estremecimiento en todo el orbe. Los cielos y la tierra, la creación entera tuvo que conmoverse en ese grandioso momento. Y en ese instante, de allá del Seno del Padre, el Espíritu Santo descendió y cubrió a la siempre virgen, a la llena de gracia, con su sombra y el Verbo de Dios quedó para siempre unido a la raza humana.

    El Hijo de Dios, el Hijo de María daba comienzo a su vida de hombre, sin dejar de ser Dios, en el seno de esta mujer escogida por el Altísimo para cooperar, para cocrear con Dios con su libre consentimiento y ser desde el instante de este ¡Fiat!, corredentora de la Humanidad.

    Después ... después pasaron muchas cosas. Todas las que estaban escritas, pero los cristianos no podemos, no debemos olvidar ese día, ese momento y mucho menos a la siempre virgen, a la llena de gracia, a María la Madre de Dios y Madre nuestra.

    Por eso el Papa Juan Pablo II tenía una muy especial devoción al "Ángelus", esa oración que se dice al comenzar el día, al tiempo del mediodía y cuando el día está en el ocaso:

    "El ángel del Señor anunció a María"- "Y concibió por gracia del Espíritu Santo"- Y se reza un Ave María.

    "He aquí la esclava del Señor"- "Hágase en mí según Tu Palabra"- Otra Ave María.

    "Y el Verbo se hizo carne" - "Y habitó entre nosotros" y se termina con un Ave María.

    Sencilla oración. Diario recuerdo amoroso a nuestra Madre la Virgen María.

    Cuando esta bella oración del Ángelus se extienda por todo el mundo, cuando esto suceda... nuestro mundo será mejor.



    La Anunciación del Ángel a la Virgen Máría. Fiesta de Jesús que se encarnó y fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra"



  • Preguntas o comentarios al autor
  • Ma. Esther de Ariño

    sábado, 24 de marzo de 2012

    INTENTA...

    Intenta

    Cierra los ojos por algunos minutos
    y deja tus pensamientos volar por sitios de amor.
    No podemos cambiar el mundo,
    ni quitar todo el dolor de la tierra,
    ni tener ya resueltos todos nuestros problemas,
    pero podemos a cada minuto
    mirar con ojos del amor a cada cosa.

    Si pensamos que todo es pasajero,
    miraremos con cariño lo negativo
    que te encamina a la elevación y perfección,
    y luego observaremos con felicidad
    el cambio del mal en bien,
    de tristezas en alegrías.

    Lo que hoy nos hace sonreír
    fueron las cosas que nos hicieron llorar ayer.
    Nuestras faltas de hoy también son las alegrías
    de mañana. Las personas se van,
    los amores se pierden en el tiempo,
    los problemas se solucionan,
    hasta el mismo sol se va cada noche
    para renacer al día siguiente.

    No te quedes en el medio del camino,
    sigue adelante sin rendirte. Intenta,
    porque allá al final... algo te espera!.

    NADIE PUEDE VIVIR SIN AMOR...

    Nadie puede vivir sin amor
    Autor:  Padre Guillermo Ortiz SJ.



    Es tan importante el amor en la vida de las personas que de tan importante es verdaderamente sagrado. Pero no es sagrado porque es importante. Es sagrado porque es un don de Dios, algo que viene de lo alto, algo que no logramos los humanos haciendo de tripas corazón.
    El amor es un don que se alcanza por la comunión con las Personas divinas, por la comunión con el Padre Dios y su Hijo Jesús que viven en este Espíritu de Amor, y nos bendicen con este don a los humanos. Y esta comunión con las personas divinas es el Amor de Dios y a Dios.
    Por eso Dios desde el principio nos da los mandamientos, y estos mandamientos se resumen en el amor a Dios y al prójimo, pero no como algo que podamos lograr haciendo de tripas corazón. Este amor que Dios nos exige es un don que viene de lo alto, y hay que pedirlo con insistencia en la oración y buscarlo en los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía.
    Concédeme Señor tu Espíritu de Amor.
    Ven Espíritu Santo.

    CRISTO ES REDENTOR PORQUE ES HIJO DE DIOS

    Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
    Cristo es redentor porque es Hijo de Dios
    Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.
     
    Cristo es redentor porque es Hijo de Dios


    La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: "Si no creen que Yo soy". Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

    Cristo es acusado, y por eso dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy". Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

    El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

    Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

    Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy". Ese "Yo soy", no es simplemente un pronombre y un verbo, "Yo soy" es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo "Yo soy", está diciendo Yo soy Dios.

    La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

    Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

    Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. "Yo soy", no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

    Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

    Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

    Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC

    viernes, 23 de marzo de 2012



    «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». 

    Mateo 16,13-20

    EL MISTERIO DE MARÍA...


    El misterio de María
    Padre Tomás Rodríguez Carbajo



    Todo lo que dice relación a Dios está impregnado de misterio, de realidad incomprensible. María está cerca, está dentro, está llena de Dios y por lo tanto de misterio.

    Dios la eligió como Madre y ella lo albergó en su seno.

    Tiene un solo Hijo y al mismo tiempo es Madre de todos los hombres.

    Su dignidad no le hace olvidar las necesidades perentorias de los que le rodean.

    Es la mujer esperada durante tantos siglos en el pueblo de Israel y no publica a nadie su llegada.

    Carece de medios materiales y posee la riqueza del cielo.

    No desdeña obedecer las leyes humanas, quien tiene autoridad moral sobre quien dictó las leyes naturales.

    Se vacía de Sí misma, para llenarse de Dios.

    Junta en Sí al mismo tiempo la virginidad y la maternidad.

    Coopera en la salvación de las personas, que es al mismo tiempo la primera redimida.

    Muere de amor y alcanza ser Reina de los mártires.

    Une en su persona la sencillez de una madre y la excelencia de una Reina.

    Su aprecio y estima no está puesta en los aderezos, sino en el cultivo del amor de Dios en su corazón.

    Siempre estuvo atenta a los deseos de la voluntad de Dios sin que se lo impidiera el trajín del mundo.

    En su corazón no se guardaba como en caja fuerte lo que iba aprendiendo de Dio, sino que lo difundía como aroma, que no se puede contener.

    Era sumisa a su marido y estaba siempre complaciente con lo que pedía Dios.

    Los vínculos de la sangre no son más acreditativos ante su Hijo que su fidelidad a la Palabra de Dios.

    Nosotros aceptamos el misterio de María, todo comenzó en Dios, que quiso nacer de una mujer.

    AMOR FRATERNAL

    Amor fraternal


    La historia cuenta que había dos hermanos que se querían con toda el alma.

    Ambos eran agricultores. Uno se casó y el otro permaneció soltero.

    Decidieron seguir repartiendo toda su cosecha a medias.

    Una noche el soltero soñó: ¡No es justo! Mi hermano tiene mujer e hijos y recibe la misma proporción de cosecha que yo que estoy solo. Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que él sé de cuenta.

    A su vez el hermano casado soñó también una noche: ¡No es justo! Yo tengo mujer e hijos y mi futuro estará con ellos asegurado. A mi hermano, que está solo, ¿quién lo ayudará? Iré por las noches a su montón de trigo y le añadiré varios sacos sin que sé de cuenta.

    Así lo hicieron ambos hermanos. Y ¡oh, sorpresa!, Ambos se encontraron en el camino, una misma noche, portando sacos una para el otro.

    Se miraron, comprendieron lo que pasaba y se abrazaron con un abrazo de hermano, aún más fuerte, y para siempre.

    A veces, es necesario hacer un alto en nuestra vida y revalorizar las bendiciones que tenemos al contar con un hermano, es esencial, como cristianos, amarnos y procurarnos como tales.

    No podemos dar testimonio de Vida, si no amamos a los que están más cerca de nosotros. El Señor nos pide caridad y entrega.

    Hoy es un buen día para empezar.


    LA POBREZA Y LA FE

    La pobreza y la fe
    Autor: Padre Mamerto Menapace  OSB


    No habrá tenido mucho. Pero lo que tenía era muy suyo. Sobre todo, porque de tanto llevarlo encima había terminado por sentir indispensables todas esas realidades: sus botas, su poncho, sus ropas, su chambergo y su facón.

    ¡Habían compartido tantas cosas juntos, que había terminado por encariñarse con todo eso! Más que cosas suyas, las sentía como parte de sí mismo. Como realidades de su misma historia. Al sentir consigo todas esas realidades, se sentía viviendo una historia con continuidad: historia con pasado. Y todo hombre que está en camino siente la tentación del pasado. Tentación que se concretiza en el poseer; en el no dejar.

    Al llegar a la orilla de ese río, la opción le resultó dura. Esa realidad del río que atravesaba como un tajo su camino, le exigía una decisión dolorosa. No es que no quisiera atravesarlo; ¡si para eso se había puesto en camino! Lo duro no estaba en vadearlo; sino en que para vadearlo debía tomar una actitud nueva frente a todas sus cosas viejas; frente a todo lo que era suyo; frente a todo lo que se le había adherido.

    Todo bicho exigido a dejar el pellejo, busca arrinconarse. Lo busca hasta el gusano que quiere ser mariposa. Para poder crecer hasta el volido, necesita aceptar el retiro del capullo. La rosa y el gusano lo hacen por instinto; al cristiano, por ser hombre, le toca decidirlo.

    Al llegar a la orilla del río, nuestro hombre se acurrucó en silencio. Antes de despojarse por afuera necesitaba unificarse por dentro. Necesitaba mirar la correntada, dejar que ella le entrara por los ojos y se le fuera corazón adentro. Necesitaba que el corazón pasase primero, para poder luego seguirlo su cuerpo. En esa actitud se le fue la tarde, y la noche le cayó encima con todo su misterio. Y en esa actitud lo pilló el lucero. Fue entonces recién cuando dijo: "sí". Un sí que lo venía arreando desde lejos. El mismo sí, que lo pusiera en movimiento al comienzo.

    Despacio se puso de pie, se quitó el poncho y lo tendió en el suelo. Se sacó las botas y las colocó en el centro. Luego el facón, el pañuelo, la faja y el chambergo. A cada pilcha que entregaba, el hombre se iba empobreciendo. Los grandes momentos de la vida no necesitan dramatismo. El drama es el escenario ficticio que necesitan ciertos acontecimientos cuando carecen de suficiente espesor para impactarnos por sí mismos. O cuando no han sido aceptados por la rumia y nos resultan indigestos.

    Por eso el hombre, sin broma ni drama, ató las cuatro puntas del poncho que contenía todo los suyo. Lo voleó tres veces como un lazo para darle impulso y lo tiró por encima de la correntada para que fuera a caer a la otra orilla. De este modo colocaba lo suyo allí donde él mismo debía llegar. Hacía que lo suyo se le adelantara para esperarlo en la meta.

    Y allí quedó él, en la orilla de acá, liberado de todo para poder vadear mejor ese río y urgido a vadearlo para poder encontrarse con todo lo suyo, que lo había precedido. Porque era un hombre que amaba profundamente lo suyo.

    Nada se ha de perder de lo que el Padre nos ha dado.

    Hace más de veintitrés siglos un joven salmista, al que le pasó algo parecido, le decía al Señor en un largo poema:

    Yo pongo mi esperanza en vos Señor, que no quede frustrada mi esperanza

    (Salmo 118)

    QUE EL SEÑOR SANTIFIQUE NUESTRA VOLUNTAD...

    Autor: P. Cipriano Sánchez | Fuente: Catholic.net
    Que el Señor santifique nuestra voluntad
    Viernes cuarta semana de Cuaresma. Aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida.
     
    Que el Señor santifique nuestra voluntad
    Sb 2, 1. 12-22
    Jn 7, 1-2; 10, 25-30

    "Jesucristo -nos dice el Evangelio-, no es capturado porque todavía no había llegado su hora”. Es éste uno de los temas que más recurren en San Juan: la hora de Cristo como el momento de la redención, como el momento en el cual Él va a librarnos a todos de nuestros pecados. La hora de Cristo es una hora que no es suya, no está impuesta por Él, sino que es la hora que el Padre le ha impuesto, y mientras no llegue ese momento, Jesucristo va a vivir, por así decir, libre de sus enemigos; pero en el momento que esa hora llegue, Jesucristo va a ser entregado a sus enemigos.

    Esto nos podría parecer una especie de determinismo o de falta de libertad, cuando realmente es un sumergirse en la orientación de nuestra libertad a la adhesión total a Dios. En el caso de Cristo, el hecho de tener que obedecer a Dios va a significar, en ese momento concreto, escaparse de sus enemigos: "Todavía no había llegado su hora". Sin embargo, sabremos que después, cuando llegue su hora, Jesucristo será entregado. Es lo que Jesús dice a los soldados que van a aprenderlo en el Huerto de los Olivos: "Ésta es vuestra hora y la del Príncipe de las Tinieblas".

    Es una disposición interior que nosotros tenemos que llegar a tomar: la disposición interior de llegar a aceptar la hora de Dios sobre nuestra vida. Es decir, aceptar plenamente el camino, el designio de Dios sobre nuestra vida, lo cual requiere nuestra capacidad de purificar nuestra voluntad, nuestra capacidad de decir a nuestra voluntad que no es ella la que tiene que mandar, sino que es Dios nuestro Señor quien lo tiene que hacer.

    Podríamos decir que es la vida la que nos va guiando, porque aunque nosotros podemos planear unas cosas u otras, a la hora de la hora, es la vida la que nos va diciendo por dónde tenemos que ir. Nosotros podríamos tener planes, pero cuántas veces esos planes se rompen, se quebrantan precisamente cuando nosotros pensaríamos que más falta nos hace que no se quebrantasen. Este aspecto de nuestra vida requiere que nosotros aprendamos a encontrar y aceptar, en nuestra voluntad, lo que Dios nos pide, y no como quien se resigna, sino como quien libremente se ofrece a Dios. La libertad y la voluntad son elementos que tienen que conectarnos con Dios.

    El libro de la Sabiduría habla de "lo que los malvados dicen entre sí y discurren equivocadamente". Nos dice todos los planes que tienen contra el hombre justo, cómo están dispuestos a atacarlo, cómo están dispuestos a romperlo, cómo están dispuestos a matarlo: "Condenémoslo a muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él". Y termina diciendo: "Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable".

    No nos dice nada de que al justo se le vaya a librar de todos esos planes de los malvados, simplemente nos dice que estos hombres no conocen lo que Dios espera oír de ellos.

    Nos podríamos preguntar: ¿Y el justo que tiene que enfrentarse con esa injusticia de parte de los malvados? ¿Y el justo que tiene que sufrir todo lo que ellos dicen? Este aspecto llama a nuestra voluntad a hacerse una pregunta: ¿Realmente mi voluntad está puesta en Dios, independientemente del «entrecruzarse» de las libertades humanas, de los ambientes, de las situaciones que nos acaecen? ¿Nuestra libertad, cada vez que se da cuenta de que Dios llega a la vida, ha aprendido a abrirse de tal manera al Señor que, en todo momento, acepte y se abrace libremente a ese misterio que es la presencia de Dios en nuestras vidas?

    Quizá ése es el punto más difícil de llegar a entender. Podemos entender el abrazarnos a determinadas situaciones positivas, incluso algunas negativas, pero es difícil cuando el alma siente la impotencia, cuando sentimos que el alma se nos rompe o que nuestra voluntad no termina de obedecernos, no termina de ubicarnos y orientarnos hacia donde tendríamos nosotros que ir.

    Es precisamente este designio el que tendríamos que controlar, y para lograrlo es necesario ver en qué lugar nuestra voluntad no está plenamente orientada hacia Dios.

    Sabemos que no es fácil orientar en todo momento la voluntad hacia Dios, porque basta que algo no salga como nosotros querríamos y de nuevo volvemos a ser retados, y de nuevo nuestra voluntad vuelve a ser puesta en cuestionamiento para ver qué vamos a hacer con ella.

    El camino de purificación de nuestra voluntad y de nuestra libertad es la constante sumisión libre a Dios; el constante abrazarnos al modo concreto en el cual Dios se nos va presentando en nuestra vida."Salva el Señor la vida de sus siervos; no morirán quienes en él esperan".

    En el fondo, la purificación de nuestra voluntad tiene este objetivo: esperar en Dios, aunque pueda parecer que alrededor están las cosas muy difíciles; aunque pueda parecer que todo alrededor es obscuridad, es dificultad. "Muchas tribulaciones para el justo, pero de todas ellas Dios lo libra".

    Hay veces que nuestra inteligencia no ve más arriba, no sabe por dónde llevarnos y puede arrastrar a nuestra voluntad y alejarla de Dios. Nuestra voluntad, aun en medio de las dificultades, de las tribulaciones y de las pruebas, tiene que ser capaz de entender que solamente quien se abraza a Dios puede llegar a estar cerca de Él. "El Señor no está lejos de sus fieles". La fidelidad es obra de nuestra voluntad purificada, puesta totalmente en manos de Dios nuestro Señor.

    Que en este camino de Cuaresma aprendamos a descubrir esta purificación de nuestra voluntad. Cada uno en su ambiente, en su lugar, con sus circunstancias. Una purificación de la voluntad que supone el constante exigirse y llamarse a sí mismo al orden, para ver si en todo momento estamos viviendo según la hora de Dios o estamos viviendo según nuestra hora; según la voluntad de Dios o según nuestra voluntad.

    Dejemos que el Señor santifique nuestra voluntad, de tal manera que podamos adherirnos a Él, que podamos ponernos totalmente en Él en este camino de conversión que es la Cuaresma, que reclama no solamente una serie de obras de penitencia interior, sino que reclama, sobre todo, la reestructuración y la reeducación de nuestra vida hacia Dios.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Cipriano Sánchez LC
    Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...