jueves, 24 de marzo de 2011

Dios nos juzgará por el corazón


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Dios nos juzgará por el corazón
Jueves segunda semana Cuaresma. La auténtica Cuaresma es la purificación del corazón.


El Evangelio nos narra la parábola de Epulón y Lázaro, donde nos damos cuenta de que al morir, Dios los juzga por su corazón. ¿Qué ha hecho Lázaro de bueno para subir al seno de Abraham? Nada. ¿Qué ha hecho Epulón de malo para no subir al seno de Abraham? Nada. Podríamos pensar que la diferencia está en que uno es muy pobre y el otro rico, pero no es el motivo por el cual Cristo los juzga. Cristo los juzga por el corazón. La diferencia está en ser una persona de corazón abierto o de corazón cerrado a Dios nuestro Señor.

Quizá a nosotros en Cuaresma se nos podría nublar un poco la vista y estemos juzgando nuestra vida por nuestro exterior y, entonces, estaremos viviendo una Cuaresma simplemente exterior, olvidándonos de que la auténtica Cuaresma es la purificación del corazón. El profeta dice: “El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar. ¿Quién lo podrá entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón, para dar a cada uno según sus acciones, según el fruto de sus obras.”

Es Dios quien sondea el corazón, a nosotros nos toca, si queremos vivir de cara a Dios nuestro Señor, vivir con un corazón listo a ser sondeado por Él. El primer gesto de purificación que en nuestra Cuaresma tenemos que buscar es la purificación de nuestro corazón, la purificación de nuestra voluntad, la purificación de nuestra libertad.

Purificar el corazón, purificar la voluntad y purificar la libertad es atreverse a tocar una fibra muy interior, porque es la fibra en la cual nosotros reposamos sobre nosotros mismos. Cada uno de nosotros, en última instancia, reposa sobre su propia voluntad: la voluntad de querer algo o la voluntad de rechazarlo. Cada uno de nosotros en la vida acepta o rechaza las cosas por su corazón, por su voluntad. El profeta es muy claro: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón”. Son palabras muy duras, sobre todo en cuanto a las consecuencias: “Será como cardo plantado en la estepa, que no disfruta del agua cuando llueve; vivirá en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhabitable”.

Si nuestro corazón no aprende a purificarse, si nuestra voluntad no aprende a actuar bien, si nuestro interior no opta en una forma decidida, firme y exigente por Dios nuestro Señor, se puede ir produciendo, poco a poco, una especie como de desertificación de nuestra vida, un avanzar del desierto en nuestro corazón. Si nuestro corazón no está apoyándose en todo momento en Dios nuestro Señor y nuestra voluntad no está purificándose para ser capaz de encontrarse con Él, sino que por el contrario, nuestra voluntad está confiando en el hombre, es decir, confiando simplemente en esa veleta de acontecimientos que constantemente nos suceden, querrá decir que nuestra vida acabará plantada en medio de una estepa, tierra salobre e inhabitable.

¿No podría ser, el verse plantadas así, el destino de muchos corazones, de muchas vidas? Y cuando empezamos a preguntarnos el por qué, en el fondo, acabamos encontrando siempre una misma respuesta: No supieron poner su libertad totalmente en Dios nuestro Señor. Y aquí no importa si les faltó poco o les faltó mucho, aquí lo que importa es que les faltó.

En el Evangelio, no importa si el rico fue poco injusto o muy injusto, lo importante es que no llegó a estar del otro lado. Su libertad no se puso del lado que tenía que ponerse, su voluntad no se orientó hacia donde tenía que orientarse. Nos puede dar miedo pensar siquiera en la posibilidad de orientar nuestra voluntad. Nos puede dar miedo el intentar tocar nuestro corazón para empezar a preguntarle: ¿Estás verdaderamente orientado a Dios? ¿En quién confías? ¿Auténticamente tu confianza está puesta en el Señor?

De nada nos servirá después, la súplica del rico: “Padre Abraham, ten piedad de mí”, porque nuestra libertad necesita ser ahora purificada.

Es importantísimo que esta Cuaresma se convierta para nosotros en un momento de reflexión sobre hacia dónde está orientada nuestra voluntad, qué estamos haciendo con nuestra vida, qué ha elegido nuestra libertad, qué caminos tiene, qué opciones ha tomado. De poco nos serviría pensar que nuestra libertad y nuestra voluntad están orientada hacia Dios nuestro Señor, si en el fondo, nosotros mismos no hemos sido capaces de purificarnos, de tal manera que, auténticamente se orienten hacia Dios.

“El corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar ¿Quién lo puede entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón”. Atrevámonos a ponernos en Dios nuestro Señor. Atrevámonos a ponernos en Él como el único que va a ser capaz de decirnos si auténticamente nuestra voluntad y nuestra libertad están orientadas de tal forma que, en esta vida nos abramos a Dios, y en la futura nos encontremos con Él.

Atrevámonos a permitirle a Dios tocar los recursos, los resortes interiores de nuestra libertad.

Cuántas veces podríamos juzgar que estamos haciendo bien, y realmente podría ser que estuviésemos viviendo engañados, traicionados por lo más interior de nosotros mismos, que es nuestro corazón, “la cosa más traicionera y difícil de curar”. ¿Me atrevo yo a permitir que ese médico del alma que es Dios, entre a mi corazón, toque y cuestione mi libertad y toque y fortalezca mi voluntad?

Creo que éste sería un buen camino de Cuaresma: el ir purificando nuestra voluntad y nuestra libertad de tal manera que, en el encuentro con la Pascua de nuestro Señor, lleguemos a decir que nuestro corazón, siendo débil como es, tiene una certeza y tiene una garantía: el estar apoyado sólo y únicamente en Dios nuestro Señor. Porque así, “será árbol plantado junto al agua que hunde en las corrientes sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en el año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos”.

En nuestras manos está el hacer de nuestra libertad y de nuestra voluntad un camino de esterilidad, apoyado en nosotros; o un camino de fecundidad, apoyado en Dios.

¿Qué es la Iglesia?


Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
¿Qué es la Iglesia?
Hoy en día hay muchas iglesias y denominaciones que dicen ser los verdaderos seguidores de Cristo


¿Qué es la Iglesia?
Hoy en día hay muchas iglesias y denominaciones que dicen ser los verdaderos seguidores de Cristo. Sin embargo, en los inicios del cristianismo no era así. Había una sola Iglesia y todos los cristianos permanecían unidos bajo las enseñanzas de los apóstoles.

Hoy hablaremos de cuál es esta Iglesia, y para qué funda Cristo una Iglesia.

Hay personas que encuentran, muchas veces, a la Iglesia como un obstáculo, incluso reconocen que prefieren ir a la Iglesia sólo cuando lo sienten. Otros, sostienen que en la Iglesia católica hay muchas normas y prefieren dejarla. Y hay quienes alegan que ellos prefieren confesarse directo con Dios, o que tratan de acomodar los Mandamientos de la Iglesia según su conveniencia.


¿Por qué Cristo fundó una Iglesia?

Hay muchos cristianos que encuentran a la Iglesia como un obstáculo por las normas, las reglas y la estructura; creen que los asfixia y sugieren entonces vivir algo espontáneo, sin lineamientos. Pero, si lo pensamos bien, no podemos vivir un auténtico cristianismo sin la Iglesia fundada por Cristo.

Sin la Iglesia, el cristianismo se hace inofensivo. La Iglesia traduce el cristianismo en un cristianismo real. Sin la Iglesia, el Evangelio sería como cualquier libro o como una plastilina en donde cada quien modelaría su propio cristianismo, el que quisiera, como más le convenga o le guste, haciendo a un lado aquello que le desagrada y exige.

Hay personas que pueden decir que son católicas, pero que nunca van a Misa, que no se acercan a la Iglesia y sus sacramentos, o que están lejos del Papa y los sacerdotes, representantes de Cristo, y no se dan cuenta que justamente la Iglesia es al Católico como la tortilla a un taco (valga la comparación sencilla): sin la tortilla no hay taco, pues sin la Iglesia no hay cristianismo.

Es la Iglesia la que traduce al cristianismo en un compromiso real y que pone lo rieles de nuestro tren para que sepa hacia donde ir; no puede ser un estorbo para un verdadero cristiano. Es un estorbo sólo para aquellos que quieren vivir el cristianismo como les viene en gana, y que deciden hacerla a un lado y fundar su "iglesia propia".

Por ejemplo, el joven que se escapa de la escuela, que dice sentirse muy feliz y contento por que no hay quien le exija, aún cuando sabe que su deber es estar estudiando; sólo se engaña a él mismo. Pues en nuestra religión, es la Iglesia la que nos pone las normas, la que hace que el cristianismo sea compromiso, la que nos motiva e impulsa a seguir, la que responde nuestras dudas, la que nos señala por donde ir, que nos da un espíritu de lucha, de superación, de esfuerzo, de exigencia, reto y autoconquista para transformarnos en otro Cristo.

Es gracias a la Iglesia que sabemos que lo importante no era tener el cabello largo, usar sandalias, y traer túnica para ser católico. Sin la Iglesia, el cristianismo no hubiera pasado de ser el club de amigos de Jesús de Nazaret. Fue la Iglesia la que propagó, perpetuó y creó ese movimiento de fe, amor práctico y compromiso de vida. Para eso Cristo creó su Iglesia para que perpetuar a lo largo del tiempo su mensaje.


¿Por qué, a veces, estorban las normas de la Iglesia?

La única respuesta es por falta de amor. Por ejemplo, cuando tu amas a una persona estás dispuesto a hacer todo lo que ella te pide: hasta te sacas diez en el examen, o hasta te cae bien tu suegra. Dejas todo por corresponder a ese amor que te tienen, cumples con tus responsabilidades y hasta dejas el partido de fútbol por estar con esa persona.

Cuando se ama, aún el gesto más sencillo, un pequeño detalle lo sabemos apreciar. Si decimos ser cristianos y amar a Cristo, ¿por qué entonces no sabemos apreciar lo que Cristo hizo por nosotros al dejarnos concretamente, y sin fallas, todo lo que quiere que hagamos y como hacerlo?

Hay veces en que apreciamos más un detalle que nos brinda un desconocido, que el gran regalo que nos tiene Cristo; y hasta lo dejamos a un lado con el moño puesto.

Cuando hay amor no dejas a Cristo abandonado con los brazos abiertos por que te pidió que hicieras ciertas cosas: te das por completo aceptando las normas y condiciones. Como cuando una pareja se va a casar, la novia no puede pensar "me caso contigo y te entrego toda mi vida incondicionalmente, pero yo no plancho, ni lavo, ni hago de comer". Cuando amas lo das todo sin límites, y aceptas los requisitos sin límites.

Cristo fundó una Iglesia y estableció una jerarquía a ser respetada (El Papa, los Obispos); puso unas leyes y normas para que no estuviéramos cada año, cada tiempo y cada moda re-inventando la Iglesia, sino para que vivamos en la Iglesia como Él quiso, por amor a ella y así, formemos con ella un sólo cuerpo en Cristo.


¿Qué significa Iglesia?

Iglesia quiere decir "comunidad convocada". En este caso, convocada por Cristo.

Cristo dio ciertas características a la Iglesia para que la distinguiéramos como la verdadera. Entre estas características está la unidad.

En primer lugar, unidad de fe, que se muestra por el Credo que rezamos todos los Domingos, que es el mismo que rezaban los apóstoles y describe en pocas palabras en qué creemos como católicos.

En segundo lugar, unidad de comunión, pues formamos una sola Iglesia en todo el mundo, en donde nuestro jefe, nuestro rey es Cristo, y su vicario, la cabeza visible de la Iglesia es el Papa. Es la misma en todas partes del mundo, ya sea en Cuba, en México, o en España. Igual que en los primeros tiempos, en donde existía la misma Iglesia en Filipo o en Corintio. Unidad de comunión, también porque comemos del mismo pan y formamos un mismo cuerpo (Hechos 2:42).

Es necesario que colaboremos en esta unidad, que estemos unidos entre nosotros, unidos entre los grupos sin que haya divisiones, y después, estos grupos unidos al sacerdote; y él, a su vez, al obispo y al Papa. Y así, dar testimonio verdadero de que somos la Iglesia de Cristo y que en nosotros se cumple ese deseo de Cristo, la unidad. Esta es una característica que nos distingue a los católicos.

La Iglesia es llamada, también, Cuerpo Místico de Cristo, en donde Jesús es la cabeza y nosotros todo el cuerpo. Y está viva como el cuerpo de cualquiera de nosotros lo está; y siente dolor cuando una parte se enferma; y alegría cuando una parte se mejora. Cada uno de nosotros forma la Iglesia de Cristo, y es en nosotros, en los jóvenes, donde la Iglesia se mira a sí misma. "Vosotros jóvenes sois la esperanza de la Iglesia", afirmó hacia el comienzo de su pontificado, el papa Juan Pablo II.

Gracias a muchas personas, hoy tenemos nuestra fe. Desde los primeros tiempos hasta el día de hoy, desde los apóstoles, mártires, y tantos santos que, al dar su vida, nos mostraron el valor de nuestra fe. Ahora, el Santo Padre nos dice que nosotros, que cada uno de nosotros somos la esperanza de la Iglesia, porque ahora nos corresponde tomar la estafeta de nuestra fe y transmitirla, para continuar a través de nuestro testimonio esa gran labor que Cristo ha dejado: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio".

Hace poco, me dijo una amiga, que desde que se cambió de la Iglesia Católica a otra distinta, vive mejor y hace más cosas buenas, y hasta ha logrado deshacerse de vicios. Podemos con esto concluir que en muchas otras "iglesias" (recuerda que es el cuerpo místico de Cristo, y ni modo que tuviera varios cuerpos) algo bueno debe haber, y si aunque sea eso bueno se vive, se pueden lograr buenas cosas; pero es necesario hacer notar que si ella hubiera vivido todo lo bueno que tiene nuestra Iglesia, simplemente llegaría a niveles como el de la Madre Teresa de Calcuta: a la santidad.

Si nosotros la viviéramos, la conociéramos y la amáramos, nos daríamos cuenta de todas sus características y podríamos sacarle más fruto que cualquiera de las otras. Es importante que usemos los medios que nos ofrece la Iglesia Católica, como ir a Misa, confesarse, leer la Biblia, participar en grupos parroquiales, conocer la palabra y escritos del Santo Padre. Es importante conocer, amar y vivir lo que en ella se enseña.


Notas de la Biblia

1. San Juan 17, 20, nos habla de cómo Cristo es quien convoca la Iglesia, nos invita a que seamos una sola Iglesia.

2. Carta a los Efesios 4,4, nos describe la Iglesia que predicaba San Pablo, una sola.


En resumen:

- Cristo fundó la Iglesia, la única y auténtica depositaria de lo que Dios quiere de nosotros, y puso a Pedro y a sus sucesores, los Papas, para reconocerla como la verdadera y para guiarla.

- Un católico que no vive dentro de las líneas de la Iglesia, es como un tren que decide no seguir las vías... ¿has oído de las consecuencias de un descarrilamiento?

- Hay personas que hacen su propia iglesia porque no quieren seguir reglas ni obedecer; por comodidad.

- Un verdadero miembro de la Iglesia vive diariamente el mandato de Jesús: "Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio..."

- Si viviéramos en profundidad todo lo que la Iglesia Católica nos recomienda, llegaríamos al máximo nivel y plenitud que un hombre y una mujer pueden llegar: la santidad.

martes, 22 de marzo de 2011

MARÍA ES MI MADRE

María es mi Madre

María es mi Madre!
Bajo su manto me amparo, con sus frutos me alimento, con el Pan Eucarístico que me proporciona.

Ella es mi Madre!
Me arrojo en sus brazos y Ella me estrecha contra su corazón.
La escucho y su palabra me instruye.
La miro y su belleza me alumbra.

Ella es mi Madre!
Si estoy débil me sostiene, la invoco y su bondad me atiende.
Si enfermo me sana, si muerto por el pecado me da la vida de la gracia.

Ella es mi Madre!
En la lucha me socorre, en la tentación me auxilia, en la angustia me consuela, en el trabajo me sostiene, en la agonía me acompaña.

Ella es mi Madre!
Cuando voy a Jesús, me conduce, cuando llego a sus pies, me presenta.
Cuando le pido favores, me protege.

Ella es mi Madre!
Si soy constante en mi súplica, me escucha. Si la visito me atiende.
En la vida me guía al cielo y en la muerte recibiré de sus manos la eterna corona.

Ella es mi Madre!
Que buena es María, que dulce y hermosa es!
Ella es mi Madre!

Jesús por Benedicto XVI


Autor: Marc Argemí | Fuente: bxvi.wordpress.com
Jesús por Benedicto XVI
55 Preguntas y respuestas del libro de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI “Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”. El texto de las respuestas está sacado literalmente del original. Las preguntas son del periodista Marc Argemí

Jesús por Benedicto XVI

Joseph Ratzinger-Benedicto XVI acaba de publicar la segunda parte de su biografía sobre Jesús: “Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección”. Se trata de un viaje hacia “las palabras y los acontecimientos decisivos de la vida de Jesús” (p. 9). Recoge y debate aportaciones de un gran número de investigadores sobre qué hay de cierto en los Evangelios. El resultado es un libro con respuestas a muchos de los interrogantes de la investigación teólogica pero también a muchas de las grandes preguntas del ser humano.

Entre otras muchas cuestiones, responde a estas 55, sobre el libro, sobre Jesús, su mensaje, sus discípulos y el contexto histórico.

El texto de las respuestas está sacado literalmente del original. Las preguntas son del periodista Marc Argemí, quien ha seleccionado los textos.

Se pueden consultar en los enlaces, las respuestas a las preguntas que aparecen debajo de los mismos:


1. ¿Qué busca Joseph Ratzinger-Benedicto XVI con este nuevo libro?
2. ¿Cuántos investigadores son citados por Joseph Ratzinger-Benedicto XVI en la bibliografia de su ‘Jesús de Nazaret’


1. ¿Es verdad lo que se cuenta de Jesús en el Nuevo Testamento?
2. Si lo que se cuenta en el Nuevo Testamento es cierto ¿Por qué hay puntos en los que los historiadores discrepan?
3. ¿Es Jesús Dios?
4. ¿Por qué se dice que Jesús “subió” a Jerusalén?
5. ¿Cuál es el objetivo de la subida a Jerusalén?
6. ¿Cómo entra Jesús en Jerusalén?
7. ¿Cómo es posible que Jesús fuera recibido con alabanzas en Jerusalén y al cabo de pocos días fuera crucificado?
8. ¿Por qué reza Jesús por la unidad de sus discípulos?
9. ¿Qué quería Jesús cuando se puso a lavar los pies a sus discípulos?
10. ¿Qué le ocurre a Jesús en el huerto de Getsemaní que sea dramáticamente importante para las personas de todos los tiempos?
11. Pedro promete ser fiel a Jesús, pero Jesús le anuncia su triple negación ¿Qué falló ve Jesús en su planteamiento?
12. ¿Condenaron a Jesús por motivos políticos?
13. ¿Quiénes eran exactamente los acusadores de Jesús? ¿los judíos?
14. ¿Qué implica el gesto de romper la amistad con Jesús que comete Judas?
15. ¿Por qué el arrepentimiento de Judas acaba mal?
16. ¿Qué representa el buen ladrón?
17. ¿Qué significado tienen el agua y la sangre que manan del costado abierto de Jesús?
18. ¿A qué hora murió Jesús?
19. ¿La sábana santa de Turín envolvió realmente el cuerpo de Jesús?
20. ¿Es compatible el mensaje de las bienaventuranzas con la muerte en la Cruz?
21. ¿En qué ha consistido la resurrección de Jesús?
22. ¿Qué importancia tiene la resurrección de Jesús?


1. Para Jesús ¿Cuál es el único poder salvador?
2. ¿A qué se refiere Jesús cuando habla de ‘vida eterna’?
3. ¿Cómo encuentra el hombre la vida eterna, según Jesús?
4. ¿Conocemos la verdad del hombre a partir de la ciencia?
5. ¿Cuál es la novedad del ‘mandamiento nuevo’ que Jesús da a sus discípulos?
6. ¿Por qué es creíble el mensaje que difunde la Iglesia?
7. ¿Predice Jesús el fin del mundo?
8. La palabra de Jesús tiene más poder que el cosmos, afirma Ratzinger. ¿En qué sentido?
9. ¿Quiso Jesús hacerse rey? ¿Qué clase de reinado reivindica?
10. ¿Qué distingue el reinado de Jesús de los reinados del mundo?


1. ¿Por qué Dios no se reveló a los poderosos del mundo, y sólo a un pequeño grupo de discípulos?
2. ¿Por qué los apóstoles de Jesús se ponen enseguida a evangelizar?
3. ¿Predijo Jesús las persecuciones contra los cristianos?
4. ¿Qué se les pide, a los cristianos, como actitud de fondo?
5. En el huerto, Jesús pide a sus discípulos que estén vigilantes ¿sirve esta petición para todos los cristianos de todos los tiempos, o sólo es aplicable para ese momento? ¿qué peligros entraña esta somnolencia que Jesús pide combatir?
6. ¿Qué papel juegan las mujeres en la cruz y la resurrección?
7. ¿Qué papel tenía el templo de Jerusalén para el cristianismo primitivo?
8. ¿Por qué los cristianos llaman a Jesús Cordero de Dios?
9. ¿Cuál es la actitud que Jesús espera en los discípulos con respecto a su última venida?
10. ¿De dónde sale la Iglesia?
11. ¿Cuáles son los elementos fundamentales para la unidad de la Iglesia?
12. ¿Qué sentido tiene la confesión, el sacramento de la penitencia?
13. ¿Qué tiene que ver la Misa con la ayuda a los necesitados y las obras de caridad?
14. Jesús dice: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) ¿Cómo lo consigue? ¿Dónde está?
15. ¿Qué pide Jesús a sus discípulos cuando da su Madre María a Juan


1. ¿Por qué en la Misa se repite el ‘Hosanna’ del Domingo de Ramos?
2. ¿Qué significa la exclamación “Hosanna!”?
3. ¿Qué significa que el velo del Templo se rasgara cuando murió Jesús?
4. En la tradición del Antiguo Testamento, para poder comparecer ante Dios había que ser puros. Existía un sistema de ritos de purificación que es cuestionado por Jesús ¿Por qué lo cuestiona?
5. Entonces, ¿cómo se hace puro el corazón, según Jesús?
6. Los cristianos cambian el sábado por el domingo como día principal de la semana. ¿Por qué?

COHERENCIA CON CRISTO



Vivir como Cristo nos ha enseñado
Ser coherentes con lo que pensamos, 
decimos y actuamos, por amor a Cristo.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net



Constantemente, Jesucristo nuestro Señor, empuja nuestras vidas y nos invita de una forma muy insistente a la coherencia entre nuestras obras y nuestros pensamientos; a la coherencia entre nuestro interior y nuestro exterior. Constantemente nos inquieta para que surja en nosotros la pregunta sobre si estamos viviendo congruentemente lo que Él nos ha enseñado.

Jesucristo sabe que las mayores insatisfacciones de nuestra vida acaban naciendo de nuestras incoherencias, de nuestras incongruencias. Por eso Jesucristo, cuando hablaba a la gente que vivía con Él, les decía que hicieran lo que los fariseos les decían, pero que no imitaran sus obras. Es decir, que no vivieran con una ruptura entre lo que era su fe, lo que eran sus pensamientos y las obras que realizaban; que hicieran siempre el esfuerzo por unificar, por integrar lo que tenían en su corazón con lo que llevaban a cabo.

Esto es una de las grandes ilusiones de las personas, porque yo creo que no hay nadie en el mundo que quisiera vivir con incongruencia interior, con fractura interior. Sin embargo, a la hora de la hora, cuando empezamos a comparar nuestra vida con lo que sentimos por dentro, acabamos por quedarnos, a lo mejor, hasta desilusionados de nosotros mismos. Entonces, el camino de Cuaresma se convierte en un camino de recomposición de fracturas, de integración de nuestra personalidad, de modo que todo lo que nosotros hagamos y vivamos esté perfectamente dentro de lo que Jesucristo nos va pidiendo, aun cuando lo que nos pida pueda parecernos contradictorio, opuesto a nuestros intereses personales.

Jesús nos dice: “El que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. ¡Qué curioso, porque esto parecería ser la contraposición a lo que nosotros generalmente tendemos, a lo que estamos acostumbrados a ver! Los hombres que quieren sobresalir ante los demás, tienen que hacerse buena propaganda, tienen que ponerse bien delante de todos para ser enaltecidos. Por el contrario, el que se esfuerza por hacerse chiquito, acaba siendo pisado por todos los demás. ¿Cómo es posible, entonces, que Jesucristo nos diga esto? Jesucristo nos dice esto porque busca dar primacía a lo que realmente vale, y no le importa dejar en segundo lugar lo que vale menos. Jesucristo busca dar primacía al hecho de que el hombre tiene que poner en primer lugar en su corazón a Dios nuestro Señor, y no alguna otra cosa. Cuando Jesús nos dice que a nadie llamemos ni guía, ni padre, ni maestro, en el fondo, a lo que se refiere es a que aprendamos a poner sólo a Cristo como primer lugar en nuestro corazón. Sólo a Cristo como el que va marcando auténticamente las prioridades de nuestra existencia.

Cristo es consciente de que si nosotros no somos capaces de hacer esto y vamos poniendo otras prioridades, sean circunstancias, sean cosas o sean personas, al final lo que nos acaba pasando es que nos contradecimos a nosotros mismos y aparece en nuestro interior la amargura.

Éste es un criterio que todos nosotros tenemos que aprender a purificar, es un criterio que todos tenemos que aprender a exigir en nuestro interior una y otra vez, porque habitualmente, cuando juzgamos las situaciones, cuando vemos lo que nos rodea, cuando juzgamos a las personas, podemos asignarles lugares que no les corresponden en nuestro corazón. El primer lugar sólo pertenece a Dios nuestro Señor. Podemos olvidar que el primer escalón de toda la vida sólo pertenece a Dios. Esto es lo que Dios nuestro Señor reclama, y lo reclama una y otra vez.

Cuando el profeta Isaías, en nombre de Dios, pide a los príncipes de la tierra que dejen de hacer el mal, podría parecer que simplemente les está llamando a que efectúen una auténtica justicia social: “Dejen de hacer el mal, aparten de mi vista sus malas acciones, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa de la viuda”. ¿Somos conscientes de que lo que verdaderamente Dios nos está pidiendo es que todos los hombres de la tierra seamos capaces de poner en primer lugar a Dios nuestro Señor y después todo lo demás, en el orden que tengan que venir según la vocación y el estado al cual hemos sido llamados?
Si cometemos esa primera injusticia, si a Dios no le damos el primer lugar de nuestra vida, estamos llenando de injusticia también los restantes estados. Estamos cometiendo una injusticia con todo lo que viene detrás. Estaremos cometiendo una injusticia con la familia, con la sociedad , con todos los que nos rodean y con nosotros mismos.

¿No nos pasará, muchas veces, que el deterioro de nuestras relaciones humanas nace de que en nosotros existe la primera injusticia, que es la injusticia con Dios nuestro Señor? ¿No nos podrá pasar que estemos buscando arreglar las cosas con los hombres y nos estemos olvidando de arreglarlas con Dios? A lo mejor, el lugar que Dios ocupa en nuestra vida, no es el lugar que le corresponde en justicia.

¿Cómo queremos ser justos con las criaturas -que son deficientes, que tienen miserias, que tienen caídas, que tienen problemas-, si no somos capaces de ser justos con el Creador, que es el único que no tiene ninguna deficiencia, que es el único capaz de llenar plenamente el corazón humano?

Claro que esto requiere que nuestra mente y nuestra inteligencia estén constantemente en purificación, para discernir con exactitud quién es el primero en nuestra vida; para que nuestra inteligencia y nuestra mente, purificadas a través del examen de conciencia, sean capaces de atreverse a llamar por su nombre lo que ocupa un espacio que no debe ocupar y colocarlo en su lugar.

Si lográramos esta purificación de nuestra inteligencia y de nuestra mente, qué distintas serían nuestras relaciones con las personas, porque entonces les daríamos su auténtico lugar, les daríamos el lugar que en justicia les corresponde y nos daríamos a nosotros también el lugar que nos corresponde en justicia.

Hagamos de la Cuaresma un camino en el cual vamos limando y purificando constantemente, en esa penitencia de la mente, nuestras vidas: lo que nosotros pensamos, nuestras intenciones, lo que nosotros buscamos. Porque entonces, como dice el profeta Isaías: “[Todo aquello] que es rojo como la sangre, podrá quedar blanco como la nieve. [Todo aquello] que es encendido como la púrpura, podrá quedar como blanca lana. Si somos dóciles y obedecemos, comeremos de los frutos de la tierra”.

Si nosotros somos capaces de discernir nuestro corazón, de purificar nuestra inteligencia, de ser justos en todos los ámbitos de nuestra existencia, tendremos fruto. “Pero si se obstinan en la rebeldía la espada los devorará”. Es decir, la enemistad, el odio, el rencor, el vivir sin justicia auténtica, nos acabará devorando a nosotros mismos, perjudicándonos a nosotros mismos.

Jesucristo sigue insistiendo en que seamos capaces de ser congruentes con lo que somos; congruentes con lo que Dios es para nosotros y congruentes con lo que los demás son para con nosotros. En esa justicia, en la que tenemos que vivir, es donde está la realización perfecta de nuestra existencia, es donde se encuentra el auténtico camino de nuestra realización.

Pidámosle al Señor, como una auténtica gracia de la Cuaresma, el vivir de acuerdo a la justicia: con Dios, con los demás y con nosotros mismos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Jesús, Yo confio en Ti

Jesús, Yo confio en Ti
Por qué te agitas y confundes por los problemas que te trae la vida? Déjame controlar todas tus cosas e irán tornándose mejores. Cuando te entregues totalmente a mí, todas las cosas serán resueltas con tranquilidad, de acuerdo con mis planes.

No te frustres, no ores como apresurándome, como si quisieras forzarme a realizar tus planes. En lugar de eso, cierra los ojos de tu alma y con paz dime: "JESUS, YO CONFIO EN TI".

Trata de evitar esos pensamientos que te angustian al querer comprender las cosas que te pasan. No arruines mis planes tratando de imponer tus ideas, déjame ser tu Dios y actuar libremente en tu vida.

Entrégate a mí con completa confianza y deja tu futuro en mis manos. Dime frecuentemente: "JESUS, YO CONFIO EN TI".

Lo que más te lastima es cuando tratas de razonarlo todo de acuerdo con tus pensamientos e intentas resolver tus problemas a tu manera. Cuando me digas "JESUS, YO CONFIO EN TI", no seas como el impaciente que le dice al Doctor "cúreme", pero le sugiere la "mejor" forma de hacerlo.

Déjate curar por mis brazos divinos, no tengas miedo, Yo te amo. Si ves que las cosas se vuelven peores o más complicadas, aun cuando estés orando, mantente confiado en mí, cierra los ojos de tu
alma, y continúa diciendo a cada hora: "JESUS, YO CONFIO EN TI".

Necesito mis manos libres para poder manifestarte mis bendiciones. No ates mis manos con tus absurdas preocupaciones. Satanás quiere que te frustres, hacerte sentir triste, quitarte la paz.

Confía en mí, descansa en mí, entregate a mí. Yo hago milagros en la medida en que tú te abandonas a mí y de acuerdo con la fe que me tienes. Así que no te preocupes, dame todas tus frustraciones y duerme en paz, y siempre dime: "JESUS, YO CONFIO EN TI", y verás grandes milagros.

Te lo prometo con todo mi amor.

Jesús

JUZGAR A MI PRÓJIMO



Juzgar a mi prójimo
Autor: Paulo Coelho


Uno de los monjes del monasterio de Sceta cometió una falta grave, y llamaron al ermitaño más sabio para que se ocupara de juzgarlo.

El ermitaño se negó, pero insistieron tanto que terminó por aceptar. Antes, sin embargo, tomó un balde y lo perforó en varias partes; después, lo llenó de arena y se encaminó para el convento.

El superior, al verlo entrar, le preguntó qué era aquello.

-Vine a juzgar a mi prójimo –dijo el ermitaño. –Mis pecados se van escurriendo detrás de mí, como la arena se escurre de este balde. Pero, como no miro para atrás, y no me doy cuenta de mis propios pecados, ¡aquí estoy para juzgar a mi prójimo!

Los monjes, en ese mismo momento, desistieron del castigo.

SI ME HICISTE DAÑO, NO LO TOMO EN CUENTA



Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta
Lunes segunda semana Cuaresma. Podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios y juicios de Dios, sino de los nuestros.

Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta

Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

“Con la misma medida que midáis, seréis medido”. Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.
Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: “¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!”. También es muy seria la frase de Cristo: “Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?”.

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: “Dad y se os dará”. Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.

domingo, 20 de marzo de 2011

ESTRELLA DE LA MAÑANA


La Virgen es estrella ya que fue escogida por Dios para ser Su Madre, la Llena de Gracia.

Estrella Del Mar (Stella Maris). En la oscuridad de la noche, los navegantes por siglos confiaban en las estrellas para orientarse hacia el puerto seguro. La Virgen es la estrella de la evangelización que nos lleva a Cristo, puerto seguro.

El libro de Reyes, 18, 45- 51, describe una pequeña nube que, elevándose sobre el mar, anunció a Elías mientras oraba en el monte Carmelo, la venida de la lluvia. Esta era una gran noticia pues anunciaba el fin de la grave sequía. La Virgen es como esa nube, signo del fin de la sequía. Jesús es la fuente que nos sacia la sed de Dios.

Los carmelitas, nacidos espiritualmente en el monte Carmelo le llamaron a la Virgen «Estrella del Mar». Muchos escritores muy antiguos también le llamaron así a la Virgen: S. Jerónimo (siglo IV), Isidoro de Sevilla (siglo VI), Alcuino de York y Rábano Mauro (siglo IX). Pascasio Radberto escribe en el siglo IX: «María es la Estrella del Mar a la que debemos seguir con nuestra fe y comportamiento mientras damos tumbos en el mar proceloso de la vida. Ella nos iluminará para creer en Cristo nacido de ella para salvación del mundo."

El Himno Ave Maris Stella (Salve estrella del mar) es del siglo VIII o IX.

San Bernardo le dedicó a la Virgen, Estrella del Mar, un poema:

Si se levantan los vientos de la tentación: si te arrastran hacia los acantilados de la desesperación... mira la estrella; invoca a María.

Si están a punto de ahogarte las olas de la soberbia, la ambición, la envidia, la rivalidad...mira a la Estrella; Invoca a María.

TRANSFORMANDO EL INTERIOR

Transformando el interior
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

En un jardín, donde todo era alegría, había un árbol profundamente triste a causa de un problema que tenía: No sabía quién era. Escuchaba al manzano, a la rosa y otras plantas lo fácil que era ser como cada uno de ellos era. Él lo intentaba, pero sólo lograba sentirse cada vez más frustrado. Hasta que un día llegó un ave y le dijo: “No te preocupes, tu problema es el de muchos: quieres ser como otros. Dedícate a ser tú mismo”. Así lo hizo, y descubrió que era un roble fuerte, cuyo destino era crecer grande y majestuoso.

Una pareja de inmigrantes llegó a hablar conmigo hace dos años. Como a muchos de sus compatriotas, les había tocado salir abruptamente de su país, a causa de la guerrilla, dejando abandonado lo que tenían. Lo que me llamó la atención fue el hecho de haberme dicho que ayudando a otros querían ayudarse a sí mismos.

Motivado por el tipo de enfoque que daban al conocimiento y manejo de la interioridad, comenté con ellos los diferentes temas sobre los cuales habían estado trabajando. Hablamos sobre la manera de afrontar las dificultades, las decisiones que hay que tomar en momentos de crisis, la importancia de emprender un viaje interior para transformarse a sí mismo, los procesos que se daban y otra serie de aspectos que debían tenerse en consideración.

Los momentos de dificultad deben ser tomados como oportunidades de crecimiento y como pruebas que Dios nos pone para prepararnos para nuevos caminos o cosas mejores. Ante situaciones difíciles, la persona debe aprender a sobreponerse, debe luchar para que el entendimiento no se llene de oscuridad y no se pierda el ánimo; y hay que estar dispuesto a aceptar los designios de Dios y asumir los cambios que la vida misma va proporcionando.

Se requiere mucha fortaleza interior para afrontar las crisis concentrándose en la búsqueda de soluciones positivas. Pero esas soluciones positivas no se pueden ni se van a encontrar fuera de uno mismo; toca buscarlas dentro, en la interioridad, allá donde habita el alma y reside la fuerza del espíritu. Hay que llegar al interior de cada uno y mirarse a sí mismo para aprender el sentido de la vida, observando y descubriendo toda la riqueza del espíritu que nos anima. Es preciso saber escuchar para poder entender y hablar. Se requiere abrir el corazón para que el amor pueda habitar en nosotros y en el silencio interior podamos escuchar la Palabra de Dios.

Dentro de nosotros está todo lo que somos. Se encuentran también, de alguna forma, todas las personas y acontecimientos que han pasado por nuestra mente a través de toda la vida. Hay que ir al encuentro de todo lo que hay dentro para identificarlo, evaluarlo, radicarlo en nuestro interior si es un objeto de bien o desalojarlo si es un objeto de mal. Hay que rescatar la autoconfianza, consolidar la fe y hallar nuestra propia identidad. Es imprescindible que aprendamos a iluminarnos a nosotros mismos, a andar con determinación a comprometernos en un verdadero proceso de transformación interior en el que la fuerza del espíritu nos permita encontrar nuestro mejor sentido.

sábado, 19 de marzo de 2011

LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ

LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ

La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".

En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429). Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.

San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.

Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.

Santa Teresa de Jesús "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."

"No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devocion..." -Sta. Teresa.

San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.

¿QUIÉN FUE SAN JOSÉ?

¿QUIÉN FUE SAN JOSÉ?

A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Stma. Virgen María.

Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Stma. Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

Si el matrimonio de San José con La Stma. Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.

La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.

Amor virginal

Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Stma. Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio. Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma mas pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).

Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

"Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).

Unos meses mas tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).

En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y mas tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).

Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Mateo 2:13. San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.

Una vez mas por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.

Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret. Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo. Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.

Lo mas probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.

Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas.

AL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ


Al Glorioso Patriarca San José


José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a tí te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades.

Yo te suplico con todo mi corazón que por dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma.

Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contricción para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones,
perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración y una cristiana disposición para morir bien.

Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad.

Amén.

viernes, 18 de marzo de 2011

ORACIÓN A SAN JOSÉ

SABER DECIR ADIOS






Autor: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Saber decir ... ¡adiós!
Renunciación, olvido de uno mismo y oración por el que se va. Un abrazo y si se puede... una sonrisa.


Cuando hay un dolor profundo, el corazón pesa. Se siente su abatimiento y es como si una enorme losa nos aplastara el pecho. Con esa sensación mortificante y amarga el dolor sube hasta nuestros labios y se convierte en oración:

"Tú lo sabes Señor, lo sabes mejor que nosotros porque Tú conoces a la perfección el corazón de los hombres. Y Tú sabes lo adolorido que está este pobre corazón porque tiene que decir adiós".

Decir adiós es una cosa y saber decir adiós es otra. Decir adiós es abandonarse a ese dolor que tiene sabor a muerte.

Decir adiós es sumergirse en esa profunda pena que nos brota del corazón y se asoma a nuestros ojos convertida en lágrimas.

Decir adiós es quedarse con un hueco en el pecho... es levantar la mano en señal de despedida y darnos cuenta que es el aire, lo único que acarició nuestra piel.

Es volver a casa y ver tantas y tantas cosas del ser amado y junto a esas cosas, un sitio vacío. Es llorar, desesperarse, vivir en la tristeza de un recuerdo.

¡Decir adiós es tan triste y hay muchos adioses en nuestras vidas! El adiós al ser querido que se nos adelantó, el adiós de las madres a sus hijos en países en guerra, el adiós a quién amamos y se aleja del hogar... el adiós que se le da a la tierra que nos vio nacer...

¿Cómo lograremos saber decir adiós, dónde encontraremos una forma diferente para que este adiós nos sea más soportable?

Para saber decir adiós nos ayudaremos con el recuerdo o más bien con la meditación de cómo debió de ser el adiós entre María y su hijo Jesús. A mí en lo personal me gusta pensar que fue después de una comida. Nada nos dicen los Evangelio de estas escenas, ya que fueron escritos después, bastante tiempo después. Jesús vivió tres años fuera de su hogar dedicado a su misión de predicar.

Solos estaban ya la Madre y el Hijo puesto que ya habían dado el adiós a José tiempo atrás. Comida de despedida, de miradas llenas de ternura, de silencios cargados de amor más que de frases. La madre solícita y tierna y al mismo tiempo firme y serena. El Hijo empezando a sentir el primer dolor con un adiós para ir al encuentro de la Redención de la Humanidad.

La tarde es calurosa y el camino polvoriento. Por él van un hombre y una mujer. Una madre y un hijo que se despiden, que tienen que decirse adiós...

Y yo creo que María acompañó a Jesús hasta el final del sendero donde el hijo tomaría el camino definitivo. Nada sabemos de lo que hablaron, nada sabemos de lo que se dijeron... pero tuvo que ser un adiós de inconmensurable grandeza y amor. También de dolor. Dolor que se hace incienso y sube hasta el Padre Eterno.

Otra vez en los labios de María el SÍ y en los de Jesús el primer sorbo del amargo cáliz que beberá hasta la última gota. Pero serenos y firmes, llenos de amor el uno por el otro, cumpliendo, aceptando en sus corazones la Voluntad del Altísimo: Saben como hay que decir adiós.

Así nosotros, con este ejemplo de despedida hemos de saber decir adiós. Renunciación, olvido de uno mismo y oración por el que se va. Un abrazo, corazón con corazón y si se puede... una sonrisa.

Y nuestra oración termina así:

"Señor, sabes que me duele el corazón pero Tú me vas a enseñar a "saber decir adiós".


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