Familia : El matrimonio, una aventura cotidiana
La mayoría de los matrimonios nos esforzamos en sacar adelante, la gran aventura cotidiana de la convivencia con sus nubes y sus soles; sus tormentas y bonanzas; a pesar de los golpes que nos presenta la sociedad con un sistema materialista, hedonista, y superfluo que lucha con llevarse por delante a la familia, con desmerecerla y mancharla.
Esta sociedad contraria al matrimonio, ¡se puede cambiar!, cuando haya suficiente cantidad de matrimonios que estén dispuestos a sacar adelante sus proyectos de familia, con un alto nivel de excelencia. En nuestras manos está el poder cambiar la sociedad, y engendrar un mundo nuevo para nuestros hijos.
Les narraré una historia que leí, una de esas noches de insomnio (la lectura es mi pasatiempo favorito, a pesar que pocas veces la puedo disfrutar por mi falta de tiempo) y decía así:
“En un país cualquiera, apareció un día un profeta, con la loca pretensión de cambiar las costumbres de las gentes. Recorría pueblos y ciudades reuniendo a hombres, mujeres y niños, en el centro de la plaza. Al principio, la novedad y su porte un tanto estrafalario atraía a los curiosos.
Pero, tan pronto exponía las exigencias de su programa, aunque eran muy atractivas y valientes, la concurrencia iba descendiendo. No le importaba: seguía, cada vez con más fuerza.
Pasaban los días y, a pesar de sus gritos, cada vez le escuchaba menos gente. Por fin, se encontró solo en medio de la plaza, mientras repetía su mensaje una y otra vez, con mayor entusiasmo que al principio.
Cuando transcurrieron tres días de discurso, sin otro eco que el de las paredes, alguien se le acercó para preguntarle:
- ¿Se puede saber por qué sigues gritando? ¿No ves que la gente no esta dispuesta a cambiar?
- Sigo gritando –dijo el profeta- porque si me callara, ellos me cambiarían a mi.”
Me puse a pensar que así es cada matrimonio, como este profeta del cuento, pero sin otro mensaje y otro grito que el de su propio matrimonio, su propio testimonio, su propia historia. Vale la pena jugarse la vida en el matrimonio y les habla alguien que ya esta por cumplir trece años de casada.
Nuestra sociedad nos pide que todo esté asegurado para un mejor futuro y bienestar económico. Les cuento que la mejor póliza de seguro sobrenatural para proteger los riesgos de la vida conyugal es la gracia sacramental y la cuota de esta póliza es el espíritu cristiano.
Cuanto mayor sea nuestra cuota, más garantías de éxito tiene este seguro. Con qué alegría , satisfacción , y orgullo para nuestros hijos que en nuestros hogares, sus padres podamos mirarnos a los ojos con un amor limpio, puro, madurado por el tiempo de una convivencia donde se vive el respeto mutuo, la compresión, el compañerismo que se fue afianzando en las luchas de todos los días , con su alegría y sus tristezas. Escuchar que sus padres dicen uno del otro: él, que ella es una santa, la única, con quien estaría dispuesto a volver a casarse si tuviera que hacerlo; y ella, que como él no hay otro hombre sobre la tierra, asegurando de mil formas y contando casos concretos de sacrificios que hizo por su familia.
¡Que póliza más segura!, qué diferente serán esas parejas en su vejez, y esos niños cuando sean adultos en la sociedad, ¡qué cambios otorgarán!
Hay que aprender a nadar contracorriente con fuerzas, sin miedo, con buen humor, simpatía, y mucha ilusión. No tengamos miedo de mostrar a nuestros hijos que nos queremos, que nos respetamos y comprendemos.
A no tener miedo de nuestro amor generoso y no bajemos la cabeza por vergüenza cuando se tienen más de tres hijos por temor a que nos llamen ignorantes, locos o irresponsables. Aun dentro de nuestra propia familia de sangre, ni que decir con nuestros amigos. No ofendemos a nadie, no pedimos nada, al contrario, ¡estamos dando!, porque gracias a nuestros hijos y a lo que ellos produzcan con su trabajo el día de mañana se podrá sostener el país y ellos/as podrán sostenerse en su vejez.
Es que esta sociedad, materialista, individualista, nos quiere sumergir en un clima de seguridad, en que todo debemos de tener bien asegurado y no darnos el lujo del posible riesgo de perder parcelas de bienestar, de comodidad. Pero… la vida es insegura y ese carácter, es la que la hace más atractiva, ágil y dichosa.
Somos rebeldes porque nos hemos negado a convertirnos en unas máquinas, nadamos contracorriente: cuidamos de la vida espiritual de nuestros hijos y no solo nos limitamos a alimentarlos, a cuidar su cuerpo, y mente. Sino a enseñarles con el ejemplo, (porque las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra) a ser pudorosos, a ser leales, honestos, generosos y fuertes.
No tenemos vergüenza, de contar a nuestros amigos, o compañeros de trabajo, que cuando más a gusto lo pasamos, es cuando nos damos una escapadita y nos vamos a cenar solos aunque llevemos trece años de casados.
Los comentarios que genera la llegada de un nuevo hijo a la familia ¡cuando ya hay seis anteriores! y te califican de locos, creo que aun salimos bien parados, porque no nos califican de tontos, que puede ser más insultante. Y lo más curioso que estas lindezas las recibimos de amigos que nos quieren.
Y les comprendemos porque son de los que piensan que no conocemos de todos los trucos para limitar la fecundidad, pues eso es sólo materia reservada para gente muy lista. O que piensan que soy de goma y que me da lo mismo pasar nueve meses con ciertas limitaciones y noches de insomnio, hasta que logramos que cada chico este durmiendo tranquilo en su cama.
O que piensen que somos unos inconscientes y no nos damos cuenta de la cantidad de malos ratos que vamos a tener en la vida cuando se aplacen, o lleguen tarde a casa, o nos contesten de mala manera.
No tenemos miedo, porque tenemos asegurada nuestra póliza y pagamos la cuota más cara. Hay que mirarles con comprensión porque lo que a nosotros nos sobra a ellos les falta, y solo miran la vida de una forma sensual y material.
No se imaginan que un niño, es una persona infinitamente más valiosa que todos los sacrificios y malos ratos que puedan suponer. Que traer al mundo a alguien que puede querer y ser querido, el verlo crecer y madurar no tiene comparación a ningún espectáculo de la naturaleza, ahora que se habla mucho del respeto a la ecología.
El comunicar sentimientos, compartir alegrías y tristezas con alguien que es tan tuyo y a la vez tan diferente como lo es un hijo.
Hay que ser originales, y no ponernos dentro del montón, dedicándonos a repetir las viejas bromas sobre lo aburrido que es el matrimonio. Debemos gritar a voces la gran noticia de que somos felicísimos habiéndonos casado con aquella persona y que no lo cambiaríamos por nada del mundo, a pesar de sus defectos y limitaciones. Si a ellos no le gusta que se pierdan ellos y se queden rumiando en su egoísmo y envidia.
No quiero sermonear a nadie, ni creo que mi matrimonio y mi familia sean perfectos. Lo que si creo, que así como mi matrimonio existen otros muchos que luchan día a día y viven esta gran aventura.
A ellos me dirijo y les digo que no hay que tener vergüenza ni miedo en ir contra corriente y de mostrar al mundo entero, a nuestra sociedad, con naturalidad, lo felices que somos; no por no carecer de nada, que es una felicidad corporal de animales satisfechos.
Sino de esa felicidad espiritual, de paz, comprensión, ayuda mutua, de cariño desinteresado, de sufrimiento mutuo, el de saber sobrellevar los defectos, el arte de perdonar y olvidar. Esa verdadera felicidad que aquí en la tierra se puede gozar y nadie te puede arrebatar.
Como lo dice la Sagrada Escritura en su libro del Eclesiastés (4-9,12) “Más valen dos que uno, pues mayor provecho obtienen de su trabajo. Y si uno de ellos cae, el otro lo levanta. ¡Pero ay del que cae estando solo, pues no habrá quien lo levante! Además, si dos se acuestan juntos, uno a otro se calientan; pero uno solo, ¿cómo va a entrar en calor? Uno puede ser vencido, pero dos podrán resistir”.
Con un grupo de hombres y mujeres que se quieran con locura, animados a estar cada día mas enamorados -a pesar de todos los pesares- y esforzándose en quitar adelante su familia, con grandes ideales, sin miedo al futuro por más incierto que se presente y confiando en la Providencia Divina que nos asegura que la cuerda de tres hilos no se rompen fácilmente (EC 4-12), o “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán una sola persona. Así que ya no son dos sino uno solo. De modo que el hombre no puede separar lo que Dios ha unido”.(MT 19-5,6), o “No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale más la vida que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan las cosechas en los graneros; y sin embargo el Padre de ustedes que esta en el Cielo les da de comer.¡Y ustedes valen más que las aves del cielo! .
¡Vale la pena!, nuestro matrimonio y nuestras familias. Debemos mostrar al mundo nuestro amor y felicidad. No ser conformistas, y sentirnos menos de los que por el motivo que sea vieron naufragar su matrimonio, y hacen correr a grandes voces que el estado matrimonial es triste, monótono y viven pensando en su pasado de soltería, o creándose falsas ilusiones de que si se hubieran casado con aquella u otra persona, menos con su cónyuge serían más felices… yo les diría, sin ánimo de juzgar a nadie que : “la fórmula para ser infelices, consiste en dedicar los tiempos libres en pensar que uno no es feliz”, o envidiando la felicidad ajena, que como ya no la tienen se dedican a ridiculizarla, infamarla, o criticarla.
Podemos cambiar nuestra sociedad con nuestros testimonios, y volver a darle al matrimonio el lugar que se merece. El ser la institución más valorada, por ser el origen y principio de toda sociedad y cultura.
Espero que les haya gustado estos pensamientos, que los dedico a mis grandes amores a Hugo mi marido, con el que me volvería a casar y por quien digo que el matrimonio merece la pena vivirlo, a mis siete hijos a quienes les digo: que les quiero con locura y que cada uno de ustedes son únicos, porque cada uno de ustedes tienen, sus propios encantos que no lo cambiaria por nada del mundo y estoy muy orgullosa de ustedes.
Liliana Sánchez de Acosta