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domingo, 6 de noviembre de 2022

EL PAPA FRANCISCO AFIRMA QUE LA IGLESIA NECESITA MÁS QUE NUNCA DE LOS JÓVENES



El Papa Francisco afirma que la Iglesia necesita más que nunca de los jóvenes

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

Papa Francisco en encuentro con jóvenes. Crédito: Vatican Media


En la tarde de su tercer día en Bahrein, el Papa Francisco mantuvo un encuentro con jóvenes en el Colegio del Sagrado Corazón, a quienes dio 3 consejos para animarlos porque “la Iglesia está con ustedes y los necesita”.

Antes de acudir a este encuentro, en la residencia donde está alojado el Papa Francisco recibió la visita de Hamad bin Isa Al Khalifa, Rey de Bahrein, a quien tuvo la oportunidad de agradecer la cálida acogida que le brindó el país.

Más de 2.000 jóvenes, entre ellos musulmanes, recibieron al Papa Francisco en esta escuela, dirigida por las Hermanas Carmelitas Apostólicas desde 2003.

Tras la bienvenida al ritmo de bailes populares y escuchar los testimonios de algunos jóvenes, el Papa Francisco destacó que los jóvenes “no tienen miedo de enfrentarse, dialogar, ‘hacer ruido’ y mezclarse con los demás, convirtiéndose en la base de una sociedad amiga y solidaria”. 

“Esto es fundamental en los contextos complejos y plurales en los que vivimos; derribar algunas barreras para inaugurar un mundo más conforme al hombre, más fraternal, aun cuando esto suponga enfrentar muchos retos”. 

A este respecto, tomando como referencia los testimonios y sus preguntas de los jóvenes, el Papa propuso “tres pequeñas invitaciones” para animarlos:  



Abrazar la cultura del cuidado

El Papa Francisco pidió a los jóvenes que no olviden de cuidarse “primero a ustedes mismos, no tanto del exterior, sino del interior, la parte más oculta y preciosa de ustedes. ¿Cuál es? El alma, el corazón. ¿Y cómo se hace para cuidar el corazón? Traten de escucharlo en silencio”.

“Que no les pase ser ‘turistas de la vida’, que sólo la miran desde fuera, superficialmente. Y, en silencio, siguiendo el ritmo de vuestro corazón, hablen con Dios”, dijo el Santo Padre.

En esta línea, recordó que el amor “no es una telenovela o una película romántica. Amar es preocuparse por el otro, cuidarlo, ofrecer el propio tiempo y los propios dones a quien lo necesita, arriesgarse para hacer de la vida un regalo que genera ulterior vida”. 

“Son un tesoro, un tesoro único y valioso. Por eso, no encierren su vida en una caja fuerte, pensando que es mejor no hacer ningún esfuerzo porque no ha llegado aún el momento de gastarla”, pidió más tarde.

“Qué hermoso es, en cambio, dejar ahora una buena huella en el camino”, añadió


Sembrar fraternidad

La segunda invitación que hizo el Papa a los jóvenes fue “sembrar fraternidad”. El Papa invitó a los presentes a ser “sembradores de fraternidad y cosechadores de futuro, porque el mundo sólo tendrá futuro en la fraternidad. Es una invitación que encuentro en el centro de mi fe”, aseguró. 

Además, señaló que “las palabras no son suficientes, se necesitan gestos concretos realizados en lo cotidiano”.

“Quisiera decirles: aprendan a viajar también dentro de ustedes mismos, amplíen las fronteras interiores, para que se desplomen los prejuicios sobre los demás, se reduzca el espacio de la desconfianza, se derriben los muros del miedo, florezca la amistad fraterna”, dijo más tarde. 


Tomar decisiones en la vida

El Papa recordó a los jóvenes que “no existe una vida sin desafíos que afrontar. Y siempre, frente a un desafío, como ante una encrucijada, es necesario elegir, involucrarse, arriesgarse, decidir”.

“¡Sigan adelante sin miedo, y nunca solos! Dios nunca los deja solos, pero, para darles una mano, espera que se la pidan. Él nos acompaña y nos guía. No con prodigios y milagros, sino hablando delicadamente por medio de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos”, explicó.

“El Señor desea iluminar sus inteligencias, -continuó el Papa-, sus sentimientos más íntimos, las aspiraciones que tienen en el corazón, las opiniones que maduran dentro de ustedes”.

“Quiere ayudarlos a distinguir lo que es esencial de lo que es superficial, lo que es bueno de lo que es malo para ustedes y para los demás, lo que es justo de lo que genera injusticia y desorden. Nada de lo que nos sucede le es ajeno a Dios”, defendió.

Asimismo, subrayó que es importante “antes que las opiniones de internet”, buscar “buenos consejeros en la vida, personas sabias y de confianza que puedan orientarlos, ayudarlos”.

“Queridos jóvenes, los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que ustedes saben llevar a cada situación, y que ayuda a salir del sopor de la rutina y de los esquemas repetitivos en los que a veces encasillamos la vida”. 

“Como Papa quiero decirles: la Iglesia está con ustedes y los necesita, a cada uno de ustedes, para rejuvenecer, explorar nuevos senderos, experimentar nuevos lenguajes, volverse más alegre y acogedora”, dijo más tarde.

“¡No pierdan nunca la valentía de soñar y de vivir en grande! Aprópiense de la cultura del cuidado y difúndanla; sean campeones de fraternidad; afronten los desafíos de la vida dejándose orientar por la creatividad fiel de Dios y por buenos consejeros”, concluyó. 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO EN LA MISA POR LOS CARDENALES Y OBISPOS FALLECIDOS EN 2022

 


Homilía del Papa Francisco en la Misa por los cardenales y obispos fallecidos en 2022

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco presidió esta mañana en la Basílica de San Pedro del Vaticano la Misa en sufragio por los cardenales y obispos fallecidos durante el año. 


A continuación, la homilía completa del Papa Francisco:

Las lecturas que hemos escuchado me provocan dos palabras: expectación y sorpresa. La espera expresa el sentido de la vida, porque vivimos a la espera del encuentro: el encuentro con Dios, que es el motivo de nuestra oración de intercesión de hoy, especialmente por los cardenales y obispos fallecidos durante el pasado año, por los que ofrecemos este sacrificio eucarístico en sufragio. 

Todos vivimos a la expectativa, con la esperanza de escuchar un día aquellas palabras de Jesús: "Venid, benditos de mi Padre" (Mt 25,34). Estamos en la sala de espera del mundo para entrar en el cielo, para participar en ese "banquete para todos los pueblos" del que nos habló el profeta Isaías (cf. 25,6). 

Dice algo que nos alegra el corazón porque hará realidad precisamente nuestras mayores expectativas: el Señor "abolirá la muerte para siempre" y "enjugará las lágrimas de todos los rostros" (v. 8). Es bonito cuando el Señor viene a secar las lágrimas. Y es feo cuando esperamos que sea algún otro y no el Señor quien las seque. Y es más feo todavía, no tener lágrimas. 

Entonces podremos decir: "Este es el Señor en quien hemos esperado, aquel que seca las lágrimas; alegrémonos, gocemos de su salvación" (v. 9). Sí, vivimos a la espera de recibir bienes tan grandes y hermosos que ni siquiera podemos imaginarlos, porque, como nos recuerda el apóstol Pablo, "somos herederos de Dios, coherederos con Cristo" (Rm 8,17) y "esperamos vivir para siempre, esperamos la redención de nuestros cuerpos" (cf. v. 23).  

Hermanos y hermanas, alimentemos nuestra espera del cielo, ejercitemos nuestro deseo del cielo. Nos hace bien preguntarnos hoy si nuestros deseos tienen algo que ver con el Cielo. Si nuestros deseos tienen algo que ver con el Cielo. Porque nos arriesgamos a aspirar continuamente a las cosas que pasan, de confundir los deseos con las necesidades, de anteponer las expectativas del mundo a la expectativa de Dios. 

Pero perder de vista lo que importa para perseguir el viento sería el mayor error de la vida. Miremos hacia arriba, porque estamos en camino hacia lo Más Alto, mientras que las cosas de aquí abajo no subirán allí: las mejores carreras, los mayores éxitos, los títulos y los galardones más prestigiosos, las riquezas acumuladas y las ganancias terrenales, todo se desvanecerá en un instante. Y todas las expectativas depositadas en ellos se verán defraudadas para siempre. Y, sin embargo, ¡cuánto tiempo, esfuerzo y energía gastamos preocupándonos y afligiéndonos por estas cosas, dejando que la tensión hacia el hogar se desvanezca, perdiendo de vista el sentido del viaje, la meta del viaje, el infinito al que tendemos, la alegría por la que respiramos! 

Preguntémonos: ¿vivo lo que dice el Credo, espero -es decir- la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro? ¿Y cómo es mi espera? ¿Voy a lo esencial o me distraigo con muchas cosas superfluas? ¿Cultivo la esperanza o sigo lamentándome porque valoro demasiado tantas cosas que no importan y que luego pasarán? 

Mientras esperamos el mañana, nos ayuda el Evangelio de hoy. Y aquí surge la segunda palabra que me gustaría compartir con ustedes: sorpresa. Porque la sorpresa es grande cada vez que escuchamos el capítulo 25 de Mateo. Es similar a la de los protagonistas, que dicen: "Señor, ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a visitarte?" (vv. 37-39). ¿Cuándo lo hemos hecho? Así se expresa la sorpresa de todos, el asombro de los justos y la consternación de los injustos.  

¿Cuando? También nosotros podríamos decirlo: esperaríamos que el juicio sobre la vida y sobre el mundo tuviera lugar bajo la bandera de la justicia, ante un tribunal decisivo que, cribando todos los elementos, arrojara luz sobre las situaciones y las intenciones para siempre. En cambio, en el tribunal divino, la única cabeza de mérito y acusación es la misericordia hacia los pobres y descartados: "Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis", sentencia Jesús (v. 40).  

El Altísimo habita en los más pequeños, el que habita en los cielos habita entre los más insignificantes del mundo. ¡Qué sorpresa! Pero el juicio se hará así porque será Jesús, el Dios del amor humilde, el que, nacido y muerto pobre, vivió como siervo. Su medida es un amor que va más allá de nuestras medidas, y su criterio de juicio es la gratuidad. Así que, para prepararnos, ya sabemos lo que hay que hacer: amar gratuitamente y sin esperar reciprocidad, a los que están en su lista de preferencias, a los que no pueden darnos nada a cambio, a los que no nos atraen. 

Esta mañana he recibido una carta de un capellán de un orfanato, un capellán protestante, luterano, de un orfanato en Ucrania. Niños huérfanos de guerra, niños solos, niños abandonados. Y él decía: Este es mi servicio, acompañar a estos descartados, porque han perdido a sus padres en esta guerra cruel, y se han quedado solos. 

Este hombre hace lo que Jesús le pide, cuidar a los más pequeños en la tragedia. Y cuando he leído esa carta, escrita con tanto dolor, me he conmovido. Y he dicho: Señor, se ve que continúas mostrando los verdaderos valores del Reino. 

¿Cuándo? dirá este pastor cuando encuentre al Señor. Ese asombrado "cuando", que vuelve no menos de cuatro veces en las preguntas que la humanidad dirige al Señor (cf. vv. 37.38.39.44), llega tarde, sólo "cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria" (v. 31). 

Hermanos, hermanas, tampoco nos dejemos sorprender. Tengamos mucho cuidado de no endulzar el sabor del Evangelio. Porque a menudo, por conveniencia o comodidad, tendemos a suavizar el mensaje de Jesús, a diluir sus palabras. 

Reconozcámoslo, nos hemos vuelto bastante buenos para hacer concesiones con el Evangelio: alimentar a los hambrientos sí, pero el tema del hambre es complejo y ciertamente no puedo resolverlo. Ayudar a los pobres sí, pero entonces las injusticias tienen que ser tratadas de una manera determinada y entonces es mejor esperar, también porque si te comprometes entonces te arriesgas a que te molesten todo el tiempo y quizás te das cuenta de que podrías haberlo hecho mejor.

Estar cerca de los enfermos y de los encarcelados, sí, pero en las portadas de los periódicos y en las redes sociales hay otros problemas más acuciantes, ¿por qué debería interesarme por ellos? Acoger a los inmigrantes sí, pero es una cuestión general complicada, tiene que ver con la política...yo no me mezclo con estas cosas. Siempre los compromisos; “Sí, sí, sí, pero no, no, no”. Estos son los compromisos evangélicos, que nosotros hacemos con el Evangelio. Todo sí, pero al final, todo no. 

Y así, a fuerza de peros, (muchas veces somos hombres y mujeres de “peros”), hacemos de la vida un compromiso con el Evangelio. De simples discípulos del Maestro pasamos a ser maestros de la complejidad, que discuten mucho y hacen poco, que buscan las respuestas más frente al ordenador que frente al Crucifijo, en internet que a los ojos de los hermanos; cristianos que comentan, debaten y exponen tantas teorías, pero que ni siquiera conocen a un pobre por su nombre, no han visitado a un enfermo en meses, nunca han dado de comer o vestir a alguien, nunca se han hecho amigos de un necesitado, olvidando que "el programa del cristiano es un corazón que ve" (Benedicto XVI, Deus caritas est, 31). 

¿Cuándo la grande sorpresa? Tanto los justos como los injustos se preguntan sorprendidos. La respuesta es sólo una: el cuándo es ahora. A la salida de esta Eucaristía. Ahora, hoy. Está en nuestras manos, en nuestras obras de misericordia: no en el análisis refinado, no en las justificaciones individuales o sociales. En nuestras manos, y nosotros somos responsables. 

Hoy el Señor nos recuerda que la muerte viene a hacer la verdad de la vida y elimina todos los atenuantes de la misericordia. Hermanos, hermanas, no podemos decir que no sabemos. No podemos confundir la realidad de la belleza con el maquillaje hecho artificialmente. 

El Evangelio explica cómo vivir la espera: vamos al encuentro de Dios amando porque Él es amor. Y el día de nuestra despedida, la sorpresa será feliz si ahora nos dejamos sorprender por la presencia de Dios, que nos espera entre los pobres y heridos del mundo. No tengamos miedo de esta sorpresa y sigamos adelante con las cosas que el Evangelio nos pide seguir adelante para ser juzgados al final. La sorpresa del Evangelio espera ser acariciado no con palabras, sino con hechos. 

martes, 1 de noviembre de 2022

PAPA FRANCISCO: LOS SANTOS SON LOS VERDADEROS REVOLUCIONARIOS


 

Papa Francisco: “Los santos son los verdaderos revolucionarios”

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media



Este 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, el Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus, donde habló de la “versión estereotipada” de los santos y pidió a los fieles “desarmar su corazón” para trabajar por la paz.

El Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano de manera excepcional con motivo de la festividad de Todos los Santos, ya que el suele dirigir esta oración mariana solamente los domingos.

Al comentar el Evangelio del día, el Santo Padre dijo que “el Evangelio de hoy desmiente la versión estereotipada de los santos”, lo que denominó como una “santidad de estampa”.

En este sentido, aclaró que “las Bienaventuranzas de Jesús, que son el carné de identidad de los santos, muestran todo lo contrario: hablan de una vida a contracorriente y  revolucionaria”. “Los santos son los verdaderos revolucionarios”, dijo a continuación.

Haciendo referencia a la Bienaventuranza leída en el Evangelio, el Papa Francisco explicó que esto no significa “estar en paz”, sino que Jesús se refiere a aquellos que “trabajan por construir la paz”. 

“La paz hay que construirla y como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia”, dijo el Pontífice. 

Además, el Papa señaló que “la Biblia habla de la ‘semilla de paz’, porque germina del  terreno de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en silencio, día tras días, a través de obras de  justicia y de misericordia. Como nos muestran los testimonios luminosos que celebramos hoy”. 

“Se nos hace creer que la paz llega con la fuerza y la potencia: para Jesús es lo contrario. Su vida y la de los santos nos dicen que la semilla de paz, para crecer y dar fruto, debe antes morir. La paz no se alcanza conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca es armada”, dijo el Papa Francisco.


Desarmar el corazón

En esta línea, explicó que para convertirse en alguien que trabaja por la paz es necesario, en primer lugar, “desarmar el corazón”.

“Porque estamos todos equipados con pensamientos agresivos y palabras cortantes y pensamos en defendernos con el alambre de espino de la queja y con los muros de cemento de la  indiferencia”, aseguró el Papa.

Sin embargo, para el Santo Padre “la semilla de la paz pide que se desmilitarice el campo del corazón. ¿Cómo? Abriéndose a Jesús, que es ‘nuestra paz’; estando frente a su Cruz, que es la cátedra de la paz; recibiendo de  Él, en la Confesión, ‘el perdón y la paz’. De aquí se empieza, porque ser operadores de paz, ser santos,  no es una capacidad nuestra, es un don suyo, es una gracia”.

Más tarde, el Papa invitó a los fieles a preguntarse: “¿Somos constructores de paz? ¿Allí  donde vivimos, estudiamos y trabajamos, llevamos tensión, palabras que hieren, chácharas que  envenenan, polémicas? O ¿abrimos la vía de la paz: perdonamos a quien nos ha ofendido, nos ocupamos  de los que se encuentran en los márgenes, reparamos alguna injusticia ayudando a quien menos tiene?  Esto es construir la paz”. 

Por último, dijo que a pesar de que en el mundo este tipo de personas parecen “estar fuera de lugar porque no ceden a la lógica del poder y del  predominio”, en el Cielo serán los más cercanos a Dios, “los más parecidos a Él”.


A continuación, el Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros".

domingo, 30 de octubre de 2022

EL PAPA FRANCISCO A LOS JÓVENES: CUIDADO DE CAER EN LA INDIFERENCIA, ES MÁS PELIGROSA QUE EL CÁNCER



 El Papa a los jóvenes: Cuidado de caer en la indiferencia, es más peligrosa que el cáncer

POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa

 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa



Esta mañana el Papa Francisco recibió en el Vaticano a miles de jóvenes de la Acción Católica Italiana, a quienes les pidió tener “mucho cuidado” de caer en la peligrosa “enfermedad de la indiferencia”.

“Cuidado que la enfermedad de la indiferencia en los jóvenes es más peligrosa que el cáncer. ¡Por favor tengan cuidado! Hemos aprendido que la miseria humana no es un destino que toca a algunos desdichados, sino casi siempre fruto de injusticias que hay que erradicar”, dijo el Papa Francisco en su discurso el 29 de octubre.

El Papa recordó que el cristiano siempre “se interesa por la realidad social y da su propia contribución; nuestro lema no es ‘no me importa’, sino ‘¡me importa!’”.

“Esto es muy importante: aprender a través de la experiencia que en la Iglesia todos somos hermanos por el Bautismo; que todos somos protagonistas y responsables; que tenemos diferentes dones y todos para el bien de la comunidad; que la vida es una vocación, seguir a Jesús; que la fe es un don que hay que dar, testimoniar”, dijo.

La fraternidad cristiana necesita del Espíritu Santo

El Papa Francisco les dijo a los jóvenes que la fraternidad cristiana no solo se construye con emociones o consignas, sino que “se funda en Cristo” y es una obra que se hace junto al Espíritu Santo.

“El Espíritu de Jesús Resucitado hace esto: nos hace salir de nosotros mismos, nos abre al encuentro”, subrayó.

El Papa Francisco también resaltó que se debe salir al encuentro participando de la Eucaristía.

“El Señor entra en nosotros porque salimos de nosotros mismos y nos unimos a Él, y en Él nos encontramos en una nueva comunión, libre, voluntaria”.

“Gracias a Él nos acogemos, nos soportamos unos a otros –el amor cristiano se construye sobre soportarnos a nosotros mismos– y nos perdonamos a nosotros mismos”, agregó.

De esta manera, siendo animado por el Espíritu, el cristiano puede llegar a ser "levadura" en la sociedad, recordó el Pontífice.

“Jóvenes creyentes, responsables y creíbles: esto es lo que les deseo”.

El Papa también pidió a los jóvenes seguir la vida de los santos que “nos enseñan lo que significa ser levadura, estar en el mundo, no ser del mundo”.

“Pier Giorgio Frassati fue un miembro activo y entusiasta de la Acción Católica Italiana, y demuestra cómo se puede ser creíble, responsable, joven creyente, creyente feliz y sonriente”, acotó.

Finalmente, el Papa Francisco invitó a aprender de la Virgen María “a guardar y meditar en el corazón la vida de Jesús, los misterios de Jesús dolorosos y gloriosos de su vida”. 

domingo, 23 de octubre de 2022

EL PAPA FRANCISO ADVIERTE SOBRE EL ORGULLO ESPIRITUAL: NOS LLEVA A DESPRECIAR A LOS DEMÁS



 El Papa advierte sobre el “orgullo” espiritual: “Nos lleva a despreciar a los demás”

POR DAVID RAMOS | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media.



Al presidir el rezo del Ángelus este domingo 23 de octubre frente a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco advirtió sobre el “orgullo” espiritual, “que nos lleva a despreciar a los demás”.

El Santo Padre reflexionó sobre “el Evangelio de la liturgia de hoy”, que “nos presenta una parábola que tiene dos protagonistas, un fariseo y un publicano”, en Lucas 18, 9-14, “es decir, un hombre religioso y un pecador en toda regla”.

“Ambos suben al templo a rezar, pero solo el publicano sube verdaderamente a Dios, porque con humildad desciende a la verdad de sí mismo y se presenta tal como es, sin máscaras, con su pobreza”, señaló.

“Podríamos decir, entonces, que la parábola está entre dos movimientos, expresados ​​por dos verbos: subir y bajar”, indicó.

El Santo Padre señaló que “el primer movimiento es subir. De hecho, el texto comienza diciendo: ‘Dos hombres subieron al templo a orar’”.

“Este aspecto recuerda muchos episodios de la Biblia, donde para encontrarse con el Señor se sube al monte de su presencia: Abraham sube al monte para ofrecer el sacrificio; Moisés sube al Sinaí para recibir los mandamientos; Jesús sube al monte, donde se transfigura”.

El Papa explicó que “la escalada, por tanto, expresa la necesidad del corazón de romper con la vida plana para salir al encuentro del Señor; levantarse de los llanos de nuestro ego para ascender hacia Dios -deshacerse del propio ego-; recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor”.

“Esto es ‘subir’, y cuando rezamos subimos”, reiteró.

Sin embargo, precisó, “para vivir el encuentro con Él y ser transformados por la oración, para elevarnos a Dios, necesitamos el segundo movimiento: descender”.

“¿Cómo? ¿Qué significa esto? Para ascender hacia él debemos descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos dan una mirada honesta a nuestras fragilidades y pobrezas interiores”.

El Papa resaltó que en la humildad “nos volvemos capaces de llevar a Dios, sin pretensiones, lo que realmente somos, los límites y las heridas, los pecados, las miserias que oprimen nuestro corazón, e invocar su misericordia para que nos cure, nos sane, nos levante”.

“Él será quien nos resucite, no nosotros. Cuanto más descendemos con humildad, más Dios nos hace subir”, dijo.

El Papa destacó que “el publicano de la parábola se detiene humildemente a distancia, no se acerca, se avergüenza, pide perdón, y el Señor lo levanta”.

“En cambio, el fariseo se exalta, seguro de sí mismo, convencido de que tiene razón: de pie, comienza a hablarle al Señor solo de sí mismo, a alabarse a sí mismo, a enumerar todas las buenas obras religiosas que hace, y desprecia a los demás”

El Santo Padre advirtió luego que “todos corremos el riesgo de caer en esto”, y nos lleva “a creerte bien y a juzgar a los demás”.

“Esto es orgullo espiritual: ‘Estoy bien, soy mejor que los demás: esto es tal cosa, eso es tal otra…’. Y así, sin darte cuenta, te adoras a ti mismo y borras a tu Dios, es un girar en torno a ti mismo. Esta es la oración sin humildad”.

El Papa Francisco explicó que esto “sucede, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y hacemos siempre una lista de nuestros méritos y nuestras buenas obras, cuando nos preocupamos más por parecer que por ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo”.

El exhibicionismo y el narcisismo, advirtió, “nos llevan a los cristianos, a los sacerdotes, a los obispos a tener siempre una palabra en los labios, ¿qué palabra? ‘Yo’: ‘ Yo hice esto, escribí esto, lo dije, lo entendí antes que tú’, y así sucesivamente”.

“Donde hay mucho yo, hay poco Dios”, subrayó el Papa, recordando que en su tierra natal “a esta gente se le llama ‘yo-con-mí-para-mí-solo-yo’”.

“Y una vez se habló de un sacerdote que era así, centrado en sí mismo, y la gente decía en broma: ‘Ése, cuando inciensa, lo hace al revés, se inciensa a sí mismo’”.

“Así es, también te hace caer en el ridículo”, señaló.

Al finalizar, el Papa Francisco pidió “la intercesión de María Santísima, la humilde sierva del Señor, imagen viva de lo que el Señor ama hacer, derrocando a los poderosos de sus tronos y elevando a los humildes”. 

domingo, 16 de octubre de 2022

PAPA FRANCISCO ANIMÓ A REZAR SIEMPRE: LA ORACIÓN ES LA MEDICINA DE LA FE



Papa Francisco animó a rezar siempre: La oración es la medicina de la fe

POR EDUARDO BERDEJO | ACI Prensa

 Crédito: Vatican Media


Este domingo, el Papa Francisco llamó a los fieles a ser constantes en la oración para fortalecer la fe, y recomendó a quienes dicen que no tienen tiempo para rezar, recurrir a una práctica casi olvidada pero conocida por las abuelas: las llamadas jaculatorias.

Antes del rezo del Ángelus dominical, el Santo Padre reflexionó sobre la parte del final del Evangelio del día, en el que Jesús pregunta: “Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?”.

“Es una pregunta seria. Imaginemos que el Señor llega hoy a la tierra: vería, lamentablemente, muchas guerras, mucha pobreza, muchas desigualdades, y al mismo tiempo grandes conquistas de la técnica, medios modernos”, señaló a los 20 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.

También encontraría “gente que va siempre deprisa, sin detenerse nunca; ¿pero encontraría quien le dedique tiempo y afecto, quien lo ponga en el primer lugar? Y sobre todo preguntémonos: ¿qué encontraría en mí, si el Señor hoy viniera, qué encontraría en mí, en mi vida, en mi corazón? ¿Qué prioridades de mi vida vería?”, cuestionó el Papa Francisco.

El Pontífice dijo que a menudo “nos concentramos sobre muchas cosas urgentes, pero no necesarias, nos ocupamos y nos preocupamos de muchas realidades secundarias; y quizá, sin darnos cuenta, descuidamos lo que más cuenta y dejamos que nuestro amor por Dios se vaya enfriando, se enfríe poco a poco”.

“Hoy Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el remedio? La oración. La oración es la medicina de la fe, el reconstituyente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante”, como cuando se toman los medicamentos para tener una mejor salud física.

“Pensemos en una planta que tenemos en casa: tenemos que nutrirla con constancia cada día, ¡no podemos empaparla y después dejarla sin agua durante semanas! Con mayor razón para la oración: no se puede vivir solo de momentos fuertes o de encuentros intensos de vez en cuando para después ‘entrar en letargo’””, señaló el Papa Francisco.

“Nuestra fe se secará. Necesita el agua cotidiana de la oración, necesita de un tiempo dedicado a Dios, de forma que Él pueda entrar en nuestro tiempo, en nuestra historia; de momentos constantes en los que abrimos el corazón, para que Él pueda derramar en nosotros cada día amor, paz, gloria, fuerza, esperanza; es decir nutrir nuestra fe”, afirmó.

El Pontífice recordó que Cristo llama a todos a “orar siempre sin desfallecer”. Sin embargo, “alguno podría objetar: ‘¿Pero yo cómo hago? ¡No vivo en un convento, no tengo tiempo para rezar!’”.

Francisco indicó que ante esta dificultad que es real, puede ayudar “una sabia práctica espiritual, que hoy está un poco olvidada, que nuestros mayores conocen bien, especialmente las abuelas: la de las llamadas jaculatorias”.

“El nombre está algo en desuso, pero la sustancia es buena. ¿De qué se trata? De oraciones muy breves, fáciles de memorizar, que podemos repetir a menudo durante el día, durante las diversas actividades, para estar ‘en sintonía’ con el Señor”, afirmó.

Luego añadió: “Hagamos algún ejemplo. Nada más levantarnos podemos decir: ‘Señor, te doy las gracias y te ofrezco este día’; esta es una pequeña oración; después, antes de una actividad, podemos repetir: ‘Ven, Espíritu Santo’; y entre una cosa y la otra rezar así: ‘Jesús, confío en ti, Jesús, te amo’”.

El Papa Francisco indicó que son “pequeñas oraciones pero que nos mantienen en contacto con el Señor”.

“¡Cuántas veces mandamos ‘mensajes’ a las personas a las que queremos! Hagámoslo también con el Señor, para que el corazón permanezca conectado a Él. Y no nos olvidemos de leer sus respuestas. El Señor responde, siempre. ¿Dónde las encontramos? En el Evangelio”, afirmó.

Por ello, el Papa Francisco reiteró su recomendación a tener el Evangelio “siempre a mano y abrir cada día algunas veces, para recibir una Palabra de vida dirigida a nosotros”.

“La Virgen María, fiel en la escucha, nos enseñe el arte de rezar siempre, sin cansarnos”, concluyó el Pontífice. 

domingo, 9 de octubre de 2022

FIESTA EN TODA LA IGLESIA - PAPA FRANCISCO DECLARA 2 NUEVOS SANTOS


¡Fiesta en toda la Iglesia! El Papa Francisco declara 2 nuevos santos
POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa




En la homilía de la Misa que presidió este domingo 9 de octubre ante unos 50 mil fieles presentes en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje de los diez leprosos que son curados, de los cuales solo uno vuelve a dar las gracias al Señor.

El Papa Francisco centró su meditación “en estos dos aspectos que el Evangelio de hoy nos sugiere: caminar juntos y agradecer”.

El ejemplo de los dos nuevos santos
Sobre el Obispo italiano Juan Bautista Scalabrini, fundador de los Misioneros de San Carlos (Escalabrinianos) y de su rama femenina, dos Congregaciones dedicadas a atender a los migrantes y refugiados, el Papa dijo que fue ejemplo de caminar juntos, especialmente con los migrantes.

Para este nuevo santo, los migrantes no eran un “problema” sino un signo de la providencia.


El Obispo Scalabrini decía que “precisamente gracias a las migraciones forzadas por las persecuciones la Iglesia cruzó las fronteras de Jerusalén y de Israel y se hizo ‘católica’; gracias a las migraciones de hoy la Iglesia será un instrumento de paz y comunión entre los pueblos”.

“Hay una migración en este momento, aquí en Europa, que nos hace sufrir tanto y nos mueve a abrir el corazón. La migración de los ucranianos que huyen de la guerra. No nos olvidemos hoy de la Ucrania martirizada. Scalabrini miraba más allá, miraba hacia el futuro, hacia un mundo y una Iglesia sin barreras, sin extranjeros”, dijo el Papa Francisco.

Por su parte, “el hermano salesiano Artémides Zatti, con su bicicleta, fue un ejemplo vivo de gratitud. Curado de la tuberculosis, dedicó toda su vida a saciar las necesidades de los demás, a cuidar a los enfermos con amor y ternura”.

“Se dice que lo vieron cargarse sobre la espalda el cadáver de uno de sus pacientes. Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso manifestar su acción de gracias asumiendo las heridas de los demás. Dos ejemplos”, continuó el Santo Padre.




Caminar juntos
Al caminar juntos, dijo el Papa, los leprosos del Evangelio salen de la exclusión en la que viven para mostrarse a los demás y pedir ayuda.

“Es también una imagen hermosa para nosotros, porque cuando somos honestos con nosotros mismos, recordamos que todos tenemos el corazón enfermo, que todos somos pecadores, que todos estamos necesitados de la misericordia del Padre”, dijo el Papa Francisco.

“Y entonces dejamos de dividirnos en base a los méritos, a los papeles que desempeñamos o a cualquier otro aspecto exterior de la vida; y caen así los muros interiores, caen los prejuicios. Así, finalmente, nos redescubrimos como hermanos”.

Esto, destacó, es lo que significa ser “sinodales”, que es “también la vocación de la Iglesia. Preguntémonos hasta qué punto somos realmente comunidades abiertas y que incluyen a todos; si somos capaces de trabajar juntos, sacerdotes y laicos, al servicio del Evangelio; si tenemos una actitud de acogida”.

Hablando luego sobre el nuevo santo Juan Bautista Scalabrini, el Santo Padre condenó la exclusión de los migrantes.

“Es escandalosa la exclusión de los migrantes. Es más, la exclusión de los migrantes es criminal, los hace morir delante de nosotros. Y es así que tenemos hoy el Mediterráneo, que es el cementerio más grande del mundo. La exclusión de los migrantes es repugnante, es pecaminosa, es criminal. No abrir la puerta a quien tiene necesidad”, lamentó.

Agradecer
En referencia al único leproso que dio gracias al Señor, el Papa Francisco destacó que este “se postró a los pies de Cristo, es decir, realiza un gesto de adoración, reconoció que Jesús es el Señor, y que Él era más importante que la curación que había recibido”.

No ser agradecido, advirtió el Santo Padre, “es una fea enfermedad espiritual, dar todo por sentado, incluso la fe, incluso nuestra relación con Dios, hasta el punto de convertirnos en cristianos que ya no saben asombrarse, que ya no saben decir ‘gracias’, que no muestran gratitud, que no saben ver las maravillas del Señor”.

Por ello es importante “todos los días, dar gracias al Señor, aprender a darnos las gracias entre nosotros” en todos los ámbitos de la vida, también por aquellos que “muchas veces en silencio rezan, ofrecen, sufren, caminan con nosotros”.

Para concluir, el Papa Francisco alentó a rezar para que los dos nuevos santos “nos ayuden a caminar juntos, sin muros de división; y a cultivar esa nobleza de espíritu tan agradable a Dios que es la gratitud”.

 

miércoles, 5 de octubre de 2022

EL PAPA FRANCISCO INVITA A SEGUIR EL EJEMPLO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS

 



El Papa Francisco invita a seguir el ejemplo de San Francisco de Asís

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

Crédito: Daniel Ibáñez/ACI Prensa



Tras finalizar la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco recordó que ayer se celebró el día de San Francisco de Asís, patrón de Italia. 

Como cada 4 de octubre, la Iglesia celebró a San Francisco de Asís, el santo que reconoció a Dios en la naturaleza y a quien el Señor le concedió el don de poder acompañarlo en los dolores de su Pasión.

“Invito a todos a imitar a San Francisco, patrón de Italia, cuya fiesta celebramos ayer”, dijo el Santo Padre ante los fieles que le escuchaban desde la Plaza de San Pedro del Vaticano. 

Además, pidió “que su ejemplo de consagración a Dios, de servicio a los hombres y de fraternidad con las criaturas guíe vuestro camino”.

En el día de San Francisco de Asís, el Papa Francisco publicó un mensaje a través de su perfil oficial de Twitter donde explicó que el santo “se sentía hermano del sol, del mar y del viento”.

“Sembró paz por todas partes y caminó junto a los pobres, los abandonados, los enfermos, los descartados, los últimos ¡Sigamos su ejemplo!”, exclamó el Papa. 

miércoles, 28 de septiembre de 2022

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA FAMILIARIDAD CON EL SEÑOR EN LA ORACIÓN



 Catequesis del Papa Francisco sobre la familiaridad con el Señor en la oración

Redacción ACI Prensa


El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre el discernimiento en la Audiencia General de este miércoles 28 de septiembre que dedicó al tema de “la familiaridad con el Señor” en la oración.

“El secreto de la vida de los santos es la familiaridad y confidencia con Dios, que crece en ellos y hace cada vez más fácil reconocer lo que a Él le agrada. La oración verdadera es familiaridad y confidencia con Dios. No es recitar oraciones como un loro, bla, bla, bla, no. La verdadera oración es esta espontaneidad y afecto con el Señor”, dijo el Santo Padre.


A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:

Los elementos del discernimiento. La familiaridad con el Señor

Retomamos las catequesis sobre el tema del discernimiento, —porque es muy importante el tema del discernimiento para saber qué sucede dentro de nosotros; sentimientos e ideas, debemos discernir de dónde vienen, dónde me llevan, a qué decisión— y hoy nos detenemos en el primero de sus elementos constitutivos, es decir, la oración. Para discernir es necesario estar en un ambiente, en un estado de oración.

La oración es una ayuda indispensable para el discernimiento espiritual, sobre todo cuando involucra a los afectos, consintiendo dirigirnos a Dios con sencillez y familiaridad, como se habla a un amigo. Es saber ir más allá de los pensamientos, entrar en intimidad con el Señor, con una espontaneidad afectuosa. El secreto de la vida de los santos es la familiaridad y confidencia con Dios, que crece en ellos y hace cada vez más fácil reconocer lo que a Él le agrada. La oración verdadera es familiaridad y confidencia con Dios. No es recitar oraciones como un loro, bla, bla, bla, no. La verdadera oración es esta espontaneidad y afecto con el Señor. Esta familiaridad vence el miedo o la duda de que su voluntad no sea por nuestro bien, una tentación que a veces atraviesa nuestros pensamientos y vuelve el corazón inquieto e inseguro o amargo, también.

El discernimiento no pretende una certeza absoluta —no es químicamente un método puro, no, pretende una certeza absoluta—, porque se refiere a la vida, y la vida no siempre es lógica, presenta muchos aspectos que no se dejan encerrar en una sola categoría de pensamiento. Querríamos saber con precisión qué hay que hacer, pero, incluso cuando sucede, no siempre actuamos en consecuencia. Cuántas veces hemos vivido nosotros también la experiencia descrita por el apóstol Pablo, que dice así: «no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm 7,19). No somos solo razón, no somos máquinas, no basta con recibir instrucciones para cumplirlas: al igual que las ayudas, los obstáculos para decidirse por el Señor son sobre todo afectivos, del corazón.  

Es significativo que el primer milagro realizado por Jesús en el Evangelio de Marcos sea un exorcismo (cf. 1,21-28). En la sinagoga de Cafarnaúm libera a un hombre del demonio, liberándolo de la falsa imagen de Dios que Satanás sugiere desde los orígenes: la de un Dios que no quiere nuestra felicidad. El endemoniado de ese pasaje del Evangelio sabe que Jesús es Dios, pero esto no le lleva a creer en Él. De hecho, dice: «¿Has venido a destruirnos?» (v. 24).

Muchos, también cristianos, piensan lo mismo: que Jesús puede ser el Hijo de Dios, pero dudan que quiera nuestra felicidad; es más, algunos temen que tomarse en serio su propuesta, lo que Jesús nos propone, signifique arruinarse la vida, mortificar nuestros deseos, nuestras aspiraciones más fuertes. Estos pensamientos a veces se asoman dentro de nosotros: que Dios nos está pidiendo demasiado, tenemos miedo de que Dios nos pida demasiado, que realmente no nos ama. En cambio, en nuestro primer encuentro vimos que el signo del encuentro con el Señor es la alegría. Cuando encuentro al Señor en la oración, me pongo alegre. Cada uno de nosotros se vuelve alegre, una cosa hermosa.

La tristeza, o el miedo, son sin embargo signos de lejanía con Dios: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos», dice Jesús al joven rico (Mt 19,17). Lamentablemente para ese joven, algunos obstáculos no le han consentido cumplir el deseo que tenía en el corazón, de seguir más de cerca al “maestro bueno”. Era un joven interesado, emprendedor, había tomado la iniciativa de ver a Jesús, pero estaba también muy dividido en los afectos, para él las riquezas eran demasiado importantes. Jesús no le obliga a decidirse, pero el texto señala que el joven se aleja de Jesús «triste» (v. 22). Quien se aleja del Señor nunca está contento, incluso teniendo a su disposición una gran abundancia de bienes y posibilidades. Jesús nunca obliga a seguirle, nunca. Jesús te hace saber su voluntad, con tanto corazón te hace saber las cosas, pero te deja libre. Y esto es lo más bonito de la oración con Jesús: la libertad que Él nos deja. En cambio, cuando nos alejamos del Señor permanecemos con algo triste, algo malo en el corazón.

Discernir qué sucede dentro de nosotros no es fácil, porque las apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios puede disolver suavemente dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a su «amable luz», según la bonita expresión de san John Henry Newman. Los santos brillan de luz refleja y muestran en los gestos sencillos de su jornada la presencia amorosa de Dios, que hace posible lo imposible. Se dice que dos esposos que han vivido juntos mucho tiempo queriéndose terminan pareciéndose.

Algo similar se puede decir de la oración afectiva: de forma gradual pero eficaz nos hace cada vez más capaces de reconocer lo que cuenta por con naturalidad, como algo que brota de lo más profundo de nuestro ser. Estar en oración no significa decir palabras, palabras, no; estar en oración significa abrir el corazón a Jesús, acercarse a Jesús, dejar que Jesús entre en mi corazón y nos haga sentir su presencia. Y ahí podemos discernir cuándo es Jesús y cuándo somos nosotros con nuestros pensamientos, muchas veces lejos de eso que quiere Jesús.

Pidamos esta gracia: vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo habla al amigo (cf. S. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 53). Yo conocí a un anciano hermano religioso que era el portero de un colegio y él cada vez que podía se acercaba a la capilla, miraba el altar, decía: “Hola”, porque tenía cercanía con Jesús. Él no necesita decir bla, bla, bla, no: “hola, estoy cerca de ti y tú estás cerca de mí”.

Esta es la relación que debemos tener en la oración: cercanía, cercanía afectiva, como hermanos, cercanía con Jesús. Una sonrisa, un gesto sencillo y no recitar palabras que no llegan al corazón. Como decía, hablar con Jesús como un amigo habla a otro amigo. Es una gracia que debemos pedir los unos por los otros: ver a Jesús como nuestro amigo, nuestro amigo más grande, nuestro amigo fiel, que no chantajea, sobre todo que no nos abandona nunca, tampoco cuando nos alejamos de Él.  Él permanece en la puerta del corazón. “No, yo de ti no quiero saber nada”, decimos nosotros. Y Él se queda callado, se queda ahí cerca, cerca del corazón porque Él siempre es fiel. Vamos adelante con esta oración, digamos la oración del “hola”, la oración para saludar al Señor con el corazón, la oración del afecto, la oración de la cercanía, con pocas palabras, pero con gestos y con buenas obras. Gracias. 

lunes, 5 de septiembre de 2022

EL PAPA FRANCISO INVITA A IMITAR LA SONRISA DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA


El Papa Francisco invita a imitar la sonrisa de la Madre Teresa de Calcuta
POR MERCEDES DE LA TORRE | ACI Prensa
 Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa


El Papa Francisco invitó a imitar la sonrisa de la Madre Teresa para donarla “a cuantos encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren”.

Así lo sugirió el Papa este 5 de septiembre, día en que la Iglesia recuerda cada año la Memoria Litúrgica de Santa Teresa de Calcuta.

A través de un mensaje enviado por su cuenta oficial de Twitter @Pontifex_Es, el Papa Francisco recordó la frase de la Madre Teresa “tal vez no hablo su idioma, pero puedo sonreír” por lo que exhortó a imitar su alegría.

“Llevemos en el corazón su sonrisa y donémosla a cuantos encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren. Abriremos así horizontes de alegría y esperanza”, escribió el Papa.


La Iglesia celebra cada 5 de septiembre la fiesta de Santa Teresa de Calcuta porque falleció el 5 de septiembre de 1997 en Calcuta (India) a los 87 años.

Fue beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003 y canonizada por el Papa Francisco el 4 de septiembre del 2016 en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

La Madre Teresa nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, en ese entonces parte de Albania y hoy territorio de Macedonia.

Su nombre fue Gonxha Agnes Bojaxhiu, pero adoptó el de Teresa al ingresar al Instituto de la Bienaventurada Virgen María.

Fue bautizada un día después de nacer, recibió la Primera Comunión a los 5 años, y la Confirmación un año después.

Ingresó a la Congregación de las Hermanas de Loreto en 1928; al año siguiente llegó a la India, e hizo sus primeros votos en 1937.

Permaneció 20 años en dicha congregación, hasta que Dios le mostraría otros caminos. Así, el 7 de octubre de 1950 fundó a las Misioneras de la Caridad, congregación con el carisma: “entregarse a los más pobres entre los pobres”.

En 1963 fundó la rama masculina de la congregación, Hermanos Misioneros de la Caridad; en 1973 a las Hermanas Contemplativas, en 1979 a los Hermanos Contemplativos. En 1984 fundó a los Padres Misioneros de la Caridad y el movimiento Corpus Christi para sacerdotes.

En 1979, la Madre Teresa recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor acercando a los pueblos. Ella, católica en un país de mayoría hindú y musulmana como la India, había logrado hermanar a todos en una causa común: defender al ser humano.

Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia.

En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo.


 

miércoles, 24 de agosto de 2022

CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA HISTORIA DE LA CRIATURA COMO MISTERIO DE LA GESTACIÓN



Catequesis del Papa Francisco sobre “La historia de la criatura como misterio de la gestación”

Redacción ACI Prensa

 Crédito: Pablo Esparza/ACI Group



El Papa Francisco concluyó sus catequesis sobre la vejez en la Audiencia General de este miércoles 24 de agosto, donde habló acerca de “Los dolores de la creación: la historia de la criatura como misterio de la gestación”.


A continuación, las palabras del Papa Francisco:


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  


Acabamos de celebrar la Asunción al cielo de la Madre de Jesús. Este misterio ilumina el  cumplimiento de la gracia que ha plasmado el destino de María y que también ilumina nuestro destino, que es el cielo.

 Con esta imagen de la Virgen asunta al cielo quisiera concluir el ciclo de las catequesis sobre la vejez. En  occidente la contemplamos elevada hacia arriba envuelta por una luz gloriosa; en oriente se representa  tumbada, durmiente, rodeada por los Apóstoles en oración, mientras el Señor Resucitado la lleva entre las  manos como si fuera una niña. 

La teología ha reflexionado siempre sobre la relación de esta singular "asunción" con la muerte,  que el dogma no define. Creo que sería aún más importante explicitar la relación de este misterio con la resurrección del Hijo, que abre el camino de la generación a la vida a todos nosotros. 

En el acto divino de  la reunificación de María con Cristo resucitado no trasciende simplemente la normal corrupción corporal  de la muerte humana, sino se anticipa la asunción corporal de la vida de Dios. En efecto, se anticipa el  destino de la resurrección que nos concierne: porque, según la fe cristiana, el Resucitado es el  primogénito de muchos hermanos y hermanas.  El Señor resucitado ha sido el primero, luego iremos nosotros. Este es nuestro destino, resucitar.

Podríamos decir – siguiendo la palabra de Jesús a Nicodemo – que es como volver a nacer (cf. Jn 3, 3-8). Si el primero ha sido un nacimiento sobre la tierra, el segundo es el nacimiento en el cielo. No por  casualidad el Apóstol Pablo, en el texto que se ha leído al principio, habla de los dolores de parto (cf. Rm 8,22). Como, recién salidos del seno de nuestra madre, somos siempre nosotros, el mismo ser humano  que estaba en el vientre, así, después de la muerte, nacemos en el cielo, en el espacio de Dios, y somos siempre nosotros los que hemos caminado sobre esta tierra. Análogamente a lo que le sucedió a Jesús: el  Resucitado es siempre Jesús: no pierde su humanidad, su vivencia, ni siquiera su corporeidad, porque sin  ella ya no sería Él, no sería Jesús. Con su humanidad y sus vivencias.

Nos lo dice la experiencia de los discípulos, a quienes Él aparece durante cuarenta días tras su  resurrección. El Señor muestra las heridas que sellaron su sacrificio; pero ya no son las fealdades del  envilecimiento sufrido dolorosamente, ya son la prueba indeleble de su amor fiel hasta el final. ¡Jesús  resucitado con su cuerpo vive en la intimidad trinitaria de Dios!

Y en ella no pierde la memoria, no  abandona su propia historia, no disuelve las relaciones en las que vivió en la tierra. A sus amigos les  prometió: «Cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin  de que donde yo esté, estén también ustedes» (Jn 14,3).  Y Él vendrá, no sólo al final para todos, sino que vendrá cada vez para cada uno de nosotros, vendrá a buscarnos, a buscarnos para llevarnos con Él.

En este sentido, la muerte es un poco el paso al encuentro con Jesús, que me está esperando para llevarme con Él. 

El Resucitado vive en el mundo de Dios, donde hay sitio para todos, donde se forma una nueva  tierra y se va construyendo la ciudad celestial, hogar definitivo del hombre. Nosotros no podemos  imaginar esta transfiguración de nuestra corporeidad mortal, pero estamos seguros de que ella mantendrá  nuestros rostros reconocibles y nos permitirá permanecer seres humanos en el cielo de Dios. Nos  permitirá participar, con sublime emoción, a la exuberancia infinita y feliz del acto creador de Dios, del  que viviremos en primera persona todas las aventuras interminables.

Jesús, cuando habla del Reino de Dios, lo describe como un banquete de bodas, como una fiesta  con los amigos, como el trabajo que hace perfecta la casa, o las sorpresas que hacen la cosecha más rica de la siembra. Tomar en serio las palabras evangélicas sobre el Reino habilita nuestra sensibilidad a gozar  del amor laborioso y creativo de Dios, y nos pone en sintonía con el destino inaudito de la vida que  sembramos.

En nuestra vejez, queridas y queridos coetáneos, hablo a los ancianos y ancianas, la importancia de tantos "detalles" de los  que se constituye la vida - una caricia, una sonrisa, un gesto, un trabajo apreciado, una sorpresa  inesperada, una alegría acogedora, un vínculo fiel - se hace más grave. 

Lo esencial de la vida, al que en  las cercanías de nuestra despedida nos damos más importancia, nos parece definitivamente claro. He aquí:  esta sabiduría de la vejez es el lugar de nuestra gestación, que ilumina la vida de los niños, de los jóvenes,  de los mayores, de toda la comunidad. Los ancianos debemos ser esto, luz para los demás.

Toda nuestra vida aparece como una semilla que deberá ser  enterrada para que nazca su flor y su fruto. Nacerá, junto con todo el mundo. No sin dolores, no sin dolor,  pero nacerá (cf. Jn 16,21-23). Y la vida del cuerpo resucitado será cien y mil veces más viva que la que  probamos en esta tierra (cf. Mc 10,28-31).  

El Señor resucitado, no por casualidad, mientras espera a los Apóstoles a la orilla del lago, asa el  pescado (cf. Jn 21,9) y luego se lo ofrece. Este gesto de amor atento nos hace intuir lo que nos espera mientras pasamos a la otra orilla. Sí, queridos hermanos y hermanas, especialmente vosotros, ancianos, lo  mejor de la vida todavía está por ver. Somos ancianos, ¿qué más podemos ver? Lo mejor. Porque lo mejor de la vida todavía está por ver. Esperemos, esperemos esta plenitud de vida que nos espera a todos cuando el Señor nos llame. 

Que la Madre del Señor y Madre nuestra, que nos ha precedido en el  Paraíso, nos devuelva la inquietud de la espera.  Porque no es una espera anestesiada, no es una espera aburrida, no. Es una espera con inquietud, una espera de cuándo vendrá mi Señor, cuándo podré ir…y da un poco de miedo porque este camino no sé qué significa, y pasar aquella puerta da un poco de miedo. Pero está siempre la mano del Señor que te lleva adelante, y pasada la puerta está la fiesta.

Estemos atentos, vosotros queridos ancianos y ancianas coetáneos, estemos atentos, Él no está esperando. Es solo un camino, y después la fiesta. Gracias. 

domingo, 21 de agosto de 2022

PAPA FRANCISCO DA 6 EJEMPLOS DE LA VIDA DIARIA PARA ALCANZAR EL CIELO



 Papa Francisco da 6 ejemplos de la vida diaria para alcanzar el Cielo

POR EDUARDO BERDEJO | ACI Prensa


El Papa Francisco dio seis ejemplos de gestos cotidianos de amor que pueden realizar los fieles para alcanzar el Cielo, siguiendo el llamado de Cristo a esforzarse para “entrar por la puerta estrecha” de la salvación.

En sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Santo Padre reflexionó sobre la lectura del Evangelio de este domingo, en la que un hombre le pregunta a Jesús si son pocas las personas  que se salvarán. “El Señor responde: ‘Traten de entrar por la puerta estrecha’”, recordó el Pontífice.

El Papa Francisco dijo que “la puerta estrecha es una imagen que podría asustarnos, como si la salvación fuera destinada solo a pocos elegidos o a los perfectos”.

“Pero esto contradice lo que Jesús nos ha enseñado en muchas ocasiones; de hecho, poco más adelante, Él afirma: ‘Vendrán muchos de oriente y de occidente, del norte y del sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios’. Por lo tanto, esta puerta es estrecha, ¡pero está abierta a todos!”, aseguró.

El Papa explicó que cuando Cristo señala que Él es la puerta, quiere decir que la vida del cristiano debe moldearse a medida de Jesús y de su Evangelio. “No lo que pensamos nosotros, sino lo que nos dice Él”, indicó.

En ese sentido, “se trata de una puerta estrecha no por ser destinada a pocas personas, sino porque pertenecer a Jesús significa seguirle, comprometer la vida en el amor, en el servicio y en la entrega de sí mismo como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la cruz”.

“Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone implica limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia, bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz”, afirmó.

Por ello, el Papa Francisco dio a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro seis ejemplos de “gestos cotidianos de amor” que, llevados con esfuerzo, ayudan a entrar al Cielo por la puerta estrecha:

“Los padres que se dedican a los hijos haciendo sacrificios y renunciando al tiempo para sí mismos”.

Las personas “que se ocupan de los demás y no solo de sus propios intereses”.

La persona que “se dedica al servicio de los ancianos, de los más pobres y de los más frágiles”.

“Quien sigue trabajando con esfuerzo, soportando dificultades y tal vez incomprensiones”.

El católico que “sufre a causa de la fe, pero continúa rezando y amando”.

Los fieles que, “en lugar de seguir sus instintos, responden al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el coraje para volver a empezar”.

El Papa Francisco dijo que estos “son algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su conveniencia, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida entregada en el amor”.

“Estas personas, dice hoy el Señor, serán reconocidas por el Padre mucho más de los que se creen ya salvados y, en realidad, son ‘los que hacen el mal’”, afirmó el Papa.

El Santo Padre terminó su reflexión con las siguientes preguntas: ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos pero nos vuelve capaces de acoger la verdadera vida que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?”.

“Que la Virgen, que siguió a Jesús hasta la cruz, nos ayude a medir nuestra vida sobre Él, para entrar en la vida llena y eterna”, expresó.

domingo, 14 de agosto de 2022

PAPA FRANCISCO: EL EVANGELIO ES EL FUEGO DEL AMOR DE DIOS QUE ILUMINA LO OSCURO DE LA VIDA



Papa Francisco: El Evangelio es el fuego del amor de Dios que ilumina lo oscuro de la vida

POR WALTER SÁNCHEZ SILVA | ACI Prensa




El Papa Francisco afirmó que el Evangelio es el fuego del amor de Dios que enciende la llama de la fe, quema el egoísmo, ilumina la vida y consume los ídolos que esclavizan a las personas.

Así lo indicó el Santo Padre en su reflexión antes del rezo del Ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro, al meditar sobre una frase de Jesús en el Evangelio de hoy: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! (Lc 12,49)”.

Al explicar lo que el Señor quiere decir con esta frase, el Papa Francisco resaltó que “el Evangelio es como un fuego porque es un mensaje que, cuando irrumpe en la historia, quema el viejo equilibrio de la vida".

El Evangelio también "nos desafía a salir del individualismo, nos desafía a vencer el egoísmo, nos desafía a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado, de Jesús resucitado”.

“De ese modo es como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida que todos tenemos, y quemar los falsos ídolos que nos hacen esclavos”, destacó el Papa Francisco.

El Evangelio, continuó el Papa, “está lleno del Espíritu Santo, que es comparado con el fuego, y con su luz y su fuerza revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se considera perdidos, derriba las barreras de la marginación, cura las heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas exteriores”.

“Por esto es fuego: cambia y purifica”, remarcó.

El Papa Francisco indicó que el Evangelio alienta a los fieles a abrirse a Dios y a los hermanos, e “invita a reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria ni en un medio de bienestar individual, que nos haga escapar de los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad”.

“La fe, en definitiva, no es una ‘canción de cuna’ que nos adormece. ¡La verdadera fe es un fuego, un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche!”, subrayó.

El Papa Francisco cuestionó luego si cada uno lee con frecuencia el Evangelio o lo porta consigo para encender “el fuego del testimonio”.

“Esto también podemos preguntarnos como Iglesia: ¿en nuestras comunidades arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe, o nos arrastramos hacia el hastío y la costumbre, con el rostro apagado y el lamento y los chismes en los labios cada día?”.

Para concluir, el Papa Francisco animó a vivir “encendidos por el fuego del amor de Dios” para “lanzarlo al mundo, llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente la alegría de Jesús, que ensancha el corazón –¡porque Jesús ensancha el corazón!– y hace la vida hermosa”.


Evangelio de hoy

Lucas 12:49-53

49 He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división.

52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.  

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