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domingo, 2 de mayo de 2021

NO SEPARARNOS DE JESÚS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 2 DE MAYO DE 2021



 No separarnos de Jesús


La imagen es sencilla y de gran fuerza expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son «sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el «viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. Lo único importante es que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano y feliz para todos.

La imagen pone de relieve dónde está el problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús. Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.

Por eso se hace una afirmación cargada de intensidad: «El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: la vida de los discípulos es estéril «si no permanecen» en Jesús. Sus palabras son categóricas: «Sin mí no podéis hacer nada». ¿No se nos está desvelando aquí la verdadera raíz de la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que resquebraja sus cimientos como ningún otro?

La forma en que viven su religión muchos cristianos, sin una unión vital con Jesucristo, no subsistirá por mucho tiempo: quedará reducida a folklore anacrónico que no aportará a nadie la Buena Noticia del evangelio. La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo contemporáneo si los que nos decimos «cristianos» no nos convertimos en discípulos de Jesús, animados por su espíritu y su pasión por un mundo más humano.

Ser cristiano exige hoy una experiencia vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su proyecto que no se requerían para ser practicante dentro de una sociedad de cristiandad. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una enfermedad mortal.

Los cristianos vivimos hoy preocupados y distraídos por muchas cuestiones. No puede ser de otra manera. Pero no hemos de olvidar lo esencial. Todos somos «sarmientos». Solo Jesús es «la verdadera vid». Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra atención al evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y parroquias el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto.



(P. José Antonio Pagola)

domingo, 25 de abril de 2021

YO SOY EL BUEN PASTOR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 25 ABRIL 2021



 «Yo soy el buen pastor»

+ Rev. D. Josep VALL i Mundó

(Barcelona, España)



Hoy, nos dice Jesús: «Yo soy el buen pastor» (Jn 10,11). Comentando santo Tomás de Aquino esta afirmación, escribe que «es evidente que el título de “pastor” conviene a Cristo, ya que de la misma manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así también Cristo restaura a los fieles con un alimento espiritual: su propio cuerpo y su propia sangre». Todo comenzó con la Encarnación, y Jesús lo cumplió a lo largo de su vida, llevándolo a término con su muerte redentora y su resurrección. Después de resucitado, confió este pastoreo a Pedro, a los Apóstoles y a la Iglesia hasta el fin del tiempo.

A través de los pastores, Cristo da su Palabra, reparte su gracia en los sacramentos y conduce al rebaño hacia el Reino: Él mismo se entrega como alimento en el sacramento de la Eucaristía, imparte la Palabra de Dios y su Magisterio, y guía con solicitud a su Pueblo. Jesús ha procurado para su Iglesia pastores según su corazón, es decir, hombres que, impersonándolo por el sacramento del Orden, donen su vida por sus ovejas, con caridad pastoral, con humilde espíritu de servicio, con clemencia, paciencia y fortaleza. San Agustín hablaba frecuentemente de esta exigente responsabilidad del pastor: «Este honor de pastor me tiene preocupado (...), pero allá donde me aterra el hecho de que soy para vosotros, me consuela el hecho de que estoy entre vosotros (...). Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros».

Y cada uno de nosotros, cristianos, trabajamos apoyando a los pastores, rezamos por ellos, les amamos y les obedecemos. También somos pastores para los hermanos, enriqueciéndolos con la gracia y la doctrina que hemos recibido, compartiendo preocupaciones y alegrías, ayudando a todo el mundo con todo el corazón. Nos desvivimos por todos aquellos que nos rodean en el mundo familiar, social y profesional hasta dar la vida por todos con el mismo espíritu de Cristo, que vino al mundo «no a ser servido, sino a servir» (Mt 20,28).

domingo, 18 de abril de 2021

NO TEMAN... SOY YO



 “No teman... soy Yo”


En estos domingos de Pascua, los textos litúrgicos nos presentan escenas de la primera comunidad cristiana, que reacciona ante el hecho de que Jesús ha resucitado. Analizando los relatos, tomamos conciencia de dos aspectos:

La resurrección de Jesús es una experiencia que viven los miembros de la comunidad en diversos escenarios. Esta experiencia es tan intensa que los transforma. Si la resurrección de Jesús hubiera sido un montaje fabricado por unos cuantos discípulos, al poco tiempo se habría descubierto. Imposible que millones de seres humanos, a lo largo de dos mil años de historia de la Iglesia, hubieran apostado sus vidas –y las siguen apostando hoy– a una fábula.

Lo que comunican a través de la catequesis es la persona de Jesús, presente en medio de la comunidad. Su experiencia de Jesús resucitado se convierte en un testimonio que anuncia esta realidad que cambia el sentido de la existencia humana.

Por eso, para la comunidad apostólica la fe es adhesión a la persona de Jesús y a su proyecto de vida; y la predicación es comunicación de esa experiencia.

Infortunadamente, muchos cristianos han dado la espalda a este legado de la comunidad apostólica y han hecho del Cristianismo un discurso jurídico, moralizante, sociológico y filosófico; discurso lleno de palabras técnicas incomprensibles para las grandes mayorías. La fe deja de ser adhesión a la persona de Jesús para convertirse en adhesión a unos conceptos por profundos y ciertos que éstos sean… Aprovechemos este tiempo de Pascua para redescubrir el sentido de la fe que vivía la primera comunidad, que vibraba de entusiasmo ante la realidad de Jesús resucitado.

El relato pascual que nos trae el evangelista Lucas en el día de hoy nos permite asomarnos a los sentimientos y reacciones que suscita la presencia del resucitado. Recorramos algunas de las expresiones del evangelista Lucas:

“Ellos, desconcertados y llenos de temor, creían ver un fantasma. Pero Él les dijo: no teman; soy yo”. Con frecuencia, la experiencia de la trascendencia nos asusta, pues nos encontramos ante realidades que nos desbordan o, como dicen los científicos sociales, son variables que no podemos controlar.

Continúa el evangelista Lucas: “¿Por qué surgen dudas en su interior?”. Los discípulos dudan. Se trata de un mecanismo profundamente humano, que no debe ser mirado con sospecha. Las dudas nos invitan a avanzar en el conocimiento de la verdad. Una fe adulta no se contenta con respuestas simplistas. Las dudas son una magnífica oportunidad para afianzar nuestras convicciones religiosas.

Jesús les dice a los atemorizados discípulos: “Miren mis manos y mis pies. Soy yo en persona”. Las manos y los pies con la marca de los clavos son una prueba de la identidad de Jesús; no se trata de un “doble”.  Son muy actuales estas palabras de Jesús. En medio de la crisis de valores que vive nuestra sociedad, hay una sobreoferta de soluciones espirituales comercializadas por charlatanes muy insistentes. No nos dejemos engañar. Cerciorémonos de que estamos siguiendo al Jesús real y no a una falsificación. Así como el mercado ofrece licores adulterados, lociones adulteradas, marcas de ropa adulteradas, también hay propuestas religiosas falsas que desorientan y que además hacen un magnífico negocio explotando las necesidades espirituales de los ingenuos.

Lucas nos dice que “les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras”. Finalmente, la paz y la alegría del resucitado impregnaron las vidas de los miembros de la comunidad. 

Esta descripción del evangelista Lucas nos permite vislumbrar el camino de maduración en la fe que vivieron los miembros de las primeras comunidades cristianas. Pasaron por diversas etapas, fueron sacudidos por diversos sentimientos. 

Pidámosle al buen Jesús que se manifieste en medio de nuestra sociedad, tan golpeada por la pobreza y la violencia; necesitamos su paz para poder construir un futuro diferente, en reconciliación y solidaridad. Pidámosle al buen Jesús que sepamos reconocerlo en medio de la agitada vida moderna. Pidámosle al buen Jesús  que superemos la desconfianza que nos impide abrirnos a su Palabra y que nos frena en nuestras relaciones familiares y sociales. Pidámosle al buen Jesús que descubramos que la fe es adhesión a Él, que es el camino, la verdad y la vida.

(P. Jorge Humberto Peláez S.J.)

 

domingo, 4 de abril de 2021

JESÚS TENÍA RAZÓN - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE RESURRECCIÓN - 4 DE ABRIL DE 2021,



JESÚS TENÍA RAZÓN


¿Qué sentimos los seguidores de Jesús cuando nos atrevemos a creer de verdad que Dios ha resucitado a Jesús? ¿Qué vivimos mientras seguimos caminando tras sus pasos? ¿Cómo nos comunicamos con él cuando lo experimentamos lleno de vida?


Jesús resucitado, tenías razón.

Es verdad cuanto nos has dicho de Dios. Ahora sabemos que es un Padre fiel, digno de toda confianza. Un Dios que nos ama más allá de la muerte. Le seguiremos llamando «Padre» con más fe que nunca, como tú nos enseñaste. Sabemos que no nos defraudará.


Jesús resucitado, tenías razón.

Ahora sabemos que Dios es amigo de la vida. Ahora empezamos a entender mejor tu pasión por una vida más sana, justa y dichosa para todos. Ahora comprendemos por qué anteponías la salud de los enfermos a cualquier ley o tradición religiosa. Siguiendo tus pasos, viviremos curando la vida y aliviando el sufrimiento. Pondremos siempre la religión al servicio de las personas.


Jesús resucitado, tenías razón.

Ahora sabemos que Dios hace justicia a las víctimas inocentes: hace triunfar la vida sobre la muerte, el bien sobre el mal, la verdad sobre la mentira, el amor sobre el odio. Seguiremos luchando contra el mal, la mentira y los abusos. Buscaremos siempre el reino de ese Dios y su justicia. Sabemos que es lo primero que el Padre quiere de nosotros.


Jesús resucitado, tenías razón.

Ahora sabemos que Dios se identifica con los crucificados, nunca con los verdugos. Empezamos a entender por qué estabas siempre con los dolientes y por qué defendías tanto a los pobres, los hambrientos y despreciados. Defenderemos a los más débiles y vulnerables, a los maltratados por la sociedad y olvidados por la religión. En adelante escucharemos mejor tu llamada a ser compasivos como el Padre del cielo.


Jesús resucitado, tenías razón.

Ahora empezamos a entender un poco tus palabras más duras y extrañas. Comenzamos a intuir que el que pierda su vida por ti y por tu evangelio la va a salvar. Ahora comprendemos por qué nos invitas a seguirte hasta el final cargando cada día con la cruz. Seguiremos sufriendo un poco por ti y por tu evangelio, pero muy pronto compartiremos contigo el abrazo del Padre.


Jesús resucitado, tenías razón.

Ahora estás vivo para siempre y te haces presente en medio de nosotros cuando nos reunimos dos o tres en tu nombre. Ahora sabemos que no estamos solos, que tú nos acompañas mientras caminamos hacia el Padre. Escucharemos tu voz cuando leamos tu evangelio. Nos alimentaremos de ti cuando celebremos tu cena. Estarás con nosotros hasta el final de los tiempos.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Jn (20,1-9)

domingo, 28 de marzo de 2021

JESÚS ANTE SU MUERTE - MEDITACIÓN DE DOMINGO DE RAMOS 2021



JESÚS ANTE SU MUERTE



Jesús ha previsto seriamente la posibilidad de una muerte violenta. Quizá no contaba con la intervención de la autoridad romana ni con la crucifixión como último destino más probable. Pero no se le ocultaba la reacción que su actuación estaba provocando en los sectores más poderosos. El rostro de Dios que presenta deshace demasiados esquemas teológicos, y el anuncio de su reinado rompe demasiadas seguridades políticas y religiosas.

Sin embargo, nada modifica su actuación. No elude la muerte. No se defiende. No emprende la huida. Tampoco busca su perdición. No es Jesús el hombre que busca su muerte en actitud suicida. Durante su corta estancia en Jerusalén se esfuerza por ocultarse y no aparecer en público.

Si queremos saber cómo vivió Jesús su muerte, hemos de detenernos en dos actitudes fundamentales que dan sentido a todo su comportamiento final. Toda su vida ha sido «desvivirse» por la causa de Dios y el servicio liberador a los hombres. Su muerte sellará ahora su vida. Jesús morirá por fidelidad al Padre y por solidaridad con los hombres.

En primer lugar, Jesús se enfrenta a su propia muerte desde una actitud de confianza total en el Padre. Avanza hacia la muerte, convencido de que su ejecución no podrá impedir la llegada del reino de Dios, que sigue anunciando hasta el final.

En la cena de despedida, Jesús manifiesta su fe total en que volverá a comer con los suyos la Pascua verdadera, cuando se establezca el reino definitivo de Dios, por encima de todas las injusticias que podamos cometer los humanos.

Cuando todo fracasa y hasta Dios parece abandonarlo como a un falso profeta, condenado justamente en nombre de la ley, Jesús grita: «Padre, en tus manos pongo mi vida».

Por otra parte, Jesús muere en una actitud de solidaridad y de servicio a todos. Toda su vida ha consistido en defender a los pobres frente a la inhumanidad de los ricos, en solidarizarse con los débiles frente a los intereses egoístas de los poderosos, en anunciar el perdón a los pecadores frente a la dureza inconmovible de los «justos».

Ahora sufre la muerte de un pobre, de un abandonado que nada puede ante el poder de los que dominan la tierra. Y vive su muerte como un servicio. El último y supremo servicio que puede hacer a la causa de Dios y a la salvación definitiva de sus hijos e hijas.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (15,1-39)

domingo, 21 de marzo de 2021

V DOMINGO DE CUARESMA 2021 - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY 21 DE MARZO 2021

 


«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto»

Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell

(Agullana, Girona, España)



Hoy, la Iglesia, en el último tramo de la Cuaresma, nos propone este Evangelio para ayudarnos a llegar al Domingo de Ramos bien preparados en vista a vivir estos misterios tan centrales en la vida cristiana. El Via Crucis es para el cristiano un "via lucis", el morir es un volver a nacer, y, más aun, es necesario morir para vivir de verdad.

En la primera parte del Evangelio, Jesús dice a los Apóstoles: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). San Agustín comenta al respecto: «Jesús se dice a Sí mismo "grano", que había de ser mortificado, para después multiplicarse; que tenía que ser mortificado por la infidelidad de los judíos y ser multiplicado para la fe de todos los pueblos». El pan de la Eucaristía, hecho de grano de trigo, se multiplica y se parte para ser alimento de todos los cristianos. La muerte del martirio es siempre fecunda; por esto, «quienes aman la vida», paradójicamente, la «pierden». Cristo muere para dar, con su sangre, fruto: nosotros le hemos de imitar para resucitar con Él y dar fruto con Él. ¿Cuántos dan en silencio su vida por el bien de los hermanos? Desde el silencio y la humildad hemos de aprender a ser grano que muere para volver a la Vida.

El Evangelio de este domingo acaba con una exhortación a caminar a la luz del Hijo exaltado en lo alto de la tierra: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Tenemos que pedir al buen Dios que en nosotros sólo haya luz y que Él nos ayude a disipar toda sombra. Ahora es el momento de Dios, ¡no lo dejemos perder! «¿Dormís?, ¡el tiempo que se os ha concedido pasa!» (San Ambrosio de Milán). No podemos dejar de ser luz en nuestro mundo. Como la luna recibe su luz del sol, en nosotros han de ver la luz de Dios.

domingo, 14 de marzo de 2021

DIOS AMA AL MUNDO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY 14 DE MARZO 2021- IV DOMINGO DE CUARESMA



 Dios ama al mundo

No es una frase más. Palabras que se podrían eliminar del evangelio sin que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza.

«Dios ama el mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.

Primero. Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no solo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas. Solo quien se acerca a Jesús como el gran regalo de Dios puede ir descubriendo en él, con emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.

Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo, es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.

Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Solo con el corazón lleno de amor a todos podemos llamarnos unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús, sino otra cosa: tal vez nuestro resentimiento y enojo.

Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren...? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.


(P. José Antonio Pagola)

domingo, 7 de marzo de 2021

LIMPIEMOS EL TEMPLO NUESTRO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE MARZO 2021 - III DOMINGO DE CUARESMA



 Limpiemos el templo nuestro


Seguimos avanzando, ayudados por los resortes que la Santa Cuaresma nos ofrece, hacia la celebración de la Pascua. Sólo, cuando sintamos en lo más hondo de nuestro ser, la presencia real y transformadora de Dios, podremos decir y concluir lo que el Evangelio de hoy nos viene a recordar: somos templos del Dios vivo y nada ni nadie lo puede descafeinar o adulterar. ¿Lo percibimos así? ¿Cuidamos -en decoro y con orden- la vida interior del templo de nuestro cuerpo? ¿Abrimos sus ventanas -oídos y ojos- para que se deslicen hasta su interior las Palabras y los gestos de Jesús?

Sí, amigos; el hombre es el templo de Dios. Somos el santuario de un Dios que no desea otra cosa que habitar en él. En lo más hondo de nuestra vida. Y, cuando el Señor, comprueba el desbarajuste interno y externo que existe en nuestra vida, en nuestras palabras, en nuestro testimonio, es cuando nos pone en el lugar que nos corresponde: no podemos hacer de la casa de Dios un mercado. No podemos confundir templo de Dios, con una simple tienda.

Porque el Señor nos quiere y desea para nosotros lo mejor, nos orienta con su Palabra y pide un mínimo de coherencia y de fidelidad. Y, esa coherencia y fidelidad, las podemos demostrar de las siguientes maneras:

a) Huyendo de una fe mercantilista. No podemos elegir lo que queremos, cuanto queremos y cuando queremos para seguir a Dios. Nuestro “sí” ha de ser un “si” y, nuestro “no” ha de ser un “no”. Muchas veces convertimos la fe en una estantería de la que vamos seleccionando aquellos productos (oraciones, sacramentos, devociones,….) que más nos convienen.

b) No olvidando que, los 10 mandamientos, siguen estando vigentes. Que Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud.

Nos sorprende la violencia con la que Jesús actúa en este evangelio. El Señor, también entra dentro de nosotros, y con el látigo de la oración, de la reflexión o de la penitencia, va arrojando del templo de nuestras almas aquello que vicia o confunde nuestra vida cristiana. Aquello que nos impide ser totalmente hijos de Dios. Arroja lejos de nosotros, toda mercancía que obstaculiza el paso de la gracia. Vuelca las mesas de nuestro orgullo y de nuestra autosuficiencia. En definitiva; para apostar por el Reino de Dios, hemos de expulsar todo aquello que paraliza y distorsiona nuestra fe.

Hoy, al hilo de este evangelio, pedimos al Señor perdón por aquello que nos impide llegar hasta Él. Perdón por dar excesiva importancia y protagonismo de elementos que dificultan su reinado; fotógrafos, flores, banquetes, cámaras de fotos, músicas profanas, chicles, teléfonos móviles, vestidos llamativos y un largo etc. Qué bueno sería ir reduciendo todo ello en aras a unas más sinceras, limpias y dignas celebraciones cristianas. Hay cosas que, nunca mejor dicho, debieran de estar, verse, ofrecerse y darse del atrio hacia fuera. Aun a riesgo de ser impopulares.

(Padre Javier Leoz)

domingo, 21 de febrero de 2021

NO LE DEMOS EL GUSTO AL DIABLO - REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 21 DE FEBRERO DEL 2021

 



 No le demos el gusto al diablo


El pasado miércoles, al recibir la ceniza, nos dábamos cuenta que sin Dios no somos nada, sólo polvo. Se nos invitaba a recuperar la vitalidad de nuestra fe. A comenzar este camino cuaresmal (que tiene como objetivo la Pascua) utilizando todos los medios a nuestro alcance:

 

- Oración

- Penitencia

- Caridad

- Ayuno

 

La Cuaresma, para desgracia nuestra, ya no es lo que era. Mejor dicho; los católicos no nos tomamos tan en serio este tiempo de preparación a la Pascua como, por ejemplo, lo hacían los primeros cristianos. ¡Estamos tan acostumbrados a creer! Lo cierto es que, una Pascua sin previa y profunda preparación, corre el riesgo de quedarse en una simple fiesta de primavera. ¿Queremos eso? ¿Es eso para lo que Dios vino al mundo y dejará que su Hijo muera en la cruz? Qué bueno sería, en primer lugar, que nos planteásemos un pequeño programa. Si Cristo va hacer tanto por nosotros, ¿qué estamos dispuestos nosotros a hacer por Él? 

- Escuchemos su Palabra. Veremos cómo entonces, el Señor, nos sorprende. Siempre tiene algo bueno y nuevo que decirnos.

- Necesitamos de estos desiertos, de estos encuentros para luego hacer frente a la vida. Lo mismo hacía Jesús; antes de presentarse en público se retiraba a orar tal y como hoy, por ejemplo, lo contemplamos en lucha permanente contra las tentaciones del diablo. 

- Camino de la Pascua: sería positivo que nos preguntásemos cómo está nuestra oración. ¿No se encontrará un poco en crisis? Cuando decimos que hay crisis de fe ¿no será que en el fondo hay problema de oración? Cuando sostenemos que hay dificultades de los padres con los hijos ¿no será también que, en el fondo, hay ausencia de comunicación de los hijos con los padres?

La Cuaresma es un tiempo privilegiado para la oración. ¿Quién no se deja impresionar cuando se coloca frente a un crucificado? La oración es esencial para entender y comprender la voluntad de Dios. Y si no la entendemos ni la comprendemos es porque, muchas veces, somos alérgicos a esos desiertos de la oración, el silencio, la reflexión o la lectura asidua de la Palabra de Dios.

También nosotros, como el mismo Señor, nos encontramos constantemente en una lucha encarnizada contra el mal. ¡Son tantas las promesas que se nos hace si abandonamos a Dios! ¿Pero se nos dará algo a cambio? ¿No nos quedaremos sin nada? ¿No tendremos que pedir perdón –a la larga o la corta– a ese Dios que, siendo todo, lo dejamos a un lado por nada?

En este tiempo de Cuaresma, como diría San Ignacio de Loyola, dos caudillos salen a nuestro encuentro: Jesús y Satanás. ¿Con cuál nos quedamos? ¿A quién servimos?

- La oración va directa a Dios. La ausencia de ella nos convierte en miembros serviles del diablo

- La austeridad nos acerca al Padre. La opulencia y la ostentación hacen sonreír al maligno

- La caridad y el amor agradan al Señor. La tacañería y el individualismo consolidan el reino del diablo

- La Eucaristía nos lleva a Cristo. El vacío y el sinsentido del domingo hacen bailar a Satanás.

Que el Señor nos conceda tres gracias especiales en este tiempo de ascensión a la Pascua:

a) Ante la tentación del materialismo, el saber defender el “ser” antes que el “tener”. Cuántos hermanos nuestros viven en situaciones de dificultades y de desencanto porque no han sabido medir ni controlar su avaricia

b) Ante el incentivo de la vanidad hay que adorar al Único que se lo merece: a Dios. La vanagloria, los aplausos y el engreimiento son fiebres que se pasan en cuatro días ¿Qué queda luego? Las secuelas de las grandes soledades.

c) Ante la incitación del poder, el dominio de uno mismo. El poder en la vida de un cristiano es el servir con generosidad y el ofrecer sin esperar nada a cambio.

Que el Señor, en este tiempo cuaresmal, nos ayude a meditar sobre aquellas tentaciones que nos producen ansiedad, infelicidad, inseguridad o abandono de la fe.

 

(P. Javier Leoz)

domingo, 14 de febrero de 2021

AMIGO DE LOS EXCLUIDOS - REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 14 DE FEBRERO DEL 2021



 Amigo de los excluidos


Jesús era muy sensible al sufrimiento de quienes encontraba en su camino, marginados por la sociedad, olvidados por la religión o rechazados por los sectores que se consideraban superiores moral o religiosamente.

Es algo que le sale de dentro. Sabe que Dios no discrimina a nadie. No rechaza ni excomulga. No es solo de los buenos. A todos acoge y bendice. Jesús tenía la costumbre de levantarse de madrugada para orar. En cierta ocasión desvela cómo contempla el amanecer: "Dios hace salir su sol sobre buenos y malos". Así es él.

Por eso a veces, reclama con fuerza que cesen todas las condenas: "No juzguéis y no seréis juzgados". Otras, narra una pequeña parábola para pedir que nadie se dedique a "separar el trigo y la cizaña" como si fuera el juez supremo de todos.

Pero lo más admirable es su actuación. El rasgo más original y provocativo de Jesús fue su costumbre de comer con pecadores, prostitutas y gentes indeseables. El hecho es insólito. Nunca se había visto en Israel a alguien con fama de "hombre de Dios" comiendo y bebiendo animadamente con pecadores.

Los dirigentes religiosos más respetables no lo pudieron soportar. Su reacción fue agresiva: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de pecadores". Jesús no se defendió. Era cierto, pues en lo más íntimo de su ser sentía un respeto grande y una amistad conmovedora hacia los rechazados por la sociedad o la religión.

Marcos recoge en su relato la curación de un leproso para destacar esa predilección de Jesús por los excluidos. Jesús está atravesando una región solitaria. De pronto se le acerca un leproso. No viene acompañado por nadie. Vive en la soledad. Lleva en su piel la marca de su exclusión. Las leyes lo condenan a vivir apartado de todos. Es un ser impuro.

De rodillas, el leproso hace a Jesús una súplica humilde. Se siente sucio. No le habla de enfermedad. Solo quiere verse limpio de todo estigma: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús se conmueve al ver a sus pies aquel ser humano desfigurado por la enfermedad y el abandono de todos. Aquel hombre representa la soledad y la desesperación de tantos estigmatizados. Jesús «extiende su mano» buscando el contacto con su piel, «lo toca» y le dice: «Quiero. Queda limpio».

Siempre que discriminamos desde nuestra supuesta superioridad moral a diferentes grupos humanos (vagabundos, prostitutas, toxicómanos, psicóticos, inmigrantes, homosexuales...) o los excluimos de la convivencia negándoles nuestra acogida, nos estamos alejando gravemente de Jesús.

 

(P. José Antonio Pagola)

sábado, 13 de febrero de 2021

EXTENDER LA MANO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 14 DE FEBRERO DEL 2021



EXTENDER LA MANO



La felicidad solo es posible allí donde nos sentimos acogidos y aceptados. Donde falta acogida, falta vida; nuestro ser se paraliza; la creatividad se atrofia. Por eso una «sociedad cerrada es una sociedad sin futuro, una sociedad que mata la esperanza de vida de los marginados y que finalmente se hunde a sí misma» (Jürgen Moltmann).

Son muchos los factores que invitan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a vivir en círculos cerrados y exclusivistas. En una sociedad en la que crece la inseguridad, la indiferencia o la agresividad es explicable que cada uno tratemos de asegurar nuestra «pequeña felicidad» junto a los que sentimos iguales.

Las personas que son como nosotros, que piensan y quieren lo mismo que nosotros, nos dan seguridad. En cambio, las personas que son diferentes, que piensan, sienten y quieren de manera diferente, nos producen inquietud y temor.

Por eso se agrupan las naciones en «bloques» que se miran mutuamente con hostilidad. Por eso buscamos cada uno nuestro «recinto de seguridad», ese círculo de amigos, cerrado a aquellos que no son de nuestra misma condición.

Vivimos como «a la defensiva», cada vez más incapaces de romper distancias para adoptar una postura de amistad abierta hacia toda persona. Nos hemos acostumbrado a aceptar solo a los más cercanos. A los demás los toleramos o los miramos con indiferencia, si no es con cautela y prevención.

Ingenuamente pensamos que, si cada uno se preocupa de asegurar su pequeña parcela de felicidad, la humanidad seguirá caminando hacia su bienestar. Y no nos damos cuenta de que estamos creando marginación, aislamiento y soledad. Y que en esta sociedad va a ser cada vez más difícil ser feliz.

Por eso el gesto de Jesús cobra especial actualidad para nosotros. Jesús no solo limpia al leproso. Extiende la mano y lo toca, rompiendo prejuicios, tabúes y fronteras de aislamiento y marginación que excluyen a los leprosos de la convivencia. Los seguidores de Jesús hemos de sentirnos llamados a aportar amistad abierta a los sectores marginados de nuestra sociedad. Son muchos los que necesitan una mano extendida que llegue a tocarlos.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (1,40-45)

domingo, 7 de febrero de 2021

CRISTO SANA - REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE FEBRERO DEL 2021

 



Cristo sana...


En el evangelio del domingo pasado y en este domingo, hay algo semejante. El evangelista Marcos describe un día en el ministerio de Jesús. La historia comenzó con Jesús entrando la sinagoga en Cafarnaúm. Allí echó un espíritu inmundo, que se puede llamar la ignorancia, con sus enseñanzas. Nos sentimos agradecidos de tener la fe en tal gran maestro como Jesús. Sus enseñanzas nos traen la esperanza.

Hoy lo apreciamos por su simpatía con la gente. Cura primero a la suegra de Simón. Entonces no falta a ayudar a muchos otros afligidos. De una manera sus curaciones extienden su predicación en el nivel práctico. Siempre su mensaje proclama el amor de Dios para el pueblo. Ahora muestra este amor por aliviar las cargas que llevan los hombres y mujeres.

Curiosamente cuando otros tratan de identificar quien es Jesús, no lo permite. Cuando el espíritu inmundo lo llama “el santo de Dios”, el responde: “Cállate…” Más allá en el evangelio Pedro lo nombrará "el mesías". Jesús responderá por decir a los doce que no deben decir esto a nadie. Solo cuando muere en la cruz, puede ser revelado su identidad completa. Al verlo sufrir sin maldecir a nadie, el centurión romano dice: “De veras, este hombre era Hijo de Dios”.

A menudo se llama el esfuerzo del evangelio para encubrir la identidad de Jesús el “secreto mesiánico”. Parece que se guarda el secreto para que no malentiendan a Jesús los hombres. Si supieran que es Hijo de Dios, lo tratarían a coronarlo rey. Aún peor, formarían un ejército para echar a los romanos de Israel. Pero el hijo de Dios no vino para ser adulado como un rey temporal ni llegó para derrotar ejércitos foráneos. No, su misión, la voluntad de Dios su Padre, es vencer el pecado. Cuando lo ven sufriendo en la cruz, muriendo y resucitado de entre los muertos, pueden comprender su misión.

Hoy en día muchos que no conocen la historia de Jesús tendrían otro propósito si tuvieran al hijo de Dios en su medio. Le echarían la culpa por permitir Covid y todas las demás maldades que afligen al pueblo. Por eso, muchos se burlan de cristianos por creer en un Dios que no les salva de guerras, pandemias, y otras catástrofes.

¿Cómo podríamos responder a estas críticas? En primer lugar, tenemos que afirmar la bondad de Dios. Él nos da la vida, la familia, y muchos otros beneficios que a menudo se toman por dadas. Los hombres pueden tramar muchos líos solos. Sin embargo, no están solos sino existen fuerzas espirituales oscuras que multiplican la maldad en el mundo. Finalmente, sabemos que el mal no va a vencer. En el fin de cuentas Dios, que ya ha conquistado el mal por la obra de Jesús, volverá todas las cosas bien.

En el intermedio es de nosotros para creer en Jesús y seguir su voluntad. Pablo dice en la segunda lectura hoy: “¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!” Queremos da eco a Pablo diciendo, “¡Ay de nosotros si no vivimos el evangelio!”

 

(P. Carmelo Mele O.P.)

ALIVIAR EL SUFRIMIENTO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 7 DE FEBRERO DEL 2021



ALIVIAR EL SUFRIMIENTO


La enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No solo padece el enfermo que siente su vida amenazada y sufre sin saber por qué, para qué y hasta cuándo. Sufre también su familia, los seres queridos y los que le atienden.


De poco sirven las palabras y explicaciones. ¿Qué hacer cuando ya la ciencia no puede detener lo inevitable? ¿Cómo afrontar de manera humana el deterioro? ¿Cómo estar junto al familiar o el amigo gravemente enfermo?

Lo primero es acercarse. Al que sufre no se le puede ayudar desde lejos. Hay que estar cerca. Sin prisas, con discreción y respeto total. Ayudarle a luchar contra el dolor. Darle fuerzas para que colabore con los que tratan de curarlo.

Esto exige acompañarlo en las diversas etapas de la enfermedad y en los diferentes estados de ánimo. Ofrecerle lo que necesita en cada momento. No incomodarnos ante su irritabilidad. Tener paciencia. Permanecer junto a él.

Es importante escucharle. Que el enfermo pueda contar y compartir lo que lleva dentro: las esperanzas frustradas, sus quejas y miedos, su angustia ante el futuro. Es un respiro para el enfermo poder desahogarse con alguien de confianza. No siempre es fácil escuchar. Requiere ponerse en el lugar del que sufre, y estar atentos a lo que nos dice con sus palabras y, sobre todo, con sus silencios, gestos y miradas.

La verdadera escucha exige acoger y comprender las reacciones del enfermo. La incomprensión hiere profundamente a quien está sufriendo y se queja. De nada sirven consejos, razones o explicaciones doctas. Solo la comprensión de quien acompaña con cariño y respeto puede aliviar.

La persona puede adoptar ante la enfermedad actitudes sanas y positivas, o puede dejarse destruir por sentimientos estériles y negativos. Muchas veces necesitará ayuda para confiar y colaborar con los que le atienden, para no encerrarse solo en su dolor, para tener paciencia consigo mismo o para ser agradecido.

El enfermo puede necesitar también reconciliarse consigo mismo, curar heridas del pasado, dar un sentido más hondo a su sufrimiento, purificar su relación con Dios. El creyente puede entonces ayudarle a orar, a vivir con paz interior, a creer en su perdón y a confiar en su amor salvador.

El evangelista Marcos nos dice que las gentes llevaban sus enfermos y poseídos hasta Jesús. Él sabía acogerlos con cariño, despertar su confianza en Dios, perdonar su pecado, aliviar su dolor y sanar su enfermedad. Su actuación ante el sufrimiento humano siempre será para los cristianos el ejemplo a seguir en el trato a los enfermos.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (1,29-39)

domingo, 31 de enero de 2021

LOS MÁS DESVALIDOS ANTE EL MAL - HOMILÍA DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 31 DE ENERO DEL 2021



LOS MÁS DESVALIDOS ANTE EL MAL


Unos están recluidos definitivamente en un centro. Otros deambulan por nuestras calles. La inmensa mayoría vive con su familia. Están entre nosotros, pero apenas suscitan el interés de nadie. Son los enfermos mentales.

No resulta fácil penetrar en su mundo de dolor y soledad. Privados, en algún grado, de vida consciente y afectiva sana, no les resulta fácil convivir. Muchos de ellos son seres débiles y vulnerables, o viven atormentados por el miedo en una sociedad que los teme o se desentiende de ellos.

Desde tiempo inmemorial, un conjunto de prejuicios, miedos y recelos ha ido levantando una especie de muro invisible entre ese mundo de oscuridad y dolor, y la vida de quienes nos consideramos «sanos». El enfermo psíquico crea inseguridad, y su presencia parece siempre peligrosa. Lo más prudente es defender nuestra «normalidad», recluyéndolos o distanciándolos de nuestro entorno.

Hoy se habla de la inserción social de estos enfermos y del apoyo terapéutico que puede significar su integración en la convivencia. Pero todo ello no deja de ser una bella teoría si no se produce un cambio de actitud ante el enfermo psíquico y no se ayuda de forma más eficaz a tantas familias que se sienten solas o con poco apoyo para hacer frente a los problemas que se les vienen encima con la enfermedad de uno de sus miembros.

Hay familias que saben cuidar a su ser querido con amor y paciencia, colaborando positivamente con los médicos. Pero también hay hogares en los que el enfermo resulta una carga difícil de sobrellevar. Poco a poco, la convivencia se deteriora y toda la familia va quedando afectada negativamente, favoreciendo a su vez el empeoramiento del enfermo.

Es una ironía entonces seguir defendiendo teóricamente la mejor calidad de vida para el enfermo psíquico, su integración social o el derecho a una atención adecuada a sus necesidades afectivas, familiares y sociales. Todo esto ha de ser así, pero para ello es necesaria una ayuda más real a las familias y una colaboración más estrecha entre los médicos que atienden al enfermo y personas que sepan estar junto a él desde una relación humana y amistosa.

¿Qué lugar ocupan estos enfermos en nuestras comunidades cristianas? ¿No son los grandes olvidados? El evangelio de Marcos subraya de manera especial la atención de Jesús a «los poseídos por espíritus malignos». Su cercanía a las personas más indefensas y desvalidas ante el mal siempre será para nosotros una llamada interpeladora.

domingo, 24 de enero de 2021

CONVERTIRSE Y CREER EN EL EVANGELIO



 Convertirse y creer en el Evangelio


Hoy nos trae el evangelio la primera predicación de Jesús y la llamada definitiva a los 4 primeros apóstoles. El evangelista quiere enlazar a Jesús con Juan Bautista, el precursor, no sólo en cuanto a la persona, sino también en la doctrina de la conversión, aunque Jesús anuncia ese Reino de Dios como algo ya presente. En el mensaje de la primera predicación aparecen cuatro temas: el cumplimiento del tiempo, el Reino de Dios, la conversión y la fe en el Evangelio. Los cuatro se pueden resumir en lo que dice al principio: que Jesús comenzó a predicar el Evangelio de Dios.

Evangelio significa la Buena Noticia. A veces cuando uno se pone a leer el periódico u oír la radio, quisiera leer o escuchar alguna buena noticia; pero con frecuencia lo único que se encuentran son malas noticias: gente que se mata, otros que mueren de hambre. Y sin embargo está la buena noticia de que Dios ha venido para decirnos que somos sus hijos, que el mundo está hecho en justicia, verdad y paz. Muchos no se lo creen; pero hay muchas personas que viven esta realidad del Evangelio con pleno gozo.

Jesús decía que la espera, simbolizada por el tiempo de los profetas, ya se había terminado, porque entre nosotros ya estaba el Reino de Dios. Ya sabemos que el Reino de Dios pleno sólo se dará en el cielo; pero de nosotros depende que esté más presente en esta vida. Dios es el que lo hace, pero quiere nuestra colaboración.

¿Qué tenemos que hacer? Dos cosas nos dice hoy Jesús: necesitamos convertirnos y creer en el Evangelio. La conversión es un cambio de mentalidad para acomodar nuestra vida a las enseñanzas del Evangelio. No es fácil la conversión, cuando ya nos creemos que somos cristianos.

Hay muchos cristianos que no se han planteado la necesidad de una elección personal y responsable por Cristo. Son cristianos por la tradición familiar o social, por las prácticas religiosas, por el terror del más allá; pero el verdadero Evangelio, la Buena Noticia, les es desconocido, su vida no la interpelan a la luz del Evangelio y por eso se necesita una transformación profunda y vital en los modos de pensar y actuar. Convertirse es cambiar la forma de ser, es cambiar de vivir la religión: de sólo formalista a vivirla con intimidad; es cambiar la forma de valorar a la gente, de ver sus necesidades y problemas a la luz del Evangelio.

Para poder entrar y vivir en el Reino de Dios, Jesús nos habla de una acción más bien negativa como es la conversión o quitar lo malo, y de una positiva que es creer en el Evangelio. Creer es ver lo positivo de la vida, es confiar en Dios que hará algo grande en nuestra vida ahora y después de la muerte, es estar convencido de que es posible estando con Dios. Para esto hay que seguir a Jesús. Por eso a continuación nos describe la llamada a los 4 primeros apóstoles y la generosidad con que responden dejándolo todo para estar y vivir con Jesús. Después vendría la labor de la predicación.

No a todos nos llamará para ser predicadores, aunque de alguna manera todos debemos predicar. Pero a lo que sí nos llama es a seguirle. El Evangelio y el Reino de Dios es una misma cosa con Jesucristo. Jesús no sólo anuncia el Reino, sino que es el mismo Reino. Jesús es la Palabra de Dios que se anuncia a la humanidad. Por eso convertirse es tener en nosotros la misma mentalidad, los mismos sentimientos de Jesús. Por lo menos tender a ello. Lo primero será arrepentirnos de los pecados. Dios está deseando perdonarnos, como hizo con la ciudad de Nínive, de que nos habla hoy la primera lectura. Escuchó a Dios a través del profeta Jonás, que predicó con entusiasmo, obedeciendo a Dios, aunque ni el mismo profeta estaba convencido.

Creer en el Evangelio nunca es un acto terminado y conseguido, sino que siempre estamos en camino y continuamente debemos renovarnos para que el Reino de Dios penetre más y más en nuestro espíritu. Este Reino no es algo material, como estaban acostumbrados a pensar los primeros oyentes de Jesús. Toda su vida sería explicar este reino de paz, de justicia y amor, que debemos pedir: “Venga tu Reino, Señor”.

 

(P. Silverio Velasco)

EL PROYECTO DEL REINO DE DIOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 24 DE ENERO 2021



EL PROYECTO DEL REINO DE DIOS


Se han escrito obras muy importantes para definir dónde está la «esencia del cristianismo». Sin embargo, para conocer el centro de la fe cristiana no hay que acudir a ninguna teoría teológica. Lo primero es captar qué fue para Jesús su objetivo, el centro de su vida, la causa a la que se dedicó en cuerpo y alma.

Nadie duda hoy de que el evangelio de Marcos lo ha resumido acertadamente con estas palabras: «El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed esta Buena Noticia». El objetivo de Jesús fue introducir en el mundo lo que él llamaba «el reino de Dios»: una sociedad estructurada de manera justa y digna para todos, tal como la quiere Dios.

Cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, compasión, fraternidad y paz. A esto se dedicó Jesús con verdadera pasión. Por ello fue perseguido, torturado y ejecutado. «El reino de Dios» fue lo absoluto para él.

La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el objetivo, la razón y el sentido último del cristianismo es «el reino de Dios», no otra cosa. El criterio para medir la identidad de los cristianos, la verdad de una espiritualidad o la autenticidad de lo que hace la Iglesia es siempre «el reino de Dios». Un reino que comienza aquí y alcanza su plenitud en la vida eterna.

La única manera de mirar la vida como la miraba Jesús, la única forma de sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar como él actuaba, es orientar la vida a construir un mundo más humano. Sin embargo, muchos cristianos no han oído hablar así del «reino de Dios». Y no pocos teólogos lo hemos tenido que ir descubriendo poco a poco a lo largo de nuestra vida.

Una de las «herejías» más graves que se ha ido introduciendo en el cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que la Iglesia es lo central, la realidad ante la cual todo lo demás ha de quedar subordinado; hacer de la Iglesia el «sustitutivo» del reino de Dios; trabajar por la Iglesia y preocuparnos de sus problemas, olvidando el sufrimiento que hay en el mundo y la lucha por una organización más justa de la vida.

No es fácil mantener un cristianismo orientado según el reino de Dios, pero, cuando se trabaja en esa dirección, la fe se transforma, se hace más creativa y, sobre todo, más evangélica y humana.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mc (1,14-20)

domingo, 17 de enero de 2021

INVITADOS A SEGUIRLE - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 17 DE ENERO DEL 2021



 Invitados a seguirle


En estos comienzos del año, después del bautismo de Jesús, la Iglesia nos presenta la llamada de algunos de los apóstoles. San Juan en su evangelio nos narra hoy el encuentro con Jesús de los dos primeros apóstoles: Andrés y otro, del que no pone el nombre, pero parece ser él mismo. Eran discípulos de Juan Bautista y la primera consideración es que van detrás de Jesús, porque se lo indica el mismo Bautista. Éste señala a Jesús cuando pasa diciendo: “Este es el Cordero de Dios”. Parece ser que ya les había hablado antes de aquel que debía venir detrás de él y del que no era digno ni desatar la correa de la sandalia. Palabras estas que significaban la grandeza de esa persona. Llamar a Jesús: el “Cordero de Dios” es una referencia a los sacrificios de la Pascua. Es posible que estuviera cercana esa fecha, como igualmente la hora de los sacrificios de los corderos, que solía hacerse a las cuatro de la tarde.

Normalmente nadie se encuentra con Cristo si alguien no se lo anuncia. Esta es la misión de nosotros cristianos: hacer conocer a Jesucristo entre la gente. Es nuestro deber señalar a Jesús, le sigan o no le sigan. Claro que usaremos las palabras y expresiones que se puedan comprender: Jesús es el que puede llenar nuestra vida y darle un verdadero sentido pleno. Pero más que con palabras y discursos es necesario el testimonio de nuestra vida. Decía un autor: “Sólo el que ha visto a Dios tiene derecho a hablar de Él”. Sólo el que tiene una vivencia con Dios puede indicar a ese Dios de la vivencia. Tampoco es que sea necesaria una santidad extraordinaria. Muchas veces viene el encuentro con Jesús por los medios humanos sencillos: la amistad, la familia, el participar de unos mismos ideales, si juntamente se da el testimonio de la vida.

Y aquellos dos discípulos se fueron tras Jesús. Jesús tampoco les echó grandes discursos, sino que les invitó a ver. Es el testimonio de su vida lo que les atraerá plenamente a su servicio. No nos dice lo que hablaron. Es muy posible que hablasen del amor de Dios y de cómo expresarlo por medio del amor al prójimo.

El hecho es que quedaron muy contentos y sintiendo que su vida había cambiado. Tan contentos que Andrés se encuentra con su hermano Simón y da testimonio de lo que ha visto: al Mesías o Cristo. Y lo conduce a Jesús. El conocimiento de Jesús lleva a una necesidad de transmitirlo a los demás. El encuentro verdadero con Jesús es un gozo tan grande, que desea que los demás gocen también de ese encuentro.

En realidad, en nuestras vidas nos dejamos llevar de muchas cosas. Seguimos a la moda o las ideas de un partido político o seguimos diversas propagandas. Es como ver por los ojos de otros. Lo más importante es seguir a Jesús, dejarnos guiar por Él, porque Él nos llevará por los mejores caminos. Viviendo a Jesús, es como podemos señalarlo a otros. Hoy, quizá más que en otros tiempos, se necesitan testigos: personas que, más que con palabras, con los hechos de su vida digan: He descubierto a Jesucristo, es una maravilla. Y con su experiencia ayuden a poder decir, como nos enseña el salmo responsorial: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.


(P. Silverio Velasco)

HACERNOS MÁS CRISTIANOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO HOY DOMINGO 17 DE ENERO DEL 2021



HACERNOS MÁS CRISTIANOS


¿Esto que vivo yo es fe?, ¿cómo se hace uno más creyente?, ¿qué pasos hay que dar? Son preguntas que escucho con frecuencia a personas que desean hacer un recorrido interior hacia Jesucristo, pero no saben qué camino seguir. Cada uno ha de escuchar su propia llamada, pero a todos nos puede hacer bien recordar cosas esenciales.

Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han hablado muchas veces de él; tal vez he leído algo sobre su vida; me atrae su personalidad; tengo una idea de su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia de lo que es creer en Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior.

Es muy importante no pensar en Cristo como alguien ausente y lejano. No quedarnos en el «Niño de Belén», el «Maestro de Galilea» o el «Crucificado del Calvario». No reducirlo tampoco a una idea o un concepto. Cristo es una «presencia viva», alguien que está en nuestra vida y con quien podemos comunicarnos en la aventura de cada día.

No pretendas imitarle rápidamente. Antes es mejor penetrar en una comprensión más íntima de su persona. Dejarnos seducir por su misterio. Captar el Espíritu que le hace vivir de una manera tan humana. Intuir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión por la vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en la salvación de Dios.

Un paso decisivo puede ser leer los evangelios para buscar personalmente la verdad de Jesús. No hace falta saber mucho para entender su mensaje. No es necesario dominar las técnicas más modernas de interpretación. Lo decisivo es ir al fondo de esa vida desde mi propia experiencia. Guardar sus palabras dentro del corazón. Alimentar el gusto de la vida con su fuego.

Leer el evangelio no es exactamente encontrar «recetas» para vivir. Es otra cosa. Es experimentar que, viviendo como él, se puede vivir de manera diferente, con libertad y alegría interiores. Los primeros cristianos vivían con esta idea: ser cristiano es «revestirse de Cristo», reproducir en nosotros su vida. Esto es lo esencial. Por eso, cuando dos discípulos preguntan a Jesús: «Maestro, ¿dónde vives?», ¿qué es para ti vivir? Él les responde: «Venid y lo veréis».


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Jn (1,35-42)

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