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domingo, 29 de mayo de 2022

SERÉIS MIS TESTIGOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 29 DE MAYO DE 2022



"Seréis mis testigos"


Si no queremos que la Ascensión se parezca más a un melancólico «adiós» que, a una verdadera fiesta, es necesario comprender la diferencia radical que existe entre una desaparición y una partida. Con la Ascensión, Jesús no partió, no se ha «ausentado»; sólo ha desaparecido de la vista. Quien parte ya no está; quien desaparece puede estar aún allí, a dos pasos, sólo que algo impide verle. En el momento de la ascensión Jesús desaparece, sí, de la vista de los apóstoles, pero para estar presente de otro modo, más íntimo, no fuera, sino dentro de ellos. Sucede como en la Eucaristía; mientras la hostia está fuera de nosotros la vemos, la adoramos; cuando la recibimos ya no la vemos, ha desaparecido, pero para estar ya dentro de nosotros. Se ha inaugurado una presencia nueva y más fuerte.

Pero surge una objeción. Si Jesús ya no está visible, ¿cómo harán los hombres para saber de su presencia? La respuesta es: ¡Él quiere hacerse visible a través de sus discípulos! Tanto en el Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles, el evangelista Lucas asocia estrechamente la Ascensión al tema del testimonio: «Vosotros sois testigos de estas cosas» (Lc 24, 48). Ese «vosotros» señala en primer lugar a los apóstoles que han estado con Jesús. Después de los apóstoles, este testimonio por así decir «oficial», esto es, ligado al oficio, pasa a sus sucesores, los obispos y los sacerdotes. Pero aquel «vosotros» se refiere también a todos los bautizados y los creyentes en Cristo. En el documento del Concilio (Lumen Gentium 38) dice: «Cada seglar debe ser ante el mundo testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús, y señal del Dios vivo».

Se ha hecho célebre la afirmación de san Pablo VI: «El mundo tiene necesidad de testigos más que de maestros». Es relativamente fácil ser maestro, bastante menos ser testigo. De hecho, el mundo bulle de maestros, verdaderos o falsos, pero escasea de testigos. Entre los dos papeles existe la misma diferencia que, según el proverbio, entre el dicho y el hecho... Los hechos, dice un refrán, hablan con más fuerza que las palabras.

El testigo es quien habla con la vida. Un padre y una madre creyentes deben ser, para los hijos, «los primeros testigos de la fe» (esto pide para ellos la Iglesia a Dios, en la bendición que sigue al rito del matrimonio). Pongamos un ejemplo concreto. En tiempos en que los niños se acercan a la primera comunión y a la confirmación, una madre o un padre creyentes pueden ayudar a su hijo a repasar el catecismo, explicarle el sentido de las palabras, ayudarle a memorizar las repuestas. ¡Hacen algo bellísimo y ojalá fueran muchos los que lo hicieran! Pero ¿qué pensará el niño si, después de todo lo que los padres han dicho y hecho por su primera comunión, descuidan después sistemáticamente la Misa los domingos, y nunca hacen el signo de la cruz ni pronuncian una oración? Han sido maestros, no testigos.

El testimonio de los padres no debe, naturalmente, limitarse al momento de la primera comunión o de la confirmación de los hijos. Con su modo de corregir y perdonar al hijo y de perdonarse entre sí, de hablar con respeto de los ausentes, de comportarse ante un necesitado que pide limosna, con los comentarios que hacen en presencia de los hijos al oír las noticias del día, los padres tienen a diario la posibilidad de dar testimonio de su fe. El alma de los niños es una placa fotográfica: todo lo que ven y oyen en los años de la infancia se marca en ella y un día «se revelará» y dará sus frutos, buenos o malos.

(Padre Raniero Cantalamessa) 

domingo, 15 de mayo de 2022

UN ESTILO DE AMAR - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 15 DE MAYO DE 2022



UN ESTILO DE AMAR

Los cristianos iniciaron su expansión en una sociedad en la que había distintos términos para expresar lo que nosotros llamamos hoy amor. La palabra más usada era filía, que designaba el afecto hacia una persona cercana y se empleaba para hablar de la amistad, el cariño o el amor a los parientes y amigos. Se hablaba también de eros para designar la inclinación placentera, el amor apasionado o sencillamente el deseo orientado hacia quien produce en nosotros goce y satisfacción.

Los primeros cristianos abandonaron prácticamente esta terminología y pusieron en circulación otra palabra casi desconocida, agape, a la que dieron un contenido nuevo y original. No querían que se confundiera con cualquier cosa el amor inspirado en Jesús. De ahí su interés en formular bien el «mandato nuevo del amor»: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado».

El estilo de amar de Jesús es inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés o satisfacción, su seguridad o bienestar. Solo piensa en hacer el bien, acoger, regalar lo mejor que tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir. Así lo recordarán años más tarde en las primeras comunidades cristianas: «Pasó toda su vida haciendo el bien».

Por eso su amor tiene un carácter servicial. Jesús se pone al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Hace sitio en su corazón y en su vida a quienes no tienen sitio en la sociedad ni en la preocupación de las gentes. Defiende a los débiles y pequeños, los que no tienen poder para defenderse a sí mismos, los que no son grandes o importantes. Se acerca a quienes están solos y desvalidos, los que no conocen el amor o la amistad de nadie.

Lo habitual entre nosotros es amar a quienes nos aprecian y quieren de verdad, ser cariñosos y atentos con nuestros familiares y amigos, para después vivir indiferentes hacia quienes sentimos como extraños y ajenos a nuestro pequeño mundo de intereses. Sin embargo, lo que distingue al seguidor de Jesús no es cualquier «amor», sino precisamente ese estilo de amar que consiste en acercarnos a quienes pueden necesitarnos. No lo deberíamos olvidar.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Jn (13,31-33a.34-35)

domingo, 8 de mayo de 2022

DIOS NO ESTÁ EN CRISIS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 8 DE MAYO DE 2022



DIOS NO ESTÁ EN CRISIS


Es más frecuente de lo que pensamos. Los creyentes decimos creer en Dios, pero en la práctica vivimos como si no existiera. Este es también el riesgo que tenemos hoy al abordar la crisis religiosa actual y el futuro incierto de la Iglesia: vivir estos momentos de manera «atea».

Ya no sabemos caminar en «el horizonte de Dios». Analizamos nuestras crisis y planificamos el futuro pensando solo en nuestras posibilidades. Se nos olvida que el mundo está en manos de Dios, no en las nuestras. Ignoramos que el «Gran Pastor» que cuida y guía la vida de cada ser humano es Dios.

Vivimos como «huérfanos» que han perdido a su Padre. La crisis nos desborda. Lo que se nos pide nos parece excesivo. Nos resulta difícil perseverar con ánimo en una tarea sin ver el éxito por ninguna parte. Nos sentimos solos, y cada uno se defiende como puede.

Según el relato evangélico, Jesús está en Jerusalén comunicando su mensaje. Es invierno y, para no enfriarse, se pasea por uno de los pórticos del Templo, rodeado de judíos, que lo acosan con sus preguntas. Jesús está hablando de las «ovejas» que escuchan su voz y lo siguen. En un momento determinado dice: «Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre».

Según Jesús, «Dios supera a todos». Que nosotros estemos en crisis no significa que Dios esté en crisis. Que los cristianos perdamos el ánimo no quiere decir que Dios se haya quedado sin fuerzas para salvar. Que nosotros no sepamos dialogar con el hombre de hoy no significa que Dios ya no encuentre caminos para hablar al corazón de cada persona. Que las gentes se marchen de nuestras Iglesias no quiere decir que se le escapen a Dios de sus manos protectoras.

Dios es Dios. Ninguna crisis religiosa y ninguna mediocridad de la Iglesia podrán «arrebatar de sus manos» a esos hijos e hijas a los que ama con amor infinito. Dios no abandona a nadie. Tiene sus caminos para cuidar y guiar a cada uno de sus hijos, y sus caminos no son necesariamente los que nosotros le pretendemos trazar. 

domingo, 1 de mayo de 2022

¿ME AMAS? MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY III DOMINGO DE RESURRECCIÓN - 1 DE MAYO DE 2022




¿Me amas?


El Evangelio de este domingo nos relata la aparición de Jesús junto al lago, que había sido escenario en el que habían compartido Jesús y sus discípulos momentos memorables: junto al lago escucharon su llamado, allí resonó su predicación, allí realizó numerosos milagros, allí vivieron la terrible experiencia de la tempestad.

 

Ahora Jesús resucitado vuelve al lago para encontrarse con sus discípulos. El evangelista Juan, autor de este testimonio, después de muchos años recordaba detalles precisos de este encuentro: se trataba de la tercera aparición de Jesús resucitado, estaban reunidos siete discípulos -de los cuales identifica a cinco por su nombre y deja en el anonimato a los otros dos-, recuerda que había ciento cincuenta y tres peces en las redes.

 

Este relato se caracteriza por un clima de intimidad muy especial: el grupo de amigos pescadores, el silencio de la noche, la conversación con Jesús, la fogata, la cena...

 

Quisiera invitarlos a profundizar en tres aspectos que son, al mismo tiempo, profundamente humanos y profundamente teológicos: el grupo, el trabajo, la celebración.

 

1. Exploremos el primer aspecto, el grupo: Los discípulos encuentran a Jesús resucitado dentro de su grupo de amigos. La profunda amistad que había unido a estos sencillos pescadores crea un ambiente muy especial que es aprovechado por Jesús.

 

¿Qué mensaje nos comunica este hecho? La experiencia de Jesús no puede ser vivida como algo individual, intimista. La experiencia de Jesús resucitado debe ser vivida en comunidad, la cual se constituye, en primera instancia, por los familiares y amigos que son las personas más cercanas.

 

Las amistades verdaderas son aquellas que nos permiten compartir las alegrías y las tristezas de la vida, y que nos apoyan a lo largo del camino para asumir con paz las responsabilidades.

 

Las amistades falsas son las que se unen alrededor de intereses oscuros y no generan procesos de superación. Por el contrario, nos presionan para obrar en contra de la conciencia.

 

2. Hay un segundo aspecto que vale la pena destacar: el grupo de amigos encuentra a Jesús resucitado en medio de sus actividades cotidianas de pesca:

 

Los discípulos de Jesús tenían la obligación de sostener a sus familias con el fruto de su trabajo. El acompañamiento de Jesús y el proceso de formación que habían vivido no los eximían de esta obligación primaria.

 

Mediante el trabajo obtenemos los recursos para llevar una vida digna y además colaboramos con la obra creadora de Dios. El trabajo de cada día es oración… es el camino de santidad que nos traza Dios, es el lugar donde se nos manifiesta su plan. Las enseñanzas del evangelio y la tradición de la Iglesia nos invitan a cultivar una espiritualidad muy realista que, en palabras de Ignacio de Loyola, gran maestro espiritual, nos conduzca a "buscar y hallar a Dios en todas las cosas". La espiritualidad no puede ser fuerza que conduzca a una fuga de la realidad sino motivación para un compromiso con la transformación del mundo.

 

Los discípulos pescadores encontraron a Jesús resucitado en sus quehaceres cotidianos. Nosotros lo debemos encontrar en el hogar, en la oficina, en el sitio de trabajo.

 

3. Hay un tercer aspecto que nos pone de manifiesto el evangelista Juan: el encuentro de Jesús resucitado con sus amigos pescadores fue ocasión de fiesta y celebración: en una fogata prepararon pescado a las brasas y compartieron el pan. En esta cena íntima a orillas del lago es innegable el clima eucarístico. Los gestos y palabras de Jesús tienen un claro significado de eucaristía. Es el momento más intenso del encuentro del resucitado con los suyos.

 

Después de compartir el pan, Jesús entabla un diálogo con Pedro. Diálogo cargado de afecto y que da una misión. En tres ocasiones Pedro es interrogado por Jesús acerca de su amor, y en tres ocasiones le es confirmada su misión como supremo pastor de la comunidad de los creyentes.

 

Es hora de terminar esta meditación dominical sobre la aparición de Jesús a orillas del lago. Que la profunda experiencia de Jesús resucitado que viven estos amigos mientras realizan sus actividades rutinarias de pesca y que tiene como clímax la cena junto a la hoguera, nos ayude a vivir, dentro un ambiente pascual, los lazos afectivos que nos unen a familiares y amigos, y que lo cotidiano sea un espacio para el diálogo con Jesús.

(Padre Jorge Humberto Peláez S.J.) 

domingo, 10 de abril de 2022

PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO DE RAMOS 10 DE ABRIL DE 2022



 «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»

+ Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

(Barcelona, España)



Hoy leemos el relato de la pasión según san Lucas. En este evangelista, los ramos gozosos de la entrada en Jerusalén y el relato de la pasión están en relación mutua, aunque el primer paso suene a triunfo y el segundo a humillación.

Jesús llega a Jerusalén como rey mesiánico, humilde y pacífico, en actitud de servicio y no como un rey temporal que usa y abusa de su poder. La cruz es el trono desde donde reina (no le falta la corona real), amando y perdonando. En efecto, el Evangelio de Lucas se puede resumir diciendo que revela el amor de Jesús manifestado en la misericordia y el perdón.

Este perdón y esta misericordia se muestran durante toda la vida de Jesús, pero de una manera eminente se hacen sentir cuando Jesús es clavado en la cruz. ¡Qué significativas resultan las tres palabras que, desde la cruz, escuchamos hoy de los labios de Jesús!:

—Él ama y perdona incluso a sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

—Al ladrón de su derecha, que le pide un recuerdo en el Reino, también lo perdona y lo salva: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).

—Jesús perdona y ama sobre todo en el momento supremo de su entrega, cuando exclama: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

Ésta es la última lección del Maestro desde la cruz: la misericordia y el perdón, frutos del amor. ¡A nosotros nos cuesta tanto perdonar! Pero si hacemos la experiencia del amor de Jesús que nos excusa, nos perdona y nos salva, no nos costará tanto mirar a todos con una ternura que perdona con amor, y absuelve sin mezquindad.

San Francisco lo expresa en su Cántico de las Criaturas: «Alabado seas, oh Señor, por aquellos que perdonan por tu amor».

domingo, 27 de marzo de 2022

LA TRAGEDIA DE UN PADRE BUENO - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY IV DOMINGO DE ADVIENTO 27 DE MARZO DE 2022



 La tragedia de un padre bueno


Exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios.

 

La actuación del hijo menor es «imperdonable». Da por muerto a su padre y pide la parte de su herencia. De esta manera rompe la solidaridad del hogar, echa por tierra el honor de la familia y pone en peligro su futuro al forzar el reparto de las tierras. Los oyentes debieron de quedar escandalizados al ver que el padre, respetando la sinrazón de su hijo, ponía en riesgo su propio honor y autoridad. ¿Qué clase de padre es este?

 

Cuando el joven, destruido por el hambre y la humillación, regresa a casa, el padre vuelve a sorprender a todos. «Conmovido» corre a su encuentro y lo besa efusivamente delante de todos. Se olvida de su propia dignidad, le ofrece el perdón antes de que se declare culpable, lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo de los vecinos y organiza una fiesta para todos. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.

 

Desgraciadamente falta el hijo mayor, un hombre de vida correcta y ordenada, pero de corazón duro y resentido. Al llegar a casa humilla públicamente a su padre, intenta destruir a su hermano y se excluye de la fiesta. En todo caso festejaría algo «con sus amigos», no con su padre y su hermano.

 

El padre sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas.

 

Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre... Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús.

(Padre José Antonio Pagola)

domingo, 20 de marzo de 2022

VIDA ESTERIL - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE MARZO DE 2022



Vida estéril


El riesgo más grave que nos amenaza a todos es terminar viviendo una vida estéril. Sin darnos cuenta vamos reduciendo la vida a lo que nos parece importante: ganar dinero, no tener problemas, comprar cosas, saber divertirnos... Pasados unos años nos podemos encontrar viviendo sin más horizonte ni proyecto. 

Es lo más fácil. Poco a poco vamos sustituyendo los valores que podrían alentar nuestra vida por pequeños intereses que nos ayudan a «ir tirando». No es mucho, pero nos basta con «sobrevivir» sin más aspiraciones. Lo importante es «sentirnos bien».

Nos estamos instalando en una cultura que los expertos llaman «cultura de la intrascendencia». Confundimos lo valioso con lo útil, lo bueno con lo que nos apetece, la felicidad con el bienestar. Ya sabemos que eso no es todo, pero tratamos de convencernos de que nos basta.

Sin embargo, no es fácil vivir así, repitiéndonos una y otra vez, alimentándonos siempre de lo mismo, sin creatividad ni compromiso alguno, con esa sensación extraña de estancamiento, incapaces de hacernos cargo de nuestra vida de manera más responsable.

La razón última de esa insatisfacción es profunda. Vivir de manera estéril significa no entrar en el proceso creador de Dios, permanecer como espectadores pasivos, no entender lo que es el misterio de la vida, negar en nosotros lo que nos hace más semejantes al Creador: el amor creativo y la entrega generosa.

Jesús compara la vida estéril de una persona con una «higuera que no da fruto». ¿Para qué va a ocupar un terreno en balde? La pregunta de Jesús es inquietante. ¿Qué sentido tiene vivir ocupando un lugar en el conjunto de la creación si nuestra vida no contribuye a construir un mundo mejor? ¿Nos contentamos con pasar por esta vida sin hacerla un poco más humana?

Criar un hijo, construir una familia, cuidar a los padres ancianos, cultivar la amistad o acompañar de cerca a una persona necesitada... no es «desaprovechar la vida», sino vivirla desde su verdad más plena.



(P José Antonio Pagola)

  

domingo, 27 de febrero de 2022

ÁRBOLES SANOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 27 DE FEBRERO DE 2022



ÁRBOLES SANOS


La advertencia de Jesús es fácil de entender. «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se cosechan higos en las zarzas ni se vendimian racimos en los espinos».

En una sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia social tan dañada entre nosotros?

Tal vez hemos de empezar por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. Esforzarnos para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No envenenar el ambiente con nuestra amargura. Crear en nuestro entorno unas relaciones diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.

Necesitamos entre nosotros personas que sepan acoger. Cuando acogemos a alguien, lo estamos liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Por muy difícil que sea la situación en que se encuentra, si descubre que no está solo y tiene a alguien a quien acudir, se despertará de nuevo su esperanza. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha a tantas personas maltratadas por la vida.

Hemos de desarrollar también mucho más la comprensión. Que las personas sepan que, por muy graves que sean sus errores, en mí encontraran siempre a alguien que las comprenderá. Hemos de empezar por no despreciar a nadie, ni siquiera interiormente: no condenar ni juzgar precipitadamente. La mayoría de nuestros juicios y condenas solo muestran nuestra poca calidad humana.

También es importante contagiar aliento a quien sufre. Nuestro problema no es tener problemas, sino no tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Junto a nosotros hay personas que sufren inseguridad, soledad, fracaso, enfermedad, incomprensión… No necesitan recetas para resolver su crisis. Necesitan a alguien que comparta su sufrimiento y ponga en sus vidas la fuerza interior que las sostenga.

El perdón puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas que no guardan rencor ni alimentan el resentimiento, y saben perdonar de verdad, siembran esperanza a su alrededor. Junto a ellas siempre crece la vida.

No se trata de cerrar los ojos al mal y a la injusticia. Se trata sencillamente de escuchar la consigna de Pablo de Tarso: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien». La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad tan dañada como la nuestra es hacer el bien «sin devolver a nadie mal por mal…; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres» (Romanos 12,17-18).


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Lc (6,39-45)

domingo, 20 de febrero de 2022

FELICIDAD AMENAZADA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 20 DE FEBRERO DE 2022



FELICIDAD AMENAZADA



El mensaje de Jesús es claro y rotundo: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian». ¿Es posible vivir en esta actitud? ¿Qué se nos está pidiendo? ¿Podemos amar al enemigo? Tal vez hemos de comenzar por conocer mejor lo que significa «perdonar».

Es importante, en primer lugar, entender y aceptar los sentimientos de ira, rebelión o agresividad que nacen en nosotros. Es normal. Estamos heridos. Para no hacernos todavía más daño necesitamos recuperar en lo posible la paz interior que nos ayude a reaccionar de manera sana.

La primera decisión del que perdona es no vengarse. No es fácil. La venganza es la respuesta casi instintiva que nos nace de dentro cuando nos han herido o humillado. Buscamos compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir al que nos ha hecho daño. Para perdonar es importante no gastar energías en imaginar nuestra revancha.

Es decisivo sobre todo no alimentar el resentimiento. No permitir que el odio se instale en nuestro corazón. Tenemos derecho a que se nos haga justicia; el que perdona no renuncia a sus derechos. Pero lo importante es irnos curando del daño que nos han hecho.

Perdonar puede exigir tiempo. El perdón no consiste en un acto de la voluntad, que lo arregla rápidamente todo. Por lo general, el perdón es el final de un proceso en el que intervienen también la sensibilidad, la comprensión, la lucidez y, en el caso del creyente, la fe en un Dios de cuyo perdón vivimos todos.

Para perdonar es necesario a veces compartir con alguien nuestros sentimientos. Perdonar no quiere decir olvidar el daño que nos han hecho, pero sí recordarlo de la manera menos dañosa para el ofensor y para uno mismo. El que llega a perdonar se vuelve a sentir mejor.

Quien va entendiendo así el perdón comprende que el mensaje de Jesús, lejos de ser algo imposible e irritante, es el camino acertado para ir curando las relaciones humanas, siempre amenazadas por nuestras injusticias y conflictos. 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Lc (6,27-38)

domingo, 13 de febrero de 2022

FELICIDAD AMENAZADA - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE FEBRERO DE 2022




FELICIDAD AMENAZADA



Occidente no ha querido creer en el amor como fuente de vida y felicidad para el hombre y la sociedad. Las bienaventuranzas de Jesús siguen siendo un lenguaje ininteligible e increíble, incluso para los que nos llamamos cristianos.

Nosotros hemos puesto la felicidad en otras cosas. Hemos llegado incluso a confundir la felicidad con el bienestar. Y, aunque son pocos los que se atreven a confesarlo abiertamente, para muchos lo decisivo para ser feliz es «tener dinero».

Apenas tienen otro proyecto de vida. Trabajar para tener dinero. Tener dinero para comprar cosas. Poseer cosas para adquirir una posición y ser algo en la sociedad. Esta es la felicidad en la que creemos. El camino que tratamos de recorrer para buscar felicidad.

Vivimos en una sociedad que, en el fondo, sabe que algo absurdo se encierra en todo esto, pero no es capaz de buscar una felicidad más verdadera. Nos gusta nuestra manera de vivir, aunque sintamos que no nos hace felices.

Los creyentes deberíamos recordar que Jesús no ha hablado solo de bienaventuranzas. Ha lanzado también amenazadoras maldiciones para cuantos, olvidando la llamada del amor, disfrutan satisfechos en su propio bienestar. Esta es la amenaza de Jesús: quienes poseen y disfrutan de todo cuanto su corazón egoísta ha anhelado, un día descubrirán que no hay para ellos más felicidad que la que ya han saboreado.

Quizá estamos viviendo unos tiempos en los que empezamos a intuir mejor la verdad última que se encierra en las amenazas de Jesús: «¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque lloraréis!».

Empezamos a experimentar que la felicidad no está en el puro bienestar. La civilización de la abundancia nos ofrece medios de vida, pero no razones para vivir. La insatisfacción actual de muchos no se debe solo ni principalmente a la crisis económica, sino ante todo a la crisis de auténticos motivos para vivir, luchar, gozar, sufrir y esperar.

Hay poca gente feliz. Hemos aprendido muchas cosas, pero no sabemos ser felices. Necesitamos de tantas cosas que somos unos pobres necesitados. Para lograr nuestro bienestar somos capaces de mentir, defraudar, traicionarnos a nosotros mismos y destruirnos unos a otros. Y así no se puede ser feliz.

¿Y si Jesús tuviera razón? ¿No está nuestra «felicidad» demasiado amenazada? ¿No tenemos que buscar una sociedad diferente cuyo ideal no sea el desarrollo material sin fin, sino la satisfacción de las necesidades vitales de todos? ¿No seremos más felices cuando aprendamos a necesitar menos y compartir más?


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Lc (6,17.20-26)

domingo, 6 de febrero de 2022

SUELTO LAS REDES - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 6 DE FEBRERO DE 2022



"Suelto las redes"


El hilo conductor de los tres textos de hoy es la llamada a los pescadores. Dios no busca a gente perfecta. A esta llamada, Isaías responde: «Soy un hombre de labios impuros»; Pablo es muy modesto y reconoce: «He perseguido a la Iglesia de Dios»; y Pedro se arroja a los pies de Jesús diciendo: «Aléjate de mí, pues soy un hombre pecador». Los tres ponen el acento en el pasado, en sus pecados... Jesús ve lo que pueden llegar a ser.

Cuando se acusa al Señor de frecuentar a los pecadores y comer con ellos, responde: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos…» Nuestros pecados no nos alejan de Dios, muy al contrario. Dios quiere entrar en nosotros y curar nuestras debilidades y nuestras fragilidades.

El evangelio de hoy nos habla ante todo de una constatación de fracaso. Desalentado, Pedro se da cuenta que él y sus compañeros han trabajado en vano: «Maestro, hemos trabajado toda la noche sin pescar nada»

Conocemos este tipo de experiencias en nuestra vida: fracasos en nuestro matrimonio, en la educación de nuestros hijos, en nuestra vida profesional, en las resoluciones que tomamos y no cumplimos… Nadie está exento de estas derrotas penosas y humillantes.

Igual ocurre en nuestra iglesia que vive momentos de crisis y de reveses acuciantes. La asistencia a la misa baja, hay escándalo de pedofilia, se cierran las iglesias, no hay bastantes sacerdotes y los que quedan son ya ancianos, los niños no frecuentan los sacramentos y las actividades parroquiales, a pesar de la educación cristiana y el buen ejemplo que han recibido de sus padres.

A menudo, estamos desanimados por el poco entusiasmo que tienen los cristianos para algunos servicios comunitarios esenciales. Hacen falta personas benévolas, catequistas y poca gente responde a la llamada. Ante estas realidades, nos dan ganas de dimitir y bajar los brazos.

La palabra de Jesús es sin embargo una invitación a la confianza: «avanzad mar adentro y soltad las redes...»  Es ahora, hoy, en plena crisis, en medio de la tempestad cuando Jesús nos invita a avanzar mar adentro como dijera a Pedro. Es el corazón de nuestra página de Evangelio. Fatigado, desanimado, sabiendo que no se pesca durante el día, Pedro acepta echar las redes… «Maestro, no hemos pescado nada en toda la noche, pero si tú lo dices, echamos las redes.»

El verdadero milagro que se nos narra no es que se llenen las redes hasta reventar, sino que Pedro haya ido mar adentro ante las palabras que le dice el Señor.

Con tu palabra, Señor, pondré todos mis recursos a tu disposición en el plan familiar, educativo, cultural, político, económico... para aportar mi contribución a nuestro mundo contemporáneo.


(P. Felipe Santos S.D.B.) 

domingo, 30 de enero de 2022

PEQUEÑAS MISERIAS... SOMOS ASÍ - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 30 DE ENERO DE 2022



Pequeñas miserias… somos así


Cuando alguien nos resulta agradable o simpático, todo lo que haga o diga (aunque sea una barbaridad o un disparate) hasta nos puede parecer bueno y noble. Por el contrario, cuando una persona se nos pone “entre ceja y ceja” aunque nos diga una gran verdad o realice grandes maravillas, nos suele resultar difícil encomiar o valorar su labor. Nada, de lo que nos diga, logrará disipar ciertas dudas. Somos así. Las cosas, según quien las hace y las mentiras… las damos por buenas o malas, falsas o verdaderas. ¿Por qué somos así? 

A Jesús, en el inicio de su misión, le ocurrió algo parecido. Enseguida le recordaron que, aquel que había nacido entre pajas, bajo la mirada de los humildes José y María, poco o nada podía aportar. Y, mucho menos, dar lecciones a nadie cuando todos sabían que no precisamente había nacido en alta alcurnia. Jesús, desde el principio, padeció en propia piel la dureza del corazón y la obstinación de los suyos. Y es que, muchas veces, es más difícil llevar un mensaje a los de la propia casa que a aquellos que viven en la de enfrente. 

Pero, Jesús, se abrió paso entre aquella muchedumbre que, admirando o criticando, le señalaban con el dedo. La Iglesia, en muchas situaciones (en relevos episcopales, sacerdotales, ministerios realizados generosamente por muchos laicos) también padece este tipo de escenarios. ¿Pero este obispo no es así o de aquella manera? ¿Qué nos va a decir este sacerdote cuando todos sabemos que…? ¿Cómo puede repartir la comunión aquel seglar o leer la lectura aquel otro laico?

Si, hermanos. Tenemos un gran defecto: nos gusta, de entrada, recordar las pequeñas miserias de algunas personas (que tal vez ante los ojos de Dios no son dificultades para entrar en el Reino de Dios) y somos capaces de obviar otro tipo de actitudes que, a la luz del Evangelio, son mucho más esenciales y reprochables. Por ello mismo, el Señor, nos invita a ser más receptivos a la Gracia. No podemos escudarnos ni excusarnos en nuestros juicios para quedarnos donde estamos. Para no progresar en nuestro conocimiento de Dios o en la fidelidad a Jesucristo.

Hoy, al escuchar el Evangelio de este domingo, también nos debe hacer reflexionar sobre otro punto. ¿Por qué a la Iglesia se le niega hasta el pan y el agua en muchos lugares de Occidente y, a otras religiones o sensibilidades espirituales, se les abre de par en par todas las puertas? Los estereotipos que, en diversas ocasiones, funcionan por Internet, la prensa oral, visual o escrita, nos insisten siempre en la misma dirección: “¿No es esta la Iglesia poderosa, incomprensiva, intolerante, autoritaria, insolidaria, etc., etc.?

En el fondo, y es verdad, subyace un problema de fondo: la Iglesia, aún con sus defectos y carencias, necesidad de perfección y de purificación, sigue levantándose en medio de la gran sinagoga del mundo para recordarnos que, tal como camina nuestra sociedad, vamos a tierra de nadie. ¿No será que, por eso mismo, tratan de denigrarla aquellos que desean un mundo a su antojo, sin profetas ni contrarios con un sistema que nos inyecta el veneno letal del vivir sin Dios, sin religión, sin moral o principios cristianos? 

Qué importante es que, la Iglesia, en medio de incomprensiones y empujones (como el mismo Cristo lo vivió en propias carnes) sepa abrirse paso en medio del griterío y del poder mediático para seguir cumpliendo su misión. Y, esa Iglesia, somos nosotros. No lo olvidemos.


(P. Javier Leoz) 

domingo, 23 de enero de 2022

BUENA NOTICIA PARA LOS HOMBRES - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 23 DE ENERO DE 2022



BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES



Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.

No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.

Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios «reine» entre sus hijos e hijas.

Pero ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un «clasismo moral». La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» en el mundo sino haciéndoles justicia.

Dios no puede ser neutral ante un mundo desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede reinar sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.

Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.

Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre.


 Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Lc (1,1-4;4,14-21)


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