Experiencia transformadora
La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás.
Fuente: Semanario Alégrate
La cuaresma es un proceso existencial que quiere tocar las fibras más íntimas del ser humano. El proceso que sigue naturalmente este tiempo está bien marcado y definido con toda claridad. De tal manera que, el que se impuso la ceniza al comienzo de la cuaresma, esté totalmente renovado al final de este proceso de conversión.
El objetivo de toda la cuaresma se revela en esta semana: se trata de dejarse transfigurar por el Señor. Por Dios que nos hizo, nos sigue haciendo y nos quiere transfigurar. Esta trasfiguración no es el resultado de un arduo ejercicio de prácticas de piedad. Todo lo contario, este cambio de figura en cada uno es posible sólo como consecuencia de saberse hijos amados del Padre.
En este sentido, el cambio profundo es un don de Dios. Modifica escuchar constantemente en la propia vida que se es hijo del Padre y que el Padre ama con su amor especialísimo. Es de esta experiencia existencial de amor sin reservas, de la que brotan los cambios. Quien se sabe profundamente amado, quiere estar a la altura del amor del que lo ama.
La experiencia de conversión-transfiguración que quiere conseguir la cuaresma en cada cristiano, no es algo que se viva en lo íntimo de la soledad personal, en realidad no tendría tanto sentido. Por eso Jesús insiste luego de su transfiguración, en bajar a continuar la vida. La cuaresma que quiere renovar a cada cristiano, lo quiere hacer en beneficio de los demás. Jesús es muy claro, no es posible construir chozas y quedarse ahí, es necesario bajar, ir al mundo de las necesidades, prisas, trabajos, encuentros: allá es donde surtirá efecto la conversión personal.
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