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domingo, 20 de abril de 2025

JESÚS RESUCITÓ!!!



 Jesús Resucitó 

¡Muy felices Pascuas!
En la Pascua celebramos la resurrección de Jesús, celebramos que Jesús venció a la muerte y resucitó.
Por: P. Juan María Gallardo



¿Qué celebramos, los cristianos, en la Pascua?

Para los cristianos la Pascua es la fiesta más grande y el centro de todo el año.

En la Pascua celebramos el misterio más grande y decisivo de nuestra salvación: la muerte y la resurrección de Jesús.

En la Pascua celebramos el infinito amor de Dios que entregó a su Hijo por nosotros; celebramos el infinito amor de Jesús, que dio su vida por nosotros, en lugar nuestro.

En la Pascua celebramos la victoria de Jesús sobre la muerte. Esta victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte se manifiesta no sólo en su resurrección, sino también en su muerte. En la Cruz de Jesús se nos muestra que el amor de Dios por nosotros es más fuerte que el sufrimiento y que la muerte.



En esta Pascua Jesús quiere resucitar en el corazón de cada uno de ustedes. Él quiere dar vida a todo aquello que esté muerto en su corazón. Jesús resucitado quiere vivir en ustedes, quiere que ustedes se abran a la vida nueva que brota de su resurrección. Si Él vive en ustedes, su vida va a ser transformada: van a tener más alegría, más paz, más fuerza, más amor...

El Domingo de Pascua

En Domingo de Pascua celebramos el día de la resurrección de Jesús. Es el domingo más importante y glorioso del año. A partir de él cada domingo se convierte en el día del Señor, por ser el día del triunfo de Jesús sobre la muerte en su resurrección, en el gran día de la salvación.

En la Pascua celebramos la resurrección de Jesús, celebramos que Jesús venció a la muerte y resucitó. Jesús resucitado es el centro de nuestra vida y de nuestra fe. Para los cristianos Jesús no está muerto. ¡Ha resucitado y vive entre nosotros! ¡Podemos encontrarnos con Él! Podemos hablar con Él! ¡Podemos escucharlo! ¡Podemos recibir de Él su Vida nueva!

Un propósito: visitar a Jesús.

Agradezcamos con obras y de verdad el amor que Jesús nos tiene.

Una forma de agradecer es IR A VISITARLO, TODOS LOS DÍAS -UN RATITO- ESTOS DÍAS. ÉL NOS ESTÁ ESPERANDO.

LAS CICATRICES DEL RESUCITADO


Las cicatrices del resucitado

«Vosotros lo matasteis, pero Dios lo resucitó». Esto es lo que predican con fe los discípulos de Jesús por las calles de Jerusalén a los pocos días de su ejecución. Para ellos, la resurrección es la respuesta de Dios a la acción injusta y criminal de quienes han querido callar para siempre su voz y anular de raíz su proyecto de un mundo más justo.
 
No lo hemos de olvidar. En el corazón de nuestra fe hay un Crucificado al que Dios le ha dado la razón. En el centro mismo de la Iglesia hay una víctima a la que Dios ha hecho justicia. Una vida «crucificada», pero vivida con el espíritu de Jesús, no terminará en fracaso, sino en resurrección.
 
Esto cambia totalmente el sentido de nuestros esfuerzos, penas, trabajos y sufrimientos por un mundo más humano y una vida más dichosa para todos. Vivir pensando en los que sufren, estar cerca de los más desvalidos, echar una mano a los indefensos… seguir los pasos de Jesús, no es algo absurdo. Es caminar hacia el Misterio de un Dios, que resucitará para siempre nuestras vidas.
 
Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del Resucitado. Así serán un día nuestras heridas de hoy. Cicatrices curadas por Dios para siempre.
 
Esta fe nos sostiene por dentro y nos hace más fuertes para seguir corriendo riesgos. Poco a poco hemos de ir aprendiendo a no quejarnos tanto, a no vivir siempre lamentándonos del mal que hay en el mundo y en la Iglesia, a no sentirnos siempre víctimas de los demás. ¿Por qué no podemos vivir como Jesús, diciendo: «Nadie me quita la vida, sino que soy yo quien la doy»?
 
Seguir al Crucificado hasta compartir con él la resurrección es, en definitiva, aprender a «dar la vida», el tiempo, nuestras fuerzas y, tal vez, nuestra salud por amor. No nos faltarán heridas, cansancio y fatigas. Una esperanza nos sostiene: un día, «Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque todo este mundo viejo habrá pasado».

P. José Antonio Pagola 


DOMINGO DE RESURRECCIÓN: EL AMANECER DE UN NUEVO DÍA



 Domingo de Resurrección: El amanecer de un nuevo día

Recordemos que con Jesús, cada final es un nuevo comienzo. Cada noche oscura precede al amanecer de un día lleno de posibilidades y esperanza.


Fuente: Catholic.net




Hoy, en este Domingo de Resurrección, nos despertamos a una realidad transformada. No es un cambio visible a simple vista, ni tampoco algo que podamos tocar; es un cambio que ocurre en lo más profundo de nuestro ser. Es la esperanza vivida, una esperanza que no es efímera ni superficial, sino una promesa divina de renovación y vida eterna.


Más allá del optimismo

La esperanza de la que hablamos hoy trasciende el optimismo terrenal. No se trata de una sonrisa pasajera o un consuelo momentáneo. Es un regalo celestial, un don que nos eleva por encima de nuestras limitaciones humanas y nos asegura que, pase lo que pase, todo irá bien.

En los días oscuros, cuando los temores crecen y la incertidumbre se cierne sobre nosotros, incluso la esperanza más valiente puede desvanecerse. Pero la esperanza que Jesús nos ofrece es diferente; es una llama que nunca se extingue, una luz que brilla con la certeza de que Dios está guiando todo hacia un bien mayor.


La vida que surge de la tumba

El sepulcro, ese lugar que simboliza el final, la ausencia de salida, ha sido vencido. Jesús no solo emergió de él, sino que transformó la tumba en un lugar de nacimiento, un comienzo de algo nuevo y glorioso, una historia de vida donde antes reinaba la muerte.

Así como Jesús removió la piedra que sellaba su tumba, nos invita a remover las barreras que encierran nuestro corazón. No debemos ceder ante la resignación ni enterrar nuestra esperanza bajo el peso de nuestras dudas y miedos.

En medio del dolor, la angustia y la muerte, la presencia de Dios es una constante. Su luz ha iluminado la oscuridad más profunda y sigue extendiéndose para alcanzar los rincones más ocultos de nuestra existencia.


La grandeza de Dios frente a la desesperanza

Aunque en nuestro interior hayamos dado por perdida la esperanza, no debemos rendirnos. Dios es más grande que cualquier oscuridad o final aparente. La muerte no tiene la última palabra.

Dios nos extiende su mano y nos alienta a seguir adelante. Nos invita a abrir nuestro corazón, a levantar las piedras que nos impiden ver su luz y a permitirle entrar en nuestras vidas para disipar nuestros miedos.

Con Jesús, la cruz no es un símbolo de derrota, sino de victoria y resurrección. Él está con nosotros en la oscuridad, en la incertidumbre, en el silencio. Su amor es incondicional y eterno, y nada puede arrebatárnoslo.


El amanecer de un nuevo día

En este Domingo de Resurrección, recordemos que con Jesús, cada final es un nuevo comienzo. Cada noche oscura precede al amanecer de un día lleno de posibilidades y esperanza. Con Él, somos llamados a vivir una vida resucitada, llena de amor, luz y esperanza eterna.




jueves, 17 de abril de 2025

LA CENA DEL SEÑOR - JUEVES SANTO



La Cena del Señor


Como Jueves Santo se conoce la festividad cristiana que celebra la última cena de Jesús de Nazaret con sus discípulos, la institución de la Eucaristía y del orden sacerdotal, así como el lavatorio de pies.

 

También nos anuncia, pocas horas antes de la crucifixión, el amor más grande: “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”. En este mandamiento, el mandamiento del amor, se cumplen todos los demás.

 

Con el Jueves Santo acaba la Cuaresma (al inicio de la Cena del Señor) y se inicia el Triduo Pascual, es decir, el periodo en que se recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesús, que se extiende del Jueves Santo al Sábado Santo.

 

Como “Última Cena” se conoce la comida que, en celebración de la Pascua, compartió Jesús con sus discípulos. Al final de la jornada, Jesús va a orar al Monte de los Olivos, donde sería identificado por Judas y capturado por los sacerdotes y miembros de Sanedrín.

 

Jesús se nos entregó del todo, con su Cuerpo y su Sangre, en un nuevo memorial: el pan y el vino. Cada vez que vamos a comulgar, lo recibimos a Él. Por eso este día es tan importante para la Iglesia.

 

El evangelio de Lucas narra la institución de la Eucaristía con estas palabras: “Entonces tomó el pan y, habiendo dado las gracias, lo partió y les dio, diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria mía. Asimismo, tomó también la copa, después de que hubo cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas, 22: 19-20).

 

El Triduo Pascual es el momento más importante de la Semana Santa compuesto por los días Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo hasta la madrugada, cuando se realiza la Vigilia Pascual en víspera del Domingo de Pascua, con el fin de revivir la alegría por la resurrección de Jesucristo.

 

La expresión Triduo Pascual es reciente y se ha empleado desde, aproximadamente, el año 1930 hasta la actualidad. No obstante, en el siglo IV tanto San Ambrosio como San Agustín ya hablaban de Triduum Sacrum, para referirse a los tres días en los que transcurren el sufrimiento y la gloria de Jesucristo. Asimismo, Triduo Pascual deriva del latín Triduumm Paschale, que significa, respetivamente, “tres días” y “Pascua”. 

domingo, 13 de abril de 2025

CON LOS CRUCIFICADOS - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 13 DE ABRIL DE 2025



CON LOS CRUCIFICADOS


El mundo está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen del Crucificado, y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria en el mundo entero.


Es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro mundo.


Esa cruz, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y torturados de Iraq, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Solo sabemos que Dios sufre con nosotros. No estamos solos.


Pero los símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no recuperamos una y otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no vemos marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios?


¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?


El Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los que sufren. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.


José Antonio Pagola


jueves, 3 de abril de 2025

ORACIONES PARA EL PRIMER VIERNES DE ABRIL - SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

 



PRIMER VIERNES DEL MES DE ABRIL 
AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

BREVE CONSIDERACIÓN.- Jesús a su confidente Margarita María de Alacoque: "Lo he sacrificado todo por amor a los hombres, y ahora te pido que compenses su monstruosa ingratitud con los tesoros y méritos de mi Sagrado Corazón... He aquí por qué te busco; quiero con este fin de desagravio y para mi propia gloria imprimir en tu corazón la vida que llevo en la divina Eucaristía, vida oculta, de aniquilamiento y sacrificio".




ORACIÓN
(Fórmula para consagrarse al Corazón de Jesús)

Yo, ......., entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo mi persona, vida, acciones, trabajos y padecimientos, con voluntad de no usar de ninguna parte de mi ser si no es para amarle, honrarle y glorificarle. Tal es mi voluntad irrevocable: ser todo suyo y obrar en todo por su amor, desprendiéndome de todo cuanto pueda desagradarle. Te elijo, pues, ¡Oh Corazón de Jesús!, por el único objeto de mi amor, por el protector de mi vida, áncora de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador  de todas las faltas de mi vida y asilo seguro en la hora de la muerte. Sé, pues, Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios, tu Padre, y aleja de mí los rayos de su justo enojo. ¡Oh Corazón amoroso!, en Ti tengo puesta toda mi confianza; porque mi malicia y mi flaqueza me dan motivo de temer, pero todo lo espero de tu bondad. Acabe en mí y desaparezca todo corazón tan penetrado de tu amor, que jamás llegue a olvidarte ni a separarme de Ti. Te suplico, por tu bondad infinita escribas mi nombre en tu Corazón, porque quiero cifrar toda mi dicha y mi gloria en vivir y morir en calidad de esclavo tuyo. Amén.

De Santa Margarita María de Alacoque



 CUARTA PROMESA:
Yo mismo seré tu refugio en la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.


(Recitemos las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús en gratitud a la promesa y para que se cumpla en nosotros...)

V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, ten piedad de nosotros.
R: Cristo, ten piedad de nosotros.
V: Señor, ten piedad de nosotros.
R: Señor, ten piedad de nosotros.
V: Cristo, óyenos.
R: Cristo, óyenos.
V: Cristo, escúchanos.
R: Cristo, escúchanos.

V: Dios, Padre celestial,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Hijo, Redentor del mundo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Dios Espíritu Santo,
R: ten piedad de nosotros.
V: Trinidad Santa, un solo Dios,

R: ten piedad de nosotros.

V: Corazón de Jesús, Hijo del Eterno Padre.
R: Ten piedad de nosotros.
V: Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen María, R/.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al
Verbo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, R/.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, R/.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, R/.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor, R/.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, R/.
Corazón de Jesús, asilo de justicia y de amor, R/.
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, R/.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, R/.
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza, R/.
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones, R/.
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros
de la sabiduría y la ciencia, R/.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud
de la divinidad, R/.
Corazón de Jesús, en quién el Padre halló sus
complacencias, R/.
Corazón de Jesús, en cuya plenitud todos hemos recibido, R/.
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados, R/.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia, R/.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan, R/.
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad, R/.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, R/.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestros delitos, R/.
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte, R/.
Corazón de Jesús, traspasado por una lanza, R/.
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra, R/.
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra, R/.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, R/.
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan, R/.
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren
y esperan, R/.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, R/.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: perdónanos, Señor.

V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: óyenos, Señor.
V: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
R: ten piedad y misericordia de nosotros.
V: Jesús, manso y humilde de corazón,
R: haz nuestro corazón semejante al Tuyo.
V: Sagrado Corazón de Jesús,
R: en Vos confío.

V: Sagrado Corazón de María,
R: salvad el alma mía.

V: Jesús y María os quiero con toda mi alma,
R: salvad almas y salvad el alma mía.



UNA PALABRA DE MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE A SUS HERMANOS ASOCIADOS: "Que el ejercicio de la presencia de Dios consista, para nosotros, en considerar cómo vive y lo que hace Jesús en el Sacramento del Altar...Y, confiados en la virtud de su Corazón, ofrezcámosle sus propias disposiciones para repara nuestra falta de fe, de amor y de humildad."





ACTO DE CONSAGRACIÓN
SE SOR MARÍA DEL DIVINO CORAZÓN

Amabilísimo Jesús, yo me consagro de nuevo y sin reserva a tu Divino Corazón. Te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos, mi alma con todas sus potencias y mi ser todo entero. Te consagro mis pensamientos, palabras, obras, todos mis sufrimientos y trabajos, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías. Especialmente te consagro mi pobre corazón para que no ame sino a Ti y se consuma como víctima en las llamas de tu amor. Acepta, !oh Corazón divino!, el deseo que tengo de consolarte y de pertenecerte para simpre. Toma de tal manera posesión de mí, que yo no tenga otra libertad que la de amarte, ni otra vida que sufrir y morir por Ti. Pongo en Ti toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero de tu misericordia infinita perdón de todos mis pecados. Deposito en tus manos todos mis intereses, principalmente el de mi salvación eterna.

Prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y ayudado de tu divina gracia, prometo propagar con celo ardiente el culto de tu Sacratísimo Corazón. !Oh divino Corazón de Jesús!, dispón de mí como te agrade, no quiero más recompensa que tu mayor gloria y tu santo amor. Concédeme la gracia de hacer mi morada en tu Sacratísimo Corazón; allí es donde quiero pasar los días de mi vida y exhalar mi último suspiro.


Haz también de mi  corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para quedarnos así íntimamente unidos, hasta que un día pueda yo alabarte, amarte y poseerte por toda la eternidad y cantar para siempre las misericordias de tu dulcísimo Corazón. Amén

Corazón divino de Jesús, ten misericordia de nosotros (tres veces)
Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.

domingo, 30 de marzo de 2025

EN EL TRAJÍN COTIDIANO



En el trajín cotidiano


Con el paso de los días y el trajinar de las actividades diarias, nos podemos olvidar de la oración, siendo que la oración debería ser como el centro de nuestra jornada.

 

No nos quejemos si las cosas no nos salen bien y todo va de mal en peor, porque en gran parte esto sucede porque ya no rezamos, ya no hablamos con Dios amigablemente, sino que queremos arreglar las cosas nosotros solos y a nuestra manera, sin dejarle participación a Dios.

 

Es tiempo de que despertemos del letargo en que hemos caído con respecto a la oración, porque si miramos un poco nuestra vida, veremos que el demonio nos ha ganado terreno, y ahora es necesario volver a empuñar el arma de la oración para hacerlo huir de nuestras vidas, de nuestras familias y expulsarlo lejos de aquellos que amamos.

 

No hay vuelta de hoja, ya lo ha dicho San Alfonso María de Ligorio: “El que reza se salva, y el que no reza se condena”, y es la pura verdad.

 

Y no podemos decir que no tenemos tiempo para rezar, porque quizás pensamos en que no encontramos el tiempo para rezar un rosario. Pero hay que recordar que la oración es un diálogo con Dios, y no hace falta rezar el rosario para ponernos en comunicación con Él, sino que simplemente elevando la mente y el pensamiento a Dios, ya estamos rezando, y muy bien.

 

A veces nos suele pasar que, aunque rezamos, y quizás mucho, Dios es para nosotros casi un extraño, porque no hablamos con Él como con nuestro mejor amigo. Y lo que nos sucede con Dios, también nos pasa con nuestro ángel custodio, al que tenemos completamente olvidado o casi, siendo que él puede actuar tanto más, cuanto más nosotros le invocamos.

 

Recordemos que se trata de la salvación de nuestra alma, y la salvación también de aquellos que amamos. Por eso volvamos a empuñar las armas de la oración, en especial el Rosario, puesto que las batallas espirituales se ganan con la oración, y también por ella nos vienen toda clase de bienes, incluso materiales; y se alejan toda clase de males, también materiales.

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VOLVER AL PADRE - MEDITACIÓN DE HOY DOMINGO 30 DE MARZO DE 2025


 

Volver al Padre


Acabamos de escuchar la parábola comúnmente llamada del hijo pródigo. Parábola es un relato imaginario, ideado para explicar, de manera fácilmente inteligible, una doctrina o un acontecimiento espiritual que, aunque es real verdaderamente porque sucede en el interior de una persona, no es perceptible por los sentidos ni fácil de comprender con la sola razón.

 

En la parábola de hoy el padre representa a Dios que nos tiene a todos por hijos y nos trata como a tales; que nos protege y nos deleita con su amor incondicional y gratuito. Es el Padre bueno, que perdona a sus hijos sin condiciones previas, no les reprocha las culpas ni les exige la firma de ningún documento que sea garantía infalible de su conversión definitiva. Dios es el Padre que acoge al hijo pródigo con los brazos abiertos, dispuesto a celebrar con gozo festivo el retorno del hijo desencaminado. Aquel esperado retorno es motivo suficiente para una celebración festiva, expresada muy gráficamente con aquellas célebres palabras de Jesús: En verdad os digo que hay más alegría entre los ángeles del cielo por la conversión de un solo pecador, que por la perseverancia de noventa y nueve justos.

 

El hijo pequeño de la parábola nos representa a muchos de nosotros que, de una u otra manera, hemos dejado, a veces, la casa del Padre, para buscar la felicidad por nuestra cuenta fuera del abrigo familiar.

 

Nos han encandilado ciertas promesas fáciles venidas desde fuera y algunas ilusiones y deseos incontrolados de nuestro corazón y, para conseguirlo, nos hemos arriesgado a una vida errante más o menos alejada de Dios; nos hemos construido nuevos altares, donde entronizar ídolos en los que confiar, hasta el momento en que, entristecidos por el error y el fracaso, decidimos llamar de nuevo a la puerta de nuestra casa -la casa del Padre- con ademán humilde y compungido. Después de despilfarrar los bienes espirituales con que el Padre nos había enriquecido y, al darnos cuenta del descalabro, tuvimos fuerza suficiente para tomar la decisión de rehacer el camino y recuperar la dignidad.

 

Para abandonar la casa del Padre, no hace falta haber sido grandes pecadores y haber cometido grandes barbaridades. Ha bastado con volvernos de espaldas a Dios y haber puesto toda la esperanza en nosotros mismos y en las cosas que hemos pretendido poseer. Ni hace falta ningún acto heroico para reparar el daño, porque es suficiente reconocer el error, aceptar nuestra situación con humildad y acercarnos al Padre que nos espera, diciendo como el hijo pródigo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

 

Hacer el camino de retorno confiados en la bondad del Padre es un gran alivio de conciencia, como un respiro de aire fresco, como un aliento vital hasta entonces desconocido.

 

En la parábola que comentamos está también el hijo mayor, que representa la postura de quienes no se alegran de la vuelta del hermano, que dudan de su sinceridad, que le echan en cara las culpas cometidas, que tal vez sienten envidia por la alegría y la fiesta general por la vuelta, y no quieren compartirla. Son personas fieles al Padre, en principio, pero con una fidelidad interesada y mezquina. También ellos se sentirán felices, si vuelven al Padre con otras disposiciones interiores.

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Mons. Enric Prat 

domingo, 23 de marzo de 2025

ANIMÉMONOS A EMPEZAR DE NUEVO



ANIMÉMONOS A EMPEZAR DE NUEVO



Hoy es el día para volver a empezar. Porque estamos vivos y Dios quiere que dejemos atrás nuestro pasado, y que nos lancemos a una vida nueva, como lo han hecho tantos santos, y personas también de las que nos narra el Evangelio. Como el ciego de nacimiento, que ante la inminencia del milagro, de recuperar la vista, arroja el manto y de un salto va hacia Jesús. Nosotros también debemos arrojar nuestro manto, es decir, dejar atrás el pasado que nos ata, y ser criaturas nuevas. 

Ciertamente lo lograremos con la ayuda de Dios, porque es Él quien debe, por decirlo así, volvernos a crear. Dejemos entonces actuar a Jesús, recibamos los Sacramentos, en especial la Eucaristía, que nos va divinizando. Pero tomemos la decisión de comenzar hoy una vida nueva, sin torturarnos por el pasado, que no podemos cambiar, pero que sí podemos dejar en la misericordia de Dios, dejarlo tranquilamente en el corazón de Dios y deshacernos de él, porque es un peso para nuestro vuelo que comenzaremos hoy mismo.

¿Qué nos impide que seamos nuevas creaturas? ¿Por qué estamos rumiando siempre lo que hemos hecho, o lo que fue, como si desconfiáramos de la Omnipotencia y Omnisciencia de Dios, que todo lo sabe, y que sabía de antemano lo que íbamos a hacer? ¿Y creemos que Dios no haya provisto los medios necesarios para solucionar lo que hemos hecho mal, tiempo atrás?

Lo que pasa es que desconfiamos de Dios, porque nosotros somos criaturas, pero quien nos ama infinitamente es Dios, que puede arreglarlo TODO, con tal de que confiemos en Él ciegamente y le dejemos las riendas de nuestra vida.

Animémonos a empezar de nuevo hoy mismo y, cuando el recuerdo del pasado o de lo que hemos sido, quiera extender su sombra sobre nuestra alma, refugiémonos en el Corazón de Dios, y miremos al Señor que nos sonríe, porque quiere que avancemos confiados y libres de peso, por el camino de la vida, pues lo mejor es lo que está por venir, porque ahora creemos mucho en Dios y tratamos de confiar más en Él. Y como ha dicho Cristo en su Evangelio: “Todo es posible para el que cree”.

¿PARA QUÉ UNA HIGUERA ESTÉRIL?



¿PARA QUÉ UNA HIGUERA ESTÉRIL?


Jesús se esforzaba de muchas maneras en despertar en la gente la conversión a Dios. Era su verdadera pasión: ha llegado el momento de buscar el reino de Dios y su justicia, la hora de dedicarnos a construir una vida más justa y humana, tal como la quiere él.


Según el evangelio de Lucas, Jesús pronunció en cierta ocasión una pequeña parábola sobre una «higuera estéril». Quería desbloquear la actitud indiferente de quienes le escuchaban, sin responder prácticamente a su llamada. El relato es breve y claro.


Un propietario tiene plantada en medio de su viña una higuera. Durante mucho tiempo ha venido a buscar fruto en ella. Sin embargo, años tras año, la higuera viene defraudando sus expectativas. Allí sigue, estéril en medio de la viña.


El dueño toma la decisión más sensata. La higuera no produce fruto y está absorbiendo inútilmente las energías del terreno. Lo más razonable es cortarla. «¿Para qué va a ocupar un terreno en balde?».


Contra toda sensatez, el viñador propone hacer todo lo posible para salvarla. Cavará la tierra alrededor de la higuera, para que pueda contar con la humedad necesaria, y le echará estiércol, para que se alimente. Sostenida por el amor, la confianza y la solicitud de su cuidador, la higuera queda invitada a dar fruto. ¿Sabrá responder?


La parábola ha sido contada para provocar nuestra reacción. ¿Para qué una higuera sin higos? ¿Para qué una vida estéril y sin creatividad? ¿Para qué un cristianismo sin seguimiento práctico a Jesús? ¿Para qué una Iglesia sin dedicación al reino de Dios?


¿Para qué una religión que no cambia nuestros corazones? ¿Para qué un culto sin conversión y una práctica que nos tranquiliza y confirma en nuestro bienestar? ¿Para qué preocuparnos tanto de «ocupar» un lugar importante en la sociedad si no introducimos fuerza transformadora con nuestras vidas? ¿Para qué hablar de las «raíces cristianas» de Europa si no es posible ver los «frutos cristianos» de los seguidores de Jesús? 


Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

martes, 18 de marzo de 2025

EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 18 DE MARZO DE 2025 - SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ


 

19 de marzo: San José, esposo de la Virgen María

Miércoles 19 de marzo de 2025



1ª Lectura (2Sam 7,4-5a.12-14a.16): En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: ‘Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. El construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre’».



Salmo responsorial: 88

R/. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».


Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades».


El me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora». Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

2ª Lectura (Rom 4,13.16-18): Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos». Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «Así será tu descendencia».

Versículo antes del Evangelio (Sal 83,5): Dichosos los que habitan en tu Casa, te alabarán por siempre.

Texto del Evangelio (Mt 1,16.18-21.24a): Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.




«Su madre, María, estaba desposada con José»

Abbé Marc VAILLOT

(París, Francia)


Hoy, nos invita la Iglesia a contemplar la amable figura del santo Patriarca. Elegido por Dios y por María, José vivió como todos nosotros entre penas y alegrías. Hemos de mirar cualquiera de sus acciones con especial interés. Aprenderemos siempre de él. Nos conviene ponernos en su piel para imitarle, pues así lograremos responder, como él, al querer divino.


Todo en su vida —modesta, humilde, corriente— es luminoso. Por eso, célebres místicos (Teresa de Avila, Hildegarde de Bingen, Teresita de Lisieux), grandes Fundadores (Benito, Bruno, Francisco de Asís, Bernardo de Clairvaux, Josemaría Escrivá) y tantos santos de todos los tiempos nos animan a tratarle y amarle para seguir las huellas del que es Patrón de la Iglesia. Es el atajo para conseguir santificar la intimidad de nuestros hogares, metiéndonos en el corazón de la Sagrada Familia, para llevar una vida de oración y santificar también nuestro trabajo.

Gracias a su constante unión a Jesús y a María —¡ahí está la clave!— José puede vivir sencillamente lo extraordinario, cuando Dios se lo pide, como en la escena del Evangelio de la misa de hoy, pues realiza sobre todo habitualmente las tareas ordinarias, que nunca son irrelevantes pues aseguran una vida lograda y feliz, que conduce hasta la Beatitud celeste.

Todos podemos, escribe el papa Francisco, «encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad (...). José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca».

APRENDE A REZAR EL ROSARIO DE SAN JOSÉ


 







IMÁGENES DE SAN JOSÉ


































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