La luz que en Navidad brilló en la noche, iluminando la gruta de
Belén, donde están en silenciosa adoración María, José y los pastores,
hoy resplandece y se manifiesta a todos. La Epifanía es el misterio de
luz, simbólicamente indicado por la estrella que guió en su viaje a los
Magos (Benedicto XVI, Homilía 6 enero 2006).
En esta llegada de Jesús en el misterio de Belén, aparecen unos
personajes simpáticos, exóticos, aventureros, que pueden ofrecernos el
día de hoy materia de reflexión y meditación. Tratamos de repasar de
modo sintético la aventura que representó para aquellos buenos hombres
el ponerse a seguir una estrella, la estrella de Jesús. Como ellos,
también nosotros vamos en pos de una estrella, una estrella que busca
guiarnos, acompañarnos y dejarnos a las puertas de la felicidad, de la
paz, del verdadero amor, de una vida eterna. Es curioso, pero estando
ahí para todos, no todos la han querido seguir.
"Hemos visto su estrella". Los Reyes Magos son proclamadores del
misterio de Cristo. Quien al menos por un instante haya contemplado la
estrella de Cristo, se siente invitado a proclamarla. Es el caso de la
Samaritana, es la experiencia de Sta. Teresa de Jesús, de Juan Pablo II,
de la Madre Teresa de Calcuta: cuando se experimenta el amor de Dios,
todo se hace fácil y ligero.
Anunciemos gozosos que Cristo ha nacido en nuestro corazón. No hay
lugar para la tristeza, cuando Cristo nace en el alma. ¿Qué palabras de
aliento y esperanza he llevado en mis labios a lo largo de estos días
santos de la Navidad?
Anunciar a Cristo, para el cristiano, es vivir alegre y feliz, es
aspirar a la santidad propia de su estado, es construir su familia con
la sencillez de su alma y la confianza puesta en Dios. El seguimiento de
Cristo no es un camino sembrado de rosas, es, más bien, un sendero
estrecho, de grandes alturas y para corazones audaces. Ante todo, ellos
se ponen en marcha sin tener la totalidad de la ruta, tienen la
corazonada, tienen la inspiración, la estrella que se cruzó por su
telescopio, pero nada más. Quien espere tener la hoja de ruta en su
experiencia de Dios, se quedará siempre atado a la orilla. Con Dios, una
buena dosis de aventura y de confianza en Él, son indispensables.
Ahora bien, esa estrella no siempre brillará esplendorosa. Hay
momentos en que se oculta. En la vida hay que seguir, pues sabemos que
aunque la estrella desaparezca por las nubes de alguna posible tormenta,
la estrella sigue estando ahí, los magos nos dan una gran lección, de
fe y constancia. En estos momentos hay que preguntar a Dios, no a mis
propias seguridades, no a mi egoísmo, no a la ciencia o al ambiente que
nos envuelve, tú sigue buscando la estrella. Cuando tengas dudas,
cuando la vida te duela, pregunta, pregunta siempre a tu estrella.
El Papa Benedicto XVI, en una jornada de la juventud, nos decía a
todos los jóvenes del mundo: "Quisiera decir a todos insistentemente:
abrid vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el
«derecho a hablaros». Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a
Cristo, dejando que Él ilumine con su luz vuestra mente y acaricie con
su gracia vuestro corazón".
Es cierto que hoy no buscamos ya a un rey; pero estamos preocupados
por la situación del mundo y preguntamos: ¿Dónde encuentro los criterios
para mi vida?, ¿dónde los criterios para colaborar de modo responsable
en la edificación del presente y del futuro de nuestro mundo?, ¿de quién
puedo fiarme; a quién confiarme?, ¿dónde está aquel que puede darme la
respuesta satisfactoria a los anhelos del corazón?.
La respuesta nos la dan los mismos Reyes Magos. Los Magos, una vez
que oyeron la respuesta «en Belén de Judá, porque así lo ha escrito el
profeta», decidieron continuar el camino y llegar hasta el final y
¡vaya, que gran sorpresa!, ahí se encontraron con Dios, se encontraron
con el Rey que iban a adorar. «Los Magos están asombrados ante lo que
ahí contemplan: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo; el hombre
en Dios y Dios en el hombre; ven encerrado en un pequeñísimo cuerpo,
aquello que no puede ser contenido en todo el mundo».
Al terminar estas fiestas navideñas, tal vez valga la pena hacernos
algunas preguntas, ¿qué Navidad he vivido?, ¿me he encontrado con este
Niño Dios?, ¿hoy entro a la cueva como los Reyes Magos, después de ser
invitado a Belén, por mi estrella?, ¿entro con las manos vacías o están
llenas de regalos?, ¿me siento satisfecho con Dios y conmigo mismo por
lo que he hecho?
Tal vez hoy le podríamos ofrecer a Jesús todas las buenas obras
realizadas a lo largo de este año que acaba de terminar, tal vez le
ofrezca aquellos proyectos que estoy dispuesto a realizar a lo largo de
este nuevo año, no sé, todo está en tus manos y en tu corazón.
Hoy, cuando vayas a Misa, cuando entres una vez más a esa cueva que
se llama Iglesia y te encuentres con Cristo, y cuando lo vayas a
recibir, recuerda: es el día en el que tengo que ofrecer algo al recién
nacido.
Ojalá no sean sólo las sobras de tu vida, o un mero sentimiento o
pensamiento de algo que tienes en mente, llévale algo diferente, llévale
algo que signifique para tí un verdadero compromiso con Él, tal vez sea
una buena confesión, el reconciliarte con algún pariente, el ir a Misa
cada domingo, el ser menos gruñón, el compartir tus cosas con tus
hermanos, el obedecer siempre con una sonrisa a papá y a mamá, el ser
más tolerante...
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