Camino, Verdad y Vida
El evangelio hoy es una de las obras maestras del Nuevo Testamento. Jesús está dando su último discurso en el Evangelio de Juan. Trata varios temas como su mandamiento de amor, la ayuda del Espíritu Santo, y la necesidad de quedarse conectado a él. En la sección que acabamos de leer Jesús conforta a sus discípulos por el dolor que sentirán cuando vaya. En el proceso nos comparte algunas claves de la vida espiritual.
Primero, comparte un poco sobre su destino y, eventualmente, el destino de sus seguidores. Compara la vida eterna con un hotel con habitaciones para todos. Cuando Tomás, aquí también un poco escéptico, le pregunta sobre este lugar, Jesús le responde con referencia a sí mismo. Dice que él es “el camino, la verdad, y la vida.” Porque esta frase es tan densa, tenemos que desempacarla un poco.
Cuando Jesús dice que él es “la vida”, quiere decir que él es nuestro destino, la vida eterna. Ver a Dios, la visión beatífica, es la esencia de la vida eterna. Pero Jesús contará a Felipe: “Quien me ve a mí, ve al Padre.” San Pablo indica la maravilla de esta visión cuando escribe a los corintios: “Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara” (I Cor 13,12). Conocer a Cristo así debe ser más tremendo que cualquier vista natural sea la cima de Monte Everest o la playa de Cancún. ¡Es experimentando y deleitándose en la gloria de Aquel que creó el universo!
Jesús nos proporciona otra clave de la vida espiritual por decir que él es “el camino”. Recordamos cómo los primeros cristianos en los Hechos de los Apóstoles eran conocidos como seguidores del “Camino”. La palabra “Camino” aquí refiere a Jesús como modelo de la conducta moral. En el Sermón del Monte dice a sus discípulos: “… ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!” Está refiriendo a su vida disciplinada y principiada. Vemos esta calidad de vida también en los santos. El puertorriqueño Beato Carlos Manuel Rodríguez dedicó su vida al enseñar a otros lacios a los demás. Porque tenía varios problemas de salud, no podía seguir una vocación sacerdotal. Pero su condición no le detuvo enseñar y animar grupos sobre la liturgia de la Iglesia.
También Jesús reclama ser “la Verdad”. Él es la verdad de Dios Padre encarnada en un ser humano. En otras palabras, él es el amor abnegado que se humilló para compartir nuestro lote humano. Además, como nuestro compañero, no sólo extendió la mano para curar nuestras enfermedades sino también sufrió una muerte horrífica para liberarnos del pecado.
Cuando lo seguimos cien por ciento, tenemos que esperar sufrir también. Desgraciadamente, muchos no quieren sufrir para nada. No quieren caminar un par de cuadras para conservar el medioambiente y mucho menos quieren sacrificar un par de horas para visitar a los enfermos. Pudiéramos aprender de esos ucranianos valientes que están arriesgando sus vidas para defender su patria aunque pudieran haber huido el país como refugiados.
Hay algún interés en la vida espiritual hoy en día. Las librerías tienen secciones repletas con títulos acerca de la espiritualidad de varias fuentes. Todos estos libros –sean cristianos, judíos, o de “nueva edad” – harán referencia al guía espiritual supremo de las edades, Jesucristo. Él sigue ser como nadie más "el camino, la verdad, y la vida".
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(P. Carmelo Mele OP)
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