domingo, 19 de enero de 2020

NOVENA A SANTO TOMÁS DE AQUINO,DEL 19 AL 27 DE ENERO


Novena a Santo Tomás de Aquino
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (19 al 27 de enero)


Por: n/a | Fuente: ACI Prensa




En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Oración inicial para todos los días

A Vos, Dios mío, fuente de misericordia, me acerco yo, inmundo pecador, para que os dignéis lavar mis manchas. ¡Oh Sol de justicia, iluminad a este ciego! ¡Oh Médico eterno, sanad a este miserable! ¡Oh Rey de reyes, vestid a este desnudo! ¡Oh mediador entre Dios y los hombres, reconciliad a este reo! ¡Oh buen Pastor, acoged a esta oveja descarriada! Otorgad, Dios mío, perdón a este criminal, indulgencia a este impío y la unción de vuestra gracia a esta endurecida voluntad. ¡Oh clementísimo Señor!, llamad a vuestro seno a este fugitivo, atraed a este resistente, levantad al que está caído y una vez levantado sostenedle y guiad sus pasos. No olvidéis, Señor, a quien os ha olvidado, no abandonéis a quien os abandonó, no desechéis a quien os desechó y perdonad en el cielo a quien os ofendió en la tierra. Amén.

Oración a la Santísima Virgen (todos los días)

¡Oh bienaventurada y dulcísima Virgen María, océano de bondad, Hija del Rey soberano, Reina delos ángeles y Madre del Común Criador! Yo me arrojo confiado en el seno de vuestra misericordia y ternura, encomendándoos mi cuerpo, mi alma, mis pensamientos, mis deseos, mis afectos y mi vida entera, para que por vuestro auxilio camine yo siempre hacia el bien según la voluntad de vuestro amado Hijo, N.S. Jesucristo. Amén.

Leer la meditación y ejemplo correspondiente a cada día y finalizar con la Antífona y la Oración final.

Antífona para todos los días

¡Oh Santo Tomás, gloria y honor de la Orden de Predicadores! Transpórtanos a la contemplación de las cosas celestiales, tú que fuisteis maestro soberano de los sagrados misterios.

V. Ruega por nosotros, Santo Tomás.

R. Para que nos hagamos dignos de las promesas de Jesucristo.

Oración final para todos los días

Gracias, os doy, Señor Dios mío, y Padre de misericordias, porque os habéis dignado admitirme, a mí pobre pecador e indigno siervo vuestro, a la participación gratuita de vuestra gracia en el secreto de la oración. Yo os ruego que esta comunicación de mi alma con Vos no sea castigo de mis culpas, sino prenda segura del perdón de mis ofensas, armadura finísima de la fe y escudo invulnerable de mi corazón. Concededme la remisión de mis faltas, el exterminio de la concupiscencia y de la sensualidad, el aumento de la caridad, de la humildad, de la paciencia, de la obediencia y de todas las virtudes; defendedme de las asechanzas visibles e invisibles de los enemigos; dadme el sosiego inefable de mis apetitos y de todos mis afectos para que así pueda unirme mejor a Vos que sois mi felicidad y descanso. Suplico también. Dios mío, que después de mi muerte, os dignéis admitirme a la Pascua celestial y al convite divino donde Vos en unión del Hijo y del Espíritu Santo, sois luz verdadera, abundancia perfecta, gozo sempiterno, alegría consumada y felicidad sin medida. Amén.


Primer Día
Naturaleza de la Humanidad

Es la humildad una virtud que refrena el apetito y le contiene para que no tienda desmesuradamente a objetos elevados y excelsos. El humilde que, según San Isidoro, equivale inclinado hasta la tierra (humi acclivis), considerando sus imperfecciones y defectos, se juzga siempre ruin y pequeño, y a semejanza del Patriarca Abraham exclama en su oración: Hablaré al Señor mi Dios, no siendo más que polvo y ceniza. Y esta abyección del humilde, no debe sólo consistir en apariencias y exterioridades pues a esta falsa humildad llama San Agustín gran soberbia, sino que debe radicar en el sentimiento íntimo del alma ya que en el secreto del corazón consiste el mérito verdadero de las virtudes. Este abatimiento humilde y sincero del corazón, puede y debe hallarse en todos los hombres, por muy excelentes y perfectos que parezcan, puesto que comparada esa excelencia y perfección con las riquezas y maravillas de Dios, manifiesta la pequeñez de la criatura pudiendo todas ellas decir con Isaías: Todas las gentes delante del Señor son como si no existiesen. Ejemplos fecundísimos de humildad, los encontramos en los santos más esclarecidos y singularmente en María, que al verse saludada como Madre de Dios, se tenía por sierva y esclava del Señor, y en el mismo Jesucristo que siendo el Unigénito del Padre, decía a sus discípulos: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Necesario es, pues, que el verdadero cristiano, conociéndose a sí mismo, reprima sus afectos y su orgullo no buscando lo que no puede adquirir, y palpando sus defectos a imperfecciones modere sus apetitos y los contenga dentro de los límites de la más profunda humildad, para que así tanto más sea ensalzado por el Señor cuanto más se humillare y abatiere y como dice San Agustín, postrado y humillado ante su Dios, sea levantado y engrandecido por la gracia.

EJEMPLO

Santo Tomás de Aquino practicó siempre la humildad como la más hermosa y necesaria de las virtudes. Ya desde niño era el embeleso de todos por la modestia y humildad de su carácter; cuando fue estudiante sus condiscípulos, en vista del silencio humildísimo con que procuraba encubrir los talentos de que Dios le había colmado, le apellidaron el Buey mudo, y siendo más tarde Doctor de las Universidades de París y de Roma, jamás se notó en él signo alguno de altanería y de vanidad rehusando enérgicamente las dignidades más altas de la Iglesia sin llegar a ejercer ni siquiera el cargo de Prelado en un convento de su Orden. ¡Cuánto debe confundir este ejemplo del insigne Doctor dominicano a los que pagados de sí mismos, nunca llevan en paciencia la menor humillación o el más imperceptible viso de posposición y de desprecio! Juzgándose la crema y nata de todas las perfecciones, andan muchos insensatos muy cuelliergidos y altaneros dándose aires importantes y necesarios sin recordar que la grandeza verdadera siempre es modesta y el mérito legítimamente sólido es siempre humilde. Aprendamos del Ángel de las Escuelas a ser humildes, si como él deseamos llegar a la santidad perfecta.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Segundo Día
Conveniencia de la Humanidad

Todos tenemos motivos suficientes para humillarnos y reconocernos en los demás merecimientos y reconocer en los demás los merecimientos y excelencias, según aquello del Apóstol; juzguemos con humildad a otros como nuestros superiores. La razón de esto es clarísima, puesto que en el hombre hallamos dos clases de obras, unas que son gracias de Dios y otras que son herencia de la naturaleza humana. Por la parte que nos toca como hombres, todo es defectuoso y manco, más por lo que tenemos de Dios, somos grandes y excelentes, según lo dice el profeta Oseas: Tu perdición Israel nace de ti; de mí proviene tu grandeza y socorro. Y como la virtud de la humildad propiamente mira a Dios, a quien debe someterse la criatura, de ahí es que cada uno debe humillarse ante su prójimo considerando en los demás los dones que tiene de Dios y viendo en ellos un como traslado y reverbero de la perfección infinita como lo dice San Pedro: Estad sometidos a toda criatura racional por consideración al Señor. Con lo cual no quiere decirse que estamos obligados a reconocer siempre que los dones del cielo que veamos en nuestros semejantes sean más hermosos que las gracias en nosotros infunde el Señor, puesto que como afirma el Apóstol, para eso se nos dan las gracias, para que las conozcamos en nosotros, pudiendo preferirlas a las demás; ni tampoco se nos exige que como hombres nos reconozcamos más imperfectos que el prójimo, pues la naturaleza reparte sus gracias en distintas proporciones. Procuremos, sin embargo, mirar siempre en los demás algo de excelente y grande que no tengamos nosotros para así vivir continuamente protegidos por la humildad, disimulando, como aconseja San Agustín, nuestros bienes y viendo en el prójimo los motivos sobrados de superioridad y excelencia.

EJEMPLO

Estaba el angélico maestro tan persuadido de la necesidad de ser humilde, que puede decirse fue su máxima continua y el norte de todos sus actos. Con ser tan grande el Santo Doctor, jamás creyó en su grandeza y siempre se mostró pequeño e inferior a los demás. En sus conversaciones, nunca habló de sí ni de la excelencia de su alcurnia y de la sublimidad de sus talentos: nunca hizo alarde de sus méritos y en todas sus Obras no se descubre, ni por descuido, una sola palabra que redunde en su propia alabanza. Si el mundo le elogiaba, él procuraba ocultarse y vivir en soledad; si la Iglesia y las Universidades querían honrar al gigante de la santidad y la ciencia, Tomás siempre se reputó pigmeo, declinaba esos honores y no quería más recompensa que Jesucristo y éste Crucificado. De Tomás dice la historia, que diariamente pedía al Señor que le conservase en el estado simple de religioso sin que jamás llegase a ningún oficio ni á dignidad alguna. Dios oyó a su dignísimo siervo, y sin el aparato de los títulos y empleos, le elevó sobre uno de los pedestales más altos y gloriosos que se destacan en la historia. ¡Qué contraste ofrece esta humildad hermosísima del Ángel de las Escuelas con la altanería ridícula e insufrible de muchos, que su color de ilustración y cultura aspiran a los empleos y a los oficios donde aparece de relieve la ignorancia y escasez absoluta de suficiencia de los que se creen el número uno en el escalafón de regeneradores y progresistas! Comprendamos como Santo Tomás de Aquino el mérito de la humildad y sigamos constantemente la senda escondida de los verdaderos sabios.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Tercer Día
Excelencia Inefable de la Humanidad

Después de las virtudes teologales que nos ordenan directamente a Dios y de la justicia que establece el orden de la razón, sigue en dignidad y excelencia la virtud de la humildad con la que el alma se dispone para todas las demás virtudes. Por eso debe compararse la humildad al fundamento de un edificio, en cuanto que, removiendo todo lo que a Dios desagrada, hace al alma apta para recibir las divinas gracias pues sabido es que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Con esta preparación humilde, vienen al alma todas las virtudes y se levanta en el secreto del corazón el edificio espiritual de la santidad siendo el alma ensalzada por Dios tanto más cuanto ella más se abatió por el mismo Dios y despreció por su amor las glorias mundanales. De ahí que el divino Maestro Jesucristo, nada nos encargó con más esmero y solicitud que la humildad, porque sabía muy bien que mientras el hombre esté ocupado en los encantos fugaces de la tierra y no olvide las glorias pasajeras del mundo, se hallará impedido para tender a su destino y a su perfección celestial. La humildad, pues, es la más excelente disposición para la gracia y de ella nos dejó ejemplos abundantísimos y enseñanzas saludables el bendito Redentor que vino a la tierra para enseñárnosla senda del cielo. El humilde ha de procurar que su mirada y sus palabras sean siempre modestas sin que los ojos vayan proclamando vanidad y la conversación indique altanería; ha de ser comedido en la risa sin dar muestras de una algazara excesiva y fatua; ha de amar el silencio no hablado sino cuando es preguntado; procure contentarse con las cosas ordinarias y téngase por el más ruin de todos; confiese sus faltas con sinceridad, abrázese con la penitencia y la mortificación no dando gusto a sus pasiones y, en fin, conserve el temor de Dios que es el principio de la sabiduría cumpliendo con escrupulosa solicitud sus mandamientos y preceptos.

EJEMPLO

Todas cuantas gracias recibió Santo Tomás, tuvieron su razón y arranque en la humildad de su alma. Sus ojos, puestos en la tierra, indicaban el éxtasis milagroso en que se embargaba su corazón; sus palabras fueron siempre modestísimas y oportunas prefiriendo el silencio a la vana palabrería, nunca quiso distinguirse entre sus hermanos y su vida discurrió hermosa cuanto más modesta en presencia del Señor; la quietud de su corazón era inefable sin que el menor ruido de las pasiones interrumpiese la paz soberana de su alma. Por esto, le enriqueció el Señor con todo el lujo de sus gracias, y cuanto más el angélico maestro se humillaba y escondía, tanto el cielo le buscaba con más amor para llenarle de su luz y tesoros. Y ¡qué hermoso aparece Santo Tomás de Aquino rodeado de esa aureola de humildad y de profundísima modestia, y que repugnantes y ridículos se nos ofrecen tantísimos necios como pululan por la sociedad moderna sin más recomendación ni fianza que su vanidad insoportable manifestada en todos sus pasos y meneos! Imitemos a Santo Tomás si queremos ser verdaderamente ángeles en la tierra, ya que sólo a los ángeles se les concede la entrada en el paraíso.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Cuarto Día
El Don de la Sabiduría

Es la sabiduría uno de los dones del Espíritu Santo con el que la inteligencia bañada de celestiales luces, acierta a contemplar las cosas altísimas de las cuestiones y una vez vistos esos motivos supremos, desciende a juzgar y discurrir sobre los demás objetos subordinados a la razón potísima y soberana de la que son como destellos y efluvios. Esas causas elevadísimas que son el fin de la sabiduría, pueden considerarse en absoluto y en determinados órdenes de géneros. El que llegue a conocer la razón suprema que es la piedra clave de un orden de cosas, conseguirá indudablemente la ciencia de todos los demás objetos subordinados a ese principio luminoso ordenando todas las cosas inferiores con relación a su causa general, como en la arquitectura o en la medicina, por lo cual decía San Pablo: A semejanza de un sabio arquitecto, he puesto el fundamento. Y aquel que llega a conocer la casa altísima absoluta y universal que es Dios, será sabio por entero y de verdad, puesto que se dirige y gobierna en todas sus acciones con dependencia y subordinación a las reglas divinas que son el modelo de toda la ciencia y de todo orden. Este hermosísimo conocimiento, lo adquiere el hombre por una influencia misterios del Espíritu Santo, según la sentencia del Apóstol: Él es Espíritu Santo es el que juzga y enseña toda verdad; y así se ve que la sabiduría es uno de los dones con el que el Espíritu de amor enriquece a sus escogidos. Ninguna preparación mejor que la humildad para recibir esa luz y esa ciencia inefable del cielo. Claro es que este don soberano de la sabiduría, aunque fundamentalmente radica en la caridad que es el alma de todas las virtudes, esencialmente tiene su desarrollo en el entendimiento, ya que siendo propio de la sabiduría el orden y el juicio de las cosas con relación a las causas, a ninguna otra facultad más que al entendimiento pertenece el ejercitar ese don de la sabiduría y a que es la inteligencia la que ordena y juzga de los objetos en armonía con sus fines y causas.

EJEMPLO

Fue Santo Tomás el nuevo Salomón de la Iglesia por la portentosa sabiduría con que el cielo le enriqueció. Y así como del antiguo Salomón dice la sagrada Escritura que lo supo todo, desde el cedro de los montes hasta el musgo y el hisopo de las paredes, así puede afirmarse de Tomás de Aquino que nada se escapó a su soberana inteligencia, desde la teología hasta las ciencias físicas y desde la Sagrada Escritura hasta la política y la lingüística. ”Nadie puede subir más alto que el Ángel de las Escuelas”, ha dicho León XIII y su mirada de águila fijando su pupila en el Sol infinito, descubrió inescrutables secretos y abarcó desde las alturas de su ciencia el panorama del universo juntándose en la inteligencia sin segundo de Tomás el cielo con la tierra, lo infinito con lo ilimitado, Dios con las criaturas. Todo este cúmulo prodigioso de conocimientos lo adquirió el angélico Maestro, no ya sólo con el estudio incesante de los libros, sino con la oración jamás interrumpida donde el Señor le descubría los arcanos más admirables y el Espíritu Santo le comunicaba a torrentes las luces más inefables con que se iluminan y esclarecen todas las páginas de las inmortales Obras de Tomás.

Por eso el Santo Doctor fue verdaderamente sabio, porque fue humilde y acudió a Dios en demanda de su gracia y de sus santos auxilios; y por eso hay tantos en nuestros días que con capa o apariencias de eruditos, no son más que unos perfectos ignorantes, porque arañando y desflorando cien cuestiones, jamás logran apoderarse del principio soberano de la ciencia que no consiste en una manigua de detalles y cabos sueltos; y porque llenos de vanidad y de orgullo, no acuden al cielo de donde sólo puede venir la luz que ha de disipar las nieblas y sombras de nuestro entendimiento.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).



Quinto Día
Objetivo Vastísimo de la Sabiduría

No es la sabiduría una mera virtud técnica que cifra todos sus encantos en la contemplación delas maravillas de Dios y en la simple especulación de los altísimos principios de las cosas, sino que, como dice el Apóstol, extiende su influencia a los actos de la vida regularizando los movimientos y disponiendo los fines de las causas secundarias. Por eso, al distinguir el P. San Agustín en la humana inteligencia dos facultades, una que llama razón superior y otra que llama razón inferior, añade que la primera al contemplar a Dios y sus grandezas, hace aplicación a los actos humanos acomodándolos a las leyes divinas que son base de todas las armonías. Y por lo mismo que el don de la sabiduría es tan excelente y soberano, tiene virtud y eficacia para ejercer su acción en inmensa esfera uniendo al alma con Dios a quien mira como Causa universalísima y perfecta, y moderando a la par todas las operaciones con que esa misma alma hade demostrar su actividad en la vida: y así viene a verificarse que Dios como principio soberano y necesario, es regla y medida de los actos humanos que son contingentes y mudables, resultando de esta celestial influencia, no una mengua de la libertad y una torpeza en las acciones humanas, sino más bien el esplendor augusto de esa libertad y una dulcedumbre inefable junto con un descanso y una placidez soberana con el que el alma todo lo hace en brazos de la santa Providencia. Esta paz y bienaventuranza que produce la sabiduría, no pueden conchabarse ni tener cabida en un alma pecadora y entregada a los vicios, pues que ya dice el mismo Dios, que en el alma prevaricadora no puede entrar la sabiduría, ni hará su habitación en un cuerpo que está sometido al pecado. La razón de esto es obvia y facilísima, puesto que el recto juicio que la sabiduría nos inspira, bien sobre las cosas y verdades de Dios, bien sobre los demás objetos regulados por la contemplación divina, no puede hacerse sino mediante cierta unión del alma con Dios lo cual sólo se consigue con la caridad que no se halla en un corazón dominado por culpa grave. Por eso la sabiduría legítima y verdadera es la herencia de los buenos y sólo en sus almas puede sentirse su bendita influencia cumpliéndose así aquello de Salomón, que el temor de Dios y la guarda de sus leyes, son el principio de toda sabiduría.

EJEMPLO

Desde que Santo Tomás siendo niño de cinco años disputaba con los monjes de Monte Casino preguntándoles sobre la existencia y los atributos de Dios, hasta que condecorado por las Universidades más celebres del mundo, explicaba como maestro soberano las cuestiones más abstrusas de la razón y de la fe, la sabiduría en su más hermoso sentido fue la compañera inseparable de su vida y el norte luminoso de todas sus operaciones. A semejanza del Divino Maestro, crecía el Santo Doctor en sabiduría y en edad en presencia de Dios y de los hombres y no hubo ocasión o circunstancia en que ese espíritu de entendimiento y ese don de sabiduría no apareciesen con purísimos destellos de amor y de caridad. Cada artículo de la milagrosa Suma, cada punto de sus variadísimas cuestiones, cada pensamiento de sus fecundas enseñanzas, cada argumento de sus poderosas razones, son otros tantos reverberos de celestial sabiduría, indicios peregrinos de la virtud hercúlea de la mente angelical de Tomás. El mismo insigne Doctor afirmaba que cuanto sabía, era regalo del cielo y que más aprendió a los pies del Crucifijo que revolviendo las obras de los sabios. Y como el cielo veía tan maravillosamente dispuesta el alma de Santo Tomás para recibir la lluvia abundantísima de la ciencia, caía esta sobre las facultades angélicas trocada en roció de plata y de perlas con que se enriquecían como por encanto divino todas las potencias de Santo Tomás. ¡Oh si todos los verdaderos amantes de la sabiduría, los filósofos legítimos imitasen al Rey de la ciencia cristiana en disponer su alma para la contemplación serena de la luz y para el sentimiento inspirado en caridad!... Menos aparatosa sería entonces la ciencia y más sólidos sus principios; habría más sabios y menos charlatanes y abundaría algo más el sentido común y la honradez ganando el campo a la desvergüenza y a la más absurda arbitrariedad que vemos en los reglamentos con que se pretende regenerar la ciencia y levantar á hermoso pedestal la tan cacareada y mal entendida sabiduría.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Sexto Día
Excelencia de la Sabiduría

Siendo este don del Espíritu Santo una virtud tan hermosa y excelente, no puede hallarse, como se ha dicho en el día anterior, con la mancha y el defecto de la culpa: mas donde la gracia tiene su asiento, allí vive la sabiduría, ya que Dios no ama sino a los que se hallan adornados con la sabiduría, y el amor de Dios supone al alma en gracia y causa, mejor dicho, esa misma gracia y amistad divina. Se ha dicho, además, que la sabiduría implica un recto juicio acerca de los misterios divinos y delas demás verdades sometidas a la primera Causa; y claro es que para este conocimiento y esta aplicación de las cosas a Dios, es necesaria la gracia según lo afirma San Juan diciendo: La Unción, o sea la gracia, os enseñará todas las cosas. A veces la sabiduría se extiende, no ya sólo al orden particular del individuo y de sus operaciones a Dios, sino que llega en su influencia a conquistar las almas del prójimo para el cielo y en este sentido, también la sabiduría supone la gracia y es un don singularísimo de Dios. De esta sabiduría hermosísima residiendo en el corazón, síguese en el alma una paz abundosa que, como dice San Agustín, modera toda rebelión de los apetitos y somete las pasiones al imperio de la inteligencia. Y precisamente en ese orden de todos los actos del individuo, consiste la sabiduría y de ese orden se sigue la paz que no es más que la tranquilidad del orden, como dice el mismo San Agustín. El premio de esa paz, es el título de hijos de Dios con que se honra a los verdaderamente pacíficos, y como esta participación de hijos de Dios la reciben los justos del Verbo que es la Sabiduría del Padre, despréndese que mediante el don de la sabiduría llega el hombre a merecer el glorioso dictado de hijo de Dios ¡Tan grande y excelente es su mérito! Junto con la sabiduría ya ayudándola a sublimar al alma, está el temor de Dios que, removiéndolos obstáculos en el cumplimiento de la ley, es el principio de la sabiduría, la paz que con la posesión de Dios como causa altísima de toda verdad, es el fin y el descanso de la sabiduría, la modestia que apartando al alma de la corrupción, la hace amable en la sociedad, el consejo para que el verdadero sabio, no fiándose de sus propias luces, acuda a los demás siguiendo sus indicaciones prudentes, la misericordia para que viendo los defectos del prójimo, los socorra con dulzura, y, por fin, la caridad, para que al juzgar de las acciones de los otros, no se deje guiar por el odio y la maledicencia. De este modo en el recto juicio de la sabiduría influyen en las demás virtudes contribuyendo a dar mayor realce y brillo a ese don milagroso admirable.

EJEMPLO

Pocas veces habrá brillado la sabiduría tan pura y radiosa como en la frente de Santo Tomás. Y no paraba solamente en luz que enamoraba con sus rayos a cuantos le veían, sino que trocada en fuego de caridad atraía para Dios a los que de cerca se ilustraban con los esplendores de aquel Sol. Nadie habló a Santo Tomás que no quedase dulcemente ligado con cadenas de amor divino, nadie le vio que no bendijese al cielo, nadie le oyó en sus luminosas explicaciones de Maestro que no creyese ver al dedo de Dios encendiendo en su inteligencia la hermosa llama del genio. Con la sabiduría salomónica del Santo Doctor, concurrieron en maravillosa exposición todas las demás virtudes haciéndole escrupuloso observante de la ley de Dios y de los consejos evangélicos expresados en las Constituciones de su Orden, modesto y recatado levantándose su alma sobre todas las cosas terrenas y abismándose repetidas veces en éxtasis de caridad inefable, amigo del consejo y del parecer ajeno sin fiarse nunca de sus portentosos talentos sino sujetándose de continuo al parecer de los demás sobre todo de los superiores convencido de que como vulgarmente se dice más ven cuatro ojos que dos, misericordioso y compasivo con las desgracias del prójimo ejercitándose en estas obras de compasión desde la aurora de su inocente vida, y lleno de caridad para con Dios a quien amaba como al centro único de su alma y cuya gloria buscaba en todos sus trabajos y en las hazañosas obras con que asombró a la historia. Si nosotros fuésemos sabios al estilo de Santo Tomás, también descendería sobre nuestras almas el espíritu de Dios y de su sabiduría, sino en tanta copia y abundancia como en el Ángel de las Escuelas, sí lo bastante para que nuestro progreso se encaminase hacia el cielo y para que nuestras obras tuviesen algo más de patrióticas y de cultas que lo que hoy ofrecen a diario no pareciendo a veces sino que la sangre de alguna tribu salvaje corre por nuestras venas a inspira a nuestros sentimientos.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Séptimo Día
Naturaleza de la Virginidad

No hay entre las virtudes cristianas, una más hermosa y resplandeciente que la santa virginidad mediante la cual, como enseña San Agustín, se consagra y se ofrece al Señor por una continencia laudable la integridad de la carne. Así como una planta se dice que está verde y lozana, cuando la abundancia del calor no agosta ni marchita su savia, así se llama virgen a una persona dedicada de todo en todo a su Dios, se ve libre del calor de las pasiones y del fuego de la concupiscencia; por lo cual dice San Ambrosio que en la razón de la virginidad va envuelto el concepto de limpieza absoluta y el hallarse el alma libre de la corrupción de los sentidos, siendo de esencia de esta celestial virtud el que vaya acompañada de un propósito firme y perpetuo de abstenerse de la inmundicia de la sensualidad. Este propósito del alma inocente y pura, tiene por objetivo el poder dedicarse con más holgura a la meditación de Dios y de sus excelencias que no pueden ser comprendidas por un corazón engolfado en los deleites carnales o cuando menos no desprendido por completo de la carne y de sus apetitos. Por eso la virginidad es, como dice San Ambrosio, una virtud principal y más excelente que la misma castidad y que el pudor, ya que éstas miran a reprimir los actos ilícitos de la concupiscencia, y la virginidad remontándose con alas de nieve y de oro a más diáfanas y hermosas regiones, evita todo movimiento de la sensualidad y uniendo al alma con los ángeles, la desprende del lodo y dela corrupción de la tierra descubriendo horizontes llenos de luz, paraísos de purísimos deleites y de inefables sonrisas donde el Esposo gusta de morar entre lirios y azucenas. Así eleva al alma la virginidad y la reviste de fortaleza divina para resistir a los embates de las pasiones haciéndola hija predilecta del cielo y compañera de los ángeles.

EJEMPLO

Santo Tomás fue virgen purísimo toda su vida. Desde la lucha titánica sostenida en Roca-Seca donde conquistó como valiente soldado la hermosa palma de la victoria y el bendito cordón con que los ángeles ciñeron sus lomos castísimos, toda la vida del ínclito Doctor dominicano fue un continuo idilio de inocencia que a los mismos serafines encantó.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Octavo Día
Licitud de la Virginidad

Bastaría saber que es virtud y acto meritorio por ende, para comprenderse no sólo la licitud sino por lo menos la conveniencia de la virginidad.

Pero además, es de saber que en los actos humanos, puede hallarse algo de ilícito y vicioso cuando las potencias se oponen o no siguen el dictamen de la razón que es la reguladora de todas las operaciones ordenándolas a un fin preconcebido como bueno. Este fin bueno tiene tres aspectos, según se considera en los bienes exteriores, en los bienes del cuerpo, y en los bienes del alma prefiriéndose entre estos últimos los de la vida contemplativa a los de la vida activa, como lo dijo el Salvador: María ha escogido la mejor parte. De todos estos bienes, los de las cosas externas deben subordinarse a los del cuerpo, éstos a los del alma y los de la vida activa a la contemplativa guardándose este escalafón de lo más imperfecto a lo más elevado y perfecto. De donde se infiere que pueden lícitamente rehusarse las riquezas por el bienestar del cuerpo, y pueden también rechazarse las delectaciones corporales, aún las lícitas por la felicidad del alma y para que ésta con más desahogo se entregue a la contemplación dando de manos a los negocios de la vida o, al menos, subordinándolos al negocio principal y único necesario. Por lo cual dice el Apóstol, que la virgen piensa solo en Dios, procurando ser santa y pura en cuerpo y alma, pero la esposa piensa en el mundo procurando contentar al hombre. Ni se traiga como réplica el argumento repetido tantísimas veces de que la sociedad necesita conservarse y propagarse y para ello está el mandato expreso de Dios que ordenó a los primeros padres su crecimiento y multiplicación; porque si bien es cierto que la sociedad debe mirar a su propagación, y que Dios ordena lo mismo, no lo es menos que esa necesidad social y ese precepto deben ser atendidos por la muchedumbre y a ella se refiere, no siendo necesario el que cada individuo en especial cumpla esa ley y satisfaga ese precepto; antes al contrario, al bien de la sociedad y a la hermosura de la especie humana conviene en gran manera el que haya individuos entregados de lleno a la meditación de las cosas de Dios para que imploren más de cerca las gracias del cielo y aparezca más bella la armonía de la unidad dentro de la variedad del cuadro universal, como en un ejército hay quienes luchan con las armas cuerpo a cuerpo con el enemigo y quienes dirigen y ordenan, y quienes llevan los entorchados y la bandera de la patria resultando más compacta la unidad de la fuerza en la variedad de los oficios.

EJEMPLO

Vivió Santo Tomás tan apartado de la carne y de sus instintos, que más que un hombre parecía un ángel ocupado sólo en Dios y en el acrecentamiento de su honra. Ni la prosapia de su linaje bastó para encandilarle el corazón, ni la delicadeza de su inocente cuerpo, fue parte para que mitigase el rigor con que siempre trató de mortificar y tener a raya sus pasiones y los apetitos todos de su carne. Con esta guarda de los sentidos y esa mortificación saludable de la parte inferior, el alma se vio siempre a cubierto de los asaltos de sus enemigos, estrellándose todo el empuje de éstos contra la roca inconmovible de su constancia y de la refrenación continuada de todas las facultades y pasiones. Todo estuvo en el Angélico sujeto por maravilloso arte al imperio de la razón y apartado de la sensualidad y concupiscencia, y sin sentir apenas el canto de sirena de sus ilusiones y el halago de sus instintos, su mente purísima y su corazón saturados de candor, vivieron sólo para Dios y para la ciencia que iluminaron de lleno sus potencias levantándolas a un grado inconcebible de esplendor y de heroísmo. ¡Ojalá que en los jóvenes estudiantes hallasen entrada franca, como en Santo Tomás, la virtud y la ciencia verdadera, sin que ocupasen la inteligencia y el corazón otras diversiones y pasatiempos fútiles cuando no pernicioso e inmorales que no cabe nombrar aquí!... Esta sería la única mejor manera de regenerar la juventud y los estudios, y todo lo demás por mucho alarde de planes y reglamentos será tiempo perdido y quizá perjudicial y retrógrado sobre todo si de lo que se trata no es de educar al joven y levantar a la ciencia, sino de fomentar ridículos desahogos y atacar determinadas personalidades o instituciones.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).


Noveno Día
Excelencias de la Virginidad

Indudablemente es la virginidad más hermosa y excelente que el estado matrimonial y una de las virtudes más gratas a los divinos ojos. El decir lo contrario, el afirmar que el matrimonio es en sí más perfecto que el estado célibe, fue el error de Joviniano tantas veces repetido y cacareado en tonos a veces satíricos y además de satíricos profanos e inmorales. De la excelencia de la virginidad, nos testifican, primero el divino Redentor que en su vida sobre la tierra para darnos ejemplo de virtud y perfección, quiso ser perfectamente virgen, y quiso que su Madre bendita fuese virgen purísima y sin defecto y quiso además que sus Apóstoles predicasen con encomiásticas palabras las excelencias de la virginidad; en segundo lugar, la razón nos dice que los bienes del alma y las dulzuras de la contemplación deben preferirse a los bienes del cuerpo y a sus deleites sensuales, encargándose la virginidad de levantar al alma del polvo dela corrupción y de las necesidades de la vida activa inherentes al estado matrimonial. Y aunque es verdad que se dan casos de personas perfectísimas en el matrimonio y de almas ruines y pequeñas en el estado celibatario, no depende esto de la santidad más eminente del primer estado, sino de la disposición de los individuos que en ocasiones sirven mejor a Dios entre los quehaceres y las distracciones del matrimonio, que otras almas acaso vírgenes por fuerza o por rutina o por miras acomodaticias. En sí mismos comparados el matrimonio y el estado virginal, ese videntemente más hermoso y perfecto el segundo en el cual, como dice San Ambrosio, el alma se ofrece y se consagra de lleno a Dios y se emplea con pureza de conciencia en la consideración del cielo olvidando a la tierra o posponiéndola casado menos a la patria bendita de promisión.

EJEMPLO

Estuvo el Doctor angélico tan prendado del estado religioso y tan enamorado de la virginidad que en él se observa, que no bastaron los fieros ataques promovidos por el mundo, demonio y carne para hacerle desistir de su empresa. Religioso y religioso vestido de blanquísimo hábito símbolo de inocencia y candor fue Santo Tomás de Aquino; y con haberse abrazado con la vida pobre, mortificada y oculta en Jesús, el aroma de su pureza sin mancha y el brillo de su ciencia celestial descubrieron sus tesoros y dieron nombre y fama sin segundo al Ángel de las Escuelas. Si el Santo Doctor hubiese cedido a los ruegos de su familia y hubiese caído imprudente en el lazo que el demonio y la carne hechos últimos de potencia, le tendieron con maña y astucia infernal, quizá el nombre del Salomón cristiano hubiera quedado oscurecido en las sombras de la vulgaridad o sería uno de tantos Condes o guerreros de la Edad Media donde la nobleza y la valentía fueron proverbiales y por lo mismo fueron relativamente pocos los que eternizaron su memoria en las generaciones. Pero Santo Tomás no se dejó seducir por los halagos ni por las amenazas, siguió la voz de Dios a pesar de los obstáculos más difíciles de vencer, fue virgen y religioso, y Dios en premio de la inocencia y del heroismo de Tomás, se encargó de glorificar su memoria y el nombre de gigantesco fraile dominico no tiene apenas rival en los anales del mundo y en los archivos de las bibliotecas. Así honra el cielo a sus Santos, y así honraría a multitud de jóvenes si en vez de seguir incautos y atolondrados o aviesos y con perfidia, la voz de las pasiones y los instintos de la concupiscencia, obedeciesen a Dios y siguiesen sus preceptos, no ya abandonando el mundo é ingresando en un monasterio, que no es de todos esta gracia ni a todos se concede la fuerza de voluntad necesaria, pero sí a lo menos, guardando con solicitud filial la ley santa del Señor y atendiendo a la prudencia de la razón más bien que a la arbitrariedad de los sentidos.

(Ahora pídase la gracia especial que se quiera conseguir y luego rézense tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias en reverencia de la humildad, sabiduría y pureza angelical de Santo Tomás de Aquino.
Luego concluir con la Antífona y la Oración final).

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