LA FE HASTA EL EXTREMO
"Te ofreceré un sacrifico de alabanza, invocando tu nombre. Señor". Ofrecer al Señor un sacrifico de alabanza, es un buen propósito que podríamos hacer este segundo domingo de cuaresma. La súplica del salmao que hemos citado lleva a recordar la invitación de San Pablo en su carta a los romanos(12,1), donde invita a ofrecer nuestros cuerpos como Hostia viva, santa y agradable, pues ése es el culto razonable.
En una palabra, el culto razonable, auténtico, grato a Dios, supone el esfuerzo decidido de escuchar a Jesús. Si la gloria de Dios es que el hombre viva, no hay que olvidar que la vida del hombre es la visitón de Dios y a ver a Dios sólo se llega si tiene el corazón limpio, como Jesús enseñó cuando pronunció las bienaventuranzas. Ese limpio corazón, el corazón purificado, sólo se adquiere en el trato constante con Jesucristo, nuestro Señor. Y el trato auténtico con Nuestro Señor se da cuando escuchamos, cuando tomamos conciencia de que Él es el Hijo amado del Padre, el único capaz de hacer vibrar las fibras más íntimas del ser y por eso quien le experimenta puede decir como Pedro: "!Que bien se está aquí"!
Es muy probable que en nuestra vida, en más de una ocasión hayamos vivido una fuerte experiencia espiritual, hayamos saboreado el gozo de estar ante y con Jesús, el Señor Resucitado. Pero la vida cristiana no está hecha sólo de experiencias de gozo espiritual. Jesús bajó de la montaña con los discípulos, pues éstos tendrían que aprender que para vivir la Transfiguración definitiva es preciso el combate diario, es necesario escuchar al Hijo, aprender de Él, pasar por la pasión y la cruz. La cuaresma es invitación a un seguimiento del Señor cada vez más comprometido y maduro. Es invitación a contemplar al Señor escuchando su voz y aprendiendo de Él.
Pbro. Pedro Hidalgo Díaz.
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