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Vivir el Adviento |
Vivir el Adviento no es tan fácil. Para muchos
apenas adquiere relevancia, ni la palabra en sí y mucho
menos su contenido.
Apenas una suma pequeña de domingos que nos
conduce a la Navidad.
Es necesario reivindicar el sentido pleno del
Adviento como actitud cristiana fundamental: esperar a Dios y esperarlo
en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real,
a nosotros, al mundo. El Adviento es ese tiempo concreto
que rompe nuestra inconcreción y nuestra monotonìa para ponernos en
camino de conversión, para centrar nuestra vida no en una
irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se
acerca a la vida de los hombres como nuestro Salvador.
Cada
día esperábamos, a veces hasta acomodados en un sueño profundo;
oíamos voces, ecos; alguien que viene, que vendrá...
También nos habíamos
cansado de esperar... casi siempre todos los días eran lo
mismo, subía el egoísmo de los hombres y el panorama
era un puro desierto de soledad. Cada día era una
continua espera desde los solitarios valores de los hombres. Parecía
que el cielo estaba más lejos de nosotros. Nuestra espera
se había convertido en una actitud inútil. Aunque las fiestas
de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización
viva, pues lo que ha ocurrido una vez en la
historia, debe volver a ocurrir una y otra vez en
la vida de los creyentes. Cada uno de nosotros debe
vivir la expectación, la llegada del Señor desde su propia
realización y su propia lucha para obtener con ello la
Salvación. ¿Qué es eso de esperar a Alguien que viene
de otra parte? ¿Qué hay más importante que encontrar en
mi vida al Amigo? Un amigo es algo grande y
precioso. Pero, ¿me lo puedo hacer yo mismo? Ciertamente, no.
Puedo estar vigilante y receptivo, para notar cuando se me
acerca una persona que puede ser importante para mí; pero
tiene que venir. Venir, desde ese ámbito, inabarcable con la
vista, que es la vida humana. En cualquier ocasión nos
encontramos, entramos en conversación, y entonces se desarrolla esa cosa
fecunda y hermosa que se llama amistad... Alguien que viene
a nosotros desde la amplitud de los cielos, desde la
inmensidad... hemos extendido las manos, hemos abierto las puertas... Alguien
ha penetrado profundamente en nuestra vida.
Nuestra salvación descansa en una
venida. Aquel que viene, no lo han podido inventar ni
producir los hombres mismos; ha venido a ellos desde el
misterio de la libertad de Dios. ¡Cuántas veces lo han
intentado! En todos los pueblos y en todas las épocas
surgen las figuras de salvadores y redentores que apenas pueden
modificar la realidad humana. Por haber nacido del mundo, no
pudieron llevar el mundo a la libertad; y por estar
hechos de la materia de su tiempo desaparecieron.
El auténtico Redentor,
Aquél a quien esperamos, ha procedido de la libertad de
Dios: ha surgido en una pequeña nación, en una época
que nadie podría demostrar que era la apropiada y en
figura ante la cual nos invade el asombro: ¿por qué
precisamente ésta? La decisión de la fe consiste en buena
medida en prescindir de qué es lo correcto y apropiado,
y recibir al que proviene de la libertad de Dios:
"Bendito el que viene en el nombre del Señor".
Este es
el comienzo de la Buena Nueva, de la Buena Noticia.
Estamos
ya en el camino de la esperanza.
Esto nos dice el
Adviento. Todos los años nos exhorta a considerar el prodigio
de esta Venida. Pero nos recuerda también que su sentido
sólo puede adquirir su plenitud si el Redentor no viene
sólo para la humanidad en su conjunto, sino para cada
uno de nosotros en particular: en sus alegrías y miserias,
en sus convicciones, perplejidades y tentaciones, en todo lo que
constituye su ser y su vida. Descubrir desde lo hondo
de nuestras conciencias que Cristo es mi Redentor y viene
a mi vida, es ponerse en el camino de Adviento.
El auténtico Adviento procede del interior. Del interior del corazón
creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del
amor de Dios. Debemos preparar el camino a su Amor
y descubrir formas nuevas que nos pongan en disposición de
recibir "al Salvador de Dios". De nuevo volverá a tener
vigencia y sentido este bello deseo y oración: "Ven, Señor
Jesús".
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