domingo, 16 de febrero de 2025

IMÁGENES DE SAN JOSÉ MARELLLO

 

























UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA DEL MES DE MARZO, MES DE SAN JOSÉ



Una reflexión para cada día del mes de marzo, mes de San José

La Iglesia dedica el mes de marzo a San José. A continuación, podrán leer una reflexión para cada día de dicho mes.



Día 1º- Padre de Jesús. Escogido por el Eterno Padre, con amor previsor, para ser un padre para Jesús, tú, oh san José, has sido uno de los principales interlocutores en el plan de la salvación, según las promesas de Dios a su pueblo.

Ayúdame, san José, a leer hoy, el proyecto de Dios sobre mi vida, conforme a su plan de salvación.


Día 2º- Hombre de los proyectos divinos. Durante tu vida, tú, san José, no te has preocupado por hacer cosas grandes, sino por cumplir bien la voluntad de Dios, inclusive en las cosas más sencillas y humildes, con mucho empeño y amor.

Enséñame, san José, la prontitud en buscar y realizar la voluntad de Dios.


Día 3º- Esposo de la Madre de Dios. Después de la perturbación inicial, oh san José, tu ‘sí’ a la voluntad de Dios fue claro y preciso, aceptando a María como tu esposa. Fue por tu ‘sí’ que Jesús formó parte, a pleno derecho, de la estirpe de David ante la ley y ante la sociedad.

Te confiamos, oh san José, a todos los padres, para que, siguiendo tu ejemplo, acepten en los hijos el don inestimable de la vida humana.


Día 4º- Hombre del silencio. Junto a Jesús y a María, san José, fuiste hombre del silencio. Tu casa fue un templo. ¡Un templo donde lo primero fue el amor!

Enséñame, oh san José, a dominar mi locuacidad y a cultivar el espíritu de recogimiento.


Día 5º- Hombre de fe. Aún más que Abraham, a ti, san José, te tocó creer en lo que es humanamente impensable: la maternidad de una virgen, la encarnación del Hijo de Dios.

Fortalece, oh san José, a quien se desanima y abre los corazones para confiar en la Providencia de Dios.


Día 6º- Hombre de la esperanza. Oh San José, tú has vivido en una actitud de serena esperanza ante la persona de Jesús, de quien, durante tu vida, jamás pudiste vislumbrar algo que revelara su divinidad.

Aumenta, san José, mi capacidad de esperanza, alimentando el aceite para mis lámparas de espera.


Día 7º- Hombre del amor a Dios. Oh san José, tú diste pruebas de entrega plena y total a tus seres queridos, Jesús y María, y con ello dabas gloria a Dios.

Enséñame, oh san José, a amar a Dios con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas, y al prójimo como a mí mismo.


Día 8º- Hombre de la acogida. Oh san José, tu trabajo te llevaba a relacionarte a menudo con la gente, y en ello diste pruebas de atenta cortesía y de calurosa acogida.

Oh san José, ¡que yo sepa descubrir aquellos gestos que me hacen imagen viva de la disponibilidad con que Dios nos recibe tal como somos!


Día 9º- Hombre del discernimiento. No te fue tan fácil, oh san José, discernir entre las circunstancias de la vida lo que Dios quería de ti para tu misión y tu familia.

Ayúdame, oh san José, a intuir entre los acontecimientos del día el paso de Dios por mi vida.


Día 10º- Hombre de la docilidad. ¡Qué hermosa fue tu docilidad, oh querido santo, en actitud de constante atención a la Sagrada Escritura y a la voluntad de Dios!

    Aleja de mí, oh san José, la presunción, el apego tonto a mis opiniones, la obstinación de seguir sólo mis ideas.


Día 11º- Hombre de la entrega. Tú, oh san José, no perdías tiempo en cosas vanas e inútiles y no obrabas con disgusto o mala gana.

Ayúdame, oh san José, a no ser flojo en mis responsabilidades, sino a dedicarme a mis quehaceres con la máxima entrega.


Día 12º- Hombre de la sencillez. Ser persona sencilla como tú, oh san José, no es sólo una dimensión del carácter, sino una virtud adquirida con el esfuerzo diario de hacerse disponible a los demás.

Ayúdame, oh san José, a no ser persona complicada, retorcida, e inaccesible, sino amable, sencilla y transparente.


Día 13º- Hombre de la confianza. Tu seguridad, oh san José, se cimentaba en la atención y adhesión constante a la voluntad de Dios, tal como iba manifestándose día tras día.

Haz, oh san José, que yo tenga la seguridad de quien confía en Dios, sabiendo que en cualquier situación, aunque adversa, estoy en sus manos.


Día 14º- Hombre de la paz. Tú, oh san José, como padre has educado a Jesús adolescente hacia aquellos valores que luego Él predicó, proclamando felices a “los que trabajan por la paz”.

Oh san José, ayúdame a promover la paz en mi propia familia y en el ambiente donde vivo y trabajo.


Día 15º- Ejemplo de humildad. ¡Cómo te sentías pequeño a tus ojos, oh san José! ¡Cómo amabas tu pequeñez! Siempre en la sombra, mantuviste tu vida bien escondida para responder al proyecto de Dios.

Ayúdame, oh san José, a huir de la vanagloria. Haz que encuentre gusto en la humildad y en relativizar mis intereses personales.


Día 16º- Ejemplo de fortaleza. Sin duda, oh san José, tu fortaleza, como jefe de familia, fue fundamental en los momentos cruciales que los Evangelios nos dejan entrever. Pero seguramente se consolidó luego en el trabajo de cada día.

Ayúdame, oh san José, a no desfallecer frente a las tentaciones, fatigas y sufrimientos.


Día 17º- Ejemplo de obediencia. Fue admirable tu obediencia en lo poco que los Evangelios nos revelan. Obedecer, casi a ciegas, a lo que las circunstancias iban indicándote como querer de Dios.

Aleja de mí, oh san José, todas las excusas que mi egoísmo y flojera me presionan para no cumplir la voluntad de Dios.


Día 18º- Ejemplo de justicia. El evangelio te definió hombre justo, querido san José. Lo cual para nosotros ahora significa ser persona que actúa para con Dios y los hombres con rectitud y honestidad.

Alcánzame, oh san José, la ayuda para mantener actitudes sanas en mis relaciones con Dios y los hombres.


Día 19º- Ejemplo de prudencia. Tu prudencia, querido santo, se manifestó en la correcta valoración de las circunstancias para tomar en tu vida aquellas decisiones que mejor favorecían a tu propia familia.

Haz, oh san José, que yo no tome decisiones importantes sin antes valorar bien a quienes realmente puedan afectar.


Día 20º- Ejemplo de pobreza. La vida pobre y escondida en Nazaret, a lado de tus seres queridos, te llevó, querido santo, a ser un trabajador responsable y activo, sin escatimar sacrificio alguno.

Obtenme, oh san José, la gracia del espíritu de pobreza, siendo responsable en mis quehaceres.


Día 21º- Ejemplo de gratitud. Nadie después de tu esposa, querido san José, recibió, de la bondad de Dios, tanto como tú. Y después de María, nadie cultivó tanto un corazón agradecido por los dones recibidos.

Haz, oh san José, que yo sea consciente de los dones que Dios me otorga cada día.


Día 22º- Ejemplo para los obreros. Como cada uno de nosotros, también tú, oh san José, sentiste la fatiga y el cansancio del trabajo de cada día.

Ayúdame, oh san José, a valorar la dignidad de mi trabajo, sea cual sea, y a cumplirlo con entusiasmo y responsabilidad.


Día 23º- Ejemplo de la misión. Aunque con una vida escondida, tú, oh querido santo, has cumplido una misión específica, única e irrepetible en la historia.

Haz, oh san José, que yo pueda con la palabra y con el testimonio de vida, colaborar en la misión de la Iglesia para la construcción del reino de Dios.


Día 24º- Custodio de la virginidad. Como esposo de la Madre de Dios cuidaste con amor casto su virginidad respondiendo así al proyecto de Dios.

Haz, oh san José, que yo viva con responsabilidad mi vocación específica, educando y fomentando mi capacidad de amar.


Día 25º- Consuelo de los que sufren. Oh san José, tu vida no estuvo exenta de la sombra del dolor, que has asumido con mucha serenidad y paz del corazón.

Ayúdame, oh san José, a darme cuenta de que una vida de amor no puede estar exenta de la sombra del sufrimiento para que encuentre el camino hacia la verdadera felicidad.


Día 26º- Esperanza de los afligidos. En tu vida, oh san José, no todo fue claro y fácil de comprender. Sin embargo, supiste ubicarte siempre con la seguridad que te daba la esperanza de estar en las manos de Dios.

Te ruego, oh san José, de consolar hoy a todos los que están afligidos por cualquier causa. Llena sus días de personas amigas y desinteresadas.


Día 27º- Patrono de los moribundos. Tú, oh san José, tuviste la suerte de morir asistido por Jesús y tu esposa María. ¡Nadie podría desear algo mejor en el momento más decisivo de su vida!

Asísteme, oh querido santo, en el momento de mi muerte.


Día 28º- Amparo de las familias. Oh san José, la Escritura afirma que a lado tuyo y de María, Jesús “crecía en edad, sabiduría y gracia”.

Te ruego, oh san José, por los niños y los jóvenes para que encuentren en su familia y en la comunidad el ambiente ideal para crecer sanos y felices.


Día 29º- Modelo de vida doméstica. Oh san José, en la Familia de Nazaret asumiste plenamente tu responsabilidad, con espíritu de colaboración y de humildad.

Haz, oh san José, que los padres sepan unir todas las potencialidades del amor humano con una buena vida cristiana.


Día 30º- Terror de los demonios. Oh san José, fortificado por la Palabra de la Escritura, has podido vencer las tentaciones siempre.

Libera, oh san José, mi corazón y mi mente de toda tentación, para que sea un buen cristiano y un honrado ciudadano.


Día 31º- Patrono de la Iglesia Universal. Oh san José, por la misión que te fue confiada, asistes a la Iglesia de Cristo, haciendo que camine siempre en la verdad y en el amor, para ser luz del mundo.

Guía, querido santo, a la Iglesia de Cristo en el camino de la santidad, para que sea siempre más eficaz y alegre anunciadora del Evangelio.





LAS BIENAVENTURANZAS DESCRIBEN LA MISERICORDIA DE JESUCRISTO - MEDITACIÓN



Las bienaventuranzas describen la misericordia de Jesucristo

Son promesas paradójicas que iluminan las acciones y sostienen la esperanza en las dificultades

Por: Georges Chevrot



El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “las bienaventuranzas” están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de los cielos.

Así, las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las dificultades; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos. (cfr. 1716-1717).



Las bienaventuranzas (Mt 5,3-12)

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.



 

1ª Bienaventuranza: “ Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los cielos”

El campo de las Bienaventuranzas empieza donde acaba el Decálogo. Jesús nos invita a un desasimiento efectivo. Pide a los menos favorecidos que cierren resueltamente su corazón a toda codicia. Ordena a los privilegiados que se desprendan de lo superfluo en beneficio de quienes no tienen bastante y les invita a superar esta medida obligatoria, pues un cristiano no practica la virtud de caridad por el mero hecho de socorrer a los demás: tan solo empieza a amar a sus hermanos en el momento en que se priva él mismo de algo en su favor. Claro que no cabe hablar de desinterés, sino únicamente de honradez y de justicia, cuando la probidad y el respeto de los derechos ajenos provoquen más de una vez un notable empobrecimiento.

¿Cuándo Jesucristo fue honrado y justo? ¿Con quién?...con la pecadora pública, con el buen ladrón, pagó los impuestos como un ciudadano…



 

2ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra”

La palabra griega que traducimos por “mansedumbre” se aplica a los poseedores de diversas cualidades, que van desde la mansedumbre al aguante. En todo caso “los mansos” no son los blandos ni los amorfos. La mansedumbre evangélica implica firmeza de carácter: “No se turbe vuestro corazón”, dirá Jesús ( Io., XIV, 1, 27), y añadirá en otra ocasión: “Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas” ( Lc. XXI; 19). No se trata de un determinado temperamento, de una disposición natural hecha de indiferencia y apatía, como tampoco de costumbre de capitular ante los razonamientos o las pretensiones ajenas para evitar incidentes. La mansedumbre es una virtud y, por tanto, un acto de fortaleza. No nos equivoquemos sobre su exterioridad tranquila y a veces sonriente, pues no se adquiere más que por severidad para consigo mismo.

¿Cuándo Jesucristo vivió la mansedumbre? ¿Con quién?...con los pecadores, con los fariseos hipócritas, durante la Pasión….


3ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”

A quien confía en Dios, hasta los malos días le traen su pequeña alegría: la energía sonriente en la adversidad o, al menos, la canción que acompasa el trabajo, el ímpetu interior que resiste al peligro y al duelo, o sencillamente la poesía que transfigura las miserables pequeñeces cotidianas, Los hombres se entristecen porque no comprenden o porque no aceptan. Pero el cristiano se abandona al Padre que sabe y que decide, al Dios que distribuye los días de sol o de escarcha, al delicado Artista que ha imaginado las espinas para proteger a las rosas; sí, sin duda alguna: pero aún se abandona más al “Dios que se hizo hombre para que el hombre llegase a ser Dios”. Y con esta frase San Agustín os revelo “el gigantesco secreto” de la alegría cristiana.

¿Cuándo Jesucristo manifestó alegría? ¿Con quién?....con los niños “dejad que se acerquen a mi”, con la gente sencilla, con sus amigos, descansando…





4ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos”

La santidad se caracteriza, en suma, por la unión con Jesucristo. Unión de vida, de gracia, de gloria, que es obra exclusiva de Dios. Unión de pensamiento, de abalanza, de amor, de obediencia, que es la abalanza, de amor, de obediencia, que es la parte que en ella nos corresponde. El hambre de santidad es, pues, un tormento irresistible de no ser más que uno solo con Él, un deseo siempre constantemente renaciente de conformar nuestros pensamientos con los suyos, de identificar nuestra voluntad con la suya, lo cual implica una resolución contantemente reanudada de parecernos a Él en nuestras acciones. Esta hambre jamás acallada, Cristo también lo calma y la mantiene a la vez por su gracia, hasta que lo sacia definitivamente en la unión eterna del cielo.

¿Cuándo Jesucristo acudía a su Padre? ¿Con quién?... antes de tomar decisiones, ante las dificultades, con sus amigos y enseñándonos a rezar el Padre nuestro…




5ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”

Finalmente la misericordia es un acto de justicia para con nosotros mismos. “No quiero pensar más en ello – decís - : pero no le perdono”. De todos modos seguiréis pensando en ello. Os encerraréis en una frialdad calculada, llegaréis a ser habitualmente desconfiados y amargos, ahogaréis en vosotros mismos toda bondad. Solo se olvida cuando se perdona. Triunfad de la ofensa negándoos a teneros por ofendido: esa es la manera de Dios, la que destruye el mal. Perdonar es un poder divino.

¿Cuándo Jesucristo perdona? ¿A quién?... siempre y con todos.



 

6ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”

El cristiano puramente cristiano – limpio de corazón – es el que obra como cristiano en cualquier circunstancia. Es fiel a su palabra; llega hasta el límite de sus convicciones, sin dejarse trabar por ningún compromiso. Sus actitudes, sus decisiones, sus gestiones lo señalan, lo “caracterizan” como cristiano.

Esta misma integridad de carácter debe encontrarse en todos los discípulos de Cristo. Choca con lo que hoy se llama conformismo, para calificar así la costumbre de regular la propia conducta sobre las ideas o los ejemplos de la mayoría. Este defecto ha existido siempre, solo que es más sensible en nuestra época, que ha desarrollado un espíritu de rebañego simultáneamente con los medios de publicidad. En nuestros días se difunden las opiniones y se imponen las costumbres del mismo modo que un producto alimenticio o una marca de jabón. Todo se fabrica ahora en serie. No es solo que todos los habitantes del planeta tiendan a componerse la misma silueta con un vestido de idéntico corte, sino que la uniformidad es también de rigor en el campo del pensamiento.

¿Cuándo Jesucristo actúa sin doblez ni engaño? ¿Con quién?... con sus Apóstoles, amigos y enemigos…




7ª Bienaventuranza “ Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios”

Las Bienaventuranzas anteriores no han puesto en la mano la espada para que cortásemos en lo vivo de las pasiones humanas. Si nos hemos liberado de las trabas del dinero y del orgullo, endurecido en el sufrimiento y arrancado de la mediocridad, de la dureza y de la duplicidad, entonces la paz de Cristo puede desarrollarse ya en nosotros e irradiar a nuestro alrededor.

A ser posible, y cuanto de vosotros depende, tened paz con todos (Rom., XII, 18). Cuando San Pablo exhorta a los fieles de Roma a que se muestren pacíficos, no les promete que sus manifestaciones amistosas hayan de ser siempre pagadas con la reciprocidad. “A ser posible, y cuanto de vosotros depende”. Para vivir en paz con el prójimo hace falta que sean dos quienes lo deseen. Y eso es que el Apóstol no tiene presente más que las relaciones ordinarias de su vida . ¿Qué será cuando se trate de mantener la paz pública, sea de los diferentes pueblos de la tierra? Sin embargo, los temores, las mismas posibilidades de un fracaso, no dispensan a los cristianos de intentarlo todo, de atreverse a todo para hacer reinar la paz en el mundo; pues solo bajo esta condición merecerán ser llamados hijos de Dios.

¿Cuándo Jesucristo transmite la paz? ¿Con quién?... Dialogando incluso con sus enemigos, ante las discusiones de sus Apóstoles, en los momentos de tensión y de sufrimiento…




8ª Bienaventuranza "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el Reino de los cielos”

Jesús interroga a su auditorio: “¿Estáis decididos a luchar por los derechos de Dios y por los derechos de vuestros hermanos, a oponernos al mal bajo todas sus formas?” Porque para extender el reinado de Dios le hacían falta unos discípulos valerosos. Los que vinieran tras Él no debían contentarse con enseñar y con practicar la “justicia” –lo cual implica ya, ciertamente, serios esfuerzos-, sino que habían de comprometerse a defenderla y a sufrir por ella.

Esta exhortación al valor hace oír Cristo a los hombres de todos los tiempos, a todos los que quieren ser cristianos. Recordemos que nos alista para un combate cuyo desenlace no es dudoso: “Yo he vencido al mundo”, nos ha dicho. Sintámonos, pues, dichosos, a pesar de la fatiga, del recelo y de los tratos injuriosos, pues, que tenemos la seguridad de la victoria del Evangelio.

¿Cuándo Jesucristo fue valiente? ¿Con quién?... ante el mal, ante el dolor y sufrimiento…





9ª Bienaventuranza “Bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan, y con mentira digan mal contra vosotros, todo género de mal por MÍ. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros”

Nosotros, los cristianos, tenemos todavía algo más que a Moisés y a los profetas. Alguien ha regresado de esas esferas eternas donde los hombres no vuelven. El hijo de Dios se hizo hombre para compartir su filiación divina. Toda su predicación estuvo orientada hacia esta vida nueva y eterna otorgada a los que creyeran en Él. A los escépticos que lo intimaban a que suministrase las pruebas de lo que afirmaba, les respondió que no daría de ello más que una sola. Él mismo pasaría por la muerte y regresaría vivo con esta Vida de la cual haría participar a los hombres regenerados.

Los acontecimientos se produjeron tal y como los había Él anunciado. Nuestra fe, observarlo, no descansa sobre unas teorías, sino sobre unos hechos históricos. Y el hecho capital es la resurrección de Jesús. Sus apóstoles empezaron por apartar la realidad de tal prodigio. Vacilaron y dudaron. Finalmente, ante las repetidas apariciones del Salvador, a ellos mismos y a otros- en una ocasión estaban reunidos más de quinientos hermanos-, se rindieron a la evidencia. Y desde entonces proclamaron hasta su muerte aquello de lo cual habían sido testigos. “Nosotros lo hemos visto con nuestros ojos, tocado con nuestras manos; nosotros hemos vivido y comido con Él, después de su resurrección de entre los muertos.” En vano se usó de amenazas para que se callasen, replicaban: “nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Pero tanto Pablo como los demás apóstoles dedujeron las consecuencias del triunfo de Jesús sobre la muerte. Su resurrección es la prueba suprema de su divinidad y, por tanto, de la verdad de su doctrina; y además implica la certidumbre de nuestra propia resurrección. Así como las primicias son el testimonio de la futura cosecha, la victoria de los cristianos se haya contenida en la victoria de Jesús .

¿Cuándo Jesucristo vivió el optimismo profundo? ¿Con quién?... ante aparentes fracasos, con los traidores…


Nota: Extractos de " Las Bienaventuranzas " de Georges Chevrot (15ª edicion, Ediciones Rialp) 

TOMARSE EN SERIO A LOS POBRES - MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE FEBRERO DE 2025



TOMARSE EN SERIO A LOS POBRES


Acostumbrados a escuchar las «bienaventuranzas» tal como aparecen en el evangelio de Mateo, se nos hace duro a los cristianos de los países ricos leer el texto que nos ofrece Lucas. Al parecer, este evangelista –y no pocos de sus lectores– pertenecía a una clase acomodada. Sin embargo, lejos de suavizar el mensaje de Jesús, Lucas lo presenta de manera más provocativa.


Junto a las «bienaventuranzas» a los pobres, el evangelista recuerda las «malaventuranzas» a los ricos: «Dichosos los pobres… los que ahora tenéis hambre… los que ahora lloráis». Pero, «ay de vosotros, los ricos… los que ahora estáis saciados… los que ahora reís». El Evangelio no puede ser escuchado de igual manera por todos. Mientras para los pobres es una Buena Noticia que los invita a la esperanza, para los ricos es una amenaza que los llama a la conversión. ¿Cómo escuchar este mensaje en nuestras comunidades cristianas?


Antes que nada, Jesús nos pone a todos ante la realidad más sangrante que hay en el mundo, la que más le hace sufrir, la que más llega al corazón de Dios, la que está más presente ante sus ojos. Una realidad que, desde los países ricos, tratamos de ignorar, encubriendo de mil maneras la injusticia más cruel, de la que en buena parte somos cómplices nosotros.


¿Queremos continuar alimentando el autoengaño o abrir los ojos a la realidad de los pobres? ¿Tenemos voluntad de verdad? ¿Tomaremos alguna vez en serio a esa inmensa mayoría de los que viven desnutridos y sin dignidad, los que no tienen voz ni poder, los que no cuentan para nuestra marcha hacia el bienestar?


Los cristianos no hemos descubierto todavía la importancia que pueden tener los pobres en la historia del cristianismo. Ellos nos dan más luz que nadie para vernos en nuestra propia verdad, sacuden nuestra conciencia y nos invitan a la conversión. Ellos nos pueden ayudar a configurar la Iglesia del futuro de manera más evangélica. Nos pueden hacer más humanos: más capaces de austeridad, solidaridad y generosidad.


El abismo que separa a ricos y pobres sigue creciendo de manera imparable. En el futuro será cada vez más difícil presentarnos ante el mundo como Iglesia de Jesús ignorando a los más débiles e indefensos de la Tierra. O tomamos en serio a los pobres o nos olvidamos del Evangelio. En los países ricos nos resultará cada vez más difícil escuchar la advertencia de Jesús: «No podéis servir a Dios y al Dinero». Se nos hará insoportable. 


José Antonio Pagola


EL EVANGELIO DE HOY DOMINGO 16 DE FEBRERO DE 2025



Domingo 6 (C) del tiempo ordinario

Domingo 16 de febrero de 2025



1ª Lectura (Jer 17,5-8): Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto».




Salmo responsorial: 1

R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.


Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.


No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.

2ª Lectura (1Cor 15,12.16-20): Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que los muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Versículo antes del Evangelio (Lc 6,23ab): Aleluya. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, dice el Señor. Aleluya.

Texto del Evangelio (Lc 6,17.20-26): En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».




«Alegraos ese día y saltad de gozo»

Rev. D. Enric RIBAS i Baciana

(Barcelona, España)



Hoy volvemos a vivir las bienaventuranzas y las “malaventuranzas”: «Bienaventurados vosotros...», si ahora sufrís en mi nombre; «Ay de vosotros...», si ahora reís. La fidelidad a Cristo y a su Evangelio hace que seamos rechazados, escarnecidos en los medios de comunicación, odiados, como Cristo fue odiado y colgado en la cruz. Hay quien piensa que eso es debido a la falta de fe de algunos, pero quizá —bien mirado— es debido a la falta de razón. El mundo no quiere pensar ni ser libre; vive inmerso en el anhelo de la riqueza, del consumo, del adoctrinamiento libertario que se llena de palabras vanas, vacías donde se oscurece el valor de la persona y se burla de la enseñanza de Cristo y de la Iglesia, ya que —hoy por hoy— es el único pensamiento que ciertamente va contra corriente. A pesar de todo, el Señor Jesús nos infunde coraje: «Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre (...). Vuestra recompensa será grande en el cielo» (Lc 6, 22.23).


San Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, dijo: «La fe mueve a la razón a salir de su aislamiento y a apostar, de buen grado, por aquello que es bello, bueno y verdadero». La experiencia cristiana en sus santos nos muestra la verdad del Evangelio y de estas palabras del Santo Padre. Ante un mundo que se complace en el vicio y en el egoísmo como fuente de felicidad, Jesús muestra otro camino: la felicidad del Reino del Dios, que el mundo no puede entender, y que odia y rechaza. El cristiano, en medio de las tentaciones que le ofrece la “vida fácil”, sabe que el camino es el del amor que Cristo nos ha mostrado en la cruz, el camino de la fidelidad al Padre. Sabemos que en medio de las dificultades no podemos desanimarnos. Si buscamos de verdad al Señor, alegrémonos y saltemos de gozo (cf. Lc 6,23). 

SANTORAL DE HOY DOMINGO 16 DE FEBRERO DE 2025

 

Macario el Viejo, SantoMacario el Viejo, Santo
Abad, 19 de enero
Mariano Arciero, BeatoMariano Arciero, Beato
Sacerdote, 16 de febrero
Marutas de Martirópolis, SantoMarutas de Martirópolis, Santo
Obispo, 16 de febrero
Felipa Mareri, BeataFelipa Mareri, Beata
Religiosa Clarisa, 16 de febrero
Nicolás Paglia, BeatoNicolás Paglia, Beato
Presbítero, 16 de febrero
José Allamano, BeatoJosé Allamano, Beato
Presbítero y Fundador, 16 de febrero
Juliana, (o Ileana)  Mártir, SantaJuliana, (o Ileana) Mártir, Santa
Virgen y Mártir, 16 de febrero
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