martes, 1 de enero de 2013

Internet en la vida del presbítero

Internet en la vida del presbítero

La imagen proyectada es la de una pareja joven que se mira, a ambos se les ve tristes, mientras ella reclama que le falta atención. Luego él pone la mano sobre la suya y la gira para un lado, para el otro, de modo mecánico, para luego hacer ‘doble click’ como único cariño... La platea ríe. Con este breve video de motivación –también de constatación--, se inauguró hoy el seminario “Internet en la vida del presbítero”, organizado por el Instituto de Terapia Cognitiva Interpersonal de Roma y el Pontificio Colegio Internacional “Mater Ecclesia”.

Serán dos días en que se profundizará sobre las bondades y a la vez los riesgos del uso de Internet en la formación de los seminaristas, así como en el modo en que se deben afrontar los “nuevos” pecados de los usuarios, que han hecho de la “redun espacio desordenado para su vida afectiva, laboral y moral.
Según la doctora Michela Pensavalli, psicóloga y psicoterapeuta, además de docente universitaria y coordinadora del Instituto promotor del evento, es muy importante que la persona –en este caso el seminarista--, analice y se responda si es o no “dependiente” de Internet. Es decir, si es capaz de dominar las emociones y pulsiones que los sitios web y las redes sociales generan, sea cuando se está conectado, como cuando se tienen que pasar largas etapas del día off line.

Para la especialista, el dominio y el equilibrio es vital, porque en una sociedad “Tecnolíquida”, según reciente definición del psiquiatra italiano, Tonino Cantelli, los dispositivos varios pueden mantener a las personas en una conectividad permanente, donde es difícil distinguir los límites o el tiempo transcurrido, en detrimento a veces de otros propósitos u obligaciones.

La teoría del “todo y rápido”
Otro de los riesgos con que se encuentra el navegante moderno, es la tendencia a abreviar las cosas y evitar los encuentros. Es decir, si por un mensaje de texto podemos explicar algo velozmente, ¿para qué extenderse o profundizar? O peor aún, si tenemos tantas plataformas de comunicación instantánea, ¿ya para qué encontrarnos?

También el usuario, en su necesidad de estar conectado, puede perder atención a lo que le dicen por ejemplo, en una clase o conferencia, por estar pendiente del modo velocísimo en que siguen interactuando sus contactos y listas de interés “allá afuera”.
El hecho de no poder desconectarse (switch off), ya es una señal a observar... Porque ni hoy ni en el pasado, se ha podido estar en un sitio y a la vez en otro –afuera--, no porque Internet te lo impida, sino porque las normas básicas de la convivencia o de la vida comunitaria te lo exigen. Pero para algunos --eso si es de ayer y de hoy--, su necesidad personal está por encima de los demás, lo que es una mala señal…

¿Qué más ofrece Internet? Según la doctora Pensavalli, te ofrece emociones –hasta fuertes--, relaciones –no exentas de peligro--, y te facilita las cosas para salir del “aburrimiento”. Para otros, el tiempo pasa más rápido conectándose a la red, por lo tanto ayuda a evadirse; mientras para un grupo de usuarios es la puerta entre lo privado y lo público, cuya llave se abre o cierra a conveniencia y voluntad.

Sobre esto, fue clara en advertir que, como emisor y dueño de sus conexiones vía Internet, el usuario se predispone a evitar lo que no le gusta, y a elegir solo aquello que no le aburra; así como seleccionar lo que no lo ponga tenso ni le haga reflexionar mucho. Es decir, la ambivalencia hace presa de la persona, y así cuando se viven las relaciones humanas, y ante una situación real de convivencia, en que se exige más de uno mismo, se llega a creer que es hora de “cerrar la conexión” y basta…

Amistades peligrosas
Todo en Internet aparece tan fácil y accesible, que el usuario comienza a cliquear donde no debería acercarse ni de asomo, o a “aceptar” invitaciones de amigos que no tiene la menor idea de qué hay detrás.

En Internet todos somos iguales, por lo menos en aquellos lugares de acceso público y gratuito. Pero no todos somos lo mismo, fue otra idea de la doctora Michela Pensavalli, pues las redes sacan de la persona sus lados más narcisistas, exhibicionistas y sin duda, lo voyeurista.

¿Somos así en las relaciones cotidianas, por así decir físicas? De hecho que no, por lo que el uso compulsivo de la red (líquido, sin patrones ni límites), a veces nos exige cambiar de actitudes para interactuar, por lo que aparecen tendencias también patológicas…
Solo por mencionar los grados más bajos de cada tendencia –porque los más altos son de correr--, se puede identificar al narcisismo en el solo hecho de incluir la “mejor foto” en el perfil de una red social, así sea antigua o que no se ajuste a la realidad actual (foto sin camisa clerical, sin la familia, en el extranjero).

En el caso del exhibicionismo, están allí los logros o los comentarios expresados sin medida, solo por el hecho de que podemos incluirlos en nuestras cuentas, independiente a si los demás quieren tanto bombardeo “made en mí mismo”.

Y una tercera tendencia comentada por la especialista –no menos grave, dependiendo de la persona--, viene a ser el voyeurismo, o esa antigua obsesión a mirar sin que nos vean; aunque hoy en día, gracias a Internet, se puede hacer de manera consentida, falsificada o pagada sin controles. Se alertó sobre el alto consumo del llamado “cybersexo”, que según datos estadounidenses, en el mundo se consumen 3.000 dolares de material pornográfico cada segundo.
Hay que considerar por ello, el riesgo que significa que una persona puede ser lo opuesto a sí mismo en la red, alejándose de sus principios, obligaciones y faltando a la confianza de los superiores. 

Pues muchas veces estos toleran el uso de Internet con la esperanza de que ayude a profundizar en el estudio, a combatir la lejanía recibiendo mensajes de los familiares y amigos de bien, o para hacer los “pininos” de una futura y urgente pastoral en red.
Una conclusión clara fue que el mundo actual del ciberespacio, sí es un mundo donde se puede vivir, pero cuidando la calidad del uso que se le da y no dejándose dominar por los impulsos que este genera. Y, tal como ayer, no confundir nunca el instrumento con el mensaje… 

ORACIÓN PARA EL FIN DE AÑO


Oración para el fin del año

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.

Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.

Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y los antiguos amores, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año y detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo Tú sabes si llegaré a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que, cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de Ti.

Danos un año feliz y enséñanos a repartir felicidad.

Amén

ORACIÓN PARA SOLICITAR FELICIDAD EN AÑO NUEVO A DIOS



Oración para pedir la felicidad en el año nuevo

Te pedimos, Señor, paz y felicidad en el nuevo año. Que seamos felices, Señor, en esta tierra nuestra: Ella nos sustenta y rige.

Que seamos felices, Señor, con el perdón: Nada más poderoso para desterrar los odios y establecer la paz.

Que seamos felices, Señor, con la justicia: Sin ella no hay humanidad.

Que seamos felices, Señor, con la ternura: Es el único sol necesario para alumbrar días y noches.

Que seamos felices, Señor, en este nuevo año de 2013
Lo necesitamos. Es deseo y don tuyo.

Amén.

¿QUÉ NOS TRAERÁ EL AÑO QUE COMIENZA?



¿Que nos traerá el año que comienza?

Lo que quiera Señor pero te pedimos:

FE: para mirarte en todo.

ESPERANZA: para no desfallecer.

CARIDAD: para amarte cada vez mas y hacerte amar por los que nos rodean.

Dadnos  paciencia, humildad, desprendimiento y generosidad.

Dadnos Señor lo que Tu sabes que nos conviene y no sabemos pedir.

Que tengamos un corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activos y que nos hallemos siempre dispuestos a hacer tu voluntad.

Derrama Señor tu gracia sobre todos los que amamos y concede tu paz al mundo entero.

Así sea….

ORACIÓN PARA EL AÑO QUE TERMINA Y EL QUE EMPIEZA


Oración para el año que termina y el que empieza

Gracias señor por todo cuanto me diste en el año que termina.

Gracias por los días de sol y los nublados tristes por las tardes tranquilas y las noches oscuras.

Gracias por lo que nos prestaste y luego nos pediste.

Gracias señor por la sonrisa amable y por la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso, por todo lo dulce, por las flores y las estrellas, por la existencia de los niños y de las personas buenas.

Gracias por la soledad y por el trabajo, por las inquietudes y las dificultades, por las lágrimas, por todo lo que nos acerco a ti.

Gracias por habernos conservado la vida, por habernos dado techo, abrigo y sustento.

domingo, 30 de diciembre de 2012

ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA


Oración a la Sagrada Familia

Sagrada Familia de Nazaret, comunión de amor de Jesús, María y José,
modelo e ideal de toda familia cristiana, a ti confiamos nuestras familias.
Haz de cada familia un santuario en el que se acoja y se respete la vida: una comunidad de amor abierta a la fe y a la esperanza, un hogar en el que reinen la comprensión, la solidaridad; y en el que se viva la alegría de la reconciliación y de la paz.
Concédenos que todas nuestras familias tengan una vivienda digna en la que nunca falten el pan suficiente y lo necesario para una vida verdaderamente humana.
Abre el corazón de nuestros hogares a la oración, a la acogida de la Palabra de Dios y al testimonio cristiano; que cada una de nuestras familias sea una auténtica Iglesia doméstica en la que se viva y se anuncie el Evangelio de Jesucristo.
Amén.




EL EVANGELIO DEL DIA - LA SAGRADA FAMILIA

Autor: P. Segio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
La Sagrada Familia
Lucas 2, 41-52. Fiesta Sagrada Familia Ciclo C. Después de celebrar la Navidad, ojalá podamos ser un poco más semejantes a aquella Familia de Nazaret.
 
La Sagrada Familia
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-52


Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." El les dijo: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Oración introductoria

Dios mío, quiero ocuparme en tus cosas, que sepa revestirme de las actitudes de Cristo en mi corazón y en mis obras, abrazándome a la cruz y al sacrificio, si fuera necesario. Dame la gracia de conocer y de experimentar íntimamente a Cristo en el Evangelio y en el Sagrario.

Petición

Jesús Niño, hazme amarte con un amor real, personal, apasionado y fiel.

Meditación del Papa

Después, en los Evangelios, José aparece sólo en otro episodio, cuando se dirige a Jerusalén y vive la angustia de perder al hijo Jesús. San Lucas describe la afanosa búsqueda y la maravilla de encontrarlo en el Templo – como aparece en el quinto panel –, pero aún mayor es el estupor de escuchar las misteriosas palabras: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?". Esta doble pregunta del Hijo de Dios nos ayuda a entender el misterio de la paternidad de José. Recordando a sus propios padres la primacía de Aquel a quien llama "Padre mío", Jesús afirma el primado de la voluntad de Dios sobre toda otra voluntad, y revela a José la verdad profunda de su papel: también él está llamado a ser discípulo de Jesús, dedicando su existencia al servicio del Hijo de Dios y de la Virgen Madre, en obediencia al Padre Celestial. (Benedicto XVI, 5 de julio de 2010).

Reflexión

Es sumamente hermoso y consolador saber que tenemos a esta maravillosa familia -a Jesús, María y José- como protectora de nuestras propias familias. Pero no sólo. Ellos son también el prototipo y el modelo más perfecto de familia que hemos de imitar en nuestra vida. ¡Cuánta delicadeza, ternura y comprensión reinaría entre esas almas tan singulares! ¡Qué trato tan dulce, cariñoso y respetuoso dispensaría José a María, y Ella a su esposo! Y, ¿cómo sería el amor y la obediencia que animara a Jesús hacia sus padres y de todos entre sí! Sin duda alguna, pasar un rato junto a ellos sería como gozar del cielo en la tierra.

Pero, desafortunadamente, no todas las familias respiran este mismo aire que reinaba en la casita de Nazaret. Ni muchos niños o personas mayores han corrido siquiera la misma suerte que la mayoría de nosotros. Por desgracia, el mundo en el que nos toca vivir padece una grave crisis familiar y, tristísimamente, se va haciendo cada vez más común en las sociedades ricas y bien acomodadas de hoy en día. ¡Cuántos hogares rotos! ¡Cuántas familias destruidas! ¡Cuántos niños que no conocen lo que es el amor y la ternura de unos padres buenos, la paz y la felicidad de una familia unida! ¡Cuántos bebés que ni siquiera han conocido el calor y los brazos de una madre porque han sido abandonados al nacer –o peor todavía— asesinados y abortados en el seno de su propia madre!

Basta echar una mirada a nuestro alrededor, sobre todo en las grandes ciudades, para contemplar esta dramática situación. Y no me refiero sólo a Europa y a Norteamérica. Desafortunadamente, también en nuestro México y en América Latina comienza a infiltrarse este cáncer mortal. No nos hace daño pensar, en un día como hoy, en todos estos hermanos nuestros que sufren estas carencias o las provocan en los demás. Y, al recordarlos, elevemos una ferviente oración a nuestro Padre Dios por cada uno de ellos.

Se podría tal vez decir que hoy no es un día para pensar en cosas tristes. Y es cierto. Sería más hermoso meditar en la belleza de la Sagrada Familia o evocar hermosos recuerdos de la nuestra. Sí. Pero, por desgracia, lo que estoy diciendo no son inventos o cuentos chinos, sino hechos que suceden a diario. En este caso, evitar esos temas "molestos" sería como taparnos los ojos para no ver la realidad y para evitar sentir en nuestra conciencia el aguijón del pecado y de tantas injusticias que se cometen hoy en el mundo. Sería un pecado gravísimo de omisión, de egoísmo y de comodidad no pensar en los demás o no tratar de hacer algo por ellos.

Recordemos, aquel elocuente testimonio de la Madre Teresa de Calcuta. Ella gritaba al mundo entero: "Si oyen que alguna mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, intenten convencerla para que me traiga ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios".

Tal vez podamos preguntarnos qué podemos hacer nosotros, desde nuestra casa, para ayudar a solucionar este grave problema. Nos parecerá que somos impotentes y que nada podemos aportar. Sin embargo, no es así. Te voy a sugerir algo brevemente.

Estamos todavía celebrando estas hermosas fiestas de la Navidad. Acaba de nacer el Niño Dios en Belén y en nuestros corazones. Pues no olvidemos que Jesús, al encarnarse y al hacerse uno de nosotros, se identifica con cada niño y con cada ser humano. Por eso nos dijo que todo lo que hagamos a los demás, lo considera como hecho a Sí mismo; que el que recibe a un niño en su Nombre, lo recibe a Él; y que los ángeles contemplan en cada niño el rostro mismo de Dios.

Por eso, no podemos no pensar, amar y ayudar a los demás. Comencemos por las cosas pequeñas, por hacer aquello que sí está al alcance de nuestra mano realizar. Comencemos por amar y ayudar al niño de la calle que nos pide limosna; enseñemos a nuestros hijos a compartir con los pobres lo que Dios sí nos ha dado a nosotros. ¿Por qué no invitar a un niño pobre o a una de estas familias a cenar un día a nuestra casa? ¿Te parece excesivo? Sugiramos a nuestros niños que le regalen uno de sus juguetes a alguno de esos pobrecitos, o que lo inviten a jugar con ellos, como hacen tantas familias buenas en las Misiones de Semana Santa.

Propósito

¿No sería hermoso, por ejemplo, que se organizaran varias de nuestras familias para ofrecer una cena de Navidad o de Año nuevo a otras familias pobres? En lugar de gastar mil pesos más en bagatelas y caprichos nuestros, ¡démosles un regalo a los pobres! Sí, a ésos que conocemos, a los que vemos todos los días en la calle, tal vez mendigando de nuestro barrio… Si esto hacemos, podremos de verdad llamarnos cristianos y comenzaremos a vivir, con nuestras obras, el auténtico mensaje de la Navidad.

Diálogo con Cristo

¡Cuántas lecciones me das Jesús con tu vida escondida en Nazaret! En ella compartiste la condición de la inmensa mayoría de los hombres: una vida cotidiana sin aparente importancia, vida de trabajo manual, vida sometida a la ley de Dios, vida en familia, pero siempre sabiendo dar el lugar que le corresponde a Dios nuestro Señor. Ayúdame a santificarme, con tu gracia en las actividades ordinarias de este día.


Conoce más sobre esta fiesta de la La Sagrada Familia ¿Cómo era la Sagrada Familia?




  • Preguntas o comentarios al autor
  • P. Sergio Cordova LC

    martes, 25 de diciembre de 2012

    NAVIDAD Y EL SUEÑO DE DIOS


    NAVIDAD Y EL SUEÑO DE DIOS


    La venida de Jesús al mundo constituye el mejor as que nuestro Padre Dios guardaba en su manga y desplegó después que su plan original de amor fue rechazado por el pecado de sus propias criaturas.
    Jesús es, sin duda, el centro vital de este formidable plan emergente de salvación para la humanidad que dijo -no- al sueño del Creador.
    Por eso, cada Navidad debemos sentir, como sintió Jesús, la urgencia de recuperar ese proyecto de Dios y permitirnos soñar un mundo diferente: sin odios ni violencias, sin miserias y enfermedades, sin abusos y corrupciones.
    Sí,  podemos soñar, porque la Navidad mueve no sólo muchas economías del planeta sino que de un modo especial y misterioso moviliza los corazones que, en estas fechas, están más propensos a enlazarse y conectarse con las necesidades, angustias y problemas de otros, cercanos o lejanos…
    Dejémonos invadir, sin ningún temor, por esa corriente impetuosa de amor, alegría, unión y perdón que nos trae el recuerdo de un Dios Niño, para generar  actitudes nuevas y cambios importantes en nuestras vidas y en los demás.
    Desprendámonos de los pesos muertos que pueden detenernos: el rencor, la envidia, la comodidad, el egoísmo…
    Avancemos al nuevo año con el espíritu renovado, con el afán de lucha y la esperanza a flor de piel para emprender planes  personales y sociales de justicia y caridad.
    Seamos un aporte certero en la restauración del sueño de felicidad para la cual fuimos creados por nuestro Padre Dios.
    Que tu hogar sea bendecido en esta noche de navidad y tu corazón se llene de la gracia que necesitas para seguir tu misión.

    EL NACIMIENTO DE CRISTO ES MI NACIMIENTO


    Autor: Pedro García, misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net
    Nacimiento de Cristo es mi nacimiento
    El nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro propio nacimiento a la vida celestial.




    El chiquitín ha venido en medio de la noche callada. En un silencio total. En una soledad absoluta. Sólo su joven Madre y el bueno de José, a la luz de una lámpara de aceite, contemplan la carita celestial del recién nacido. En medio de tanta pobreza y humildad, están gozando como no ha disfrutado hasta ahora nadie en el mundo. -


    ¡Mi niño!, grita María mientras le estampa enajenada su primer beso... -¡Qué lindo, qué bello!, exclama extasiado José. Entre tanto --vamos a hablar así--, Dios no se aguanta más. Tiene prisa por anunciar a todos el nacimiento de su Hijo hecho hombre, y manda a sus ángeles que lo pregonen bien. Se avanza un ángel y desvela a los pastores, mientras les grita con alborozo:

    - ¡Os anuncio una gran alegría! ¡Os ha nacido en Belén un salvador!
    Se rasgan entonces los cielos, aparece todo un ejército de la milicia celestial, que van cantando por el firmamento estrellado:
    - ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres amados de Dios!...


    A este Jesús, le felicitamos de corazón: -¡Cumpleaños feliz! ¡Por muchos años! ¡Por años y por siglos eternos!...



    Hasta aquí, todos de acuerdo, ¿no es así?

    Pero, ¿es verdad que nos podemos felicitar también nosotros, y que nos felicitamos de hecho nuestro propio cumpleaños?... Dos antiguos Doctores de la Iglesia, y de los más grandes, como son Ambrosio y León Magno, lo expresaron de la manera más elocuente y precisa.


    San Ambrosio exclama en su Liturgia de Navidad:

    -¡Hoy celebramos el nacimiento de nuestra salvación! ¡Hoy hemos nacido todos los salvados!... Tiende su mirada más allá de la Iglesia, y felicita al mundo entero: -Hoy en Cristo, oh Dios, haces renacer a todo el mundo.


    Y el Papa San León Magno, con su elegancia de siempre, dice también:

    - ¿Sólo el nacimiento del Redentor? ¡También nuestro propio nacimiento! El nacimiento de Cristo es el nacimiento de todo el pueblo cristiano. Cada uno de los cristianos nace en este nacimiento de hoy.


    Tiene razón la Iglesia al cantar en uno de los prefacios de Navidad: -De una humanidad vieja nace un pueblo nuevo y joven...

    Porque el Hijo de Dios, al hacerse hombre, nos hace a todos los hombres hijos de Dios. El nacimiento de Jesucristo en Belén, es nuestro propio nacimiento a la vida celestial. Es nuestro cumpleaños también. ¡La enhorabuena a todos!...


    Una felicitación de la que no es excluido nadie, desde el momento que todos somos llamados a la salvación. Ese mismo Papa de la antigüedad y Doctor de la Iglesia, San León Magno, felicita a todos con un párrafo que es célebre:

    - ¡Felicitaciones, carísimos, porque ha nacido el Salvador! No cabe la tristeza cuando nace la vida. Si eres santo, ¡alégrate!, porque tienes encima tu premio. Si eres pecador, ¡alégrate!, porque se te ofrece el perdón. Si eres un pagano todavía, ¡alégrate!, porque eres llamado a la vida de Dios.


    Una familia cristiana de Viena, a mitades del siglo dieciocho, celebró la Navidad de una manera singular. Aquel matrimonio tan bello recibía cada hijo como el mayor regalo de Dios. Apenas la esposa sentía los primeros síntomas, el esposo sacaba del armario los cirios de los niños anteriores y quedaban prendidos durante todo el rato que se prolongaba la función augusta del alumbramiento. Los cirios correspondían a los ángeles custodios de los hijos, que velaban este momento solemne. Cuando había llegado el bebé, se apagaban los cirios y se guardaban hasta que viniese otro vástago al hogar. En esta Navidad se prendieron nueve cirios. El primero se había hecho bastante corto, pues había alumbrado la estancia muchas veces anteriormente. El más alto, el prendido ahora por primera vez, correspondía a Clemente, el niño que venía entre las alegrías navideñas, bautizado a las pocas horas, y conocido hoy en la Iglesia como San Clemente María Hofbauer...



    Este niño, que iba a ser un gran santo, es el símbolo de una realidad que se repite tantas veces en las familias cristianas. Con nuestra venida al mundo en el seno de la Iglesia, al recibir el Bautismo, repetimos todos el hecho de Belén. Cristo nace en un nuevo cristiano. Jesús y nosotros celebramos nuestro cumpleaños en el mismo día...



    ¡Felicidades a todos! ¡Felicidades!

    Y que repitamos este cumpleaños, el de Jesús y nuestro, por muchas Navidades más....

    ANECDOTAS DEL PADRE PIO


    Anécdotas del Padre Pío


    ¡Cuida por dónde caminas! 
    Un hombre fue a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era tal la cantidad de gente que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder verlo. Mientras se alejaba del convento sintió el maravilloso perfume que emanaba de los estigmas del padre y se sintió reconfortado. 
    Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume. Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando... Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo:- “¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”. 

    Debajo del colchón 
    Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería. Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí: -“Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo”. Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del padre debajo de su colchón. 
    A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre. Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puertecilla del confesionario con un soberano golpe. La señora quedó petrificada pues no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A los pocos minutos se abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el padre le dijo sonriente: “No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del colchón!”. 

    Los consejos del Padre Pío 
    Un sacerdote argentino había oído hablar tanto sobre los consejos del Padre Pío que decidió viajar desde su país a Italia con el único objeto de que el padre le diera alguna recomendación útil para su vida espiritual. Llegó a Italia, se confesó con el padre y se tuvo que volver sin que el padre le diera ningún consejo. El padre le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo. Llegó a la Argentina tan desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo el mundo. “No entiendo por qué el padre no me dijo nada”, decía, “¡y yo que viajé desde la Argentina sólo para eso!” “-El Padre Pío lee las consciencias y sabía que yo había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación”, etc, etc. Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar: “Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada?¿no habrá hecho algún gesto, algo fuera de lo común??”. Entonces el sacerdote se puso a pensar y finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño. “-Me dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan despacio que yo pensé: ¿es que no va a acabar nunca?”, contó a sus fieles. “¡He ahí el consejo!”, le dijeron, “usted la hace tan rápido cuando nos bendice que más que una cruz parece un garabato”. El sacerdote quedó contentísimo con esta forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío. 

    El vigilante y los ladrones 
    “Unos ladrones merodeaban en mi barrio, en Roma, y esto me impedía ir a visitar al Padre Pío. Al final me decidí después de haber hecho un pacto mental con él: “Padre, yo iré a visitarte si tú me cuidas la casa...”. 
    Una vez en San Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a saludarle, me reprendió: “¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para sostenerte la puerta!”. 
    Me puse de viaje inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido decirme. Habían forzado la cerradura, pero en casa no faltaba nada.” 

    Niños y caramelos 
    “Hacía tanto tiempo que no iba a visitar al Padre Pío que me sentía obsesionada por la idea de que se hubiera olvidado de mí. 
    Una mañana, después de haberle confiado, como de costumbre, mi hija bajo su protección, fui a Misa. De regreso, encontré a la pequeña saboreando un caramelo. Sorprendida le pregunté quién le había dado el “melito”, como ella llamaba a los caramelitos, y muy contenta me señaló el retrato del Padre Pío que dominaba sobre el corralito donde dejaba a la pequeña durante mis breves ausencias. 
    No di ninguna importancia al episodio y no pensé más en él. 
    Después de algún tiempo, no logrando sacarme de la cabeza la idea de que el Padre Pío se hubiera olvidado de mí, pude finalmente ir a visitarlo. Inmediatamente después de la confesión, cuando fui a besarle la mano, me dijo riendo: “...¿también tú querías un “melito”?”. 

    Un calvo 
    “No había remedios para mi cabello que iba desapareciendo de mi cabeza, y sinceramente me disgustaba quedar calvo. Me dirigí al Padre Pío y le dije: “Padre, ruegue para que no se me caiga el cabello”. 
    El Padre en ese momento bajaba por la escalera del coro. Yo lo miraba ansioso esperando una contestación. Cuando estuvo cerca de mí cambió el semblante y con una mirada expresiva señaló a alguien que estaba detrás y me dijo: “Encomiéndate a él”. Me di vuelta. Detrás había un sacerdote completamente calvo, con una cabeza tan brillante que parecía un espejo. Todos nos echamos a reír. 

    El zapatazo 
    Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo: “¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite el dolor de muelas?? Mira aquí está su foto, rézale”. El hombre se enojó y gritó furibundo: “¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar???”. Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto del Padre Pío. 
    Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni Rotondo. Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo: “¿Qué más recuerdas?” “Nada más”, contestó el hombre. “¿¿Nada más?? ¡¿Y qué hay del zapatazo que me diste en plena cara?!.” 

    El saludo “grande, grande” 
    Una hija espiritual del Padre Pío se había quedado en San Giovanni Rotondo tres semanas con el único propósito de poder confesarse con él. Al no lograrlo, ya se marchaba para Suiza profundamente triste, cuando se acordó que el Padre Pío daba todos los días la bendición desde la ventana de su celda. Se animó con la idea de que por lo menos recibiría su bendición antes de partir y salió corriendo hacia el convento. Por el camino iba diciendo para sus adentros: “quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”. Cuando llegó se encontró con que la gente se había marchado pues el Padre había dado ya su bendición, los había saludado a todos agitando su pañuelo desde su ventana y se había retirado a descansar. Un grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era inútil esperar. La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás mujeres diciendo para sí: “no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”. A los pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste, luego de dar nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo de saludo en vez de usar su pañuelo. Todos se echaron a reír y una mujer comentó: “-¡Miren, el  padre se ha vuelto loco!”. La hija espiritual del padre comenzó a llorar emocionada. Sabía que era el saludo “grande, grande” que había pedido para sí. 

    Un niño y los caramelos 
    Un niño, hijo de un guardia civil, deseaba tener un trencito eléctrico desde hacía mucho tiempo. Acercándose la fiesta de Reyes, se dirigió a un retrato del Padre Pío colgado en la pared, y le hizo esta promesa: “Oye, Padre Pío, si haces que me regalen un trencito eléctrico, yo te llevaré un paquete de caramelos”. 
    El día de los Santos Reyes el niño recibió el trencito tan deseado. 
    Pasado algún tiempo, el niño fue con su tía a San Giovanni Rotondo. El padre Pío, paternal y sonriente, le preguntó: “-Y los caramelos, ¿dónde están?”. 

    ¡Por dos higos! 
    Una señora devota del Padre Pío comió un día un par de higos de más. Asaltada por los escrúpulos, pues le parecía que había cometido un pecado de gula, prometió que iría en cuánto pudiera a confesarse con el Padre Pío. Al tiempo se dirigió a San Giovanni Rotondo y al final de la confesión le dijo al padre muy preocupada: “Padre, tengo la sensación de que me estoy olvidando de algún pecado, quizá sea algo grave”. El Padre le dijo: “No se preocupe más. No vale la pena. ¡Por dos higos!”.


    ¿Esperas que me case yo con ella? 
    El Padre Pío estaba celebrando una boda. En el momento culminante del acto el novio, muy emocionado, no atinaba a pronunciar el “sí” del rito. 

    ¡Padre, ruegue por mis hijitos! 
    El Padre esperó un poco, procurando ayudarlo con una sonrisa, pero viendo que era en vano todo intento, exclamó con fuerza: “¡¿En fin, quieres decir este “sí” o esperas que me case yo con ella?!” 

    Una señora muy devota del Padre Pío nunca se iba a dormir sin haberle encomendado antes a sus hijos. Todos las noches se arrodillaba frente a la imagen del Padre y le decía: “Padre Pío, ruegue por mis hijitos”. Después de tres años de rezar todos los días la misma jaculatoria pudo ir a San Giovanni Rotondo. Cuando vio al Padre le dijo: “Padre, ruegue por mis hijitos”. “Lo sé, hija mía”, le dijo el Padre, “¡hace tres años que me vienes repitiendo lo mismo todos los días!”. 

    ¡Y tú te burlas! 
    Una devota del Padre Pío se arrodillaba todos los días frente a la imagen del padre y le pedía su bendición. Su marido, a pesar de ser también devoto del padre, se moría de la risa y se burlaba de ella pues consideraba que aquello era una exageración. Todas las noches se repetía la misma escena entre los esposos. Una vez fueron los dos a visitar al Padre Pío y el señor le dijo: “Padre, mi esposa le pide su bendición todas las noches”. “Lo sé”, contestó el Padre, “¡y tú te burlas!”. 


    Padre Pío reza a San Pío X 
    Una vez el Cardenal Merry del Val contó al Papa Pío XII que había visto al Padre Pío rezando en San Pedro frente a la tumba de San Pío X, el día de la canonización de Santa Teresita. El Papa preguntó al Beato Don Orione qué pensaba del asunto. Don Orione respondió: “Yo también lo vi. Estaba arrodillado rezando a San Pío X. Me miró sonriente y luego desapareció”. 


    Padre Pío en Uruguay 
    “Ya sabía yo que no te morirías. Volverás a tu diócesis y trabajarás algunos años más para gloria de Dios y bien de las almas”. “Bueno”, contestó Monseñor Damiani, “me iré pero si usted me promete que irá a asistirme a la hora de mi muerte”. El Padre Pío dudó unos instantes y luego le dijo “Te lo prometo”. 

    Nos hemos salvado por los pelos aquella tarde ¿eh General? 

    Monseñor Damiani, obispo uruguayo, fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre Pío. Luego de confesarse se quedó unos días en el convento. Una noche se sintió enfermo y llamaron al Padre Pío para que le diera los últimos sacramentos. El padre Pío tardó mucho en llegar y cuando lo hizo le dijo: 

    En el año 1941 Monseñor Alfredo Viola festejó sus bodas de plata sacerdotales. Para tal acontecimiento se reunieron todos los obispos uruguayos y algunos argentinos en la ciudad de Salto, Uruguay. Entre ellos estaba Monseñor Damiani, enfermo de angina pectoris. Hacia la medianoche el Arzobispo de Montevideo, luego Cardenal Antonio María Barbieri, se despertó al oír golpear a su puerta. Apareció un fraile capuchino en su habitación que le dijo: “Vaya inmediatamente a ver a Monseñor Damiani. Se está muriendo”. Monseñor Barbieri fue corriendo a la alcoba de Monseñor Damiani, justo a tiempo para que éste recibiera la extremaunción y escribiera en un papel: “Padre Pío..” y no pudo terminar la frase. Fueron muchos los testigos que vieron un capuchino por los corredores. Quedó en el palacio espiscopal de Salto un medio guante del padre Pío que curó a varias personas. 

    Monseñor Damiani volvió al Uruguay y trabajó durante cuatro años en su diócesis. 

    En 1949 Monseñor Barbieri fue a San Giovanni Rotondo y reconoció en el padre al capuchino que había visto aquella noche, a más de diez mil kilómetros de distancia. El Padre no había salido en ningún momento de su convento. 
    Hoy día hay en Salto una gruta que recuerda esta bilocación y desde allí el padre ha hecho varios milagros. 

    El General Cardona, después de la derrota de Caporetto, cayó en un estado de profunda depresión y decidió acabar con su vida. Una tarde se retiró a su habitación exigiéndo a su ordenanza que no dejara pasar a nadie. Se dirigió a un cajón, extrajo una pistola y mientras se apuntaba la sien oyó una voz que le decía: “Vamos, General, ¿realmente quiere hacer esta tontería?”. Aquella voz y la presencia de un fraile lo disuadieron de su propósito, dejándolo petrificado. Pero ¿cómo había podido entrar ese personaje en su habitación? Pidió explicaciones a su ordenanza y este le contestó que no había visto pasar a nadie. Años más tarde, el General supo por la prensa que un fraile que vivía en el Gargano hacía milagros. Se dirigió a San Giovanni Rotondo de incógnito y ¡cuál no fue su sorpresa cuando reconoció en el fraile al capuchino que había visto en su habitación! “Nos hemos salvado por los pelos aquella tarde ¿eh General?”, le susurró el Padre Pío. 


    Amor del Padre Pío por San Pío X y Pío XII 
    Una vez Padre Pío dijo a un sacerdote que iba para Roma: “Dile a su Santidad (Pío XII) que con gusto ofrezco mi vida por él”. Cuando murió Pío XII el Padre Pío también lloraba desconsoladamente. Al día siguiente de la muerte no lloraba más y entonces le preguntaron: “Padre, ¿ya no llora por el Papa?” “No”, contestó el padre, “pues Cristo ya me lo ha mostrado en Su gloria”. 

    Reacciones frente al “aggiornamento” de los franciscanos 
    Cuando el encargado de la Orden franciscana fue a San Giovanni Rotondo para pedirle oraciones al Padre para los “Nuevos Capítulos”el padre se enojó mucho. Apenas oyó el padre la palabra “nuevos capítulos” se puso a gritar: “¿Qué están combinando en Roma? ¡Ustedes quieren cambiar la regla de San Francisco! En el juicio final San Francisco no nos reconocerá como hijos suyos.” Y frente a la explicación de que los jóvenes no querían saber de nada con la tonsura ni con el hábito, el padre gritó: “¡Echádlos fuera! ¡Ellos se creen que le hacen un favor a San Francisco entrando en su Orden cuando en realidad es San Francisco quien les hace un gran don!”.

    El Padre Pío solía decir que San Pío X era el papa más simpático desde San Pedro hasta nuestros días. “Un verdadero santo”, decía siempre, “la auténtica figura de Nuestro Señor”. Cuando murió San Pío X Padre Pío lloraba como un niño diciendo: “Esta guerra se ha llevado a la víctima más inocente, más pura y más santa: el Papa”, pues corrían rumores que el Santo Padre había ofrecido su vida para salvar a sus hijos del flagelo de la guerra. 

    El Padre Pío ya había expresado su descontento frente a los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II cuando el cardenal Bacci fue a verlo a San Giovanni Rotondo. “¡Terminad con el concilio de una vez!¡Por piedad, terminádlo pronto!”, le había dicho al cardenal. 


    martes, 18 de diciembre de 2012

    CRUZ PESADA


    Cruz pesada

    Un joven, ya no daba más con sus problemas. Cayó de rodillas, rezando: "Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada". El Señor, como siempre, acudió y le contestó: "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esa habitación. Después, abre esa otra puerta y escoge la cruz que tú quieras". El joven suspiró aliviado. "Gracias, Señor", dijo, e hizo lo que le había dicho. Al entrar, vio muchas cruces, algunas tan grandes que no les podía ver la parte de arriba. Después, vio una pequeña cruz apoyada en un extremo de la pared. "Señor", susurró, "quisiera esa que está allá", dijo señalándola. Y el Señor contestó: "Hijo mío, esa es la cruz que acabas de dejar".

    Cuando los problemas de la vida nos parecen abrumadores, siempre es útil mirar a nuestro alrededor y ver las cosas con las que se enfrentan los demás. Verás que debes considerarte más afortunado de lo que te imaginas. Cualquiera que sea tu cruz, cualquiera que sea tu dolor, siempre brillará el sol después de la lluvia.

    ¡Ninguna cruz es pesada, cuando es Jesús quien te ayuda a cargarla!

    La esperanza de un sueño

    La esperanza de un sueño

    Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes. "¿Hacia dónde te diriges?", le preguntó. Sin dejar de caminar, la oruga contestó: "Tuve un sueño anoche, soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo".

    Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su amigo se alejaba: "¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar, y cualquier tronco una barrera infranqueable". Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.

    De pronto se oyó la voz de un escarabajo: "¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño?". Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante: "Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo". El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo: "Ni yo, con patas tan grandes, intentaría una empresa tan ambiciosa". Él se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.

    Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir. "¡No lo lograrás jamás!", le decían, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. "Estaré mejor", fue lo último que dijo, y murió.

    Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo. Había construido como su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

    Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos.

    Aquella concha dura comenzó a quebrarse y, con asombro, vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.

    No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habían equivocado.

    Dios nos ha creado para realizar un sueño, vivamos por él, intentemos alcanzarlo, pongamos la vida en ello y, si nos damos cuenta que no podemos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas. Y entonces, con otro aspecto, con otras posibilidades y con la gracia de Dios, lo lograremos.

    Es buscando lo imposible como los hombres han encontrado y alcanzado lo posible, y aquéllas que se limitaron a lo que visiblemente era posible, nunca dieron un paso.

    LAS PALABRAS DE JUAN BAUTISTA SIEMPRE ACTUALES

    Autor: SS Benedicto XVI | Fuente: Catholic.net
    Las palabras de Juan Bautista siempre actuales
    Dios nos juzgará según nuestras obras, es en los comportamientos, donde hay que demostrar que se sigue su voluntad.
     
    Las palabras de Juan Bautista siempre actuales




    Palabras de Benedicto XVI en el Ángelus del domingo III de Adviento 16 de diciembre 2012


    ¡Queridos hermanos!

    El Evangelio de este domingo de Adviento presenta nuevamente la figura de Juan Bautista y lo describe mientras habla a la gente que llega hasta el al río Jordán para bautizarse.

    Dado que Juan, con palabras mordaces, exhorta a todos a prepararse a la venida del Mesías, algunos le preguntan: "¿Qué debemos hacer?" (Lc3,10.12.14).

    Esto diálogos son muy interesantes y se revelan de gran actualidad:

    1. La primera respuestase dirige a la multitud en general. El Bautista dice: "Quien tenga dos túnicas, de una a quien no tiene ninguna, y quien tiene qué comer haga otro tanto" (v. 11). Aquí podemos ver un criterio de justicia, animado por la caridad:
  • La justicia pide superar el desequilibrio entre quien tiene lo superfluo y quien carece de lo necesario;
  • la caridad empuja a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad, en vez de encontrar justificaciones para defender los propios intereses.

    Justicia y caridad no se oponen, pero ambas son necesarias y se completan mutuamente. "El amor será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa" porque "siempre habrá situaciones de necesidad material en las cuales es indispensable una ayuda en la línea de un concreto amor por el prójimo" (Enc. Deus caritas est, 28).

    2. La segunda respuesta, que se dirige a algunos "publicanos", es decir recaudadores de impuestos para los romanos. Ya por esto los publicanos eran despreciados, y también porque a menudo se aprovechaban de su posición para robar. A ellos el Bautista no les dice que cambien de oficio, sino que no exijan nada más de lo fijado (cfr v. 13). El profeta, en nombre de Dios, no pide gestos excepcionales, sino sobre todo el cumplimiento honesto del propio deber. El primer paso hacia la vida eterna es siempre la observancia de los mandamientos; en este caso el séptimo: "No robar" (cfr Es 20,15).

    3. La tercera respuesta mira a los soldados, otra categoría dotada de un cierto poder, y por tanto tentada de abusar. A los soldados, Juan les dice: «No maltratéis y no extorsionéis a nadie; contentaros con vuestras pagas» (v. 14). También aquí la conversión empieza por la honestidad y el respeto de los demás: una indicación que vale para todos, especialmente para quien tiene mayor responsabilidad.

    Considerando en su conjunto estos diálogos, impresiona la gran concreción de las palabras de Juan: dado que Dios nos juzgará según nuestras obras, es allí, en los comportamientos, donde hay que demostrar que se sigue su voluntad. Justo por esto las indicaciones del Bautista son siempre actuales: también en nuestro mundo tan complejo, las cosas irían mucho mejor si cada uno observara esta reglas de conducta. Oremos entonces al Señor, por intercesión de María Santísima, para que nos ayude a prepararnos a la Navidad llevando buenos frutos de conversión (cfr Lc 3,8).

  • lunes, 17 de diciembre de 2012

    LA NAVIDAD...


    PENSAMIENTO SOBRE EL ADVIENTO

    PENSAMIENTO SOBRE EL ADVIENTO


     Señor, Tú viniste al mundo, creciste y te preparaste para tu misión en una familia. Concédeme tu gracia para saber sembrar armonía, comprensión, perdón, apoyo mutuo, generosidad, alegría y paz en mi propia familia, siguiendo el ejemplo de tu padre san José y de tu madre María.

    EL PESEBRE DE BELÉN...

    Autor: H. Gustavo Velázquez Lazcano, LC | Fuente: Catholic.net
    El pesebre de Belén
    Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche.
     
    El pesebre de Belén
    En las faldas de un monte, por encima de Belén, hay una cueva. Es pequeña y algo tosca, pero acogedora; refresca en los días de calor, y abriga, en los de frío. Durante el año, los animales se resguardan en ella.

    Los bueyes y las vacas acuden a pastar allí. Sacian su hambre con las frescas pajas que un mozo deposita a diario en un rústico pesebre, formado por resistentes ramas.

    - ¡Vaya existencia la mía! -se decía el pesebre-. ¡¿No se podría haber empleado de mejor modo mi madera?!

    El ganado acudía a él por necesidad, porque gusto no lo había. La mayoría de los desayunos, cenas y comidas, terminaban en indigestión. Porque, ¿a quién le gusta escuchar quejas mientras come?
    Una noche fría de invierno, entre los aullidos del viento y la respiración profunda de los animales que ahí dormían, llegaron dos personas a la cueva. Venían arropados de arriba abajo. El hombre jalaba con cuidado de su borriquillo, mientras la mujer que lo montaba, soportaba con paciencia los dolores del parto.

    - Aquí está bien -dijo el hombre apesadumbrado-. Hemos caminado bastante -suspiró-. Me gustaría ofrecerte algo mejor, María, pero tú sabes que hoy no ha sido un buen día…

    - No te aflijas, José -le respondió María, consolándole-. Hágase Su voluntad -y señaló con el dedo al cielo-.

    Ambos se establecieron lo mejor que pudieron en la cueva, agradeciendo el calor de los animales.
    El pesebre, que jamás dormía, se enterneció al ver la situación de aquella agotada pareja.
    Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, María dio a luz a su hijo primogénito. Los gemidos del recién nacido resonaron en la cueva, rompiendo el silencio. Los animales se despertaron agitados en un primer momento; pero después de desperezarse, lo contemplaron con respeto.

    José tenía al niño en sus brazos y lo había envuelto en pañales. Su corazón latía con fuerza: estaba nerviosísimo. Cuando por fin tuvo oportunidad de ver al niño, se topó con unos grandes y preciosos ojos grises que lo miraban con curiosidad; entonces, sintió cómo una gran emoción llenaba su alma.

    María permanecía recostada sobre unas gruesas cobijas que habían traído de Nazaret, y no le quitaba la vista a su hijo. Con un notable esfuerzo, cambió de postura y le pidió a José que le mostrase al Niño. Cuando él se lo dio, Ella lo cargó durante un largo rato, estrechando al niño contra su corazón.

    Cuando María acabó de contemplarlo, se lo entregó a José, quien lo paseó maravillado. Y tras una larga y silenciosa adoración, lo depositó dormido en el pesebre.

    Sonó, entonces, un redoblar de pasos, y a acto seguido entraron unos pastores en la cueva.
    - En hora buena -exclamaron al ver al Niño. Y les contaron cuanto les había dicho el ángel-.
    Cuando llegaron a la señal que les había dado el ángel: "encontrarán al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre", el pesebre estuvo a punto de dar un brinco de asombro, pero recordó que el Niño Jesús aún dormía plácidamente sobre él.

    Su nombre había aparecido en los labios de los ángeles. No lo podía creer. Lo ocurrido estaba preestablecido por Dios.

    Cuando los pastores terminaron su relato, con gran admiración de los padres de Jesús y del mismo pesebre, sacaron sus humildes regalos y se los ofrecieron al Niño de corazón.
    Una vez que los pastores se fueron y que el Niño se hubo vuelto a dormir, María y José también se entregaron al descanso, rendidos de cansancio.

    Cuando el silencio llenó de nuevo la cueva con su majestad, el pesebre se quedó pensativo. Aún no acababa de entender lo que habían dicho los pastores.

    - ¿Cómo es posible que sea Dios? -pensaba para sus adentros-.

    Tras mucho repetir: «Tengo entre mis pajas a Dios», comprendió porqué no le pesaba aquel niño.
    Aquel pesebre, pobre y viejo, no había pensado en su vida que acogería al Niño Dios entre sus pajas. Sabía que algún día vendría el Mesías -como todo el mundo-, pero jamás habría imaginado que nacería en aquella tosca cueva de aquel remoto poblado, y precisamente en aquella época del año. Y mucho menos que él sería el primer depositario.

    Cuando Dios vino al mundo, no pasó inadvertido sólo para los hombres. También llegó de sorpresa para aquel pesebre de Belén. Ningún ángel le anunció que sobre él se recostaría el Hijo de Dios.

    Nosotros, en cambio, sabemos que el Niño Jesús llegará el 24 en la noche. Tenemos tiempo para vivir con entusiasmo este Adviento. Regalémosle un corazón amable, quitando cada día una paja de nuestro áspero carácter. Ofrezcámosle el calor de nuestro corazón.



  • Preguntas o comentarios al autor
  • H. Gustavo Velázquez Lazcano, LC

    domingo, 16 de diciembre de 2012

    FARO EN EL DESIERTO...


    Un faro en el desierto

    Este era un hombre que se puso a construir un faro en medio del desierto.

    Todos se burlaban de él y lo llamaban loco.

    ¿A qué un faro en medio del desierto?

    El hombre no hacía caso y seguía, callado, su labor.

    Un día por fin acabó el faro. En la noche sin luna y sin estrellas el espléndido rayo empezó a girar en las tinieblas del aire, como si la vía láctea se hubiera convertido en carrusel.

    Y sucedió que en el momento que el faro comenzó a dar su luz, surgió de pronto en el desierto un mar, y hubo en el mar buques trasatlánticos, y vuelos de submarinos de ballenas, y puertos con mercaderes de Venecia, y piratas de barba roja, y holandeses errantes, y sirenas.

    Todos se asombraron, menos el constructor del faro. Sabía él que si alguien enciende una luz en medio de la oscuridad, al brillo de esa luz surgirán... muchas maravillas.

    ARRIESGARSE A VIVIR....


     Arriesgarse a vivir

    Reír, es arriesgarse a parecer un tonto.

    Llorar es arriesgarse a parecer un sentimental.

    Hacer algo por alguien, es arriesgarse a involucrarse.

    Expresar sentimientos, es arriesgarse a mostrar tu verdadero yo.

    Exponer tus ideas y tus sueños, es arriesgarse a perderlos.

    Amar, es arriesgarse a no ser correspondido.

    Vivir, es arriesgarse a morir.

    Esperar, es arriesgarse a la desesperanza.

    Lanzarte, es arriesgarse a fallar.

    Pero los riesgos deber ser tomados, porque el peligro más grande en la vida es no arriesgarse nada.

    La persona que no arriesga, no hace, ni tiene nada. Se pueden evitar sufrimientos y preocupaciones, pero simplemente no puede aprender, sentir, cambiar, crecer, amar y vivir...SOLO UNA PERSONA QUE SE ARRIESGA ES LIBRE.

    LA MEJOR MEDICINA DE TU VIDA


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