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jueves, 20 de diciembre de 2018
miércoles, 19 de diciembre de 2018
DEJARME ENCONTRAR POR CRISTO
Dejarme encontrar por Cristo
Cristo recorre los caminos del mundo. Busca hoy, como lo hizo hace 2000 años, corazones heridos, corazones hambrientos, corazones necesitados, corazones vacíos.
Ofrece amor, regala paz, resucita entregas, provoca santidades. Limpia, sana, dignifica a hombres y mujeres zarandeados por la vida, hundidos en el pecado, abatidos por la tristeza, marginados o rechazados por sociedades llenas de egoísmo y vacías de esperanza.
También a mí me tiende una mano, me persigue con “lazos de amor” (Os 11,4), me libra del poder del maligno, me viste con una túnica blanca, me invita al banquete del Reino.
Necesito dejarme encontrar por Cristo, permitirle entrar en mi vida, dejarle las puertas abiertas para que pueda decirme lo mucho que me ama.
Lo necesito de veras, desde lo más profundo de mi alma. Porque “lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él” (Benedicto XVI, “Sacramentum caritatis” n. 84). Porque Cristo “no sólo es un ser humano fascinante... es mucho más: Dios se hizo hombre en Él y, por tanto, es el único Salvador” (Benedicto XVI, discurso a los jóvenes en Asís, 17 de junio de 2007).
Cristo recorre los caminos del mundo. Hoy puedo abrir los ojos para descubrirle, para sentir su mirada de Amigo bueno. Hoy puedo escuchar su voz serena, profunda, divina, que me repite: “No te condeno... porque he venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido...” (cf. Jn 8,11; Lc 19,10).
Hoy me susurra con cariño eterno: “Sí, vengo pronto”. Desde lo más profundo de mi alma le respondo, con la fuerza de los santos de la Iglesia santa: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22,20).
P. Fernando Pascual LC
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 19 DE DICIEMBRE
LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
19 de Diciembre
Para esto está el cristiano: para anunciar al mundo con toda su vida, que a pesar de todas las injusticias, de todos sus crímenes, de todos los odios, de todas las miserias que están asfixiando al hombre de hoy, no debemos perder la esperanza, porque existe Alguien que vino a traernos la justicia, la verdad, la paz y el amor. Y ese alguien es Cristo.
P. Alfonso Milagro
NUESTRA FE NO ESTÁ MUERTA, ESTÁ DORMIDA
Nuestra fe no está muerta, está dormida
La clave está en atreverse a creer que el Señor está palpitante en cada orla de su manto
Por: Hermano Lázaro Clemente, fmp | Fuente: Catholic.net
Tal como ocurriera con los dos sueños del Faraón que José discernió, las dos mujeres que Marcos nos presenta (Mc 5, 21-43), la hemorroísa y la hija de Jairo son en realidad “una sola persona”. Eres tú. Somos cada uno de nosotros. De ninguna de la dos nos ofrece San Marcos su nombre. Pongamos el nuestro, sintámonos aludidos, interpelados, por la Palabra.
Ambas mujeres tienen entre sí un triple nexo que nos permite identificarlas como un solo mensaje del Señor. Por una parte, San Marcos nos presenta “trenzadas” las dos sanaciones. Por otra, ambas “cuentan” 12 años. Pareciera que el Evangelista hubiera “subrayado” en rojo este detalle. Abundemos en él.
La mujer enferma lleva 12 años “perdiendo vida”. La sangre es signo de vida en el contexto bíblico. Curiosamente, 2000 años después, en las campañas de donación de sangre uno de los lemas es “donar sangre es donar vida”. Y así es.
Ella se ha gastado su fortuna en tratamientos que, a la postre, no sólo han resultado infructuosos, sino que han empeorado su estado. Aterricemos: en nuestra vida hay muchas heridas emocionales y situaciones dolorosas por las que vamos “perdiendo” alegría, paz, bondad, etc. Se nos va la “vida... en el Espíritu”, se nos van los frutos. Se nos va la vida, solemos decir ante un golpe de calor estival. Muchas veces nos acostumbramos a confiar demasiado en nuestro propios recursos y experiencia vital para salir del atolladero, porque nos cuesta pedir ayuda. Es como su tuviéramos frío y en lugar de buscar el calor del hermano, quisiéramos “reinventar” el fuego.
Hay diferencia entre ver y mirar, entre oír y escuchar. Tampoco es lo mismo apretujar que tocar. La multitud que apretuja al Maestro nos recuerda a nosotros mismos cuando estamos con el Señor sólo “emocionalmente”, cuando estamos en la Eucaristía “de cuerpo presente”, sin darnos cuenta de la Presencia. Cuando leemos mucho sobre el Evangelio, pero no terminamos de sumergirnos en el Evangelio. Cuando lamentamos lo mal que va el mundo en lugar de dar gracias a Dios “siempre y en todo lugar, porque es justo y necesario”.
Ella toca la orla del manto, es decir la parte de su túnica aparentemente más “alejada” de la mirada del Señor. La túnica representa la Iglesia misma, que “reviste” al Señor y le hace visible en el mundo. El testimonio de aquella mujer nos recuerda que el Amor del Señor nos puede sanar sólo con que “toquemos” levemente cualquiera de las piedras vivas que la formamos. Tocar es abrazar es expresar el amor fraterno. Es como la “caricia del Papa” que el Beato Juan XXIII regaló a los padres para sus niños, en el famoso discurso de la Luna la noche inaugural del Concilio.
La hija de Jairo representa nuestra vida en Cristo, nuestro primer amor con el Señor. La joven lleva casi 2000 años teniendo doce, porque la obra de Dios en cada uno de nosotros no envejece. Es como dicen los Padres Orientales de la Iglesia refiriéndose al corazón interior: Nuestra porción de vida eterna, el “lugar” genuino de nuestra semejanza con Dios.
Jairo, jefe de la sinagoga, representa a la Iglesia, que intercede al Señor por todos los hombres y por cada uno de sus hijos, seamos o no conscientes de ello. La niña, en efecto, no es consciente, no puede salir a pedir ayuda. Cuando los amigos de Jairo comentan a éste que ya no hace falta “molestar“ al Maestro, no es difícil aventurar la frase siguiente: “Jesús no ha llegado a tiempo, estaba atendiendo a esta otra señora”. Son los mismos parientes que alternan el llanto desconsolado por la joven difunta con la risa burlesca ante el diagnóstico del Señor: “La niña está dormida”. Ellos representan nuestros sentimientos desbocados, variables, cuando les falta el dominio de sí que los gobierne como el imán a las limaduras de hierro. Pero Jairo confía y deja en manos del Señor a su pequeña. San Marcos no nos dice su nombre, pero en el nombre de su padre está escrita la obra que va a hacer el Señor en ella, porque Jairo deriva de Yag´ir, que significa "Dios iluminará".
En efecto, nuestra fe no está muerta, está dormida. Los “parientes” ya tienen la siguiente pregunta preparada: Si está dormida, ¿por qué a nadie se le ocurrió despertarla? ¿Acaso Jairo o su esposa no hubieran podido tocarle en el brazo levemente? No, porque de ese sueño sólo puede despertarnos la Voz de Cristo. Por eso, cuando sentimos dormido el ánimo y deprimido el corazón sólo la escucha de la Palabra puede hacernos llegar el “Talitha kumi”. Es cierto que también podemos rechazar el diagnóstico del Médico y certificar nuestra desesperanza, como forenses de nosotros mismos. Aun así, a los tres días nos daremos cuenta con asombro de que nuestra “hija de Jairo” no sufre descomposición alguna. Nos daremos cuenta de que nuestra esperanza está viva, pero dormida. Está dormida, pero muy viva.
El lenguaje coloquial viene a iluminar esta realidad con pintoresca gracia: Tras una jornada de fatigoso trabajo solemos decir: “Estoy muerto de cansancio”. Y no nos damos cuenta de que un difunto no experimenta cansancio alguno, al contrario, goza de descanso perfecto. Saquémosle punta a la frase citada: Cuanto más grande es el cansancio experimentado más vivos estamos, más nos hemos apasionado en el trabajo. En clave de Evangelio, los caminos de Dios son distintos de los nuestros, porque cuanto más nos hemos desgastado por los hermanos, más vivos estamos, y más vivos nos sentimos. Cuanto más ha ardido nuestra zarza con el fuego del amor de Dios, más ligera navega la savia del Espíritu por nuestras ramas.
El tercer nexo entre las dos mujeres es que ambas tienen un encuentro personal con el Maestro. La mujer sanada es la única que le ha “tocado”. La orla del manto puede ser cualquier cosa, por pequeña que sea, de la que el Señor se sirve para mostrarnos su presencia en lo cotidiano. Para Blaise Pascal fueron unas notas de órgano, para la Madre Teresa la llamada de un mendigo. La clave está en atreverse a creer que el Señor está palpitante en cada orla de su manto. Ella lo creyó... y así fue.
Y en cuanto a la joven, muchos hablaban de ella, pero sólo Jesús le habló a ella. Y después de despertarla tuvo la emocionante delicadeza de pedir que le dieran de comer. Ahí ha dejado escrita una ulterior exhortación para nosotros: Cuando el Amor de Dios nos saca de nuestra postración, depresión y melancolía, hemos de alimentar a la hija de Jairo, hemos de robustecer nuestra dieta espiritual con los sacramentos, la Palabra, la vida fraterna, etc... Hemos, en suma, de vivir como hijos resucitados.
Hermano Lázaro Clemente, fmp
7 MEDIOS ESPIRITUALES PARA PREPARARSE Y RECIBIR A CRISTO EN NAVIDAD
7 medios espirituales prepararse y recibir a Cristo en Navidad.
Son gestos que nos permiten recibir a Jesús, no solo en la víspera de Navidad
Por: P. Mons. Florian Kolfhaus | Fuente: CNA Deutsche // ACI Prensa
El sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus, compartió siete medios espirituales prepararse y recibir a Cristo en Navidad.
1. Empezar la jornada con Dios
Levantarse unos 10 minutos antes de lo habitual permite tener un tiempo para Dios y empezar bien la jornada. Una oración personal, una breve lectura de las Escrituras, el rezo del Rosario, entre otros, pueden ayudar.
2. Ayunar en Adviento
Si bien las cuatro semanas previas a la Navidad tienen un carácter “más alegre” se debe esperar hasta el cumpleaños de Jesús para celebrar en la cena navideña.
Este sacrificio, además de tener un valor espiritual, genera más gusto y expectativa por la Navidad.
3. Un tiempo de silencio
El sacerdote sugiere tener una hora de silencio todos los días de Adviento. Sin radio, teléfono, televisión, ni música de fondo, sino utilizar el tiempo para momentos de oración y reflexión.
Si se siente inquietud o preocupación, hay que dejar que el Mesías entre en el corazón. La paz externa y silencio interior limpia casi automáticamente el alma.
4. Obsequiar desde el corazón
“¿Por qué no dar una alegría a alguien por cada día de Adviento?”, se pregunta el P. Kolfhaus.
Todos los días se puede obsequiar un pequeño regalo, carta o imagen. Pero es bueno tener un plan previo: obsequiar quizás una fotografía en blanco y negro a un familiar, juguetes de mis hijos para un sobrino, las chaquetas de invierno para un hogar de niños huérfanos o hacer galletas para una casa de ancianos.
5. Visitar a Jesús
La Navidad no es de “Santa Claus”, sino del pequeño niño en el pesebre. Es el Hijo de Dios quien alimenta verdaderamente, tan pequeño y, que sin pretensiones, está presente en todos los tabernáculos.
“La Navidad es la celebración del ‘pan vivo’ que ha llegado del cielo como nuestro alimento. Belén significa ‘casa del pan’”, explica el P. Kolfhaus.
Todos los días se puede visitar la iglesia aunque sea solo unos minutos. También, asistir a Misa es una forma de devoción.
6. Confesarse
Jesús nace en un establo, en pobreza y modestia, lejos del bullicio de los albergues. En ese lugar San José removió las telarañas y la suciedad y Nuestra Señora preparó un buen lugar para el recién nacido.
Como la Virgen María y San José que tenían un corazón lleno de amor puro, los católicos deben confesarse para tener una buena Navidad. La paja vieja o podrida debe ser barrida del corazón. Otras veces limpiar el polvo es suficiente, pero Jesús siempre quiere encontrar una morada donde pueda reposar.
7. Devoción a María
“Es menester dirigirnos a nuestra Madre, a quien le pedimos su intercesión en nuestras necesidades, para darle gracias por su 'sí' en Nazareth, por el cuidado y la crianza de Jesús, por su ayuda maternal a Él y a nosotros, por su lealtad en la Cruz”.
Desde el obsequio de flores, el rezo del Rosario, oraciones especiales, una pequeña peregrinación a una iglesia, renunciar a malos hábitos u ofrecer nuestro trabajo por más difícil que sea, son gestos que nos permiten recibir a Jesús, no solo en la víspera de Navidad.
El sacerdote sugirió orar por la maternidad de todas las mujeres que esperan o han perdido un hijo en esos días.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL SENTIDO DE LA NAVIDAD
Catequesis del Papa Francisco sobre el sentido de la Navidad
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco centró su enseñanza de la catequesis de este miércoles 19 de diciembre en la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano en el sentido de la Navidad.
A 6 días del 25 de diciembre, el Pontífice subrayó las sorpresas que puede traer la Navidad para aquellos que la viven con un sentido cristiano y evangélico.
En este sentido, aseguró que “la Navidad trae cambios de vida inesperados y si nosotros queremos vivir la Navidad debemos abrir el corazón, estar dispuestos a las sorpresas, es decir, a un cambio de vida inesperado”.
A continuación, el texto completo de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dentro de seis días será Navidad. Árboles, decoraciones y luces por todas partes recuerdan que también este año será una fiesta. La máquina publicitaria invita a intercambiar siempre nuevos regalos para sorprenderse. Pero, me pregunto ¿es esta la fiesta que agrada a Dios? ¿Qué Navidad le gustaría, qué regalos y qué sorpresas?
Observemos la primera Navidad de la historia para descubrir los gustos de Dios. Esa primera Navidad de la historia estuvo llena de sorpresas. Comenzamos con María, que era la esposa prometida de José: llega el ángel y cambia su vida. De virgen será madre. Seguimos con José, llamado a ser el padre de un niño sin generarlo.
Un hijo que, -golpe de efecto-, llega en el momento menos indicado, es decir, cuando María y José estaban prometidos y, de acuerdo con la Ley, no podían cohabitar. Ante el escándalo, el sentido común de la época invitaba a José a repudiar a María y salvar así su buena reputación, pero él, si bien tuviera derecho, sorprende: para no hacer daño a María piensa despedirla en secreto, a costa de perder su reputación. Luego, otra sorpresa: Dios en un sueño cambia sus planes y le pide que tome a María con él.
Una vez nacido Jesús, cuando tenía sus proyectos para la familia, otra vez en sueños le dicen que se levante y vaya a Egipto. En resumen, la Navidad trae cambios inesperados de vida. Y si queremos vivir la Navidad, tenemos que abrir el corazón y estar dispuestos a las sorpresas, es decir, a un cambio de vida inesperado.
Pero cuando llega la sorpresa más grande es en Nochebuena: el Altísimo es un niño pequeño. La Palabra divina es un infante, que significa literalmente "incapaz de hablar". Y la palabra divina se volvió incapaz de hablar.
Para recibir al Salvador no están las autoridades de la época, o del lugar, o los embajadores: no, son simples pastores que, sorprendidos por los ángeles mientras trabajaban de noche, acuden sin demora. ¿Quién lo habría esperado? La Navidad es celebrar lo inédito de Dios, o, mejor dicho, es celebrar a un Dios inédito, que cambia nuestra lógica y nuestras expectativas.
Celebrar la Navidad, es, entonces, dar la bienvenida a las sorpresas del Cielo en la tierra. No se puedes vivir "tierra, tierra", cuando el Cielo trae sus noticias al mundo. La Navidad inaugura una nueva era, donde la vida no se planifica, sino que se da; donde ya no se vive para uno mismo, según los propios gustos, sino para Dios y con Dios, porque desde Navidad Dios es el Dios con nosotros, que vive con nosotros, que camina con nosotros. Vivir la Navidad es dejarse sacudir por su sorprendente novedad.
La Navidad de Jesús no ofrece el calor seguro de la chimenea, sino el escalofrío divino que sacude la historia. La Navidad es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la simplicidad sobre la abundancia, del silencio sobre el alboroto, de la oración sobre "mi tiempo", de Dios sobre mi "yo".
Celebrar la Navidad es hacer como Jesús, venido para nosotros, los necesitados, y bajar hacia aquellos que nos necesitan. Es hacer como María: fiarse, dócil a Dios, incluso sin entender lo que Él hará. Celebrar la Navidad es hacer como José: levantarsepara realizar lo que Dios quiere, incluso si no está de acuerdo con nuestros planes.
San José es sorprendente: nunca habla en el Evangelio: no hay una sola palabra de José en el Evangelio; y el Señor le habla en silencio, le habla precisamente en sueños. Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios al estruendo del consumismo. Si sabemos estar en silencio frente al Belén, la Navidad será una sorpresa para nosotros, no algo que ya hayamos visto. Estar en silencio ante el Belén: esta es la invitación para Navidad. Tómate algo de tiempo, ponte delante del Belén y permanece en silencio. Y sentirás, verás la sorpresa.
Desgraciadamente, sin embargo, nos podemos equivocar de fiesta, y prefiere las cosas usuales de la tierra a las novedades del Cielo. Si la Navidad es solo una buena fiesta tradicional, donde nosotros y no Él estamos en el centro, será una oportunidad perdida. Por favor, ¡no mundanicemos la Navidad! No dejemos de lado al Festejado, como entonces, cuando "vino entre los suyos, y los suyos no le recibieron" (Jn 1,11).
Desde el primer Evangelio de Adviento, el Señor nos ha puesto en guardia, pidiéndonos que no nos cargásemos con "libertinajes" y "preocupaciones de la vida" (Lc 21,34). Durante estos días se corre, tal vez como nunca durante el año. Pero así se hace lo contrario de lo que Jesús quiere. Culpamos a las muchas cosas que llenan los días, al mundo que va rápido. Y, sin embargo, Jesús no culpó al mundo, nos pidió que no nos dejásemos arrastrar, que velásemos en todo momento rezando (cfr. v. 36).
He aquí, será Navidad si, como José, daremos espacio al silencio; si, como María, diremos "aquí estoy " a Dios; si, como Jesús, estaremos cerca de los que están solos, si, como los pastores, dejaremos nuestros recintos para estar con Jesús. Será Navidad, si encontramos la luz en la pobre gruta de Belén. No será Navidad si buscamos el resplandor del mundo, si nos llenamos de regalos, comidas y cenas, pero no ayudamos al menos a un pobre, que se parece a Dios, porque en Navidad Dios vino pobre.
Queridos hermanos y hermanas, ¡os deseo una Feliz Navidad, una Navidad rica en las sorpresas de Jesús! Pueden parecer sorpresas incómodas, pero son los gustos de Dios. Si los hacemos nuestros, nos daremos a nosotros mismos una sorpresa maravillosa. Cada uno de nosotros tiene escondida en el corazón la capacidad de sorprenderse. Dejémonos sorprender por Jesús en esta Navidad.
EL EVANGELIO DE HOY MIÉRCOLES 18 DICIEMBRE 2018
Lecturas de hoy 19 de Diciembre. Feria de Adviento
Hoy, miércoles, 19 de diciembre de 2018
Primera lectura
Lectura del libro de los Jueces (13,2-7.24-25a):
EN aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 70,3-4a.5-6ab.16-17
R/. Que se llene mi boca de tu alabanza,
y así cantaré tu gloria.
V/. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.
V/. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.
V/. Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,5-25):
EN los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacía los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar mi oprobio ante la gente».
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio de hoy miércoles, 19 de diciembre de 2018
Edgardo Guzman, cmf
Queridos amigos y amigas:
En la liturgia de la Palabra de este día encontramos dos anuncios de nacimiento. El primero es del libro de los Jueces que nos narra el anuncio del nacimiento de Sansón. El autor utiliza un género literario clásico de la anunciación bíblica de los grandes personajes. Este modelo sigue un esquema que se repite: aparición del Ángel del Señor, turbamento o temor de la persona visitada, comunicación del mensaje del Señor y signo de reconocimiento.
Una característica común de estos “anuncios de nacimiento” es que Dios se los realiza siempre a personas con un corazón pobre y humilde. Las condiciones de posibilidad para responder al llamado de Dios están en la colaboración plena con su proyecto salvador y la fidelidad a su designio de amor: “ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro”. Este texto del libro de los Jueces se convierte en una profecía del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús.
En el relato de Lucas aparecen estos mismos elementos de la anunciación bíblica que encontramos en el Antiguo Testamento. Con ellos se describen el anuncio del nacimiento de Juan. El evangelista le da un rico valor simbólico, teológico y espiritual. Como vemos ambos textos son un claro preludio del anuncio del nacimiento del Mesías salvador. Aunque también podemos notar sus diferencias simétricas. Veamos algunas de estas diferencias para sacar de ellas algunas implicaciones practicas.
Mientras el anuncio del nacimiento de Juan se hace en el gran templo de Jerusalén, el anuncio que el Ángel Gabriel le hace a María se da en la simplicidad de una casa de Nazaret. Frente a la incredulidad de Zacarías contrasta la fe de María. El nacimiento del precursor se da en el seno de una mujer casada estéril, en cambio el Mesías nace en el seno de una virgen. Como signo de reconocimiento Zacarías quedará mudo, en cambio María saldrá a anunciar llena de jubilo a su prima Isabel el don de su maternidad.
De este paralelismo bíblico podemos sacar algunas deducciones. De alguna forma se nos está queriendo decir que al llegar la plenitud del tiempo de salvación solo hay espacio para una fe humilde y para acoger con humildad la Palabra de Dios. Vivimos en un tiempo donde la idea de Dios se da por descontado. Cada vez nos movemos mas en ambientes secularizados. Nuestro mundo pierde cada día no solo la sensibilidad religiosa, sino también la sensibilidad humana. Nosotros podemos dar testimonio con humildad y con coraje de que vale la pena creer en este Dios de la vida.
Los anuncios de nacimiento que leemos hoy son una invitación para saber esperar y para no dejar de escuchar Aquel que llama eternamente. A partir de esta escucha silenciosa y fiel hacemos posible que Dios se siga encarnando hoy en nuestra historia, nuestras culturas, nuestros ambientes y nuestras familias para hacer germinar un tiempo nuevo de salvación.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
eagm796@hotmail.com
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