domingo, 31 de marzo de 2013

EL SEPULCRO VACÍO Y EL ENCUENTRO CON CRISTO RESUCITADO


El sepulcro vacío y el encuentro con Cristo Resucitado
SS Juan Pablo II, el 1 de febrero, 1989

1. La profesión de fe que hacemos en el Credo cuando proclamamos que Jesucristo 'al tercer día resucitó de entre los muertos', se basa en los textos evangélicos que, a su vez, nos transmiten y hacen conocer la primera predicación de los Apóstoles. De estas fuentes resulta que la fe en la resurrección es, desde el comienzo, una convicción basada en un hecho, en un acontecimiento real, y no un mito o una 'concepción', una idea inventada por los Apóstoles o producida por la comunidad postpascual reunida en torno a los Apóstoles en Jerusalén, para superar junto con ellos el sentido de desilusión consiguiente a la muerte de Cristo en cruz. De los textos resulta todo lo contrario y por ello, como he dicho, tal hipótesis es también crítica e históricamente insostenible. Los Apóstoles y los discípulos no inventaron la resurrección (y es fácil comprender que eran totalmente incapaces de una acción semejante). No hay rastros de una exaltación personal suya o de grupo, que les haya llevado a conjeturar un acontecimiento deseado y esperado y a proyectarlo en la opinión y en la creencia común como real, casi por contraste y como compensación de la desilusión padecida. No hay huella de un proceso creativo de orden psicológico)sociológico)literario ni siquiera en la comunidad primitiva o en los autores de los primeros siglos. Los Apóstoles fueron los primeros que creyeron, no sin fuertes resistencias, que Cristo había resucitado simplemente porque vivieron la resurrección como un acontecimiento real del que pudieron convencerse personalmente al encontrarse varias veces con Cristo nuevamente vivo, a lo largo de cuarenta días. Las sucesivas generaciones cristianas aceptaron aquel testimonio, fiándose de los Apóstoles y de los demás discípulos como testigos creíbles. La fe cristiana en la resurrección de Cristo está ligada, pues, a un hecho, que tiene una dimensión histórica precisa.

2. Y sin embargo, la resurrección es una verdad que, en su dimensión más profunda, pertenece a la Revelación divina: en efecto, fue anunciada gradualmente de antemano por Cristo a lo largo de su actividad mesiánica durante el período prepascual. Muchas veces predijo Jesús explícitamente que, tras haber sufrido mucho y ser ejecutado, resucitaría. Así, en el Evangelio de Marcos, se dice que tras la proclamación de Pedro en las cerca de Cesarea de Filipo, Jesús 'comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente' (Mc 8, 31-32). También según Marcos, después de la transfiguración, 'cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos' (Mc 9. 9). Los discípulos quedaron perplejos sobre el significado de aquella 'resurrección' y pasaron a la cuestión, y agitada en el mundo judío, del retorno de Elías (Mc 9, 11): pero Jesús reafirmó la idea de que el Hijo del hombre debería 'sufrir mucho y ser despreciado' (Mc 9, 12). Después de la curación del epiléptico endemoniado, en el camino de Galilea recorrido casi clandestinamente, Jesús toma de nuevo la palabra para instruirlos: 'El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará'. 'Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle' (Mc 9, 31-32). Es el segundo anuncio de la pasión y resurrección, al que sigue el tercero, cuando ya se encuentran en camino hacia Jerusalén: 'Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará' (Mc 10, 33-34).

3. Estamos aquí ante una previsión profética de los acontecimientos, en la que Jesús ejercita su función de revelador, poniendo en relación la muerte y la resurrección unificadas en la finalidad redentora, y refiriéndose al designio divino según el cual todo lo que prevé y predice 'debe' suceder. Jesús, por tanto, hace conocer a los discípulos estupefactos e incluso asustados algo del misterio teológico que subyace en los próximos acontecimientos, como por lo demás en toda su vida. Otros destellos de este misterio se encuentran en la alusión al 'signo de Jonás' (Cfr. Mt 12, 40) que Jesús hace suyo y aplica a los días de su muerte y resurrección, y en el desafío a los judíos sobre 'la reconstrucción en tres días del templo que será destruido' (Cfr. Jn 2, 19). Juan anota que Jesús 'hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús' (Jn 2 20-21). Una vez más nos encontramos ante la relación entre la resurrección de Cristo y su Palabra, ante sus anuncios ligados 'a las Escrituras'.

4. Pero además de las palabras de Jesús, también a actividad mesiánica desarrollada por El en el período prepascual muestra el poder de que dispone sobre la vida y sobre la muerte, y la conciencia de este poder, como la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5, 39-42), la resurrección del joven de Naín (Lc 7, 12-15), y sobre todo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 42-44) que se presenta en el cuarto Evangelio como un anuncio y una prefiguración de la resurrección de Jesús. En las palabras dirigidas a Marta durante este último episodio se tiene la clara manifestación de a autoconciencia de Jesús respecto a su identidad de Señor de la vida y de la muerte y de poseedor de las llaves del misterio de la resurrección: 'Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás' (Jn 11, 25-26).

Todo son palabras y hechos que contienen de formas diversas la revelación de la verdad sobre la resurrección en el período prepascual.

5. En el ámbito de los acontecimientos pascuales, el primer elemento ante el que nos encontramos es el 'sepulcro vacío'. Sin duda no es por sí mismo una prueba directa. A Ausencia del cuerpo de Cristo en el sepulcro en el que había sido depositado podría explicarse de otra forma, como de hecho pensó por un momento María Magdalena cuando, viendo el sepulcro vacío, supuso que alguno habría sustraído el cuerpo de Jesús (Cfr. Jn 20, 15). Más aún, el Sanedrín trató de hacer correr la voz de que, mientras dormían los soldados, el cuerpo había sido robado por los discípulos. 'Y se corrió esa versión entre los judíos, (anota Mateo) hasta el día de hoy' (Mt 28, 12-15).

A pesar de esto el 'sepulcro vacío' ha constituido para todos, amigos y enemigos, un signo impresionante. Para las personas de buena voluntad su descubrimiento fue el primer paso hacia el reconocimiento del 'hecho' de la resurrección como una verdad que no podía ser refutada.

6. Así fue ante todo para las mujeres, que muy de mañana se habían acercado al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo. Fueron las primeras en acoger el anuncio: 'Ha resucitado, no está aquí... Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro...' (Mc 16, 6-7). 'Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: !Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite!. Y ellas recordaron sus palabras' (Lc 24, 6-8).

Ciertamente las mujeres estaban sorprendidas y asustadas (Cfr. Mc 24, 5). Ni siquiera ellas estaban dispuestas a rendirse demasiado fácilmente a un hecho que, aun predicho por Jesús, estaba efectivamente por encima de toda posibilidad de imaginación y de invención. Pero en su sensibilidad y finura intuitiva ellas, y especialmente María Magdalena, se aferraron a la realidad y corrieron a donde estaban los Apóstoles para darles la alegre noticia.

El Evangelio de Mateo (28, 8-10) nos informa que a lo largo del camino Jesús mismo les salió al encuentro les saludó y les renovó el mandato de llevar el anuncio a los hermanos (Mt 28, 10). De esta forma las mujeres fueron las primeras mensajeras de la resurrección de Cristo, y lo fueron para los mismos Apóstoles (Lc 24, 10). ¡Hecho elocuente sobre la importancia de la mujer ya en los días del acontecimiento pascual!

7. Entre los que recibieron el anuncio de María Magdalena estaban Pedro y Juan (Cfr. Jn 20, 3-8). Ellos se acercaron al sepulcro no sin titubeos, tanto más cuanto que María les había hablado de una sustracción del cuerpo de Jesús del sepulcro (Cfr. Jn 20, 2). Llegados al sepulcro, también lo encontraron vacío. Terminaron creyendo, tras haber dudado no poco, porque, como dice Juan, 'hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos' (Jn 20, 9).

Digamos la verdad: el hecho era asombroso para aquellos hombres que se encontraban ante cosas demasiado superiores a ellos. La misma dificultad, que muestran las tradiciones del acontecimiento, al dar una relación de ello plenamente coherente, confirma su carácter extraordinario y el impacto desconcertante que tuvo en el ánimo de los afortunados testigos. La referencia 'a la Escritura' es la prueba de la oscura percepción que tuvieron al encontrarse ante un misterio sobre el que sólo la Revelación podía dar luz.

8. Sin embargo, he aquí otro dato que se debe considerar bien: si el 'sepulcro vacío' dejaba estupefactos a primera vista y podía incluso generar acierta sospecha, el gradual conocimiento de este hecho inicial, como lo anotan los Evangelios, terminó llevando al descubrimiento de la verdad de la resurrección.

En efecto, se nos dice que las mujeres, y sucesivamente los Apóstoles, se encontraron ante un 'signo' particular: el signo de la victoria sobre la muerte. Si el sepulcro mismo cerrado por una pesada losa, testimoniaba la muerte, el sepulcro vacío y la piedra removida daban el primer anuncio de que allí había sido derrotada la muerte.

No puede dejar de impresionar la consideración del estado de ánimo de las tres mujeres, que dirigiéndose al sepulcro al alba se decían entre si: '¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro?' (Mc 16, 3), y que después, cuando llegaron al sepulcro, con gran maravilla constataron que 'la piedra estaba corrida aunque era muy grande' (Mc 16, 4). Según el Evangelio de Marcos encontraron en el sepulcro a alguno que les dio el anuncio de la resurrección (Cfr. Mc 16, 5); pero ellas tuvieron miedo y, a pesar de las afirmaciones del joven vestido de blanco, 'salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había apoderado de ellas' (Mc 16, 8). ¿Cómo no comprenderlas? Y sin embargo la comparación con los textos paralelos de los demás Evangelistas permite afirmar que, aunque temerosas, las mujeres llevaron el anuncio de la resurrección, de la que el 'sepulcro vacío' con la piedra corrida fue el primer signo.

9. Para las mujeres y para los Apóstoles el camino abierto por 'el signo' se concluye mediante el encuentro con el Resucitado: entonces la percepción aun tímida e incierta se convierte en convicción y, más aún, en fe en Aquél que 'ha resucitado verdaderamente'. Así sucedió a las mujeres que al ver a Jesús en su camino y escuchar su saludo, se arrojaron a sus pies y lo adoraron (Cfr. Mt 28, 9). Así le pasó especialmente a María Magdalena, que al escuchar que Jesús le llamaba por su nombre, le dirigió antes que nada el apelativo habitual: Rabbuni, ¡Maestro! (Jn 20, 16) y cuando El la iluminó sobre el misterio pascual corrió radiante a llevar el anuncio a los discípulos: '!He visto al Señor!' (Jn 20, 18). Lo mismo ocurrió a los discípulos reunidos en el Cenáculo que la tarde de aquel 'primer día después del sábado', cuando vieron finalmente entre ellos a Jesús, se sintieron felices por la nueva certeza que había entrado en su corazón: 'Se alegraron al ver al Señor' (Cfr. Jn 20,19-20).

¡El contacto directo con Cristo desencadena la chispa que hace saltar la fe!

miércoles, 27 de marzo de 2013

GUÍAME...

Guíame
Autor:  Padre Ignacio Larrañaga


Guíame, clara luz, a través de las tinieblas que me rodean, llévame cada vez más adelante. La noche está oscura y estoy lejos de casa, condúceme Tú cada vez más adelante.

Guía mis pasos: no te pido que me hagas ver desde ahora lo que me reservas para más adelante. Un sólo paso más es bastante para mí, por el momento. No siempre he sido así; ni tampoco he rezado siempre para que Tú me condujeras. Me gustaba elegir mi propio camino; pero ahora te pido que me guíes Tú siempre más adelante. Ansiaba los días de gloria y el orgullo dirigía mis pasos: ¡oh! no te acuerdes de esos años ya pasados.

Tu poder me ha bendecido largamente y sin duda ahora también sabrá conducirme por la estepa y los pantanos, por el pedregal y los abruptos torrentes, hasta que la noche haya pasado y sonría el amanecer.

Por la mañana, aquellos rostros de ángeles que había amado por largo tiempo y que durante una época perdía de vista, volverán a sonreír.

Guíame, clara Luz, llévame cada vez más adelante.

EL SILENCIO


El silencio
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


Cuentan que el abad Hiperiquio decía: “Es mejor comer carne y beber vino que, mediante la calumnia, devorar a tu hermano”.

            “Hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar” (Eclo 3,7). Claro está que dedicamos mucho tiempo a hablar y poco tiempo a escuchar, a permanecer en silencio. Es curioso observar cómo por medio de la palabra, que se nos ha dado para comunicarnos, engañamos y nos engañamos. “En ningún siglo, ha escrito Ignacio Silone, la palabra ha sido tan pervertida, como lo está ahora, alejada de su finalidad que es la comunicación entre los hombres”.

            La palabra y el silencio no son enemigos. La palabra debe nacer del silencio y éste de la palabra. Dios hace enmudecer a los charlatanes y perdidos, gente sin fe, como a Zacarías, y hace hablar a los mudos para que puedan abrirse a Dios y cantar sus maravillas.

            Hay otros medios de comunicación, además de la palabra. Uno de ellos es el silencio. El silencio no es ausencia de ruido, mutismo, no es desamor a la palabra, no es algo negativo. El silencio es la expresión de nuestro mundo interior. “Por el silencio se reconocen los que llevan a Dios en su corazón” (G. Tersteegen). Es un “gran maestro de verdad” (Psichari). “Si amas la verdad, sé amante del silencio; a semejanza del sol, él te hará luminoso ante Dios y te librará de los fantasmas de la ignorancia; el silencio te unirá al mismo Dios. Es, sin duda, valiosísimo para la persona.

            El silencio busca la soledad. “Nuestra alma tiene necesidad de soledad. En la soledad, si el alma está atenta, Dios se deja ver. La multitud es ruidosa. Para ver a Dios es necesario el silencio” (san Agustín).

El silencio es el lenguaje de Dios. Abarca a toda la persona: ojos, oídos, voz, imaginación, memoria, corazón, mente, voluntad...
            Es necesario, pues, aprender a callar, a valorar el silencio, a escuchar a Dios, a los otros y a uno mismo. Basta observar la naturaleza para darse cuenta de cómo todo se realiza en silencio: el morir del grano de trigo, el crecimiento y su madurez... El árbol produce sus flores y frutos en silencio. Quienes visitan los monasterios quedan impresionados de la densidad del silencio que reina allí...

NADA TE TURBE


        Nada te turbe
        Autor: Basado en la oración de Teresa de Jesús


        En todos tus trabajos
        a Dios acude;
        arrójate en sus brazos,
        nada te turbe.

        No temas, no, a las cruces,
        mira adelante;
        que Dios está contigo;
        nada te espante.

        Mira que el sufrimiento
        con Él es nada,
        y presto como el viento
        todo se pasa.

        Y aunque su ausencia sea
        porfiada y cruda,
        tú más en Él espera,
        que Él no se muda.

        Y si aún dura en su ausencia,
        ten más confianza;
        mira que la paciencia
        todo lo alcanza.

        Que si contigo tienes
        a Dios por gracia,
        no anheles ya más bienes:
        Que sólo Él basta.

Explicar la Semana Santa a niños y adolescentes

 

Explicar la Semana Santa a niños y adolescentes

Se hace necesario hoy en día explicar el sentido de las fiestas que vivimos más o menos inconscientemente, debido a que las vemos y disfrutamos más como vacaciones que por aquel motivo que ha sido su origen y las da verdadero sentido.

Explicar los días fundamentales, a niños y adolescentes, de este momento litúrgico: Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, Jueves Santo en la cena del Señor, Viernes Santo de la Pasión del Señor y Domingo de Resurrección, así como su simbología y la centralidad del Jueves Santo (en relación con la Pascua Judía y la luna llena, por ejemplo, centrando la distribución de los días movibles del año litúrgico) quizá no sea suficiente, aunque no sea del todo escaso.
La Semana Santa es uno de esos períodos en los que, si nos descuidamos y no hacemos nada por evitarlo, quizá se acaben convirtiendo para muchos en una especie de “vacaciones de primavera”, como Navidad pudiera decaer en unas meras “vacaciones de invierno”.

Pienso que es previo y preciso, ante todo, hacer un ejercicio de consciencia respecto de cómo estamos pasando, o tenemos previsto pasar, estos días tan importantes para todos los fieles cristianos. Dónde vamos, qué hacemos, cómo vivimos, qué oficios tenemos ocasión de compartir con otros, cómo nos sentimos, qué pensamos,… porque esta última semana de Nuestro Señor en la tierra puede hacernos caer en la cuenta, cada vez más profundamente, acerca de cuál es nuestra misión aquí y la esperanza a la que estamos llamados.

Presentar bien el verdadero significado del fin de este tiempo requiere centrarlo en el Triduo Pascual (“sacratísimo triduo del Crucificado, del Sepultado y del Resucitado”), que va desde la Misa vespertina del Jueves Santo en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, celebrando la Iglesia los grandes misterios de la redención humana, en íntima Comunión con Cristo su Esposo.

El Domingo de Ramos marca la actitud de servicio de Nuestro Señor, que proclama su mensaje y es perseguido y muere para liberarnos del pecado. Pide nuestra alabanza personal, nuestro acompañamiento también, por su humildad y amor entregado.
Con la hora intermedia del Jueves Santo termina la Cuaresma y comienza el Triduo Pascual que nos conducirá hasta la Vigilia Pascual. Celebramos que Jesús pasa de este mundo al Padre habiendo amado a los suyos hasta el extremo.

El Viernes Santo, con la narración de la Pasión, volvemos a la idea de Jesús como siervo de Yahvé. Jesús sufre la muerte para salvar a todos. Aunque el ayuno y abstinencia de estas fechas sobre todo es propio de este día, también se recomienda el Sábado Santo, para vivir más intensamente la permanencia de la Iglesia junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte.

La Santa Vigilia Pascual tiene lugar en una noche de vela en honor de Señor, conmemorando la Noche Santa en que el Señor resucitó y es la “madre de todas las Santas Vigilias” (san Agustín). Esperamos la Resurrección del Señor y la celebramos con los sacramentos de la iniciación cristiana. Esta Vigilia es figura de la Pascua auténtica de Cristo que celebramos el día siguiente: el Domingo de Pascua, la solemnidad de las solemnidades.

martes, 26 de marzo de 2013

TU VERDADERO ROSTRO...


       Tu verdadero rostro
        Autor: Phil Bosmans

        No olvides que tu rostro está destinado a los demás, que los demás deben mirarlo y que nada hay más deplorable y desalentador que encontrar durante horas y días un rostro feo y poco simpático. Tu rostro es bastante más que una bella fachada, más que una insignia, más que una tarjeta de visita. Cuídalo no sólo para ti mismo, para admirarte en el espejo, sino, sobre todo, para los demás.

        Cuídalo especialmente desde el interior. Pon "luz" y "alegría" en tus ojos. Deja que la boca sonría. Vuelve amable tu rostro limpiando a fondo tu corazón. Límpialo de las preocupaciones y críticas que se refieren a cosas ajenas a tu felicidad. No rumíes tus enfados cotidianos. Muestra tu rostro mejor, el más amable, el más bello y los demás no tendrán trabajo en quererte.

VALORES PARA SER FELIZ


        Valores para ser feliz


        SERENIDAD
        Sé tranquilo en tu interior. Deja que esa paz y esa alegría
        interior irradien a través de un semblante sereno.
        Un semblante sereno es pacífico, sonriente y serio
        y no muestra ninguna emoción violenta.
        Es como la superficie de un lago en calma.

        REGULARIDAD
        Sé regular en tus hábitos diarios, en tus prácticas
        espirituales y en tu trabajo.
        Levántate siempre a la misma hora.
        Sé puntual en tus actividades.
        Eso te liberará de preocupaciones y ansiedades.
        Harás siempre lo correcto en su justo momento.

        SINCERIDAD
        Deja que tus palabras coincidan con tus pensamientos.
        Deja que tus acciones coincidan con tus palabras.
        Deja que haya armonía entre tus pensamientos,
        palabras y acciones.

        SIMPLICIDAD
        Sé natural. Habla con sencillez.
        No retuerzas las palabras, no caigas en los tópicos.
        Sé llano. Evita la diplomacia, el disimulo y la sinuosidad.

        VERACIDAD
        Sé veraz. Cumple tus promesas.
        No exageres ni retuerzas los hechos.
        Piensa dos veces antes de hablar.
        Habla dulcemente. Sé preciso en lo que dices.

        HUMILDAD
        No alardees de tu nacimiento, posición,
        cualidades o logros espirituales.
        Recuerda la naturaleza evanescente de todas las cosas.
        Elogia a otros. Ve a Dios en todos.
        Trata incluso a la más pequeña de las creaturas
        como a tu igual.

        SERENIDAD
        La irritabilidad es precursora de violentas explosiones
        de cólera. Vigila las alteraciones del equilibrio mental.
        Observa las pequeñas olas de cólera que rizan el lago
        de tu mente. No permitas que adquieran grandes
        proporciones. Entonces alcanzarás un estado de no
        irritabilidad, de paz y amor.

        ECUANIMIDAD
        Ten calma. Soporta pacientemente el insulto,
        la injuria, el sufrimiento, el fracaso y la falta de respeto.
        No te engrías con la alabanza, el éxito y los honores.
        En ambas situaciones mantén una actitud equilibrada.
        Obra igual con los amigos y con los enemigos.
        No dejes nunca que nada disturbe tu paz interior.

        FIJEZA
        Recuerda que una mente inconstante
        no tiene posibilidades de alcanzar nada.
        Despierta tu discriminación. Elige tu ideal.
        Tenlo siempre presente.
        No dejes que tu mente se aparte de él ni un solo momento.

LAS 7 PALABRAS


LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ


Jesús en la CruzLas 7 palabras se refieren a las siete frases que pronunció Nuestro Señor desde la Cruz.

Primera Palabra
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)


Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.

Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Segunda Palabra
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)


Vuelto hacia Ti el Buen Ladrón
con fe te implora tu piedad:
yo también de mi maldad
te pido, Señor, perdón.

Si al ladrón arrepentido
das un lugar en el Cielo,
yo también, ya sin recelo
la salvación hoy te pido.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu empresa redentora del mundo y pueda alcanzar lleno de méritos el premio de tu eterna compañía.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Tercera Palabra
"He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26)


Jesús en su testamento
a su Madre Virgen da:
¿y comprender quién podrá
de María el sentimiento?

Hijo tuyo quiero ser,
sé Tu mi Madre Señora:
que mi alma desde a ahora
con tu amor va a florecer.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Cuarta Palabra
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46)


Desamparado se ve
de su Padre el Hijo amado,
maldito siempre el pecado
que de esto la causa fue.

Quién quisiera consolar
a Jesús en su dolor,
diga en el alma: Señor ,
me pesa: no mas pecar.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la mas profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me haye también el la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que siempre unido a Ti en mi combate hasta el fin, comparta contigo lo mas cerca de Ti tu triunfo eterno.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Quinta Palabra
"Tengo sed" (Jn 19, 28)


Sed, dice el Señor, que tiene;
para poder mitigar
la sed que así le hace hablar,
darle lágrimas conviene.

Hiel darle, ya se le ha visto:
la prueba, mas no la bebe:
¿Cómo quiero yo que pruebe
la hiel de mis culpas Cristo?

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Sexta Palabra
"Todo está consumado" (Jn 19,30)


Con firme voz anunció
Jesús, aunque ensangrentado,
que del hombre y del pecado
la redención consumó.

Y cumplida su misión,
ya puede Cristo morir,
y abrirme su corazón
para en su pecho vivir.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención, para que el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a distancia infinita, tampoco puede haber hecho más por Ti.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.


Séptima Palabra
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)


A su eterno Padre, ya
el espíritu encomienda;
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?

En las tuyas desde ahora
mi alma pongo, Jesús mío;
guardaría allí yo confío
para mi última hora.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir ; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.

viernes, 22 de marzo de 2013

MI CRUZ


Mi cruz

Me preguntaba mil veces sin respuesta por qué mi cruz doblaba mis espaldas. Hablé con Dios mirando las estrellas, y sollozando dije: -"Es muy pesada". Dios me hizo ver con toda su paciencia cuánto y por qué, equivocado estaba; y poco a poco empecé a darme cuenta, de que mi cruz tornábase liviana.

Ví pasar miseria tan inmensa colgada en los harapos de una anciana. Ví a un joven muriendo de tristeza por una enfermedad que lo acosaba. Una madre con toda su entereza, a su hijito con dolor sepultaba. Luego miré mis manos ... vivas, bellas, sobre ellas una cruz se destacaba. De pronto dijo Dios: "Dí cuánto pesa" y yo le dije: "Señor... no pesa nada".

Ante los problemas de la vida, cualquiera que sea tu problema o tu dolor, no debes olvidar mirar a tu alrededor y ver las cosas con que se enfrentan los demás... y en ese momento sentirás que tu cruz no es tan pesada...
Conserva la fé, la esperanza... Dios está a tu lado siempre...

LA FE


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
La fe tiene que convertirse en vida para mí
¿Hasta qué punto dejamos que nuestra alma sea abrazada plenamente por Cristo?
La fe tiene que convertirse en vida para mí
Jr 29, 10-13
Jn 10, 31-42



Ante el testimonio que Jesucristo le ofrece, ante el testimonio por el cual Él dice de sí mismo: “Soy Hijo de Dios”, ante el testimonio que le marca como Redentor y Salvador, el cristiano debe tener fe. La fe se convierte para nosotros en una actitud de vida ante las diversas situaciones de nuestra existencia; pero sobre todo, la fe se convierte para nosotros en una luz interior que empieza a regir y a orientar todos nuestros comportamientos.

La fundamental actitud de la fe se presenta particularmente importante cuando se acercan la Semana Santa, los días en los cuales la Iglesia, en una forma más solemne, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Tres elementos, tres eventos que no son simplemente «un ser consciente de cuánto ha hecho el Señor por mí», sino que son, por encima de todo, una llamada muy seria a nuestra actitud interior para ver si nuestra fe está puesta en Él, que ha muerto y resucitado por nosotros.

Solamente así nosotros vamos a estar, auténtica- mente, celebrando la Semana Santa; solamente así nosotros vamos a estar encontrándonos con un Cristo que nos redime, con un Cristo que nos libera. Si por el contrario, nuestra vida es una vida que no termina de aceptar a Cristo, es una vida que no termina en aceptar el modo concreto con el cual Jesucristo ha querido llegar a nosotros, la pregunta es: ¿Qué estoy viviendo como cristiano?

Jesús se me presenta con esa gran señal, que es su pasión y su resurrección, como el principal gesto de su entrega y donación a mí. Jesús se me presenta con esa señal para que yo diga: “creo en ti”. Quién sabe si nosotros tenemos esto profundamente arraigado, o si nosotros lo que hemos permitido es que en nuestra existencia se vayan poco a poco arraigando situaciones en las que no estamos dejando entrar la redención de Jesucristo. Que hayamos permitido situaciones en nuestra relación personal con Dios, situaciones en la relación personal con la familia o con la sociedad, que nos van llevando hacia una visión reducida, minusvalorada de nuestra fe cristiana, y entonces, nos puede parecer exagerado lo que Cristo nos ofrece, porque la imagen que nosotros tenemos de Cristo es muy reducida.

Solamente la fe profunda, la fe interior, la fe que se abraza y se deja abrazar por Jesucristo, la fe que por el mismo Cristo permite reorientar nuestros comportamientos, es la fe que llega a todos los rincones de nuestra vida y es la que hace que la redención, que es lo  que estamos celebrando en la Pascua, se haga efectiva en nuestra existencia.

Sin embargo, a veces podemos constatar situaciones en nuestras vidas —como les pasaba a los judíos— en las cuales Jesucristo puede parecernos demasiado exigente. ¿Por qué hay que ser tan radical?, ¿por qué hay que ser tan perfeccionista?

Los judíos le dicen a Jesús: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios". Esta es una actitud que recorta a Cristo, y cuántas veces se presenta en nuestras vidas.

La fe tiene que convertirse en vida en mí. Creo que todos nosotros sí creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, Luz de Luz, pero la pregunta es: ¿lo vivimos? ¿Es mi fe capaz de tomar a Cristo en toda su dimensión? ¿O mi fe recorta a Cristo y se convierte en una especie de reductor de nuestro Señor, porque así la he acostumbrado, porque así la he vivido, porque así la he llevado? ¿O a la mejor es porque así me han educado y me da miedo abrirme a ese Cristo auténtico, pleno, al Cristo que se me ofrece como verdadero redentor de todas mis debilidades, de todas mis miserias? 

Cuando tocamos nuestra alma y la vemos débil, la vemos con caídas, la vemos miserable ¿hasta qué punto dejamos que la abrace plenamente Jesucristo nuestro Señor? Cuando palpamos nuestras debilidades ¿hasta qué punto dejamos que las abrace Cristo nuestro Redentor? ¿Podemos nosotros decir con confianza la frase del profetas Jeremías: “El Señor guerrero, poderoso está a mi lado; por eso mis perseguidores caerán por tierra y no podrán conmigo; quedarán avergonzados de su fracaso, y su ignominia será eterna e inolvidable”?

¿Que somos débiles...?, lo somos. ¿Que tenemos enemigos exteriores...?, los tenemos. ¿Que tenemos enemigos interiores...?, es indudable.

Ese enemigo es fundamentalmente el demonio, pero también somos  nosotros mismos, lo que siempre hemos llamado la carne, que no es otra cosa más que nuestra debilidad ante los problemas, ante las dificultades, y que se convierte en un grandísimo enemigo del alma.

Dios dice a través de la Escritura: “quedarán avergonzados de su fracaso y su ignominia será eterna e inolvidable”. ¿Cuando mi fe toca mi propia debilidad tiende a sentirse más hundida, más debilitada, con menos ganas? ¿O mi fe, cuando toca la propia debilidad, abraza a Jesucristo nuestro Señor? ¿Es así mi fe en Cristo? ¿Es así mi fe en Dios? Nos puede suceder a veces que, en el camino de nuestro crecimiento espiritual, Dios pone, una detrás de otra, una serie de caídas, a veces graves, a veces menos graves; una serie de debilidades, a veces superables, a veces no tanto, para que nos abracemos con más fe a Dios nuestro Señor, para que le podamos decir a Jesucristo que no le recortamos nada de su influjo en nosotros, para que le podamos decir a Jesucristo que lo aceptamos tal como es, porque solamente así vamos a ser capaces de superar, de eliminar y de llevar adelante nuestras debilidades.

Que la Pascua sea un auténtico encuentro con nuestro Señor. Que no sea simplemente unos ritos que celebramos por tradición, unas misas a las que vamos, unos actos litúrgicos que presenciamos. Que realmente la Pascua sea un encuentro con el Señor resucitado, glorioso, que a través de la Pasión, nos da la liberación, nos da la fe, nos da la entrega, nos da la totalidad y, sobre todo, nos da la salvación de nuestras debilidades.

jueves, 21 de marzo de 2013

JESÚS, OCUPATE TÚ


Jesús, ocúpate Tú

        ¿Por qué te confundes agitándote?. Déjame a cargo de tus cosas y todo se calmará. En verdad te digo que cada acto de verdadero y completo abandono en Mí, produce el efecto que deseas y resuelve las situaciones espinosas.
        Abandonarse en Mí no significa atormentarse, confundirse y desesperarse, elevando luego hacia Mí una plegaria agitada para que Yo haga lo tú quieres; sino que es cambiar la agitación en oración. Abandonarse significa cerrar plácidamente los ojos del alma, alejar el pensamiento de la tribulación y descansar en Mí para que yo solo obre, diciendo: Ocúpate Tú. Se oponen al abandono, la preocupación, la agitación y el querer prever las consecuencias de un hecho.

        Cierra los ojos y déjate llevar por la corriente de mi Gracia, cierra los ojos y déjame trabajar, cierra los ojos y piensa en el presente, alejando el pensamiento del futuro como si fuera una tentación, reposa en Mí creyendo en mi bondad y te juro por mi amor que diciéndome con abandono, ocúpate Tú, Yo me ocupo de lleno, te consuelo, te libero, te conduzco.

        Y cuando te debo llevar por un camino diverso del que tu ves, yo te adiestro, te llevo en mis brazos. Aquello que te angustia y te hace un inmenso mal es tu  razonamiento, tu pensamiento atormentado y continuo, el querer resolver todo aquello que te aflige.

        Cuantas cosas obro Yo cuando el alma se vuelve hacia Mí en sus necesidades tanto espirituales como materiales y me dice: Ocúpate tú, cierra los ojos y reposa. Obtienes pocas Gracias cuando te confundes para  producirlas tú mismo; obtienes muchísimas cuando la oración y la confianza en Mí son completas. Tú, en tu dolor, oras para que yo obre, pero para que obre según tú crees... No te diriges hacia Mí sino que quieres que yo me adapte a tus ideas.

        No obres de este modo ora como Yo te  he enseñado en el Padrenuestro: hágase Tú voluntad así en la tierra como en el cielo, es decir, dispone Tú de esta necesidad como mejor te parezca, para nuestra vida eterna y temporal.

                  Si me dices de verdad, hágase tu voluntad, es decir, ocúpate Tú, Yo intervengo con toda mi omnipotencia y resuelvo aún las situaciones más cerradas y difíciles. No te desanimes, cierra los ojos y dime con confianza: Hágase Tú voluntad, ocúpate Tú. Te digo que Yo me ocupo y que intervengo y hasta obro milagros cuando es necesario. No te angusties  si la situación empeora, cierra los ojos y di: Ocúpate Tú. Te digo que yo me ocupo y no existe una medicina más poderosa que una intervención mía de amor.

                  Tú eres ansioso, quieres evaluarlo todo, pensar en todo y es así como te abandonas en las fuerzas humanas y, peor aún, en los hombres, confiando en la intervención de ellos. Esto es lo que obstaculiza mi intervención.  Cómo deseo este abandono de tu parte para poder beneficiarte! Cómo me duele verte angustiado.

                  Es justamente tu alejamiento de Mí que te convierte en presa de las iniciativas humanas, por eso debes confiar sólo en Mí, reposar en Mí y abandonarte en Mí para todo. Yo hago milagros en proporción al pleno abandono en Mí y a la despreocupación de parte tuya. Yo distribuyo tesoros de Gracia cuando tú te encuentras abatido. Obra divinamente aquel que se abandona en Dios.
                  Cuando ves que las cosas se complican, di con los ojos del alma: Jesús ocúpate Tú. Haz esto en todas tus necesidades y verás continuos y silenciosos milagros. Te lo juro por mi Amor.

OJALÁ QUE TENGAS....




 Ojalá que tengas...

        Suficiente felicidad para mantenerte dulce;
        Suficientes pruebas para mantenerte fuerte;
        Suficiente pena para mantenerte humano;
        Suficiente esperanza para mantenerte feliz;
        Suficientes fracasos para mantenerte humilde;
        Suficiente éxito para mantener tu anhelo;
        Suficientes amigos para darte consuelo;
        Suficiente riqueza para suplir tus necesidades;
        Suficiente entusiasmo para esperar con ilusión;
        Suficiente fé para desterrar la depresión;
        Suficiente determinación para hacer cada día mejor que el día de ayer

GRACIAS SEÑOR POR LA EUCARISTIA


GRACIAS SEÑOR, POR LA EUCARISTÍA...

Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed...

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amastes hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía...

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar..., y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti...

martes, 19 de marzo de 2013

EL EVANGELIO DE HOY - SAN JOSÉ 19 MARZO

Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
Jesús perdido en el templo
Lucas 2, 41-51. Solemnidad de San José. San José creyó, y, porque creyó, fue el primero en adorar Aquel Niño que trajo la salvación al mundo entero
 
Jesús perdido en el templo
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron, pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos de angustia". Él les respondió: "¿Por qué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?" Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.


Oración introductoria

Oh Dios, Padre bueno, no dejes que me desanime ante los problemas y angustias de la vida. Haz que aprenda de la Sagrada Familia a peregrinar en el claroscuro de la fe. Que la fe sea lo que me ilumine en los momentos de dificultad y lo que me fortalezca en los momentos de dolor.

Petición

Señor, revive mi la fe en Jesucristo «para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana» que encuentre hoy.

Meditación del Papa

Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" Esta doble pregunta del Hijo de Dios nos ayuda a entender el misterio de la paternidad de José. Recordando a sus propios padres la primacía de Aquel a quien llama "Padre mío", Jesús afirma el primado de la voluntad de Dios sobre toda otra voluntad, y revela a José la verdad profunda de su papel: también él está llamado a ser discípulo de Jesús, dedicando su existencia al servicio del Hijo de Dios y de la Virgen Madre, en obediencia al Padre Celestial. El sexto panel representa el trabajo de José en su taller de Nazaret. Junto a él trabajó Jesús. El Hijo de Dios está escondido a los hombres y sólo María y José custodian su misterio y lo viven cada día: el Verbo encarnado crece como hombre a la sombra de sus padres, pero, al mismo tiempo, estos permanecen, a su vez, escondidos en Cristo, en su misterio, viviendo su vocación. (Benedicto XVI, 5 de julio de 2010).

Reflexión

Los designios de Dios son siempre maravillosos y, en ocasiones, incomprensibles para nuestra pobre mente.

La dificultad de José no era banal. Estaba turbado porque no alcanzaba a percibir con claridad la voluntad de Dios. Hay momentos en la vida en los cuales no estamos seguros de cómo debemos actuar para permanecer en la justicia. En estos momentos de incerteza nos parece que Dios fuese lejano: no sentimos su voz y no encontramos una salida.

En realidad Dios no está nunca lejos. Al contrario, está muy cerca. Como sucedió a José, si somos fieles, Él se hará presente con su palabra de consuelo: ¡No temas!

Lo más importante es saber actuar según lo que Él nos dice, a ejemplo de José, también cuando no alcanzamos a comprenderlo todo. Dios es fiel. De José no nos ha llegado a nosotros una sola palabra. En el evangelio él debe tan sólo obedecer bajo la sombra de la fe. Su fe normal, cotidiana, escondida, enfrentada a miles de dificultades, nos debe dar el ejemplo de la firmeza y fortaleza en la fe

A nuestros oídos llega nuevamente la voz del ángel del Señor: "No temas". No temas recibir a María, no temas recibir a Jesús, al Dios hecho niño. Emmanuel, Dios con nosotros. Dios que se hace hombre y viene a nacer en el corazón de cada hombre para traerle la salvación. El Amor de Dios que se hace carne.

San José no dudó en poner en obras las palabras del ángel, pues era hombre de corazón justo que no sabía negarle nada a Dios. San José creyó, y, porque creyó, fue el primero en adorar Aquel Niño que trajo la salvación al mundo entero, la paz, el amor, la felicidad.

No temas. No temas abrir tu corazón al Niño Jesús. Prepara en tu corazón. Él no pide más. Simplemente un pequeño lugar. Lo único que quiere es amar y ser amado.

Emmanuel, Dios con nosotros. Dios en tu corazón, el Amor en tu corazón, la salvación en tu corazón. No temas.

Propósito

Pedir hoy, en una oración especial, la intercesión de san José para imitar su sencillez y humildad para cumplir la voluntad de Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, Tú que viviste treinta años oculto en Nazaret, viviendo bajo la custodia de María y de José, ayúdame a imitarte en tu obediencia pronta, alegre y heroica. Que san José, a quien celebramos hoy, patrono de la Iglesia universal, de la familia y de la buena muerte, interceda por mí para que sepa imitar el respeto, el apoyo y el servicio que él vivió y dio a los demás.

El anillo del Papa Francisco no será de oro


El anillo del Papa Francisco no será de oro

VATICANO, 18 Mar. 13 / 12:04 pm (ACI/EWTN Noticias).- El anillo del pescador, que es usado por los pontífices y que usará el Papa Francisco desde mañana 19 de marzo cuando celebra la Misa de inauguración de su pontificado, no será de oro.

Así lo indicó el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi, quien dijo que el "anillo del pescador" se llama así porque San Pedro era efectivamente un pescador y Jesús lo convirtió en pescador de hombres.

Esta vez, dijo, en el anillo se podrá apreciar a San Pedro con sus llaves.

El material del que está hecho es plata dorada y es obra de un importante artista italiano llamado Enrico Manfrini, que ya ha hecho diversas obras de arte sacro.

El modelo se le presentó al Papa por parte del maestro de ceremonias pontificias, quien presentó otras dos posibilidades al Santo Padre para su confección.

Esta es otra muestra de la sencillez del Pontìfice que el dìa de su elección se presentó en el balcón del Vaticano, ante una abarrotada Plaza de San Pedro, con la cruz pectoral de hierro que usaba como Arzobispo y tampoco usó la mozzeta, la gran estola bordada de color rojo con la que aparecieron en su presentación los anteriores Papas

ORACIÓN AL ANGEL DE LA GUARDA



Oración al Ángel de la Guarda

Ángel de la paz, Ángel de la Guarda, a quien soy encomendado, mi defensor, mi vigilante centinela; gracias te doy,
que me libraste de muchos daños del cuerpo y del alma.
Gracias te doy, que estando durmiendo me velaste, y despierto, me encomendaste; al oído, con santas inspiraciones me avisaste.
Perdóname, amigo mío, mensajero del cielo, consejero, protector y fiel guarda mía; muro fuerte de mi alma, defensor y compañero celestial.
En mis desobediencias, vilezas y descortesías, ayúdame y guárdame siempre de noche y de día.

Amén.

Quien tiene Ángel de la guarda no pisara en vano, su Ángel de la Guarda lo guiara hasta su final. Pero quien no tiene un Ángel de la Guarda, vive en la oscuridad, está completamente ciego, solo, porque no quiere ayuda de nadie.

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR EL PAPA FRANCISCO



Autor: Eileen Lynch S. | Fuente: Catholic.net


Oración a San José por el Papa .

O glorioso patriarca San José, padre tutelar de Nuestro Señor Jesucristo, en este día te pido por el Papa FRANCISCO. El igual que tu fue tomado de entre los hombres para servir a Dios. Ayúdalo a imitar tu gran fe, tu castidad perfecta, tu entrega total al servicio de Dios sin mirar las consecuencias, tu humildad, tu trabajo constante, tu pobreza, tu obediencia, todas tus virtudes y tu "SI" heroico. Ayúdalo a imitarte a ti y a tu Hijo Jesús en todo.
 Ayúdalo a ser un buen sacerdote para los ojos de Dios, ayúdalo en su soledad y en sus momentos de tentación. Acompáñalo en todos los momentos difíciles de su vida y en sus momentos de alegría también. Defiéndelo de todos los que quieren hacerle algún daño físico o moral, como defendiste a Nuestro Señor Jesucristo, hasta que llegue al reino de los cielos a gozar contigo para siempre de la presencia de Dios nuestro Padre. Amen

CONSAGRACIÓN A SAN JOSE


CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ

Por amor de Dios Padre, Tú, San José, has sido llamado padre de Jesús y, unido a la maternidad espiritual de María, ahora también padre nuestro. A ti consagramos nuestra vida y la misión que Dios nos ha encomendado. Te pedimos que intercedas por nosotros ante el Señor, que intercedas por la Santa Iglesia para su salvación, que intercedas en nuestra oración y la lleves a Dios.

Tú, esposo de María, casto, justo, prudente y humilde, haz que estas virtudes, en ti gloriosas, afloren en nuestro espíritu y, para gloria de Dios, en el mundo.

Haznos dulces y dóciles, tiernos y mansos con nuestro prójimo, especialmente con nuestros padres, hijos, familia y hermanos, no desde nuestra pequeñez sino desde Dios, dejando que Él sea en nosotros y nosotros en Él, que todopoderoso es. Amado San José enséñanos a desaparecer, como Tú que estás presente pero en Ti es sólo el Espíritu Divino el que permanece y Tú desapareces en el silencio del amor.

Ruega para que en la presencia del Espíritu Santo, reconozcamos que sin Dios nada somos y nada podemos; ruega para que Dios obre en nuestro corazón como en el tuyo; ruega para que desaparezca nuestra pequeñez y aparezca tu grandeza, al reconocer nuestra debilidad en presencia de Su Amor. Por Jesucristo Nuestro Señor, Amén.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo; como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos Amén

UN MOMENTO DE SILENCIO .... COMO SAN JOSÉ


Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net

Un momento de silencio... como San José
Solemnidad de San José. Es en el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito"


Así como hay dolor y alegría, así como hay inquietud y paz; así el hombre tiene en su vida dos cauces por donde transcurre su existencia: La palabra y el silencio.



La palabra, del latín parábola, es la facultad natural de hablar. Solo el hombre disfruta de la palabra. La palabra expresa las ideas que llevamos en nuestra mente y es el mejor conducto para decir lo que sentimos. Hablar es expresar el pensamiento por medio de palabras. Es algo que hacemos momento tras momento y no nos damos cuenta de que es un constante milagro. Hablar, decir lo que sentimos, comunicar todos nuestros anhelos y esperanzas o poder descargar nuestro corazón atribulado, cuando las penas nos alcanzan, a los que nos escuchan.



Nuestra era es la era de la comunicación y de la información. Pero la palabra tiene también su parte contraria: El silencio.



Nuestro vivir transcurre entre estos cauces: la palabra y el silencio. O hablamos o estamos en silencio.



Cuando hablamos "a voces" la fuerza se nos va por la boca... hablamos y hablamos y muchas veces nos arrepentimos de haber hablado tanto... Sin embargo el hablar es algo muy hermoso que nos hace sentir vivos, animosos y nos gusta que nos escuchen.



El silencio es un tesoro de infinito valor. Cuando estamos en silencio somos más auténticos, somos lo que somos realmente.



El silencio es algo vital en nuestra existencia para encontrarnos con nosotros mismos. Es poder darle forma y respuesta a las preguntas que van amalgamando nuestro vivir. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y va a ser en ese silencio donde vamos a encontrar las respuestas, no en el bullicio, en el ajetreo, en el nerviosismo, la música ruidosa, en el "acelere" de la vida inquieta y conflictiva porque es en el silencio y por el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito"



Meditando en estas cosas pienso en José el carpintero de Nazaret. El hombre a quien se le encomendó la protección y el cuidado de los personajes más grandes de la Historia Sagrada y no nos dejó el recuerdo de una sola palabra suya. Nada nos dijo pero con su ejemplo nos lo dijo todo. Más que el más brillante de los discursos fue su testimonio callado y lleno de amor.



San José, el santo que le dicen: "Abogado de la buena muerte". Porque... ¿A quién no le gustaría morir entre los brazos de Jesús y de María como él murió?



José tuvo una entrega total. Una vida consagrada al trabajo, un desvelo, un cuidado amoroso para estos dos seres que estaban bajo su tutela y supo, como cualquier hombre bueno y padre de familia, del sudor en la frente y el cansancio en las largas jornadas en su taller de carpintería y supo del dolor en el exilio de una tierra extranjera y supo en sus noches calladas y de vigilia del orar a Dios mirando el suave dormir de Jesús y de María, pidiendo fuerzas para cuidar y proteger a aquellos amadísimos seres que tan confiadamente se le entregaban. No tuvo que hablar.



No hay palabras que superen ese silencio de amor y cumplimiento del deber. Ahí está todo. Ahí está Dios. En las pequeñas cosas de todos los días, en la humildad del trabajo cotidiano.



El no fue poderoso, él no tuvo un puesto importante en el Sanedrín, él... supo cumplir su misión y su silencio fue su mayor grandeza.



Las almas grandes no lo van gritando por las plazas y caminos, se quedan en silencio para poder hablar con Dios y Dios sonríe cuando las mira.



Que podamos tener cada día, aunque sean cinco minutos de silencio, para oír la voz de Dios.



domingo, 17 de marzo de 2013

DOMINGO, DIA DEL SEÑOR

DOMINGO, DIA DEL SEÑOR...

 DOMINGO DIA DEL SEÑOR...DIOS NOS INVITA A SER BENEVOLOS CON LOS DEMAQS Y EXIGENTES CON NOSOTROS MISMOS...A NO JUZGAR NI CONDENAR ABSOLUTAMENTE A NADIE, PUES ANTE DIOS TODOS TENEMOS RESPONSABILIDADES CON EL MAL EN EL MUNDO...JESÚS PERDONA A LA MUJER ADÚLTERA...PERO PIDE EL RECHAZO DEL PECADO....TODOS, EN MENOR GRADO O MAYOR GRADO NECESITAMOS DE LA MISERICORDIA DE DIOS....HOY, DEBES MIRAR TU PROPIA VIDA ANTES DE JUZGAR A LOS DEMÁS...CON HUMILDAD Y SINCERIDAD


 

EL EVANGELIO DE HOY - LA MISERICORDIA DE DIOS

Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
La misericordia de Dios cura nuestra miseria
Juan 8, 1-11. Domingo de Cuaresma. ¡Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer. Se sintió respetada, aceptada como ella era.!
 
La misericordia de Dios cura nuestra miseria
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

Oración introductoria

Señor, gracias por este Evangelio que me confirma tu actitud ante el pecado, como dijo SS Benedicto XVI, «no te interesa las caídas sino las levantadas». Aquí estoy, arrepentido de todo lo bueno que he dejado de hacer, confío en tu misericordia, te quiero y deseo amarte con un corazón más puro, te suplico me des esa gracia.

Petición

Ayúdame, Jesús, a experimentar tu misericordia para que pueda dispensarla a los demás.

Meditación del Papa

El evangelista san Juan pone de relieve un detalle: mientras los acusadores lo interrogan con insistencia, Jesús se inclina y se pone a escribir con el dedo en el suelo. San Agustín observa que el gesto muestra a Cristo como el legislador divino: en efecto, Dios escribió la ley con su dedo en las tablas de piedra. Jesús, por tanto, es el Legislador, es la Justicia en persona. Y ¿cuál es su sentencia? "Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra". Estas palabras están llenas de la fuerza de la verdad, que desarma, que derriba el muro de la hipocresía y abre las conciencias a una justicia mayor, la del amor, en la que consiste el cumplimiento pleno de todo precepto. Es la justicia que salvó también a Saulo de Tarso, transformándolo en san Pablo.
Cuando los acusadores "se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos", Jesús, absolviendo a la mujer de su pecado, la introduce en una nueva vida, orientada al bien: "Tampoco yo te condeno; vete y en adelante no peques más". (Benedicto XVI, 21 de marzo de 2010).

Reflexión

Un grupo de judíos, capitaneados por algunos letrados y fariseos, presentan a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio, con la intención de apedrearla.

¡Hipocresía y dureza de corazón que nos indigna! Acusan a una mujer y se amparan en la Ley de Moisés para poder condenarla a muerte y saciar en ella su sed de odio y de sangre, bajo la apariencia de "justicia ante la ley". Usan el nombre de Dios y de su santa Ley para matar, asesinar y quebrantar el mandamiento más importante, que es el de la caridad. Actitud mezquina e inmisericorde que, en vez de perdonar a quien falla y se equivoca, por los motivos que sean, se ceban en el pecador para condenarlo sin ninguna piedad ni compasión. Esto se llama fariseísmo y fanatismo. Algo de esto es lo que estamos viendo ahora todos los días en Medio Oriente y en muchas otras partes del mundo: violencia, terrorismo, kamikazes que se "inmolan" para matar, asesinar y sembrar el pánico entre la gente. ¡Matar en nombre de Dios! Eso es una contradicción.

Pero lo más lamentable y penoso de estos fariseos es que, además de acusar a esta pobre mujer, querían aprovechar esta ocasión para poder acusar y condenar a muerte al mismo Jesús. ¡Dos objetivos igualmente malvados y asesinos!

Sin embargo, el comportamiento de nuestro Señor es totalmente diferente: abre su corazón infinito, dulce y misericordioso para perdonar todas las heridas morales de esta mujer. Pero no sólo la perdona, sino que la comprende, la acoge, la defiende. Yo creo que, más que el mismo perdón -que ya es un gesto inmenso- lo más maravilloso de todo es la manera como lo ofrece: con un respeto infinito, una dulzura increíble, una comprensión inimaginable. Jesús no se escandaliza ni pone el grito en el cielo porque "esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio". Palabras textuales de los fariseos. ¡Hipócritas fanáticos y asesinos!

Jesús no. Él calla. Se mantiene sereno. Finge no oír las acusaciones. Se inclina y escribe en la tierra como para hacerse el desentendido. Hace la vista gorda y parece no ver ningún mal. Perdona. Comprende las miserias humanas.

Pero como los fariseos insistían en sus acusaciones, nuestro Señor se incorpora y responde con un golpe magistral, de los suyos, como Él sabe hacerlo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra". Y después de esta sentencia, otra vez se inclina y continúa escribiendo en la tierra. No es la actitud orgullosa y desafiante del polemista que se siente ya vencedor del pleito. No. Permanece en su postura humilde, discreta, como para no humillar ni poner a nadie en evidencia, a pesar de que los acusadores sí que lo hacen. Jesús deja que sean ellos mismos quienes se desenmascaren delante de Dios y de su propia conciencia.

Y entonces -nos dice el Evangelio- "al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno". Juan añade, con un cierto tono de ironía: "empezando por los más viejos". Todos hemos pecado. Y si todos somos pecadores, ¿por qué nos empeñamos en ser tan crueles y duros con los que caen? Ya nuestro Señor nos lo había dicho en el Sermón de la Montaña: "¿Cómo puedes ver la paja del ojo de tu hermano, y no ves la viga que hay en el tuyo? ¡Hipócrita! Primero saca la viga del tuyo y luego podrás sacar la paja del ojo de tu hermano" (Mt 7, 3-5). Y, hablándonos del perdón, nos enseñó a perdonar sin condiciones a nuestro prójimo, "porque, si no perdonáis a quien os ofende, tampoco vuestro Padre Celestial perdonará a vosotros vuestras faltas" (Mt 5, 14-15; 18,35). San Pedro Crisólogo, hablando de la oración y de la misericordia, nos dice en el Sermón 43: "Es un mal solicitante el que espera obtener para sí lo que él niega a los demás". También el perdón y la compasión.

Ya cuando se han marchado todos los acusadores, entonces Jesús se incorpora y espera a que la mujer, toda temblorosa, se acerque hasta Él: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿ninguno te ha condenado?". "Ninguno, Señor" –respondió ella con grandísimo respeto, humildad y confusión. "Pues tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no peques más". ¡Qué maravillosas palabras, brotadas directamente del corazón de Dios! Jesús era el único que, en justicia, podía condenarla, porque Él no tenía pecado. Y, sin embargo, su actitud es de inmensa piedad y compasión, de ternura y misericordia hacia esa pobre mujer: "Vete y no peques más".

¿Cuánto agradecimiento y amor habrá nacido en el corazón de esa mujer? ¡Se sintió respetada, aceptada como ella era, también con sus miserias y pecados! Pero, sobre todo, se supo comprendida, perdonada, acogida y elevada a una dignidad mayor.

¡Éste es el poder y el secreto de la misericordia de nuestro Señor! Al igual que al hijo pródigo, la ternura del corazón de Dios destruye lo pasado, regenera, da nueva vida. El Papa Juan Pablo II, en su encíclica "Dives in misericordia" ("Dios, rico en misericordia"), nos dice que Él (el padre de la parábola, o sea Dios) actúa bajo el influjo de un profundo afecto y así se explica su generosidad; además, con su misericordia salva otro bien fundamental: la dignidad, la humanidad del hijo (DM, 6).

Es lo que hace Jesús al perdonar a la mujer y al perdonarnos a cada uno de nosotros. Nunca nos humilla. Nos respeta, nos eleva, nos dignifica. Y, sobre todo, nos lleva al Corazón del Padre, a la experiencia del amor infinito de Dios. Si así es la misericordia del Padre, ¿cómo no acercarnos a pedirle perdón y a reconciliarnos con Él?

Propósito

¿Qué estamos esperando para convertirnos en esta Cuaresma? ¿Por qué no volver a Dios con todo el corazón y con toda el alma, a través de la confesión y de los sacramentos? ¡No lo dejes para mañana! Hoy es el día de la salvación.

Diálogo con Cristo

Jesús, para experimentar y valorar auténticamente la misericordia necesito tomar conciencia de mi debilidad y poca correspondencia a tu gracia. Ayúdame a tener un encuentro personal contigo, como lo tuvo la mujer del Evangelio. Mi soberbia y mi sensualidad frenan mi deseo de conversión. Señor, dame el don de saber enmendar mis faltas al experimentar tu amor profundo.


Preguntas o comentarios al autor
P. Sergio Cordova LC

sábado, 16 de marzo de 2013

LO QUE LOS CARDENALES EXPRESAN DEL PAPA FRANCISCO

Autor: L´Osservatore Romano | Fuente: www.osservatoreromano.va
En el nombre, un fuerte mensaje
Lo que los cardenales expresan del Papa Francisco
 
En el nombre, un fuerte mensaje
En el nombre, un fuerte mensaje
«Nuestra Iglesia de Roma y el mundo católico han recibido del Señor al nuevo pastor. Las campanas de las basílicas y de las iglesias han tocado de júbilo para expresar la alegría de la elección. Una vez más, Dios ha visitado a su pueblo», escribe el cardenal Agostino Vallini, vicario general de Su Santidad para la diócesis de Roma, en un mensaje a los fieles: «La Iglesia de Roma se complace por haber recibido a su obispo, que la guiará por los caminos del Evangelio en los años venideros». «El Espíritu Santo –se lee en el mensaje– se ha manifestado de manera sorprendente. El nuevo Papa es un testimonio alegre de nuestro Señor Jesús, comunicador incansable, decidido y tranquilo del Evangelio para infundir confianza y esperanza. Él continuará y guiará a la Iglesia, purificándola de las manchas que a veces oscurecen el esplendor de su rostro: hará sentir su proximidad para que la Iglesia sea la casa de todos y nadie sienta la incomodidad de no estar bien; los pobres y los últimos se sentirán comprendidos y amados».

Según el purpurado, «el nombre del pobrecillo de Asís es de profundo mensaje y anuncia el estilo y el sello del nuevo pontificado. Roma, que siempre ha querido al Papa, será la primera en seguir a su obispo y responder a las misiones de hacer resplandecer la fe y la caridad, de manera ejemplar y con alegre vitalidad».

El cardenal Vicario también ha confiado que durante el acto de obediencia al Papa «le he prometido fidelidad y afecto también en nombre de todos vosotros: obispos auxiliares, sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos. Le he asegurado que la Iglesia de Roma estará cerca, no le hará echar de menos el calor filial, acogerá con fe y docilidad su guía y lo sostendrá mientras lleva el formidable peso que el Señor le ha puesto sobre los hombros».

Para el cardenal Giovanni Battista Re, es una persona cercana, «muy sensible a los problemas sociales y muy atento a los pobres». Así, destaca su gesto de «rezar a la Virgen y poner su propio pontificado bajo su protección».

Cuenta la agencia Fides que el cardenal prefecto Fernando Filoni comentó que «el nuevo Papa nos ha dicho que la evangelización requiere celo apostólico. Y que hay que salir, ir al encuentro de quien lo necesita, anunciar el Evangelio en las periferias».

Para el cardenal arzobispo de Nueva York, Tomothy Michael Dolan, la elección es una «piedra miliar» para la Iglesia porque representa «una figura de unidad para los católicos, residan donde residan». Así explica que ha elegido el nombre «en honor de Francisco de Asís. Y todos sabemos que el santo de Asís se ocupó de los pobres y de los humildes. Éste será su trabajo».


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