jueves, 22 de febrero de 2024

EL EVANGELIO DE HOY JUEVES 22 DE FEBRERO DE 2024 - LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO, APÓSTOL



 22 de febrero: La Cátedra de san Pedro, apóstol

jueves 22 de febrero de 2024



1ª Lectura (1Pe 5,1-4): Queridos hermanos: A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.


Salmo responsorial: 22

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara, mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.


Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.


Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.


Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Versículo antes del Evangelio (Mt 16,18): Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella.

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».




«Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)



Hoy celebramos la Cátedra de san Pedro. Desde el siglo IV, con esta celebración se quiere destacar el hecho de que —como un don de Jesucristo para nosotros— el edificio de su Iglesia se apoya sobre el Príncipe de los Apóstoles, quien goza de una ayuda divina peculiar para realizar esa misión. Así lo manifestó el Señor en Cesarea de Filipo: «Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). En efecto, «es escogido sólo Pedro para ser antepuesto a la vocación de todas las naciones, a todos los Apóstoles y a todos los padres de la Iglesia» (San León Magno).

Desde su inicio, la Iglesia se ha beneficiado del ministerio petrino de manera que san Pedro y sus sucesores han presidido la caridad, han sido fuente de unidad y, muy especialmente, han tenido la misión de confirmar en la verdad a sus hermanos.

Jesús, una vez resucitado, confirmó esta misión a Simón Pedro. Él, que profundamente arrepentido ya había llorado su triple negación ante Jesús, ahora hace una triple manifestación de amor: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo» (Jn 21,17). Entonces, el Apóstol vio con consuelo cómo Jesucristo no se desdijo de él y, por tres veces, lo confirmó en el ministerio que antes le había sido anunciado: «Apacienta mis ovejas» (Jn 21,16.17).

Esta potestad no es por mérito propio, como tampoco lo fue la declaración de fe de Simón en Cesarea: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16,17). Sí, se trata de una autoridad con potestad suprema recibida para servir. Es por esto que el Romano Pontífice, cuando firma sus escritos, lo hace con el siguiente título honorífico: Servus servorum Dei.

Se trata, por tanto, de un poder para servir la causa de la unidad fundamentada sobre la verdad. Hagamos el propósito de rezar por el Sucesor de Pedro, de prestar atento obsequio a sus palabras y de agradecer a Dios este gran regalo.

BIENVENIDOS!!!!!





 

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miércoles, 21 de febrero de 2024

MEDITACIÓN DE CUARESMA: CREED PARA VER!!!



 Creed para ver.!!!!

Miércoles I semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz



“Los ninivitas creyeron en Dios y se convirtieron” (Jonás 3,1-10)

“El hijo del hombre es signo para esta generación” (Lc 11,29ss)


Al igual que entonces también hoy, aún en situaciones y formas distintas pero con un mismo fondo, parecemos encontrarnos en la misma tesitura y lucha:


-Espectáculo o dudas

-Milagros o incredulidad

-Pruebas o deserción

-Ciencia o religión

-Dios o el hombre


(Ahí queda la reciente encuesta de la Fundación Santa María –que prescindiendo de su más o menos fiabilidad- nos muestra la duda y la apatía de un gran sector de las nuevas generaciones porque, entre otras cosas, desconfían de ella o no la ven como signo de la presencia de Dios en el mundo) 

¿Qué signos piden las generaciones actuales que clarifiquen y demuestren realmente la inmanencia y la presencia de DIOS en sus vidas?

¿Interesa al hombre contemporáneo y tecnócrata aquellas manifestaciones que denoten la huella de DIOS en el mundo o, por el contrario, se intenta eclipsar y arrinconar todo que “suene” a cristianismo?

¿Qué hacer para que CREAN y entonces puedan VER con nitidez a un Dios que anda mucho más cerca de lo que pensamos? 

Vivimos rodeados de personas que idolatran lo idolatrable. Es difícil y gravoso, en el contexto en el que nos encontramos, decir un “iré” o “aquí estoy” para llevar –contracorriente- algo que destruya el montaje y la telaraña del egocentrismo del hombre actual. ¿Creer para ver? –nos interpelan las nuevas generaciones- y, hasta ellas mismas nos contestan; ¡no gracias! ¡si no lo veo…no lo creo!. . 

Son (ellos) y somos (nosotros) los necesitados de miles de pequeños y grandes “Jonases” que se conviertan en una válvula de escape, en una razón para la esperanza, en una posibilidad de volver a la paz y a la fe debilitada, en una oportunidad para volver a la verdad de las cosas y de nuestra vida. La sociedad, sin darnos cuenta, se ha convertido en un gran cetáceo que ha absorbido sueños e ideales, fe, esperanzas e ilusiones. 

Ojalá, que esta reflexión cuaresmal, nos ayude a caer en la cuenta de que es mucho más importante buscar al Señor de los milagros.....que a los milagros del Señor. A pedirle con insistencia al Señor que CREAMOS para que así VEAMOS.

Basta con abrir bien los ojos (sobre todo los del corazón) y nos daremos cuenta que a DIOS no se llega exigiéndole pruebas sino, más bien, por la conversión personal y sabiendo descubrir en los acontecimientos y en las personas que nos rodean los rasgos de su presencia. 

¿ Es que DIOS no ha hecho ningún pequeño milagro en tu vida?

¿Es que no te das cuenta que “tú” puedes ser un signo de la presencia de DIOS para muchas personas y en muchas situaciones? 


MIRE AL CIELO

Y BUSQUE

HABLE AL CIELO

Y PREGUNTE

ELEVE MIS MANOS AL CIELO

PARA ENCONTRAR y....

UNA VOZ ME RESPONDIÓ: 

“YO ESTOY DONDE TÚ ESTÁS”


UN PROFETA DESOBEDIENTE: JONÁS



Un profeta desobediente

¡Perdónalos porque no saben lo que hacen!

Por: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic.net




Muchas veces pensamos que Dios, antes de que viniera Jesús, no era sino rigor, amenazas, castigos... Los rayos y truenos del Sinaí nos han impresionado siempre. Pero Dios se mostraba también muy bueno y misericordioso. Así nos lo dice la historia de Jonás, que no es más que una parábola preciosa, con la cual la Biblia nos transmite dos mensajes importantes y bellos.

El primero, y ante todo, que Dios es muy bueno con todos, a pesar de lo mal que a veces nos portamos con Él...

Y el segundo, siguiendo la interpretación que le dio Jesús es que un día, aunque hayamos muerto, la tierra nos devolverá a la vida, igual que el pez devolvió a Jesús el resucitado.

Era Nínive una ciudad enorme, capital de los asirios. Y se portaba mal, mal... Pero Dios, en vez del castigo, prefiere salvarla, y le encarga a Jonás:

- Vete a Nínive, y predícales la conversión. Como sigan pecando, la destruyo sin más.

Jonás tuvo miedo de ir, y se quiso esconder de Dios. ¡Como si fuera fácil engañar a Dios, de modo que Él no sepa dónde estamos cada uno!... Y se mete en una embarcación que se iba entonces hacia el extremo de la Tierra conocido. De repente, surge una tempestad furiosa, que destroza y hunde la nave. Tripulación y pasajeros buscan al responsable que así enojaba a Dios, y Jonás confiesa su culpa:

- Soy hebreo, y adoro al Dios que hizo el cielo y la tierra. Me he escapado de Dios, y por esto viene ahora esta desgracia sobre todos.

Temblando aquellos hombres, al oír eso del “Dios de cielo y tierra”, le intiman:

- Entonces, ¿qué tenemos que hacer contigo?

- Arrojadme al mar, y se calmará del todo.

Así lo hacen. Pero, asoma un pez enorme, que abre su boca y se traga a Jonás. Llega la calma más completa, y el profeta, metido en el vientre del cetáceo, exclama a Dios:

- Desde el profundo del abismo te invoco, rodeado como estoy de angustia. ¡Sálvame!

Al día tercero, el pez arrojaba vivo a Jonás en la playa. Ahora, escarmentado el profeta, sí que va a obedecer a Dios, el cual le dice:

- Vete a Nínive, como te lo mandé, y anúnciales: ¡Dentro de cuarenta días será arrasada la ciudad!

Los ninivitas, comenzando por el rey, creen al enviado de Dios y hacen dura penitencia. Dios, al ver aquella conversión, se compadece y le ahorra a Nínive la catástrofe anunciada.

Pero viene ahora la actitud desconcertante de Jonás, que se le queja a Dios porque no ha castigado a la ciudad pecadora:

- ¡Ya lo decía yo! Tú eres un Dios misericordioso y clemente, magnánimo, de gran corazón, y siempre te arrepientes y te retractas de las amenazas que haces. ¿Por qué no les has castigado?...

Y Dios, con calma:

- Pero, Jonás, ¿crees tú que puedo castigar a una ciudad como Nínive, si sus habitantes no saben distinguir la mano derecha de la izquierda, de ignorantes que son?...

¿Dónde está la fuerza de este hecho? Jesús reclamará en el Evangelio a las ciudades del lago:

- Los de Nínive se alzarán contra vosotras en el Juicio, porque sus habitantes se convirtieron a la voz de Jonás, y aquí está uno mayor que Jonás.

Y Jesús invocará la figura de Jonás dentro del pez como signo de su resurrección:

- Así como estuvo Jonás tres días y tres noches en el seno del cetáceo, así estaré yo tres días en el seno de la tierra.

Este es el significado de Jonás en la mente de Jesús.

Pero, aparte de eso, la predicación de Jonás en Nínive, su conversión y su perdón, resultan conmovedores por la imagen de Dios que hacen resaltar:

- ¿Por qué perdona los pecados?

Jonás se le queja a Dios, y Dios tiene que defenderse del profeta, que se lo echa en cara:

- ¡Tú, siempre bueno! ¡Tú, siempre misericordioso! ¡Tú, siempre compasivo! ¡Tú, siempre con tu amor! ¡Tú, a no cumplir con tus amenazas, porque te arrepientes pronto de ellas!... Entonces, ¿para que he predicado yo?...

El Dios nuestro, el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, es un Dios amor, y porque ama, es comprensivo y misericordioso. Y porque es misericordioso, salva. Lo único que Dios no puede pasar es el orgullo de la criatura. Quien se rinde ante Dios, ése no se pierde nunca.

Por eso nuestra confianza en Dios es firme. No nos apoyamos en nosotros mismos, que tenemos muy poca cosa que lucir ante Dios. Nos apoyamos en su bondad inmensa.

Como Jonás seguía refunfuñando, Dios le saca a relucir otra razón convincente:

- ¿Cómo voy a castigar a esos pobres pecadores, ignorantes como ellos solos, que no saben nada?... Esto, nos recuerda la petición de Jesús desde la Cruz:

- ¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!...

¡Este es nuestro Dios! Todo bondad. Eso que enojaba a Jonás, es precisamente nuestra esperanza mayor. Somos malos, ¡pero qué suerte la nuestra, porque tenemos un Dios bueno de verdad!... .

Jonás, todo. Mat. 12, 39-41. 

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