Entre truenos y relámpagos
Un niño es el regalo de Dios para tus días tristes. Es el movimiento y el torbellino de la vida que se agita, que salta, que corre, que sueña, que sonríe y se duerme. Un niño es siempre una esperanza, un por qué vivimos y trabajamos sin dar lugar a la fatiga. Un niño es un misterio impenetrable; ¿qué será de él en el futuro?
Una nena, como todos los días se fue caminando a la escuela, a pesar del mal tiempo y de las nubes oscuras. Poco después el viento arreció y empezaron los rayos y los truenos. La madre pensó que su hijita podría tener miedo en el camino, pues ella misma estaba asustada por la tormenta. Preocupada, la madre entró a su auto, y se dirigió a la escuela. En el camino encontró a su hija caminando, y notó que a cada relámpago la niña se detenía, miraba hacia arriba y sonreía. Cuando la niña subió al auto, la madre le preguntó muy curiosa: — ¿Qué estabas haciendo? La niña le respondió: —Estaba sonriendo, porque Dios no paraba de sacarme fotos.
Un niño es el interrogante permanente sobre el mundo que hemos construido, sobre los valores que nos movilizan, sobre el destino de nuestra humanidad... ¿Saldría el sol cada mañana si ellos no iluminaran nuestras noches? ¿Podríamos vivir sin su bullicio, sin sus sonrisas, sin la abismante profundidad de sus preguntas? Agradezcamos este don del Cielo.
* Enviado por el P. Natalio
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