Hoy se inicia la Novena a San Patricio, quien cambió la historia de Nueva York
Redacción ACI Prensa
"Yo era como una piedra en una profunda mina; y aquel que es poderoso vino, y en su misericordia, me levantó y me puso sobre una pared”, decía San Patricio, Patrono de Irlanda cuya fiesta se celebra el 17 de marzo. La devoción por el Santo de los irlandeses en Nueva York (Estados Unidos) hizo que esta ciudad se torne todos los años de color verde.
Cercanos a su fiesta, aquí una novena en su honor:
Primer Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Primer Día:
Por mi bienestar y mi protección, hoy pido que el poder de la Santísima Trinidad me rodee.
Del libro Confessio de San Patricio:
“Yo, Patricio, pecador, el más rústico y el menor de todos los fieles, sumamente despreciable para muchos, tuve como padre al diácono Calpornio, que era cierto hijo del presbítero Potitus y que vivía en el pueblo de Bannauen Taberniae, pues él tuvo una pequeña villa, donde yo fui apresado. Entonces tenía cerca de dieciséis años. Ignoraba al Dios verdadero y fui llevado en cautiverio a Irlanda con tantos miles de hombres, según nuestros méritos, porque nos alejamos de Dios y no custodiamos sus preceptos y no fuimos obedientes a nuestros sacerdotes, que nos advertían para nuestra salvación, y el Señor llevó a nosotros la ira de su animosidad y nos dispersó entre pueblos numerosos, incluso hasta los confines de la tierra, donde ahora mi pequeñez se halla entre extraños”.
Se pide la gracia que se desea conseguir.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Segundo Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Segundo Día:
Por mi bienestar y mi protección, hoy pido que el poder de la pasión, muerte, y resurrección de Cristo me envuelva.
Del libro Confessio de San Patricio:
Y entonces el Señor abrió el sentido a mi corazón de incredulidad, para que, aunque tarde, me acordara de mis pecados y me convirtiera con todo mi corazón al Señor, mi Dios, quien miró mi humildad y se apiadó de mi adolescencia y mi ignorancia, y me custodió antes que lo conociera y antes que supiera o distinguiera entre el bien y el mal, y me fortificó y me consoló como un padre a su hijo.
Por eso no puedo callar, ni conviene por cierto, tantos beneficios y tanta gracia que el Señor se dignó concederme en la tierra de mi cautiverio, porque esta es nuestra retribución: después de nuestra corrección y reconocimiento de Dios exaltar y confesar sus maravillas, delante de toda nación que está bajo todo cielo.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Tercer Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Tercer Día:
Por mi bienestar y mi protección, hoy pido a los ángeles y arcángeles que me cuiden.
Del libro Confessio de San Patricio:
Porque no hay otro Dios ni fue nunca ni antes, ni será después de ahora, salvo Dios Padre ingénito, sin principio, de quien viene todo principio, quien tiene todas las cosas, como decimos. Y su hijo Jesucristo, de quien testimoniamos que siempre ha estado con el Padre, engendrado espiritualmente en el Padre antes del origen del mundo, engendrado de modo inenarrable antes de todo principio. Y por él fueron hechas todas las cosas visibles y las invisibles, fue hecho el hombre; después de vencer a la muerte fue recibido en los cielos junto al Padre, y le dio todo poder sobre todo nombre de cosas celestes, terrestres e infernales; y que toda lengua confiese que el Señor Dios es Jesucristo, en quien creemos y de quien aguardamos su venida inminente, juez de vivos y muertos, que devolverá a cada uno según sus acciones y derramó abundantemente en nosotros el Espíritu Santo, don y prenda de inmortalidad, quien hace que los creyentes y obedientes sean hijos de Dios y coherederos de Cristo, a quien confesamos y adoramos como único Dios en la Trinidad de su sacro nombre.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Cuarto Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Cuarto Día:
Por mi bienestar y mi protección, hoy pido la ayuda de los profetas, los mártires y todos aquellos que en su vida fueron testigo del amor de Dios.
Del libro Confessio de San Patricio:
En la noche vi en visión a un hombre llamado Victoricus, como si hubiera venido de Irlanda, trayendo muchísimas cartas. Y me dio una de ellas, y leí las primeras palabras de esa carta, diciendo: ‘La voz del irlandés…’ Y mientras leía la carta, creí oír muchas voces en ese mismo momento clamando a una sola voz: ‘Te pedimos, muchacho, ven y anda entre nosotros una vez más’.
Pues él mismo dijo a través del profeta: Invócame el día de tu tribulación, y te liberaré y me glorificarás. Y de nuevo dice: Es honroso revelar y confesar las obras de Dios. Sin embargo, aunque en muchas cosas soy imperfecto, deseo en beneficio de mis hermanos y parientes conocer mi índole, para que puedan ver el deseo de mi alma. No ignoro el testimonio de mi Señor quien atestigua en el salmo: Entregarás a la perdición a aquellos que dicen mentira. Y de nuevo dice: la boca que miente mata al alma. Y el mismo Señor en el Evangelio dice: Por cada palabra ociosa que hubieren dicho los hombres, darán cuenta de ella el día del juicio. Pero por ello debía vehementemente, con temor y temblor, temer esta sentencia aquel día en que nadie podrá sustraerse ni esconderse, pero todos absolutamente hemos de dar cuenta, hasta de los mínimos pecados, en el tribunal de Cristo Señor.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Quinto Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Quinto Día:
Por mi bienestar y mi protección, hoy Pido que el poder de la Santísima Trinidad me rodee.
Del libro Confessio de San Patricio:
Así, en la medida de mi fe en la Trinidad, me conviene distinguir y, sin reparar en el peligro, hacer conocido el don de Dios y la consolación eterna, sin temor difundir con confianza el todas partes el nombre de Dios, para, incluso después de mi muerte, dejar una herencia a mis hermanos y a mis hijos, a quienes yo bauticé en el Señor, tantos miles de hombres. Y no era digno ni merecía que el Señor concediera esto a su pequeño siervo: que después de tantas preocupaciones y cargas, después del cautiverio, después de muchos años me diera tanta gracia ante ese pueblo. En otro tiempo, en mi juventud, nunca esperé ni pensé algo así.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Sexto Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Sexto Día:
Por mi bienestar y mi protección hoy, pido a Jesús que vino a salvar al mundo para que sea mi escudo.
Del libro Confessio de San Patricio:
Pero, después que llegué a Irlanda (cada día apacentaba rebaños y con frecuencia en el día oraba), más y más venía el amor de Dios y su temor, mi fe se acrecentaba y mi espíritu era llevado, de modo que en un solo día llegaba a cien oraciones, y casi lo mismo de noche. Permanecía en los bosques y en la montaña, me levantaba antes de la luz para la oración, con nieve, con hielo, con lluvia, y ningún mal sentía ni tenía nada de pereza –como ahora lo veo, pues entonces ardía en mí el Espíritu.
Y en verdad allí, una noche, en sueños oía una voz que me decía: “Ayunas bien, tú que pronto irás a tu patria”; y de nuevo, poco tiempo después, oí una respuesta que me decía: “He aquí que tu nave está preparada.” Y no estaba cerca, sino que acaso había unas doscientas millas y nunca había estado allí ni tenía allí ningún hombre conocido. Y poco después me di a la fuga y abandoné al hombre con quien había estado seis años, y vine por el poder de Dios, quien dirigía mi vida hacia el bien; y nada temía hasta llegar a aquella nave.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Séptimo Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Séptimo Día:
Por mi bienestar y mi protección hoy, le pido a todos las Benditas Almas del Purgatorio orar a Dios por mí.
Del libro Confessio de San Patricio:
Y después de tres días tocamos tierra, y por veintiocho días anduvimos por un lugar desierto, y les faltó alimento, y el hambre se hizo fuerte sobre ellos, y otro día el capitán empezó a decirme: “¿Qué hay, cristiano? Tú dices que tu Dios es grande y omnipotente. ¿Por qué entonces no puedes orar por nosotros, que peligramos por el hambre? Lleno de confianza les dije: “Convertíos con fe de todo vuestro corazón al Señor Dios mío, porque nada es imposible para Él, para que hoy os envíe alimento en vuestro camino hasta saciaros, porque en todo lugar tiene abundancia.” Y con la ayuda de Dios así ocurrió: un rebaño de cerdos apareció en el camino ante nuestros ojos, y mataron a muchos de ellos y permanecieron allí dos noches, y se alimentaron bien y fueron aliviados con las carnes de los puercos; en efecto, muchos de ellos habían desfallecido y habían sido abandonados medio muertos junto al camino. Y después de esto dieron muchas gracias a Dios y yo fui honrado ante los ojos de ellos, y desde ese día tuvieron alimento abundante.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Octavo Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Octavo Día:
Por mí bienestar y mi protección hoy, pido al poder de Dios sostenerme y al amor de Dios animarme.
Del libro Confessio de San Patricio:
Y de nuevo, después de pocos años, estaba en Britania con mis parientes, que me recibieron como a un hijo y me rogaron por fe que no me alejara de ellos, al menos por el momento, después de tantas tribulaciones que había padecido. Y allí en verdad vi en una visión de la noche a un hombre que venía como de Irlanda, de nombre Victórico, con innumerables cartas, y me dio una de ellas. Y leí el principio de la carta, que contenía “la voz de los irlandeses.” Y al recitar el principio de la carta pensaba que entonces escuchaba la voz de los mismos que estaban en Silva Vocluti, que está cerca del mar occidental. Y así exclamaron como de una voz: “Te rogamos, niño santo, que vengas y andes todavía entre nosotros.” Y quedé muy compungido en mi corazón y no pude leer más; y así me levanté. Gracias a Dios, porque después de muchísimos años atendió a su clamor.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Noveno Día de la Novena a San Patricio
Acto de Contrición:
Pésame Señor y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí un Dios tan bueno y tan grande como Vos; antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar y apartarme de las ocasiones próximas de pecado. Amén
Oración para cada día:
Santo Obispo Patricio, fiel pastor de la grey real de Cristo, que iluminaste a Irlanda con el resplandor del Evangelio, que es la fuerza poderosa de la Trinidad, ahora que gozas de la Bienaventuranza Eterna, intercede para que el Redentor nos preserve en la fe y la caridad. Por Jesucristo, Nuestro Señor, Amén.
Invocación Noveno Día:
Para mí bienestar y mi protección, pido a todos los Santos del Cielo, a la Santísima Virgen, Reina de los Ángeles, a los Santos Apóstoles, al Bienaventurado San Patricio, ya todos los santos protectores de Irlanda, para que sean mi inspiración y esperanza.
Del libro Confessio de San Patricio:
Por eso incansablemente doy gracias a mi Dios, que me conservó fiel el día de la tentación mía, de modo que hoy con confianza le ofrezco en sacrificio, como hostia viviente, mi alma a Cristo mi Señor, quien me protegió de todas mis angustias. Por eso puedo decir: ¿Quién soy yo, Señor?, ¿Cuál es mi vocación, tú que me ayudaste con tu divinidad tan grande, de modo que hoy entre los gentiles ensalce y engrandezca tu nombre en cualquier lugar que esté? Pero no solo en las cosas favorables, sino también en las dificultades, de modo que cualquier cosa que me sobrevenga, sea buena o mala, la reciba igualmente y dé siempre gracias a Dios. Él me enseñó a tenerle indudable confianza y a creer permanentemente; me ha escuchado para que yo, indocto y en los últimos días, me atreviera a emprender una obra tan piadosa y admirable. Así pude imitar en algo a aquellos de quienes antes el Señor ya había predicho que anunciarían el Evangelio en testimonio para todos los pueblos antes del fin del mundo, lo cual ahora vemos y así se ha cumplido: he aquí que somos testigos de que el Evangelio fue predicado hasta lugares más allá de los cuales no hay nadie.
Padre Nuestro, Ave y Gloria.
Oración final:
Señor y Dios nuestro, que enviaste al obispo San Patricio para evangelizar a los pueblos de Irlanda, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, quienes nos gloriamos de ser cristianos, anunciemos a los hombres tus maravillas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
El Papa rezó por víctimas de la guerra en ruinas de Mosul, la ciudad devastada por ISIS
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media
El encuentro del Papa Francisco con las víctimas de la guerra y de las atrocidades causadas por los terroristas de Estado Islámico era uno de los momentos más esperados del viaje apostólico que el Pontífice está realizando en Irak.
En la mañana del domingo, el Papa llegó a Mosul, ciudad mártir del norte de Irak que durante tres años padeció los crímenes, la violencia y la destrucción sistemática bajo dominio de Estado Islámico. Mosul es la ciudad más grande de la llanura de Nínive.
El Papa se trasladó hasta la conocida como Plaza de las 4 Iglesias, o Hosh al-Bieaa, para presidir la oración de sufragio por las víctimas de la guerra en todo el mundo.
Esta plaza recibe el nombre por la iglesia siro-católica, la iglesia armenio-ortodoxa, la iglesia siro-ortodoxa y la iglesia caldea que la rodean. Los cuatro templos fueron destruidos por ataques terroristas de Estado Islámico entre 2014 y 2017 y desde ahí ISIS grabó un video en el que prometía conquistar Roma y decapitar al Papa Francisco.
Mosul es una antigua ciudad fundada en el siglo VII a.C. que ha tenido gran protagonismo a lo largo de la historia, de la cual son testimonio sus monumentos de época asiria, abasí, mongola y otomana.
Antes de la llegada del Estado Islámico, Mosul era conocida por su bien conservado centro histórico medieval, sus antiguas mezquitas y madrasas, el famoso minarete de al-Hadba de 44 metros de altura, sus iglesias cristianas y su convivencia étnica, religiosa y cultural.
Todo eso se acabó entre julio de 2014 y julio de 2017. Los terroristas del Estado Islámico sometieron la ciudad a sangre y fuego, dejándola completamente devastada.
Los terroristas destruyeron todos los mausoleos de la ciudad, incluido uno atribuido al profeta Jonás, destruyeron las iglesias, el minarete de al-Hadba, destruyeron estatuas antiguas y restos arqueológicos de las civilizaciones mesopotámicas, quemaron más de 100.000 libros de la Biblioteca histórica e, incluso, destruyeron la mezquita de Mur ad-din.
Se calcula que medio millón de personas, entre ellas 120.000 cristianos, huyeron de Mosul ante la conquista del Estado Islámico. La ciudad fue liberada en julio de 2017 tras nueve meses de violentos enfrentamientos bélicos con bombardeos que dejaron la ciudad prácticamente destruida en su totalidad.
Allí, el Santo Padre inauguró una lápida conmemorativa de su visita a Mosul con el siguiente mensaje: “¡Qué bellos son los pies de quienes traen un alegre anuncio de paz!”.
En la placa se explica también que se trata de un monumento “en recuerdo de la visita de Su Santidad, el Papa Francisco, mensajero de paz y de amor fraterno, a la ciudad de Mosul y a la Llanura de Nínive. En este lugar, que los cristianos tuvieron que abandonar obligatoriamente (2003-2017), el Papa rezó por la difusión de la paz y de la justicia, de la coexistencia serena y de la fraternidad entre los hombres”.
En su saludo previo a la oración, el Papa reflexionó sobre la disminución de la población cristiana en Irak y en otros países de Oriente Medio debido a la guerra, a la violencia, la discriminación y los problemas económicos.
El Pontífice afirmó que “la trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás”.
“En efecto, un tejido cultural y religioso tan rico de diversidad se debilita con la pérdida de alguno de sus miembros, aunque sea pequeño”, señaló el Papa.
El Santo Padre subrayó que “hoy elevamos nuestras voces en oración a Dios omnipotente por todas las víctimas de la guerra y de los conflictos armados”.
El Papa recordó que “en Mosul las trágicas consecuencias de la guerra y de la hostilidad son demasiado evidentes. Es cruel que este país, cuna de la civilización, haya sido golpeado por una tempestad tan deshumana, con antiguos lugares de culto destruidos y miles y miles de personas, musulmanes, cristianos, yazidíes y otros, desalojadas por la fuerza o asesinadas”.
En ese sentido, hizo hincapié en que “a pesar de todo, reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra”.
“Esta convicción habla con voz más elocuente que la voz del odio y de la violencia; y nunca podrá ser acallada en la sangre derramada por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción”, concluyó.
Oración
Antes de pronunciar la oración por todas las víctimas de la guerra en Mosul, en Irak y en todo Oriente Medio, el Papa Francisco presentó tres reflexiones:
En primer lugar, el Papa señaló que “si Dios es el Dios de la vida, y lo es, a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre”.
En segundo lugar, indicó que “si Dios es el Dios de la paz, y lo es, a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre”.
Por último, “si Dios es el Dios del amor, y lo es, a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”.
A continuación, rezó la siguiente oración:
“Dios altísimo, Señor del tiempo y de la historia, tú has creado el mundo por amor y no dejas nunca de derramar tus bendiciones sobre tus criaturas. Tú, más allá del océano del sufrimiento y de la muerte, más allá de las tentaciones de la violencia, de la injusticia y de la ganancia inicua, acompañas a tus hijos y a tus hijas con tierno amor de Padre”.
“Pero nosotros hombres, desagradecidos de tus dones y absortos en nuestras preocupaciones y ambiciones demasiado terrenas, a menudo hemos olvidado tus designios de paz y de armonía. Nos hemos cerrado en nosotros mismos y en nuestros intereses particulares, e indiferentes a Ti y a los demás, hemos atrancado las puertas a la paz. Así se repitió lo que el profeta Jonás oyó decir de Nínive: la maldad de los hombres subió hasta el cielo (cf. Jon 1,2). No elevamos al cielo manos limpias (cf. 1 Tm 2,8), sino que desde la tierra subió una vez más el grito de sangre inocente (cf. Gn 4,10). Los habitantes de Nínive, en el relato de Jonás, escucharon la voz de tu profeta y encontraron salvación en la conversión. También nosotros, Señor, mientras te confiamos a las numerosas víctimas del odio del hombre contra el hombre, invocamos tu perdón y suplicamos la gracia de la conversión”:
“Kyrie eleison. Kyrie eleison. Kyrie eleison”.
“Señor Dios nuestro, en esta ciudad dos símbolos dan testimonio del deseo constante de la humanidad de acercarse a Ti: la mezquita Al Nuri con su alminar Al Hadba y la iglesia de Nuestra Señora de la Hora, con un reloj que desde hace más de cien años recuerda a los transeúntes que la vida es breve y el tiempo precioso. Enséñanos a comprender que Tú nos has confiado tu designio de amor, de paz y de reconciliación para que lo llevemos a cabo en el tiempo, en el breve desarrollo de nuestra vida terrena. Haznos comprender que sólo poniéndolo en práctica sin demoras esta ciudad y este país se podrán reconstruir, y se lograría sanar los corazones destrozados de dolor. Ayúdanos a no emplear el tiempo al servicio de nuestros intereses egoístas, personales o de grupo, sino al servicio de tu designio de amor. Y cuando nos desviemos del camino, haz que podamos escuchar las voces de los verdaderos hombres de Dios y recapacitar durante un tiempo, para que la destrucción y la muerte no nos arruinen de nuevo”.
“Te confiamos a aquellos cuya vida terrena se ha visto abreviada por la mano violenta de sus hermanos, y te suplicamos también por los que han lastimado a sus hermanos y a sus hermanas; que se arrepientan, alcanzados por la fuerza de tu misericordia”.
“Requiem æternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis”.
“Requiescant in pace. Amen”.
Tras su llegada a Mosul, el Papa se trasladó hasta la conocida como Plaza de las 4 Iglesias, o Hosh al-Bieaa, para presidir la oración de sufragio por las víctimas de la guerra en todo el mundo.
Esta plaza recibe el nombre por la iglesia siro-católica, la iglesia armenio-ortodoxa, la iglesia siro-ortodoxa y la iglesia caldea que la rodean. Los cuatro templos fueron destruidos por ataques terroristas de Estado Islámico entre 2014 y 2017 y desde ahí ISIS grabó un video en el que prometía conquistar Roma y decapitar al Papa Francisco.
Este 7 de marzo la Iglesia celebra el tercer domingo de Cuaresma. El Evangelio del día corresponde a la lectura de Juan 2:13-25, pasaje en el que Jesús señala: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré».
Seguimos avanzando, ayudados por los resortes que la Santa Cuaresma nos ofrece, hacia la celebración de la Pascua. Sólo, cuando sintamos en lo más hondo de nuestro ser, la presencia real y transformadora de Dios, podremos decir y concluir lo que el Evangelio de hoy nos viene a recordar: somos templos del Dios vivo y nada ni nadie lo puede descafeinar o adulterar. ¿Lo percibimos así? ¿Cuidamos -en decoro y con orden- la vida interior del templo de nuestro cuerpo? ¿Abrimos sus ventanas -oídos y ojos- para que se deslicen hasta su interior las Palabras y los gestos de Jesús?
Sí, amigos; el hombre es el templo de Dios. Somos el santuario de un Dios que no desea otra cosa que habitar en él. En lo más hondo de nuestra vida. Y, cuando el Señor, comprueba el desbarajuste interno y externo que existe en nuestra vida, en nuestras palabras, en nuestro testimonio, es cuando nos pone en el lugar que nos corresponde: no podemos hacer de la casa de Dios un mercado. No podemos confundir templo de Dios, con una simple tienda.
Porque el Señor nos quiere y desea para nosotros lo mejor, nos orienta con su Palabra y pide un mínimo de coherencia y de fidelidad. Y, esa coherencia y fidelidad, las podemos demostrar de las siguientes maneras:
a) Huyendo de una fe mercantilista. No podemos elegir lo que queremos, cuanto queremos y cuando queremos para seguir a Dios. Nuestro “sí” ha de ser un “si” y, nuestro “no” ha de ser un “no”. Muchas veces convertimos la fe en una estantería de la que vamos seleccionando aquellos productos (oraciones, sacramentos, devociones,….) que más nos convienen.
b) No olvidando que, los 10 mandamientos, siguen estando vigentes. Que Jesús, lejos de derogarlos, viene a darles sentido y plenitud.
Nos sorprende la violencia con la que Jesús actúa en este evangelio. El Señor, también entra dentro de nosotros, y con el látigo de la oración, de la reflexión o de la penitencia, va arrojando del templo de nuestras almas aquello que vicia o confunde nuestra vida cristiana. Aquello que nos impide ser totalmente hijos de Dios. Arroja lejos de nosotros, toda mercancía que obstaculiza el paso de la gracia. Vuelca las mesas de nuestro orgullo y de nuestra autosuficiencia. En definitiva; para apostar por el Reino de Dios, hemos de expulsar todo aquello que paraliza y distorsiona nuestra fe.
Hoy, al hilo de este evangelio, pedimos al Señor perdón por aquello que nos impide llegar hasta Él. Perdón por dar excesiva importancia y protagonismo de elementos que dificultan su reinado; fotógrafos, flores, banquetes, cámaras de fotos, músicas profanas, chicles, teléfonos móviles, vestidos llamativos y un largo etc. Qué bueno sería ir reduciendo todo ello en aras a unas más sinceras, limpias y dignas celebraciones cristianas. Hay cosas que, nunca mejor dicho, debieran de estar, verse, ofrecerse y darse del atrio hacia fuera. Aun a riesgo de ser impopulares.
Tres formas de hacer daño a Dios. Hay tres formas de hacer sufrir y llorar a una madre. Además de la más elemental, que sería atacarle a ella directamente: golpeándola o insultándola, hay otras dos en las que le podemos hacer sufrir igualmente. Una de ellas es hacer algo malo a mi hermano. Si yo le doy una paliza a un hermano mío, y mi madre se entera, le dolerá incluso más que si le maltrato a ella.
Otra forma de hacerle sufrir es hacer algo que sea malo para mí, algo que me empeore. Como mi madre me quiere eso le dolerá. Imagínate que ve cómo te cortas un brazo: no lo aguantaría.
Dios te ve siempre -no como un espía sino como alguien que te quiere mucho- y sufre cada vez que te ve hacer algo que hace daño a otra persona, porque esa otra persona es hija de Él y cada vez que te ve hacerte daño a ti mismo, y cada vez que te ve hacer algo que le hace daño a Él. Por eso es bueno que todas las noches, cuando te acuestes, hagas un repaso del día, un examen de conciencia, y pidas perdón a Dios por esas cosas que Él ha visto y no le han gustado.
El examen de conciencia lo puedes hacer así: ¿Cómo me he portado con Dios? ¿Cómo me he portado con los demás? ¿Cómo me he portado conmigo mismo? Dios mío, a partir de ahora haré el examen todas las noches. Y te pediré perdón por el daño que haya hecho cada día de alguna de estas tres formas. Y también te agradeceré tu compañía. ¡Recuérdamelo!, y gracias.
Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.
San José, hombre justo y modelo de virtudes, es el Patrono Universal de la santa Iglesia, y por lo tanto de todos nosotros. Es el santo que tuvo en la tierra la misión más grande y noble: proteger al Niño Dios y su Santísima Madre.
Marzo 7
San José, haz que los pecadores se conviertan, para que pronto en el mundo no haya más que un solo rebaño y un solo pastor, siempre bajo el amparo de la Madre de Dios, para que la soberanía del amor de Jesús se extienda a todas las familias, las naciones y la sociedad entera, y así puedas tú, ejercer mejor tu admirable patrocinio sobre toda la Iglesia. Amén.
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No te harás ídolos, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado de los padres en los hijos, nietos y bisnietos, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas, pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el forastero que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra y el mar y lo que hay en ellos. Y el séptimo día descansó: por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 18,8.9.10.11
R/. Señor, tú tienes palabras de vida eterna
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor
es fiel e instruye al ignorante. R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor
es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,22-25):
Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados –judíos o griegos–, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25):
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado»
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés
(Tarragona, España)
Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.
¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.
-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).
¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).
¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.
-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.
Si cada día dedicáramos cinco minutos a meditar esta palabra: “eternidad”... ¡Cuántas cosas cambiarían en nuestra vida! ¡Qué diferente actuaríamos con los demás! ¡Cómo aprovecharíamos mejor el tiempo!
La meditación de esta palabra hizo que muchas personas se retiraran a los desiertos a hacer vida de oración y penitencia. ¡Cuántos santos han llegado a serlo por el solo hecho de meditar esta palabra!
Es que nosotros somos eternos. No eternos como Dios es eterno, sino que somos sempiternos, es decir, que Dios, desde el momento en que nos creó, ya no dejaremos de existir por los siglos de los siglos, por toda la eternidad.
El tema es dónde queremos pasar esa eternidad, porque hay solo dos lugares o estados en que pasaremos la eternidad, en que estaremos para siempre: en el Cielo, o en el Infierno. Y el destino depende de cómo vivamos en este mundo y, sobre todo, de cómo muramos: si en gracia de Dios o en pecado mortal.
Somos nosotros en carne y hueso y con nuestra propia alma que estaremos en uno o en otro lugar. Por eso es tiempo de reflexionar seriamente qué es lo que estamos haciendo de nuestra vida, qué hacemos con el tiempo de vida que Dios nos ha concedido.
Abramos los ojos porque Dios nos ha creado sin nosotros, pero no nos salvará sin nosotros. Él, en un acto de amor infinito, ha querido que existamos, y ya no dejaremos de existir jamás.
Pensemos esto porque es una cosa muy seria. Estamos embarcados en una aventura que puede terminar en felicidad inimaginable y eterna, o en horror indescriptible y también eterno.
No mucho: ¡todo! Habrás visto la película de "Los 7 magníficos": A Yul Briner le quieren contratar unos mejicanos para que les defienda de unos bandidos; son campesinos; muy pobres. Le ofrecen todo lo que tienen, envuelto en un paño. Yul lo ve y dice: "Siempre me han ofrecido mucho, pero nunca todo". Aceptó, ¡claro! Dile ahora a Jesús: Con lo que Tú me amas (has dado la vida por mí), no puedo quedarme corto dándote sólo muchas cosas; te doy toda mi vida: quiero todo lo que Tú quieras.