martes, 6 de marzo de 2018

FALLECE SOR CONSOLATA, LA PRIMERA RELIGIOSA DEL HOSPITAL DEL PADRE PÍO DE PIETRELCINA


Fallece Sor Consolata, la primera religiosa del hospital del Padre Pío
POR ANDREA GAGLIARDUCCI | ACI Prensa
Foto: Captura de video Teleradio Padre Pío





Sirvió en el hospital del Padre Pío por veinte años antes de ingresar a la clausura para “prepararse a la Santa Muerte”. Sor Consolata di Santo nació en 1916 y murió el pasado 2 de marzo a los 101 años, llevando consigo el recuerdo de los años que trabajó junto al fraile capuchino y la alegría de haber podido besar por una vez los estigmas, sin que estuviesen protegidos por los guantes que solía usar el sacerdote.

Nacida en 1916 en Sant’Eramo al Colle, era la última de diez hijos, todos consagrados a Dios. La madre, antes de morir y recibiendo la extremaunción, había pedido esta gracia.

Así, la futura religiosa entró al convento en 1936, entre las Hermanas Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, que el Padre Pío había elegido para prestar servicio entre los enfermos del hospital “Casa Sollievo della Sofferenza”, por él querido.

Sor Consolata llegó a San Giovanni Rotondo en septiembre de 1955, seis meses antes de la inauguración del hospital, junto a la superiora provincial y a otra hermana, después de haber vivido una situación difícil en Toscana.

En el primer encuentro, el Padre Pío se asomó “con una sonrisa bellísima y un tono bromista”, narró en una ocasión la religiosa a Teleradio Padre Pío. Les había dicho a las tres hermanas que no se preocuparan porque llegarían otras religiosas. Seis meses después ya eran 15 las religiosas trabajando en la “Casa Sollievo della Sofferenza”.

Su servicio al hospital se prolongó de 1955 a 1975, trabajando al lado del santo italiano, asistiendo siempre a la Misa de las cinco de la mañana; y fue después de una confesión que pidió al Padre Pío poder besar las heridas de las manos sin los guantes.

El santo respondió: “Delante de toda esta gente”. Y al día siguiente la mandó llamar y le permitió besar los estigmas.

En 1975, a los 59 años de edad, dejó el servicio en el hospital y entró a la clausura, entre las clarisas capuchinas, para “hacer una santa muerte”, porque pensaba que moriría en dos o tres años. Sin embargo, pasaron muchos más.

Así, Son Consolata murió el pasado 2 de marzo, poco tiempo después del fallecimiento del P. Eusebio Notte –ocurrido el 5 de febrero–, y que fue asistente del Padre Pío entre 1961 y 1965.



Traducido y adaptado por Eduardo Berdejo. Publicado originalmente en ACIStampa.

DIOS PIDE EL SACRIFICIO DE NUESTRO CORAZÓN


Dios pide el sacrificio de nuestro corazón
Martes tercera semana Cuaresma. ¿De qué nos sirve sacrificar nuestras cosas si no nos sacrificamos nosotros?


Por: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net 




“El que en Ti confía no queda defraudado”.

Esta oración del Antiguo Testamento podría resumir la actitud de quien comprende dónde está la esencia fundamental del hombre, dónde está lo que verdaderamente el hombre tiene que llevar a su Creador: un corazón contrito y humillado, como auténtico y único sacrificio, como verdadero sacrificio. ¿De qué nos sirve sacrificar nuestras cosas si no nos sacrificamos nosotros? ¿De qué nos sirve ofrecer nuestras cosas si no nos ofrecemos nosotros? El mensaje de la Escritura es, en este sentido, sumamente claro: es fundamental, básico e ineludible que nosotros nos atrevamos a poner nuestro corazón en Dios nuestro Señor.

“Ahora te seguiremos de todo corazón”. Quizá estas palabras podrían ser también una expresión de lo que hay en nuestro corazón en estos momentos: Padre, quiero seguirte de todo corazón. Son tantas las veces en las que no te he seguido, son tantas las veces en las que no te he escuchado, son tantos los momentos en los que he preferido ser menos generoso; pero ahora, te quiero seguir de todo corazón, ahora quiero respetarte y quiero encontrarte.

Ésta es la gran inquietud que debe brotar en el alma de todos y cada uno de nosotros: Te respetamos y queremos encontrarte. Si éste fuese nuestro corazón hoy, podríamos tener la certeza de que estamos volviéndonos al Señor, de que estamos regresando al Señor y de que lo estamos haciendo con autenticidad, sin posibilidad de ser defraudados.

¿Es así nuestro corazón el día de hoy? ¿Hay verdaderamente en nuestro corazón el anhelo, el deseo de volvernos a Dios? Si lo hubiese, ¡cuántas gracias tendríamos que dar al Señor!, porque Él permite que nuestra vida se encuentre con Él, porque Él permite que nuestra vida regrese a Él. Y si no lo hubiese, si encontrásemos nuestro corazón frío, temeroso, débil, ¿qué es lo que podríamos hacer? La oración continúa y dice: “Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia”.

También el Señor es consciente de que a veces en el corazón del hombre puede haber un quebranto, una duda, un interrogante. Y es consciente de que, en el corazón humano, tiene que haber un espacio para la misericordia y la clemencia de Dios. Dejemos entrar esta clemencia y esta misericordia en nuestra alma; hagamos de esta Cuaresma el cambio, la transformación, los días de nuestra decisión por Cristo. No permitamos que nuestra vida siga corriendo engañada en sí misma.

Sin embargo, Dios está pidiendo el sacrificio de nuestro corazón: “Un sacrificio de carneros y toros, un millar de corderos cebados”. El reto de responder a ese Dios que nos llama por nuestro nombre, el reto de respoder a ese Dios que nos invita a seguirlo en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra vocación cristiana puede ser, a veces, un reto muy pesado; sin embargo, ahí está Dios nuestro Señor dispuesto a prestarnos el suplemento de fuerza, el suplemento de generosidad, el suplemento de entrega y el suplemento de fidelidad que quizá a nosotros nos pudiese faltar en nuestro corazón.

Si nos sentimos flaquear, si no somos capaces, Señor, de encontrarnos contigo, de estar a tu lado, de resistir tu paso, de ir al ritmo que Tú nos estás pidiendo, hagamos la oración tan hermosa de la primera lectura: “Trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia”. Si tengo miedo de soltar mi corazón, si tengo miedo de pagar alguna deuda que hay en mi alma... “Trátame según tu clemencia y tu abundante misericordia”. Si todavía en mi interior no hay esa firme decisión de seguirte , tal y cómo Tú me lo pides, con el rostro concreto por el cual Tú me quieres llamar... “Trátame según tu clemencia y tu abundante misericordia”.

Que ésta sea la actitud de nuestra alma, que éste sea el auténtico sacrificio que ofrecemos a Dios nuestro Señor. A Él no le interesan nuestras cosas, le interesamos nosotros; no busca nuestras cosas, nos busca a nosotros. Somos, cada uno de nosotros, el objeto particular de la predilección de Dios nuestro Señor.

Que en esta Cuaresma seamos capaces de abrir nuestro corazón, como auténtico sacrificio, en la presencia de Dios. O, que por lo menos, se fortalezca en nuestro interior la firme decisión de dar al Señor lo que quizá hasta ahora hemos reservado para nosotros. Quitar ese miedo, esa inquietud, esa falta total de disponibilidad que, a lo mejor, hasta estos momentos teníamos exclusivamente en nuestras manos.

Que la Eucaristía se convierta para nosotros en una poderosa intercesión ante Dios Padre por medio de su Hijo Jesucristo, para que en este tiempo de Cuaresma logremos renovarnos y transformarnos verdaderamente. Que nos permita abrir nuestra mente a nuestro Señor, con un corazón dispuesto a lanzarse en esa obra hermosísima de la santificación que Dios nos pide a cada uno de nosotros.

EL EVANGELIO DE HOY MARTES 6 MARZO 2018


Lecturas de hoy Martes de la 3ª semana de Cuaresma
Hoy, martes, 6 de marzo de 2018


Primera lectura
Lectura de la profecia de Daniel (3,25.34-43):

EN aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos, y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor;
trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».

Palabra de Dios


Salmo
Sal 24,4-5ab.6.7bc.8-9

R/. Recuerda, Señor, tu ternura

V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

V/. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

V/. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.


Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21-35):

EN aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Palabra del Señor




Comentario al Evangelio de hoy martes, 6 de marzo de 2018
Jaime Aceña, cmf


Queridos hermanos:

En nuestra convivencia hay situaciones extremas, desde el "tú por tu camino y yo por el mío, no quiero saber más de ti, ni quiero relacionarme contigo" hasta el "perdono, pero no olvido"; entremedias está la cortesía que es lo más superficial de la caridad porque la relación fraterna no ha sido sanada a fondo.

¿Qué hacer con los pecadores?; ¿qué hacer con los que ofenden a otros?; ¿qué hacer con quien me ofende?. La parábola de hoy expresa la raíz más honda de la vida comunitaria. El rey de la parábola representa a Dios y en ella se comparan dos deudas, dos agravios muy desiguales.

El primer siervo tiene una deuda enorme con el rey; este se la perdona. Pero el siervo no perdona a un compañero una deuda mucho menor.

"El Señor indignado, lo entregó a los verdugos...lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo si cada cual no perdona de corazón a su hermano".

Las tensiones entre nosotros surgen porque olvidamos el perdón que el Padre siempre nos da y que convierte en una fiesta cuando volvemos a casa. Si experimento la misericordia de Dios no puedo andar calculando si debo perdonar y acoger al hermano que me ha ofendido. Si he pedido perdón desde lo profundo de mi ofensa, consciente del agravio que he causado al proyecto de Dios, a mis hermanos y a mí mismo, brota la alegría de volver a empezar de cero y puedo llegar a ser "Padre Pródigo" del que me ha ofendido (Noween).

Perdono al hermano porque antes me ha perdonado el Padre. Este manantial de perdón llega a mi horizonte cada día y hace posible mi regreso porque bebo en la certeza de que el Padre me espera...Y cuando nos alcanzamos a ver, corre, me abraza, me viste con ropa nueva y hace una fiesta porque estoy vivo. Siempre es así mi regreso.

Es tal la liberación que experimento con el beso del Padre que su abrazo hace posible que yo perdone siempre: "perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". El perdón que el Padre me da engloba mi perdón al hermano. Y así es siempre: "setenta veces siete".

Fraternalmente:

Jaime Aceña Cuadrado, cmf 
jacenacu.yahoo.es

FELIZ MARTES





lunes, 5 de marzo de 2018

QUIÉN ES UN SACERDOTE?


¿Quién es un sacerdote?
7 caracteristicas de un hombre de Dios según San Alberto Hurtado


Por: H. Edgar Henríquez Carrasco | Fuente: Catholic-link.com 




San Alberto Hurtado, un sacerdote chileno, fue un hombre de convicciones, firme en la fe y en su vocación. Su historia de vida no está exenta de luchas y sacrificios por alcanzar la santidad en una sociedad corrompida por el dinero y el éxito profesional. Era un hombre de oración. Siempre se acercaba a Jesús sacramentado para contarle sus penas y alegrías. Así fue como, poco a poco, se fue dejando permear por el amor de Cristo hasta el punto de entregarle su vida en el rostro de los más pobres. Antes de morir, en su última predicación, nos dejó un hermoso texto en el cual encontramos algunas características del sacerdote escritas por él mismo. Aquí les dejo de manera breve las palabras de este gran santo, dirigidas sobre todo para quienes buscan hacer la voluntad de Dios a través de la vocación a la vida consagrada.

El sacerdote…

1. "¡No es un ángel!"
Eso está más que claro. A veces vivimos en la cultura de la exigencia. Queremos que todo sea perfecto en las personas. Pero, ¡todos tenemos flaquezas! Exigimos del sacerdote alegría 100%, disponibilidad 24/7, entrega total, etc.  El sacerdote es una persona como nosotros, que siente pena y alegría, que se cansa, que lucha por combatir sus imperfecciones. No es un ángel. También trabaja en mejorar sus defectos, en cambiar las cosas negativas que hay en él, en crecer humana y espiritualmente. Es bueno esperar mucho de un sacerdote, pero debemos saber que también es un hombre. Respetarlo como es, aceptarlo con sus dones e imperfecciones. Ayudarlo, colaborar con él. Dice San Alberto Hurtado que "… es un mediador entre Dios y el pueblo en lo que concierne a las realidades divinas". Fácil sería que fuese un santo, listo para irse al cielo, pero no es así, tiene imperfecciones como tú y yo. Lo bueno es que trabaja arduamente por mejorar y superarse, sabe que este es el camino hacia la perfección.

"(… ) otras tantas veces me ha dicho: “Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad”. “Y me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte”" (2 Corintios 12, 9-10).

2. "Experimenta hambre, frío, peso de la edad…"
Es una dura realidad, aunque muchos no lo crean. El prejuicio general es que al sacerdote no le falta nada, vive como rey, pero los que tenemos contacto con muchos sacerdotes sabemos que la realidad dice algo diferente. Son muchos los sacerdotes que pasan hambre y frío en el mundo. A muchos les falta el pan, el agua, o las condiciones básicas de higiene. Piensen en los lugares inhóspitos donde la Iglesia llega: África, India, Camboya, zonas apartadas de Brasil, Bolivia, Egipto, Siria, Indonesia, etc. Siempre pensamos en países occidentalizados, pero. ¿dónde están aquellos que viven en zonas apartadas y en constante conflicto? Ellos dan su vida a causa del Evangelio y muy pocos lo valoran. Al llegar la vejez siguen en su ministerio, fieles a la llamada de Dios. Sacerdotes viejitos caminan aún por las calles dejando el buen olor de Cristo. A veces viven solos, sin nadie más que la casa parroquial. Y, ¿se quejan? ¡Jamás! Valoremos como católicos al sacerdote recordando a nuestros hermanos que viven en malas condiciones de vida y siguen luchando por construir el Reino de Dios en la tierra.

"Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba; orienta bien tu corazón, mantente firme, y en tiempo de adversidad no te inquietes. únete a Él y no te aleje… acepta lo que te venga, y sé paciente en dolores y humillaciones… Confía en Él pues vendrá en tu ayuda…" (Eclesiástico 2, 1-4.6).

 3. "Carga pasiones, y la del pecado"
Ya hablamos que el sacerdote también es humano y tiene imperfecciones, y por supuesto carga con ellas. Pero no es una carga agobiante porque tiene presente las palabras de Jesús: "mi yugo es suave y mi carga ligera". Todos cargamos nuestra propia cruz. Una cruz de infidelidades y pecados. A veces podemos encontrar a sacerdotes que son propensos a la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula o la pereza. Son conscientes de su debilidad y trabajan en ello. Pero no pensemos que es algo agobiante, Dios cuando llama da la gracia para vivir conforme a la vocación que hemos recibido de él mismo. El sacerdote es feliz en su vocación, pero esto no quita que también peque. Es el primero que confía en la efectividad del sacramento que Cristo mismo imparte a través de él: la confesión. Sí, se confiesa también. Acude como un buen católico a otro sacerdote para confesarse y pedir la gracia de Dios, la reconciliación con el Padre. Así pues, el sacerdote predica y practica.

"Ahora, en cambio, liberados del pecado y convertidos en siervos de Dios, tienen como fruto la plena consagración a él y como resultado final la vida eterna. En efecto, el pago del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor" (Romanos 6, 22-23).


4. "Su santidad, si se puede hablar de ella, es en marcha: un esfuerzo, un combate"
Todos buscamos la santidad de vida. El sacerdote también. Para ellos la santidad es el camino que abre las puertas a la comunión con los demás. Si uno ve a un sacerdote santo, le dan ganas de ser santo también. Es una cadena, un santo engendra a otro santo, porque el ejemplo arrastra. Aquella santidad sacerdotal está en marcha, como bien dice San Alberto, o sea que es una lucha constante. El combate espiritual es para todos parejo, no en igual medida ciertamente, pero para todos es una lucha. Día a día. Es un combate que requiere esfuerzo personal. Darlo todo en la cancha, como se dice. Abrir el corazón y decirle al Señor: "Éste soy yo, Señor. Tú me conoces bien, sabes qué hay aquí dentro, te pido me ayudes a dejarme iluminar por tí, a enfocarme más en el amor que tú me tienes desde la eternidad". Si el sacerdote lucha y anima al Pueblo de Dios a luchar contra sus pasiones, contra el mal, es porque tiene claro las palabras del Salmo 50, 19: "Dios quiere el sacrificio de un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, Tú Señor, no lo desprecias".

"Nuestra lucha no es contra adversarios de carne y hueso… sino contra los que dominan este mundo de tinieblas… Por eso deben empuñar las armas que Dios les ofrece, para que puedan resistir en los momentos adversos y superar todas las dificultades sin ceder terreno" (Efesios 6, 12-13).


5. "Viene de Dios, pero sacado de entre nosotros"
Antes de ser sacerdote era un hombre común y corriente que vivía entre nosotros, estudiaba con nosotros, trabajaba con nosotros. Jugábamos con ellos, les conocimos de niños. Pero un buen día Dios los llamó a dejarlo todo, a cargar su cruz y a seguirlo a dónde Él fuera. El sacerdote tiene una historia de vida, tiene familia, sueños, sentimientos, etc. Es como nosotros, también sufre y se alegra. Dios le ha sacado de entre nosotros para invitarle a entregarse a Él y a los demás con un amor universal. Quizá ya no en su propia ciudad, en otros casos bastante lejos de su país, pero el sacerdote no olvida su origen, no debe olvidarlo. También extraña a su familia, sufre cuando ellos sufren; pero en todo esto sabe que allí está el Señor que le ha llamado y ha prometido darle el ciento por uno, cuidando de su familia, otorgándole día a día la fuerza necesaria para perseverar en el camino sacerdotal.

"Todo sacerdote, en efecto, es tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor de los hombres… Está en grado de ser comprensivo con los ignorantes y los extraviados, ya que él también está lleno de flaquezas…" (Hebreos 5, 1-2).

6. "Cuando él ora, oramos con él"
Todos los domingos en la “Oración Universal”, "el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres" (Ordenación Gral. del Misal Romano 45). El carácter intercesor está muy arraigado en el corazón de la Iglesia y sobre todo en el corazón sacerdotal. Podemos decir, con certeza, que cuando el sacerdote ora, todos oramos con él. Piensen cuántas misas a diario se celebran en el mundo, y en todas ellas está presente la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. ¡Y todos los bautizados formamos parte de este Cuerpo! Que no nos quepa la menor duda de que todos los sacerdotes del mundo a diario nos encomiendan en la Santa Misa, pidiendo por la conversión de los pecadores y la salvación del mundo entero.

"Te ruego ante todo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y todos los que tienen autoridad, para que podamos gozar de una vida tranquila y apacible, plenamente religiosa y digna. Esto es bueno y grato a los ojos de Dios… que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 2, 14).

7. "No es un superhombre"
No es un superhéroe ni un superhombre, pero ¡vaya que ayuda! Nos trae todos los días a Jesús en la Eucaristía, ¡lo tiene en sus manos! Además, acerca a muchos al Evangelio y al camino recto, sale en busca de la oveja perdida y la trae de vuelta al rebaño, perdona los pecados en nombre de Dios, lleva luz donde hay oscuridad, ayuda a que la semilla de la fe crezca en nuestros corazones, nos guía, nos ama, nos corrige e instruye. El sacerdote no será un superhombre, pero es un auténtico hermano, un buen amigo, un gran padre y un fiel hijo de la Iglesia. Nunca olvidemos pedirle al Señor por nuestros hermanos sacerdotes de todo el mundo para que les ilumine el camino, les de perseverancia y un corazón sacerdotal auténtico, en fin, que les haga instrumentos de su amor y misericordia en medio del mundo de hoy.

"No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero… como no pertenecen al mundo, porque yo los elegí y los saqué de él, por eso el mundo los odia. Recuerden que dije: “Ningún siervo es superior a su señor”"(Juan 15, 16.19-20).

Podemos concluir con las mismas palabras de San Alberto Hurtado:

"Los cristianos sabemos que hay un solo sacerdote (Cristo) en quien reside la plenitud del sacerdocio. Pero Él sabe que nosotros necesitamos signos palpables y ¿qué signos más palpables que las personas humanas?. Y por eso, Él que se dejó ver y tocar por los habitantes de Palestina, ha querido continuarse en todos los puntos del espacio y del tiempo por sacerdotes, hombres sujetos a un hombre; a quienes los cristianos miren como los ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios".

La frases han sido sacadas de: La última homilía del Padre Hurtado en las bodas de plata sacerdotales de don Manuel Larraín. Publicado por Fundación Padre Hurtado. Santiago, Chile. 2004.

IMÁGENES DE TARJETAS DE DIOS TE BENDIGA











EL CULTO AL DINERO


El culto al dinero




“No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”

Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos bastante. Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que uno tiene. Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden su ser y le sacrifican toda su vida.

J. Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».

Cuántas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, en un grado u otro, lo decisivo, lo importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.

Aquí está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho en buena parte materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.

Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se pueden adquirir nuevas relaciones, pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no felicidad. Pero, los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.

No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa que no sea su propio negocio.

El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de dinero. Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios cuando uno solo vive buscando bienestar. No se puede servir a Dios y al Dinero.



© P. José Antonio Pagola

RARA FLOR EN EL PRECIPICIO


Rara flor en el precipicio




Confiar en Dios es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas. Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo. Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (salmo 131). Y confiar sobre todo en las pruebas, cuando las cosas resultan incomprensibles.

Unos  científicos exploraban un rincón desconocido de los Alpes, en busca de nuevas especies de flores. Un día notaron con sus binoculares una flor muy rara y bella, de gran valor para la ciencia. Pero la flor se hallaba en un profundo precipicio. Sólo sostenido de una cuerda se podía bajar por el despeñadero. Un muchacho curioso observaba la escena. Los científicos le propusieron pagarle bien si se dejaba bajar por el despeñadero, para cortar la flor que había en el fondo. El muchacho miró el peligroso precipicio, y luego dijo: “Regreso en un minuto”. Al poco rato volvió seguido de un hombre de pelo canoso, se acercó al botánico y le dijo: "Bajaré por el despeñadero, y les traeré la flor, si este hombre sostiene la cuerda. Es mi papá". Si alguna otra persona sostiene la cuerda, no me atreveré.

“No temas, yo estoy contigo”, es un maravilloso tema bíblico que puedes profundizar en el libro de Josué, capítulo 1, 1-10. Allí Dios una y otra vez repite al héroe, antes de su gesta guerrera en la tierra que mana leche y miel: “Sé valiente, no temas, porque yo estaré siempre contigo, adonde quiera que vayas”. Que estas palabras fortalezcan tu confianza.




* Enviado por el P. Natalio

PAPA FRANCISCO: LOS GESTOS PREDICAN A JESUCRISTO MEJOR QUE CUALQUIER SERMÓN


Los gestos predican a Jesucristo mejor que cualquier sermón, escribe el Papa
Redacción ACI Prensa
Foto: Vatican Media





“La evangelización pasa a través del testimonio de la cercanía y de la caridad”, escribe el Papa Francisco en el prólogo de libro “El Evangelio, mejilla a mejilla”, en el que también asegura que los gestos “predican a Jesucristo mejor que cualquier sermón” y tocan “los corazones de las personas que están más alejadas”.

Francisco también escribe que evangelizar “nos lleva además a apoyar nuestra mejilla en la mejilla de quien sufre”.

El libro, cuya autora es Paola Bergamini, cuenta la historia del P. Stefano Pernet, fundador de la Congregación de las Pequeñas Hermanas de la Asunción. En él, el Papa también cuenta su experiencia personal sobre esta Congregación que “como ángeles silenciosos entran en las casas de quien tiene necesidad, trabajan con paciencia, los cuidan, y después silenciosamente regresan al convento”.

“No tenía ni tan siquiera un día desde que nací cuando una joven novicia de las Pequeñas Hermanas de la Asunción, Antonio, vino a nuestra casa, en el barrio de Flores de Buenos Aires, y me tomó entre sus brazos”, dijo sobre sus vivencias.

“No es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino: la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia”.

SABÍAS QUE SAN JOSÉ TAMBIÉN ES TU PADRE?

¿Sabías que San José también es tu padre?
Jóvenes lo explican en un video


Por: n/a | Fuente: ACI Prensa 



La iniciativa Father’s Heart (Corazón de Padre) es un proyecto lanzado por el grupo Jóvenes de San José que pretende dar a conocer la devoción a este santo, ya que consideran que es “de gran importancia para los tiempos actuales”.
Este vídeo es la segunda edición de la iniciativa Father’s Heart, y se publica en marzo por ser el mes que la Iglesia Católica dedica al padre adoptivo de Jesús. En la edición del año pasado se explicaron las razones por las que aman a San José. Además cuentan con un sitio web con recursos de oración para extender esta devoción.
En esta ocasión han querido destacar la figura de San José “como padre de todos los creyentes, de todos los católicos”, ya que “él fue el primero, junto a María, que creyó en Jesucristo. Él acompañó a Cristo como verdadero padre mesiánico en los primeros años de su vida”.
Mediante esta iniciativa, este grupo católico muestra que San José “nos ayuda en el día a día, como el que debía cuidar y guardar a María y Jesús, un San José que a día de hoy, igual que cuidó a la Sagrada Familia, me cuida a mí y a ti”.
“Un padre cercano, que aunque no lo veamos está ahí, en todos los momentos de nuestra vida”, aseguran.
También precisan que “San José nos conduce directamente a María, y por medio de María a la fuente de toda santidad, Jesús, que santificó las virtudes familiares por su obediencia a José y María“.
Con la iniciativa Father’s Heart, los Jóvenes de San José animan a “poner bajo la protección de San José a la Iglesia, a la familia, las vocaciones, los sacerdotes, los seminarios, las órdenes religiosas. Para que él las conduzca a María y por medio de ella a Jesús”.
Más información sobre el grupo Jóvenes de San José AQUÍ y sobre la iniciativa Father’s Heart (Corazón de Padre) AQUÍ

LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS, 5 DE MARZO


LOS CINCO MINUTOS DE JESÚS
5 de Marzo




Sólo Cristo puede operar el cambio, la transformación del sufrimiento en paz, del resentimiento en verdadera caridad, de la angustia en alegría.

Con Cristo presente el orgullo desaparece, la susceptibilidad se evapora, el amor propio crece.



* P. Alfonso Milagro

EL EVANGELIO DE HOY LUNES 5 DE MARZO 2018

La experiencia del amor de Dios
Santo Evangelio según San Lucas 4, 24-30. Lunes III de Cuaresma.


Por: H. Michael Vargas, L.C. | Fuente: missionkits.org 



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, ayúdame por favor a experimentar tu amor en cada instante de mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: "Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria".
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hacia un precipicio de la montaña donde estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos se alejó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En la vida, es bueno aprender a tener certezas, fundamentos; una roca firme en la cual nos podemos sentir seguros, afianzarnos, sin que cambie nuestra manera de amar, o sin dejarnos abatir por las dificultades o inconvenientes que van surgiendo día a día.
Teniendo en cuenta este fundamento en nuestra vida, notaremos que pocas cosas cambiarán. Sí cambiarán las circunstancias, los lugares, los momentos, incluso las personas, pero no cambia el hecho de que somos amados por Dios, pues la mayor certeza y fundamento que podemos tener en la vida, es el experimentar y gozar de este amor que no sólo es temporal, sino que se vive para toda la eternidad.
Al experimentarlo, como lo experimentaron la viuda y el leproso del Evangelio de hoy, vemos que en primer lugar, no es un amor en multitud, ya que no somos un número más en el mundo, al contrario, es un amor personal, de un padre que vela, que ama a cada uno de sus hijos y que sale al encuentro de aquél que se siente necesitado. Otro aspecto que podemos descubrir es el hecho de que es un amor sin medida, pues Dios se dona a nosotros aun en los momentos en que experimentamos la fragilidad humana. Para experimentarlo debemos dejar abierta la puerta de nuestro corazón, recogernos interiormente e intentar escuchar la dulce y suave voz de Dios, que susurra, ¡te amo!, en cada momento de la vida.
Dios no nos ama porque nosotros tengamos ninguna razón que suscite amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende, por su naturaleza, a difundirse, a entregarse. Dios tampoco vincula su benevolencia a nuestra conversión, más bien es una consecuencia del amor de Dios.
(Catequesis del Papa Francisco, 14 de junio de 2017)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Demostraré mi amor a Dios viviendo con alegría ante las dificultades e imprevistos que surjan en la vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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