Páginas

ADVIENTO - MEDITACIONES



El sueño de la Virgen María

José, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.

La familia se había estado preparando por semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.

Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos. Entonces los pusieron bajo un árbol. Si, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes. Había una figura en el tope del árbol. Parecía un angelito. Estaba precioso.

Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre. ¿No te parece raro, José, que la gente pase tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.

Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba tan feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto de los regalos. Me daban ganas de llorar que esa familia no conocía a Jesús. ¡Qué tristeza tan grande para Jesús - no ser invitado a Su propia fiesta!Estoy tan contenta de que todo era un sueño, José. ¡Qué terrible si ese sueño fuera realidad!





El mejor regalo de Navidad

En 1994, dos americanos respondieron a una invitación del Departamento de Educación Rusa, para enseñar moral y ética (basado en principios bíblicos) en las escuelas públicas. Fueron invitados a enseñar en prisiones, negocios, departamentos de bombero y policía, y en un inmenso orfanato. Alrededor de 100 niños y niñas que habían sido abandonados, abusados, y dejados en cargo de un programa del gobierno, estaban en este orfanato. Ellos relatan esta historia en sus propias palabras.

Se acercaban los días de fiestas Navideñas, 1994, tiempo para que nuestros huérfanos escucharan por primera vez, la historia tradicional de Navidad. Les contamos como María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre.

Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato estaban asombrados mientras escuchaban. Algunos estaban sentados al borde de sus taburetes, tratando de captar cada palabra. Terminando la historia, le dimos a los niños tres pequeños pedazos de cartulina para que construyeran un pesebre. A cada niño le dimos un pedazo de papel cuadrado cortados de unas servilletas amarillas, que yo había traído conmigo pues no habían servilletas de colores en la cuidad.

Siguiendo las instrucciones, los niños rasgaron el papel y colocaron las tiras con mucho cuidado en el pesebre. Pequeños pedazos de cuadros de franela, cortados de un viejo camisón de dormir que había desechado una señora Americana al irse de Rusia, fue usado para la frazada del bebé. Un bebé tipo muñeca fue cortado de una felpa color canela que habíamos traído de los Estados Unidos.

Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegue a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Lucía tener alrededor de 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, pero dos bebés en el pesebre. Enseguida llame al traductor para que le preguntara al chico porque habían dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente.

Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha empezó a agregar. Inventó su propio fin de la historia diciendo, " y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije, "no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme. Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé que podría darle de regalo. Pensé que si lo pudiera mantenerle caliente, eso fuera un buen regalo.

Le pregunté a Jesús, " Si te mantengo caliente, sería eso un buen regalo?"Y Jesús me dijo, "Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado".Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre."Mientras el pequeño Misha termina su historia, sus ojos se desbordaban de lágrimas que les salpicaban por sus cachetes. Poniendo su mano sobre su cara bajo su cabeza hacia la mesa y sus hombros se estremecían mientras sollozaba y sollozaba.El pequeño huérfano había encontrado alguien quien nunca lo abandonaría o lo abusara, alguien quien se mantendría con el…PARA SIEMPRE.Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta, no es lo que uno tiene en su vida, si no, a quien uno tiene en su vida. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de veras le invitó a estar junto a El PARA SIEMPRE. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.

Autor Desconocido, traducido y modificado por el equipo SCTJM





Tres árboles sueñan

Érase una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos.

El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas hermoso del mundo".

El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en sus camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas importante del mundo". El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo: "Yo no quiero jamas dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo".Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.

Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco mas importante para los reyes mas poderosos de la tierra".

El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.

El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en una mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solo usado para poner el pasto.

El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a un lago. No habían por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de el una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia..

Pasó el tiempo. Una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo ella y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro mas grande del universo.

Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡que gran pena, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden: "calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.

El tercer árbol fue convertido en sendos leños y por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inutil, qué lejos le parecia su sueño de juventud! De repente un viernes en la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin misericordia.

Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. el tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada. Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado.

Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o existirá jamás pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de el para salvar al mundo! La cruz era trono de gloria para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el mas alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.




Autor: Fr. Thomas Rosica, C.S.B. | Fuente: zenit.org 
¡Dime qué esperas y te diré quién eres!
Recordar las maravillas de Dios en la historia


La Iglesia ha entrado en el tiempo litúrgico de Adviento. Los cristianos proclaman que el Mesías ha venido realmente y que el reino de Dios está a nuestro alcance. El Adviento no cambia a Dios. El Adviento profundiza en nuestro deseo y en nuestra espera de que Dios realice lo que los profetas anunciaron. Rezamos para que Dios ceda a nuestra necesidad de ver y sentir la promesa de salvación aquí y ahora. 

Durante este tiempo de deseo y de espera del Señor, se nos invita a rezar y a profundizar en la Palabra de Dios, pero estamos llamados ante todo a convertirnos en reflejo de la luz de Cristo, que en realidad es el mismo Cristo. De todas formas, todos sabemos lo difícil que es reflejar la luz de Cristo, especialmente cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nos hemos acostumbrado a una vida sin luz y ya no esperamos más que la mediocridad y el vacío. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para encontrar al Señor en todo momento de nuestra vida. Como un despertador despierta a su propietario, Adviento despierta a los cristianos que corren el riesgo de dormirse en la vida diaria. 

¿Qué esperamos de la vida o a quién esperamos? ¿Por qué regalos o virtudes rezamos en este año? ¿Deseamos reconciliarnos en nuestras relaciones rotas? En medio de nuestras oscuridades, de nuestras tristezas y secretos, ¿qué sentido deseamos encontrar? ¿Cómo queremos vivir las promesas de nuestro Bautismo? ¿Qué cualidades de Jesús buscaremos para nuestras propias vidas en este Adviento? Con frecuencia, las cosas, las cualidades, los regalos o las personas que buscamos y deseamos dicen mucho sobre quiénes somos realmente. ¡Dime qué esperas y te diré quién eres!

Adviento es un período para abrir los ojos, volver a centrarse, prestar atención, tomar conciencia de la presencia de Dios en el mundo y en nuestras vidas. 

Nuestro Bautismo nos hace participar en la misión real y mesiánica de Jesús. Cada persona que participa en esta misión participa también en las responsabilidades regias, en particular, en el cuidado de los afligidos y de los heridos. Adviento ofrece la maravillosa oportunidad de realizar las promesas y el compromiso de nuestro Bautismo. 

Benedicto XVI ha escrito que "el objetivo del año litúrgico consiste en recordar sin cesar la memoria de su gran historia, despertar la memoria del corazón para poder discernir la estrella de la esperanza. Esta es la hermosa tarea del Adviento: despertar en nosotros los recuerdos de la bondad, abriendo de este modo las puertas de la esperanza".

En este tiempo de Adviento, permítanme presentarles algunas sugerencias. Acaben con una riña. Hagan la paz. Busquen a un amigo olvidado. Despejen la sospecha y sustitúyanla por la confianza. Escriban una carta de amor. 

Compartan un tesoro. Respondan con dulzura, aunque les gustara una respuesta brutal. Alienten a un joven a tener confianza en él mismo. Mantengan una promesa. Encuentren tiempo, tómense tiempo. No guarden rencor. Perdonen al enemigo. Celebren el sacramento de la reconciliación. Escuchen más a los otros. Pidan perdón si se han equivocado. ¡Sean gentiles aunque no se hayan equivocado! Traten de comprender. No sean envidiosos. Piensen antes en el otro. 

Rían un poco. Ríanse un poco más. Gánense la confianza. Opónganse a la maldad. Sean agradecidos. Vayan a la iglesia. Quédense en la iglesia más tiempo de lo acostumbrado. Alegren el corazón de un niño. Contemplen la belleza y la maravilla de la tierra. Expresen su amor. Vuélvanlo a expresar. Exprésenlo más fuerte. Exprésenlo serenamente. 

¡Alégrense porque el Señor está cerca!




María, la mejor preparada


Todos los años el último domingo de Adviento la Iglesia nos trae la figura de la Virgen María. Ella es la que mejor se preparó para la primera Navidad y Ella será la que mejor nos puede ayudar para hacer una digna preparación para recibir a Jesús en nuestro corazón el día de Navidad. De hecho toda nuestra vida es como un Adviento continuo de preparación para el gran encuentro con el Señor al final de nuestra vida. Iremos mucho mejor preparados, si vamos de la mano de nuestra Madre del cielo o si aceptamos estar siempre en sus brazos. Para ello debemos aprender su gran esperanza, símbolo del Adviento, y su completa confianza en la voluntad de Dios.

Este año el evangelio nos trae la Anunciación a María del gran misterio “escondido por los siglos”, pero ahora revelado, como dice hoy san Pablo en la segunda lectura. En la primera lectura se nos dice cómo el rey David quería hacer una casa digna al Señor y cómo le dice Dios que le va a regalar otra casa perpetua, que significa la sucesión de la dinastía hasta que llegara el Salvador. El misterio que ahora revela el ángel a María es que ese sucesor de David va a ser Dios mismo que se hace hombre. Jesús en su vida no se atribuyó a sí mismo ese título de “hijo de David”, aunque sí se lo daban, por no alimentar el nacionalismo fácil y peligroso. La intención del evangelio es decirnos que ese Hijo de Dios está enraizado en nuestra naturaleza humana.

Esto sería realidad gracias a la aceptación de María. Jesús viene a salvarnos, pero quiere nuestra colaboración para la salvación. Y la primera colaboración consciente y libre será la de su madre. No es a “ojos cerrados”: María escucha y pregunta para enterarse. Y cuando se da cuenta, sin grandes investigaciones, que es la voluntad de Dios, acepta y pronuncia el “hágase” tan importante para la historia de la humanidad.

Así Jesús entra en la historia de la humanidad por el “sí” de las personas humildes, pobres, atentas a la voluntad de Dios. No fue fácil para la Virgen. Era un cambio muy grande en sus planes de vida, era comenzar una vida incierta y difícil por el hecho de ser virgen y madre. ¿Cómo le iba a decir a José y a sus parientes que aquella maternidad era “obra del Espíritu Santo”? Pero se arroja en los brazos amorosos de Dios. Porque el seguir la voluntad de Dios siempre tiene que ser algo bueno: Dios no puede querer algo malo para nosotros. El “hágase” de María es un profundísimo acto de fe y de confianza absoluta en el poder y en los planes de Dios. Es como presentar la vida ante Dios, como si fuese una hoja en blanco para que Él escriba lo que quiera y como lo quiera. Esto es fácil decirlo. Muchas veces el que se haga la voluntad de Dios en nosotros es como una fórmula; pero luego en realidad lo que queremos es que Dios haga nuestra voluntad. Nos cuesta aceptar cambiar los planes que hemos hecho.

María no cae en el  desaliento ante las dificultades y el dolor. Esta aceptación de la voluntad de Dios es la mejor preparación para que Jesús venga a reinar en nuestra alma. La fe no es un simple asentimiento frío intelectual a unas verdades, sino que es sobre todo donarse totalmente y sin condiciones a Dios nuestro Señor.

A veces cuando se dicen frases como las anteriores, a uno le entra un poco de tristeza; pero el hecho es que la voluntad de Dios es alegría. Cuando el ángel le va a anunciar el gran plan de Dios, comienza con: “Dios te salve”, que en la lengua original es: “Alégrate”. Lo primero que Dios quiere de María es la alegría. Y por eso ante la turbación, le dice el ángel: “No temas”, porque cualquier mensaje verdadero de Dios debe traernos la paz. Es el signo de la presencia de Dios. Esa es la alegría y paz que Dios nos anuncia para la Navidad. Vayamos de la mano de la Virgen y no temamos entregarnos al Señor. A veces la fe va unida a cierta oscuridad y aparentes desconsuelos. Todo ello viene por nuestra insuficiencia en la escucha de la palabra de Dios y falta de meterla en nuestro corazón. Aprendamos de María en estos días y los días de Navidad serán más alegres si buscamos hacer la voluntad de Dios.

P. Silverio Velasco (España)







El Adviento

El Adviento es larga espera
de un Dios que se va gestando
y en el seno revelando
de la humanidad entera;
y en su seno de esperanza
se gesta la sementera.

Por vericuetos sin nombre,
-incansable peregrino-
Dios siempre está de camino
viniendo en busca del hombre.
¿Hay alguien que no se asombre
de ver a Dios empeñado
en llegar apresurado
al encuentro con el hombre?

Dios mismo trazó el camino
cuando se vino a encarnar
y así poder caminar
junto al hombre peregrino.
Un Dios que encarnado llega,
hecho hombre de verdad
y carne de humanidad,
auténtica, no de pega.

El mismo Jesús lo dijo:
"Soy Verdad, Camino y Vida,
por mí al Padre es la subida
y en mí halláis camino fijo".

Ya está la duda resuelta,
pues, Jesús para esto vino,
para ser nuestro camino,
nuestro Camino de vuelta.

Y el Dios que a nosostros viene
en advientos cotidianos,
transita con pies y manos;
los que Jesús tuvo y tiene
en los hombres sus hermanos.


Tomada del blog del
P. José Luis Martínez






Estar preparados...

«En el capitulo 13 que Pablo escribió a los cristianos en Roma, dice el Apóstol lo siguiente: “La noche va muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, ni en amancebamientos y libertinajes, ni en querellas y envidias, antes vestíos del Señor Jesucristo...” Según eso, Adviento significa ponerse en pie, despertar, sacudirse del sueño. ¿Qué quiere decir Pablo? Con términos como “comilonas, borracheras, amancebamientos y querellas” ha expresado claramente lo que entiende por «noche». Las comilonas nocturnas, con todos sus acompañamientos, son para él la expresión de lo que significa la noche y el sueño del hombre. 

Esos banquetes se convierten para San Pablo en imagen del mundo pagano en general que, viviendo de espaldas a la verdadera vocación humana, se hunde en lo material, permanece en la oscuridad sin verdad, duerme a pesar del ruido y del ajetreo. La comilona nocturna aparece como imagen de un mundo malogrado. 

¿No debemos reconocer con espanto cuan frecuentemente describe Pablo de ese modo nuestro paganizado presente? Despertarse del sueño significa sublevarse contra el conformismo del mundo y de nuestra época, sacudirnos, con valor para la virtud v la fe, sueño que nos invita a desentendernos a nuestra vocación y nuestras mejor posibilidades. Tal vez las canciones del Adviento, que oímos de nuevo esta semana se tornen señales luminosas para nosotros que nos muestra el camino y nos permiten reconocer que hay una promesa más grande que la el dinero, el poder y el placer. Estar despiertos para Dios y para los demás hombres: he ahí el tipo de vigilancia a la que se refiere el Adviento, la vigilancia que descubre la luz y proporciona más claridad al mundo».


Juan el Bautista y María

«Juan el Bautista y María son los dos grandes prototipos de la existencia propia del Adviento. Por eso, dominan la liturgia de ese período. ¡Fijémonos primero en Juan el Bautista! Está ante nosotros exigiendo y actuando, ejerciendo, pues, ejemplarmente la tarea masculina. Él es el que llama con todo rigor a la metanoia, a transformar nuestro modo de pensar. Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad, más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible. Mas para percibirlo de forma vida es preciso convertirse, transformarse interiormente, vencer la ilusión de lo visible y hacerse sensible, afinar el oído y el espíritu para percibir lo invisible. Aceptar esta realidad es más importante que todo lo que, día tras día, se abalanza violentamente sobre nosotros. Metanoeite: dad una nueva dirección a vuestra mente, disponedla para percibir la presencia de Dios en el mundo, cambiad vuestro modo de pensar, considerar que Dios se hará presente en el mundo en vosotros y por vosotros. Ni siquiera Juan el Bautista se eximió del difícil acontecimiento de transformar su pensamiento, del deber de convertirse. ¡Cuán cierto es que éste es también el destino del sacerdote y de cada cristiano que anuncia a Cristo, al que conocemos y no conocemos!».






Esperar con alegría en el ADVIENTO


 Todos nos sentimos un poco motivados a ella, porque está ya cerca la Navidad. Pero muchas veces nos basamos en la alegría barata y hueca que nos quieren dar los anuncios de compras y de fiestas mundanas. La liturgia nos invita a una alegría sincera y profunda, que es un don del Espíritu, que no tiene directa relación con el placer o la comodidad o la fortuna, ni es cuestión de temperamento, sino de la gracia y del saber que “el Señor está cerca”.

Y por lo tanto no se puede seguir a Cristo estando tristes. Santa Teresa decía: “Un santo triste es un triste santo”. Quería decir que era un santo falso o que no lo era.

No es fácil el estar alegres en medio de tantas contrariedades como vemos en la vida. Un autor dice: “Esto de la alegría es cosa seria”. Por lo tanto no es lo mismo seriedad y alegría, aunque muchas veces la alegría debe notarse externamente. Hoy mismo lo dice san Pablo: “Que vuestra amabilidad (fruto de la alegría interna) sea conocida por todos”. Y sigue diciendo que nada nos debe preocupar, de modo que caigamos en la tristeza, en la depresión. Y esto porque “el Señor está cerca”.

Esa cercanía la vivimos ahora en la Navidad. En esos días recordamos y revivimos la presencia de Dios hecho hombre entre nosotros. Pero es que está cerca, porque en realidad vive entre nosotros. Vive en la Eucaristía y debe vivir en nuestro corazón por el amor. Esto es lo que nos debe llenar de alegría profunda: Dios nos ama y no nos abandona. Nunca estamos solos, sino que estamos con Dios y esperamos que esta unión sea total y eterna después de la muerte. Esperamos que un día Cristo Jesús pueda decirnos, en su última venida: “Entra en el gozo de tu Señor”.

Pero la alegría interior del corazón debe manifestarse en obras de correspondencia al amor de Dios. Hoy es día también para que nos preguntemos: ¿Qué debo hacer? Esto le preguntaban a san Juan Bautista las personas que habían sentido sus palabras entrar en su corazón y estaban en proceso de conversión. Todos los años en este tercer domingo de Adviento, igual que en el segundo, nos presenta la Iglesia en el evangelio la figura de san Juan Bautista, el Precursor, el que nos debe ayudar para prepararnos mejor a la venida del Señor. Hoy nos presenta ese diálogo de la gente que le pregunta al Bautista y las respuestas del santo, que son también para nosotros.

Lo primero que pide es el desprendimiento de bienes para compartir con quien no tiene. Entra plenamente en el espíritu de la Navidad. Y es algo que Jesús pedirá a los que quieran ser sus discípulos: estar dispuestos a renunciar a todo para estar disponibles para el bien de los demás. Una clase de personas que le preguntaba eran cobradores de impuestos, que solían aprovecharse de la gente. A éstos les dice que no exijan más de lo debido. En nuestra vida no se trata sólo de dinero; pero la verdad es que a veces por seguir nuestro egoísmo exigimos a otros lo que no debemos. De una manera concreta suele suceder en los que tienen alguna autoridad. En aquel tiempo los soldados eran autoridad. A ellos les dicen que no extorsionen a nadie y se contenten con lo que es justo. Suele haber mucho abuso de la autoridad, también en una familia, cuando en realidad debe ser un servicio hecho con amor.

Prepararnos para la venida de Jesús, la de Navidad, la de todos los días y la definitiva, debe ser sobre todo crecer en el amor. Si el amor es profundo hacia Dios y hacia los demás, quizá tendremos que sufrir; pero en lo más hondo del alma brotará la alegría sincera, que nos proporcionará la paz por la presencia de Dios.

P. Silverio Velasco (España)





Vive el Adviento con Jesús


Se acaba el año… Esta es una de las frases que escuchamos constantemente a lo largo de estos días. Y nos toca correr al ritmo que lo hace mucha gente en la calle. Diciembre es un mes de fiestas. El día 8, les rendimos honor a la Inmaculada Concepción. El día 25, celebramos el nacimiento del Niño Jesús, y el día 31, le damos un adiós definitivo a este año y celebramos por el que ha de venir. Pero este tiempo es un momento oportuno para reflexionar sobre lo que hemos hecho y lo que no, sobre el sentido de nuestro ser y quehacer. Puede ser oportuno hacerlo desde lo que empezamos a celebrar este domingo 2 de diciembre, cuando iniciamos el Adviento…

Llegó el tiempo de la espera y la esperanza. El tiempo de preparar caminos… ¿En qué consiste esa esperanza, que unos años nos encuentra felices, y otros con ánimo bajo? ¿De qué está hecha esa confianza en que Dios sigue viniendo? ¿Cómo se enciende esa luz que rompe tinieblas, noches, sombras y que ilumina los rincones más oscuros? Y es tan humano el esperar y ponerse en camino, el desear y luchar por algo, el creer cuando todo parece invitar al descreimiento… ¿Qué ingredientes tiene esa esperanza poderosa que provoca escalofríos a los infames y hace sonreír a los heridos?

Esperamos porque sabemos de quién nos hemos fiado. Porque preparamos los caminos para una venida que ya comenzó hace mucho. Porque en la vida es fundamental mantener una memoria agradecida por todo lo recibido. Aprender de una historia muchas veces trenzada en golpe y dicha... En los momentos de dicha recordamos que todo es don. Y en las noches oscuras, en los momentos en que parece que algo falta, en las épocas de dolor o sufrimiento, recordamos las bendiciones que en otros momentos han llenado nuestras vidas de pasión. Y la entrega de un Dios cuya salvación ya comenzó de manera inexorable. La sorpresa del Dios del pesebre y la historia de una salvación extraña. Recordamos con gratitud, y nos vivimos como partes de una historia.

Esperamos porque sabemos lo que puede llegar. A veces lo intuimos. Otras lo soñamos. En ocasiones sencillamente queremos que las cosas sean diferentes. Imaginamos futuros mejores, para nosotros, pero sobre todo para aquellos cuyos presentes son sombríos; hasta ahí, nada distinto de los "buenos deseos" con los que se reciben estas fechas en las teles y los mercados, en las promociones navideñas y las declaraciones institucionales. Pero entonces se enciende una luz en nuestra entraña, se escucha una voz que, muy hondo, muy dentro, muy suave, susurra: "¿Por qué no? Y el deseo se convierte en urgencia, en anhelo, y quema y aquieta a un tiempo. El deseo es también llamada, y algo me dice: "lucha por lo que deseas", y eso es Adviento…

Adviento, Navidad, fin de año. Seguirá siendo un momento oportuno para reflexionar si de verdad hemos vivido todo profundamente y si ello nos ha llevado a Dios. Porque todo en la vida, vivido hondamente, nos puede llevar a Dios.

Padre José Domingo Cuesta S.J.






PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR EN ADVIENTO

Quitad toda piedra, donde el Señor, a su paso pueda tropezar.

Quitad todo resentimiento, donde el Señor, cuando venga, pueda caer.

Quitad todo rencor, donde el Señor, cuando pise, pueda herirse.

Quitad toda mentira, donde el Señor, cuando nazca, pueda confundirse.

Quitad toda tristeza, con la que el Señor, cuando se presente, 
pueda llorar.

Quitad toda barrera, donde el Señor, cuando llame, no pueda entrar.
Quitad toda frialdad, donde el Señor, cuando baje, no pueda cobijarse.

Y, si quitáis todo eso, el Señor –de verdad- nacerá.


J.Leoz






LUCES EN ADVIENTO
Javier Leoz 

1.LA LUZ DE LA PALABRA. Acércate al pensamiento de Dios. La lectura de su Palabra te hará comprender y entender qué es lo que Dios quiere de ti y para ti. O, tal vez, lo sentirás más cerca, más vivo, más comprometido con tu existencia.

2.LA LUZ DE LA VERDAD. El Señor aparecerá desnudo en Belén. Esa es una gran realidad: DIOS se despoja de su grandeza para llegarse hasta nosotros con un objetivo: que sea la VERDAD frente a tantos dioses que invaden nuestra conciencia y nos convierten en esclavos del relativismo. 

3.LA LUZ DEL AMOR. Las personas, además de medios económicos, necesitamos del cariño de aquellos que nos rodean. Sólo los corazones obstinados y duros son incapaces de reconocer la enfermedad que nos atenaza: somos calculadores y fríos. Jesús, con su nacimiento, remueve el cemento de nuestras entrañas para convertirlo en algodón que acoge y disfruta dándose a los demás.

4.LA LUZ DE LA ESPERANZA. Las noticias negras nos sacuden y condicionan nuestra felicidad. Los sucesos negativos nos llevan a una conclusión: el mundo va a la deriva. La esperanza cristiana no nace de los grandes regidores del mundo sino, por el contrario, de Jesús Salvador que nos trae otra óptica sobre nuestra humanidad.

5.LA LUZ DE LA FE. Si dejamos de mirar al cielo sólo nos quedará el suelo y, ese suelo, se agrieta frecuentemente. La fe es una lente por la que, aun sin ver, creemos que DIOS vive y se manifiesta de una forma extraordinaria y vertiginosa en Cristo. Lo podremos tocar, adorar y cantar. La fe nos hace tremendamente invencibles.

6.LA LUZ DE LA IGLESIA. Algunos quisieran una Iglesia recluida y sin luz interna. Es más; algunos sólo pretenden unos templos artísticamente bellos por fuera pero sin vida divina por dentro. El Adviento nutre a la Iglesia de aquello que la hace única, imperecedera y soñadora: Jesús es su energía y su razón de ser.

7.LA LUZ DEL OPTIMISMO. Un Niño nos va a nacer y, la casa de nuestro corazón, es traspasada por la alegría. Nadie nos puede robar el sentido más genuino de la Navidad. Tendremos que ser respetuosos con los que se quedan sólo con el celofán navideño pero, nosotros, tendremos que ser como Juan Bautista: anunciar que Alguien está por llegar. Eso produce una sensación de optimismo real y contagioso. 

8.LA LUZ DE LA ORACIÓN. ¿Cómo será ese Niño? ¿Cómo vendrá? ¿Por qué Dios se presenta pequeño y silencioso? La oración es una luz que nos ayuda a prepararnos al acontecimiento de la Navidad. Un cristiano que no reza en adviento es un cristiano que puede ser seducido e inmovilizado por lo secundario o por lo artificial. Quien reza en adviento se convierte en un pesebre donde Dios nacerá con especial vigor.

9.LA LUZ DE LA SOBRIEDAD. Las circunstancias dolorosas de muchas personas reclaman de nosotros no sólo solidaridad sino caridad. El adviento, como Juan proclama, nos invita a despojarnos de aquello que puede estorbar a un Niño que merece la mejor habitación de la casa de nuestra persona. Si nos volcamos con los demás…Dios nacerá en toda su magnitud en nosotros.

10.LA LUZ DE LA EUCARISTÍA. La Iglesia es una gran familia que, cuando se reúne, pide perdón, escucha, reza, canta y hace presente el Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La Eucaristía, en adviento, nos hace mejores centinelas, nos mantiene despiertos, nos llena del Espíritu de María y, sobre todo, nos centra en lo esencial: DIOS VIENE A NUESTRO ENCUENTRO.








ACTITUDES EN ADVIENTO


FE 
Para apasionarnos con lo que fue la pasión y la locura de Jesús: DIOS Y SU REINO  

ESPERANZA
Para no caer en el pesimismo. Sabemos que es mucho lo que nos aguarda pero, precisamente por ello, en Dios hemos puesto nuestra confianza.  

CARIDAD
Mirar hacia el cielo no significa dejar de volver nuestros ojos hacia la tierra.
Dios, en muchos casos, se presenta en el rostro de aquellos prójimos que padecen soledad, tristeza, angustia, pobreza.  






EL ADVIENTO

La Iglesia, para comenzar el año litúrgico, celebra la llegada de Cristo con una gran fiesta a la cual llamamos Navidad. Esta fiesta es tan importante para los cristianos que la Iglesia, antes de celebrarla, prepara a sus hijos durante el período conocido como Adviento. Ya desde tiempos remotos la Iglesia acostumbra tener esta preparación.

La palabra Adviento, como se conoce este temporada, significa "llegada" y claramente indica el espíritu de vigilia y preparación que los cristianos deben vivir. Al igual que se prepara la casa para recibir a un invitado muy especial y celebrar su estancia con nosotros, durante los cuatro domingos que anteceden a la fiesta de Navidad, los cristianos preparan su alma para recibir a Cristo y celebrar con Él su presencia entre nosotros.

En este tiempo es muy característico pensar: ¿cómo vamos a celebrar la Noche Buena y el día de Navidad? ¿con quien vamos a disfrutar estas fiestas? ¿qué vamos a regalar? Pero todo este ajetreo no tiene sentido si no consideramos que Cristo es el festejado a quien tenemos que acompañar y agasajar en este día. Cristo quiere que le demos lo más preciado que tenemos: nuestra propia vida; por lo que el período de Adviento nos sirve para preparar ese regalo que Jesús quiere, es decir, el adviento es un tiempo para tomar conciencia de lo que vamos a celebrar y de preparación espiritual.

Durante el Adviento los cristianos renuevan el deseo de recibir a Cristo por medio de la oración, el sacrificio, la generosidad y la caridad con los que nos rodean, es decir, renovarnos procurando ser mejores para recibir a Jesús.

La Iglesia durante las cuatro semanas anteriores a la Navidad y especialmente los domingos dedica la liturgia de la misa a la contemplación de la primera "llegada" de Cristo a la tierra, de su próxima "llegada" triunfal y la disposición que debemos tener para recibirlo. El color morado de los ornamentos usados en sus celebraciones nos recuerda la actitud de penitencia y sacrificio que todos los cristianos debemos tener para prepararnos a tan importante evento.

La familia como Iglesia doméstica procura reunirse para hacer más profunda esta preparación. Algunas familias se unen para orar en torno a una corona de ramas de hojas perennes sobre la cuál colocan velas que van encendiendo cada domingo. En otros lugares se elabora un calendario en el cuál se marcan los días que pasan hasta llegar al día de Navidad. En algunos países, como México, familiares y amigos se reúnen para celebrar las Posadas rezando el rosario, recordando el peregrinar de María y José para llegar a Belén. En todas estas reuniones el sentido de penitencia y sacrificio se enriquece por la esperanza y el espíritu de fraternidad y generosidad que surge de la alegría de que Dios pronto estará con nosotros.








DECÁLOGO DEL ADVIENTO


1.- Reconoce tu pobreza y tu vacío.


2.- Reconoce tu debilidad: tú solo no puedes alcanzar lo que tanto deseas.

3.- No te acomodes a tu pequeñez: lucha por crecer siempre más, estírate, transciéndete.

4.- No te distraigas, no te entretengas, vive con el alma de puntillas.

5.- Sé persona de grandes deseos: no te conformes con las migajas de la  mesa de la esperanza.

6.- Grita, suplica, llora, ora. Apacionate, crece en el deseo, crece en el amor. El amor engendra deseo y el deseo enciende el amor.

7.- Paciencia y perseverancia. Todo tiene su tiempo para madurar y todo  se debe preparar. No seas caprichoso ni ansioso. La esperanza aquilata y capacita.

8.- No duermas. Vigila. No dejes que tu lámpara se apague.
9.- También la fe ha de estar despierta.

10.- Atento a cualquier signo, voz y pisada. Los ojos y los oídos bien abiertos, no vaya a pasar de largo.

¿Puede nacer mi hijo en tu casa? ¿ Me abrirás la puerta? ¿Me abrirás tu corazón? 






AFÉRRATE A LA FE

Aférrate a la fe porque es la fuente de la creencia de que todo es posible.  Es la fibra y la fortaleza de un alma confiada.

Aférrate a la esperanza porque destierra la duda y da lugar a actitudes positivas y alegres.

Aférrate a la confianza porque se encuentra en el corazón de las relaciones fructíferas que son seguras y satisfechas.

Aférrate a la familia y a los amigos porque son las personas más importantes en tu vida y porque hacen del mundo un lugar mejor. 

 Ellos son la vida que ha crecido con el tiempo para alimentarte, ayudarte a seguir tu camino y permanecer siempre cerca de ti.

Aférrate a todo lo que eres y a todo lo que has aprendido, porque esto es lo que te conviene en un ser singular.

No menosprecies lo que sientes y lo que crees que es bueno e importante; tu corazón te habla con más fuerza que tu mente.

Aférrate a tus sueños, alcánzalos de manera diligente y honrada. 

 No tomes nunca el camino más fácil ni te rindas ante el engaño. 

Recuerda a otros en tu camino y dedica tiempo para atender sus necesidades.

Disfruta de la belleza que te rodea. Ten valor para ver las cosas de manera diferente y más clara.  Haz del mundo un lugar mejor día a día y no te olvides de las cosas importantes que dan significado a tu vida.





Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Repetir el camino de María en nuestra vida
Adviento. Ser como María, siempre estar dispuesto a decirle a Dios “sí”, para seguir el camino de la paz, el camino de Dios.

La Santísima Virgen no es la única que ha sido elegida por Dios; cada uno de nosotros también lo ha sido. La razón por la cual María es bendecida de esta forma extraordinaria por el Señor, es por la misión que a Ella se le iba a entregar: la de ser la Madre del Redentor. La razón por la cual cada uno de nosotros es bendecido por Dios es porque también tenemos una misión muy especial de cara a nuestro mundo, de cara a la propia familia y de cara a la sociedad en la que vivimos.

Ciertamente que, en nuestro caso, el camino es distinto. En María se produce la preservación por parte de Dios. María no es tocada por el pecado; nosotros tenemos que caminar y luchar para corregir esa marca del pecado. Sin embargo, de la misma manera en que María tiene una gracia muy especial por parte del Señor, no olvidemos que también nosotros la tenemos, porque tenemos la gracia de Dios para poder llevar a cabo nuestra misión.

Yo creo que la actitud de la Santísima Virgen ante la misión que se le propone, también la podríamos aplicar a nosotros. María, cuando oye las palabras del ángel, se preocupa mucho y se pregunta qué querría decir semejante saludo. María le pregunta al ángel cómo se va a realizar el plan de Dios, siendo ella virgen. Sin embargo, la Santísima Virgen ofrece su persona a Dios como la esclava del Señor para que se cumpla en Ella lo que se le ha dicho.

Esas tres actitudes de la Santísima Virgen, podrían también ser tres comportamientos nuestros. Cada uno de nosotros, cuando Dios manifiesta su plan en nuestra vida, también puede sentir preocupación, inquietud, incluso miedo. “No temas María”, le dirá el ángel. También en nuestro corazón, cuando vemos lo que Dios nos pide, cuando vemos con claridad el designio de Dios para nuestra vida, puede surgir miedo, porque muchas veces lo que Dios nos pide va en contra de lo que habíamos planeado.

Si reflexionáramos sobre el plan que tenía o el plan que tiene para su existencia, ¿podría decir que es el mismo que Dios le está pidiendo? ¿Acaso lo que me ha sucedido estaba dentro de mis planes? ¿Estaba dentro de mis planes el que mi matrimonio sufriese dificultades? ¿Estaba dentro de mis planes el que mis hijos se comportasen mal? ¿Estaba dentro de mis planes el que Dios me pidiese pasar por la situación por la que estoy pasando?

Nos vamos a dar cuenta de que muchas cosas no estaban dentro de nuestros planes. Y cuando de pronto te encuentras con algo que no está dentro de tus planes, te puede preocupar, te puede incluso molestar. Sin embargo, hay una cosa muy clara: muchas veces perdemos el dominio de nuestra vida y se lo tenemos que dejar a Dios.

¿Qué pasa cuando se lo tienes que dejar a Él? ¿Qué pasa cuando Dios te dice “el control lo quiero yo”? Y quiero que me entregues esto de tu vida...; esto de tus hijos...; esto de tu matrimonio...; esto en el ámbito material...; esto en el ámbito social... A lo mejor, surge en nosotros preocupación, que puede ser una reacción lógica, pero que no sigue el camino de la Santísima Virgen María.

Cuántas veces podemos perder de vista que, ante Dios, la respuesta auténtica es “sí”. Y es un “sí” que le pone a Dios delante todo lo que uno es. María había prometido a Dios vivir en virginidad. Pero incluso esa promesa tan acariciada en el corazón de la Santísima Virgen, Ella la pone ante el Señor y acepta la respuesta de Dios.

El punto importante es si le ponemos a Dios el sí por delante. “¿Cómo va a ser...?” Tú me lo vas a decir, Tú me vas a guiar, Tú vas a estar a mi lado. Sin embargo, cuántas veces pensamos que nuestros planes personales son mejores que los de Dios; que nuestros criterios personales, son mejores que los del Señor. Nos olvidamos de que el camino de María es un camino en el que Ella siempre está dispuesta a decirle a Dios “sí”.

La tercera actitud de la Santísima Virgen María es una actitud de una ofrenda total: “He aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”. Ante los conflictos internos de más generosidad, más sacrificio, más entrega, más oración, más perdón a los demás, tenemos que repetir las palabras de María Santísima: “Aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tu palabra”.

Dice San Pablo: “Hemos sido elegidos, en Cristo, para ser santos e irreprochables”. ¿Cuál es el camino para lograrlo? Cada uno de nuestros caminos es distinto, cada uno de nuestros modos de caminar es diferente, pero si seguimos el camino de María “aquí está la esclava del Señor, que se haga en mí según tú me dices”, será siempre un camino de gozo y de esperanza, no un camino de miedo.

¡Qué importante es descubrir este camino de María en nuestra vida, porque es un camino —no lo olvidemos—, que lo tenemos que ir repitiendo constantemente! Lo tenemos que repetir cuando nuestra vida es joven, cuando es madura, cuando es anciana; lo tenemos que repetir cuando las cosas económicas van bien o cuando van mal; lo tenemos que repetir cuando hay contrariedades o cuando no las hay. Tenemos que repetir el camino de María, porque repetirlo es seguir el camino de la paz, es seguir el camino de Dios.

Permitamos, entonces, que toda nuestra vida vaya caminando, como en la vida de María, con estas tres actitudes: La actitud de querer encontrar la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. La actitud de no poner restricciones a la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. Pero sobre todo, la actitud de entregarse con plena y madura libertad al camino de Dios, por donde Él nos vaya llevando.



Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
En camino hacia Cristo
Estamos en camino, a la espera, en el Adviento, de una gran alegría: nace el Salvador, que es Cristo Señor.


Caminar significa dejar un punto de partida, unas seguridades, quizá el propio hogar o la propia patria. En ocasiones, caminar es la consecuencia de quien reacciona ante el mal que agobia, y busca refugio en otra casa, en otra ciudad, en otro estado.

El cristiano vive en camino. Somos peregrinos, orientados a un encuentro definitivo, a un banquete en el que el Padre nos espera. Somos navegantes, que sienten la fuerza del mar y del viento, mientras anhelan la señal de un faro que indique la cercanía del puerto.

Pero el camino exige un modo de vida austero, puro, justo, bueno. No basta traer algo de ropa y de pertrechos. No basta un mapa de ruta más o menos claro. Hace falta una actitud interna abierta, generosa, disponible.

Con ella seremos capaces de superar voces de sirenas que nos tientan, que nos apartan de la meta, que nos aturden, que nos llevan incluso a la desconfianza.

Dios no es un ser extraño o una amenaza para el hombre, sino el que da pleno sentido a nuestra existencia, el que nos ofrece la salvación completa (cf. Benedicto XVI, exhortación “Verbum Domini”, n. 23). La vida humana no se comprende sin tener en cuenta el cielo hacia el que avanzamos poco a poco. Aquello que forma nuestra vida (penas, alegrías, esperanzas, fracasos) queda plenamente rescatado sólo por la acción de quien vino al mundo para iluminar a los ciegos, curar a los cojos, levantar a los caídos, dar esperanza a los oprimidos y encarcelados (cf. Lc 4,14-21).

Juan el Bautista levanta su voz en el desierto: el caminante tiene que estar listo para levantar valles y abajar montañas. Hay que dar frutos de justicia y de caridad (cf. Lc 3,1-18).

Estamos en camino, a la espera (Adviento) de una gran alegría: nace el Salvador, que es Cristo Señor (cf. Lc 2,8-10). El Esposo está por hacerse presente en el mundo. Es el momento de tomar el cayado y tener listo el vestido de bodas de las buenas obras. Es la hora de dar auténticos frutos de conversión, con un cambio profundo de vida, con una confesión bien hecha, con un propósito que nos aparte de males arraigados y nos introduzca, como peregrinos, en el mundo de la gracia y la esperanza.




DECÁLOGO DEL ADVIENTO


1.- Reconoce tu pobreza y tu vacío.


2.- Reconoce tu debilidad: tú solo no puedes alcanzar lo que tanto deseas.



3.- No te acomodes a tu pequeñez: lucha por crecer siempre más, estírate, transciéndete.



4.- No te distraigas, no te entretengas, vive con el alma de puntillas.

5.- Sé persona de grandes deseos: no te conformes con las migajas de la  mesa de la esperanza.

6.- Grita, suplica, llora, ora. Apacionate, crece en el deseo, crece en el amor. El amor engendra deseo y el deseo enciende el amor.

7.- Paciencia y perseverancia. Todo tiene su tiempo para madurar y todo  se debe preparar. No seas caprichoso ni ansioso. La esperanza aquilata y capacita.

8.- No duermas. Vigila. No dejes que tu lámpara se apague.
9.- También la fe ha de estar despierta.

10.- Atento a cualquier signo, voz y pisada. Los ojos y los oídos bien abiertos, no vaya a pasar de largo.

¿Puede nacer mi hijo en tu casa? ¿ Me abrirás la puerta? ¿Me abrirás tu corazón? 




Autor: Felipe Borau | Fuente: www.mercaba.org
Vivir el Adviento
El auténtico Adviento procede del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios



Vivir el Adviento
Vivir el Adviento
Vivir el Adviento no es tan fácil. Para muchos apenas adquiere relevancia, ni la palabra en sí y mucho menos su contenido.

Apenas una suma pequeña de domingos que nos conduce a la Navidad.

Es necesario reivindicar el sentido pleno del Adviento como actitud cristiana fundamental: esperar a Dios y esperarlo en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real, a nosotros, al mundo. El Adviento es ese tiempo concreto que rompe nuestra inconcreción y nuestra monotonìa para ponernos en camino de conversión, para centrar nuestra vida no en una irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se acerca a la vida de los hombres como nuestro Salvador.

Cada día esperábamos, a veces hasta acomodados en un sueño profundo; oíamos voces, ecos; alguien que viene, que vendrá...

También nos habíamos cansado de esperar... casi siempre todos los días eran lo mismo, subía el egoísmo de los hombres y el panorama era un puro desierto de soledad. Cada día era una continua espera desde los solitarios valores de los hombres. Parecía que el cielo estaba más lejos de nosotros. Nuestra espera se había convertido en una actitud inútil. Aunque las fiestas de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización viva, pues lo que ha ocurrido una vez en la historia, debe volver a ocurrir una y otra vez en la vida de los creyentes. Cada uno de nosotros debe vivir la expectación, la llegada del Señor desde su propia realización y su propia lucha para obtener con ello la Salvación. ¿Qué es eso de esperar a Alguien que viene de otra parte? ¿Qué hay más importante que encontrar en mi vida al Amigo? Un amigo es algo grande y precioso. Pero, ¿me lo puedo hacer yo mismo? Ciertamente, no. Puedo estar vigilante y receptivo, para notar cuando se me acerca una persona que puede ser importante para mí; pero tiene que venir. Venir, desde ese ámbito, inabarcable con la vista, que es la vida humana. En cualquier ocasión nos encontramos, entramos en conversación, y entonces se desarrolla esa cosa fecunda y hermosa que se llama amistad... Alguien que viene a nosotros desde la amplitud de los cielos, desde la inmensidad... hemos extendido las manos, hemos abierto las puertas... Alguien ha penetrado profundamente en nuestra vida.

Nuestra salvación descansa en una venida. Aquel que viene, no lo han podido inventar ni producir los hombres mismos; ha venido a ellos desde el misterio de la libertad de Dios. ¡Cuántas veces lo han intentado! En todos los pueblos y en todas las épocas surgen las figuras de salvadores y redentores que apenas pueden modificar la realidad humana. Por haber nacido del mundo, no pudieron llevar el mundo a la libertad; y por estar hechos de la materia de su tiempo desaparecieron.

El auténtico Redentor, Aquél a quien esperamos, ha procedido de la libertad de Dios: ha surgido en una pequeña nación, en una época que nadie podría demostrar que era la apropiada y en figura ante la cual nos invade el asombro: ¿por qué precisamente ésta? La decisión de la fe consiste en buena medida en prescindir de qué es lo correcto y apropiado, y recibir al que proviene de la libertad de Dios: "Bendito el que viene en el nombre del Señor".

Este es el comienzo de la Buena Nueva, de la Buena Noticia.

Estamos ya en el camino de la esperanza.

Esto nos dice el Adviento. Todos los años nos exhorta a considerar el prodigio de esta Venida. Pero nos recuerda también que su sentido sólo puede adquirir su plenitud si el Redentor no viene sólo para la humanidad en su conjunto, sino para cada uno de nosotros en particular: en sus alegrías y miserias, en sus convicciones, perplejidades y tentaciones, en todo lo que constituye su ser y su vida. Descubrir desde lo hondo de nuestras conciencias que Cristo es mi Redentor y viene a mi vida, es ponerse en el camino de Adviento. El auténtico Adviento procede del interior. Del interior del corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios. Debemos preparar el camino a su Amor y descubrir formas nuevas que nos pongan en disposición de recibir "al Salvador de Dios". De nuevo volverá a tener vigencia y sentido este bello deseo y oración: "Ven, Señor Jesús".




Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Adviento, tiempo de esperanza
Adviento. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo?

El Adviento, tiempo de esperanza

Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una peculiaridad. Y así como la Pascua habla de la alegría por la victoria de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder llegar a Cristo, el Adviento se convierte para los cristianos en un tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que Nuestro Señor hace a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación de la venida del “Emmanuel”, es el tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios.

El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la característica de la esperanza. La esperanza como virtud que sostiene al alma, que consuela al ser humano. Teniendo en cuenta este sentido esperanzador del Adviento, creo que cada uno de nosotros tendría que reflexionar sobre el tema de lo que es la esperanza en su vida.

Cuántos desánimos, cuántas fragilidades, cuántas decepciones, cuántas caídas y cuántos momentos de rendirse a la hora del trabajo  espiritual, apostólico y familiar no tienen otra fuente más que la falta de esperanza. La falta de esperanza es fruto de una falta de fortaleza que, al mismo tiempo, es el resultado de la carencia de perspectivas de cara al futuro, que es lo acaba por hundir al alma en sí misma y le impide mirar hacia el futuro, mirar hacia Dios.

Ahora bien, la esperanza tiene dos facetas que debemos considerar de cara al Adviento. Hay una primera, que es una faceta de dinamismo. La esperanza empuja, porque es como quien ve la meta y ya no se preocupa de si está cansado o no, de si las piernas le duelen o no, ni de la distancia a la que viene el otro detrás. Sabe hacia dónde se dirige, tiene una meta presente y corre hacia ella.

La esperanza es algo semejante a cuando uno está perdido en el campo, y de pronto ve en la lejanía un punto que reconoce: un árbol, una casa, una parte del camino; entonces, ya no le importa por dónde tiene que ir atravesando, lo único que le interesa es llegar al lugar que reconoce. La esperanza es algo que te sostiene y te permite seguir adelante sin preocuparte de las dificultades que hay en el camino.

La segunda faceta de la esperanza es la purificación, que produce un efecto correctivo y transformador en la persona. La esperanza, al  mostrarme el objeto al cual tiendo, me muestra también lo que me falta para lograr alcanzarlo. Por eso la esperanza se convierte no en una especie de resignación o de ganas de hacer algo, sino en un fermento dentro del alma.

Si Cristo es mi esperanza, ¿qué me falta para alcanzarlo? Si la armonía de mi familia es mi esperanza, ¿qué me falta para conseguirla? Si mi hijo necesita que yo le dé este o aquel testimonio, ¿qué me falta para podérselo dar? La esperanza se convierte en aguijón, en resorte dentro del alma para que uno pueda llegar a obtener lo que espera.

Es necesario que en nuestras vidas existan estas dos dimensiones de  la esperanza: la dimensión dinámica y la dimensión de la purificación. Si nada más te quedas en el sostenerte, nunca te vas a transformar, nunca vas a llegar. Y si nada más te quedas en el transformarte, al ver lo duro, lo difícil y lo áspero de esta transformación, puedes caer en la desesperanza.

Aprendamos, entonces, a vivir en este tiempo de Adviento con la mirada dirigida hacia Cristo, que es el objeto de nuestra fe. Pidámosle al Señor que nos permita encontrarlo y recibirlo, y que nos otorgue la gracia de sostener nuestro corazón en el arduo trabajo diario de santificación.

Les invito a que con la esperanza como virtud central en este tiempo de Adviento, podamos repetir lo que dice el salmo 26: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?”.








Reconsiderar el Adviento
1) Para saber
Comienza un nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento. Hace años el papa Juan Pablo II advertía que en una civilización cristiana estamos acostumbrados al término «adviento», pero esa familiaridad puede hacer que no captemos toda su riqueza.

Adviento quiere decir "venida". ¿Quién viene? Respondía el Papa que hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta que se utilizaba como establo para el ganado. Esto lo saben los niños, lo saben también los adultos que participan de la alegría de los niños y parece que se hacen niños ellos también la noche de Navidad.

Pero esa venida de Jesús es un misterio. Aunque conocemos una parte de él, esconde muchas riquezas. Necesitamos recordarlo cada año para profundizar y descubrir luces nuevas.

Pero, ¿para qué viene Jesús? Para traernos la salvación: nos trae la verdadera libertad frente al mal, el pecado y la muerte. Esa libertad nos la consiguió Jesús con su muerte redentora. Por eso, Adviento es sinónimo de esperanza. Hemos sido salvados.
 

2) Para pensar
Una anécdota nos puede ayudar a su comprensión. Se trata de un diamante.

Las joyas de la Corona británica son una serie de joyas, insignias y elementos pertenecientes a la Casa Real Británica. Se considera que es la colección de joyas más valiosa del mundo. Entre sus tesoros está la “Corona de la reina Isabel” que fue realizada con motivo de la coronación de su esposo Jorge VI en 1937. Pues bien, esta corona contiene el diamante más antiguo conocido: el Koh-i-noor (significa ‘montaña de luz’). Había sido descubierto en 1304 y es de 105 quilates (21,6 gramos).

Se cuenta que, años antes, este diamante tan valioso fue ofrecido a la reina Victoria por el marajá de la India cuando éste apenas era un niño. Años después, cuando él ya era un hombre mayor, el marajá visitó a la Reina Victoria en Inglaterra. Pidió que la piedra fuera traída de la Torre de Londres donde se mantenía guardada con seguridad.

La reina hizo según lo pedido. Tomando el diamante en su mano, él se arrodilló frente a la reina y se lo presentó de nuevo, diciendo: “Su majestad, yo le di esta joya cuando era un niño, demasiado joven para entender lo que estaba haciendo. Deseo dársela de nuevo a usted en la plenitud de mis fuerzas, con todo mi corazón, afecto y gratitud, ahora y para siempre, en plena conciencia de mi acto”.

Así como el marajá quiso hacer más consciente y actual el acto de donación, nosotros hemos de ser más consciente de lo que significa que el mismo Dios venga a nosotros.
 

3) Para vivir
Este Adviento nos recuerda que Dios ha construido un puente entre el cielo y la tierra: se llama Jesucristo. Dios busca al hombre para darnos su amor y su vida.

Viene año tras año con rostro de niño. Quiso asumir nuestra existencia enteramente igual a la nuestra con la única salvedad del pecado. Llega a la tierra despojado de toda gloria divina y humana. Ese niño es sacratísimo, tiene valor divino, es la naturaleza humana de una Persona divina y con Él se inicia una nueva era de la Humanidad.

Adviento es, pues, tiempo para acompañar a la Virgen María en espera del nacimiento de su Hijo. Pidámosle nos ayude a preparar esa venida como Ella lo hizo.


Pbro. José Martínez Colín





Autor: P. Luis María Etcheverry Boneo | Fuente: Catholic.net
Consejos de Juan Bautista para vivir el Adviento
Ya no se trata de preparar la tierra para acoger la buena semilla, sino de preparar un camino para que pueda, llegar a nuestra alma Jesús.
 

En el Adviento, la Iglesia nos pone la figura de san Juan Bautista, y con él otra nueva imagen. Ya no se trata de preparar una tierra capaz de acoger adecuadamente la buena semilla: se trata de preparar un camino para que pueda, por él, llegar a nuestra alma la Persona adorable del Señor.

Son cuatro las órdenes, los consejos o las consignas que san Juan Bautista -y la Iglesia con él- nos da:
 
1. La primera consigna de san Juan el Bautista es bajar los montes: todo monte y toda colina sea humillada, sea volteada, bajada, desmoronada. Y cada uno tiene que tomar esto con mucha seriedad y ver de qué manera y en qué forma ese orgullo -que todos tenemos- está en la propia alma y está con mayor prestancia, para tratar en el Adviento -con la ayuda de la gracia que hemos de pedir-, de reducirlo, moderarlo, vencerlo, ojalá suprimirlo en cuanto sea posible, a ese orgullo que obstaculizaría el descenso fructífero del Señor a nosotros.
 
2. En segundo lugar, Juan el Bautista nos habla de enderezar los senderos. Es la consigna más importante: Yo soy una voz que grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos 3. Y aquí tenemos, entonces, el llamado también obligatorio a la rectitud, es decir, a querer sincera y prácticamente sólo el bien, sólo lo que está bien, lo que es bueno, lo que quiere Dios, lo que es conforme con la ley de Dios o con la voluntad de Dios según nos conste de cualquier manera, lo que significa imitarlo a Jesús y darle gusto a El, aquello que se hace escuchando la voz interior del Espíritu Santo y de nuestra conciencia manejada por Él.

A cada uno corresponde en este momento ver qué es lo que hay que enderezar en la propia conducta, pero sobre todo en la propia actitud interior para que Jesucristo Nuestro Señor, viendo claramente nuestra buena voluntad y viéndonos humildes, esté dispuesto a venir a nuestro interior con plenitud, o por lo menos con abundancia de gracias.
 
3. El tercer aspecto del mensaje de san Juan el Bautista se refiere a hacer planos los caminos abruptos, los que tienen piedras o espinas, los que punzan los pies de los caminantes, los que impiden el camino tranquilo, sin dificultad. Y ese llamado hace referencia a la necesidad de ser para nuestro prójimo, precisamente, camino fácil y no obstáculo para su virtud y para su progreso espiritual: quitar de nosotros todo aquello que molesta al prójimo, que lo escandaliza, que lo irrita o que le dificulta de cualquier manera el poder marchar, directa o indirectamente, hacia el cielo.
 
4. El cuarto elemento del mensaje de san Juan Bautista es el de llenar toda hondonada, todo abismo, todo vacío. Los caminos no sólo se construyen bajando los montes excesivos, ni sólo enderezando los senderos torcidos, o allanando los caminos que tengan piedras: también llenando las hondonadas o cubriendo las ausencias. Este mensaje se refiere a la necesidad de llenar nuestras manos y nuestra conciencia con méritos, con oraciones, con obras buenas -como hicieron los Reyes Magos y los pastores- para poder acoger a Jesucristo con algo que le dé gusto; no sólo con la ausencia de obstáculos o de cosas que lo molesten, no sólo con ausencia de orgullo o con ausencia de falta de rectitud o de dificultades en nuestra conducta para con el prójimo, sino también positivamente con la construcción: con nuestras oraciones y con nuestras buenas obras y un pequeño -al menos- caudal, capital de méritos, que dé gusto al Señor cuando venga y que podamos depositar a sus pies.

El Adviento, además de la conmemoración y el sentido del Antiguo Testamento -de la tierra que espera la buena semilla-, además de la figura límite entre el Antiguo Testamento y el Nuevo -san Juan Bautista-, este Tiempo nos acerca más al Señor por aquélla que, en definitiva, fue quien nos entregó a Jesucristo: la Virgen. No sólo en el hemisferio sur entramos al Adviento por la puerta del Mes de María, sino que en toda la Iglesia se entra al Adviento por la fiesta de la Inmaculada Concepción.








Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento
Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él.



El Espíritu Santo, nuestro guía en Adviento
Durante el Adviento no podemos olvidar la presencia del Espíritu Santo que primero actúa profetizando la venida del Mesías, y después, en Jesucristo. Esto es para nosotros una muy especial indicación por parte de Dios Nuestro Señor de que las necesidades que posee el hombre sólo pueden realizarse desde una perspectiva: la del Espíritu Santo. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que esto únicamente es posible para el alma que se convierte en dócil instrumento del Espíritu Santo, pues es Él quien nos permite ir llegando con paso firme a todas y cada una de las metas que Dios nos va poniendo a lo largo de la vida. No estamos solos, el Señor no nos abandona. La presencia de Jesucristo en nuestras vidas no es nada más una compañía, es también una guía, una luz. Y nunca olvidemos que esta iluminación quien la realiza es el Espíritu Santo.

El profeta Isaías nos habla de un momento, en los tiempos mesiánicos (cuando venga el Mesías), en que todo será paz, y cómo el Espíritu de Dios colmará el mundo. Dice el Profeta: “Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar”.

En la Encarnación es el Espíritu Santo el que cubre con su sombra a  la Santísima Virgen para que sea engendrado el Hijo de Dios. Y es también el Espíritu Santo el que, cada vez que queremos tener a Cristo en nuestra alma, se hace presente para construir en nosotros la presencia, la vida de Cristo. El Espíritu Santo es el Santificador, es el que realiza en el alma la función de dar vida en el Señor. Es Él  quien nos aconseja, guía e ilumina, fortaleciéndonos para que el mensaje que la Navidad viene a traer a nuestras almas se pueda cumplir.

En este Adviento, en este camino hacia la Navidad, hacia la presencia plena de Cristo en nuestra alma, no estamos guiados por una estrella, estamos guiados por el Espíritu de Dios Nuestro Señor. Esto tiene que ser para nosotros una grandísima certeza, tiene que darnos una gran paz y una gran serenidad. Sin embargo, exige de nosotros un entrenamiento que consiste en aprender a escuchar lo que el Espíritu Santo va diciendo a nuestra conciencia, el someter nuestro juicio a lo que Él nos va pidiendo y el ser capaces de amar el modo concreto con el cual va educando nuestro corazón.

Únicamente los sencillos pueden reconocer la voz del Espíritu Santo en su interior, sólo ellos son capaces de dejarse guiar por Él. Si tuviéramos dentro de nosotros esta presencia constante del Espíritu Santo podríamos participar de la acción de gracias que Jesucristo hace al Padre: “Te doy gracias Padre del Cielo y de la Tierra, porque has revelado estas cosas, no a los sabios y entendidos, sino a los sencillos”.

¡Cuántas veces nuestra forma de ver las cosas y nuestros juicios son  los que gobiernan nuestras vidas! ¡Cuántas veces pretendemos entender todas las cosas según la cuadrícula de nuestra sabiduría, y nos olvidamos que la sabiduría de Dios es la que tiene que regir nuestra vida!

Cuando leemos las profecías de Isaías, donde aparece el lobo habitando con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo y el león pastando juntos, podría aparecer la pregunta: ¿Todo eso existe? ¿Es un sueño o es una realidad? Lo que el profeta nos está diciendo es que aun aquello que parece imposible al hombre, que en la lógica humana jamás podría llegar a darse, el Espíritu Santo lo puede realizar.

En este Adviento, aprendamos a romper las lógicas humanas, a deshacer nuestras cuadrículas, nuestras formas de ver muchas situaciones, de vernos, incluso, a nosotros mismos. Dejemos a un lado tantas y tantas cosas que clasifican nuestra existencia de una manera determinada y que, en definitiva, la alejan de Dios. Permitamos al Espíritu Santo hablar en nuestra vida, guiarnos e inspirarnos. No es tan difícil, es cuestión de aprender a escuchar, de no hacer ruido en nuestra alma, de ponernos delante de Dios y no oír otra cosa más que a Él, para que nada interrumpa esa comunicación de amor entre Dios y cada uno de nosotros.

Nuestro corazón debe estar dispuesto a escuchar a Dios, para que este tiempo de Adviento, en el que se produce la mayor alegría para el hombre, que es el encuentro con el Señor, no pase con las hojas del calendario, sino que sea un tiempo que permanezca en el corazón. Con una gran apertura interior, permitámosle al Espíritu Santo hablar, para así poder ir quitando todo aquello que nos impiden tener paz en el alma, junto a Cristo en Belén.

El profeta Isaías nos dice: “Aquel día, la raíz de Jesé se levantará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones”. ¿Hay en mi alma avidez de Dios? ¿Hay en mi corazón sed de este Cristo, que es la raíz de Jesé? ¿Hay en mi interior el anhelo de encontrarme con Jesús? Si no lo hay, permitamos que el Espíritu Santo vaya cambiando nuestro corazón hasta que Él lo llene. Y pidámosle que en este período de Adviento, Él vaya transformando nuestra existencia de tal manera que nunca nos sintamos solos, para que se pueda cumplir en nosotros la profecía de que somos dichosos porque vemos la presencia de Cristo en nuestra vida, vemos su influjo en la sociedad: “Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”.




ORACIÓN DE ADVIENTO 
 A LA VIRGEN MARÍA


¡Dulcísima y amabilísima Madre de Dios y Virgen sacratísima! ya se llega la hora de vuestro bienaventurado parto, parto sin dolor, parto gozoso. Vuestra es esta hora, y nuestra es: vuestra es porque en ella habéis de descubrir al mundo los tesoros divinos que tenéis encerrados en vuestras entrañas, y el sol que le ha de alumbrar, y el pan del cielo que le ha de sustentar, y la fuente de aguas vivas por la cual viven todas la cosas que viven. 

Y vos, Señora, con este sagrado parto habéis de quedar más gloriosa, pues por ser madre no se marchitará la flor de vuestra virginidad, antes cobrará nuevo frescor y nueva belleza, porque sois la puerta de Ezequiel cerrada, huerto cercado y fuente sellada, y todas las gentes os quedarán obligadas, y os reconocerán y adorarán por Madre de su Señor, y reparadora del linaje humano, y emperatriz y princesa de todo lo criado.

Pero también esta hora es nuestra, no solamente por ser para nuestro bien y principio de nuestro bien, sino porque desde que pecó Adán y Dios le dio esperanza con su promesa que le remediaría, todos los patriarcas la han deseado, todos los profetas la han prometido, todos los santos del Antiguo Testamento han suspirado por ella, todas las gentes la han aguardado y todas las criaturas están suspensas y colgadas de vuestro felicísimo parto, en el cual está librada la suma de la salud y felicidad eterna. 

Pues ¡oh esperanza nuestra! ¡oh refugio y consuelo de nuestro destierro!; oíd nuestros clamores, oíd los gemidos de todos los siglos y naciones, y los continuos ruegos y lágrimas del linaje humano, que está sepultado en la sombra de la muerte aguardando esta luz, y que vos le mostréis su Salvador, su Redentor, su vida, su gloria y toda su bienaventuranza. Daos prisa, Virgen santísima, daos prisa, acelerad vuestro dichoso y bienaventurado parto, y manifestadnos a vuestro unigénito Hijo, vestido de vuestra carne, para dar espíritu a los hombres carnales y hacerlos hijos de Dios, al cual sea gloria y alabanza en los siglos de los siglos. Amén.




Adviento. Alguien llega
En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo.
Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net




Adviento. Sí, llegada de Alguien importante, para algo importante, por algo importante, a un lugar importante. Descubramos el sentido profundo de este tiempo litúrgico tan sencillo, austero y propicio para la meditación y la esperanza.

En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo en su carne sencilla, prestada por María, hace más de dos mil años. Y al mismo tiempo ese adviento, todo adviento, nos lanza y nos proyecta y nos hace desear la última venida de Cristo al final de los tiempos en toda su gloria y majestad, como nos describe san Mateo en el capítulo 25: “Ven, Señor Jesús”. Pero también en cada adviento, si vivimos en clave de amor y de fe, podemos recibir y descubrir la venida intermedia de Cristo en su Eucaristía –detrás de ese pan y vino, que ya no es pan ni vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo-, en el prójimo necesitado –pregunten, si no, a san Martín de Tours cuando dio la mitad de su manto a ese pobre aterido de frío en pleno invierno francés hace ya muchos, muchos años, y en la noche Cristo se le apareció vestido con esa mitad del manto para agradecerle ese hermoso gesto de caridad-, o también descubrir el rostro de Cristo detrás de ese dolor o adversidad de la vida. Cristo continúa viniendo. El adviento es continuo y eterno. El hombre vive en perpetuo adviento. Cristo viene siempre, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora y cada minuto. Basta estar atento y no embotado en las mil preocupaciones.

Quién llega: Es Jesucristo, nuestro Señor, nuestro Salvador, el Redentor del mundo, el Señor de la vida y de la historia, mi Amigo, El Agua viva que sacia mi sed de felicidad, el Pan de vida que nutre mi alma, el Buen Pastor que me conoce y me ama y da su vida por mí, la Luz verdadera que ilumina mi sendero, el Camino hacia la Vida eterna, la Verdad del Padre que no engaña, la Vida auténtica que vivifica.

Cómo llega: Llegó humilde, pobre, sufrido, puro hace más de dos mil años en Belén. Llega escondido en ese trozo de pan y en esas gotas de vino en cada Eucaristía, pero que ya no son pan ni vino, sino el Cuerpo sacrosanto y la Sangre bendita de Cristo resucitado y glorioso. Y llega disfrazado en ese prójimo enfermo, pobre, necesitado, antipático, a quien podemos descubrir con la fe límpida y el amor comprensivo. Y llega silencioso o con estruendo en ese accidente en la carretera, en esa enfermedad que no entiendemos, en esa muerte del ser querido, para recordarnos que Él atravesó también por esas situaciones humanas y les dio sentido hondo y profundo.

Por qué llega: porque quiere hacernos partícipes de su amor y amistad. Quiere renovar una vez más su alianza con nosotros. El amor es el motor de estas continuas venidas de Cristo a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestra alma. No hay otra razón.

Para qué llega: para dar un sentido de trascendencia a nuestra vida, para decirnos que somos peregrinos en este mundo y que hay que seguir caminando y cantando. Llega para enjugar nuestras lágrimas amargas. Llega para agradecernos esos detalles de amor que con Él tenemos a diario. Llega para hablarnos del Padre, a quien Él tanto ama. Llega para alimentar nuestras ansias de felicidad. Llega para curar nuestras heridas, provocadas por nuestras pasiones aliadas con el enemigo de nuestra alma. Llega para recordarnos que no estamos solos, que Él está a nuestro lado como baluarte y sostén. Llega para pedirnos también una mano y nuestros labios y nuestro corazón, porque quiere que prediquemos su Palabra por todos los rincones del mundo.

Dónde llega: llega a nuestro mundo convulso y desorientado y hambriento de paz, de calor, de caridad y de un trozo de pan; a nuestras familias tal vez divididas o en armonía; a nuestros corazones inquietos como el de san Agustín de Hipona, corazón que sólo descansó en Dios. Quiere llegar a todos los parlamentos internacionales y nacionales para dar sentido y moralidad a las leyes que ahí se emanan. Quiere llegar al palacio del rico, como a la choza del pobre. Quiere llegar junto al lecho de un enfermo en el hospital, como también a ese salón de fiestas, dónde él no viene a aguar nuestras alegrías humanas sino a purificarlas y orientarlas. Quiere llegar al mundo de los niños, para cuidarles su inocencia y pureza. Quiere llegar al mundo de los jóvenes, para sostenerles en sus luchas duras y enseñarles lo que es el verdadero amor. Quiere llegar al mundo de los adultos para decirles que es posible la alegría y el entusiasmo en medio del trabajo agotador y exhausto de cada día. Quiere llegar a cada familia para llevarles el calor del amor, reflejo del amor trinitario. Quiere llegar al mundo de los ancianos para sostenerles con el báculo del aliento y la caricia de la sonrisa. Quiere llegar al mundo de los gobernantes para decirles que su autoridad proviene de Dios, que deben buscar el bien común y que deberán dar cuenta de ella.

Cuántas veces llega: si estamos atentos, no hay minuto en que no percibamos la venida de Cristo a nuestra vida. Basta estar con los ojos de la fe bien abiertos, con el corazón despierto y preparado por la honestidad, y con las manos siempre tendidas para el abrazo de ese Cristo que sabe venir de mil maneras. Por tanto, podemos decir que siempre es adviento. Es más, nuestra vida debe ser vivida en actitud de adviento: alguien llega. No vayamos a estar somnolientos y distraídos.

Cómo prepararnos: nos ayudará en este tiempo leer al profeta Isaías, meditar en san Juan Bautista que encontramos al inicio de los evangelios y contemplar a María. Isaías con su nostalgia del Mesías nos prepara para la última venida de Cristo. San Juan Bautista nos prepara para esas venidas intermedias de Cristo en cada acontecimiento diario y sobre todo en la Eucaristía. Y María nos hará vivir, rememorar en la fe ese primer adviento que Ella vivió con tanta esperanza, amor y silencio, para poder abrazar a ese Niño Jesús sencillo, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Adviento, tiempo de gracia y bendición. Llega alguien, sí. Llega Dios. Y Dios es todo. Dios no quita nada. Dios da todo lo que hace hermosa a una vida. Y hay que abrirle la puerta y Él entrará y cenará con nosotros y nosotros con Él. Y nos hará partícipes de su amor y felicidad. ¡Qué triste quien no le abra la puerta a Cristo, dejándolo fuera, helándose y despreciado, con sus Dones entre sus Manos benditas! ¿Habrá alguien así, desalmado y sin sentimientos? ¡No lo creo! Al menos no lo quiero creer.


P. Antonio Rivero LC






María, la que espera
Adviento
María nos enseña a vivir este tiempo como camino hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-Niño.
Por: María de Lourdes Rodero Elizondo, o.p. | Fuente: Catholic.net




El adviento es tiempo de espera para la gran celebración de la Navidad. El nacimiento de Jesús es el gran acontecimiento largamente esperado por el Pueblo de Israel que durante tantos años vivió anhelando el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de que le enviaría un Salvador.

Nuestra cultura no está habituada a esperar y nos es difícil comprender que el Pueblo de Israel haya esperado siglos y siglos para el cumplimiento de esta promesa. La nuestra es la cultura de la prisa, de lo inmediato, de lo "express". Esperar implica acomodarse al tiempo de otro y es realmente difícil aceptar los tiempos de “otro” cuando no coinciden con los nuestros, incluso si son tiempos de Dios.

El Adviento nos invita a esperar el tiempo de Dios; la venida de Jesús.

El adviento no es aún la fiesta, sino espera, preparación y expectación para la gran fiesta.
El gozo propio del adviento es de quien ha recibido una promesa y espera ilusionado su cumplimiento y verificación. Sin embargo, hoy ya no lo vivimos esperando una promesa. Hemos adelantado la fiesta y hemos perdido el clima de "espera", "de promesa", de "don".

Lo anticipamos todo: durante el adviento, nos damos regalos, los abrimos, comemos pavo, dulces, etc. No sabemos esperar. Esta anticipación del festejo nos ha "robado" el tiempo de preparación espiritual propuesto por la Iglesia para una celebración profunda de la Navidad, que tendría que ser para cada cristiano, un encuentro “de corazón a corazón” con el Dios-niño, tan sencillo y pequeño, que se encuentra al alcance de todos. Actualmente hay muchos festejos “navideños” que nada tienen que ver con el misterio de la Navidad y muchas veces para el 24 de diciembre, ya nos encontramos cansados y agobiados; incluso "saturados" de tantos compromisos; agotados por la prisa y el estrés. La forma en la que solemos vivir el adviento, en lugar de prepararnos para celebrar la Fe en un clima de paz y gozo espiritual, muy probablemente nos acelera, dispersa y distrae para lo esencial.

María, la Madre que supo esperar con verdadera esperanza y gran amor, es el gran personaje del Adviento que nos enseña a vivir este tiempo como camino hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-niño.

Tres actitudes muy hermosas de María que nos pueden ayudar a vivir este adviento son: la espera, la preparación del corazón y la acogida sincera.

1. María espera con gozo, con profunda esperanza, la llegada de Jesús a su vida.

2. María prepara su corazón con vivos sentimientos de ternura para con el Niño Jesús que viene y de gratitud profunda para con Dios que cumple sus promesas.

3. María cultiva en su corazón una acogida generosa, abriéndolo de par en par para que realmente entre Jesús a su vida. Ella lo esperaba sinceramente, no lo acoge sólo de palabra, sino que le ofrece su corazón.

Que María nos enseñe a vivir este adviento en una espera gozosa; a aprovechar este tiempo para preparar nuestro corazón para que Jesús realmente encuentre en él un lugar donde quedarse y desde el cual podamos descubrirlo como verdadero Salvador: como el Dios que viene a iluminar lo que en nuestra vida está oscuro; a sanar lo que en nuestra vida está enfermo; y a liberarnos de todo lo que nos impide vivir en el gozo de su Amor.






Adviento: 7 respuestas a las preguntas más comunes


 (ACI).- Muchos fieles cuentan con una comprensión intuitiva y basada en la experiencia del Adviento, pero ¿qué dicen los documentos de la Iglesia sobre este tiempo de preparación para la Navidad?

Estas son algunas de las preguntas y respuestas más comunes acerca del Adviento, que este año comienza el domingo 27 de noviembre.

1. ¿Cuál es el propósito del Adviento?

El Adviento es un tiempo en el calendario litúrgico de la Iglesia, específicamente, del calendario de la Iglesia Latina, que es la más grande en comunión con el Papa. Otras iglesias católicas –así como muchas no católicas– tienen su propia celebración del Adviento.

Según las Normas Generales para el Año Litúrgico y el calendario, esta fiesta tiene un carácter doble: en primer lugar es una temporada para prepararnos para la Navidad, cuando se recuerda la primera venida de Cristo; y en segundo lugar, una estación que apela directamente a la mente y el corazón para esperar la segunda venida de Cristo al final de los tiempos.

El Adviento es, entonces, un período de espera devota y alegre (Norma 39) que trae a la mente las dos venidas de Cristo.

2. ¿Cuándo comienza y termina el Adviento?

El primer domingo de Adviento es el primer día del Nuevo Año Litúrgico, que este año será el 27 de noviembre. Los tres domingos de Adviento restantes serán el 4, 11 y 18 de diciembre. La duración de este tiempo de preparación puede variar de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad.


3.- ¿Por qué no se canta ni se recita el gloria?

En Adviento, no se recita el gloria porque es una de las maneras de expresar concretamente que, mientras dura nuestro peregrinar, falta algo para que el gozo sea completo.

Cuando el Señor se haga presente en medio de su pueblo, habrá llegado la Iglesia a su fiesta completa, significada por Solemnidad de la fiesta de la Navidad, cuando se cante nuevamente el gloria.

El Misal Romano señala que el gloria se recita o se canta los domingos fuera de los tiempos de Adviento y Cuaresma.

Las excepciones a esta regla durante el Adviento son la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre; y la fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre.

4. ¿Cuál es el color que distingue a este tiempo?

El color normal del Adviento es el morado. El numeral 346 de la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) dispone que “el color morado se usa en los Tiempos de Adviento y de Cuaresma. Puede usarse también en los Oficios y Misas de difuntos”.

En muchos lugares, hay una notable excepción para el tercer domingo de Adviento, conocido como el domingo de Gaudete: “El color rosado puede usarse, donde se acostumbre, en los domingos Gaudete (III de Adviento) y Laetare (IV de Cuaresma)” (IGMR, 346).

5. ¿Es el Adviento un tiempo penitencial?

A menudo pensamos en el Adviento como una temporada penitencial porque el color litúrgico es el morado, como en la Cuaresma. Sin embargo, según el canon 1250 del Código de Derecho Canónico: “los días y tiempos penitenciales en la Iglesia universal son todos los viernes de todo el año y la temporada de Cuaresma”.

Aunque las autoridades locales pueden establecer días penitenciales adicionales, este es un listado completo de los días y tiempos penitenciales de la Iglesia Latina en su conjunto, y el Adviento no es uno de ellos.

6. ¿Cómo se decoran las iglesias?

El numeral 305 de la Instrucción General del Misal Romano señala que “durante el tiempo de Adviento el altar puede adornarse con flores, con tal moderación, que convenga a la índole de este tiempo, pero sin que se anticipe a la alegría plena del Nacimiento del Señor”.

“Los arreglos florales sean siempre moderados, y colóquense más bien cerca de él, que sobre la mesa del altar”.

7. ¿Qué expresiones de piedad popular podemos usar en este tiempo?

Hay una variedad de expresiones de piedad popular que la Iglesia ha reconocido para su uso durante el Adviento. Entre ellas se encuentra la Corona de Adviento, procesiones, solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, novena de Navidad, el Nacimiento, etc.

Se puede leer acerca de estas devociones en el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia (comenzando en el N°96),

Bonus: ¿Cómo debe ser la música?

El numeral 305 de la Instrucción General del Misal Romano señala que “en Adviento el uso del órgano y de otros instrumentos musicales debe ser marcado por una moderación adecuada al carácter de esta época del año, sin expresar con anticipación la alegría plena de la Natividad del Señor”.

Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic Register.




Frases para el Adviento   




*La esperanza del Adviento es saber a quién estamos esperando: A JESÚS.

*El Señor no nos dice cuándo será su venida definitiva pero, en cambio, nos da pistas de cómo hemos de estar a su llegada: VIGILANTES.

*Esperar al Señor implica hacerlo con aquello que Él nos dijo: salir con amor al encuentro del AMOR.

*Estar alerta es descubrir que, de mil maneras, Dios pasa a nuestro lado: DIOS INVISIBLE PERO SENSIBLE.

*El  Adviento es un compás con tres movimientos: VIGILANCIA, ORACIÓN, CONVERSIÓN Y ALEGRÍA.

*Ir al encuentro de Aquel que viene es poner luz en nuestro corazón para disipar las tinieblas que nos impiden verle.

*El problema del mundo es que desespera por todo. La grandeza del cristiano es que espera en medio de toda desesperanza.

*La oración, en Adviento, es un papel en el que el cristiano escribe su carta personal al Dios que viene en Belén.

*La Palabra de Jesús, además de fortalecernos, nos da seguridad en nuestra esperanza: HABLA.

*El mundo se empeña en cambiar las cosas pero, el Señor, va al fondo de las personas: AL CORAZÓN.

*La rutina es enemiga del vigilante. ¿Quieres y deseas un futuro con Dios? PERMANECE EN PIE.

*La sociedad ¿espera en algo? Posiblemente no. Nosotros en cambio esperamos otro nuevo mundo.

*Las mejores autopistas necesitan constantemente arreglos. La llegada del Señor ¿cómo encuentra los caminos de nuestros corazones?

*¡Qué alegría sentimos cuando alguien nos devuelve algo que es nuestro! ¿Sentimos la misma alegría con el nacimiento de Jesús que nos trae y nos devuelve a Dios?

*Amar a María es llenarnos de lo que, en María, fue constitutivo: la Palabra de Dios. ¿La escuchamos y la veneramos? ¿La reflexionamos y la llevamos a nuestra vida?

*Preparar los caminos al Señor es salir a su encuentro; no detenernos en los escaparates que seducen nuestros instintos pero adormecen nuestras ansias de ir a los brazos de Dios.

*Celebremos la primera Navidad pero, además de eso, levantemos un poco más nuestras cabezas: la segunda venida del Señor está al caer. ¿Cuándo? Eso es lo de menos. Lo importante es….la esperanza.

*Sobran palabras y faltan testimonios. En Belén, con pocas palabras y con una presencia, Dios lo dijo todo. ¿Por qué será que a nosotros nos cuesta tanto el hacer y tan poco el hablar?



P. Javier Leoz




Necesitamos de Tí



Necesitamos de Ti, de Ti solamente,
y de nadie más.
Solamente Tú, que nos amas,
puedes sentir por todos nosotros
que sufrimos, la compasión
que cada uno siente
en relación consigo mismo.

Solo Tu puedes medir que grande,
que inconmensurablemente grande
es la necesidad que hay de Ti
en este mundo, en esta hora.

Todos necesitamos de Ti,
también aquellos que no lo saben,
y estos necesitan bastante más
que los que lo saben.

El hambriento piensa
que debe de buscar pan y,
mientras tanto, tiene hambre de Ti.
El sediento juzga necesitar agua,
mientras siente sed de Ti.
El enfermo se ilusiona en desear salud;
su verdadero mal, sin embargo,
es la ausencia de Ti.

Quien busca la belleza del mundo
sin darse cuenta, te busca a Ti,
que eres la belleza plena.

El que en sus pensamientos busca la verdad,
sin darse cuenta te desea a Ti,
que eres la única verdad digna de ser conocida.

El que se esfuerza por conseguir la paz,
esta buscándote a Ti, única paz
donde pueden descansar
los corazones inquietos.

Ellos te llaman sin saber que te llaman,
y su grito es, misteriosamente,
más doloroso que el nuestro.

Te necesitamos. Ven, Señor.




El gran regalo de Dios



En cada Navidad nos maravillamos de la bondad de Dios, nuestro Padre, que nos regaló a su mismo Hijo Unigénito, hecho niño en Belén. Ese día, inspirados por el ejemplo de la generosidad de Dios, acostumbramos a prodigar regalos a nuestro alrededor, a parientes y amigos. Pero hay dones más valiosos  —¡y tan necesarios!— que podemos hacernos sin gastar un centavo.

Esboza una sincera sonrisa... y regálala a quien nunca la ha tenido. Recoge un rayo de sol en tu corazón... y hazlo volar allá en donde reina la noche. Descubre una fuente... y permite bañarse en ella a quien vive en el barro. Vierte una lágrima... y ponla en el rostro de quien nunca ha llorado.
Enciende el valor en tu pecho... y ponlo en el ánimo de quien no sabe luchar. Descubre la vida... y alienta a quien se arrastra por ella. Cultiva la esperanza...  e irradia su luz a tu alrededor. Imprégnate de bondad... y dónala a quien la desconoce. Descubre el amor... y comunica su fuego al mundo.

Amigo/a: ¡qué hermoso es hacer de tu vida una Navidad! Anímate a esparcir a manos llenas en el hogar, en el barrio, en tu ambiente de trabajo, el fuego del amor, la luz de la alegría y la fuerza de la esperanza. Que esta celebración cristiana te ayude a meditar y proyectar a tu vida la sorprendente bondad que Dios tiene con nosotros.


* Enviado por el P. Natalio






Y el Hijo se hizo hombre en Navidad
¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!


Por: Padre Lucas Prados | Fuente: adelantelafe.com 




Érase una vez un hombre que no creía en Dios. Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en la práctica de las virtudes cristianas. Una Nochebuena, la esposa se disponía a llevar a los hijos a la Misa del Gallo de la iglesia más cercana al campo donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pues estaba empezando a nevar y hacía mucho frío, pero él se negó.

-¡Qué tonterías! -arguyó-. ¿Por qué Dios se iba a rebajar a descender a la Tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez!

Los niños y la esposa se marcharon. Pocos minutos después, el viento comenzó  a soplar con mayor intensidad y se desató una tormenta muy fuerte de nieve. El marido, que se había quedado sentado junto a la chimenea fumándose una pipa, oyó que algo había golpeado la ventana. Un minuto después oyó un segundo golpe. Cuando empezó a amainar la tormenta de nieve, salió para averiguar lo que había golpeado la ventana.

Como el frío era muy intenso, se cubrió el cuerpo con un buen abrigo y se puso un gorro de lana y guantes antes de salir de la casa. Nada más abrir la puerta, oyó el graznido de una bandada de gansos no muy lejos de donde ellos vivían. Atraído por lo extraño del suceso y la poca frecuencia con la que estas aves se dejaban ver por esa zona, se dispuso a averiguar de dónde habían salido. Aterido por el frío, pero movido más por la curiosidad, se fue acercando poco a poco hacía el origen de donde procedía toda esa algarabía. Llegando a un campo cercano, descubrió una bandada de gansos salvajes que habían sido sorprendidos por la tormenta de nieve y no habían podido seguir. Daban aletazos y volaban bajo en círculos, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían sido las que chocaron contra su ventana. Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos.

-Sería ideal que se quedaran en el granero –pensó-. Ahí estarán al abrigo y a salvo durante la noche mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par. Luego, observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y que se alejaran más. Entró a la casa y salió con algo de pan. Lo fue partiendo en pedazos y dejando un rastro hasta el establo. Sin embargo, los gansos no entendieron.

Después de varios intentos y movido también por el fuerte frío que hacía, nuestro hombre empezó a sentir frustración. Corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero; pero lo único que consiguió fue asustarlos más. Reflexionando por unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.

–Si yo fuera uno de ellos, entonces sí que podría salvarlos -dijo en voz alta.

Entró al establo, agarró un ganso doméstico de su propiedad y lo llevó en brazos, paseándolo entre sus congéneres salvajes. A continuación, lo soltó. Su ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas estuvieron a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento, mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes aún le resonaban en la cabeza. Reflexionó luego en lo que le había dicho a su mujer aquel día.

De pronto, todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Hizo que Su Hijo se volviera como nosotros a fin de indicarnos el camino y salvarnos. Llegó a la conclusión de que ese había sido ni más ni menos el objeto de la Navidad. De pronto comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad.

Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera plegaria:

-“¡Gracias, Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta!

Y mientras hacía esa sencilla, pero conmovida oración, el sonido lejano de las campanas de la torre de la Iglesia repicaban para la Misa de Nochebuena; el viento había amainado y las primeras estrellas de la noche comenzaban a titilar anunciando el nacimiento del Mesías.

Aunque desde el punto de vista teológico las razones de la Encarnación de Jesucristo fueron muchas más, incluso más profundas, el haberse hecho hombre para ser modelo de vida para nosotros fue una de ellas. Los gansos salvajes se salvaron por seguir a aquél que el campesino les había puesto como guía.

Dios se vale de muchos modos para llamar nuestra atención, despertar nuestra fe y volvernos al buen camino. ¡Ojalá que este sencillo cuento de Navidad te haya ayudado a ti también para ponerte a salvo, y te haya dado suficientes razones para, en medio de la fuerte tormenta que nos rodea, encontrar un cobijo seguro junto a Él. 

¡Feliz Navidad!




Navidad: alguien que me espera con cariño
Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 




Produce una gozosa paz en el alma saber que alguien nos espera, nos ama, nos busca. Significa que nuestra vida tiene sentido, que somos importantes para otro, que no vivimos simplemente por inercia, que hay una meta hermosa por la que vale la pena nuestro esfuerzo.

Al dirigir sus palabras de felicitación en la Navidad del año 1965, el entonces Papa Pablo VI imaginaba cómo desde la cuna de Belén se producía una llamada universal: “¡Venid, venid todos!”. Hablaba con el calor de un padre que se dirige a sus hijos: “¡Venid, que sois esperados! ¡Venid, que sois conocidos! ¡Venid, que hay algo maravillosamente bueno preparado para vosotros! ¡Venid!”.

Sí, todos estamos invitados a acudir ante un Niño en la cuna que nos espera, que nos conoce, que nos necesita. Descubrimos entonces que la vida tiene un sentido hermoso, magnífico: Dios ha puesto su tienda entre nosotros para buscar a cada uno de sus hijos.

¿También me espera a mí si he sucumbido ante el pecado, si he dejado crecer el egoísmo, si me he cegado por la codicia, si he pactado con los desórdenes de la carne? Sí, también a mí, y quizá precisamente con más anhelos. Jesús Niño es ya, entre sus movimientos infantiles, un gran médico ansioso por curar heridas y devolver esperanzas.

En cada Navidad la llamada se repite. Han pasado años y siglos desde el anuncio de los ángeles a los pastores: “Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,11). Pero no ha pasado la actualidad de esa invitación. Cada generación humana, también la nuestra, necesita acudir a quien, de verdad, puede salvarnos del mayor de los males: el pecado.

El mundo moderno está sumergido en prisas y en angustias. Muchos no alcanzan a escuchar la llamada. A pesar de todo, la Voz sencilla de un Niño sigue resonando entre nosotros. Los oídos atentos, los corazones despiertos, alcanzan a escuchar un murmullo humilde, una invitación constante y respetuosa.

Es entonces cuando puedo descubrir que Alguien me espera con cariño. Llega el momento de ponerme en camino hacia la gruta. En ella encontraré a un Niño enamorado, a su Madre buena, y a tantos hombres y mujeres que han acogido la gran noticia: Dios nos ama. Sí: ¡venid, venid todos!



Villancicos


CAMPANAS

1. Campana sobre campana 
y sobre campana una,
asómate a la ventana, 
verás al Niño en la cuna.

BELÉN, CAMPANAS DE BELÉN
QUE LOS ÁNGELES TOCAN,
¿QUÉ NUEVAS ME TRAÉIS?

2. Recogido tu rebaño, 
adónde vas, pastorcito?
Voy a llevar al portal
mi canción y mi cariño.

3. Campana sobre campana
y sobre campana dos, 
asómate a la ventana,
porque está naciendo Dios.

4. Caminando a medianoche,
dónde caminas, pastor? 
Le llevo al Niño que nace,
como a Dios, mi corazón.



AY DEL CHIQUIRRITÍN

AY DEL CHIQUIRRITÍN, 
QUE HA NACIDO ENTRE PAJAS,
AY DEL CHIQUIRRITÍN,
QUERI QUERIDÍN QUERIDITO DEL ALMA.

1. Por debajo del arco del portalito
se descubre a María, José y el Niño.

2. Entre el buey y la mula Dios ha nacido
y en un pobre Pesebre lo han recogido.



GLORIA IN EXCELSIS DEO

1. Hoy a la tierra el cielo envía
una capilla angelical,
trayendo paz y alegría,
cantando el himno triunfal:

GLORIA IN EXCELSIS DEO. (2v)

2. Viene a anunciar el Nacimiento
de nuestro amable Redentor;
colmados de agradecimientos,
digamos todos con fervor:

3. Unos pastores que velaban
en las praderas de Belén
vieron querubes que entonaban
cantares para nuestro bien:

4. «Gloria», decían con voz suave,
gloria a Jesús, Rey del Amor,
paz en la tierra a aquel que sabe
servir a Dios con santo ardor».

5. Nochebuena, noche hermosa
de clemencia y perdón; gloria
canta el firmamento
y la tierra canta amor.

6. Por tu amor al hombre, bajas
a la tierra, ¡oh Niño Dios!,
y de tu redil amado
solicitas ser Pastor.



HERMANO, DIOS HA NACIDO

Hermano, Dios ha nacido en un Pesebre. ¡Aleluya!
Hermano, canta conmigo: ¡gloria a Dios en las alturas! (2v)

De los cielos han venido mil alas hasta su cuna,
hoy mueren todos los odios y renace la ternura. (2v)

HERMANO, DIOS HA NACIDO EN UN PESEBRE. ¡ALELUYA!
HERMANO, CANTA CONMIGO: ¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS!

El corazón más perdido sabe ya que alguien le busca,
el hombre ya no está solo, ya la tierra no está a oscuras. (2v)



HUMILDE NACIMIENTO

Rompe la noche una Gran Estrella,
hoy descendió del Cielo la Paz verdadera,
porque ha nacido el Niño en nuestra tierra
de una Virgen Santa, Humilde y Bella.

Pobre y sencillo fue su Nacimiento,
Dios confundió el corazón de los soberbios.
Los pastorcillos vienen a adorarle
y los que de verdad quieren amarle.

VAMOS HERMANO A ADORAR, ¡CRISTO HA NACIDO YA!
CON MARÍA Y JOSÉ VAMOS A CELEBRAR. 
CON MARÍA Y JOSÉ VAMOS A CELEBRAR. (2v)


FAMILIA DE NAZARET

1. Era pobre y silenciosa pero con rayos de luz,
olor a jazmín y a rosa y el Niño que la alboroza:
es la casa de Jesús.

FAMILIA DE NAZARET, FAMILIA DE NAZARET,
FUENTE DE ESPERANZA Y VIDA, FAMILIA DE NAZARET.

2. Un taller de carpintero y un gran misterio de fe,
manos callosas de obrero, justas manos de hombre entero: es la casa de José.

3. Había júbilo y contento, ella lavaba y barría,
y el Arcángel, saludando, repetía noche y día:
Casa del Ave María.

4. Familia pobre y divina, pobre mesa, pobre casa,
mucha unión, ninguna espina y el ejemplo que culmina
en un amor que no pasa.

5. Concede, Padre Señor, una mesa y un hogar,
manos para trabajar, padres a quienes querer
y una sonrisa que dar.


LA MARIMORENA

1. En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna,
la Virgen y San José y el Niño que está en la cuna.

ANDE, ANDE, ANDE LA MARIMORENA,
ANDE, ANDE, ANDE, QUE ES LA NOCHEBUENA. (2v)

2. Y si quieres comprar pan más blanco que la azucena,
en el portal de Belén la Virgen es panadera.

3. Pastores, venid, venid, veréis lo que no habéis visto,
en el portal de Belén el Nacimiento de Cristo.


MUNDO FELIZ

1. Mundo feliz, Jesús nació,
ya nuestro Rey está...

Y TODO LO QUE DIOS CREO, (2v)
A SU ENCUENTRO VA, (2v)
FELIZ, FELIZ A SU ENCUENTRO VA.

2. Luz celestial brilla doquier,
ya Dios está aquí...

3. Madre de Dios, María, Tú
nos diste al Redentor...


NACIMIENTO

GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A TODOS;
ÉSTE ES EL HIJO DE DIOS, QUE HA NACIDO DE MARÍA. (2v)

1. Este santo Nacimiento los profetas lo anunciaron
y con júbilo esperaron al Autor del firmamento.
Por fin se cumplió el momento de tan gloriosa venida.
Nuestra dicha fue cumplida cuando ya Jesús nació.
Digamos de corazón: ¡feliz noche bendecida!

2. En un Pesebre botado fue donde nació el Mesías,
por cumplir la profecía que Dios había anunciado.
Sus padres con gran cuidado con las pajas lo cubrieron,
y tan pronto lo supieron, tres sabios del Oriente,
a ver al recién nacido desde la Arabia vinieron.

3. Al saber que era nacido, el eterno Hijo de Dios, 
José y María, los dos vieron su gozo cumplido. 
Su calvario principiado, en aquel pobre Pesebre; 
sintió frío por primero por la helada que cayó
y un ángel en las alturas entonaba el «Gloria a Dios».

4. Cuando nació el Redentor en el portal de Belén, 
los pastores van también a ver al niñito Dios. 
Lo adoraban con amor al Mesías verdadero, 
recostado en un Pesebre entre la mula y el buey, 
de esta forma nació el Rey de la tierra y de los cielos.


NAVIDAD EN MI TIERRA

1. Por los cerros de mi tierra 
peregrinan Santa María y San José. 
Fría noche de diciembre 
en que juntos van caminando hacia Belén. 
A sus pasos brotan flores, 
se alegran los ángeles junto al buen Dios.
Rían estrellas del cielo,
porque esta noche nace el Niño Jesús! (2v)

CAMPANAS DE GLORIA QUE NOS LLAMAN A BELEN,
NUESTRA ESPERANZA ES UN NIÑO
QUE HA NACIDO HUMILDE EN UN POBRE PORTAL,
VAMOS, PUEBLO DE MI TIERRA, VAMOS A ADORAR AL NIÑITO DIOS.

2. Mi dulce Niño ha nacido 
en una pobre cueva por este lugar, 
pues los aldeanos no quieren 
en esta noche a los pobres hospedar. 
Una vaca y un burrito 
hacen feliz al Niño dándole calor.
Yo quiero ir a ese establo
para abrigar con mi poncho al Niño Dios! (2v)

3. Unos humildes pastores 
le traen al Niño lo que pueden dar: 
lana de alpaca y de oveja, 
opa de quinua y torrejas de maíz. 
El viento de la montaña, 
de unos bellos ángeles le trae la voz. 
La Virgen y el Niño gozan 
con estos presentes, ofrendas de amor. (2v)


NOCHE GRANDIOSA EN BELÉN

1. Noche grandiosa en Belén,
el Niño Dios va a nacer,
y en los brazos de Mamita ...ayayay
el mundo reposará.
Vamos pastores venid y esperad 
con himnos en el Portal.
Todo es silencio de Fe,
ángeles hay por doquier,
Gloria a mi Dios en el Cielo ...ayayay»,
cantan con mucho fervor.
Paz a los hombres de buen corazón»,
oye el feliz San José.

CANTAREMOS EN NOCHEBUENA
TODOS JUNTOS BAJO ESA ESTRELLA.
PORQUE EL NIÑO HA TRAIDO
PAZ Y RECONCILIACIÓN
A UNA MADRE MUY TIERNA 
Y UNA NUEVA CREACIÓN. (2v)

2. «Soy del Perú, sí Señor»,
exclama con clara voz
el Niño que a su boquita llevó
chicha y un gran picarón.
Vamos peruanos, luchemos por ver
a este País renacer!


NOCHE DE PAZ

1. Noche de paz, noche de amor:
llena del cielo un resplandor;
en la altura resuena un cantar:
os anuncio una dicha sin par,
en la tierra ha nacido Dios,
hoy en Belén de Judá».

2. Noche de paz, noche de amor:
todo duerme en derredor;
solo velan mirando la fazde su niño en angélica paz,
José y María en Belén. (2v)

3. Noche de Dios, noche de paz:
esplendor inmortal,
luz eterna en la noche brilló:
es la gloria del Hijo de Dios.
Duerme el Niño Jesús. (2v)

4. Noche de Dios, noche de paz:
claro sol brilla ya,
y los ángeles cantando están:
Gloria a Dios, gloria al Rey celestial».
Duerme el Niño Jesús. (2v)

5. Noche de Dios, noche de paz:
nueva luz celestial,
floreció la feliz Navidad:
es palabra y mensaje de paz,
duerme el Niño Jesús. (2v)

6. Noche feliz, de Navidad:
viene Dios a salvar,
Nochebuena en que alumbra el Amor,
el misterio escondido de Dios.
Duerme el Niño Jesús. (2v)

7. Noche de paz, noche de Dios:
al portal va el pastor,
y entre pajas encuentra al Señor,
es el Verbo que carne tomó.
Duerme el Niño Jesús. (2v)


VAMOS, PASTORES, VAMOS

VAMOS, PASTORES, VAMOS,
VAMOS A BELÉN
A VER EN AQUEL NIÑO
LA GLORIA DEL EDÉN, (2v)
LA GLORIA DEL EDÉN. (2v)

1. ¡Oh, qué precioso Niño!,
yo me muero por él;
su boquita me encanta,
sus ojitos también.
El padre lo acaricia,
la madre mira en él,
y los dos, extasiados,
contemplan a aquel ser,
contemplan a aquel ser, sí...

2. Es tan lindo el chiquito,
que nunca podrá ser
que su belleza copien
el lápiz y el pincel,
pues el eterno Padre,
con su inmenso poder,
quiso que el Hijo fuera
inmenso como Él,
inmenso como Él, sí...


REGALOS A JESÚS

VAMOS A BELÉN A ADORAR AL NIÑO DIOS,
A LLEVARLE UNOS REGALOS, YO LE DOY MI CORAZÓN. (2v)

1. A ver al Niño Jesús he venido de Ayacucho;
cuatro quesos le he traído porque yo lo quiero mucho.
Y yo desde el Cuzco vengo para ver a mi Niñito;
con amor le he traído un ponchito y un chullito.

2. De los pies del Misti vengo a adorar al Rey eterno,
he traído unos buñuelos, también rocotos rellenos.
Caminando muy de prisa desde Chincha he venido;
a Jesús le he traído tejas, uvas y un buen vino.

3. Desde Lima he traído mazamorra para el Niño;
pa' María y pa' José: miel turrón y camotillo.
Los chalacos tempranito salimos en bote al mar;
Pesca y pesca con la red, pa' ofrecerle al Emmanuel.


QUE VENGAN LOS REYES MAGOS

1. Que vengan los Reyes Magos
y comiencen a adorar
al Niño que hoy ha nacido
en Belén en un portal. (2v)

CON MELCHOR Y CON GASPAR,
EN UNIÓN DE BALTASAR,
YA LLEGAMOS A BELÉN
A VER AL NIÑO JESÚS. (2v)

2. Que vengan los pastorcitos,
con el burro, con el buey;
que acerquen al Corderito
que ha de ser el Agnus Dei. (2v)


LA CANCIÓN DEL TAMBORILERO

1. El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió;
los pastorcillos quieren ver a su Rey,
le traen regalos en su humilde zurrón,
al Redentor, al Redentor.
Ha nacido en un portal de Belén
el Niño Dios!

2. Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, Señor,
mas Tú ya sabes que soy pobre también
y no poseo más que un viejo tambor,
viejo tambor, viejo tambor.
En tu honor frente al portal tocaré
con mi tambor!

3. El camino que lleva a Belén
yo voy marcando con mi viejo tambor,
nada mejor hay que te pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor,
al Redentor, al Redentor.
Cuando Dios me vio tocando ante Él,
me sonrió!


LA VIRGEN VA CAMINANDO

1. La Virgen se está peinando
entre cortina y cortina,
los cabellos son de oro,
el peine de plata fina.

PERO MIRA COMO BEBEN LOS PECES EN EL RÍO,
PERO MIRA COMO BEBEN POR VER A DIOS NACIDO,
BEBEN Y BEBEN Y VUELVEN A BEBER
LOS PECES EN EL RÍO POR VER A DIOS NACER.

2. La Virgen está lavando
y se descuelga el lucero,
los pajarillos cantando,
el romero florecido.

3. La Virgen va caminando,
va caminando solita,
y va llevando al portal
al Niño de la manita.




¿Qué diferencia hay entre “felices fiestas” y “feliz Navidad”?
Redacción ACI Prensa





Mons. Héctor Aguer, Arzobispo Emérito de La Plata en Argentina, advirtió que la celebración de la Navidad “no puede ser tragada por ‘las fiestas’ en general”, pues los cristianos “festejamos el acontecimiento más grande de toda la historia humana”.

En su reflexión semanal “Claves para un Mundo Mejor”, difundida este sábado por CANAL 9, Mons. Aguer lamentó que “mucha gente dice ‘felices fiestas’ y seguro celebran la Navidad, el 24 a la noche brindan, y quizá hasta hacen una festichola”, como se conoce a las celebraciones en el hogar en Argentina.

“¿Pero saben por qué lo hacen? ¿Saben qué festejamos? Ahí está la cuestión”, señaló.

“Nosotros festejamos el acontecimiento más grande de toda la historia humana: el Nacimiento de Jesús, Hijo de Dios hecho Hombre, que ha venido para nuestra salvación”, subrayó.


El Prelado argentino destacó que “en realidad, si uno lo piensa bien, sería más impresionante festejar la Encarnación, el 25 de marzo, que es el momento en que por el anuncio del ángel el Espíritu Santo desciende sobre la Virgen María, y de un óvulo de la Virgen María se forma el cuerpo de Cristo que comienza a desarrollarse en su seno”.

“La segunda persona de la Trinidad se hace ‘carne’, se hace hombre, en el seno de María y cumple allí su ciclo de 9 meses. O sea es un embrión, es un feto y luego es un niño por nacer y es un niño que nace virginalmente en un parto misteriosamente virginal, realizado, como dice San Ignacio de Antioquía, en el silencio de Dios, en el silencio de esa noche santa Jesús está en los brazos de María y de José y es puesto en un pesebre”.

Mons. Aguer destacó que en la Navidad celebramos “la adoración de ese Niño que es Nuestro Salvador”.

“En esta Noche Santa del 24 al 25 lo que corresponde es caer de bruces delante del Pesebre para adorar al Niño Jesús”, indicó, y subrayó que “el Pesebre es el signo católico por excelencia de la Navidad”.

“¿Y ese barbudo que viene aquí, transpirando, vestido de colorado, con renos y todo eso, que viene de otra geografía? ¡Papa Noel! No, eso no tiene nada que ver con nuestra Navidad sudamericana, calurosa y católica”.


Más adelante, el Arzobispo Emérito de La Plata explicó que “la Navidad no es sólo el 24 y el 25, porque el 1° de enero es la Fiesta de Santa María Madre de Dios, cuando nos dedicamos a contemplar la maternidad divina y virginal de María, que es también una maternidad espiritual respecto de todos nosotros pues Cristo quiso que Ella fuera nuestra Madre en el orden de la gracia”.

“Luego, el 6 de enero celebramos la Epifanía del Señor, la manifestación a los Magos, pues así como Jesús se manifestó a los pastores judíos que estaban en la región, en el momento de su nacimiento, así también la inspiración de Dios hizo que unos Magos de Oriente, paganos, que no pertenecían al pueblo judío, comprendieran que había nacido el Rey y ellos fueron a reconocerlo y adorar al Rey, fueron los primeros paganos que reconocieron a Cristo como Rey y Redentor”.

Por esto, precisó, “las fiestas son, entonces, la Navidad, la Solemnidad de la Madre de Dios y la Epifanía del Señor el 6 de enero”.



9 recomendaciones de la Iglesia para vivir la Navidad
POR MARÍA XIMENA RONDÓN | ACI Prensa





La Navidad es la Solemnidad del nacimiento de Jesucristo, Dios hecho hombre para salvar a la humanidad. Para vivirla correctamente y profundizar en su significado, la Iglesia Católica ha elaborado una serie de recomendaciones.

Estas se encuentran en el Capítulo IV del Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, elaborado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano, publicado en 2002.

Las recomendaciones son las siguientes:

1.- Profundizar en el don otorgado por Dios

La Santa Sede exhortó a profundizar que la Navidad es un “don que es expresión del amor infinito de Dios que ‘tanto amó al mundo que nos ha dado a su Hijo único’”.

Por ello, se debe valorar la “solidaridad con el hombre pecador, por el cual, en Jesús, Dios se ha hecho hombre” y que “el Hijo de Dios ‘siendo rico se ha hecho pobre’ para enriquecernos ‘por medio de su pobreza’”.

2.- Reflexionar sobre el valor de la vida

En Navidad se destaca “el valor sagrado de la vida” y “el acontecimiento maravilloso que se realiza en el parto de toda mujer, porque mediante el parto de María” nació el Salvador del mundo.


3.- Celebrar con sencillez

En el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia, el Vaticano recomienda vivir esta celebración en un “clima de sencillez, y de pobreza, de humildad y de confianza en Dios, que envuelve los acontecimientos del nacimiento del niño Jesús”.

Indicaron que es importante profundizar en el valor religioso de la Navidad para que esta “no se convierta en terreno abonado para el consumismo ni para la infiltración del neopaganismo”.

4.- Cantar villancicos

En el texto, la Santa Sede subrayó que los villancicos son “instrumentos muy poderosos para transmitir el mensaje de alegría y paz de Navidad” y por ello recomiendan cantarlos en Nochebuena.


5.- Leer en familia el relato del nacimiento de Jesús

El documento vaticano indicó que Nochebuena es “una ocasión de oración de toda la familia” y recomienda leer “la narración del nacimiento de Jesús según San Lucas”.

También exhorta a entonar “los cantos típicos de la Navidad y se eleven las súplicas y las alabanzas, sobre todo las de los niños, protagonistas de este encuentro familiar”.

6.- Rezar ante el árbol de Navidad

La Santa Sede invitó a que las familias recen entorno al árbol de Navidad porque “independientemente de su origen histórico” es “hoy un signo fuertemente evocador, bastante extendido en los ambientes cristianos; evoca tanto el árbol de la vida, plantado en el jardín del Edén, como el árbol de la cruz, y adquiere así un significado cristológico”.

“Cristo es el verdadero árbol de la vida, nacido de nuestro linaje, de la tierra virgen Santa María, árbol siempre verde, fecundo en frutos”, precisó.


7.- Dar regalos a los pobres

En el documento, la Iglesia Católica indicó que “entre los regalos colocados bajo el árbol de Navidad no deberían faltar los regalos para los pobres: ellos forman parte de toda familia cristiana”.

8.- Compartir juntos la cena de Navidad

Otro gesto que sugirió el Vaticano es realizar una cena de Navidad porque en ella “se manifiestan con toda su fuerza la firmeza y la alegría de los vínculos familiares”.

“La familia cristiana que todos los días, según la tradición, bendice la mesa y da gracias al Señor por el don de los alimentos, realizará este gesto con mayor intensidad y atención en la cena de Navidad”, aseguran.

9.- Asistir a Misa

La Santa Sede invitó a los fieles a asistir a la Misa de Nochebuena porque esta “tiene un gran sentido litúrgico y goza del aprecio popular”.

Destacó que al inicio de la Eucaristía se entona “el canto del anuncio del nacimiento del Señor, con la fórmula del Martirologio Romano”, en el momento de “la presentación de los dones para el ofertorio siempre habrá un recuerdo concreto de los pobres” y la “oración de los fieles deberá asumir un carácter verdaderamente universal, incluso, donde sea oportuno, con el empleo de varios idiomas como un signo”.

“Al final de la celebración podrá tener lugar el beso de la imagen del Niño Jesús por parte de los fieles, y la colocación de la misma en el nacimiento que se haya puesto en la iglesia o en algún lugar cercano”, indica el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia.




¿Cómo hacer feliz a tu prójimo en esta Navidad?
Navidad es una gran oportunidad que tenemos para hacer el mundo mejor y prepararnos para la llegada de Jesús


Por: Lorena Garza | Fuente: Catoliscopio.com 




¡Hola! Es un gusto saludarte hoy. !uiero compartirte algunos consejos en los que puedes alegrar a las personas que te rodean y haciendo eso, alegrar también tu corazón.

Navidad no es la única temporada donde estamos llamados a compartir y a generar alegría, pero es una oportunidad que tenemos para hacer el mundo mejor y donde podemos prepararnos con tiempo para la llegada de Jesús, al mundo y a nuestros corazones.

1 Clóset callejero.
Ten la iniciativa de colocar en la calle una chamarra colgada de un gancho para que alguna persona que la necesite se cubra del frío, recuerda poner un cartel con la frase que tu prefieras, para que también invites a más personas a poner chamarras o ropa para apoyar, sólo es cuestión de empezar.


2. Posada

¿Apoco no estaría increíble reanudar las tradicionales posadas? Ahora la posada es más similar a una fiesta en lugar de un recuerdo de la Sagrada Familia buscando donde hospedarse. Recuerda que el rosario, la piñata, y los cantos son parte escencial de ella. Pueden turnarse tú y tus vecinos para que sea un día en cada casa.

3. Detente para ayudar

A tu alrededor siempre habrá alguein que necesite ayuda, estate atento a quien te rodea, no te vayas muy lejos, que puedes empezar desde casa.

4. Nacimiento en un parque

Reutilizando materiales de cartón y paja puedes armar un nacimiento junto con tus amigos y juntos llevarlo al parque del vecindario, seguro alegrará a mas de uno, y todos los días te recordará el verdadero motivo de la Navidad.


5. Pastorela

Aunque en las parroquias es algo muy común, hay mucha gente que va a misa pero no está activa en ningún grupo, puedes organizar la pastorela con los niños del vecindario o invitar a la parroquia a llevar la pastorela -representación teatral en la que se escenifica el nacimiento del Niño Jesús.- a las calles. Recuerda que el llamado del Papa Francisco es salir y llevar a Jesús a los corazones que aún no se acercan.

6. Dona Sangre

No es el único momento para hacerlo, pero probablemente por ser vacaciones haya baja en la donación de sangre. Si cumples con los requisitos, ve al hospital más cercano y comparte tu sangre para alguien que seguro está luchando por su vida, será un maravilloso regalo.

Ojalá puedas poner en práctica más de uno, estamos seguros que tu corazón de ensanchará de alegría.




¿Cómo reaccionarías si en esta Navidad recibieras esta Carta del Niño Jesús?
Redacción ACI Prensa




La Navidad está próxima y con ella los regalos, la cena navideña, las actividades en la parroquia, los viajes, etc. Toda una serie de actividades que podrían hacer olvidar al verdadero agasajado. Por eso, te compartimos esta historia sobre el verdadero sentido de la Navidad titulada “Carta de Jesús”. 

Querido Amigo:  

Hola, te amo mucho. Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en que festejan mi nacimiento. 

El año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor y me da la impresión que este año ocurrirá lo mismo. A fin de cuentas llevan meses haciendo compras para la ocasión y casi todos los días han salido anuncios y avisos sobre lo poco que falta para que llegue. 

La verdad es que se pasan de la raya, pero es agradable saber que por lo menos un día del año, piensan en mí. Ha transcurrido ya mucho tiempo cuando comprendían y agradecían de corazón lo mucho que hice por toda la humanidad. 

Pero hoy en día, da la impresión de que la mayoría de la gente apenas sabe por qué motivo se celebra mi cumpleaños.

Por otra parte, me gusta que la gente se reúna y lo pase bien y me alegra sobre todo que los niños se diviertan tanto; pero aún así, creo que la mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No te parece?


Como lo que sucedió, por ejemplo, el año pasado. Al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta, pero ¿puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el invitado de honor! ¡Pues se olvidaron por completo de mí!

Resulta que habían estado preparándose para las fiestas durante dos meses y cuando llegó el gran día me dejaron al margen. Ya me ha pasado tantísimas veces que lo cierto es que no me sorprendió.

Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en mi rincón. ¿Te imaginas que nadie advirtió siquiera mi presencia? Ni se dieron cuenta de que yo estaba allí.

Estaban todos bebiendo, riendo y pasándolo en grande, cuando de pronto se presentó un hombre gordo, vestido de rojo y barba blanca postiza, gritando: "¡jo, jo, jo!".

Parecía que había bebido más de la cuenta, pero se las arregló para avanzar a tropezones entre los presentes, mientras todos los felicitaban.

Cuando se sentó en un gran sillón, todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y diciendo: “¡Santa Claus!” Cómo si él hubiese sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en su honor.

Aguanté aquella "fiesta" hasta donde pude, pero al final tuve que irme. Caminando por la calle me sentí solitario y triste. Lo que más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente el día de mi cumpleaños es que en vez de hacerme regalos, se obsequian cosas unos a otros y, para colmo, casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta.

Te voy a hacer una pregunta. ¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieron celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? ¡Pues es lo que me pasa a mí cada año!

Una vez alguien me dijo: "Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿Cómo es que te vamos a hacer regalos?". Ya te imaginarás lo que le respondí.

Yo siempre he dicho: "pues regala comida y ropa a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten. Ve a visitar a los huérfanos, enfermos y a los que estén en prisión. Todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente" (Mateo 25,34-40).


Muchas personas en esta época en vez de pensar en regalar, hacen bazares o ventas de garaje, donde venden hasta lo que ni te imaginas con el fin de recaudar hasta el último centavo para sus nuevas compras de Navidad.

Y pensar todo el bien y felicidad que podrían llevar a las colonias marginadas, a los orfanatorios, asilos, penales o familiares de los presos.

Lamentablemente, cada año que pasa es peor. Llega mi cumpleaños y sólo piensan en las compras, en las fiestas y en las vacaciones y yo no pinto para nada en todo esto. Además cada año los regalos de Navidad, pinos y adornos son más sofisticados y más caros, se gastan verdaderas fortunas tratando con esto de impresionar a sus amistades.

Esto sucede inclusive en los templos. Y pensar que yo nací en un pesebre, rodeado de animales porque no había más.

Me agradaría muchísimo más nacer todos los días en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar ahí para ayudarles cada día en todas sus dificultades, para que puedan palpar el gran amor que siento por todos; porque no sé si lo sepas, pero hace más de 2 mil años entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te tengo.

Por eso lo que pido es que me dejes entrar en tu corazón. Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me has dejado. "Mira yo estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos". Confía en mí, abandónate en mí. Este será el mejor regalo que me puedas dar. Gracias

Tu amigo,

Jesús.



¡Celebremos auténticamente la Navidad!
Durante estas festividades, ¿estamos dispuestos a compartir sinceramente?


Por: Lcdo. Víctor Cárdenas Negrete | Fuente: Revista Vive! 




Desde siempre he tenido en mente los días previos a la Navidad, se podría decir que en casa de mis padres existía todo un ritual: debíamos primero guardar la imagen de Cristo Rey que se exhibía en la ventana de nuestra casa junto a las banderas de la ciudad y del Ecuador. Luego empezábamos a desempolvar todos los cartones con los arreglos navideños, con el árbol y las luces incluidas. Entretanto mis hermanos y yo nos disponíamos a pasar un fin de semana en familia con este “proyecto” liderado por mi papá a cargo del árbol de Navidad y mi mamá del Nacimiento. Era realmente un tiempo pedagógico, desarrollábamos habilidades de paciencia, organización, colaboración y apreciación estética por decirlo menos… porque debía quedar hermosa la escena de Belén.

Un tiempo para guardar en el corazón
¿Qué es lo que más recuerdo y aprecio de esas épocas? Pues indudablemente estar junto a mi padre, imitando sus movimientos y esmeros por enderezar el árbol y reemplazar cada foquito quemado o flojo de la guirnalda de luces. Realmente eran horas de trabajo, con mucho polvo y calor incluido, pero estábamos felices en familia, con nuestros hermanos y a veces hasta con los vecinos. Lo mismo pasaba con mamá y su compra del musgo para el nacimiento (que hoy lo considerarían antiecológico). Cómo penetraba por la nariz ese olor de humedad que anunciaba que llegaban las fiestas de Navidad, que coincidía con las primeras lluvias y los primeros brotes de los guayacanes.

No había espacio para la discordia, a lo sumo opiniones diversas sobre el lugar donde armaríamos el árbol, que se difuminaban en la alegría al comprar un nuevo juego de luces, ¡todo era tan sencillo! Días después se pensaba en la cena navideña, en cómo presentar al Niño en la Misa de Gallo y qué regalo recibiríamos de la carta al Niño Dios.

¿Y el espíritu navideño?
Nada más distante a lo que vemos, escuchamos y sentimos hoy en las proximidades de las fiestas. No es solo que ya nadie habla de Cristo Rey, sino que hasta tenemos que soportar los monstruos y fantasmas de Halloween, en medio de un sincretismo comercial-religioso que anticipa la decoración navideña y confunde especialmente a los niños que ya no alcanzan a distinguir su significado.

Este escenario se complica cuando las ofertas de Black Friday invaden los medios de comunicación y no permiten apreciar el verdadero carácter de esta celebración religiosa. No podemos darnos el lujo de desperdiciar un tiempo tan hermoso para hablar, abrazar, cantar y sonreír junto a nuestra familia. No nos inundemos de cintas de colores y papel de regalo, que acaban en la basura o de juguetes tan diversos y costosos, que a la semana termina novedad.


De la misma manera echamos nuestros sentimientos y vivencias familiares, al tacho de basura. No recordamos el regalo de amor que nos hace Jesús (sin entrar en detalles teológicos), basta con comprobar la paz y el amor que se respira en los hogares cuando viven de corazón la Navidad. Este es un tiempo de preguntarnos si lo estamos aprovechando o no, no por falsa piedad ni folclor, sino por nuestra familia y la oportunidad de amarnos nuevamente en la sencillez del Niño que se nos regala.





Regalos para los hijos



Muchas veces observamos con preocupación cómo se pierde el sentido de estas fiestas, y se comienzan a convertir en una época en la que sólo importa lo material.

Nuestros hijos pueden verse envueltos en este fenómeno: la emoción de abrir un regalo tras otro puede convertirse en una adicción y comienzan a sentir que nunca es suficiente. Es por esto que debemos tener muy en cuenta algunas maneras de hacerlos pausar y tomar conciencia de lo que verdaderamente importa.

En primer lugar debemos conversar con los abuelos y familiares para que las fiestas no se conviertan en una competencia de regalos. Debemos entender que ellos quieren ver la cara de alegría de los niños al abrir sus regalos, pero en ningún momento estos regalos deben ser desproporcionados o ser un obstáculo en la buena educación de nuestros hijos. Debemos orientarlos en las reglas del hogar, en lo que a nuestros hijos les gusta, y en lo que necesitan, para que los regalos se ajusten lo más posible a su realidad.

También debemos esmerarnos en enseñar a nuestros hijos que los regalos son algo que sale del corazón, y que le demuestran a una persona que pensamos en ella. Es importante que participen en los regalos que les hacemos a amigos, parientes o maestros. Podemos hornear con ellos algunas galletas de Navidad y darlas de regalo, o hacer unas tarjetas con mensajes personalizados para los abuelos. De esta manera nuestros hijos entenderán que la importancia del regalo no está en su valor material, sino el amor y el cariño con el que lo regalamos.

Al comprarles sus regalos podemos seguir estas cuatro reglas:

1. Algo que desean: siempre es bonito mantener la ilusión de los niños de recibir en Navidad algo que realmente desean. Cuando nos concentramos en una cosa, los hacemos pensar en aquello que verdaderamente quieren en vez de nombrar muchas cosas que les gustaría tener.

2. Algo que necesiten: puede ser unas nuevas zapatillas de fútbol pues ya las que tienen no le quedan, o una nueva mochila para la escuela. Recibir en Navidad algo que necesitan le da valor a las cosas que tienen y quitan la costumbre de pensar que todo lo que necesiten hay que comprárselos en el momento.

3. Algo para usar: los niños siempre necesitan algo del armario. Aunque a algunos no les haga gracia el hecho de recibir ropa, pues hay que esmerarse en conseguir algo que les haga ilusión y que comprendan que estos regalos también suponen esfuerzo.

4. Algo para leer: es una linda costumbre que nuestros hijos reciban un libro cada Navidad. Un libro es un excelente regalo pues les abre la mente, fomenta su creatividad y genera el hábito de la lectura frecuente. Hay que hacer el esfuerzo de conseguir algún libro que a nuestros pequeños les guste y les ilusione recibir en Navidad.

Finalmente debemos esmerarnos en fomentar en nuestros hijos el agradecimiento. Hay muchos niños que ni siquiera en Navidad reciben un regalo. Debemos hacerles entender que son privilegiados y que un manera de agradecer es dar. Es por esto que es bueno que en esta época participemos en familia en alguna actividad de caridad, para que experimenten en primera persona que la mayor alegría de la vida no se encuentra en recibir, sino en dar.




¿Qué esperamos en la Navidad?
El sentido verdadero y profundo de la celebración navideña.


Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Gustavo Daniel D´Apice 




Más que una simple reunión familiar, que en estos tiempos ya es mucho, san Bernardo dice que podemos distinguir Tres Venidas del Salvador: la histórica de Belén, la última al final de los tiempos, y la intermedia entre estas dos.

Una es la histórica, cuando apareció pobre y humilde en Belén, habiendo comenzado ya el misterio de la Encarnación, naciendo junto a María y a José, sus padres virginales, entre los animales y su cálido aliento (el burrito y el buey de Is. 1,3), y siendo visitado para adorar primero por los pastores, representantes del pueblo elegido, y luego por los magos de oriente, en quienes estamos simbolizados todos los que no pertenecemos al antiguo pueblo de Israel, asociándose en el Anuncio Gozoso los ángeles del cielo de Lucas 2, 13-15 y los elementos de la naturaleza (la estrella que guió a los magos astrólogos de Mateo 2,10).

Ésta es la época en que recorrió los polvorientos caminos de Palestina: Nazareth, Galilea, Jerusalén, anunciando la Buena Noticia del Evangelio y realizando portentos y milagros. Cuando fue injustamente juzgado y condenado. Burlado, crucificado, muerto y sepultado. Pero resucitando glorioso, inmortal, incorruptible, repleto de luz, con un cuerpo de suma claridad, ágil, y sutil, al Tercer Día.

La Última Venida es la que llamamos “la Segunda Venida Gloriosa”. Es también lo que se llama “el fin del mundo” o el “Juicio Final”, que lejos de ser catastrófico, será un día de dicha sin fin, en que los muertos resucitarán incorruptibles y el universo será transformado e inmortalizado, gozándonos en la contemplación de Dios y en la compañía de unos con otros, donde no existirá ya el llanto ni el dolor, y donde no habrá ninguna maldición. No existirá la noche, porque el Señor Dios será la Luz Eterna, tal como se dice en los últimos capítulos del Apocalipsis, principalmente desde el número 21, donde se narran los “Cielos nuevos y la tierra nueva”: El mundo creado bueno en un principio, no está destinado al fracaso y a la destrucción, sino a ser inmortalizado desde dentro, y renovado con una claridad superior e incorruptible. Jesús aparecerá glorioso así como ahora está, resucitado con su propio cuerpo y lleno de “Poder y Majestad”, en su postrera y definitiva manifestación, llamada también “Parusía”, es decir, Venida Final.

Entre estas Dos Venidas, está la Venida Intermedia. Ésta todos la podemos percibir (no sólo los “elegidos”), y es cuando Jesús nos visita para darnos algún consuelo, cuando nos da una sensación intensa de felicidad interior, o de seguridad, o de ternura inefable, o de dicha no por las cosas terrenas solamente, sino por un consuelo celestial. Principalmente, sí, la perciben sus amigos íntimos, esos que le abren la puerta cuando Él golpea, y cenan con Él, según el Apocalipsis 3,20. De éstos tenemos que tratar de ser. Esta Visita se percibe cuando se quiere cumplir su Voluntad, lejos de la corrupción y de la coima, de la deshonestidad y de la lujuria, del robo y de la mentira. Se está cerca de experimentarla cuando se transita el camino de las virtudes.





María acompañó fielmente la Primera Venida histórica, desde el fiel consentimiento cuando le dijo que “-Sí” al Ángel que le anunciaba que sería la Madre de Dios (en la “Anunciación”), hasta ofrecerlo al Padre en el Altar de la Cruz, donde de pie y sin desesperarse, aunque con un dolor afligido, entregó a su Hijo para la salvación de todos.

También la Virgen vendrá con Jesús en la Segunda Venida Gloriosa al final de los tiempos, ya que es la única de la que podemos asegurar con plena fe que está glorificada corporalmente con Jesús. Así estaremos nosotros, y lejos de ser una contemplación estática y aburrida, también el cuerpo gozará de las alegrías del Cielo.

Y en la Visita Intermedia, que continúa la Primera Venida en la pobreza humilde de Belén y prepara la Majestad de la Segunda, también está presente la Madre, ya que con la fuerza irresistible de su intercesión nos procura la unión con Jesús, fuente y cumbre de nuestra única, auténtica y verdadera felicidad.

Para gozar de una Verdadera Navidad con las Tres Venidas de Jesús, el camino es permanecer unidos a María, y, por qué no, también a José, su padre virginal, semejante a María en todo.

Ellos nos transportarán a la dulzura inenarrable de Belén, nos prepararán con una esperanza gozosa e inclaudicable para la Majestad de la Segunda Venida, y nos proporcionarán la experiencia espiritual de la Visita Intermedia entre las dos, esa que nos transforma y nos cambia a semejanza del Modelo Divino que es Jesús.



7 medios espirituales prepararse y recibir a Cristo en Navidad.
Son gestos que nos permiten recibir a Jesús, no solo en la víspera de Navidad


Por: P. Mons. Florian Kolfhaus | Fuente: CNA Deutsche // ACI Prensa 




El sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus, compartió siete medios espirituales prepararse y recibir a Cristo en Navidad.

1. Empezar la jornada con Dios
Levantarse unos 10 minutos antes de lo habitual permite tener un tiempo para Dios y empezar bien la jornada. Una oración personal, una breve lectura de las Escrituras, el rezo del Rosario, entre otros, pueden ayudar.

2. Ayunar en Adviento  
Si bien las cuatro semanas previas a la Navidad tienen un carácter “más alegre” se debe esperar hasta el cumpleaños de Jesús para celebrar en la cena navideña.

Este sacrificio, además de tener un valor espiritual, genera más gusto y expectativa por la Navidad.

3. Un tiempo de silencio
El sacerdote sugiere tener una hora de silencio todos los días de Adviento. Sin radio, teléfono, televisión, ni música de fondo, sino utilizar el tiempo para momentos de oración y reflexión. 

Si se siente inquietud o preocupación, hay que dejar que el Mesías entre en el corazón. La paz externa y silencio interior limpia casi automáticamente el alma.

4. Obsequiar desde el corazón
“¿Por qué no dar una alegría a alguien por cada día de Adviento?”, se pregunta el P. Kolfhaus. 

Todos los días se puede obsequiar un pequeño regalo, carta o imagen. Pero es bueno tener un plan previo: obsequiar quizás una fotografía en blanco y negro a un familiar, juguetes de mis hijos para un sobrino, las chaquetas de invierno para un hogar de niños huérfanos o hacer galletas para una casa de ancianos.

5. Visitar a Jesús
La Navidad no es de “Santa Claus”, sino del pequeño niño en el pesebre. Es el Hijo de Dios quien alimenta verdaderamente, tan pequeño y, que sin pretensiones, está presente en todos los tabernáculos.

“La Navidad es la celebración del ‘pan vivo’ que ha llegado del cielo como nuestro alimento. Belén significa ‘casa del pan’”, explica el P. Kolfhaus.


Todos los días se puede visitar la iglesia aunque sea solo unos minutos. También, asistir a Misa es una forma de devoción.

6. Confesarse
Jesús nace en un establo, en pobreza y modestia, lejos del bullicio de los albergues. En ese lugar San José removió las telarañas y la suciedad y Nuestra Señora preparó un buen lugar para el recién nacido. 

Como la Virgen María y San José que tenían un corazón lleno de amor puro, los católicos deben confesarse para tener una buena Navidad. La paja vieja o podrida debe ser barrida del corazón. Otras veces limpiar el polvo es suficiente, pero Jesús siempre quiere encontrar una morada donde pueda reposar.

7. Devoción a María
“Es menester dirigirnos a nuestra Madre, a quien le pedimos su intercesión en nuestras necesidades, para darle gracias por su 'sí' en Nazareth, por el cuidado y la crianza de Jesús, por su ayuda maternal a Él y a nosotros, por su lealtad en la Cruz”.

Desde el obsequio de flores, el rezo del Rosario, oraciones especiales, una pequeña peregrinación a una iglesia, renunciar a malos hábitos u ofrecer nuestro trabajo por más difícil que sea, son gestos que nos permiten recibir a Jesús, no solo en la víspera de Navidad.

El sacerdote sugirió orar por la maternidad de todas las mujeres que esperan o han perdido un hijo en esos días.




Los orígenes de la celebración de la Navidad
Es bastante difundida la versión de que ese día se celebraba en Roma la victoria de la luz sobre la oscuridad


Por: Francisco Vaaro | Fuente: www.primeroscristianos.com 




Los cristianos de la primera generación, es decir, aquellos que escucharon directamente la predicación de los Apóstoles, conocían bien y meditaban con frecuencia la vida de Jesús. Especialmente los momentos decisivos: su pasión, muerte redentora y resurrección gloriosa.

También recordaban sus milagros, sus parábolas y muchos detalles de su predicación. Era lo que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante su vida pública, que habían sido testigos directos de todos aquellos acontecimientos.

Acerca de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los conservaba en su corazón

Cuando se escriben los evangelios sólo se deja constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús. Desde perspectivas diferentes, Mateo y Lucas recuerdan los mismos hechos esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada con  José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después fueron a vivir a Nazaret.

Mateo subraya que Jesús es el Mesías descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.

Por su parte,  Lucas, centrándose en la Virgen -que representa también a la humanidad fiel a Dios-, enseña que el Niño que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres.

En el siglo II el deseo de saber más sobre el nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago, según otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.

En las primeras generaciones de cristianos la fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo había resucitado: en los días centrales de la celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.

Sin embargo, posiblemente no conocían con la misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.


¿Por qué se celebra el 25 de diciembre?
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221. La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae ("el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea"). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.



Reportar anuncios inapropiados | 

Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por ese día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.

Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como "sol de justicia" (Ma 4,2) y "luz del mundo" (Jn 1,4ss.).

Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieran adaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.

Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte. En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que "nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió" (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33). En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.

La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí.

Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán.

El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz.

Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento. "Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo" (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).

La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano: por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.



6 regalos espirituales que todos podemos pedirle a Dios esta Navidad
Reservemos un momento de oración para pedirle a Dios estos seis regalos espirituales


Por: Nory Camargo | Fuente: Catholic-link.com 




Todos sabemos que los regalos indudablemente hacen parte de esta época navideña. Empezamos a pensar qué regalarle a nuestros amigos o familiares, realizamos dolorosas caminatas por los centros comerciales y aguantamos filas eternas para pagar y empacar regalos.

Recuerdo que cuando era pequeña le escuché decir a mis padres que a ellos nos les importaba no recibir nada, ningún regalo. Que lo importante era tener a la familia reunida, gozar de buena salud y contar con la dicha de compartir con los que más queríamos. Lo que decían me parecía inconcebible, absurdo y doloroso. ¿Cómo alguien podía decir semejante cosa? Como diría mi abuelo, «semejante barbaridad».

¿De qué se trataba entonces la Navidad si no era de regalos? La angustia por ese comentario fue tal, que lloré a escondidas (solo un poquito), al pensar que un día ninguno de los regalos que estaría debajo del árbol, llevaría mi nombre. Pero entonces pasaron los años y comprendí que mis padres tenían razón. Las experiencias de la vida me enseñaron que los regalos materiales no se comparan con los regalos espirituales, o más bien, con aquellos que no son tangibles, los que no puede comprar ni el hombre más multimillonario del planeta.

Estos son algunos regalos que el dinero no compra, y que todos deberíamos pedir esta y todas las Navidades que Dios nos conceda:

1. Amor
¿Amor? ¡Ay Nory pero que cursi eres! Resulta que últimamente he pensado mucho en esa frase que dice «Dios es amor». Hace unos años no la entendía muy bien, me parecía un argumento pobre o una respuesta floja que la gente daba cuando no sabía qué más responder. Pero lo que sucede es que he comprobado, que efectivamente el amor lo transforma todo.

Es increíble ser testigo de lo que puede llegar a hacer el amor, cuando amamos a otros y nos dejamos amar ¡cómo nos cambia la vida! Pidámosle esta Navidad a Dios, que nos regale amor, toneladas de amor. Amor propio, amor en nuestra familia, amor para nuestros hijos, amor por nuestra pareja y también, para los que nos hacen la vida un poco difícil.

2. Alegría
Qué pereza estar con alguien que no tira ni media sonrisa, que se vive quejando de todo o que para rematar, lo único que hace es estar de mal genio. Es cierto que la vida nos da golpes duros y que no todo puede ser felicidad. Per no dejemos que los problemas o los obstáculos nos arrebaten la alegría.

Irradiarla nos permite construir hermosos recuerdos con los demás, nos permite también contigiarla y permitirle saber a los que nos rodean, que vale la pena esforzarse por no dejársela quitar. Si la hemos perdido, pidámosle a Dios la gracia de tenerla de vuelta, y si nos caracterizamos por ser personas alegres, que el don se nos multiplique por 100.

3. Esperanza
Este sí que podría llegar a ser un regalazo. Porque nos hace falta y por montones, la esperanza nos permite ser como esa vela caprichosa del pastel a la que soplan, y tras unos breves segundos, se vuelve a prender. Nos permite ver la vida con ilusión y optimismo, aunque el panorama sea desalentador y oscuro. «Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano» (Martin Luther King).

4. Fe
Creo que la fe, aunque muchas veces flaquee, está dentro todos los seres humanos. Sin importar la religión. La fe es esa fuerza sobrenatural a la que nos aferramos cuando todo parece ir en contra. Brota desde lo más profundo de nuestro ser sin que podamos controlarla o detenerla, y ha sido plantada como una pequeña semilla en el corazón de todos, desde el vientre materno.

La fe es íntima amiga de la esperanza y es la que nos permite esperar, esperar en el amor de Dios. Es la que nos hace desear que las cosas salgan bien. Pidámosle a Dios que nunca se nos agote la fe, sin importar el dolor o lo terrible que puedan llegar a ser las circunstancias.

5. Caridad
Este regalo puede cambiarnos la vida. La caridad va de la mano con el servicio y la entrega desinteresada hacia los demás. En ocasiones se tiende a pensar que la caridad está únicamente relacionada con las personas necesitadas, pero resulta que la pobreza no solamente puede ser material, sino espiritual.

Me atrevería a decir que los niveles de pobreza espiritual superan los de la material. La caridad no debería estar disfrazada de superficialidad, debe surgir del corazón de forma genuina. Pidámosle a Dios que esta Navidad, nos otorgue el regalo de la caridad.

«La fe, la esperanza y la caridad son como tres estrellas que se encienden en el cielo de nuestra vida espiritual para guiarnos hacia Dios. Son las virtudes «teologales» por excelencia: nos ponen en comunión con Dios y nos conducen a Él». (San Juan Pablo II)

6. Perdón
Este si que nos cuesta. Tal vez llevamos años lastimados, guardando rencor, arañando recuerdos que nos hieren el alma. El perdón es uno de los regalos más maravillosos que podemos experimentar, perdonarnos a nosotros mismos, aceptar el perdón de otros y tener la valentía de perdonar al que nos ha causado tanto dolor, es un acto divino de misericordia. Que además nos quita un peso enorme de encima, nos deja livianos, nos permite respirar profundo y elimina ese horrible sentimiento que nos oscurece de a poco. Pidámosle a Dios el regalo del perdón, para esta Navidad.

Los regalos espirituales que podemos pedirle esta Navidad a Dios, pueden llegar a convertirse en una enorme lista, incluso más grande que la de los regalos que esperamos debajo del árbol. Cada uno sabe qué necesita más en esta época.



Y aunque los regalos físicos forman parte de la tradición, nos hacen sentir queridos y especiales, y nos permiten demostrarle de cierto modo a nuestros familiares cuánto los amamos. Reservemos un momento de oración para pedirle a Dios estos seis regalos espirituales, que sin duda nos serán otorgados si los pedimos con la firme convicción, de que con ellos seremos mejores hijos de Dios.



¿Es correcto decir "felices fiestas" en esta época de Navidad?
Nuestra sociedad parece perder más y más el sentido de estas festividades


Por: P. Edgardo Rodriguez | Fuente: PadreSam.com 




Aunque todavía estamos en Adviento, el ambiente navideño se deja sentir por todas partes. La ornamentación en las calles de la ciudad, en las casas, en los centros comerciales así como las celebraciones festivas en las empresas, en los negocios y en otros lugares, nos hacen pensar que ya ha llegado la Navidad. Quizá ninguna otra época en el año despierta tantos sentimientos nobles cómo esta. La sonrisa en el rostro de los niños, el compartir con los demás, el llevar un poco de alegría a los más pobres y desamparados están a la orden del día.

Pero nuestra sociedad parece perder más y más el sentido de estas festividades. Se nos olvida incluso, que Jesucristo es el motivo principal de estas celebraciones. Por eso, un hecho que aconteció hace unos días, causó sorpresa en muchos. Se los comparto: el 1° de diciembre recién pasado, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, al iluminar el árbol de Navidad nacional en Washington D.C., hizo referencia a Jesús en el discurso que dirigió en esa ocasión, afirmando que Jesucristo es el motivo principal de las celebraciones navideñas. Se trata de una sorpresa doble, pues, en primer lugar, sabemos que el presidente del país norteamericano no goza de la simpatía de muchos, debido a sus actitudes discriminatorias, prepotentes, racistas, machistas y otras. En segundo lugar, en años anteriores, los mensajes navideños del presidente de los Estados Unidos, omitían toda referencia a Jesucristo, en concordancia con la actitud laicista de su gobierno y de otros gobiernos de la tierra. Y es que, en los últimos años, el laicismo va ganando terreno. Lo notamos por todas partes: se pretende minimizar o hasta anular toda expresión religiosa y toda referencia a Dios y a lo sagrado. Y esa corriente influye incluso en el lenguaje, pues ahora en muchos lugares las personas ya no se desean “Feliz Navidad” sino más bien, “Felices Fiestas”, pues según los que piensan así, los no cristianos pueden sentirse ofendidos o discriminados al hacer cualquier alusión a Jesucristo en los discursos oficiales, así como en las conversaciones privadas.

Tengamos cuidado de no caer nosotros también en esas actitudes. Evitemos usar el “felices fiestas” en esta temporada. Digamos más bien “Feliz Navidad”. Recordemos que el nacimiento de Jesucristo es el que le da sentido a todas estas festividades, pues Él, con su advenimiento, trajo paz, alegría y salvación a los hombres y mujeres de todos los pueblos de la tierra.

No perdamos nuestra identidad como cristianos, y tampoco nos dejemos robar la Navidad.




¿Cuándo poner y quitar el árbol de Navidad?
Vivamos bien esta Navidad, preparémonos para ella


Por: P. Samuel Bonilla | Fuente: PadreSam.com 




Hay muchas tradiciones respecto a este tema, pues una tradición que en sus inicios fue eminentemente cristiana (fue san Francisco de Asís quien puso el primer pesebre viviente, en la Navidad de 1223), se ha ido comercializando. De esto tenemos que muchos empiezan a decorar para la Navidad incluso desde septiembre. Hoy me quiero concentrar en el árbol de Navidad: ¿cuándo se debe colocar? ¿cuándo se debe quitar?

Primero, debemos notar que se llama “árbol de Navidad”, no “árbol de Adviento”, es decir que lo propio sería que éste se coloque durante dicho tiempo litúrgico (que estrictamente hablando comienza en las primeras vísperas de Navidad -24 de diciembre en la tarde- y termina con la Fiesta del Bautismo del Señor, el domingo posterior al 06 de enero).

Ahora bien, hay que aclarar que precisamente el Tiempo de Adviento (que inicia 4 semanas antes de Navidad) es una preparación para esa magna celebración. Por lo que, como sacerdote, y siguiendo la tradición cristiana, veo muy apropiado que se coloque el árbol de Navidad desde el primer domingo de Adviento, y así poco a poco irnos preparando hacia el nacimiento de Jesús. Esto en el caso que dicho árbol sea artificial, porque de ser natural, lo más probable es que no permanecería verde todo el tiempo debido.

Algunos sugieren, cosa que me parece muy adecuada -sobretodo si es un árbol natural-, que se coloque una semana antes de Navidad. De hecho, el Adviento se divide en dos grandes partes: las primeras dos semanas se enfocan en los profetas que anuncian la llegada del Mesías, mientras que del 17 de diciembre en adelante se concentra más en los personajes cercanos al nacimiento de Jesús. Por lo que una buena opción también puede ser colocarlo del 17 de diciembre en adelante.

Respecto a la fecha en la que se debe quitar el árbol de Navidad, no hay mucho que discutir, pues es claro que cuando termina el tiempo de Navidad, es el momento para quitarlo. La Navidad -como ya esbozamos arriba- comienza el 24 de diciembre en la tarde (primeras vísperas) y concluye el domingo siguiente al 06 de enero, esto es el domingo posterior a la Epifanía (dicho domingo se celebra la Fiesta del Bautismo del Señor). El lunes que sigue al domingo en el que se ha celebrado dicha Fiesta, se continúa con el Tiempo Ordinario, por lo que ya no tiene sentido tener elementos de Navidad, entre ellos, el árbol, pues cada Tiempo Litúrgico tiene sus propios elementos, colores, etc.

Debemos resaltar que esta fiesta es eminentemente cristiana, pues recordamos el acontecimiento en el cual Dios se hizo carne (lo que conocemos como Encarnación y/o Navidad), por lo que animo con ahínco a que no nos la dejemos robar, no permitamos que se comercialice, que se paganice. Es la fiesta del cumpleaños de Jesús, por lo que no tendría sentido celebrar un cumpleaños si olvidamos al cumpleañero. El centro debe ser Cristo, en la humildad de un niño.

Un detalle que también debemos recalcar es que el árbol de Navidad es sólo uno de los elementos de todo el pesebre, éste no tendría sentido si no se coloca el nacimiento (María, José, el niño Dios, los reyes Magos, la estrella, los pastores, la mula y el buey, etc), todo debe estar centrado en el evento central: el Nacimiento de Jesús; todos los elementos apuntan a ello.

En síntesis, es correcto colocar el árbol de Navidad a partir del primer Domingo de Adviento (4 semanas antes del 24 de diciembre), pero no tendría mucho sentido colocarlo antes de esa fecha. Y se quita el domingo posterior al 06 de enero.

Vivamos bien esta Navidad, preparémonos para ella. Y que el color verde del árbol nos recuerde la esperanza, nos recuerde que nos estamos preparando para la Venida de Jesús. Celebremos la Navidad, pero no la celebremos sin Jesús.







¿Qué le puedes regalar a tu amigo sacerdote esta Navidad?
POR DIEGO LÓPEZ MARINA | ACI Prensa
 Crédito: episkopat.pl





Falta cada vez menos días para la celebración de la Navidad, en la que tradicionalmente se obsequian regalos a quienes más amamos y, por qué no, a aquellos sacerdotes que participan de los momentos más significativos de la vida y brindan el mayor obsequio de todos: el Santísimo Sacramento.

Aquí algunas ideas sobre qué regalarle a un amigo sacerdote esta Navidad:

1. Invitarlos a cenar a casa

Aunque no parezca, muchos sacerdotes no son invitados a casas de familias para cenar y a veces pueden llegar a sentirse realmente solos.

Recuerde que el sacerdote es una persona involucrada en actividades agotadoras; dejan atrás a su familia, abandonan la idea de tener una propia y a la vez se comprometen a servir a Cristo y su rebaño de por vida.

Los sacerdotes deben sentirse queridos y necesitan experimentar el amor familiar de alguna manera. Por tanto, siempre es una buena idea invitarle a cenar en Navidad u otro día del año para demostrar el aprecio que se tiene a su trabajo.

2. Regalos católicos

Puede ayudar a su amigo sacerdote a conectarse más profundamente con su fe y comunidad comprándole libros, películas, objetos o música católica.

Piense en su santo favorito, si suele citar un libro en particular con frecuencia, su artista católico preferido o una película que le pueda sumar a su vida espiritual.

3. Una invitación a hacer algo divertido

También puede invitar a su amigo sacerdote a ver una película, al teatro, a ver un partido de fútbol o a un concierto a fin de estrechar los lazos de amistad y ayudarle a distraerse de sus actividades cotidianas.


4. Una giftcard o dinero

¿Su amigo sacerdote tiene un hobby como tocar algún instrumento o practicar algún deporte? ¿O quizás necesita algo con urgencia, como una prenda de vestir? Nunca está demás, si no conoce sus gustos específicos, obsequiarle una giftcard o algo de dinero para que adquiera algo que realmente necesite.

5. Orar por sus intenciones u ofrecer una Misa por él

Este es el mejor regalo que podemos dar a cualquiera esta Navidad, pero especialmente a nuestros sacerdotes que necesitan fortaleza para resistir al maligno y vivir su ministerio fielmente.




BREVES MEDITACIONES PARA ADVIENTO 2024

A continuación, se muestra una breve reflexión para cada día de Adviento. Te servirán para preparar tu pesebre espiritual para cuando nazca el Niño Jesús. Por cada pequeño sacrificio que realices durante Adviento, añade una pajita al pesebre del Niño Jesús. Cuantos más pequeños sacrificios realices, más mullidito encontrará tu pesebre el Niño Jesús cuando nazca.



Domingo 1 de diciembre
Enciende la primera de las cuatro velas de la corona de Adviento.

Reza un Avemaría para que la Virgen te ayude a preparar tu corazón para recibir a Jesús en la Sagrada Comunión en este primer domingo de Adviento.

- Virgen María, ayúdame para que pueda recibir dignamente a Jesús.


Lunes 2 de diciembre
Reza un padrenuestro para pedirle a Dios que prepares bien la venida del Niño Jesús durante este Adviento.

- Jesús, me comprometo a dedicar un rato cada día de Adviento para meditar tu venida.


Martes 3 de diciembre
Reza al menos una decena del Rosario en honor a la Virgen y dedícalo a una intención.

Virgen María, te rezo esta decena del Rosario por la intención 
 (se indica la intención)


Miércoles 4 de diciembre
Saca las figuras del Belén y todas las piezas complementarias. Haz una lista ordenada de todo lo que vas a montar. Reza un padrenuestro por aquellas personas que no creen.

- Jesús, te pido por los que no creen, para que algún día cambien.


Jueves 5 de diciembre
A menudo durante el día, entrega tu corazón al Niño Jesús y pídele que haga en él su morada.

- Querido Jesús, toma mi corazón y hazlo manso y puro.


Viernes 6 de diciembre
Mira si el tejado del establo se encuentra en buen estado, para que el Niño Jesús esté protegido de la lluvia y la nieve. Harás esto evitando cuidadosamente cualquier pecado contra la caridad.
- Jesús, enséñame a amar a mi prójimo como a mí mismo.


Sábado 7 de diciembre
Limpia las telarañas de tu pesebre espiritual. Tira de tu corazón todo deseo desordenado de ser alabado.
- Jesús mío, quiero complacerte en todo lo que haga en el día de hoy.


Domingo 8 de diciembre 
Construye una valla alrededor del pesebre de tu corazón, manteniendo una vigilancia, especialmente en la oración.

- Jesús mío, quiero verte, especialmente en los que necesitan de mí.

Enciende la segunda vela de Adviento.




Lunes 9 de diciembre - Manta Suave
Proporciona una manta suave a su cuna, superando todos los sentimientos de orgullo, ira o envidia.
- Jesús, enséñame a conocer y corregir mis mayores pecados.


Martes 10 de diciembre  - Paja

Proporciona paja a la cuna del pesebre de la siguiente forma: por cada pequeño sacrificio que vayas realizando, añade una paja al pesebre. Los niños pueden, por ejemplo, privarse de comer golosinas en algún momento , no quejarse,  prestar o regalar un juguete, obedecer, etc. Los mayores pueden, por ejemplo, hablar sólo lo necesario, realizar sus tareas de forma diligente, no fumar un día, privarse de dulces o del café, etc.)

- Querido Jesús, que sufriste tanto por mí, quiero sufrir por tu amor.


Miércoles 11  de diciembre  - Pesebre
Obtén el más cálido espacio en tu corazón, para pesebre de Jesús. Reza el rosario aunque sea una decena cada día solamente.

- María, usa mis actos de amor para preparar mi corazón al recibir a Jesús en la Sagrada Comunión.


Jueves 12 de diciembre - Pañales y Abrigo
Prepáralos para el Divino Niño, orando cada día de manera tranquila y con el corazón.

- Jesús, haz que te ame cada vez más.

Proporciona a su cuna un abrigo suave y cálido.  Evita los enojos y las discusiones. Sé amable y paciente con todos.

- Jesús, ayúdame a ser manso y humilde como tú.


Viernes 13 de diciembre - Combustible y Agua
Lleva el combustible al pesebre de Jesús. Acomoda tu voluntad a la voluntad de Dios y acepta en paz lo que no se puede cambiar.

- Jesús, que yo haga tu voluntad en todas las cosas.

Trae agua fresca y limpia para el pesebre.  Evita la mentira y habla con sinceridad.

- Querida María, obtenme la verdadera contrición de mis pecados.


Sábado 14 de diciembre  - Alimentos
Trae alimentos para el pesebre.

Prívate de algunos de los alimentos que te gustan pero que dañan tu salud.

- Jesús, sed mi fuerza y mi comida.


Domingo 15 de diciembre  - Luz
Procura que el lugar tenga suficiente luz.

Sé limpio y ordenado en tu persona y en tu hogar.

- Jesús, sed vida y luz de mi alma.

Enciende la tercera vela de Adviento



Lunes 16 de diciembre  - Calor
Trata de tener el pesebre de tu corazón cálido y acogedor. Agradece a Dios por el amor que Él nos mostró al hacerse hombre.

Sé agradecido con tus padres y familiares.
- Jesús, ¿Cómo puedo ser agradecido para contigo?


Martes 17 de diciembre  - El buey
Lleva el buey al pesebre.

Obedece y respeta a tus superiores. Lleva una disciplina adecuada y sé diligente.

- Obedeceré por tu amor, Jesús y seré disciplinado y diligente.


Miércoles 18  de diciembre  - La mula
Lleva la mula al pesebre.

Ofrece al Divino Niño todos tus trabajos y hazlo con amor.

- Jesús, acepta mi servicio de amor por aquellos que no te aman.


Jueves 19 de diciembre  - Regalos
Reúne algunos regalos para el Niño Dios y su Madre, obsequiando lo que está de más en tu vida a quienes lo necesitan.

- Ven, Jesús, acepta mis regalos y toma posesión de mi corazón.


Viernes 20 de diciembre -  Corderos
Procura traer algunos corderos, mansos y humildes de corazón. Ejercítate en la humildad y la paciencia cuando sea necesario.

- Jesús, haz mi corazón como el tuyo.


Sábado 21 de diciembre  - Pastores
Invita a los pastores para rendir homenaje a nuestro Rey. Imita su vigilancia y medita la idea de que la Navidad es importante porque Jesús nacerá de nuevo en ti.

- Jesús, enséñame a amarte sobre todas las cosas.


Domingo 22 de diciembre  - Llave
Proporciona una llave al establo, para mantener fuera a los ladrones.

Quita de tu corazón los malos pensamientos o temores por falta de fe.

- Querido Jesús, cierra mi corazón a todo lo que te pueda herir.

Enciende la cuarta vela de Adviento.

1 comentario:

  1. QUE GOZO SE SIENTE CON ESTAS BELLAS MEDITACIONES SOMOS MAS QUE BENDECIDOS POR DIOS NO HAY
    PALABRAS GRACIAS POR ESTAS PUBLICACIONES

    ResponderEliminar