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domingo, 18 de agosto de 2024

YO SOY EL PAN DE VIDA



“Yo soy el Pan de vida”


Para encontrar a Jesús, una multitud de 5000 hombres debe ir a la búsqueda por la otra orilla. Y por casualidad, las barcas estaban a allí a su disposición. “Entonces la gente tomó las barcas” e hizo la travesía. Se recuerda que el domingo último toda la multitud quiso hacerlo rey.

 

Jesús se adapta a los campesinos galileos. En el borde del pozo, habló del agua, sed y de una fuente que salta hasta la vida eterna. En este lugar desértico, les habla de los símbolos diarios: el pan y el hambre. ¿De qué tienen hambre si hoy salieran cinco mil hombres en sus búsqueda?

 

El diagnóstico de Jesús es muy sencillo: lo que esperan no es el reino de Dios ni el discernimiento de los de los signos de los que hacen o forman su fe. Buscan simplemente ventajas materiales. Pero si da o hace signos desconcertantes o exigentes, lo dejarán aparte como se verá al final del discurso del Pan de vida.

 

Lejos de estar de acuerdo con los filósofos antiguos, Jesús no pide suprimir nuestros deseos, sino al contrario, quiere ampliarlos. Parece decirnos: “No os contentéis con un poco de vida cómoda en vuestro planeta, id más bien y desead la vida eterna”. Y busca estimular en cada persona aspiraciones y deseos mucho más elevados.

 

“No trabajad por el alimento que perece” Y si se le pregunta: “¿Qué hay que hacer por las obras de Dios?” él responde: “La obra de Dios es que creáis en el que Dios ha enviado” Es el fin del cuarto evangelio.

 

San Juan introduce una comparación sacada de la primera lectura: “En el desierto nuestros padres comieron el maná...” Este procedimiento era muy conocido por los rabinos judíos de su época. El maná, o el nuevo Pan del cielo, es el mismo Jesús. Se revela una vez más bajo el nombre Yo Soy, pues en el Éxodo es Dios mismo quien aplacó el hambre y la sed de su Pueblo.

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P. Felipe Santos 

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