"Suelto las redes"
El hilo conductor de los tres textos de hoy es la llamada a los pescadores. Dios no busca a gente perfecta. A esta llamada, Isaías responde: «Soy un hombre de labios impuros»; Pablo es muy modesto y reconoce: «He perseguido a la Iglesia de Dios»; y Pedro se arroja a los pies de Jesús diciendo: «Aléjate de mí, pues soy un hombre pecador». Los tres ponen el acento en el pasado, en sus pecados... Jesús ve lo que pueden llegar a ser.
Cuando se acusa al Señor de frecuentar a los pecadores y comer con ellos, responde: «No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos…» Nuestros pecados no nos alejan de Dios, muy al contrario. Dios quiere entrar en nosotros y curar nuestras debilidades y nuestras fragilidades.
El evangelio de hoy nos habla ante todo de una constatación de fracaso. Desalentado, Pedro se da cuenta que él y sus compañeros han trabajado en vano: «Maestro, hemos trabajado toda la noche sin pescar nada»
Conocemos este tipo de experiencias en nuestra vida: fracasos en nuestro matrimonio, en la educación de nuestros hijos, en nuestra vida profesional, en las resoluciones que tomamos y no cumplimos… Nadie está exento de estas derrotas penosas y humillantes.
Igual ocurre en nuestra iglesia que vive momentos de crisis y de reveses acuciantes. La asistencia a la misa baja, hay escándalo de pedofilia, se cierran las iglesias, no hay bastantes sacerdotes y los que quedan son ya ancianos, los niños no frecuentan los sacramentos y las actividades parroquiales, a pesar de la educación cristiana y el buen ejemplo que han recibido de sus padres.
A menudo, estamos desanimados por el poco entusiasmo que tienen los cristianos para algunos servicios comunitarios esenciales. Hacen falta personas benévolas, catequistas y poca gente responde a la llamada. Ante estas realidades, nos dan ganas de dimitir y bajar los brazos.
La palabra de Jesús es sin embargo una invitación a la confianza: «avanzad mar adentro y soltad las redes...» Es ahora, hoy, en plena crisis, en medio de la tempestad cuando Jesús nos invita a avanzar mar adentro como dijera a Pedro. Es el corazón de nuestra página de Evangelio. Fatigado, desanimado, sabiendo que no se pesca durante el día, Pedro acepta echar las redes… «Maestro, no hemos pescado nada en toda la noche, pero si tú lo dices, echamos las redes.»
El verdadero milagro que se nos narra no es que se llenen las redes hasta reventar, sino que Pedro haya ido mar adentro ante las palabras que le dice el Señor.
Con tu palabra, Señor, pondré todos mis recursos a tu disposición en el plan familiar, educativo, cultural, político, económico... para aportar mi contribución a nuestro mundo contemporáneo.
(P. Felipe Santos S.D.B.)
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