Cristo sana...
En el evangelio del domingo pasado y en este domingo, hay algo semejante. El evangelista Marcos describe un día en el ministerio de Jesús. La historia comenzó con Jesús entrando la sinagoga en Cafarnaúm. Allí echó un espíritu inmundo, que se puede llamar la ignorancia, con sus enseñanzas. Nos sentimos agradecidos de tener la fe en tal gran maestro como Jesús. Sus enseñanzas nos traen la esperanza.
Hoy lo apreciamos por su simpatía con la gente. Cura primero a la suegra de Simón. Entonces no falta a ayudar a muchos otros afligidos. De una manera sus curaciones extienden su predicación en el nivel práctico. Siempre su mensaje proclama el amor de Dios para el pueblo. Ahora muestra este amor por aliviar las cargas que llevan los hombres y mujeres.
Curiosamente cuando otros tratan de identificar quien es Jesús, no lo permite. Cuando el espíritu inmundo lo llama “el santo de Dios”, el responde: “Cállate…” Más allá en el evangelio Pedro lo nombrará "el mesías". Jesús responderá por decir a los doce que no deben decir esto a nadie. Solo cuando muere en la cruz, puede ser revelado su identidad completa. Al verlo sufrir sin maldecir a nadie, el centurión romano dice: “De veras, este hombre era Hijo de Dios”.
A menudo se llama el esfuerzo del evangelio para encubrir la identidad de Jesús el “secreto mesiánico”. Parece que se guarda el secreto para que no malentiendan a Jesús los hombres. Si supieran que es Hijo de Dios, lo tratarían a coronarlo rey. Aún peor, formarían un ejército para echar a los romanos de Israel. Pero el hijo de Dios no vino para ser adulado como un rey temporal ni llegó para derrotar ejércitos foráneos. No, su misión, la voluntad de Dios su Padre, es vencer el pecado. Cuando lo ven sufriendo en la cruz, muriendo y resucitado de entre los muertos, pueden comprender su misión.
Hoy en día muchos que no conocen la historia de Jesús tendrían otro propósito si tuvieran al hijo de Dios en su medio. Le echarían la culpa por permitir Covid y todas las demás maldades que afligen al pueblo. Por eso, muchos se burlan de cristianos por creer en un Dios que no les salva de guerras, pandemias, y otras catástrofes.
¿Cómo podríamos responder a estas críticas? En primer lugar, tenemos que afirmar la bondad de Dios. Él nos da la vida, la familia, y muchos otros beneficios que a menudo se toman por dadas. Los hombres pueden tramar muchos líos solos. Sin embargo, no están solos sino existen fuerzas espirituales oscuras que multiplican la maldad en el mundo. Finalmente, sabemos que el mal no va a vencer. En el fin de cuentas Dios, que ya ha conquistado el mal por la obra de Jesús, volverá todas las cosas bien.
En el intermedio es de nosotros para creer en Jesús y seguir su voluntad. Pablo dice en la segunda lectura hoy: “¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!” Queremos da eco a Pablo diciendo, “¡Ay de nosotros si no vivimos el evangelio!”
(P. Carmelo Mele O.P.)
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