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domingo, 6 de diciembre de 2020

MEDITACIONES DE ADVIENTO - 6 DE DICIEMBRE



 Meditaciones de Adviento


Mas,  Dios, que es rico en misericordia, por su extremada caridad con que nos amó, aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.  Considera que la muerte del alma es el pecado; pues que este enemigo de Dios nos priva de la Divina Gracia, que es la vida del alma. 

Nosotros, miserables pecadores, por nuestras culpas estábamos ya todos muertos y condenados al infierno. Dios, por el inmenso amor que tenía a nuestras almas,  quiso volvernos la vida, y ¿qué hizo? Envió a la tierra a su Unigénito, para que muriese, a fin de que el mismo nos recobrase la vida con su muerte. 

Con razón, pues, el Apóstol llama a esta obra de amor, extremada caridad.  Sí, porque ni pudiera jamás esperar el hombre porque no pudiera jamás esperar el hombre recibir de un modo tan amoroso la vida, si recibir de un modo tan amoroso la vida, si Dios no hubiese hallado esta manera de redimirle para siempre, eterna redemptione inventa Hb. 9, 12. Estaban todos los hombres muertos, y no había redención para ellos. Pero el Hijo de Dios, por las entrañas de su misericordia, viniendo del cielo, oriens ex alto, nos ha dado la vida; y por esto justamente llama el Apóstol a Jesucristo nuestra vida. He aquí a nuestro Redentor, que vestido ya de carne y hecho niño nos dice: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” Jn 10, 10. Á este fin vino a tomar sobre si la muerte, para darnos la vida. Razón es,  pues, que nosotros vivamos solamente para aquel Dios que se ha dignado morir por nosotros: razón es que Jesucristo sea el único señor de nuestro corazón, ya que ha derramado su sangre, y dado la vida para ganárselo; porque, como dice san Pablo: Por esto murió Cristo y resucitó, para ser Señor de muertos y de vivos (Rm 14, 12)  ¡Oh Dios para cautivarse su amor, rehusé después amarle; y renunciando a su amistad, quiera hacerse voluntariamente esclavo del infierno.

(San Alfonso María de Ligorio)

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