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viernes, 11 de diciembre de 2020

MEDITACIONES DE ADVIENTO - 11 DE DICIEMBRE



 Meditaciones de Adviento


Considera cómo Jesús padeció desde el primer momento de su vida; y todo lo padeció por amor nuestro. Él no tuvo en toda su vida otro interés después de la gloria del Padre, que nuestra salvación. Como Hijo de Dios, no tenía necesidad de padecer para merecerse el paraíso.

Cuanto sufrió de penas, de pobreza y de ignominias, todo lo aplicó para merecernos la salvación eterna. Así, pudiendo salvarnos sin padecer, quiso tomar una vida de dolores, pobre, despreciado y desamparado de todo alivio, con una muerte la más desolada y amarga que jamás había sufrido mártir o penitente alguno; solo por darnos a entender la grandeza del amor que nos tenía,  y por ganarse nuestros afectos. 

Vivió treinta y tres años, y vivió suspirando porque se acercase la hora del sacrificio de su vida, que deseaba ofrecer para alcanzarnos la divina gracia y la gloria del paraíso. 

Este deseo le hizo decir: Con bautismo es menester que yo sea bautizado; ¿y cómo me angustio hasta que se cumpla? Deseaba ser bautizado con su propia sangre, no para lavar sus pecados, siendo él inocente y santo, sí los de los hombres, a quienes tanto amaba. Nos amó, y nos lavó en su sangre, dice san Juan.

¡Oh exceso del amor de un Dios, que todos los hombres y todos los Ángeles no llegaron jamás a comprenderle y alabarle cuanto basta! Pero, se lamenta san Buenaventura al ver la grande ingratitud de los hombres a tan grande amor, y se admira que nuestros corazones no se rasguen por la fuerza del amor de Dios. Se maravilla en otro lugar el mismo santo de ver a un Dios padecer tantas penas, gemir en un establo, pobre en un taller, desangrado sobre una cruz, en suma, afligido y atribulado en toda su vida por amor de los hombres; y ver luego a estos no arder de amor por este Dios tan amante, y aun tener valor de despreciar su amor y su gracia. ¡Oh Dios! ¿Cómo es posible comprender que os hayáis reducido a tanto padecer por los hombres, y que haya de estos quienes ofendan tanto a Vos?

(San Alfonso María de Ligorio)

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