Invitados al banquete
Frecuentemente, la Biblia compara a Dios con un esposo casado con Israel. En el Evangelio, el festín, la música, la danza y la fiesta celebran la alegre alianza que une para siempre a Jesús con sus discípulos; no es el momento de ayunar (Marc 2,19). He aquí otra parábola sobre el juicio, cuyo fin es atraer la atención sobre la orientación y el fin último de toda vida humana.
El elemento de sorpresa es que en lugar de entrar alegremente en la sala de bodas, los invitados no van. Uno vuelve a su campo, otro a su comercio, y el rey se queda solo ante la mesa de fiesta, desbordante de frutos y manjares sabrosos. ¿Qué hará?
Esta alegoría es la historia de todo ser humano. Todos están invitados a este encuentro alegre del Hijo de Dios: el Reino en el que se realizan la justicia, el servicio fraterno, en el que los pobres y marginados tiene por fin su parte de felicidad. Pero cada uno retarda su participación en la fiesta, a pesar de la presión ejercida por el rey.
Los primeros rechazan ir sin explicación. Insiste una vez más: “Mi comida está preparada... venid a la boda.” Pero los invitados van a maltratar y hasta matar a los mensajeros. Encolerizado el rey “hizo perecer a los asesinos quemando su ciudad.”
En fin, envía a otros servidores al cruce de los caminos para vinieran todos, los buenos y los malos. La sala se llenó, y a pesar de un despliegue de fuerza y autoridad, se encuentra todavía un hombre que resiste y se opone hasta el final. Es un elemento de sorpresa en esta parábola.
Sería erróneo ver aquí a personajes lejanos o ficticios. Se trata de nosotros. Somos invitados a la comida del Señor. Con mucha ternura y fidelidad, el Maestro ha preparado el festín de bodas de su Hijo. Cada vez que rechazamos su llamada, nos dice: “Ven.” Pues las amenazas bíblicas son ante todo una forma de insistencia: lo que más desea Dios es compartir su felicidad con nosotros.
(Padre Felipe Santos SDB)
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