El Papa inaugura la Jornada Mundial
de los Pobres en San Juan de Letrán
Redacción ACI Prensa
Foto: Daniel Ibañez / ACI Prensa
El Papa Francisco se desplazó este sábado 9 de noviembre hasta la Basílica Pontificia de San Juan de Letrán y rezó frente al Sagrario situado junto a la lápida conmemorativa en honor a las víctimas de la pobreza, dando así comienzo de forma oficial a la Jornada Mundial de los Pobres.
Tras esos instantes de oración, el Pontífice presidió la Misa con motivo de la fiesta de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, sede de la Diócesis de Roma, de la que el Papa es titular.
En su homilía, el Santo Padre guio su reflexión en torno a tres frases sacadas de la Biblia. La primera de ellas, del Salmo 46. 5: “Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios”.
El Papa afirmó que “los cristianos que habitan en esta ciudad son como el río que fluye del templo: llevan una Palabra de vida y de esperanza capaz de fecundar los desiertos de los corazones”:
“La ciudad no puede más que alegrarse cuando ve a los cristianos convertirse en anunciadores alegres, decididos a compartir con los demás los tesoros de la Palabra de Dios y entregarse por el bien común”.
La misión de los cristianos en la ciudad es “ir al encuentro de los demás, entrar en diálogo con ellos, escucharlos con humildad, gratuidad y pobreza de corazón”.
La segunda frase, de la Primera Carta a los Corintios, el Papa la dedicó de forma especial a los presbíteros: “Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo”.
“Esa es vuestra función”, señaló el Papa a los sacerdotes, “el corazón de vuestro ministerio: ayudar a la comunidad a estar siempre a los pies del Señor para escuchar la Palabra, tenerla lejos de toda mundanidad, de los malos compromisos, custodiar el fundamento y la raíz santa del edificio espiritual, defenderla de los lobos carroñeros, de quien quiere hacerla desviar de la vía del Evangelio”.
Indicó que “desde que soy Obispo de Roma he conocido de cerca a muchos de vosotros: he admirado la fe y el amor por el Señor, la cercanía a las personas y la generosidad en el cuidado de los pobres”.
Francisco recordó a los sacerdotes que ellos conocen “los barrios de la ciudad como ningún otro y guardáis en el corazón los rostros, las sonrisas y las lágrimas de mucha gente. Habéis dejado de lado contraposiciones ideológicas y protagonismos personales para dejar espacio a aquello que Dios os pide”.
La tercera frase la dirigió el Papa Francisco a los miembros de los equipos pastorales. “Destruid este templo y en tres días lo reconstruiré”. Se trata de una frase que Jesús pronuncia en el Evangelio de San Juan. Jesús “se comporta de manera divinamente provocativa”.
“Para poder sacudir la ignorancia de los hombres e inducirlos a cambios radicales, a veces Dios decide actuar de manera fuerte, para provocar una ruptura en la situación. Jesús con su acción quiere provocar un cambio de paso, una inversión de la rotación”.
Para comprender bien este episodio evangélico “se necesita subrayar una particularidad importante. Los vendedores se encontraban en el atrio de los paganos, el lugar accesible a los no judíos. Precisamente por ese motivo, el atrio se había transformado en un mercado”.
Sin embargo, “Dios quiere que su templo sea casa de oración para todos los pueblos. De ahí la decisión de Jesús de tirar las mesas de los cambiantes y de liberar a los animales. Esta purificación del santuario era necesaria para que Israel redescubriese su vocación: ser luz para todas las gentes, un pequeño pueblo elegido para servir a la salvación que Dios quiere dar a todos”.
Es en ese momento, cuando le preguntan: “¿qué signos nos das para hacer estas cosas?”. Él responde: “Destruid este templo y en tres días lo reconstruiré”.
A los equipos pastorales “se os ha confiado la misión de ayudar a vuestras comunidades y a los trabajadores pastorales a llegar a todos los habitantes de la ciudad, individualizando caminos nuevos para encontrar a quién está lejos de la fe y de la Iglesia”.
“En ocasiones se pueden encontrar deficiencias y hostilidad: es necesario no dejarse bloquear, sino custodiar la convicción de que a Dios le bastan tres días para resucitar a su Hijo en el corazón del hombre”, concluyó el Papa Francisco.
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